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El PROCESO ÚNICO DE EJECUCIÓN Y EL PROCESO DE EJECUCIÓN DE

GARANTIAS CON ANÁLISIS DEL VI PLENO CASATORIO CIVIL

(ACTUALIZADO A 2022)

Jorge María Luzuriaga Chiappe


Abogado

RESUMEN

Este artículo aborda sumariamente el Proceso Único de Ejecución y el


Proceso de Ejecución de Garantías, como su título lo indica.

El primero es un híbrido que nació de la fusión (inapropiada) de los dos


procesos anteriores de ejecución que inicialmente contemplaba el
art.ículo688 del Código Procesal Civil, que disponía que solo podía

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promoverse ejecución en virtud: 1. Título ejecutivo y 2. Título de
ejecución, con lo cual existían procesos distintos según el título con el
que se promoviera la ejecución: el proceso ejecutivo (promovido con
un título ejecutivo) y el proceso de ejecución de resoluciones judiciales
(promovido a partir de una sentencia o auto final).

El segundo, es decir el proceso de Ejecución de Garantías, limitado a la


ejecución de garantías reales, es una novedad del Código Procesal Civil
vigente desde el mes de julio del año 1993.

No muy bien legislado desde el inicio, el proceso se ha ido mejorando a


través del tiempo y de la jurisprudencia, y también desde su no mayor
reforma legislativa; sin embargo, subsisten problemas de
interpretación y de trámite que van ser, precisamente, materia de este
breve artículo sobre el tema.

ABSTRACT

This article summarily addresses the Single Execution Process and the
Guarantees Execution Process, as its title indicates.

The first is a hybrid that was born from the (inappropriate) merger of
the two previous execution processes that initially contemplated in
article 688 of the Civil Procedure Code, which provided that execution
could only be promoted by virtue of: 1. Executive title and 2. Execution
title, with which there were different processes depending on the title
with which the execution was promoted: the executive process

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(promoted with an executive title) and the process of execution of
judicial decisions (promoted from a sentence or final order).

The second, that is, the process of Execution of Guarantees, limited to


the execution of real guarantees, is a novelty of the Civil Procedure
Code in force since July 1993.

Not very well legislated from the beginning, the process has been
improving through time and jurisprudence, and also since it is no longer
legislative reform; However, problems of interpretation and process
remain, which will be the subject of this brief article on the subject.

PALABRAS CLAVE

PROCESO DE COGNICIÓN

Proceso que parte de la premisa que el derecho que se reclama debe


ser demostrado por el demandante, por lo que existe una etapa
probatoria en todos estos procesos.

El Código Procesal Civil contempla tres clases: el de conocimiento, el


abreviado y el sumarísimo.

PROCESO DE EJECUCIÓN

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Proceso que parte de la premisa que el derecho cuyo cumplimiento se
exige está ya probado mediante el título o documento que se escolta la
demanda.

TÍTULOS DE EJECUCIÓN

Los hay de dos clases o tipos: de naturaleza extrajudicial y de


naturaleza judicial.

También se clasifican en títulos simples y títulos compuestos o


complejos, según que consten en uno o más documentos.

MANDATO EJECUTIVO O DE EJECUCIÓN

Resolución del Juez, que reviste la forma de un auto, que despacha


ejecución por la obligación puesta a cobro, bajo apercibimiento de
iniciarse la ejecución forzada.

CONTRADICCIÓN A LA EJECUCIÓN

Defensas u oposiciones que el demandado puede oponer al mandato


ejecutivo.

AUTO FINAL

El auto mediante el cual, haya mediado o no contradicción a la


ejecución, manda llevarla adelante o decide estimando la contradicción
formulada por el demandado; tiene los efectos de una sentencia y es
apelable con efecto suspensivo.

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KEYWORDS

COGNITION PROCESS

Process based on the premise that the right being claimed must be
proven by the plaintiff, so there is an evidentiary stage in all these
processes.
The Civil Procedure Code contemplates three classes: that of
knowledge, the abbreviated and the most summary.

EXECUTION PROCESS

Process that starts from the premise that the right whose fulfillment is
demanded is already proven by means of the title or document that the
demand is escorted.

EXECUTION TITLES

There are two classes or types: extrajudicial in nature and judicial in


nature.
They are also classified into simple titles and compound or complex
titles, depending on whether they appear in one or more documents.

EXECUTIVE OR EXECUTION MANDATE

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Resolution of the Judge, which is in the form of an order, which
dispatches execution for the obligation set forth, under warning of the
beginning of the forced execution.

CONTRADICTION TO EXECUTION

Defenses or oppositions that the defendant can oppose to the


executive mandate.

FINAL MANDATE

The order by means of which, whether or not there has been a


contradiction in the execution, orders it to be carried out or decides by
estimating the contradiction formulated by the defendant; it has the
effects of a sentence and is appealable with suspensive effect.

1 INTRODUCCIÓN

1.1 Los tipos de procesos contenciosos en el Código Procesal Civil.

En nuestro sistema de derecho procesal civil existen dos tipos de


procesos contenciosos:

a) Los procesos de cognición -también llamados de tutela declarativa o


de determinación de certeza- (que siempre implican una controversia

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entre dos partes procesales en conflicto y de ahí que requieran
necesariamente de una etapa de conocimiento o probatoria), que son
tres y cuya calificación depende de la amplitud de su cognición, de
manera tal que:

1) el primero, llamado proceso “de conocimiento”, es de


cognición plena o lata (en nuestro anterior Código de
Procedimientos Civiles de 1912 se le conocía como proceso
“ordinario”, denominación, a nuestro juicio, más apropiada);

2) el segundo, llamado “abreviado”, es de cognición abreviada, y

3) el tercero llamado “sumarísimo”, es de cognición sumaria.

La mayor o menor amplitud de la etapa de conocimiento (cognición)


depende del grado de complejidad que presentan algunos procesos, de
manera tal que dicha etapa tiende a ser menor en la medida que cierto
tipo de procesos son menos complejos que otros que requieren de una
cognición más amplia. El llamado “principio de simplificación” es el que
hace que estos tres tipos de procesos contenciosos de nuestro Código
Procesal Civil transiten desde el más complejo (el de conocimiento)
hacia el más simple (el sumarísimo).

Sin embargo, esta “simplificación” de los procesos plasmada en nuestro


Código Procesal Civil no debe llevar a engaño, pues en los hechos los
procesos judiciales, cualquiera que sea la vía en que se tramiten, no
experimentan una reducción temporal apreciable, dilatándose más allá
de todo límite tolerable (debido, sin duda, a la inanidad del Poder

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Judicial en su conjunto y a la falta de una autoridad autónoma que
controle, fundamentalmente, el cumplimiento por los jueces de los
plazos procesales establecido en el Código Procesal Civil).

La menor amplitud de la etapa cognitiva, y de los plazos, también tiene


por efecto un recorte de la etapa probatoria y, lo que es aún más
importante, un recorte de los medios de prueba y, en ciertos casos, de
los medios impugnativos que pueden hacerse valer, así como también
de los derechos que se pueden pretender con la demanda y de las
defensas que puede oponer el demandado contra aquella, que se van
recortando paulatinamente según se desciende en la amplitud de la
etapa de cognición o conocimiento.

Así, en el proceso de “conocimiento” propiamente dicho, de cognición


lata, como hemos visto, el demandado puede, además de proponer
excepciones y defensas previas, formular reconvención (que, como es
sabido, es el equivalente a una contrademanda) dentro de ciertos
parámetros, cosa esta última que solo puede hacer, en pocos casos, el
demandado en un proceso abreviado (ver el artículo 490 del Código
Procesal Civil concordado con el artículo 486 del mismo código; sin
embargo, los casos en que no puede hacerlo son números de clausura,
de manera que si no está expresamente impedido, está permitido) y
que le está vedado completamente al demandado en un proceso que
se le siga en la vía sumarísima (art. 559); también en este último tipo de
proceso las excepciones y defensas previas deben proponerse al
contestar la demanda y los medios probatorios deben ser de actuación
inmediata, porque todo debe resolverse en una sola audiencia que
recibe el nombre de Audiencia Única, regulada en los artículos 554 y
555 del Código Procesal Civil, en la que se determina, como corolario

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de lo actuado en la misma, si la demanda debe ser estimada o
desestimada (desde luego, también puede concluirse que no se ha
podido formar válidamente una relación jurídica procesal, en cuyo caso
la demanda será declarada improcedente; este es, de lejos, el peor
escenario que puede enfrentar el demandante, por razones obvias).

También los plazos (los nominales, porque los reales son mucho más
dilatados en los hechos) se acortan sensiblemente en la medida que la
cognición deja de ser plena y van disminuyendo al mínimo hasta que
llega a ser sumarísima. Y la prueba también se ve recortada en esa
medida, sobre todo en los asuntos contenciosos que se tramitan
especialmente en esas vías de cognición menor por exigencia de la ley
procesal. Todo esto, sin embargo, si bien está plasmado en las
disposiciones pertinentes del Código Procesal Civil, en la práctica no
existe una diferenciación verdadera por razón de los plazos, como
hemos hecho notar arriba, al comienzo, pues estos no se cumplen en
los tiempos que señalan las normas procesales.

Hay que aclarar, sobre todo para aquellos abogados que no litigan, que
todo lo relacionado con el acortamiento legal de los plazos según los
procesos, como acabamos de advertir, solo queda en el papel pues, en
la práctica, los jueces no los observan ni remotamente, y eso da lugar a
continuas quejas de los abogados (y de las mismas partes) por retardo
en la administración de justicia, un mal que se ha convertido en
endémico en nuestro Poder Judicial y cuya solución puede consistir en
la paulatina conversión del proceso civil, casi exclusivamente escrito
según está regulado actualmente en el Código Procesal Civil, en un
proceso oral (que es distinto a uno por audiencias, como el inicialmente
legislado en el mismo código, que preveía hasta dos audiencias: una

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primera llamada Audiencia de Conciliación, saneamiento procesal,
fijación de puntos controvertidos y admisión de medios probatorios, y
una segunda audiencia que se realizaba solo si fuera necesaria por la
naturaleza de los medios probatorios, que es la llamada Audiencia de
Pruebas, que subsiste hasta hoy. Como todos sabemos, hace ya
muchos años se eliminó la primera de las dos audiencias, siendo
reemplazada por las regulaciones de los artículos 465 y 468 del CPC
(esto debe entenderse referido, fundamentalmente, al proceso de
conocimiento, pero no al sumarísimo).

Los procesos de cognición parten de la premisa que el derecho que se


invoca en la demanda debe ser debidamente probado por el actor
para obtener una sentencia estimatoria; así, si el proceso es
declarativo, lo que pide el demandante es una declaración del juez en
tal sentido, como ocurre cuando se demanda la nulidad de un acto
jurídico, donde la sentencia se limita a reconocer una condición
preexistente, o cuando se demanda la declaración de adquisición
prescriptiva de un bien (usucapión); al contrario, si el derecho nace con
la sentencia, estamos ante pretensiones de carácter constitutivo, como
ocurre en los casos de divorcio en los que es a partir de la sentencia
que lo declara que se entiende divorciados a los cónyuges y no antes: el
derecho que se reclama se constituye o nace a partir de la misma.
Finalmente, las sentencias de condena o condenatorias obligan al
vencido a dar, hacer o no hacer alguna cosa a partir de su dictado, y son
estas las que pueden, cuando se requiera, ser materia de una ejecución
forzada.

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Aunque de cierto modo importa un excurso, debemos aclarar que la
pretensión de condena, según el autor español Vicente Gimeno Sendra,
tiene naturaleza mixta:

“…ya que contiene dos pronunciamientos, declarativo y de


condena. Debido a la circunstancia de que dicha pretensión surge
cuando el actor alega la existencia de unos hechos a los que la
norma asocia el cumplimiento por el demandado de una
prestación, la pretensión de condena ha de contener, en primer
lugar, una petición declarativa, dirigida al juez a fin de que
reconozca la existencia del derecho subjetivo o de crédito y, en
segundo lugar, una petición de condena al deudor por el
incumplimiento de su obligación dimanante de aquel derecho de
crédito” (GIMENO SENDRA, Vicente. Derecho Procesal Civil.
Tomo I, 2ª edición, Colex, Madrid, 2007, p. 215)

b) Los procesos de ejecución que, a diferencia de los de cognición,


parten de una premisa totalmente distinta, según la cual el derecho
que se hace valer ya está probado suficientemente (es decir, ya está
establecido, por lo que es innecesario demostrarlo a través de un
proceso de cognición) y, por lo tanto, estos procesos no requieren de
una etapa de conocimiento para establecer el derecho
correspondiente a través de una sentencia, por lo que el juez, si
considera amparable la ejecución en virtud al título ejecutivo
acompañado a la demanda, dicta un auto despachando la ejecución, el
mismo que es susceptible de ser contradicho por causales muy
específicas (artículo 690-D), y si no las encuentra fundadas, dicta el

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auto final que le pone fin al proceso (en primera instancia, obviamente)
ordenando llevar adelante la ejecución contra el demandado hasta que
el demandante se haga pago (en el sentido amplio de la palabra, esto
es que puede consistir en un dar, un hacer o en un no hacer) de la
obligación puesta a cobro en el proceso y cuyo pago le ha sido
ordenado por el Juez.

1.1.1 No podemos dejar pasar la oportunidad para pronunciarnos sobre


la tara que pesa sobre los procesos ejecutivos, que deberían concluir
rápidamente y nunca deberían de llegar a conocimiento de la Corte
Suprema vía el recurso de casación como ocurre ahora, lo que hace que
estos procesos demoren, en los hechos, tanto como puede demorar un
proceso de cognición lata, como es el de conocimiento.

Esta situación hay que corregirla de una vez por todas a través de la
modificación inmediata del recurso de casación, que actualmente, por
la forma en que está regulado, ocasiona que casi todas las causas se
embotellen en la Corte Suprema y no terminen de resolverse sino
después de muchos años. Una verdadera vergüenza para el sistema de
justicia nacional que hay que solventar de una vez y para bien, no como
la reforma que se hizo, in peius, en el mes de mayo del año 2009, a
través de la Ley N° 29364, que empeoró las cosas al ponerle el acento
en la función dikelógica del recurso por sobre su función nomofiláctica,
que es la primordial, ya que es la razón de ser del mismo.
Adicionalmente, esta modificación autoriza, y no tan sutilmente, a la
Corte de Casación la revisión de los hechos, cosa que, por principio,
está vedada en sede casatoria (esto no aplica al control de logicidad,
entendido como el examen de la forma o método como las instancias
de mérito han razonado los hechos, ya que es función del recurso

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verificar el correcto razonamiento de los mismos, lo que de ordinario se
hace con arreglo a la lógica preposicional, también llamada
aristotélica). Sobre esto último puede consultarse un artículo que
también publiqué en este mismo portal académico
(WWW.ACADEMIA.EDU) bajo el título de “LA ACTIVIDAD PROBATORIA
EN EL PROCESO CIVIL PERUANO” hace ya algunos años pero que
actualizamos con cierta frecuencia en función a los cambios legislativos
y, sobre todo, jurisprudenciales.
Para los que tengan interés en los relacionado con la reforma al
RECURSO DE CASACIÓN pueden ver el artículo que publicamos sobre
este tema en este portal WWW.ACADEMIA.EDU bajo el título
“MODIFICACIONES AL RECURSO DE CASACIÓN INTRODUCIDAS POR LA
LEY Nº 29364”; también pueden consultar otro artículo publicado en el
mismo portal académico titulado “El RECURSO DE CASACIÓN Y LA
NECESIDAD DE SU REFORMA EN CUANTO A SU PROCEDENCIA Y
RESOLUCIÓN” (desde luego, la recomendación para los prospectivos
lectores es que tomen en cuenta el contexto y, más aún, el tiempo en
que se escribieron y puedan perdonar los desaciertos que pudiera
haber cometido entonces).

Después de este excurso necesario, y sintetizando lo dicho sobre el


Proceso Único de Ejecución, este proceso tiene como fin que se cumpla
con un derecho que ya ha sido reconocido en un título ejecutivo o de
ejecución (es decir, se trata de un derecho que ya ha sido establecido o
“declarado” como tal por lo que el proceso está orientado a su
cumplimiento y no a la declaración del derecho, pues se parte de ese
presupuesto), y esa constituye la mayor diferencia con los procesos
cognitivos o de conocimiento (en sentido lato), en el que se persigue la
declaración de un derecho aun no reconocido ni mucho menos

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establecido a través de una sentencia estimatoria, ora de condena, ora
constitutiva, ora declarativa, que son las tres clases de sentencias
estimatorias que existen en nuestro sistema de derecho procesal civil.

1.1.2 Tampoco podemos dejar de referirnos al proceso monitorio, que


es un tercer tipo de proceso que, aunque no ha sido receptado por
nuestro código adjetivo, sí lo ha sido en otros sistemas procesales; es
definido por el magistrado argentino Roberto M. Pagés Lloveras
(profesor de la Universidad de Cuyo -zona geográfica del medio oeste
argentino conformada por las provincias de Mendoza, San Juan y San
Luis), en un artículo titulado “Procesos de estructura monitoria en San
Juan” (en referencia a la Provincia de San Juan, una de las 23 provincias
[que equivalen a actuales regiones de nuestro país] que conforman la
República Argentina; artículo publicado sin paginar en el portal
WWW.ACADEMIA.EDU) por contraposición al proceso de cognición
(propiamente de conocimiento) en los siguientes términos:

“… se diferencia del proceso de conocimiento porque ante la


presentación del escrito de demanda por la parte accionante, y
sin previo contradictorio en el caso de que se cumplan los
requisitos de admisibilidad y fundabilidad, el Juez dicta la
sentencia monitoria en la que ordena a la parte demandada el
cumplimiento de una prestación de dar y/o de hacer.

Pero antes de que ésta sentencia quede firme o consentida, se le


da a la parte demandada la posibilidad de plantear su oposición
a la sentencia monitoria. De esta manera, en el caso de que se

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plantea dicha oposición a la sentencia monitoria, el
contradictorio se invierte, pues solo con dicha oposición se puede
detener los efectos de la sentencia monitoria favorable a la parte
accionante hasta que se defina si resulta o no procedente dicha
oposición.

La falta de oposición determina que la resolución dictada


inicialmente adquiera la calidad de cosa juzgada y pueda ser
ejecutada en caso de incumplimiento.

Como se advierte, se trata de un proceso donde la oposición recién


puede producirse, a instancias del demandado, luego de dictada la
sentencia monitoria (en el caso no sea rechazada o desestimada la
demanda, desde luego), y esto detiene los efectos propios de dicha
sentencia hasta que se resuelva la oposición.

Pagés señala más adelante que este tipo de proceso se aplica

“…en las controversias que versen sobre: 1) Obligación exigible


de dar cantidades de cosas o valores mobiliarios o de dar cosas
muebles ciertas y determinadas; 2) División de condominio; 3)
Restitución de la cosa dada en comodato; 4) Desalojo de bienes
inmuebles urbanos y rurales por falta de pago, siempre que se
hubiere justificado por medio fehaciente la interpelación al
locatario que establecen las leyes vigentes; 5) Desalojo de bienes
inmuebles urbanos y rurales por vencimiento del plazo
contractual o falta de plazo de restitución, siempre que en éste

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último caso se acredite la intimación fehaciente a restituirlo; 6)
Obligación de otorgar escritura pública; 7) Obligación de
transferir automotores; 8) Cancelación de prenda o hipoteca; y 9)
Los procesos de ejecución, en los casos autorizados por este
Código u otras leyes, con excepción de la ejecución de sentencia.

Para acceder al proceso monitorio señala Pagés que “…es necesario


que el actor presente instrumento público, o instrumento privado
reconocido judicialmente, o cuya firma estuviere certificada por
escribano público (el equivalente a un notario público en nuestro país),
de cuyo contenido surja el derecho en que se funda la acción. Tales
exigencias que hacen a la certidumbre del derecho, como es la
presentación, para su admisión, de dichos instrumentos.

En función al título que se exige para promoverlo nos da una idea que
este proceso tiene mucho del proceso de ejecución, que también
requiere de un título que declara el derecho para poder ser promovido,
pero en el proceso monitorio el título tiene solo la apariencia de un
derecho cierto (algo así como el fumus boni iuris que se exige en los
procesos o procedimientos cautelares), por lo que puede ser
contradicho a través de la oposición (por ejemplo, el otorgamiento de
escritura pública, que aquí se tramita como proceso sumarísimo, que es
un proceso de cognición, como ya ha quedado establecido).

Este es un tipo de proceso que existe en varios códigos argentinos (hay


que recordar que Argentina es un país organizado políticamente como
una federación, donde cada Provincia (que es el equivalente a un
Departamento en nuestro país) es un estado independiente y tiene sus

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propios códigos y su propio sistema judicial, así como su propia
legislatura y un poder ejecutivo cuya cabeza es un gobernador electo),
pero que, reiteramos, no existe como proceso en nuestro sistema de
derecho procesal civil.

Hay mucho más que decir sobre este proceso, pero no es el tema de
estudio de este artículo que se ciñe a estudiar con algún detenimiento
lo que materia de su título: el Proceso Único de Ejecución y el proceso
de Ejecución de Garantías.

1.2 El porqué de la existencia de dos tipos de procesos.

1.2.1 La existencia de dos tipos fundamentales de procesos se basa


(como hemos visto) en la diferencia de la premisa de la que se parte,
siendo que en los procesos de cognición (o conocimiento, como
doctrinariamente se les conoce, pero por la denotación que este
término tiene en nuestro Código Procesal Civil, empleamos la palabra
“cognición”) se parte de la incertidumbre respecto de la existencia y
exigibilidad del derecho que se hace valer a través de la demanda, en
tanto que en los procesos de ejecución se parte de la certeza (al menos
formal) de la existencia de un derecho ya establecido en favor del
demandante, por lo cual éste queda exento de probarlo, bastándole
presentar el título ejecutivo, aparejado a la demanda respectiva, para
dar inicio al proceso de ejecución del título de que se trate.

