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EL PARADIGMA DEL LEGISLADOR NEGATIVO

(ANÁLISIS DE LA DISTINCIÓN ENTRE DISPOSICIÓN Y NORMA PARA


ENTENDER LAS SENTENCIAS INTERPRETATIVAS)

(REVISIÓN 2021)

Jorge María Luzuriaga Chiappe


Abogado

RESUMEN

Este artículo trata sobre el tema del epígrafe, esto es la distinción que
debe hacerse como premisa necesaria para que el Tribunal
Constitucional pueda dictar una sentencia interpretativa, ya sea
declarando en parte la inconstitucionalidad de una o más
disposiciones legales y/o manteniendo las demás como conformes al
orden constitucional.

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En palabras del propios TC, las sentencias interpretativas recaen
normalmente sobre disposiciones de las que se pueden extraer varios
sentidos interpretativos, por lo que corresponde al intérprete analizar
la constitucionalidad de todas aquellas normas que se desprenden de
la disposición cuestionada con la finalidad de verificar cuáles se
adecuan a la Constitución y cuáles deben ser expulsadas del
ordenamiento jurídico.

ABSTRACT

This article deals with the subject of the epigraph, this is the
distinction that must be made as a necessary premise for the
Constitutional Court to issue an interpretive sentence, either declaring
in part the unconstitutionality of one or more legal provisions and / or
maintaining the others as conforming to the constitutional order.

In the words of the TC itself, interpretive judgments usually fall on


provisions from which various interpretative meanings can be drawn,
so it is up to the interpreter to analyze the constitutionality of all those
rules that follow from the questioned provision in order to verify
which are they conform to the Constitution and which should be
expelled from the legal system.

1.- LA PREMISA NECESARIA (O PUNTO DE PARTIDA).

El control de la constitucionalidad parte de la premisa que la pirámide


invertida kelsesiana no solo representa la estructura jurídica ordenada
jerárquicamente de un Estado de Derecho sino que es el pilar
fundamental del mismo, de manera que se reconoce a la Constitución

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como la ley fundante del Estado; de ese modo, todas las demás
disposiciones (legales, etc.) están subordinadas a ella, lo que se
expresa como que son de inferior jerarquía y que, por tal razón, no
pueden apartarse del contenido de la misma ni mucho menos
discordar o, pero aun, contradecir ese contenido de la ley
fundamental, a la que aquí llamamos Constitución Política del Estado.

Esa jerarquización de las disposiciones normativas de un Estado


(concretamente vamos a referiremos al Perú) hace que la primacía de
la Constitución subordine la validez y aplicabilidad de las demás
disposiciones legales y de todo otro orden (pero siempre de inferior
jerarquía) a su acomodamiento a las disposiciones contenidas en ella;
de esta manera, la pirámide de Kelsen comienza a levantarse a partir
de la ley fundante (la que, gráficamente expresada, constituye el
vértice de la pirámide invertida), que es la Constitución, a la que le
sigue la Ley (dictada por el Poder Legislativo que encarna el Congreso,
pues esa es su función esencial), luego el Decreto Supremo y todas las
demás disposiciones emanadas del Poder Ejecutivo, ordenadas de
mayor a menor según su propia jerarquía dentro de este último poder
del Estado.

Pero la Constitución, como referente, no es sólo una regla de


procedimiento, sino, además, una regla de fondo al decir de Kelsen
(en tanto consagra derechos fundamentales, como el derecho a la
vida, a la libertad, la igualdad de las personas ante la ley, la libertad de
opinión, a la libertad de conciencia, el derecho a propiedad, etc.).

Por consiguiente, una ley puede ser inconstitucional en razón de una


irregularidad de procedimiento (lo que se conoce como validez -o
invalidez- formal) en su elaboración, o puede serlo en razón de su
contenido (lo que constituye su validez -o invalidez- material) que
contraviene los principios consagrados en la Constitución, es decir

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cuando la ley excede los límites que esta señala como frontera
inviolable de esos derechos.