1.2.2 Esto también lo dejó en claro la Corte Suprema en la Casación N°


4607-2013-La Libertad (Sala Civil Permanente) que estableció que

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mediante el proceso de Ejecución de Garantías no se pueden declarar
derechos (constituyendo este su principal lineamiento jurisprudencial).

En efecto, en dicha sentencia se señaló que los procesos ejecutivos


difieren, en cuanto a su naturaleza, de los procesos de cognición que
constituyen los juicios en los cuales se declaran derechos dudosos o
controvertidos, según advierte la sentencia. Esto en la medida en que
en un proceso ejecutivo ya no se dilucida la titularidad de algún
derecho porque este debe estar previamente reconocido e
incorporado en un título al que la legislación le otorga el beneficio de
ser ejecutivo; de allí, concluye la sentencia, que en esta clase de
procesos no puede debatirse respecto a la efectividad de una cláusula o
seguro de desgravamen (que en este proceso, que dio lugar a la
sentencia en casación, era un argumento de la oposición
(contradicción) que formuló el demandado y que, obviamente, no
podía formar parte de las pocas causales de contradicción).

1.3 El mal llamado “proceso” cautelar.

1.3.1 Algunos autores consideran que el proceso cautelar forma parte,


junto con los de ejecución, de esta categoría de procesos que no
requieren de una etapa de cognición, a diferencia de los tres tipos de
proceso que vimos en el literal a) que antecede. Esto es, a nuestro
juicio, un serio error de concepto, pues en nuestro sistema de derecho
procesal civil, las medidas cautelares siempre son dependientes de
otro proceso (el llamado “proceso principal”) cuyo resultado se
pretende garantizar, precisamente, con la medida que se solicita, de
modo que sin este otro proceso no puede existir ni subsistir un proceso

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cautelar, ni mucho menos su resultado (si la solicitud es amparada,
desde luego), que es la medida cautelar en sí misma considerada. El
proceso cautelar, en nuestro sistema de derecho procesal civil, siempre
es accesorio del proceso principal cuyo resultado y cumplimiento
asegura. (Adicionalmente, este proceso principal, del que es accesorio
el cautelar, puede ser uno de cognición o uno de ejecución y, como ya
advertimos al comienzo de este trabajo, en el primer caso se parte de
la premisa que hay que probar el derecho que se invoca en la
pretensión, ya que es incierto hasta tanto no se defina en la sentencia,
mientras que en el segundo caso se parte de la premisa que se trata de
un derecho cierto encarnado en el documento que constituye el título
ejecutivo).

Además, si aceptamos como premisa válida que el proceso es “…una


secuencia o serie de actos que se desenvuelven progresivamente, con el
objeto de resolver, mediante un juicio de autoridad, el conflicto
sometido a su decisión” (Eduardo J. Couture Fundamentos del Derecho
Procesal Civil. Páginas 121 y 122. Ediciones De Palma. Buenos Aires.
1985), resulta que el “proceso” cautelar no resuelve conflicto alguno de
intereses, pues esa es la finalidad del proceso principal y no del
cautelar, que se limita a asegurar el resultado de aquél, garantizando
que la sentencia, de ser estimatoria, se cumpla y se ejecute en sus
propios términos. En todo, si insistimos en denominarlo “proceso”,
sería uno sui generis, pues no resuelve ningún conflicto, sino que
cumple exclusivamente una función garantista.

Ese hecho, el que las medidas cautelares no constituyan “procesos”


(como de común entendemos estos, es decir como conflicto o choque
de intereses) sino que tienen una función dentro de un proceso, se

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plasma en palabras del profesor colombiano MARCO ANTONIO
ÁLVAREZ GÓMEZ (“LAS MEDIDAS CAUTELARES EN EL CÓDIGO GENERAL
DEL PROCESO”), así: “Las (medidas) cautelas cumplen una función
específica dentro de todo proceso judicial, no dan lugar al mal llamado
proceso cautelar, principal o accesorio -vaya manía de los abogados de
poner adjetivos¡-, e irradian todo el ordenamiento procesal porque
entroncan directamente con el derecho fundamental a la tutela
jurisdiccional efectiva”.

Esa situación (de accesoriedad y subordinación del proceso cautelar a


otro proceso del que depende) subsistirá en tanto nuestra la legislación
procesal civil no contemple las medidas cautelares autónomas, que son
aquellas que no requieren de la existencia de otro proceso para ser
amparadas, como, por ejemplo, las medidas autosatisfactivas, que se
agotan con su mero despacho, por lo que no requieren ser seguidas de
otro proceso principal (ni mucho menos ser antecedidas por otro),
precisamente porque son autónomas, constituyendo un proceso
independiente de cualquier otro.

Por si lo anterior no bastara, la Corte Suprema, desde hace unos años,


en reiterada y uniforme jurisprudencia, ha señalado que “las medidas
cautelares no son materia revisable en sede casatoria” (CAS N° 823-
2001-LIMA, en la separata de casación del diario oficial El Peruano de
fecha 30 de noviembre de 2001, p. 8017). Es decir, para la Corte
Suprema el auto de la Sala que rechaza la medida cautelar (con lo que
pone fin al “proceso” cautelar), no es susceptible de ser impugnado
mediante el recurso de casación, que sí procede en todos los casos en
que una Sala Superior le pone fin a un proceso mediante un auto o
mediante sentencia, según el art. 387 del CPC; la lógica de esta

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conclusión es que si para la Corte Suprema no procede el recurso de
casación en estos caso, no se puede considerar que realmente exista un
llamado “proceso cautelar” sino que lo que hay es un procedimiento
orientado a asegurar el cumplimiento de una resolución firme en el
proceso del que es accesorio).

Para los que tengan interés en este tema, pueden consultar en el portal
académico antes mencionado un artículo nuestro sobre este tema
titulado “LAS MEDIDAS AUTOSATISFACTIVAS” WWW.ACADEMIA.EDU

1.3.2 Además es falsa la premisa de la que se parte para considerarlo


dentro de los procesos de ejecución, pues estos procesos (rectius:
procedimientos) cautelares requieren que el solicitante demuestre tres
presupuestos que deben concurrir para el despacho de la medida, uno
de los cuales, quizá el más importante, es la demostración de la
verosimilitud del derecho invocado, que consiste en una razonada
probabilidad de que lo que se está demandando tiene sustento jurídico
y consecuentemente existe la probabilidad que su derecho sea
amparado (desde luego, también se exige el llamado “peligro en la
demora”, que consiste en que por el transcurso del tiempo el derecho
reclamado se vuelva ilusorio, y finalmente, la “adecuación”, que implica
que toda medida cautelar debe tener una correlación lógica y
proporcional con el objeto que busca tutelar; la contra cautela no es un
requisito de procedibilidad).

Lo determinante es que el primero de dichos elementos supone


necesariamente introducir prueba sobre la “apariencia” de tal derecho
(aunque muchas veces la prueba ya ha sido introducida en el proceso

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principal, cuando la medida cautelar se solicita en paralelo o con
posterioridad a la demanda del principal, pero no cuando aquella se
solicita anticipadamente), de modo que debe aportarse el material
probatorio que sea capaz de producir en el Juez un razonable grado
de convencimiento sobre la veracidad del derecho que se invoca (la
verosimilitud requerida para el otorgamiento de una medida cautelar,
en lo que atañe a su análisis, no impone, en principio la obligación de
efectuar un examen jurídico riguroso cual es el necesario para resolver
el proceso, sino que basta, al respecto, que el derecho que se reclama
tenga o no apariencia de verdadero; la verosimilitud del derecho sólo
apunta a la posibilidad de que el derecho exista, a una credibilidad
objetiva y seria que descarte una pretensión infundada. Esa posibilidad
no equivale a la certeza en la existencia del derecho, que sólo se
logrará al agotarse el trámite con el dictado de la sentencia o
resolución definitiva). Si bien la medida se dicta inaudita altera pars, no
se despacha sino existe esta cognición sumaria por parte del Juez para
su dictado (adicionalmente, una vez dictada, el afectado puede
oponerse a la medida y también apelar sobre lo resuelto por el Juez en
relación a dicha oposición; este es otro zafarrancho creado a partir de
la modificación, por el Decreto Legislativo N° 1070, del art. 637 del
Código Procesal Civil, que impone al afectado impugnar primeramente
la medida con el recurso de oposición -que ni siquiera está legislado
expresamente en el Título XII MEDIOS IMPUGNATORIOS-, y recién le
autoriza a interponer recurso de apelación contra lo resuelto -mediante
un auto, desde luego- en relación a esa oposición).

1.4 El cuarto presupuesto.

22
Existe, sin embargo, un cuarto presupuesto que siempre pasa
inadvertido porque es presumido para el dictado de la medida cautelar:
consiste en la sospecha del deudor o suspectio debitoris, es decir, es la
desconfianza que suscita el vencido que, enfrentado al cumplimiento
forzado de una decisión judicial que le es adversa, incumpla con lo
ordenado en la sentencia. Todo vencido, llegada la etapa de ejecución
de sentencia, es sospechado de evitar el cumplimiento del fallo.

Como dice el autor colombiano antes citado (ver arriba en 1.3.1):

“Por eso las normas sobre medidas cautelares han sido diseñadas de
modo tal que los jueces no tengan que hacer ese escrutinio”.

El juez, al otorgar la medida solicitada, parte necesariamente de esa


premisa, que ni siquiera forma parte del razonamiento para el dictado
de la misma porque es indesligablemente presumida para ese fin.

2. LOS PROCESOS DE EJECUCIÓN.

Actualmente los procesos de ejecución en nuestro Código Procesal Civil


son de dos clases o tipos: (porque estamos excluyendo el cautelar, por
las razones que acabamos de explicar):

2.1 El llamado Proceso Único de Ejecución, regulado en los artículos


688 y ss. del Código Procesal Civil, y el llamado Proceso de Ejecución de
Garantías (reales), regulado en los arts. 720 y ss. del mismo código.

23
2.2 El actual Proceso Único de Ejecución es el que sirve para llevar
adelante una ejecución en virtud a uno cualesquiera de los varios
títulos ejecutivos que están enunciados como números abiertos en el
artículo 688 del Código Procesal Civil (aunque fuera de ellos no hay
otros, salvo lo dispuesto por el inciso 11 de dicho artículo, es decir
aquellos títulos a los que la ley les da mérito ejecutivo, razón ésta por la
que se sostiene que la enumeración de los mismos que hace dicho
artículo es numerus apertus. En cualquier caso, está fuera de toda duda
que solo la ley puede conferir merito ejecutivo a un título o a un
documento, y así está precisado en el citado inciso 11 del citado
artículo, al que acabamos de referirnos.

Anteriormente, el mismo Código Procesal Civil de 1993, clasificaba los


títulos en: i) ejecutivos y ii) de ejecución, existiendo dos procesos
diferenciables para cada uno.

Este último proceso era el vehículo para hacer efectivas las sentencias
de condena, mientras que el primero servía para la ejecución de los
títulos ejecutivos propiamente dichos (es decir, todos los demás títulos
que no tienen naturaleza judicial, que constituyen la mayor variedad).

En la actualidad ambos procesos se han fusionado en uno solo con la


dación del Decreto Legislativo 1069, que es el llamado Proceso Único
de Ejecución; sin embargo, como vamos a ver más adelante, entre
estos títulos enumerados taxativamente en el citado artículo 688 del
CPC, al menos el primero (la sentencia firme, ya que el laudo arbitral
firme tiene otro tratamiento, al menos en cuanto a la competencia del
juez) tiene un tratamiento distinto en lo que atañe a las causales de

24
contradicción, plazos, medios probatorios e impugnación y esto está
ocasionando, en la práctica, una serie de problemas que vamos a ver
más adelante, pues no es lo mismo ejecutar un título valor, por
ejemplo, que una sentencia firme, caso este último donde resulta
intolerable una contradicción fundada en otra causal que no sea el
cumplimiento de la misma o su inexigibilidad.

Si bien el Decreto Legislativo 1069 tuvo la intención de unificar los dos


procesos que existían anteriormente (el proceso ejecutivo y el proceso
de ejecución de resoluciones judiciales) en uno solo, esta pretendida
unificación es solo aparente, pues si bien es cierto que inicialmente
existe un Proceso Único de Ejecución, este se diversifica (más
propiamente se bifurca) luego en los mismos procesos de la normativa
derogada, diferencias de procedimiento que no se limitan a la distinta
competencia para ciertos títulos ejecutivos (así la competencia para
títulos de naturaleza extrajudicial entre los jueces de paz letrados y los
civiles en función de la cuantía y la competencia para la ejecución
forzada de resoluciones judiciales, que corresponde al juez de la
demanda, la de ejecución de sentencias extranjeras homologadas,
etc.).

2.3 El Principio de Legalidad en relación con los procesos de ejecución.

Es importante tener presente que en materia de procesos ejecutivos


existe un principio, llamado de “legalidad”, que establece que “no hay
ejecución sin título” (nulla executio sine titulo), porque el título (rectius:
el documento) es el continente del derecho ya establecido

25
fehacientemente en favor del acreedor de la prestación a que el título
(ejecutivo o de ejecución) se refiere.

2.3.1 Algunos autores han sostenido que antes de la dación de Código


Procesal Civil de 1993, era posible promover la ejecución sin la
existencia de un título ejecutivo; para esto citan el artículo 590 del
Código de Procedimientos Civiles de 1912, primero, y luego, el artículo
1 del D.L. 20236 (que sustituyo algunos artículos del mencionado
código relativos al “juicio ejecutivo”), que señalaba que: “La acción
ejecutiva compete al acreedor que presenta un título que apareja a
ejecución o a quien se la concede especialmente la ley”.

Según estos autores ello implicaba que, por ley, se podía “dar” acción
ejecutiva sin requerirse la previa existencia de un título. Y ponen como
ejemplo el cobro de rentas de arrendamiento de bienes inmuebles. Sin
embargo, esto no es cierto por dos razones: la primera es que el
Decreto Ley 20236, hacía referencia en el inciso 10 del artículo 2° a “…
cualquier otro título al que la ley da fuerza ejecutiva”, y la segunda es
de concepto, porque importa desconocer que la ley (y solo la ley)
puede crear títulos ejecutivos simples y compuestos, como lo fue (y lo
es en el Código vigente) el cobro de recibos impagos de arrendamiento,
que exigen la presentación del contrato al lado de los recibos impagos
por concepto de la merced conductiva (advertimos que actualmente
estos recibos son formularios diseñados por SUNAT en que los que
debe constar el pago del impuesto del 5% sobre el monto de recibo, y
no cualquier recibo).

26
2.3.2. En el siglo pasado la noción de título ejecutivo originó una
polémica en la doctrina italiana entre los juristas italianos Francesco
Carnelutti y Enrico Liebman, ya que el primero sostenía que el título era
el documento, mientras que el segundo refería al título como el acto
constitutivo (derecho).

Alguien ha atribuido a la conocida autora nacional, profesora Eugenia


Ariano Deho, haber zanjado el incordio diciendo que acto y documento
son el anverso y reverso de una misma moneda (¿?). Sin embargo, no
tenemos constancia que hubiera afirmado tal cosa (ni tampoco del
significado atribuido a esa frase, por lo demás, muy comúnmente
aplicada a una multiplicidad de casos)
.
De otra parte, en nuestra opinión, consideramos que eso (título-
documento o título-acto) depende de la naturaleza del título ejecutivo
de que se trate: así, en los títulos-valores que incorporan derechos de
crédito (por ejemplo, la letra de cambio y el pagaré), el derecho y el
documento que lo contiene se confunden de tal manera que no hay
derecho (al menos cambiario) sin el documento (por el “principio de
incorporación -o cosificación- del derecho”), mientras que en otros
casos el título ejecutivo (el derecho) no es el documento, sino que éste
es solo su continente (del acto), pero por su especial naturaleza
constituye un título ejecutivo (esto último ocurre con frecuencia con los
títulos ejecutivos complejos o compuestos, como vamos ver más
adelante en el presente trabajo).

En efecto, piénsese en una letra de cambio donde el crédito que


representa está tan “cosificado”, tan encarnado o fusionado con el
papel que lo soporta, que sin la letra (es decir, sin el documento donde

27
se plasma) no existe el derecho (al menos cambiariamente); de igual
modo, si la letra no ha sido protestada (en los casos en que no se ha
exonerado del protesto conforme al artículo 52 de la Ley de Títulos
Valores) tampoco pueden ejercitarse las acciones cambiarias derivadas
del título, ya que entonces la letra, como documento, solo sirve como
medio de prueba del derecho de crédito para el ejercicio de la acción
causal o, de no haberla, de la de enriquecimiento sin causa (que
prescribe a los dos años del vencimiento de las acciones cambiarias). Y,
de otro, lado, piénsese en la transacción extrajudicial como título
ejecutivo que, si bien debe plasmarse por escrito por mandato del
artículo 1304 del Código Civil, el acto (jurídico, se entiende) no es el
título que la contiene, aunque el documento valga como título
ejecutivo.
En síntesis: en el caso de la letra de cambio el título o derecho es el
documento, mientras que, en la transacción, el documento es solo una
forma que se exige para la validez de la misma, pero el acto (la
transacción), como derecho, no es el documento donde se plasma. Lo
mismo ocurre cuando se trata del Acta de Conciliación (que concluye el
procedimiento de conciliación extrajudicial) que contiene una
obligación de dar, hacer o no hacer: el título o derecho no es el Acta en
sí misma considerada, aunque el documento en que se plasma
constituya el título ejecutivo.

2.4 Los títulos ejecutivos compuestos o complejos.

28
2.4.1 Hay, dentro de estos títulos ejecutivos que estamos viendo, uno
que merece un análisis particular; nos referimos al título mencionado
en el inciso 9 del artículo 688, que considera como título ejecutivo “El
documento impago de renta por arrendamiento, siempre que se
acredite la relación contractual” (comúnmente llamado “proceso de
ejecución de pago de arrendamiento”). Este título ejecutivo se creó con
la dación del Decreto Ley N°20.236 (del 3 de diciembre del año 1973)
que modificó todo el título VII del Código de Procedimiento Civiles del
año 1912 que se ocupaba del juicio ejecutivo.

Aquí voy a hacer un excurso que considero necesario: esa modificación


sí significó un gran avance con respecto al proceso ejecutivo regulado
por reglas que para ese año (1974) ya eran obsoletas frente al enorme
desarrollo de esos títulos, tanto doctrinaria como jurisprudencialmente
y, desde luego, por su uso intensivo en el tráfico mercantil y civil; a
modo de ejemplo, el art.2° de ese D. L. establecía que eran títulos
ejecutivos, entre otros tradicionalmente reconocidos como tales, los
conocimientos de embarque contra el capitán o el representante legal
de la nave o aeronave y contra los endosantes, si están extendidos a la
orden, para la entrega de la mercadería o su valor; las cartas de porte,
si son protestadas; las pólizas de seguros de vida, vigentes, por causa
de fallecimiento del asegurado, acompañadas con la partida de
defunción: la copia certificada notarial del acta de la Junta de
Propietarios de edificios sujetos al régimen de la propiedad horizontal
(…) acompañada de los recibos impagos, etc. Entre esos títulos a los
que la ley le daba la calidad de ejecutivos, se puede apreciar que
muchos de ellos eran títulos compuestos, es decir que se requería
algún otro documento para que se constituyera el título ejecutivo,
como en el caso de la póliza de seguro de vida (que requería ser

29
acompañada del certificado de defunción), o el caso de la copia
certificada notarialmente del acta de la junta de propietarios (que
requería ser acompañada de los recibos impagos); lamentablemente
muchos de estos título ejecutivos, tanto simples como compuestos, no
subsisten en la actualidad (el conocimiento de embarque, las pólizas de
seguro de vida, etc.), por diversas razones que no es del caso analizar
en este breve artículos sobre los dos procesos de ejecución que
contempla el Código Procesal Civil.

Retomando e hilo del discurso -referido precisamente a los títulos


ejecutivos compuestos por más de un documento- , este tipo de título
ejecutivo, que requiere de la presencia conjunta de otro título para
constituirse en título ejecutivo, es lo que se conoce como “título
ejecutivo compuesto” (o complejo, como también se le llama), por
oposición a los títulos que constan de un solo documento, que
constituyen la gran mayoría de los títulos ejecutivos (y que, por
contraposición, podrían ser llamados títulos ejecutivos simples, aunque
de hecho ese adjetivo no es utilizado para hacer referencia a ellos).

En una definición simplista se puede decir que los títulos ejecutivos son


simples cuando la obligación se encuentra contenida en un documento
único, y son compuestos o complejos cuando se requiere de otros
documentos para que surja la obligación cierta, expresa y exigible, y si
es de dar suma de dinero, líquida o liquidable aritméticamente (tal
como lo manda el artículo 688 del CPC).

Los títulos ejecutivos compuestos o complejos, forman un conjunto


mixto de instrumentos, como vamos a advertir con más claridad al
ocuparnos del proceso de Ejecución de Garantías; por ahora

30
adelantamos que algunos pueden consistir en un instrumento privado
aparejado de otro que puede ser público o también, como en el caso de
la ejecución del inciso 9, privado, tal como son los recibos impagos de
la renta y el documento que acredite la relación contractual entre el
arrendador (poseedor mediato) y el arrendatario (que no es otro que el
contrato de arrendamiento, que puede haberse celebrado por
documento privado pero sin que sea necesario que las firmas puestas
en el mismo hubieran sido legalizadas por un Notario Público, pues el
contrato de arrendamiento es consensual (PRINCIPIO DE
CONSENSUALIDAD CONTRACTUAL), de manera que no requiere de otra
cosa que no sea el acuerdo de voluntades para existir como tal (a
menos, desde luego, que quiera inscribirse, para lo cual se requerirá
que se eleve a escritura pública, pero ese no es un requisito formal
para su existencia sino para oponerlo a terceros dado el “principio de
publicidad” que es un efecto necesario de toda inscripción en los
Registros Públicos).

2.4.2 Anteriormente nos hemos referido a otros dos títulos ejecutivos


complejos: los constituidos por las “liquidaciones de saldos deudores”
del inciso 7 del artículo 132 de la Ley General del Sistema Financiero y
de Seguros, y por la Letra a la Vista del último párrafo del artículo 228
de la misma ley, que exigen, la primera, que se acompañe el
documento que dio origen a la obligación liquidada, y la segunda que
se acompañe el cargo de la comunicación dirigida al titular de la cuenta
corriente comunicándole el cierre de la misma, el saldo adeudado
arrojado a esa fecha y la exigencia de su pago por el banco, así como el
giro inminente de la letra a la vista si no formula observación dentro de

31
los 15 días hábiles de recibida la misiva; sobre algunas particularidades
de esta comunicación volveremos más adelante en este trabajo.

Otro título de ejecución, que además debe ejecutarse como si de una


sentencia se tratara, es el Acta de Conciliación que contiene una
obligación cierta, expresa y exigible, que en ciertos casos puede
requerir ser acompañada de otro documento, como cuando, por
ejemplo, una parte se obliga a pagar una suma de dinero en armadas
mensuales, pero no se precisa las fechas de vencimiento de esas
armadas o habiéndose precisados las fechas se ha establecido una
cláusula de aceleración para el caso de incumplimiento puntual en el
pago de las armadas, lo que constituye una condición resolutoria,
expresa y, como tal, requiere comunicarse formalmente a la parte
incumplidora que el convenio ha sido resuelto y se va proceder al cobro
de la totalidad de lo adeudado.

Esto pone de manifiesto lo equivocado de la creencia, bastante


difundida, que el título ejecutivo (más bien el documento donde se
plasma) siempre debe revestir alguna formalidad legalmente
prestablecida para ser considerado como tal; no es así en todos los
casos, como lo evidencia la existencia de títulos ejecutivos compuestos
y también el título ejecutivo contemplado en el inciso 8 del mismo
artículo, referido al documento privado de transacción extrajudicial,
que no requiere que las firmas hayan sido legalizadas (la transacción
como medio de extinguir una obligación está regulada en los artículos
1302 y ss. del Código Civil, y el artículo 1304 dispone que debe hacerse
por escrito bajo sanción de nulidad, pero no exige que las firmas
puestas en el instrumento deban ser legalizadas ante Notario Público,

32
motivo por el cual tampoco podría exigirse esa formalidad para
constituir título ejecutivo. Mucho menos requiere que la transacción así
celebrada sea previamente homologada por un juez, a diferencia de la
transacción judicial, que necesariamente requiere de este trámite
previo para tornarse exigible. Otra diferencia importante con esta
última es que la transacción extrajudicial puede ser atacada de nulidad,
o también puede ser resuelta por incumplimiento de alguna obligación
relevante, si así se hubiera pactado en la transacción (situaciones que
no pueden presentarse en una transacción judicial homologada, pues
tiene el efecto de una sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada).
Aunque esto implica una digresión, permítasenos señalar que un
instrumento de transacción sin firmas legalizadas ante Notario o
Fedatario puede llegar a ser, en algunos casos, casos una invitación al
fraude, sobre todo si el documento escrito en el que se plasma la
transacción contiene la obligación de una de las partes de dar a la otra
una suma de dinero; en efecto, como no hay cómo comprobar, al
menos al inicio de la ejecución, la veracidad de las firmas (ni mucho
menos del contenido del documento), se puede llegar a afectar un bien
del demandado (a través de una medida cautelar) falseando el
instrumento de la transacción tanto en su contenido como en sus
firmas, lo que le ocasionará al demandado todo tipo de problemas de
difícil solución (por lo pronto tendrá este que solicitar un peritaje
grafotécnico para establecer la falsedad de su firma y esperar a la
audiencia que se realice para actuar la prueba y finalmente, esperar a
que se pronuncie el auto final que resuelve la contradicción, que
debería rechazar la ejecución).

33
2.5 Aquí debemos detenernos sobre la exigencia de ciertos requisitos
comunes a todo título ejecutivo contempladas en el art. 689 del CPC, y
que pasamos a enunciar:

Art. 689 Requisitos comunes

Procede la ejecución cuando la obligación contenida en el título


es cierta, expresa y exigible.

Cuando la obligación es de dar suma de dinero, deber ser,


además, líquida o liquidable mediante operación aritmética.

Aquí nuevamente un excurso necesario: dice el artículo 717 del CPC


que, cuando la obligación es líquida, el vencedor debe acompañar la
liquidación realizada “…siguiendo los criterios de este título o en su
defecto los que la ley disponga”, pero la única referencia que
encontrada es la del artículo 689, que establece que tratándose de
suma ilíquida debe ser liquidada mediante operación aritmética.

Un detalle aún más importante: el segundo párrafo del citado artículo


717 añade que la liquidación contenida en el mandato ejecutivo puede
ser observada dentro del tercer día por el ejecutado, lo que en la
práctica significa añadir una causal más a las tres causales
contempladas en el artículo 690-D.

Entonces, retomando el hilo del discurso, estos tres requisitos


enunciados en el primer párrafo del artículo citado son comunes a toda

34
ejecución; son, además, concurrentes, de modo que si falta uno se
hace imposible demandar con éxito la obligación, pues lo más probable
es que el Juez rechace la demanda; como veremos en su momento,
estos requisitos también son exigibles en el proceso de Ejecución de
Garantías.

Por obligación cierta se entiende una obligación en cuyo título se


expresa quién es el sujeto acreedor y quien es el sujeto deudor, en
primer lugar, así como también en la que su objeto está identificado en
su individualidad al tiempo de constituirse la obligación; obviamente,
todo esto debe estar plasmado en el documento que le sirve de
soporte físico.

La obligación es expresa cuando se indica en el título la prestación que


el deudor debe realizar a favor del acreedor y, por prestación exigible,
se entiende una obligación que le es reclamable al deudor de
inmediato, es decir que la obligación no está sujeta a modalidad
alguna, o que el plazo al que se sujetó inicialmente se encuentra ya
vencido.

Finalmente, cuando de dar suma de dinero se trata, se entiende por


obligación líquida aquella en que se aprecia una cantidad o suma
exacta a demandar, y por suma liquidable, aquella que se determina
fácilmente mediante una simple operación aritmética (véase respecto
de la ejecución de suma ilíquida lo que dispone el art. 717 del CPC en
cuanto a su liquidación a la que nos hemos referido en un párrafo
precedente).

35
3. INICIO Y DESARROLLO DEL PROCESO ÚNICO DE EJECUCIÓN.

3.1 Antes de entrar al tema primordial del presente artículo, que es el


Proceso de Ejecución de Garantías (reales), permítasenos hacer un
breve desarrollo del ahora llamado Proceso Único de Ejecución; como
ya señalamos arriba, inicialmente el Código Procesal Civil distinguía y
regulaba separadamente el proceso ejecutivo del proceso de ejecución
de resoluciones judiciales (que también se aplicaba a la ejecución de los
laudos arbitrales, este último).

Actualmente solo existe una misma vía y un mismo procedimiento


tanto para los títulos ejecutivos que no consistan en resoluciones
judiciales como para la ejecución de las resoluciones judiciales, pero
subsisten las diferencias de tratamiento entre uno, como vamos a ver
seguidamente, de manera que la fusión es más nominal que otra cosa.

Como ya anotamos, persisten algunas diferencias de tratamiento entre


ambas clases de títulos ejecutivos (debido a la diferente naturaleza de
los títulos), sobre todo en lo referente a las causales de contradicción,
al plazo para interponerla, a los medios probatorios que se pueden
hacer valer, y a la eventual impugnación de lo que se resuelva
mediante un auto final o definitivo (luego veremos si estas diferencias
no deberían hacernos pensar sobre si valió la pena unificar los dos
procesos anteriores en uno solo, porque el tratamiento sigue siendo
distinto en uno y en otro caso).

36
3.2 Aquí nos parece conveniente añadir un comentario sobre la
creación, a partir del Código Procesal Civil de 1993, de la sentencia
firme como título de ejecución, en un principio y, posteriormente como
un título ejecutivo más a partir de la reforma que fusionó en un solo
proceso los dos tipos de procesos de ejecución (el ejecutivo, como tal, y
el de resoluciones judiciales, que tenían una regulación separada, como
vimos arriba, aunque de otro modo todavía subsiste el distingo entre
unos y otros).

Como es sabido, todo proceso contencioso (entendido como de


cognición) transita por una serie de etapas preclusivas desde la
admisión de la demanda hasta llegar al dictado de la sentencia que le
pone fin a la litis; así la etapa postulatoria se abre con la demanda y se
cierra (precluye) con su contestación, quedando fijados así los límites
de la controversia y dando paso a la etapa probatoria (precedida por el
saneamiento procesal, donde se dictamina si se ha establecido una
relación jurídica procesal válida, pues de lo contrario el Juez declara la
improcedencia de la demanda y la nulidad de lo actuado) en la que se
actúan los medios de prueba ofrecidos por las partes y que
previamente han sido admitidos por el juzgado, y concluida esta etapa
se pasa a la etapa resolutoria, en la que se dicta la sentencia que le
pone fin al proceso y, finalmente, una vez que ésta adquiere firmeza
(sea porque no ha sido impugnada o porque se han agotado los medios
impugnativos contra ella), se pasa a la etapa de ejecución de la misma.

La necesidad de esta última etapa es más patente cuando se trata de


una sentencia de condena (que obliga a la parte perdidosa a dar, a
hacer o a no hacer algo en favor de la parte victoriosa), que puede
requerir el uso de la coerción para exigirle al vencido su cumplimiento

37
pero, en general, toda sentencia tiene una etapa de ejecución aun
cuando no se requiera el uso de la coerción o fuerza para su
cumplimiento (v.gr. la sentencia de divorcio, que es constitutiva,
requiere que se oficie al RENIEC y se pasen partes al Registro Personal
para inscribir el divorcio; la sentencia declaratoria de la usucapión o
prescripción adquisitiva de dominio, que declara ese derecho del
demandante, debe inscribirse en el Registro de Predios de los Registros
Públicos, etc.).

Obviamente estas sentencias constitutivas y declarativas no son las


sentencias firmes que se consideran títulos ejecutivos, sino que solo
pueden considerarse como tales las sentencias de condena, que de no
cumplirse por el vencido en la oportunidad debida van a dar lugar a su
ejecución forzada (que, obviamente, consiste en la actividad procesal
desarrollada por el órgano jurisdiccional a efectos de lograr la
satisfacción del crédito del ejecutante empleando para ello la fuerza
cuyo uso autoriza la ley). Así, cuando se habla de sentencias firmes
como título ejecutivo, debe entenderse que la únicas sentencia que
puede llegar a constituir título ejecutivo son actualmente las de
condena, que obligan a dar, hacer o no hacer, porque es la única que
puede dar lugar a su cumplimiento forzado (por ejemplo, la de dar una
suma de dinero, que hace lugar a el dictado de medidas de ejecución
forzada (ya no cautelares), como la de embargo (en todas sus formas) y
demás contempladas en el CPC, o la de otorgamiento de escritura
pública, en la que el juez sustituye al demandado renuente a firmarla,
3.3 No obstante, existe toda una temática (y una casuística) relacionada
con los problemas de (in)ejecución de sentencias así como con los
llamados “incidentes de inejecución de sentencias”, situaciones que se
presentan en ciertos casos y que ocasionan que las sentencias no

38
puedan ejecutarse en sus propios términos, o que no puedan ser
ejecutadas en lo absoluto por una causal sobreviniente que haga
materialmente imposible su ejecución en los términos en que fue
dictada y pasó en autoridad de cosa juzgada.

Al respecto, una sentencia dictada por la Primera Sala Civil de la Corte


Superior de Justicia de la Libertad (Exp. 5662-2008-79-1601-JR-CI-01),
se ocupa de esta temática, que abarca tanto los problemas sobre
inejecución de sentencias como los incidentes de inejecución a los que
no hemos referido arriba.

La sumilla de la misma es la siguiente:

Cuando se genera un incidente de “inejecución de sentencia”, el


Juez de la ejecución está obligado a resolver el mismo a través de
una resolución debidamente motivada y reforzada, denegando o
amparando la misma, pero ello necesariamente debe ser
analizado bajo el marco del derecho fundamental a la ejecución
de sentencias -como expresión a la tutela jurisdiccional efectiva-
el cual exige que las sentencias con calidad de cosa juzgada
deben cumplirse en sus propios términos; sin embargo, el mismo
permite excepcionalmente su inejecución, siempre y cuando se
den dos supuestos elementales y copulativos: (i) que se genere
un hecho sobreviniente a lo discutido en la sentencia y (ii) que
dicho suceso constituya en sí mismo, una imposibilidad material
o legal a la ejecución de la misma, debiendo dicha causa ser
razonable y constitucionalmente válida. Si el incidente de
inejecución no cumple con dichos presupuestos excepcionales,

39
evidenciaría que el mismo, es más bien, un obstáculo derivado de
una desobediencia simulada al no tener una justificación
constitucional, por lo que el Juez está llamado a remover los
mismos a efectos de garantizar una verdadera tutela
jurisdiccional efectiva.

A partir de un caso (que versaba sobre reivindicación), la sentencia


estableció que la ejecución de un fallo no es un derecho fundamental
absoluto, lo cual implica que está permitido, de manera “muy
excepcional” (sic), que el juez declare su inejecución.

Es innegable que en ciertos casos pueden generarse sucesos


sobrevinientes a la sentencia, pero ajenos a la voluntad de aquél contra
quien se dirige la ejecución (que, obviamente, no puede ser otro que el
vencido), que excepcionalmente autoricen la inejecución de una
decisión firme.

La Sala considera que estos denominados “incidente/s de inejecución”


deben ser entendidos “… como un mecanismo jurídico que se produce
durante la etapa de ejecución de sentencias y que pretende objetar al
principio de ejecución de sentencias firmes, en razón de la existencia de
una imposibilidad material o legal que produce efectos extintivos en la
ejecución misma, esto es, en la producción de efectos por parte de la
sentencia. En suma, busca no ejecutar in natura lo resuelto
jurisdiccionalmente, requiriendo para ello un control judicial a través de
la decisión judicial que reconozca dicha imposibilidad de su ejecución”.

40
En realidad, esta sentencia y los principios que la inspiran merece todo
un artículo dedicado a analizarla extensamente por la gran importancia
que tiene respecto del tema que gira alrededor de la inejecución de
sentencias, pero no es el propósito de este breve estudio, de manera
que, para los que quieran profundizar en ello, les dejamos abajo el
vínculo o link para que puedan copiarlo y pegarlo en el buscador de su
preferencia y así leer el texto de la sentencia.

https://lpderecho.pe/puede-el-juez-disponer-la-inejecucion-de-una-
sentencia-firme-exp-5662-2008-79/

Para terminar con este punto, un ejemplo puede ayudar a comprender


qué debe entenderse cuando nos referimos a la ejecución de la
sentencia en sus propios términos: así , el caso en que la cosa materia
de la controversia, en donde se discute el derecho de propiedad sobre
un automóvil, digamos, se incendia este (es decir, la cosa desaparece) y
no existe seguro alguno que cubra el siniestro, por lo que la sentencia
que ha decidido sobre la propiedad del mismo no puede ejecutarse “en
sus propios términos” (por ejemplo, si el auto hubiera estado en
posesión del vencido y la sentencia ordena su entrega al vencedor que
ha sido declarado propietario del mismo) y, en este caso, tampoco
puede ejecutarse por vía de subrogación real con respecto al dinero de
la póliza, ya que al no haberse contratado un seguro no hay dinero
alguno que cubra el valor del automóvil siniestrado. Claro que de haber
habido un seguro que cubriera el siniestro la indemnización le
correspondería a quien la sentencia hubiera declarado como
propietario del automóvil, ya que, si bien este ya no existe in natura,

41
pero sí el dinero que representa su valor u, por lo tanto, este último es
un subrogado del primero.

Para que quede más claro: si este hecho ocurriera durante la


tramitación del proceso respectivo (el incendio del automóvil)
estaríamos ante un caso típico de sustracción de materia, que tiene por
efecto la conclusión del proceso sin declaración sobre el fondo (como
consecuencia necesaria de un pronunciamiento inhibitorio), pues
desaparece la cosa materia del litigio (salvo que hubiera un seguro que
cubriera el siniestro, en cuyo caso el proceso debería continuar hasta
elucidar quién es el propietario del mismo, al que, por subrogación real,
le tocaría la indemnización de la póliza, como hemos visto en el párrafo
anterior).

3.4 Los títulos ejecutivos están enunciados, aunque no como números


de clausura, en el artículo 688 del Código de Procedimientos Civiles de
la siguiente manera, a saber:

Art. 688 Títulos ejecutivos

Sólo se puede promover ejecución en virtud de títulos ejecutivos


de naturaleza judicial o extrajudicial según sea el caso. Son
títulos
ejecutivos los siguientes:
1.- Las resoluciones judiciales firmes (éstas y los laudos solo
admiten dos causales de contradicción, como vamos a ver);

42
2.- Los laudos arbitrales firmes;

3.- Las Actas de Conciliación de acuerdo a ley (que, en el fondo,


constituyen una transacción extrajudicial);

4.- Los Títulos Valores que confieran la acción cambiaría,


debidamente protestados o con la constancia de la formalidad
sustitutoria del protesto respectiva; o, en su caso, con
prescindencia de dicho protesto o constancia, conforme a lo
previsto en la ley de la materia (esto último es actualmente lo
común, pues se exonera del protesto al título mediante cláusula
expresa);

5.- La constancia de inscripción y titularidad expedida por la


Institución de Compensación y Liquidación de Valores, en el caso
de valores representados por anotación en cuenta, por los
derechos que den lugar al ejercicio de la acción cambiaria,
conforme a lo previsto en la ley de la materia;

6.- La prueba anticipada que contiene un documento privado


reconocido (donde, obviamente, se cumplan los requisitos del
art. 689 del CPC en cuanto a que la obligación que ha sido
probado debe ser cierta, expresa y exigible, y si es de dar suma
de dinero, líquida o liquidable mediante operación aritmética);

7.- La copia certificada de la Prueba anticipada que contiene una


absolución de posiciones, expresa o ficta (en la que se reconozca
una obligación con las características mencionadas en el numeral
anterior);

43
8.- El documento privado que contenga transacción extrajudicial
(aquí debemos hacer una acotación que nos parece importante:
a diferencia de la transacción judicial, que requiere ser
homologada por el juzgado que tramita el proceso al que la
transacción le pone fin, la extrajudicial no lo requiere, bastando
presentar con la demanda el documento donde consta ésta para
que por su solo mérito se dicte el mandato de ejecución; sobre
esto dice así el artículo 1312 del Código Civil: “La transacción
judicial se ejecuta de la misma manera que la sentencia y la
extrajudicial, en la vía ejecutiva”);
9.- El documento impago de renta por arrendamiento, siempre
que se acredite instrumentalmente la relación contractual
(obviamente, en este caso solo procede la ejecución para el
cobro de los alquileres adeudados por el arrendatario);

10.- El testimonio de escritura pública (el código adjetivo solo


regula las obligaciones de dar suma de dinero (art. 695); de dar
bien mueble determinado (arts. 704 y ss.), y de hacer (arts. 706
y ss.) y de no hacer (arts. 710 y ss.; en todos los casos debe
aparecer del testimonio que se trata de una obligación cierta,
expresa y exigible -y líquida o liquidable mediante operación
aritmética cuando es dar suma de dinero-; cuando es de dar bien
inmueble determinado debe indicarse el bien con la mayor
precisión posible y el valor aproximado del mismo y, finalmente,
cuando la obligación es de no hacer, debe precisarse qué
consiste esa abstención).

11.- Otros títulos a los que la ley les da mérito ejecutivo.

44
Entre estos últimos hay uno en la Ley N° 26887, Ley General de
Sociedades, que en su artículo 22 establece que “Contra el socio
moroso la sociedad puede exigir el cumplimiento de la obligación
mediante el proceso ejecutivo…”; si bien del artículo se entiende que lo
exigible es el derecho de la sociedad a cobrarle al socio el aporte al que
se ha obligado (y que, obviamente, no ha cumplido con pagar), no
señala cuál es el documento que servirá como como título ejecutivo
para hacer valer ese derecho en el Proceso Único de Ejecución, aunque
debemos asumir que puede ser la Escritura Púbica de Constitución de
la Sociedad o la Minuta donde consta el contrato (esto también sirve de
ejemplo para diferenciar el título o derecho del documento, según la
controversia de la que nos hemos ocupado en líneas precedentes).

Una disposición similar se encuentra en el artículo 80 de la misma Ley,


según el cual “Cuando el accionista se encuentre en mora la sociedad
puede (…) demandar judicialmente el cumplimiento de la obligación en
el proceso ejecutivo”), sin precisar cuál es el título, lo que es
paradójico, ya que si no se indica en qué consiste el título de ejecución
no se entiende cómo puede hacerse valer ese derecho en la vía del
proceso de ejecución.