2.- LAS DOS FORMAS DE CONTROL DE LA CONSTITUCIONALIDAD.

En nuestro país el control de la constitucionalidad de las leyes y demás


disposiciones de menor jerarquía frente a las disposiciones contenidas
en la Constitución Política del Estado se hace de dos formas:

1) la primera, a través del llamado control concentrado, que


está a cargo exclusivamente del Tribunal Constitucional, que es
un ente autónomo del Poder Judicial, y

2) la segunda, mediante el llamado control difuso, que está a


cargo de los jueces y demás órganos judiciales que integran el
Poder judicial (y también existe este control en el orden
administrativo, incuestionablemente a partir de la Ley Nº
27444, “Ley del Procedimiento Administrativo General”, que lo
tiene consagrado en el inciso 1.1. del artículo IV del Título
Preliminar).

2.1 El control concentrado le permite al Tribunal Constitucional (TC)


declarar la inconstitucionalidad de una disposición legal que, de
alguna manera, no se acomode al contenido de la Constitución del
Estado; declarada tal inconstitucionalidad, la disposición concernida
deja de tener valor como tal y no puede seguir aplicándose en lo
sucesivo en ningún caso porque esa declaración tiene efecto erga
omnes, es decir que es de alcance general, en la medida que afecta a
todo el sistema jurídico. Si el Tribunal Constitucional se limita a

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declarar la inconstitucionalidad de una ley sin ir más allá, ejerce la
función del “legislador negativo”, porque su actividad se limita a eso;
está legislando negativamente desde el momento que excluye del
sistema del derecho positivo una disposición que inconstitucional.

Más adelante trataremos sobre sus funciones como legislador


positivo, que despliega a través del dictado de sentencias
interpretativas.

2.2 En el caso del control difuso, cuando el juez (en general los
órganos pertenecientes al Poder Judicial, ya que en nuestro país el
Tribunal Constitucional es un verdadero poder autónomo) se ve
enfrentado a tener que elegir entre aplicar una disposición legal o de
otra naturaleza, pero que considera contraria a la disposición
constitucional, debe preferir a esta última (normalmente esto ocurre
con relación a la validez material de la disposición, es decir respecto a
su contenido, pues la validez formal de la disposición es más una
cuestión de competencia del TC, pues es un defecto en el
procedimiento para la elaboración de la disposición lo que la torna en
inconstitucional; sin embargo, nada obsta para que un juez pueda
negarse a aplicarla invocando ese motivo); en tal caso, al resolver la
litis debe declarar que la disposición invocada es inaplicable porque
contraviene el orden constitucional y que por tal motivo no la puede
tomar en cuenta para resolver el caso sometido a su decisión. No
declara la inconstitucionalidad de la ley o disposición de modo
general (porque para eso está el Tribunal Constitucional) sino que la
inaplica por considerar que no solo no se acomoda al contenido
constitucional, sino que, más bien, lo contraviene.

En tal sentido, esa declaración no despliega otros efectos que los


propios de una sentencia firme, es decir pasada en autoridad de cosa

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juzgada, que solo tiene efecto inter partes, de manera que la decisión
no afecta sino a las partes vinculadas en el proceso (con las pocas
excepciones que existen respecto de terceros que pueden resultar
afectados). Esto es así porque, como dijimos, el juez no declara la
inconstitucionalidad (o la ilegalidad, según corresponda) de la
disposición que no aplicará al caso controvertido de manera general,
lo que significa que la misma puede ser invocada en otro proceso en
tanto no se la derogue (mediante los mecanismos previstos para ello),
o mientras no se declare su inconstitucionalidad por el Tribunal
Constitucional, que es el único que puede emitir ese pronunciamiento
con carácter general en ejercicio de la potestad de ejercer el control
concentrado de la constitucionalidad.