Lo mismo ocurre con el artículo 330 de la Ley 26712 (Ley General del
Sistema Financiero y del Sistema de Seguros y Orgánica de la SBS), que
franquea la vía ejecutiva a las aseguradoras al disponer que “La
empresa tendrá derecho para exigir el pago de la prima devengada,
más los intereses, gastos e impuestos originados por la expedición de la
póliza en la vía ejecutiva”, sin señalar cuál es el título con el que se

45
promoverá la ejecución, lo que al igual que el caso anteriormente
citado constituye, sin duda, un despropósito, pues no puede haber
ejecución sin título (por el principio nulla executio sine titulo).

También el numeral 7 del artículo 132 de la Ley General del Sistema


Financiero (Ley N° 26702), que establece que se puede promover
proceso ejecutivo en mérito a las “liquidaciones de saldos deudores”
que emitan las empresas del Sistema Financiero. Al respecto véase la
sentencia pronunciada en la CASACIÓN N° 1674-02 de 30 de setiembre
del 2002 (El Peruano 03-02-2003), que estableció que las liquidaciones
del saldo deudor emitidas por las empresas del sistema financiero (en
referencia a las contempladas en el inciso 7 del art. 132 de la Ley de la
SBS) tienen mérito ejecutivo, siendo indispensable para que proceda la
acción ejecutiva que se presente conjuntamente con dicha liquidación
el documento que dio origen a la deuda.

Del mismo talante fue el Pleno Jurisdiccional Civil de Ica de 2019, cuyo
último tema (el relativo al mérito ejecutivo del saldo deudor) se
resolvió así:

Tema 6: Sobre el mérito ejecutivo del saldo deudor.

Formulación del problema: ¿El saldo deudor por sí mismo tiene


mérito ejecutivo?

Conclusión plenaria: El Pleno adoptó por Unanimidad, la


ponencia N° 01, en los términos siguientes:

46
"Sí, conforme lo establece el artículo 132 de la Ley N° 26702 y el
Sexto Pleno Casatorio Civil; no obstante, deben acompañársele
los documentos que hayan dado origen a la obligación, en
calidad de medios probatorios".

Si esto es así también aquí estamos ante un título ejecutivo de


naturaleza compleja, ya que por sí sola la liquidación del saldo deudor
no basta para despachar ejecución, sino que se requiere acompañar los
documentos que dieron origen a la obligación liquidada, y aunque en
dicha conclusión se les califique como medios probatorios, lo cierto es
que forman parte del título de ejecución, porque esta no procedería a
falta de tales documentos.

La Letra a la Vista que giran los bancos es otro título valor de


muchísima importancia y utilización, y es el título del que se ocupa el
último párrafo del artículo 228 de la Ley 26702 – Ley General del
Sistema Financiero y de Seguros, y que en realidad ya existía como
título valor desde mucho antes de esta ley (y estaba regulado, tanto el
cierre de la cuenta corriente bancaria como el procedimiento para la
emisión de la letra a la vista, por el Código de Comercio de 1902); esta
disposición establece que cerrada una cuenta corriente y establecido
así el saldo de la misma, el banco puede girar una Letra a la Vista por el
saldo deudor y protestarla por falta de pago contra el titular de la
cuenta. Sobre este título valor en particular volveremos más adelante,
porque su análisis reviste particular importancia. Adelantamos que otra
característica de este título es que es un título ejecutivo complejo o
compuesto, pues a la demanda debe acompañarse tanto la letra a la
vista protestada (no se la puede eximir del protesto, ya que no requiere

47
aceptación) como la carta enviada al (ex) titular de la cuenta corriente
comunicándole el cierre de la misma y el saldo deudor existente cuyo
pago se le exige.

3.4 Por su parte el artículo 690-A establece que a la demanda “…se


acompañará el título ejecutivo, además de los requisitos y anexos
previstos en los Artículos 424 y 425, y los que se especifiquen en las
disposiciones especiales”.

Desde luego, si el título no reúne los requisitos formales, el Juez de


plano denegará la ejecución. El auto solo se notificará al ejecutado si
queda consentido o ejecutoriado. Esto está dispuesto en el artículo
690-F.

3.5 En cuanto a la competencia, el artículo 690-B señala que tratándose


de título ejecutivo de naturaleza extrajudicial es competente el Juez
Civil (lo que conocemos desde hace algunos años como Juez
Especializado), y el de Paz Letrado, este último solo cuando la cuantía
de la pretensión no sea mayor de 100 URP (que actualmente equivale
S/ 44,000.00, que es el 10% de la UIT para este año 2021), porque de
ser mayor su conocimiento compete al Juez Especializado en lo Civil o
en lo Comercial (en el Distrito Judicial de Lima, pues es el único que
cuenta con juzgados comerciales actualmente) .

Esto no es así en los casos de título de naturaleza judicial, pues siempre


es competente el Juez de la demanda, según preceptúa el segundo
párrafo del mismo artículo.

48
3.6 Admitida la demanda por el Juez este “…dispondrá el cumplimiento
de la obligación contenida en el título…” dictando mandato ejecutivo
“… bajo apercibimiento de iniciarse la ejecución forzada…”, según
establece el artículo 690-C; en pocas palabras, el Juez despacha
ejecución ordenando el cumplimiento de la obligación bajo ese
apercibimiento.

El artículo prevé que, en el caso de exigencias no patrimoniales, el Juez


debe adecuar el apercibimiento (por ejemplo, si la sentencia en un
proceso de otorgamiento de escritura pública es el título ejecutivo, el
Juez de la demanda apercibirá al obligado (el vencido) con otorgarla en
su rebeldía si se niega a hacerlo por las buenas.

Finalmente, en cuanto a este punto, hay que señalar que según el art.
694 del CPC se puede demandar ejecutivamente las siguientes
obligaciones:

1) Dar

2) Hacer

3) No hacer

Estas obligaciones las regula el código adjetivo en los siguientes


procedimientos de ejecución:

49
a) de dar suma de dinero (art. 695);

b) de dar bien mueble determinado (arts. 704 y ss.);

c) de hacer (arts. 706 y ss.), y

c) de no hacer (arts. 710 y ss.).

Esto significa que no pueden exigirse por la vía del proceso de


ejecución otras obligaciones de dar que las indicadas, como sería, por
ejemplo, la de dar un bien inmueble determinado, pues para eso
existen otros procesos de cognición la reivindicación, las acciones
posesorias (interdictos, entre otras), et cetera. El desalojo puede
exigirse como una obligación de hacer, consistente en la desocupación
del inmueble.

3.7 Las causales de contradicción a la ejecución

3.7.1 El art. 690-D se ocupa de la contradicción a la ejecución y señala


que, una vez notificado el demandado, éste puede, dentro de los 5 días
hábiles siguientes, contradecir la ejecución y proponer excepciones
procesales y defensas previas; en el mismo escrito se presentarán los
medios probatorios pertinentes; de lo contrario el pedido será
declarado inadmisible.

50
Aquí es necesario hacer una precisión insoslayable sobre el mal uso que
se hace del término “contradicción”, pues lo que en realidad hace el
ejecutado es “oponerse” a la ejecución. Al respecto Jaime Guasp señala
(Derecho Procesal Civil) que “…no hay que confundir el derecho de
contradicción (la causa) con la oposición y las excepciones (el efecto);
aquél existe aunque no se formulen éstas”.

En el mismo sentido se pronuncia Hernando Devis Echandía quien


señala (“Teoría General del Proceso”) que: “La oposición a la demanda
o la imputación penal es concreta y persigue que ésta sea desestimada,
como es obvio y busca, por lo tanto, una sentencia favorable. El
derecho de contradicción persigue ser oído y gozar de oportunidades de
defensa, para obtener la sentencia que resuelva en el sentido legal lo
que corresponda a ese litigio. La oposición es una de las maneras como
puede el demandado ejercitar su derecho de contradicción, porque
bien puede abstenerse de toda oposición, sea guardando silencio o
aceptando la demanda. Y la excepción es una de las maneras como
puede ser formulada la oposición” (las negritas son añadidas).

La idea es que quede claro que lo que en realidad hace el ejecutado es


“oponerse” al mandato de ejecución fundándose en alguna de las
causales mal llamadas de “contradicción”. Nuestro Código Procesal Civil
ha incurrido en una figura retórica que se llama sinécdoque, que
consiste en designar la parte por el todo o viceversa, porque, en efecto,
la oposición es la parte del todo que es la contradicción (es decir, ha
tomado la especie por el género).

51
Sin embargo, por razones didácticas, vamos a seguir empleando el
término “contradicción” utilizado por el Código, sobreentendiéndose
que nos referimos a la oposición a la ejecución.

La contradicción supone una etapa de cognición sumaria, que limita


verticalmente el conocimiento del juez a cierta materia en concreto
(las relativas a las causales de contradicción), pero también se emplea
la técnica de la cognición parcial “… porque limita al juez
horizontalmente, esto es, no le permite conocer materias diferentes a la
alegada (que en este caso sería la obligación entre ejecutante y
ejecutado)”, en palabras del profesor Renzo Cavani (a quien más
adelante citaremos nuevamente sobre este mismo punto).

El artículo añade seguidamente que la contradicción solo podrá


fundarse “según la naturaleza del título” en:

1. Inexigibilidad o iliquidez de la obligación contenida en el título;

2. La nulidad formal o falsedad del título; o cuando siendo éste


un título valor emitido en forma incompleta, hubiere sido
completado en forma contraria a los acuerdos adoptados,
debiendo en este caso observarse la ley de la materia (en
referencia a la Ley 27287- Ley de Títulos-Valores del año 2000);

3. La extinción de la obligación exigida.

52
Estas tres causales pueden oponerse a la ejecución de títulos
ejecutivos de naturaleza extrajudicial.

Adicionalmente, como indicamos arriba, cuando se trata de ejecución


de dar suma de dinero por cantidad ilíquida, el artículo 717 del Código
Procesal Civil requiere que el vencedor acompañe la liquidación
practicada mediante operación aritmética, y el ejecutado tiene una
defensa particular en este caso, que consiste en poder observar, dentro
de los 3 días siguientes de notificado con el auto que ordena llevar
adelante la ejecución, la liquidación contenida en el dicho mandato, lo
que en los práctica constituye otra causal más para oponerse a la
ejecución de dar suma de dinero ilíquida.

Por inexigibilidad de la obligación se cuestiona la obligación contenida


en el título ejecutivo, es decir, el acto que contiene el documento, no
su continente (el documento en sí mismo). En efecto, el derecho
contenido, para poder ser materia de una demanda en esta vía
procedimental, debe ser exigible (como ya vimos), lo que supone que si
el derecho encausado estuvo sujeto a plazo éste (el plazo) debe
hallarse vencido, como primera circunstancia y, en segundo lugar, que
el derecho no debe estar sujeto a condición, todavía no cumplida, que
impida su exigibilidad en tanto no ocurra el hecho en que esta consiste.
Algunos autores sostienen que la inexigibilidad de la obligación,
además de los casos de tiempo y modo que hemos visto, puede darse
también por razón de lugar, y esta circunstancia, dicen, se presenta
“cuando el actor acude a un juez de un lugar distinto del que se señala
en los títulos que contienen la obligación para su cumplimiento”, pero
una situación así constituye más una cuestión de competencia que otra
cosa, y para eso puede el ejecutado proponer la excepción

53
correspondiente contra el mandato de ejecución. La incompetencia
como excepción, puede ser propuesta, además de por razón de
territorio, por razón de la cuantía, etc.

La segunda causal es la nulidad formal del título; aquí lo que se ataca


es el documento en sí, no la obligación contenida en el título; es un
cuestionamiento a la falta de requisitos de validez del título ejecutivo
como documento: se cuestiona si el título ha sido emitido conforme a
ley, pero no se ataca el acto jurídico que da origen a la obligación. En
este orden de ideas, se dice que mediante esta causal de contradicción
(oposición) se cuestiona “la mera nulidad del documento, de la forma
externa que asume el título, no del acto que contiene…” (ARIANO
DEHO, Eugenia; El proceso de ejecución). Pero cuando se ataca la
nulidad formal del título, tratándose de títulos valores, esto puede
tener por efecto (si la nulidad es amparada) la desaparición del derecho
contenido en el título, pues por su naturaleza el título valor (el
documento en sí mismo considerado) es el derecho y no su mera
representación (aunque también cumple esa función). En efecto, si se
declara la nulidad formal de una letra de cambio, el derecho cambiario
se extingue con el título invalidado que le servía de continente por
aplicación del “principio de incorporación”, que postula que el título (el
documento donde este consta) es el derecho mismo y no solo su mera
representación.

Respecto a esta segunda causal que puede invocarse (que es la nulidad


formal del título), quisiéramos aquí hacer un paréntesis para referirnos
a un título de ejecución (ejecutivo) que es la Letra a la Vista girada por
los bancos al amparo del artículo 228 de la Ley General del Sistema
Financiero y de Seguros donde frecuentemente se cometen errores en

54
el procedimiento previo al giro de la letra previsto en ese mismo
artículo; en efecto, la citada disposición establece, en su último
párrafo, que el banco puede en cualquier momento remitir una
comunicación al cliente advirtiéndole sobre la existencia de saldos
deudores en su cuenta corriente (que previamente ha procedido a
cerrar) y requiriéndole su pago, y si el cliente no formula observación
dentro de los 15 días hábiles de recibida dicha misiva, el banco puede
girar una letra a la vista a su cargo por dicho saldo más los intereses
generados en ese período y protestarla por falta de pago, ya que no
requiere previa aceptación del girado. Esa letra es, desde luego, un
título ejecutivo conforme al inciso 11 del artículo 688 del Código
Procesal Civil.

Pues bien, tal como adelantamos, sucede con cierta frecuencia que el
procedimiento posterior al cierre de la cuenta y previo al giro de esa
cambial no se hace apropiadamente, como cuando, por ejemplo, se
remite la carta (lo que es costumbre hacerlo por vía notarial, no porque
la ley lo diga sino para asegurar su recepción por el destinatario) y se
consigna en la misma un saldo deudor de manera escueta y
rudimentaria, es decir, omitiendo las partidas del debe y del haber que
conducen a establecer el saldo de capital, así como la tasa de intereses
aplicada, y todos los otros detalles señalados en el punto b.3 del
Precedente Segundo establecido en el VI Pleno Casatorio del que
vamos a ocuparnos más adelante, conforme al cual “… la liquidación de
saldo deudor (debe hacerse) conforme a lo establecido en el artículo
132 inciso 7 de la Ley N° 26702, Ley General del Sistema Financiero y
del Sistema de Seguros y Orgánica de la Superintendencia de Banca y
Seguros, suscrito por apoderado de la entidad del sistema financiero
con facultades para liquidación de operaciones, detallando

55
cronológicamente los cargos y abonos desde el nacimiento de la
relación obligatoria hasta la fecha de la liquidación del saldo deudor,
con expresa indicación del tipo de operación así como la tasa y tipos
de intereses aplicados para obtener el saldo deudor.

Aquí es preciso señalar que el punto b.3 está referido, tal como aparece
de su texto, al saldo deudor a que se refiere el inciso 7 del artículo 132
de la ley de la materia como título ejecutivo, aunque no expresamente
referido al saldo deudor de la cuenta corriente bancaria, pero es
evidente que, por el “principio de analogía”, lo que vale para
confeccionar la liquidación en un caso también vale para
confeccionarla en el otro, pues en ambos casos se trata de
liquidaciones de saldos deudores; es inaceptable que un banco cierre
una cuenta corriente y en la carta le informe a su cliente que adeuda
una suma equis de dinero sin indicarle siquiera sintéticamente cómo se
llegó a determinar esa cantidad; además, eso coloca al (ex) titular de la
cuenta (destinatario de la comunicación) en una situación de
indefensión, pues le impide formular la o las observaciones que la ley le
autoriza con relación a las partidas individualmente consideradas,
desde que ni siquiera se consignan en dicha misiva. ¿Qué observación
cabe hacer a una cifra única? No se puede decir “no debo eso”
simplemente; hay que argumentarlo y no hay forma de hacerlo si el
banco no proporciona al menos el mecanismo contable que ha
empleado para llegar a esa cifra (como resultado lógico del mismo). El
consectario necesario de esto es la indefensión que se le causa al
deudor (aunque más apropiado sería referirse a él como al “titular de la
cuenta”, pues tanto la deuda como la calidad de deudor -aunque esto
en mucho menor medida- puede discutirse dentro del plazo de 15 días
que establece la ley).

56
También ocurre con cierta frecuencia que el destinatario habita en un
departamento, y en la carta solo se consigna el número de puerta de
calle, pero no el del departamento, con la cual existe incertidumbre
sobre su recepción, bastando eso para viciar el procedimiento para el
giro de la letra a la vista y así ésta resulta siendo nula si, a pesar de eso,
se gira en esas circunstancias (al respecto, existe jurisprudencia
casatoria en ese sentido, esto es, que dicha comunicación se tiene por
no practicada, con todo lo que ello implica).
Lo mismo sucede cuando la carta no lleva la firma autógrafa del
representante del banco, sino que aparece impresa (lo que también
ocurre con ciertos bancos), con lo que puede ponerse en duda su
autenticidad. En efecto, la firma autógrafa es aquella firma que una
persona por sí misma y valiéndose de su puño y letra, plasma o
estampa en un documento o papel; así, es la persona natural quien
directamente debe firmar el documento de que se trate y, por tanto, se
excluye la posibilidad de firmar mediante una herramienta mecánica
como una impresora, un sello o un computador, pues la firma así
estampada no tiene validez alguna, sobre todo teniendo en cuenta que
la misiva es la generada a partir de lo que dispone el citado artículo 228
de la ley 26.702 como requisito previo para el giro posterior de la letra
a la vista por el importe adeudado, es decir que se trata de una
comunicación sumamente formal, lo que hace aún más necesario que
lleve las firmas autógrafas de los representantes del banco.

Dicha comunicación, como manifestación de la voluntad del banco,


constituye un ACTO JURÍDICO UNILATERAL RECEPTICIO, lo que implica
que esa manifestación de voluntad requiere insoslayablemente de una
firma autógrafa para certificar su autenticidad.

57
Sobre el particular el profesor Mario Castillo Freyre señala que la firma
autógrafa es la principal forma de expresar la manifestación de
voluntad en la celebración de todo acto jurídico de formalidad escrita.
Según él las funciones que cumple la firma autógrafa son dos: 1) una
indicativa o identificatoria, en tanto sirve para identificar quién es el
autor del documento en el que se encuentra inserta la autógrafa y
también cumple 2) una función declarativa, lo que significa la asunción
del contenido del documento por el autor de la firma autógrafa.

Adicionalmente (y no menos importante), el firmante tiene que


acreditar su representación o, al menos, consignarla al pie de su firma
(por ejemplo, Juan López, con poder inscrito en la Partida N° ***
Asiento *** del Registro de Personas Jurídicas o Sociedades de los RR.
PP. de Lima, por ejemplo) porque, sino también se le causa indefensión
al destinatario de la carta, que no tiene cómo saber si el firmante
representa o no a la entidad bancaria que la envía, tal como ha
quedado sentado en el punto b.3 del Precedente Vinculante Segundo
establecido en el VI Pleno Casatorio Civil.

También se contempla el caso del título valor emitido en forma


incompleta, cuando este hubiere sido completado en forma contraria a
los acuerdos adoptados; si el ejecutado alega esta causal, debe
probarla con el documento donde consta tal acuerdo. El problema
puede presentársele al ejecutado cuando quien ejecuta el título valor
es un tercero de buena fe, a quien no puede oponérsele ese acuerdo a
pesar que el título ha sido completado contrariamente a lo convenido
cuando fue emitido o aceptado (ver el art. 10°, numeral 10.3 de la Ley
de Títulos Valores).

58
La emisión de títulos valores incompletos está legislada de manera
expresa en el art. 10 de la Ley de Títulos Valores cuyo numeral 10.1
reproducimos a continuación:

10.1 Para ejercitar cualquier derecho o acción derivad de un


título valor emitido o aceptado en forma incompleta, éste
deberá haberse completado conforme a los acuerdos adoptados.
En caso contrario el obligado podrá contradecir conforme al
artículo 19° inciso e) (de dicha Ley, se entiende).

Actualmente, tratándose de entidades financieras que son supervisadas


por la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS), estas tienen la
obligación de celebrar por escrito un convenio con el cliente sobre el
llenado del título valor emitido (o aceptado) de forma incompleta,
debiéndole entregar al cliente una copia del mismo para el caso que
este tuviera la necesidad de hacerlo valer si considera que el título ha
sido llenado contra lo acordado en su oportunidad (reiteramos, al
tercero de buena fe este convenio no le es inoponible).

Al respecto, el numeral 10.2 del art. 10 al que hemos hecho referencia,


establece lo siguiente:

10.2 Quien emite o acepta un título valor incompleto tiene el


derecho de obtener una copia del mismo y no puede ser
impedido de agregar en el documento cláusula que limite su

59
transferencia. En tal caso, salvo que se trata del Cheque, su
transferencia surtirá los efectos de la cesión de derechos.

Como es sabido la cesión de derechos importa para el cesionario la


adquisición de un derecho ya existente en el patrimonio del cedente, es
decir que no adquiere un derecho ex novo (originario, como el que se
adquiere a través de un endoso en propiedad) sino derivado o
derivadamente, lo que significa que el crédito pasa a formar parte de su
patrimonio cum omni causa, es decir, tal cual se encontraba en el
patrimonio del cesionario, con todas sus virtudes, pero también con
todos sus defectos y vicios (lo que, obviamente, no ocurre cuando la
adquisición es de un derecho nuevo o ex novo).

También hay que considerar que, en la cesión de derechos, el cedente


no responde por la llamada “bonitas” del crédito que ha cedido
(bondad o solvencia del deudor), sino solo por la “veritas” del mismo
(es decir por la existencia y veracidad del crédito que ha transferido), a
menos que sobre lo primero se haya pactado de otro modo.