El control difuso está actualmente contemplado en la Constitución de


1993 que lo establece en sus artículos 51° y 138° en los siguientes
términos:

Art. 51°

“La Constitución prevalece sobre toda norma legal; la ley, sobre


las normas de inferior jerarquía, y así sucesivamente. La
publicidad es esencial para la vigencia de toda norma del
Estado”

Art. 138°

“La potestad de administrar justicia emana del pueblo y se


ejerce por el Poder Judicial a través de sus órganos jerárquicos
con arreglo a la Constitución y a las leyes.

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En todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma
constitucional y una norma legal, los jueces prefieren la
primera. Igualmente, prefieren la norma legal sobre toda norma
de rango inferior”.
El Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
aprobado por Decreto Supremo Nº 017-93-JUS de 28 de mayo de
1993, en el artículo 14° establece la forma de proceder de los jueces,
al aplicar el control difuso, disponiendo que las sentencias de primera
y segunda instancia (que inaplican alguna disposición por considerarla
inconstitucional), si no son impugnadas deben elevarse en consulta a
la Corte Suprema de la República. Es decir, el control difuso terminará
siempre siendo controlado, a su vez, por la Corte Suprema que es el
vértice de la estructura judicial jerarquizada de todo sistema de
justicia.

El artículo 51° de la Constitución indica que el control difuso de la


constitucionalidad no es función exclusiva del Poder Judicial; abarca,
desde luego, al TC, y también al Jurado Nacional de Elecciones.

Respecto de los demás Poderes del Estado y de la Administración


Pública en general, ya no existe controversia si esa disposición
constitucional le alcanza o no, pues la Ley Nº 27.444, conocida como
“Ley del Procedimiento Administrativo General”, en el inciso 1.1. del
artículo IV del Título Preliminar, dispone que las autoridades
administrativas deben actuar con respeto a la Constitución, la ley y al
Derecho (entendido como el sistema jurídico nacional), lo que las
obliga a preferir la disposición constitucional a la ley, etc.

3.- EL PARADIGMA DEL LEGISLADOR NEGATIVO Y LAS SENTENCIAS


INTERPRETATIVAS.

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El control concentrado de la constitucionalidad, como dijimos arriba,
corresponde en nuestro país al llamado Tribunal Constitucional
(anteriormente denominado Tribunal de Garantías Constitucionales en
la Constitución de 1979), mientras que el control difuso lo ejercen los
distintos órganos judiciales en todos los niveles jerárquicos propios de
su verticalidad (y también los administrativos, como hemos visto).

Debemos destacar el hecho que, a diferencia de muchos otros países


latinoamericanos, nuestro Tribunal Constitucional no forma parte del
Poder Judicial, sino que es un ente autónomo.

Kelsen, en la Europa del siglo pasado, implantó la noción o paradigma


del “legislador negativo”, que implicaba que, como efecto del proceso
de control constitucional, el Tribunal Constitucional negaba efecto a
determinada disposición legal y ahí cesaba su actividad como guardián
de la constitucionalidad. Ese nombre de “legislador negativo”, como
es fácil de advertir, resulta de la propia actividad del TC, que al
declarar fundada una acción de inconstitucionalidad abroga una ley o
una norma con rango de ley; por consiguiente, los magistrados
constitucionales aparecen como legisladores negativos. El concepto de
legislador negativo hace referencia a un órgano que, si bien no tiene
poder para promulgar una ley, sí tiene capacidad para derogarla; ese
órgano es, precisamente, el Tribunal Constitucional.

Sin embargo, al lado de esas sentencias “negativas”, que se limitaban


a declarar la inconstitucionalidad de una determinada disposición
legal, se comenzaron a aplicar las denominadas sentencias
“interpretativas”, alejándose así de ese paradigma del “legislador
negativo”; el propio Tribunal Constitucional austríaco del que Kelsen
formaba parte en 1928 cuando publicó su célebre artículo sobre “La
Garantía Jurisdiccional de la Constitución”, ya se había embarcado en
esta línea jurisprudencial. Ya entonces los Tribunales Constitucionales

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europeos no se limitaban a dictar sentencias estimativas o
desestimatorias de las demandas de inconstitucionalidad (propias del
paradigma del legislador negativo), sino que, como se ha indicado,
comenzaron a dictar "sentencias interpretativas" como un remedio
para reparar el vicio de inconstitucionalidad invocado en la demanda
incoada con ese definido propósito; una de las ideas importantes
detrás de estas sentencias interpretativas radica en el principio de
“conservación de la ley”.