Retomando el hilo, la última causa es la extinción de la obligación; una


obligación puede extinguirse por muchas causas: la primera, y la
natural, es el pago de la misma en la forma que fue acordado
originalmente entre el acreedor y el deudor; desde luego, el pago
puede hacerlo el deudor o lo puede hacer un tercero, tenga o no
interés en la obligación (sobre este punto, para los que tengan interés,
puede consultarse un artículo que publicamos en este mismo portal
académico bajo el título “EL PAGO DEL TERCERO, EL PAGO CON
SUBROGACIÍN Y LA CESIÓN DE DERECHOS” (WWW.ACADEMIA.EDU).

60
Otro medio de extinción de la obligación es la transacción y todas las
demás formas en que la obligación se extingue por un medio de pago
distinto al acordado inicialmente entre las partes, tales como la dación
en pago (que supone la transferencia en propiedad de una cosa en
pago) la novación (cuando cambia el objeto de la obligación, pero es
discutible si puede alegarse en los casos de novación subjetiva, que se
produce cuando cambia alguno d de los sujeto obligados, pues la
obligación es la misma; solo los sujetos han cambiado. Desde luego,
este cambio de sujetos origina la extinción de la obligación anterior y la
sustitución de la misma por una nueva obligación, así que desde ese
punto de vista podría alegarse que la puesta a cobro es una obligación
distinta.
También la compensación es una forma de extinción de las obligaciones
que se puede oponer, como defensa de fondo (o como excepción de
mérito) hasta donde el monto del crédito alcance, siempre que se trate
de obligaciones “…recíprocas, líquidas, exigibles y de prestaciones
fungibles y homogéneas…” (como preceptúa el art. 1288 del Código
Civil ); sin embargo, se discute si el posible alegarla como una causal
particular de contradicción (oposición) a la ejecución; en ciertos países,
como España, esto está contemplado expresamente en su legislación,
de manera tal que no cabe duda que puede hacerse, pero solo cabe
oponerla cuando se ejecuta un título de naturaleza distinta a la judicial,
es decir, un título de naturaleza extrajudicial. En nuestra opinión no
vemos la necesidad que este tipo de oposición al cobro del título tenga
que estar expresamente legislado para poder formular una
contradicción en función a ese modo particular de extinción de las
obligaciones, pues si puede oponerse la transacción y la dación en
pago, y la novación objetiva, por qué no la compensación. ¿Acaso esta

61
última tiene algo de particular con respecto a los otros medios de
extinguir obligaciones patrimoniales?

Sin embargo, como el pago debe entenderse en sentido amplio, pues


hay muchas formas de pagar (como hemos visto) y no restringido, no
existe inconveniente para que pueda oponerse como una causal de
extinción, al menos parcial, de la obligación puesta a cobro en la vía del
Proceso Único de Ejecución, y hasta el límite del monto del crédito que
se opone.

Otra causal de extinción de la obligación es la caducidad del derecho,


cuando su eficacia está sujeta un plazo de esa naturaleza; esta
situación, sin embargo, no se puede equiparar a la extinción de la
acción por efecto de la prescripción extintiva, porque en estos casos no
se extingue la obligación como tal (que subsiste como obligación
natural) sino, como se ha dicho, la acción de cobro, y el ejecutado debe
hacerla valer proponiendo la excepción de prescripción extintiva
correspondiente, que no ataca la obligación sino la acción (impidiendo,
desde luego, la formación de una relación jurídica procesal válida, lo
que, a su vez, impedirá la formación del proceso que pretende crearse
a partir de la introducción de la demanda y de su admisión a trámite a
través del auto correspondiente).

3.7.2 Cuando se trata de títulos ejecutivos de naturaleza judicial, el


ejecutado solo tiene 3 (tres) días para formular contradicción (lo que
importa una reducción del plazo que, en los demás casos, es de 5 días,
como hemos visto), y solo puede alegarse (ya no se usa el término
“fundarse”, que tiene otra connotación), en las siguientes causales:

62
1) el cumplimiento de lo ordenado en la sentencia; o

2) la extinción de la obligación.

En ambos casos debe acompañarse prueba instrumental que


demuestre lo uno o lo otro, es decir, que no puede admitirse otro
medio probatorio como sí cabe hacerse cuando se trata de los otros
títulos ejecutivos de naturaleza distinta al judicial (que son la gran
mayoría).

El artículo en comentario termina señalando que la contradicción que


se sustente en otras causales será rechazada liminarmente, siendo esta
decisión apelable sin efecto suspensivo. Esta disposición es aplicable
tanto para los títulos de naturaleza extrajudicial como a los de
naturaleza judicial.

3.8 De haber contradicción se le corre traslado al ejecutante para que


la absuelva y proponga, en ese mismo escrito, los medios probatorios
pertinentes. Esto está en el art. 690-E, que añade que con la absolución
del trámite o sin ella el Juez resolverá mediante un auto observando las
reglas para el saneamiento procesal (esto es, declarando si existe o no
una relación jurídica procesal) y pronunciándose sobre la contradicción.

En el caso de títulos ejecutivos que no son de naturaleza judicial los


únicos medios probatorios que se permiten para sustentar la

63
contradicción a la ejecución son: 1) la declaración de parte, 2) la prueba
documental y 3) la pericia, según el artículo 690-D, párrafo segundo.

En cuando a los de naturaleza judicial, ya hemos visto que solo se


permiten medio probatorios instrumentales, para acreditar o el
cumplimiento de la sentencia o su inexigibilidad, que son las únicas
causales que pueden invocarse.

Haciendo una nueva digresión, y citando al profesor Renzo Cavani, “Lo


que el Código Procesal Civil está haciendo aquí, es emplear la técnica
procesal de la cognición sumaria, esto es, limitar verticalmente el
conocimiento del juez sobre cierta materia concreta. Así, en este caso
el juez no podrá conocer diversas alegaciones que tienen que ver con la
materia discutida (por ejemplo, nulidad de negocio jurídico)” (...)
“También existe el empleo de la técnica de la cognición parcial, porque
limita al juez horizontalmente, esto es, no le permite conocer materias
diferentes a la alegada (que en este caso sería la obligación entre
ejecutante y ejecutado”.

Puede ocurrir que la actuación de ciertos medio probatorios requiera


llevar a cabo una audiencia (por ejemplo, para actuar una pericia) o el
Juez puede considerarla necesaria, en cuyo caso ésta se sujetará a las
reglas de la Audiencia Única regulada por el art. 554 y 555 del CPC.

Añade el artículo que “Si no se formula contradicción, el Juez expedirá


un auto sin más trámite, ordenado llevar adelante la ejecución”.
Este auto ha sustituido la necesidad de dictar sentencia, prevista en el
trámite del proceso ejecutivo originalmente regulado en el Código
Procesal Civil, que no tenía, desde el punto de vista de la técnica

64
procesal, mayor sentido, pues lo que cabe, sobre todo si no se formula
contradicción, es ordenar la ejecución forzada del mandato ya que se
trata de un proceso de ejecución y no de cognición.

Este auto es llamado “auto final”, porque tiene los mismos efectos de
una sentencia dictada en un proceso contencioso, y hay que aclarar
(debido a que este párrafo del artículo está mal redactado) que dicho
auto final no solo se dicta para el caso que no haya contradicción, sino
también para resolver la contradicción que se hubiera formulado pues,
como ha quedado dicho, ya no cabe el dictado de una sentencia para
ponerle fin a este proceso.

3.9 El art. 691 establece que el plazo para interponer apelación “…


contra el auto, que resuelve la contradicción...” es de tres días, y este
auto es apelable con efecto suspensivo.

Acá hay dos interrogantes por despejar gracias a la mala redacción del
artículo, y son las siguientes:

La primera es que el artículo se refiere concretamente al “auto que


resuelve la contradicción”, pero no dice nada con respecto al auto al
que se refiere el último párrafo del artículo 690-D, esto es, el auto que
ordena llevar adelante la ejecución cuando no se ha formulado
contradicción. Desde luego que este auto también es apelable por su
naturaleza, pero, aunque no se señala expresamente que la apelación
debe concederse con efecto suspensivo, para determinar este aspecto
debemos remitirnos a las disposiciones sobre el recurso de apelación, y
como se trata de un auto final, ya que da por concluido el proceso,

65
correspondería que el recurso se le concediera con efecto suspensivo
por lo dispuesto en el art. 371 que textualmente establece lo siguiente:

Art. 371 Procedencia de la apelación con efecto suspensivo

Procede la apelación con efecto suspensivo contra las sentencias


y autos que dan por concluido el proceso o impiden su
continuación, y en los demás casos previstos en este código.

Entonces estamos frente a un problema cuando de ejecución de


sentencias firmes se trata, porque el vencido en el proceso en que se
dictó la sentencia de condena puede, según este proceso, no solo
formular contradicción a la ejecución, sino también apelar con efecto
suspensivo del auto final que resuelve esa contradicción, lo que en los
hechos impide la ejecución inmediata de un fallo que ha pasado en
autoridad de cosa juzgada y que necesariamente debe cumplirse, no
pudiendo abrirse un nuevo debate sobre el fallo como parece
permitirlo este Proceso Único de Ejecución, en la medida que lo
considera un título ejecutivo más, con las particularidades que hemos
destacado, pero título al fin y, como tal, sujeto un proceso de
ejecución, cuando lo que debe ocurrir es que, frente a una sentencia
firme, el vencido cumpla sin más con lo ordenado en ella.

Realmente no se entiende la necesidad del legislador de considerar a


una sentencia firme como un título ejecutivo y que tal título de lugar a
un proceso de ejecución para ejecutar la sentencia de condena, con
todas las consecuencias negativas que ello implica para el vencedor,

66
que se va a ver sometido a los avatares propios de un nuevo proceso,
con los inconvenientes que ello conlleva. Como vamos a ver más
adelante, el Código de Procedimientos Civiles de 1912 contenía una
solución mejor para estos casos.

Por lo demás, tampoco se entendía antes de la reforma que fusionó el


proceso ejecutivo con el de ejecución de resoluciones judiciales (el D.L.
1069 del año 2008), dando origen al Proceso Único de Ejecución,
habiendo ocurrido muchos casos en que el Juez del proceso, que había
dictado la sentencia de condena que debía ejecutarse, rechazaba darle
cumplimiento a ello en función a esas disposiciones que entonces
regulaban el proceso de ejecución de esas resoluciones, a tal punto que
hubo necesidad de modificar el artículo 714 para que quedase
establecido que los títulos de ejecución judicial debían de ejecutarse
ante el Juez de la demanda y no ante otro. Un zafarrancho más
atribuible de los autores del Código Procesal Civil y, ahora, a los del
Decreto Legislativo 1069, que lo modificó en las partes que son materia
de este trabajo; particularmente creemos que la creación de un
Proceso Único de Ejecución se debió a una exigencia de tipo comercial
pues, por esa época, se estaba negociado el Tratado de Libre Comercio
con los Estados Unidos de América y parece ser que esto constituía un
punto importante para concluirlo, porque de otro modo no se explica
cómo es que en un llamado “proceso único” hay una diferencia
procedimental en función al título con que se demanda; así, cuando lo
que se demanda es un título ejecutivo de naturaleza extrajudicial las
causales son más amplias y también los medios de prueba, mientras
que cuando se demanda un título de naturaleza judicial, solo hay dos
causales posibles para oponerse y la prueba es necesariamente
instrumental. Entonces, si según el título ejecución el tratamiento es

67
distinto, no puede decirse que estamos frente a un “proceso único de
ejecución”, pues en realidad se trata de dos procesos que tienen
algunas cosas en común y algún parecido, pero que son distinguibles y
distintos, pues resulta obvio que no es lo mismo poner a cobro un título
valor que pretender ejecutar una sentencia pasada en autoridad de
cosa juzgada, pues en este último caos toda ha sido ya decidido y no
queda sino cumplirla en sus propios términos.

3.10 Respecto al proceso único de ejecución, advertimos que cuando se


demanda la ejecución de una sentencia de condena pasada en
autoridad de cosa juzgada, el emplazado puede formular contradicción
(“oposición” es el término apropiado, como hemos visto) “alegando”
alguna de las causales de las que ya no hemos ocupado arriba, pero
que reiteramos por razones didácticas; estas son solo dos y deben ser
acreditadas instrumentalmente:

1) el cumplimiento de lo ordenado en la sentencia; o

2) la extinción de la obligación.

El primer caso no presenta problema alguno para el demandante, pues


si el demandado cumplió lo ordenado en la sentencia éste ya obtuvo lo
que quería y no hay nada más que hacer. La sentencia se ejecutó según
sus propios términos y ahí acabó todo.

68
Pero la segunda causal puede dar lugar a un sinnúmero de casos que
impidan el cumplimiento de lo ordenado en la sentencia firme. Así, por
ejemplo, supongamos que el vencido alega la extinción de la obligación
porque el proceso versó sobre una obligación de hacer que consistía en
pintar un cuadro con ciertas características convenidas con el
demandante en su momento y ahora afirma, y acompaña prueba
instrumental sobre el hecho, que se ha lesionado gravemente la mano
con la que pintaba y que eso le impide cumplir con su obligación de
manera permanente y que, como esto encaja en lo dispuesto en los
artículos 1315 y 1316 del Código Civil, puede tipificarse como un caso
de fuerza mayor (o caso fortuito; da lo mismo si es uno u otro, pues el
resultado es el mismo), lo que tiene como efecto la inejecución
inimputable de la obligación que, a su vez, importa la extinción de la
misma.

El problema que puede enfrentar el demandante, que descree de la


versión del demandado, es demostrar que tal lesión no se produjo o
que no reviste la gravedad que se le atribuye, por lo que afirma que el
demandado sí está en capacidad de cumplir con la prestación a su
cargo. Esto requiere ser resuelto, y eso puede aparejar la necesidad de
abrir otro contradictorio en la etapa de ejecución de sentencia, pues en
estas circunstancias el Juez de la demanda, que es también el Juez de la
ejecución, debe resolver esa (mal llamada) contradicción formulada
contra el auto que ordena al vencido el cumplimiento de la prestación a
su cargo, bajo apercibimiento, y eso lo hace mediante otro auto, que
tiene la naturaleza de un auto definitivo y que, por lo dispuesto en el
art. 371 del CPC, es apelable con efecto suspensivo, pues acaba el
proceso. Y esa apelación con efecto suspensivo va a dar lugar a un

69
pronunciamiento de un colegiado superior, y si esta resolución pone fin
al proceso, el perdidoso va a interponer un recurso de casación y así el
expediente va a terminar en la Corte Suprema. Es decir, la de nunca
acabar.

3.11 El Código de Procedimientos Civiles de 1912 era en esta materia


mucho más concluyente que el actual código, al punto que en su
artículo 1154 establecía lo siguiente:

Art. 1154. Es prohibido al juez ejecutor admitir recurso alguno


que entorpezca la ejecución de la sentencia, bajo pena de
nulidad y responsabilidad.

De esta manera se impedía abrir un nuevo debate sobre el


cumplimiento (ejecución) de la sentencia de condena, como ahora lo
permite el actual Código Procesal Civil al autorizar la contradicción
(oposición) a la ejecución de sentencia hasta por las dos causales que
hemos visto.

Parece obvio que el demandante no va a insistir en la ejecución de una


sentencia de condena que el vencido ya cumplió, y si lo hace se deberá
atener a las consecuencias de su conducta, de manera que esta
formulación legislativa era y es totalmente innecesaria en lo que a la
ejecución de las sentencias de condena se refiere. Un problema más
que ha añadido el actual Código Procesal Civil.

70
3.12 Las diferentes obligaciones que pueden demandarse en la vía del
Proceso Único de Ejecución.

Las obligaciones que pueden exigirse en esta vía son de tres clases: de
dar, de hacer y de no hacer, y dentro de las de dar, las de dar sumas de
dinero o de entregar un bien mueble determinado al demandante.

3.12.1 La ejecución de obligaciones de dar suma de dinero no


presenta mayor problema; recordemos que debe tratase de suma
líquida o liquidable mediante operación aritmética. El apercibimiento
que se libra con el mandato de ejecución es el de iniciar la ejecución
forzada para hacerse pago el demandante.

Entre las obligaciones de dar suma de dinero están los títulos valores
de crédito no pagados, que tienen sus propias causales de
contradicción contempladas en el artículo 19 de la Ley de Títulos
Valores, pero todas ellas pueden calzarse perfectamente en alguna de
las tres causales de contradicción reconocidas en el art. 690-D del
Código Procesal Civil.

3.12.2 Otra obligación de dar establecida expresamente en el Código


Procesal Civil es la de dar un bien mueble determinado, que está
regulada en los artículos. 704 al 705-A. El apercibimiento será proceder
a su entrega forzada, y en caso de no realizarse la entrega por
destrucción, deterioro, sustracción u ocultamiento atribuible al
obligado, éste deberá pagar su valor, si así hubiera sido demandado. En
este último caso la ejecución proseguirá como si se tratara de una de
dar suma de dinero.

71
3.12.3 En el caso de obligaciones de hacer, están reguladas en los
artículos. 706 al 709, inclusive, y comprenden todo aquello a que lo que
se haya obligado el demandado; por ejemplo, si se hace valer una
transacción extrajudicial en l que el inquilino se obligada desocupar el
inmueble en un plazo determinado, la obligación de hacer consistirá en
desalojarlo en ese plazo de modo que el demandante puede entrar en
posesión del mismo.

En la demanda debe indicarse el valor aproximado que representa el


cumplimiento de esta obligación de hacer y la persona que en caso de
negativa del ejecutado se encargará de cumplirla cuando la naturaleza
de la obligación lo permita.

3.12.4 Finalmente en el caso de obligaciones de no hacer, reguladas en


los arts. 710 al 712 del CPC, el mandato ejecutivo contendrá la
intimación al ejecutado para que en un plazo de 10 días deshaga lo
hecho y de ser el caso se abstenga de continuar haciéndolo, bajo
apercibimiento de deshacerlo forzadamente a su costo; en este último
supuesto, designada la persona que va a deshacer lo hecho y
determinado su costo, el proceso proseguirá como si se tratara de uno
de dar suma de dinero.

4. EL PROCESO DE EJECUCIÓN DE GARANTÍAS.

72
4.1 El proceso de Ejecución de Garantías, actualmente regulado en los
arts. 720 y del Código Procesal Civil, es una novedosa ejecución
incorporada por primera vez en el código procesal actual que, como
vamos a ver, se promueve conjuntamente con el documento donde
consta la garantía y el documento donde consta el llamado “estado de
cuenta del saldo deudor”.

El Código de Procedimientos Civiles de 1912 no la contemplaba y


tampoco la contempló la profunda reforma en relación al proceso
ejecutivo que se dio a través del Decreto-Ley N° 20236 de fines del año
1972, y que sí incorporó el documento impago de renta (junto con el
contrato de arrendamiento) como un nuevo título ejecutivo, teniendo
en cuenta que, por ese entonces, los inquilinos se habían visto
favorecidos con una serie de disposiciones en desmedro de los
arrendadores, por lo que se creyó necesario darles a estos último al
menos una vía rápida para cobrar la merced conductiva adeudada por
sus inquilinos morosos.

4.2 Con anterioridad a la creación de este nuevo proceso de ejecución,


el demandante victorioso tenía que embargar el bien inmueble (que ya
estaba hipotecado a su favor), para luego rematarlo en ejecución de
sentencia y hacerse pago con el producido; ahora, con la creación de
este proceso, ya no necesita embargarlo para luego rematarlo, sino que
le bastará presentar el título ejecutivo compuesto que vamos a tratar
más adelante.

73
Sin embargo, antes de entrar de lleno a analizarlo, queremos destacar
que este proceso de Ejecución de Garantías no mejora en mucho el
anterior proceso que tenía que seguir el acreedor de una obligación
asegurada con una garantía real, fuera de haber dejado de lado la
necesidad de embargar el bien para luego rematarlo que hemos
referido en el párrafo anterior, pero en términos de tiempo y
simplificación de procedimientos, este nuevo proceso no ha
contribuido en nada a solucionar la problemática del mecanismo
empleado anteriormente, y más bien ha creado una serie de problemas
relacionados con la documentación que se tiene que presentar con la
demanda, como vamos a ver.

4.3 Sobre la naturaleza jurídica de este proceso es preciso señalar que


no se trata de una acción real, pues lo que persigue el acreedor
demandante es el pago de una obligación garantizada con hipoteca,
anticresis o alguna garantía mobiliaria, por lo que -al menos
inicialmente- se trata de una acción personal, y solo puede hablarse de
una acción real cuando, al no obtenerse el pago demandando, se pasa
a la etapa de la ejecución del bien dado en garantía.

El Dr. Héctor Lama More señala esto en los siguientes términos:

“El proceso de ejecución de garantías reales, es la expresión, en


primer lugar, de la relación jurídica obligacional existente entre
el acreedor y el deudor, y en segundo lugar de la relación jurídica
real existente entre el mismo acreedor y el propietario del bien
dado en garantía; la primera es principal y la segunda es
accesoria (…) La acción de ejecución de garantías reales, no es,

74
en primer término, una acción real, en la medida que el objeto
de ella no es, en principio, el bien. Lo que pretende el ejecutante,
no es otra cosa que la satisfacción de su crédito; y solo si éste no
queda cubierto, la acción recaerá sobre el bien. Creo que se trata
de una acción personal, en lo principal; y real en lo accesorio”
(puede acceder al artículo en el siguiente web site:
http://www.rimjc.org/w/content/view/158/1/

4.4 El proceso está regulado en los artículos 720 y subsiguientes del


Código Procesal Civil; según esta primera disposición el ejecutante
debe anexar a su demanda lo siguiente:

1) el documento que contiene la garantía (la escritura pública de


constitución de la hipoteca, si se trata de un bien inmueble).
2) el llamado “estado de cuenta del saldo deudor” que recién ha
sido “definido” de alguna manera en el VI Pleno Casatorio de
cuyos precedentes vinculantes vamos a ocuparnos más abajo.

Estos dos documentos, conjuntamente presentados, constituyen


el título ejecutivo en este proceso; se trata, como ya lo hemos
adelantado, de un título ejecutivo compuesto o complejo. El
“estado de cuenta del saldo deudor” señala la cifra final por la
que se despachará la ejecución, de manera que en su ausencia es
materialmente imposible que un Juez pueda ordenar el pago de
una suma que no conoce.

75
3) si el bien fuera inmueble debe presentarse el documento que
contenga la tasación comercial actualizada del mismo realizada
por dos ingenieros y/o arquitectos colegiados según
corresponda, con firmas legalizadas. Si fuera mueble, similar
documento que, según la naturaleza del bien, debe ser
efectuado por dos peritos especializados con firmas legalizadas.

No será necesaria una nueva tasación si las partes hubieran


convenido el valor actualizado de la misma (lo que de ordinario
se establece en la escritura pública de constitución del gravamen
hipotecario; sin embargo, en la práctica muchos jueces exigen
una nueva tasación a cargo de peritos, cuando la convenida tiene
más de dos años de antigüedad).

4) el Certificado de Gravámenes, tratándose de bien registrado.

Los dos primeros títulos enunciados son los que juntos forman el título
ejecutivo en este tipo de procesos; esto se hace más patente cuando el
documento que contiene a garantía no expresa la obligación
determinada que asegura, como ocurre con mucha frecuencia en el
caso de entidades bancarias y financieras.

4.5 Trámite del proceso y causales de contradicción.

4.5.1 El artículo 721 dispone que, admitida la demanda, se notifica el


mandato de ejecución al ejecutado (el deudor) ordenándosele que

76
pague la deuda dentro de los tres días de notificado bajo
apercibimiento de procederse al remate del bien dado en garantía.

Aquí pueden presentarse (y suelen ocurrir) dos situaciones muy


distintas:

1) la primera es que el deudor de la obligación garantizada sea el


propietario del bien dado en garantía, en cuyo caso la demanda
se dirige solo contra dicho deudor; y

2) la segunda es que el deudor no sea el constituyente de la


garantía, sino que lo sea un tercero al que comúnmente se le
conoce como “garante o deudor hipotecario” o “prendario” o
“caucionero real” (hasta la dación de la Ley de la Garantía
Mobiliaria en el año 2006, que sustituyó todas las clases de
prenda existentes hasta entonces), en cuyo caso la demanda se
dirigía contra el deudor y también contra el propietario del bien
y constituyente de la garantía.

Esto ocurría porque, hasta antes de su última modificación (mediante el


Decreto Legislativo N° 1069 publicado el 28 de junio de 2008), el
artículo 720 estaba redactado de manera tal que el ejecutante se veía
precisado a demandar al deudor y al tercero dueño del bien dado en
garantía aun sabiendo que dicho tercero no establa obligado
personalmente al pago de la obligación, sino que lo estaba el bien
afectado en garantía por él.

77
Desde luego, como los bienes no son personas, y por lo tanto no tienen
personalidad jurídica, no resultaba posible omitir demandar al dueño
del mismo para que hiciera valer su derecho como parte demandada o
ejecutada, como se le quiera llamar. Pero en plano teórico, el dueño
del bien, o constituyente de la garantía, no está obligado al pago con el
deudor (mucho menos pari gradu), por dos razones:

1) no es codeudor de la obligación ni ha prestado fianza en


favor del acreedor; y

2) la deuda que el inmueble garantiza es:

a) hasta por el monto que se expresa en el documento


constitutivo de la garantía y
b) el bien solo responde hasta por el valor del producido
por la venta, de manera tal que si el producto obtenido en
ella no alcanza para pagar la obligación puesta a cobro, el
pago del saldo es una obligación a cargo exclusivamente
del deudor y nunca del garante que solo responde de la
misma hasta por el valor obtenido por el bien en subasta
pública o adjudicación por el acreedor (a menos, desde
luego, que también hubiera prestado fianza en favor del
acreedor, lo que lo altera completamente su situación,
pues lo coloca como corresponsable del pago de la
obligación, aunque nunca como codeudor).

78
Sin embargo, luego de la modificación introducida por el citado Decreto
Legislativo N° 1069, el artículo 720 del CPC quedó redactado de tal
manera que ahora su último párrafo prescribe que el mandato
ejecutivo debe notificarse al deudor, al garante y al poseedor del bien
en caso de ser personas distintas al deudor.

Esto supone que el tercero garante, dueño del bien sobre el que recaen
los efectos de la ejecución, ya no requiere ser demandado, pero sí es
necesario notificarlo con el mandato de pago por la razón antes
expresada, y esto puede dar lugar a que ese tercero garante pueda
solicitar su ingreso al proceso para defender el bien materia de la
ejecución, como tercero coadyuvante del demandado.

Como ya adelantamos, antes de su modificación mediante el Decreto


Legislativo 1069, el artículo 720 estaba redactado de manera tal que el
ejecutante se veía precisado a demandar al deudor y también al dueño
del bien dado en garantía (al que se le conocía con el nombre de
“garante o deudor hipotecario o prendario”) con lo cual el ejecutante
abría dos frentes de batalla, si así puede llamarse a esta circunstancia,
pues tanto el deudor de la obligación como el tercero garante (y que
luego de ser demandado pasaba a ser parte del proceso), tenían
derecho a contradecir la ejecución en función a las causales que
autoriza la ley a oponer al mandato de ejecución.

Esta situación también puede presentarse actualmente, tal como


señalamos en un párrafo anterior, pues el tercero garante, si no es
demandado, va a solicitar incorporarse al proceso para defender el bien
de su propiedad materia de la ejecución, y ahora que también resulta

79
necesario notificar con el mandato de ejecución al poseedor del bien (si
fuera distinto del deudor y del tercero garante), las cosas se le
complican aún más para el ejecutante, pues se le pueden abrir tres
frentes de lucha, lo que, obviamente va a tener consecuencias
negativas para el proceso, pues no solo lo va a demorar más sino que
también va comprometer su resultado (si, supongamos por ejemplo, el
tercero alega que está siguiendo un proceso de prescripción adquisitiva
de dominio con relación al bien dado en garantía, proceso cuya
sentencia es declarativa y por lo tanto existe la posibilidad que pueda
haberse producido la adquisición antes de constituirse la hipoteca
sobre el bien, dado el efecto retroactivo del fallo, con lo cual se va a
generar todo un problema sobre a quién le asiste un mejor derecho
sobre el bien afectado; en fin, hay muchas otras circunstancias que el
poseedor puede hacer valer para defender su posesión y cualesquiera
que estas sean van a producir una mayor demora en el trámite del
proceso y siempre van a tener un efecto negativo en el desarrollo del
mismo para el demandante, desde luego).

4.5.2 El ejecutado, en el mismo plazo de tres días que se le da para que


cumpla con el pago de la obligación, puede contradecir el mandato con
arreglo a las disposiciones generales, según establece el art. 722; como
no se trata de un título de ejecución de naturaleza judicial, las causales
son las mismas que se expresan en el art. 690-D en su tercer párrafo, a
saber:

1. Inexigibilidad o iliquidez de la obligación contenida en el título;

80
2. La nulidad formal o falsedad del título; o cuando siendo éste
un título valor emitido en forma incompleta, hubiere sido
completado en forma contraria a los acuerdos adoptados,
debiendo en este caso observarse la ley de la materia (en
referencia a la Ley 27287- Ley de Títulos-Valores);

3. La extinción de la obligación exigida.

En este proceso, tal como ocurre en el Proceso Único de Ejecución, al


tiempo de formular la contradicción pueden proponerse excepciones y
defensas previas, conforme al art. 722 que remite a lo dispuesto en el
art. 700 ubicado dentro del Proceso Único de Ejecución, de manera que
estas disposiciones zanjan así el problema de antigua data sobre este
tópico.

En efecto, el Pleno Jurisdiccional Civil llevado a cabo en Cusco del 22 al


25 de setiembre de 1999 (es decir con mucha anterioridad a la dación
del D.L. 1069) se formuló la siguiente pregunta:

¿Limita el artículo 722 del Código Procesal Civil (antes que fuera
modificado por Decreto Legislativo 1069) la posibilidad de
proponer excepciones procesales?

Pregunta cuyo desarrollo fue el siguiente:

81
CONSIDERANDO: Que si bien es cierto en el proceso de ejecución
de garantías reales no se permite el trámite de excepciones, sin
embargo, el demandante al contradecir la demanda sí puede
hacer notar al juez la falta de algún requisito de procedencia de
la misma. Que, en este sentido, el artículo no limita porque se
puede deducir excepciones pertinentes dentro de la propuesta
de la contradicción y resolverlas como argumento de defensa.
Que es preciso establecer una relación procesal válida en todo
proceso. Que, no obstante lo expuesto, una posición en minoría
sostiene que sí existe limitación legal porque el artículo 722 del
CPC señala que procede la contradicción solamente por los
supuestos taxativamente enumerados. EL PLENO ACUERDA: POR
MAYORÍA (44 votos) No limita la posibilidad de proponer
excepciones procesales. Se hacen valer dentro de la
contradicción y sin dar lugar al trámite de las excepciones. Ello
en virtud a que toda demanda, incluida la de Ejecución de
Garantías, debe cumplir con los requisitos de procedencia
prescritos en el artículo 427 del Código Procesal Civil,
pudiéndose deducir como medio de defensa la ausencia de
presupuestos procesales o de las condiciones de acción. Las
causales de contradicción en el proceso de ejecución

El acuerdo en minoría de 14 votos decidió que “Sí limita la


posibilidad de proponer excepciones procesales pues dicha
norma contiene mandato expreso”.

Está duda que ocasionó la pregunta que se formuló el referido Pleno


quedó definitivamente zanjada con la dación del Decreto Legislativo

82
1069 pues, como señalamos arriba, el art. 722 que regula actualmente
la contradicción remite al art. 700, que expresamente permite que
puedan formularse excepciones y defensas previas tanto en el Proceso
Único de Ejecución cuanto en el Proceso de Ejecución de Garantías. En
efecto, el art. 700 dice así en su parte pertinente: El ejecutado puede
contradecir la ejecución y proponer excepciones y defensas previas
dentro de los cinco días de notificado…”

Si se formula contradicción se procede tal como está prescrito en el art.


690-E, es decir que se le corre traslado al ejecutante para que la
absuelva y proponga, en ese mismo escrito, los medios probatorios
pertinentes; con la absolución del trámite o sin ella el Juez resolverá
mediante un auto observando las reglas para el saneamiento procesal
(esto es, declarando si existe o no una relación jurídica procesal) y
pronunciándose sobre la contradicción.

Al igual que en el Proceso Único de Ejecución, puede que la actuación


de ciertos medio probatorios requiera llevar a cabo una audiencia (por
ejemplo, para actuar una pericia) o el Juez puede considerarla
necesaria, en cuyo caso ésta se sujetará a las reglas de la Audiencia
Única regulada por el art. 594 y 595 del CPC.

Finalmente, el art. 723 dispone que transcurrido el plazo de 3 días sin


haberse pagado la obligación o declarada infundada la contradicción el
Juez ordena del remate del bien dado en garantía.

Hay que advertir que este auto final es susceptible de ser apelado con
efecto suspensivo y que la resolución de la Sala correspondiente de la
Corte Superior, que le pone fin al proceso, puede ser materia de

83
recurso de casación, con lo cual este trámite ejecutivo puede alargarse
por tres o cuatro años, dado el cuello de botella que se produce a nivel
de la Corte Suprema, al que ya nos hemos referido más arriba.

Lo cierto es que el deudor, si busca el patrocinio de un abogado


litigante medianamente preparado, puede demorar este proceso un
buen número de años, fundamentalmente a causa del recurso de
casación que puede hacer valer contra la resolución de la Sala que
actúa como segunda instancia.
4.5.3 En vista de la jurisprudencia vacilante y contradictoria sobre qué
debía entenderse por “el Estado de Cuenta del Saldo Deudor” y sobre
los alcances del contenido del contrato de garantía (de común,
hipoteca, dado que sobre bienes muebles existe la ley de Garantía
Mobiliaria, que es mucho más ágil), y otros temas relacionados con
este proceso, muy mal entendido por los litigantes y los jueces en sus
inicios, recién en el mes de enero del año 2013 se realizó el VI Pleno
Casatorio que resolvió la Casación 2402-2012-Lambayeque, sobre
Ejecución de Garantías, y que estableció con el carácter de vinculantes
los precedentes en esta materia de los que enseguida nos ocuparemos,
haciendo una distinción en los dos primeros precedentes según que el
proceso lo promueva una persona ajena al Sistema Financiero de los
casos en que la ejecución la demande una empresa perteneciente a
éste (que son abrumadoramente muchos más); así se plasmó esta
diferenciación en estos dos primeros precedentes vinculantes que
transcribimos a continuación:

4.6 EL VI PLENO CASATORIO CIVIL DEL AÑO 2013

84
Dicho Pleno Casatorio, que trató de manera exclusiva sobre el proceso
de Ejecución de Garantías, estableció los siguientes precedentes
vinculantes, (distinguiendo entre Personas Ajenas al Sistema Financiero
y Empresas del Sistema Financiero), a saber:

4.6.1 (PARA PERSONAS AJENAS AL SISTEMA FINANCIERO)

I) PRECEDENTE PRIMERO:

Para la procedencia de una ejecución de garantías reales, en el caso de


personas ajenas al Sistema Financiero, a la demanda de ejecución
deberá acompañarse:

i) Documento constitutivo de la garantía real, que cumpla con las


formalidades y requisitos de validez establecidos en los artículos 1098 y
1099 del Código Civil o, en su caso, por ley especial, con las siguientes
particularidades:

a. Tratándose de una garantía real constituida expresamente para


asegurar una obligación determinada, siempre que aquella esté
contenida en el propio documento constitutivo de la garantía, a los
efectos de la procedencia de la ejecución, no será exigible ningún otro
documento.

b. Tratándose de una garantía real constituida para asegurar una


obligación determinable, existente o futura, documento reconocido por

85
ley como título ejecutivo u otro documento idóneo que acredite la
existencia de la obligación que contenga la determinación de la misma
a cancelar a través de la ejecución judicial de la garantía, que cumpla
con los requisitos del artículo 689 del Código Procesal Civil.

ii) Estado de cuenta de Saldo Deudor, suscrito por el acreedor,


detallando cronológicamente los pagos a cuenta, si hubiere, desde el
nacimiento de la obligación hasta la fecha de la liquidación del saldo
deudor; así como el monto de los intereses pactados sin contravenir la
norma imperativa o intereses legales, si fuere el caso.

iii) Los demás documentos indicados en el artículo 720 del Código


Procesal Civil.

En resumidas cuentas, LAS PERSONAS AJENAS AL SISTEMA


FINANCIERO deben acompañar a la demanda los siguientes
instrumentos:

1) Contrato de hipoteca donde consta la obligación que se


garantiza de manera particular; no se exige otro documento
para acreditar la existencia de dicha obligación.

2) Cuando la garantía se constituyó para asegurar una obligación


determinable, existente o futura, se deberá acompañar, además,
el documento reconocido por ley como título ejecutivo u otro
documento idóneo que acredite la existencia de la obligación
que cumpla con los requisitos del artículo 689 del CPC
(obligación cierta, expresa y exigible, y si es de dar suma de

86
dinero, que sea líquida o liquidable mediante operación
aritmética).

3) El Estado de Cuenta del Saldo Deudor, con detalle de pagos a


cuenta (de haberlos), desde que se contrajo la obligación hasta la
fecha de la liquidación, así como los intereses pactados o los
legales (si correspondiera).

4) La tasación comercial actualizada del bien o la valorización


acordada por las partes para el caso de ejecución del mismo;
tanto la tasación como la valorización convenida no deben tener
una antigüedad mayor de 2 años, porque de ser más antiguas el
Juez ordenará una nueva tasación del inmueble a fin de
actualizar la acompañada por el demandante.

4.6.2 (PARA EMPRESAS DEL SISTEMA FINANCIERO).


II) PRECEDENTE SEGUNDO

Para la procedencia de la ejecución de garantías a favor de empresas


que integran el Sistema Financiero, a la demanda de ejecución deberá
acompañarse:

i) Documento constitutivo de la garantía real, que cumpla con las


formalidades y requisitos de validez establecidos en los artículos 1098 y
1099 del Código Civil (para la hipoteca) o, en su caso, por ley especial,
con las siguientes particularidades:

87
a. Tratándose de una garantía real constituida expresamente para
asegurar una obligación determinada siempre que aquella esté
contenida en el propio documento constitutivo de la garantía – a los
efectos de la procedencia de la ejecución- no será exigible ningún otro
documento.

b. Tratándose de una garantía real constituida para asegurar cualquier


obligación que tuviera el constituyente de la garantía frente a una
empresa del sistema financiero o para asegurar una obligación
existente, determinable o futura, se deberá:
b.1. Tratándose de operaciones en cuenta corriente, la letra de cambio
a la vista debidamente protestada emitida conforme a lo establecido
en el último párrafo del artículo 228 de la Ley N° 26702, Ley General del
Sistema Financiero y del Sistema de Seguros y Orgánica de la
Superintendencia de Banca y Seguros.

b.2. Tratándose de operaciones materializadas en títulos valores, en


particular letras de cambio y pagarés, el respectivo título valor
debidamente protestado, salvo que contenga la cláusula “sin protesto”
u otra equivalente en el acto de su emisión o aceptación, siempre que
cumpla con los demás requisitos establecidos en la ley de la materia
según el tipo de título valor.

b.3. Tratándose de operaciones distintas de las indicadas en los dos


acápites anteriores, documento que contenga la liquidación de saldo
deudor conforme a lo establecido en el artículo 132 inciso 7 de la Ley N°
26702, Ley General del Sistema Financiero y del Sistema de Seguros y
Orgánica de la Superintendencia de Banca y Seguros, suscrito por
apoderado de la entidad del sistema financiero con facultades para

88
liquidación de operaciones, detallando cronológicamente los cargos y
abonos desde el nacimiento de la relación obligatoria hasta la fecha
de la liquidación del saldo deudor, con expresa indicación del tipo de
operación así como la tasa y tipos de intereses aplicados para obtener
el saldo deudor; asimismo, la parte ejecutante puede presentar prueba
idónea y especialmente documental, para acreditar la obligación objeto
de la demanda, teniéndose en cuenta para ello los fines de los medios
probatorios previstos en el artículo 188 del Código Procesal Civil.

ii) Los demás documentos indicados en artículo 720 del Código Civil
Procesal.

En resumen, en el caso de EMPRESAS DEL SISTEMA FINANCIERO se


deben acompañar los siguientes instrumentos:

1) Documento constitutivo de la garantía real, con las


formalidades y requisitos de validez establecidos en los artículos
1098 y 1099 del Código Civil (para la hipoteca), cabiendo dos
supuestos, a saber:

a. Si la garantía real fue constituida expresamente para asegurar


una obligación determinada y ésta figura el documento
constitutivo de la garantía, no será exigible ningún otro
documento.

b. Tratándose de una garantía real constituida para asegurar


cualquier obligación que tuviera el constituyente de la garantía

89
frente a una empresa del sistema financiero o para asegurar una
obligación existente, determinable o futura, se deberá:

b.1. Tratándose de operaciones en cuenta corriente, la letra de


cambio a la vista debidamente protestada emitida conforme a
lo establecido en el último párrafo del artículo 228 de la Ley N°
26702.

b.2. Tratándose de operaciones materializadas en títulos


valores, en particular letras de cambio y pagarés, el respectivo
título valor (protestado o que contenga la cláusula “sin protesto”
u otra equivalente).

b.3. Tratándose de operaciones distintas (de las anteriores), la


liquidación del saldo deudor conforme al artículo 132 inciso 7 de
la Ley N° 26702, en el que se deben observar las siguientes
reglas:

b.3.1 debe estar suscrito por apoderado de la entidad del


sistema financiero con facultades para liquidación de
operaciones;

b.3.2 debe detallar cronológicamente los cargos y abonos


desde el nacimiento de la relación obligatoria hasta la
fecha de la liquidación del saldo deudor, con expresa
indicación del tipo de operación, así como la tasa y tipos
de intereses aplicados para obtener el saldo deudor;

90
b.3.3 la parte ejecutante puede presentar prueba,
especialmente documental, para acreditar la obligación
objeto de la demanda.

2) Los demás documentos indicados en artículo 720 del Código


Civil Procesal (que son la tasación o la valorización convencional
del bien y el Certificado de Gravámenes, si se trata de bien
registrado.

Con posterioridad a este Pleno Casatorio, y sobre este precedente en


particular, se ha pronunciado la sentencia dictada por la Sala Civil
Permanente de la Corte Suprema de Justicia en la CASACIÓN N° 3646-
2014, AREQUIPA del 21 de abril de 2015, cuya sumilla transcribimos a
continuación:

Sumilla: Título ejecutivo.-

Para la procedencia de la ejecución de garantías a favor de


empresas que integran el sistema financiero, a la demanda
deberá adjuntarse el documento constitutivo de la garantía real,
que cumpla con las formalidades establecidas por ley, la
liquidación de saldo deudor y la tasación actualizada del
inmueble. No corresponde exigir al ejecutante la presentación
del título valor, ni otro documento que acredite la existencia de
la obligación. Art. 720 del CPC y Sexto Pleno Casatorio.