Se sostiene que la sentencia interpretativa no se limita a suprimir el


precepto legal declarado inconstitucional, sino que muchas veces
modifica parte del sistema legal del Estado, haciendo suyas funciones
que son de competencia del Poder Legislativo.

Esto último, sin embargo, no es del todo cierto; precisamente para


demostrarlo el presente artículo trata de la diferenciación entre los
términos disposición y norma, que resulta necesaria para comprender
el verdadero alcance de los fallos interpretativos dictados por el
Tribunal Constitucional en los casos en que ejerce el control
concentrado de la constitucionalidad de la ley.

En efecto, estas sentencias “interpretativas” de las disposiciones


sometidas al juicio de constitucionalidad representan no solo el
ejercicio de la libertad del TC para interpretar las disposiciones
constitucionales y legales (lo que resulta indispensable para el juicio
de constitucionalidad), sino también la aplicación del principio de
"interpretación conforme" como remedio para la preservación del
texto constitucional.

Al respecto nuestro Tribunal Constitucional ha señalado que:

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“Mediante las sentencias interpretativas propiamente dichas el
Tribunal declara la inconstitucionalidad de uno o varios sentidos
interpretativos de la disposición cuestionada. Por consiguiente,
establece que en el futuro los operadores jurídicos estarán
prohibidos de interpretar y aplicar la disposición en la forma
declarada inconstitucional”.

4.- LA DISTINCIÓN ENTRE DISPOSICIÓN Y NORMA COMO


FUNDAMENTO FORMAL DE LAS SENTENCIAS
INTERPRETATIVAS.

La distinción teórica entre disposición y norma, a partir de la que se


asume que el objeto del juicio no lo constituye la disposición sino la
norma que de ella se deriva, es fundamental para determinar cuál es
el objeto del juicio de constitucionalidad. De allí la necesidad
determinar si el objeto de los procesos de constitucionalidad (tanto de
la pretensión como de la ulterior declaración de inconstitucionalidad),
lo constituye la disposición o la norma extraída de la misma mediante
la interpretación, o ambas, y en este último caso, si el
pronunciamiento del TC tendrá el mismo sentido en relación con la
disposición y la norma.

En la tradicional división de poderes del Estado formulada por


Montesquieu en el siglo XVIII en su obra “El espíritu de las leyes” (que
se puede sintetizar como que los
poderes ejecutivo, legislativo y judicial no deben concentrarse en las
mismas manos sino actuar separadamente como contrapesos), que se
mantiene hasta ahora en todo Estado de Derecho, la elaboración de
las normas jurídicas que tienen carácter de ley le corresponde al Poder
Legislativo.

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Si convenimos en que la norma es el resultado obtenido del
significado otorgado a las disposiciones a través de su interpretación,
se debe hacer una primera distinción entre la actividad que realizan
los órganos con competencia para dictar normas, de la norma como
resultado de la expresión enunciada en el texto normativo.

En el primer caso se está haciendo referencia al proceso de


elaboración de la norma, lo que implica una tarea caracterizada por
cuatro etapas sucesivas. El autor vasco Francisco Javier Ezquiaga
Ganuzas señala que todos los elementos del proceso de producción
jurídica (autoridad normativa, procedimiento, documento normativo y
significado), los diversos productos o resultados del mismo (diferentes
tipos de fuentes del Derecho, disposiciones y normas), las
características de éstos (posición jerárquica, materias que pueden
regular), así como sus relaciones entre sí, son cuestiones reguladas por
las denominadas normas sobre la producción jurídica.

La distinción entre las nociones de disposición y de norma pasa por


advertir que el objeto de la actividad interpretativa lo constituyen los
textos normativos que vienen formulados en un lenguaje natural, a los
cuales el intérprete les asigna un sentido, formulando a continuación
un enunciado interpretativo; este último es lo que conocemos como
“norma”.