91
Para que se entienda el sentido de la sentencia vamos a
contextualizarla reproduciendo para ello algunos de sus fundamentos
relevantes, a saber:

Sexto.- Que, efectivamente, el Código Procesal Civil, en su


artículo 688 inciso 10 reconoce al testimonio de escritura pública
como título ejecutivo en virtud del cual se puede promover
proceso único de ejecución, al ser éste un documento público
que genera certeza y que por lo demás, debe cumplir también
con los requisitos contenidos en el artículo 689 del Código
Procesal Civil, esto es, contener una obligación cierta, expresa y
exigible; asimismo, de tratarse de una obligación de dar suma de
dinero, deberá además ser líquida o liquidable mediante
operación aritmética.

Sétimo.- Que, sin embargo, como se señaló en los antecedentes


de la presente resolución, la Sala Superior en la sentencia de
vista al declarar fundada en parte la contradicción, ha indicado
que de la revisión de las cláusulas de la escritura pública de
constitución de mutuo con garantía hipotecaria, se había
pactado que el prestatario emitía y suscribía un pagaré
incompleto, a la vista, y a la orden del Banco, el mismo que sería
completado según las reglas establecidas en el mismo
documento, encontrándose como una de las causas para ello, el
incumplimiento del pago de dos o más cuotas del préstamo; y es
por ello que la parte demandada ha sostenido como causal de
contradicción la inexigibilidad de la obligación, pues el crédito a

92
cobrarse debía estar contenido en un pagaré, lo que no ha
ocurrido en el caso de autos.
Octavo.- Que, aquella interpretación de la Sala Superior es
errónea, pues en los procesos de ejecución de garantías,
constituye título de ejecución la escritura pública de constitución
de hipoteca, el saldo deudor y la tasación actualizada del bien
inmueble, conforme lo estipula el artículo 720 del Código
Procesal Civil, no siendo exigible al ejecutante la presentación
del título valor ni otro documento que acredite la existencia de la
obligación, sino, -como ya se indicó- solo el documento que
acredite el otorgamiento de la garantía real, como en el presente
caso es la escritura pública de otorgamiento de garantía
hipotecaria; exigir documentación adicional significa
desnaturalizar el proceso, que pretende iniciar la ejecución del
bien dado en garantía.

Noveno.- Que, en ese sentido, y a fin de resguardar uno de los


fines del recurso extraordinario de casación, esto es, el de
uniformizar la jurisprudencia nacional por la Corte Suprema de
Justicia de la República, es que debe tenerse en cuenta además,
lo señalado en el Sexto Pleno Casatorio recaído en la
sentencia Casación 2402-2012-Lambayeque, de fecha tres de
enero de dos mil trece, en el que se fija como precedente
segundo, que para la procedencia de la ejecución de garantías a
favor de empresas que integran el sistema financiero, a la
demanda deberá adjuntarse el documento constitutivo de la
garantía real, que cumpla con las formalidades establecidas en
los artículos 1098 y 1099 del Código Civil, y tratándose de un
caso como el de autos, en que la garantía real se ha constituido

93
expresamente para asegurar una obligación determinada y
contenida en el propio documento de la garantía no será exigible
ningún otro documento.

4.7 EL ESTADO DE CUENTA DEL SALDO DEUDOR.


4.7.1 Aquí debemos detenernos para analizar la forma y contenido que
debe tener, según el Precedente 2, el Estado de Cuenta del Saldo
Deudor al que se refiere el literal b.3, pues son varios los requisitos que
se exigen a la empresa financiera para confeccionarlo; vamos a verlos
sumariamente:

1) lo primero es que el documento esté suscrito (léase firmado)


por un apoderado con poder suficiente para liquidación de
operaciones.

Al respecto, es necesario advertir que una facultad así de


específica no era común observar en los poderes otorgados por
las entidades financieras a sus representantes, pero a partir de
este Pleno no queda más remedio que contemplarla
expresamente (como una facultad específica y mejor aún si es así
enunciada) en los poderes que se les otorguen.

Sobre la firma propiamente dicha, y aunque en el Precedente


Segundo no se dice nada, esta debe ser manuscrita (es decir,
autógrafa, de puño y letra del apoderado), tal como si se tratara
de la firma puesta por el representante en el escrito de
demanda. Si bien el Estado de Cuenta del Saldo Deudor no es un

94
título-valor aisladamente considerado, sí forma parte del título
ejecutivo complejo juntamente con el documento donde consta
a garantía real, en virtud de los cuales se despacha el auto de
pago en este proceso de ejecución de garantías, a pesar que
alguna sentencia en casación, erróneamente, haya desconocido
este hecho.

2) lo segundo es que se debe 1) detallar cronológicamente los


cargos y abonos desde el origen de la obligación hasta la fecha
de la liquidación del saldo deudor, indicando 2) el tipo de
operación y 3) la tasa y tipos de intereses aplicados para obtener
el saldo deudor; anteriormente muchos bancos acostumbraban a
hacer una liquidación muy simple en la que solo figuraba el saldo
de capital y los intereses corridos, lo que se prestaba a abusos,
sobre todo teniendo en cuenta que la liquidación es un acto
unilateral del acreedor, y de ahí la necesidad de haberse
reglamentado minuciosamente en este Pleno.

3) lo tercero es que es facultativo de la empresa presentar,


adicionalmente, prueba para acreditar la obligación puesta a
cobro. Si bien el PRECEDENTE SEGUNDO utiliza el sintagma
“especialmente documental”, debe entenderse que se
circunscribe a cierto tipo de prueba documental, pues el art. 234
del CPC contiene una variada enunciación de documentos,
muchos de los cuales no pueden ser apreciados a simple vista
por el Juzgado de la ejecución.

95
4.7.2 Al establecerse esta exigencia en el art. 720 del CPC, era valor
entendido que, en el caso de empresas sujetas al control de la SBS, la
contabilidad que llevaban de las cuentas de sus deudores era muy
minuciosa, lo que se reflejaría al momento de confeccionarse el Estado
de Cuenta del Saldo Deudor, exigido como co-título para demandar
(pues, juntamente con el documento donde consta la garantía, este
forma parte del título ejecutivo que da lugar a la ejecución); sin
embargo, en la práctica, las empresas cumplían la formalidad de un
modo bastante rudimentario (mala práctica que era imitada por los
particulares), limitándose a consignar solamente el capital adeudado y
los intereses corridos, y muchas veces no se consignaba siquiera la tasa
del interés, colocando al demandado en una clara desventaja para
defenderse, pues con esos pocos datos le resultaba difícil saber cómo
se había llegado a determinar el monto adeudado que aparecía en ese
Estado. Por otra parte, algunos Jueces complacientes toleraban esos
“estados” tan mal elaborados (sobre todo en el Distrito Judicial de
Lima), en tanto que otros (como, por ejemplo, en el Distrito Judicial de
Trujillo) exigían demasiados detalles en su confección.

A poco más de tres años de entrar en vigencia el Código Procesal Civil


(julio de 1993) se dictó la Ley N° 26702, Ley General del Sistema
Financiero y de Seguros y Orgánica de la Superintendencia de Banca y
Seguros (publicada en diciembre de 1996 y que entró progresivamente
en vigencia desde el día siguiente de su publicación), en cuyos artículos
132, numeral 7, y art. 228, 5° párrafo, se hace una referencia expresa a
las liquidaciones de saldos deudores.

Particularmente, el inciso 7 del art. 132 se establece que tienen mérito


ejecutivo “...las liquidaciones de saldos deudores que emitan las

96
empresas”. Sin embargo, no dice nada sobre los requisitos o contenido
que deben tener estas liquidaciones para servir como título ejecutivo;
cosa parecida ocurre con el 5°párrafo del art. 228, que prevé el cierre
de la cuenta corriente bancaria, mediante el mecanismo contemplado
en esa misma disposición, de manera que para tal efecto el banco
puede remitir al cliente una comunicación advirtiéndole de la “…
existencia de saldos deudores en su cuenta y requiriéndole el pago”;
agrega la disposición que si el cliente no formula observación a dicho
saldo dentro de los 15 días hábiles de recibida la misiva, el banco puede
girar una letra a la vista a cargo del cliente por dicho saldo más los
intereses de ese periodo a cargo, y protestarla por falta de pago,
dejando así expedita la vía ejecutiva (esta letra no requiere la
aceptación del girado). En este último caso (cierre de la cuenta
corriente), la liquidación no tiene, por sí sola, mérito ejecutivo, pero
debe confeccionarse tal como lo ha dispuesto el Precedente Segundo
del VI Pleno Casatorio en el punto b.3; esto también es aplicable a la
liquidación de que se ocupa el numeral 7 del art. 132 al que nos hemos
referido antes. De confeccionarse de manera rudimentaria otra, tal
como todavía se viene haciendo en muchos casos, esta última
liquidación hay que negarle mérito ejecutivo a la misma, pues causa
indefensión al demandado.

4.7.3 A partir de este precedente, los bancos quedaron obligados a


sustentar los saldos deudores que arrojan las cuentas de sus clientes a
través de una liquidación de la cuenta que los origina, lo que equivale a
decir que se debe sustentar en partidas del debe y el haber que
concluyan que ese es el saldo de la cuenta; desde luego, debe
consignarse también la tasa del interés o intereses aplicada al capital o

97
capitales, teniéndose presente las disposiciones legales sobre
anatocismo, que consiste en la capitalización de los intereses de la
deuda, y que solo está permitido en los supuestos de los arts. 1249 y
1250 del Código Civil, esto es cuando se trate de cuentas bancarias,
mercantiles y similares, o cuando el pacto se celebre por escrito
después de contraída la obligación y siempre que medie no menos de
un año de atraso en el pago de los intereses.

4.7.4 Algunos autores sostienen que, mientras que el estado de cuenta


de saldo deudor es un requisito de procedibilidad para los procesos de
Ejecución de Garantías en mérito al numeral 2 del artículo 720° del
código procesal civil, y es requerida cuando se quiere ejecutar una
obligación contenida en un título ejecutivo y esta obligación se
encuentre garantizada por alguna garantía real (de común una
hipoteca, pues para los bienes muebles existe la Ley de la Garantía
Mobiliaria y ahora la Ley de Garantía Mobiliaria – D.L. 1400) mientras
que la liquidación de saldo deudor contemplada en el numeral 7 del
art. 132 de la Ley General del Sistema Financiero y de Seguros es un
documento que tiene mérito ejecutivo y por lo tanto es un título
ejecutivo.

Sin embargo, estos autores desconocen que el título de ejecución, en


estos procesos de Ejecución de Garantías, es un título ejecutivo
compuesto o complejo (al igual que lo es el título ejecutivo para
reclamar el pago de la renta contemplado en el inciso 8 del art. 688 del
CPC) constituido por: a) el documento donde constan la garantía
(generalmente la escritura pública de hipoteca) y b) por el Estado de
Cuenta del Saldo Deudor, que son exigidos conjuntamente por el
inciso 2 del art. 720 del CPC, y que deben acompañarse no solo como

98
requisito de procedibilidad, sino como parte del título ejecutivo
complejo que sirve para demandar la ejecución de la garantía real en
esta vía procedimental.

Estos mismos autores llegan a diferencia la naturaleza del Estado de


Cuenta del Saldo Deudor cuando es confeccionado por un particular
como ejecutante (es decir, persona ajena al Sistema Financiero- SF) de
los elaborados por las entidades pertenecientes al SF, creyendo que
porque el Segundo Precedente vinculante del VI Pleno Casatorio
establece en b.3 que en este último caso dicho estado de cuenta debe
elaborarse conforme al numeral 7 del art. 132 de la Ley General del
Sistema Financiero y de Seguros, vale por sí solo como título ejecutivo,
mientras que en el primer caso, no puede valer como tal porque se
trata de un particular.

Esto es un error de concepto por dos razones, aunque creemos que la


primera de las dos bastaría por sí sola para liquidar ese argumento,
conforme vamos a ver seguidamente:

1) la primera es cronológica, porque siendo el art. 720 parte del


Código Procesal Civil vigente que data de 1993, es anterior en
más de tres años a la Ley 26702, Ley General del Sistema
Financiero y de Seguros, que data de fines de 1996 (que creó ese
título en el numeral 7 del art. 132, como ya señalamos
anteriormente), de modo tal que nunca estuvo en la mente del
legislador, que creó ese nuevo título ejecutivo, que ese “Estado
de Cuenta del Saldo Deudor” tuviera las características
establecidas recién después de algunos años por la Ley General

99
del Sistema Financiero y de Seguros, que le confiere mérito
ejecutivo a esa “liquidación” dentro de ciertos parámetros (al
respecto véase la sentencia pronunciada en la CASACIÓN N°
1674-02 de 30 de setiembre del 2002 [El Peruano 03-02-2003]
que estableció que las liquidaciones del saldo deudor emitidas
por las empresas del sistema financiero (en referencia a las
contempladas en el inciso 7 del art. 132 de la Ley del Sistema
Financiero y de Seguros y Orgánica de la SBS) tienen mérito
ejecutivo, siendo indispensable para que proceda la acción
ejecutiva, que se presente conjuntamente con dicha liquidación
el documento que dio origen a la deuda; en el mismo sentido se
ha pronunciado el Pleno Jurisdiccional de Ica de 2019 en el Tema
6: Sobre el mérito ejecutivo del saldo deudor. Formulación del
problema: ¿El saldo deudor por sí mismo tiene mérito ejecutivo?
Conclusión plenaria: El Pleno adoptó por Unanimidad, la
ponencia N° 01, en los términos siguientes: "Sí, conforme lo
establece el artículo 132 de la Ley N° 26702 y el Sexto Pleno
Casatorio Civil; no obstante, deben acompañársele los
documentos que hayan dado origen a la obligación, en calidad de
medios probatorios.

2) porque, reiteramos, para el legislador del Código Procesal Civil


se trata de un título ejecutivo compuesto por los dos
documentos que exige el inciso 2 del art. 720, de manera que
sin la concurrencia de ambos no hay título ejecutivo. Una prueba
de esto es que la ejecución se despacha por la suma que arroja
ese Estado de Cuenta del Saldo Deudor, de manera que sin ese
documento no se puede conocer a cuánto asciende la suma
líquida que se va a poner a cobro; de ahí su necesidad como

100
parte del título. Además, hasta por sistemática, porque ambos
documentos están considerados en una misma disposición: el
inciso 2 del art. 720.

Haciendo nuevamente un paralelo con el título contemplado en el


inciso 8 del artículo 688 del CPC, referido al cobro de la renta impaga
por arrendamiento, este título ejecutivo recién fue creado por el
Decreto Ley 20.236 del año 1973, porque no estaba contemplado en el
Código de Procedimientos Civiles de 1912 como título ejecutivo (y
tampoco, por razones sistemáticas y metodológicas, en la Ley N° 16587
Ley de Títulos-Valores de abril de 1968, posteriormente derogada y
sustituida por la nueva Ley de Títulos-Valores N° 27287, de junio de
2000) que por las mismas razones tampoco lo contempla), y se trata de
un título compuesto formado por a) los recibos impagos de la renta y b)
por el contrato de arrendamiento; cosa igual pasa con el título de
ejecución de garantía, al margen de quien sea el que demanda, que
está compuesto por: a) el documento donde consta la garantía y b) la
liquidación del estado de cuenta del saldo deudor.

Por eso es que en los fundamentos 30 a 35 del VI Pleno Casatorio se


han utilizado de forma indistinta los términos “estado de cuenta de
saldo deudor” y “liquidación de saldo deudor”, refiriéndose a lo mismo,
y no como sostienen esos autores según los cuales eso no debería ser
así porque no se refieren a lo mismo, pues -para ellos- la diferencia no
radica solamente en la denominación sino en lo que representan uno y
otro. Así concluyen que, mientras que el “estado de cuenta del saldo
deudor” es un requisito de procedibilidad para los procesos de
ejecución de garantías conforme al numeral 2 del artículo 720° del CPC,

101
y es requerido cuando se quiere ejecutar una obligación garantizada
por alguna garantía real, la “liquidación del saldo deudor” (a que se
refiere el numeral 7 del art. 132 de la LGSFS y Orgánica de la SBS) es un
documento que por sí solo tiene mérito ejecutivo (siendo de creación
unilateral, pues es la propia entidad financiera la que lo establece).

No obstante lo anterior, en una sentencia dictada en la Casación N°


865-017-Lambayeque, se sostiene que el estado de cuenta del saldo
deudor no es título ejecutivo; veamos:

Sumilla:

En los procesos de ejecución de garantías reales, los requisitos a


evaluar para su procedencia son los señalados en el Código
Procesal Civil y en el Sexto Pleno Casatorio, debiéndose
considerar que el estado de saldo deudor a tenor del artículo 688
del mismo cuerpo normativo citado no constituye título
ejecutivo.

Acá es necesario aclarar que en ninguna parte de la sentencia se


menciona el art. 688 del CPC, de manera tal que no se entiende por qué
lo hace la sumilla transcrita. Quizá pudo deberse a un exceso de
entusiasmo del comentarista que tuvo a cargo la tarea.

102
Tampoco es cierto lo que algunos autores sostienen, en el sentido que
esta casación modifica algún precedente vinculante de VI Pleno
Casatorio, como vamos a ver también.

Para esto vamos a pasar a transcribir los fundamentos relevantes de la


sentencia, a saber:

Segundo.- La nulidad formal del título

El título ejecutivo está compuesto por dos presupuestos: el


documento y la obligación. Cuando se cuestiona la ejecución por
deficiencias en el estado de saldo deudor lo que se controvierte
es el documento. Tal contradicción solo puede ser del aspecto
formal del documento sin que con ella se debata asunto
sustancial, de allí que se haya señalado que se trata de “la mera
nulidad del documento, de la forma externa que asume el título,
no del acto que contiene y en cuanto a la falsedad del título,
nada más que su adulteración” [1] Cita atribuida a ARIANO
DEHO, Eugenia, de su libro “El proceso de ejecución” Edit.
Rhodas 1998.

Tercero.- El estado de saldo deudor

1. Conforme al Sexto Pleno Casatorio Civil el saldo deudor “es un


documento consistente en un acto unilateral de liquidación del
propio ejecutante, es decir, lo que a criterio del acreedor
constituye lo que el deudor debería y que es una obligación
líquida” [2] Sexto Pleno Casatorio Civil, fundamento 50.

103
2. El mismo Pleno refiere que cuando se trata de demanda de
ejecución de garantías reales a favor de empresas que integren
el sistema financiero, los documentos a presentar son el
constitutivo de la garantía real y los que señala el artículo 720 del
Código Procesal Civil. En ningún caso, ni en el precedente
vinculante ni en la norma legal se hace mención a la solicitud de
desembolso (Comentario: al parecer la contradicción se habría
fundado, entre otras cosas, en la necesidad de demostrar el
desembolso del préstamo, lo que no venía al caso).

Cuarto.- El caso en concreto

En el presente caso se observa: 1. Conforme se aprecia de la


contradicción esta fue fundamentada en la inexigibilidad de la
obligación puesta a cobro, al no haberse cumplido con adjuntar
el saldo deudor. 2. El juzgado, atendiendo a la contradicción,
resolvió la causa, indicando que sí se encontraba el estado de
saldo deudor y que este documento contenía los requisitos
exigidos por ley. 3. Al presentar el recurso de apelación se
modifica la causal de contradicción que pasa de ser inexigibilidad
de la obligación a nulidad formal del título; tal hecho, en sí
mismo, ya contiene un perjuicio a la demandante porque
modificaba el contenido de la pretensión desestimatoria y
porque no podía contestar la contradicción realizada.

Quinto.- Conclusión

104
Estando a lo expuesto, existe una defectuosa motivación, por
cuanto no se ha aplicado al caso en concreto el precedente
judicial respectivo y se ha tomado como parte del título
ejecutivo a documentos que no tienen tal calidad, por
consiguiente, existe contravención a las normas que garantizan
la debida motivación de las resoluciones judiciales, debiendo
declararse nulo el auto de vista recurrido (las negritas son
añadidas).

Sin duda esto último podría entenderse, equivocadamente desde


luego, en el sentido de considerar que el “estado de cuenta del saldo
deudor” no es parte del título ejecutivo, lo que sería un grave error de
concepto, pero esto no resulta de los fundamentos transcritos, de
manera tal que se entiende que la referencia es al documento que
demuestre el desembolso del préstamo, que fue alegado como causal
de contradicción por el demandado.

Dejando de lado esta casación, reiteramos la necesidad de tener


presente que cuando la o las obligaciones garantizadas no están
particularmente expresadas en el documento constitutivo de la
garantía (lo que ocurre casi siempre tratándose de empresas del
Sistema Financiero, en los que la hipoteca cubre un número
indeterminado de obligaciones presentes y futuras), no es posible, sin
contar con tal “estado de cuenta del saldo deudor” establecer la suma
que se pone a cobro. Por lo demás, nos remitimos a lo que ya hemos
dicho en párrafos anteriores respecto de este título ejecutivo
compuesto.

105
4.7.5 LOS ALCANCES DE LOS DEMÁS PRECEDENTES VINCULANTES

Para determinar los alcances de los demás precedentes (en total son 7
los precedentes que sentó el VI Pleno Casatorio), metodológicamente
lo más sencillo seria transcribirlos y luego comentarlos, pero realmente
es más didáctico analizarlos en conjunto, como vamos a hacerlo.

Así, los Precedentes Tercero, Cuarto, Quinto, Sexto y Sétimo establecen


lo siguiente, por su orden:

1) El Juez de la demanda, para determinar su procedencia, debe


analizar si se cumplen los requisitos de los Precedente Primero y
Segundo, así como que el saldo deudor no contenga una capitalización
de intereses no autorizada por la ley, lo que se conoce como
anatocismo y que está vedado (Precedente Tercero).