El constitucionalista italiano (fallecido en 2015) Alessandro Pizzorusso,


en referencia a la distinción entre disposición y norma dice lo
siguiente:

“Entendemos por disposiciones las proposiciones normativas


contenidas en los textos que resultan de una fuente-acto, y

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entendemos por normas (en un significado más restringido del
que se emplea comúnmente), las reglas elaboradas por los
jueces o por otros operadores del Derecho, para su aplicación a
un supuesto de hecho concreto a través de la interpretación de
las disposiciones (…)”.
En la misma tesitura el profesor italiano Riccardo Guastini dice otro
tanto:

“Podemos llamar disposición a todo enunciado perteneciente a


una fuente de derecho, y reservar el nombre de norma para
conseguir el contenido del sentido de la disposición, su
significado.

En ese sentido, la disposición constituye el objeto de la


interpretación, y la norma, su resultado. La disposición es un
enunciado del lenguaje de las fuentes sujeto a interpretación y
todavía por interpretar. La norma es una disposición
interpretada y, de ese modo, reformulada por el intérprete”.

El mismo Guastini señala que si se toma en cuenta el concepto de


norma como el significado que se atribuye a una disposición tras su
interpretación, se tendrá que el resultado de la actividad legislativa
son disposiciones y no normas.

En referencia a este mismo tema, el jurista italiano del siglo pasado,


Vezio Crisafulli, expresaba que solo los enunciados que expresan
normas pueden ser calificados de disposición; si un enunciado,
aisladamente considerado, no expresa norma alguna, deberá
combinarse con otros enunciados para construir la disposición. Una
segunda distinción que debe llevarse a cabo es entre fuente de

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Derecho y norma jurídica. Así, si se parte de la premisa del concepto
de norma como el significado que se atribuye a una disposición luego
de su interpretación, se tendrá que el resultado de la actividad
legislativa son disposiciones y no normas.

Desde luego, es posible que un mismo texto normativo admita varios


sentidos (interpretaciones distintas), que dan lugar a una pluralidad de
enunciados normativos, situación que genera un nuevo problema para
el intérprete, que entonces debe hacer una elección que puede
resultar compleja, siendo importante tener en cuenta que el objeto de
la interpretación -el texto normativo- y su producto son cuestiones
distinguibles y distintas.

En efecto, la posibilidad de disociar la disposición que es materia de


control constitucional, de las normas o sentidos interpretativos que
pueden ser adscritos a ella es la que genera ese nuevo problema para
el intérprete (al que nos hemos referido en el párrafo anterior), quien
enfrentado a una pluralidad de normas debe contar con criterios que
le permitan escoger entre ellas y, sobre todo, que le ayuden a
justificar su elección descartando la arbitrariedad, ya que el proceso
interpretativo debe ser racional y, por lo tanto, objeto de control.

Estas nociones también han sido reconocidas en diversas resoluciones


y sentencias de nuestro Tribunal Constitucional para fundamentar la
posibilidad de dictar sentencias interpretativas, en las que se
mantenga la validez de la disposición legal impugnada cuando alguno
de sus sentidos interpretativos resulte compatible con la Constitución,
descartando aquellos que no lo son.

Esta distinción ente las nociones de disposición y norma no solo ha


sido teóricamente explicada, sino que también lo ha sido a nivel
jurisprudencial; así, por ejemplo, en la Sentencia emitida por nuestro

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Tribunal Constitucional en el Expediente N° 0004-2006-AI/TC (sobre
inconstitucionalidad, seguido por la Fiscal de la Nación Adelaida
Bolívar contra algunas disposiciones de la Ley 28665, de Organización,
Funciones y Competencia de la Jurisdicción Especializada en Materia
Penal Militar Policial), sobre los conceptos de disposición y norma -y
su distinción- los encontramos desde el Fundamento Jurídico 50 al 53
del modo siguiente:

Dice así el Tribunal Constitucional en esa parte de la sentencia:

El inciso 1 del artículo 9 de la Ley 28665 y la necesidad de


expedir una sentencia interpretativa

F.J. 50. Previamente, este Colegiado debe precisar que en todo


precepto legal se debe distinguir entre los términos
“disposición” y “norma”, entendiendo por el primero aquel
texto, enunciado lingüístico o conjunto de palabras que integran
el precepto, y, por el segundo el sentido interpretativo que se
pueden deducir de la disposición o de parte de ella.

F.J. 51. Esta distinción no implica que ambos puedan tener una
existencia independiente, pues se encuentran en una relación
de mutua dependencia, no pudiendo existir una norma que no
encuentre su fundamento en una disposición, ni una disposición
que, por lo menos, no albergue una norma.

F.J. 52. Esta posibilidad de que el Tribunal Constitucional


distinga entre “disposición” y “norma” cuando se trata del
proceso de inconstitucionalidad es el presupuesto básico de las
denominadas sentencias interpretativas, cuyo fundamento, tal
como lo ha precisado el Tribunal Constitucional en el
Expediente 0010-2002-AI/TC, radica en el principio de

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conservación de la ley y en la exigencia de una interpretación
conforme a la Constitución, a fin de no vulnerar el principio
básico de supremacía constitucional.

F.J. 53. Las sentencias interpretativas recaen normalmente


sobre disposiciones de las que se pueden extraer varios
sentidos interpretativos, por lo que corresponde al Tribunal
Constitucional analizar la constitucionalidad de todas aquellas
normas que se desprenden de la disposición cuestionada con la
finalidad de verificar cuáles se adecuan a la Constitución y
cuáles deben ser expulsadas del ordenamiento jurídico (las
negritas en los fundamentos son añadidas).

Aquí es preciso dejar constancia que cuando el TC procede a


interpretar una disposición, genera, necesariamente, el enunciado
interpretativo al que hemos llamado norma, que al igual que cualquier
enunciado, es susceptible de una nueva interpretación; sin embargo,
ese enunciado interpretativo, generado a partir de la interpretación
de la disposición cuya constitucionalidad se cuestiona, siempre estará
por encima de las leyes interpretativas y definiciones legislativas, pues
su formulación estará relacionada con un problema jurídico concreto
que deberá ser resuelto.

El autor anteriormente citado F. J. Ezquiaga Ganuzas en su libro “La


argumentación interpretativa en la justicia electoral mexicana”
(Capítulo V) advierte que, dado que la norma se obtiene
frecuentemente por la combinación de varias disposiciones, es decir,
por medio de su interpretación conjunta, siempre que se modifique
una de esas disposiciones se modificará la norma o normas
resultantes.

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A este efecto lo representa simbólicamente así (donde D es
disposición y N es la norma):

D1= N1 D2= N2 D1 + D2 = N3
De allí concluye que, si una de las disposiciones es derogada (por
ejemplo, D2), no solo resultará derogada la norma resultante N2, sino
también la norma representada como N3, y también el significado de
D1 se verá alterado por esa derogatoria. Si una de las disposiciones
(por ejemplo, D2) es sustituida por otra disposición D3, aparecerán los
siguientes cambios: aparecerá una nueva norma N4 expresada por D3
y vamos a suponer otra norma N5 fruto de la interpretación
combinada de D1 y D3, lo que simbólicamente se representa así:

D1 = N 1 D3 = N4 D1+-D3 = N5

A estas modificaciones y sus resultados el autor citado les llama, con


acierto, mutabilidad de significado de las disposiciones normativas.

5.- LAS CONDICIONES DE VALIDEZ DE LAS NORMAS JURÍDICAS Y


LA CLASIFICACIÓN DE LAS SENTENCIAS INTERPRETATIVAS.

5. 1 Las condiciones de validez de las normas.