2) Si el Juez observa que el Estado de Cuenta del Saldo Deudor presenta


evidentes omisiones de los requisitos y formalidades ya precisadas o
tiene notorias inconsistencias contables, debe declarar inadmisible la
demanda (ya no improcedente), dándole un plazo al demandante para
subsanar las observaciones que haya formulado en el auto que declara
la inadmisibilidad de la demanda (aquí debemos insistir en que dicho
documento es parte del título ejecutivo compuesto, concurrentemente
con el de constitución de la garantía, a pesar de la errónea apreciación

106
de este que ha hecho a veces la Corte Suprema al resolver un recurso
de casación). Esto lo establece el Precedente Cuarto.

3) El mandato de ejecución debe disponer el pago íntegro de la suma


liquidada en el plazo indicado en el artículo 721 del Código Procesal
Civil, bajo apercibimiento de proceder al remate judicial del bien dado
en garantía, aún en el caso que esa suma exceda el monto del
gravamen establecido en el acto de constitución de la garantía o en sus
actos modificatorios y/o ampliatorios (Precedente Quinto).

4) El pago dispuesto en el mandato ejecutivo debe ser por suma


líquida, no pudiendo emitirse mandato ejecutivo disponiendo el pago
de suma dineraria en parte liquida y en parte ilíquida, a liquidarse tras
el remate judicial o el pedido de adjudicación en pago del ejecutante
conforme al art. 746, salvo en lo atinente a los intereses, costas y
costos que se generen después de la emisión del mandato de ejecución
hasta la fecha de pago (véase el Precedente Sexto).

5) El acreedor tan solo podrá ejecutar la hipoteca por el monto de esa


garantía, es decir, que su concesión está limitada al bien o bienes que
se especifican al constituir la garantía y que también está limitada a la
suma que expresa y claramente se determina en el correspondiente
documento constitutivo de la hipoteca. En los supuestos en que la
suma dispuesta en el mandato ejecutivo exceda el monto del gravamen
de la garantía real, la parte ejecutante a fin de asegurar la posibilidad
de ejecución debe proceder conforme a lo establecido en el artículo

107
724 del Código Procesal Civil (por el saldo deudor que subsistiera tras la
realización del remate del bien o, en su caso, la adjudicación en pago al
ejecutante en caso de no haber postores). Esto lo establece el
Precedente Sétimo del VI Pleno Casatorio Civil.

5. CONCLUSIONES

5.1. El Proceso Único de Ejecución es un híbrido creado a partir de la


unificación de los dos procesos de ejecución que coexistían antes de la
dación del Decreto Legislativo 1069; de “proceso único” solo tiene la
apariencia porque subsisten las diferencias procedimentales y de
competencia de los jueces según sea que la ejecución se promueva
mediante un título o ejecutivo de naturaleza extrajudicial o que se
promueva a partir de un título de naturaleza judicial.

Hemos visto que no solo las causales para contradecir la ejecución son
diferentes en uno y otro caso, sino que también los plazos y las
competencias de los jueces, lo que nos hace concluir que la
denominación actual no es más que una etiqueta, pues lo cierto es que
las cosas son como son, no como se les denomine: ex res sed, non ex
res nomen (en efecto, si transferimos la propiedad de un bien a un
tercero y lo hacemos a título gratuito, se tratará de un contrato de
donación, aunque las partes decidamos denominar dicho contrato
como uno de compraventa, pues no mediando pago alguno de precio
se tratará necesariamente de una donación y no de una compraventa,
porque en ésta el precio es de la esencia del contrato).

108
5.2. El Proceso Único de Ejecución puede promoverse mediante títulos
ejecutivos simples y títulos ejecutivos compuestos o complejos, según
hemos visto al tratar el tema; ejemplo de títulos compuestos son el
título del inciso 9 del artículo 688 del Código Procesal Civil, así como
también los constituidos por las “liquidaciones de saldos deudores” del
inciso 7 del art 132 de la Ley General del Sistema Financiero y del
Sistema de Seguros y Orgánica de la SBS, y por la Letra a la Vista del
último párrafo del art. 228 de la misma ley, que exigen, la primera, que
se acompañe el documento que dio origen a la obligación liquidada, y
la segunda que se acompañe el cargo de la comunicación dirigida al
titular de la cuenta corriente comunicándole el cierre de la misma, el
saldo adeudado arrojado a esa fecha y la exigencia de su pago por el
banco, así como el giro inminente de la letra a la vista si no formula
observación dentro de los 15 días hábiles de recibida la misma; sobre
algunas particularidades de esta comunicación volveremos más
adelante en este trabajo.

El título para promover el Proceso de Ejecución de Garantías, al que


seguidamente nos referiremos, es también un título ejecutivo
compuesto.
5.3 El título ejecutivo para dar inicio al Proceso de Ejecución de
Garantía está constituido por dos documentos:

a) el documento donde consta la garantía (actualmente limitado


a la la garantía hipotecaria) y por

b) el estado de cuenta del saldo deudor.

109
Esto está establecido claramente en el inc. 2 del art. 720 del CPC, y en
la medida que se debe acompañar necesariamente este último, lo
lógico es concluir que se trata de un título ejecutivo compuesto o
complejo, al igual que lo es el contemplado en el inciso 8 del art. 688
del CPC (documento impago de renta, constituido por los recibos
impagos y el contrato de arrendamiento), como también lo es la Letra a
la Vista que giran los banco para el cobro del saldo deudor de la cuenta
corriente bancaria, a la que debe acompañarse la comunicación
previamente dirigida al ex titular de la cuenta informándole sobre el
cierre de su cuenta corriente y exigiéndole el pago del saldo deudor
arrojado.
La Corte Suprema se equivoca en los casos que no considera este
documento como parte del título ejecutivo. Lamentablemente, no hay
más remedio que tomar en cuenta los criterios usados por este tribunal
para resolver los recursos de casación en esta materia, pues es el
vértice de la estructura piramidal del sistema jurídico en cualquier país.

5.4 El Proceso de Ejecución de Garantías, a diferencia de proceso Único


de Ejecución, solo puede hacerse valer para el cobro de dar sumas de
dinero; no se puede, a través del mismo, poner a cobro otro tipo de
obligaciones que no sean cuantificables, como vamos a ver enseguida.
En efecto, el art. 720 requiere la presentación de un “estado de cuenta
del saldo deudor”, que debe acompañarse al documento donde consta
la garantía real que se pretende ejecutar, que conjuntamente con el
anterior, constituye el título ejecutivo compuesto que permite el
despacho de la ejecución de la garantía, de común hipotecaria); la
exigencia de la presentación del primero, que expresa sumas de dinero

110
y cálculos aritméticos sobre guarismos, es la mejor demostración que el
proceso no puede versar sino exclusivamente sobre obligaciones de dar
sumas de dinero (que son eminentemente cuantificables) y que cuyo
cálculo resultaría casi imposible de hacerse extensivo a otro tipo de
obligaciones no cuantificables y, por lo tanto, no liquidables.

5.5 El proceso de Ejecución de Garantías introducido por el Código


Procesal Civil de 1993 no mejora en mucho el anterior procedimiento
que debía seguir el acreedor de una obligación asegurada con una
garantía real para cobrar lo que se le adeudaba, fuera de haber dejado
de lado la necesidad de embargar el bien para luego rematarlo, pero en
términos de tiempo y simplificación de procedimientos, este nuevo
proceso no ha contribuido en nada a solucionar la problemática del
mecanismo empleado anteriormente, y más bien ha creado una serie
de problemas relacionados con la documentación que se tiene que
presentar con la demanda en este proceso, no obstante que, de alguna
manera, el Sexto Pleno Casatorio del año 2013 ha contribuido a
solucionar muchas interrogantes. Sin embargo, siguen pronunciándose
sentencias que resuelven recursos de casación que no se ajustan a los
estándares establecidos en los precedentes vinculantes establecidos en
dicho Pleno, así como también siguen presentándose casos de
resoluciones problemáticas en las instancias inferiores (las dos
instancias de mérito) y en número mayor que las que se presentan a
nivel de la Corte Suprema cuando llegan a conocimiento de ésta en vía
del recurso de casación.

111
5.6 El Estado de Cuenta del Saldo Deudor, tratándose de empresas de
Sistema Financiero, y según establece el punto b.3 del Precedente
Segundo, cuando está referido a operaciones distintas a las señaladas
en los puntos b.1 (cuenta corriente) y b. 2 (títulos valores) debe
confeccionarse conforme a lo que dispone el inciso 7 del art. 132 de la
Ley del Sistema Financiero y de Seguros con respecto a las
“liquidaciones de saldos deudores”, pero esta remisión a dicha
disposición no ayuda en mucho, pues esta no contiene información
alguna sobre cómo deben confeccionarse esas “liquidaciones”, y por
eso el mismo punto b.3 se ha encargado de suplir esa deficiencia
señalando cómo debe formularse y cuál debe ser el contenido de ese
"estado de cuenta” )o “liquidaciones de saldos deudores”).

5.7 En vista de lo anterior, y extrapolando los requisitos que señala el


punto b.3 del Precedente Segundo al caso del numeral 7 del art. 132
de la ley 26.702, se puede concluir que esas “liquidaciones de saldos
deudores” contempladas en dicha disposición y que constituyen títulos
ejecutivos, deben confeccionarse tal cual lo establece dicho punto b.3
para los casos de procesos de Ejecución de Garantías.

5.8 El proceso de Ejecución de Garantías solo se aplica actualmente a


la ejecución de garantías reales sobre bienes inmuebles
(puntualmente en los casos de hipoteca, ya que las otras garantías
reales que subsisten en el Código Civil son la anticresis y el derecho de
retención que, por su naturaleza, no requieren de este proceso para
hacerse valer), pues a partir de la dación de la Ley de la Garantía
Mobiliaria, Ley 28677 del año 2006, y su reciente derogación y

112
concurrente sustitución a través del Decreto Legislativo N° 1400 del
año 2018 (que pasó a denominarla Ley de Garantía Mobiliaria), los
bienes muebles dados en garantía se ejecutan conforme al
procedimiento establecido en esta ley, que es más ágil y que permite
hacerlo extrajudicialmente, lo que representa una enorme ventaja
sobre el proceso de Ejecución de Garantías regulado en el Código
Procesal Civil, que necesariamente implica el uso de la vía judicial para
su ejecución y venta en pública subasta para el caso de incumplimiento
del deudor de la obligación a su cargo ordenada por auto final pasado
en autoridad de cosa juzgada.

5.9 El proceso de Ejecución de Garantías fue creado por el Código


Procesal Civil de 1993 para permitirle a las empresas financieras, que
son las únicas autorizadas a constituir garantías reales que respalden
todos los crédito presentes y futuros que se otorguen a una persona
(conforme a las disposiciones de la Ley 26702, particularmente el 172°),
poner a cobro en un solo procedimiento todas las obligaciones
aseguradas con una garantía real; si bien esta ley es posterior a la
dación del Código Procesal Civil, hay que tener en cuenta que ya era
práctica usual de las entidades del Sistema Financiero, desde mucho
tiempo antes de la promulgación en el año 1996 de la Ley General del
Sistema Financiero y del Sistema de Seguros y Orgánica de la
Superintendencia de Banco y Seguros (Ley 26702), constituir las
llamadas “hipotecas sábana”, así denominadas precisamente porque
pretendían asegurar todo tipo de obligaciones dentro de un mismo
contrato, sin necesidad de individualizarlas (con lo que no se cumplía
con el “principio de especialidad” en sus dos vertientes: de un lado se

113
exige la identificación del bien inmueble y de otro la individualización
de la obligación u obligaciones que se aseguran).
A diferencia de las empresas financieras, los particulares no podían -ni
pueden aún- constituir una hipoteca con esas características tan
amplias debido al “principio de especialidad de la hipoteca” al que ya
nos hemos referido (y que, como dijimos, exige, de un lado, que se
individualice el bien y, de otro, que se especifique la obligación que se
garantiza), de manera que entonces (antes de la entrada en vigencia
del Código Procesal Civil de 1993) no tenían mayor dificultad para hacer
valer su garantía dentro de un proceso ejecutivo y luego embargar el
inmueble hipotecado como medida de ejecución, para finalmente
sacarlo a remate para hacerse cobro con el producido, siempre y
cuando en la escritura pública de constitución de la garantía (de común
se trataba de hipotecas, pero también había, aunque pocos, casos de
prenda de maquinarias de alto valor comercial) constara debidamente
individualizada la obligación garantida y el plazo para exigir su
cumplimiento, así como la cantidad adeudada por capital e intereses, si
era de dar suma de dar dinero, como suelen ser estas obligaciones
entre particulares (lo que no significa que las hipotecas no puedan
garantizar otro tipo de obligaciones distintas a las de dar sumas de
dinero, pero tal caso no está previsto en el proceso de Ejecución de
Garantías, que está diseñado para exigir el pago de sumas de dinero; de
ahí que el inciso 2 del art. 720 requiera la presentación, conjuntamente
con el documento donde conste la constitución de la garantía, del tan
debatido “Estado de Cuenta del saldo Deudor”. Como hemos señalado
en el punto anterior, este proceso se diseñó inicialmente como una
herramienta para los bancos para facilitarles el cobro de las
obligaciones aseguradas por las llamadas “hipotecas sábana”).

114
5.10 El proceso de Ejecución de Garantías se limita, actualmente, a la
ejecución de garantías hipotecarias, dado que, como señalamos en el
punto 5.5., la garantía prendaria tiene su propia ley desde el año 2006
(Ley N° 28677 - Ley de la Garantía Mobiliaria, cuya autor fue el gran
jurista nacional, hace poco fallecido, Jorge Avendaño Valdéz, quien
fuera profesor de Derechos Reales y, hasta en dos oportunidades,
Decano de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica
de Perú); esta ley fue posteriormente derogada y sustituida por el D.L.
N° 1400 del año 2018, pasando a llamarse “Ley de Garantía Mobiliaria”.
Obviamente, no solo se cambió su denominación, sino muchas de las
disposiciones contenidas en la ley anterior, algunas de las cuales
requerían de una modificación o actualización en base a la experiencia
que se obtuvo con la aplicación de la ley anterior. De acuerdo con esta
nueva ley, la SUNARP debe implementar una plataforma informática
denominada Sistema Informativo de Garantías Mobiliarias para que
entre en vigencia esta ley, cosa que hasta ahora no se ha hecho a pesar
de haberse vencido el plazo que se le dio para ello; esto ha creado una
situación límbica, pues la única Disposición Derogatoria del D.L. 1400
derogó la ley anterior (Ley N° 28677), la llamada Ley de la Garantía
Mobiliaria (la del año 2006) pero, sin embargo, la actual no puede
entrar en vigencia si no se implemente esta plataforma SIGM.

En cuanto a las demás garantías reales, que son el derecho de


Anticresis y el derecho de Retención, dada su propia naturaleza, la
primera no requiere de ejecución alguna, pues el acreedor anticrético
no restituirá el inmueble que le fue dado en anticresis hasta no haberse
hecho pago de la deuda con la explotación y los frutos del mismo, y en
cuanto al derecho de retención, su característica consiste en que el

115
acreedor retiene en su poder el bien del deudor (que es el propietario
del mismo) y rechaza devolverlo cuando considera que su crédito no
está suficientemente garantizado, y ese derecho se puede ejercitar
extrajudicialmente rehusando la entrega o judicialmente como
excepción de fondo (aunque también puede oponerse como defensa
previa), negándose a entregar el bien retenido mientras no se le
satisfaga la obligación o se le garantice adecuada y suficientemente su
cumplimiento mediante otra garantía que lo deslegitime para continuar
reteniendo el bien contra la voluntad de quien fue su deudor y que
siendo el propietario del mismo tiene derecho a que se le restituya una
vez cumplida la obligación a su cargo.

5.11 A diferencia de Proceso Único de Ejecución, que permite


demandar ejecutivamente todo tipo de obligaciones (de dar suma de
dinero, de dar bien mueble determinado, de no hacer) el proceso de
Ejecución de Garantías solo permite demandar obligaciones de dar
suma de dinero; por eso que el inciso 2 del art. 720 requiere la
presentación, conjuntamente con el documento donde conste la
constitución de la garantía, del documento denominado “Estado de
Cuenta del saldo Deudor”.

Respecto de este último instrumento, insistimos, contra autorizadas


opiniones, que se trata de un título ejecutivo compuesto o complejo,
que se forma mediante la concurrencia de ambos documentos.

Ya dijimos y ahora reiteramos que, si no se cuenta con el documento


llamado Estado de Cuenta del Saldo Deudor, no hay cómo determinar
la suma que se va a poner a cobro a través de este proceso de

116
ejecución; este solo argumento debería bastar para demostrar, al
margen de las muy autorizadas opiniones en otro sentido (incluso de la
misma Corte Suprema, que en alguna sentencia en casación ha opinado
en sentido opuesto), que se trata de un título ejecutivo compuesto o
complejo (porque, finalmente, lo que se pone a cobro es la suma que
arroja el Estado de Cuenta del Saldo Deudor determinada
unilateralmente por la entidad bancaria o por el acreedor persona
natural o jurídica observando los parámetros que en tal sentido ha
fijado el Pleno Casatorio que hemos comentado en este artículo).

De igual manera, y como hemos señalado en un punto anterior, este


proceso se diseñó inicialmente como una herramienta para los bancos
para facilitarles el cobro de las obligaciones garantidas por las llamadas
“hipotecas sábana”, a pesar de no existir en ese entonces ley alguna
que los autorizara de manera expresa, como luego lo hizo (en el año
1996) la Ley 26.702, la denominada Ley General del Sistema Financiero
y del Sistema de Seguros y Orgánica de la Superintendencia de Banca y
Seguros (aunque actualmente se la denomina Superintendencia de
Banca, Seguros y AFP (abreviatura por Asociaciones de Fondos Privados
de Pensiones), pues también supervisa a estas últimas entidades, ya
que captan dinero del público con fines pensionarios o jubilatorios y los
invierten en las formas que ahora le señala dicha entidad reguladora).

5.12 En cuanto al proceso Único de Ejecución, éste no debería


comprender a los ahora llamados “títulos de ejecución de naturaleza
judicial”, proceso este último que permite que el vencido formule
oposición a la ejecución de la sentencia fundándose en causales que
necesariamente van a retrasar el cumplimiento de los fallos que

117
pretenden ejecutarse (pues hay necesidad de resolverlas); mucho más
razonable sería considerare que las sentencias firmes de condena
deben ser ejecutadas en sus propios términos, sin que pueda mediar
oposición alguna del vencido a su cumplimiento, tal como ocurría con
el Código de Procedimientos Civiles del año 1912.

Desde luego, el vencedor que de mala fe pretende ejecutar a todo


trance una sentencia que sabe que ya ha sido cumplida o que es
inexigible por alguna otra razón que le resulta evidente, va a quedar
sujeto a las responsabilidades que la ley le atribuya en función a los
daños y perjuicios que cause con su actitud dolosa.

Además, situaciones así son más hipotéticas que otra cosa, pues es
altamente improbable que se presenten en la práctica, pero siempre
existe, al menos como posibilidad, que ocurra un caso así.

Es cierto que antes de la reforma que unificó ambos procesos en uno


solo, creando el ahora llamado Proceso Único de Ejecución, ya existía
un proceso exclusivamente para la ejecución de títulos de naturaleza
judicial, pero como ya hemos dicho, esta reforma, introducida por el
Código Procesal Civil de 1993, significó, desde nuestro punto de vista,
un retroceso importante frente a lo que disponía sobre el mismo tema
el antiguo Código de Procedimientos Civiles de 1912 en cuanto a la
ejecución de fallos de condena, tema del que, aunque ya nos hemos
ocupado, nuevamente tocaremos en el punto siguiente - y final- de
estos comentarios hechos a modo de conclusiones, dada la importancia
que reviste este tema.

118
5.13 En concordancia con lo expresado en el punto anterior, el proceso
actual previsto para los títulos de naturaleza judicial importa, a juicio
nuestro, un retroceso con respecto a la ejecución de sentencias, sobre
todo las de condena que de manera particular contemplaba el Código
de Procedimientos Civiles del año 1912 en su artículo 1154, que
expresamente le prohibía al Juez ejecutor admitir recurso alguno que
entorpeciera la ejecución de la sentencia, bajo pena de nulidad y
responsabilidad. Y esto se respetaba y se cumplía en la gran mayoría de
los casos.

Esto, sin embargo, no impedía que, en los hechos, se suscitaran


incidentes instados por el vencido para retrasar el cumplimiento del
fallo (advertimos que no nos estamos refiriendo a los llamados
“incidentes de inejecución” que hemos visto brevemente arriba, en el
numeral 3.4, al comentar la sentencia que se ocupa del tema de
inejecución de sentencias), pero estos no implicaban ni mayor debate
ni mayores demoras en el cumplimiento de las sentencias de condena,
al menos en la mayoría de los casos y cuando menos en nuestra
experiencia, que consistió en litigar bajo las reglas de ese código
durante más de 25 años, hasta que fue sustituido por el actual Código
Procesal Civil, que fue promulgado en el año 1992 pero que recién
entró en vigencia en el mes de julio del año siguiente, 1993.

5.14 Lo anteriormente dicho es sin perjuicio de los llamados “incidentes


de inejecución”, de los que nos hemos ocupado brevemente arriba, en
el numeral 3.4. al tratar dicho tema materia de la sentencia que ahí
brevemente analizamos (sentencia que, desde luego, se ocupa del
mismo de manera mucho más extensa).

119
Reiteramos que el vínculo para leerla (copiarlo y pegarlo al buscador de
Google o abrir con Ctrl + click) es el siguiente:

https://lpderecho.pe/puede-el-juez-disponer-la-inejecucion-de-
una-sentencia-firme-exp-5662-2008-79/

Lima, mayo de 2022.

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