Riccardo Guastini, al que ya hemos citado arriba, expresa una clara


definición de lo que debe entenderse por validez formal y por validez
material de la norma; dice que la primera se refiere a que una norma
N1 es válida porque fue producida conforme a una norma N2 superior
(es decir, se siguió el procedimiento prestablecido para dictarla); y la

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validez material consiste en que una norma N1 es válida en tanto una
norma N3 establece que la norma N2 es materialmente superior, y por
tanto su contenido no puede ser contradicho por N1.

A partir de estos conceptos podemos concluir, en primer lugar, que las


condiciones de validez pueden ser formales y materiales.
En segundo lugar, que las condiciones formales suponen los siguientes
presupuestos:

1. La norma debe haber sido creada por el órgano competente


(así, el Poder Legislativo crea las leyes, el Poder Ejecutivo los
decretos supremos y demás disposiciones administrativas, etc.).

2. El órgano competente debe haber observado el procedimiento


establecido para la creación de la norma.

3. La norma está vinculada a un ámbito material de regulación


(competencia de la norma en cuanto a su aplicación).

Las condiciones materiales de la norma (disposición) tienen que ver


con su acomodación al orden jurídico jerárquico que reconoce a la
Constitución como pilar fundante del Estado; para llegar a conocer si
una norma jurídica (entendida como disposición) es contradictoria con
lo establecido a una norma superior, hay que hacer la interpretación
de las dos. Cuando la norma inferior no respeta a la superior, se dice
que esa norma es inválida por tener un vicio sustantivo o de
contenido.

5.2 La clasificación de las sentencias interpretativas.

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5.2.1 La interpretación por el legislador.

Al lado de la interpretación de la norma concernida que hacen las


sentencias interpretativas dictadas por el Tribunal Constitucional en
casos de demandadas de inconstitucionalidad, también existe la
interpretación a cargo de la autoridad normativa; así aparecen las
leyes interpretativas y/o las definiciones legislativas, denominaciones
que varían según cada país.

En un interesante y muy versado artículo publicado en la Revista


Ciencia y Cultura, bajo el título “La distinción entre disposición y
norma: hacia una comprensión de las sentencias interpretativas y el
objeto del control de constitucionalidad”, su autor, COCARICO LUCAS,
Edwin Santiago hace este comentario:

Cuando la autoridad normativa (añadimos: Poder Legislativo, con


relación las leyes que dicha, Poder Ejecutivo con respecto a los
decretos supremos y demás disposiciones administrativas) toma su
cargo la tarea de establecer el significado que los jueces deberán
otorgar con carácter obligado a una disposición, se suele recurrir a dos
técnicas: las "leyes interpretativas" y las "definiciones legislativas".

Sin embargo, más allá de las críticas formuladas en relación a la


primera de las técnicas, se presenta un problema de fondo: las normas
interpretativas serán necesariamente expresadas por medio de
disposiciones que forman parte de una categoría concreta del
Derecho. Con esto queda truncada la voluntad de la autoridad
normativa de establecer una norma para evitar que lo haga el órgano
jurisdiccional, debido a que lo único que está haciendo en este caso es
recrear una disposición susceptible de ser sujeta a interpretaciones

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por parte de los destinatarios: los órganos jurisdiccionales, entre
otros.

5.2.2 Las clases de sentencias interpretativas.

El constitucionalista español Javier Díaz Revorio, en un ensayo titulado


“Interpretación constitucional de la ley y sentencias interpretativas”
hace este comentario sobre las sentencias interpretativas que
pasamos a transcribir casi literalmente por ser, además de acertado,
bastante didáctico para ayudarnos a comprender el significado de las
varias clases de sentencias interpretativas; dice así:

“Comenzando por el criterio formal, cabría distinguir:

1) Sentencias desestimatorias, que pueden ser:

a) Sentencias de desestimación pura o simple, cuyo fallo


se limita a desestimar el recurso o cuestión interpuestos,
aunque a veces puede señalar expresamente la
constitucionalidad de la ley (…);

b) Sentencias interpretativas de desestimación, cuyo


fallo declara la constitucionalidad del precepto «si se
interpreta» o «interpretado» en el sentido que el propio
Tribunal señala, normalmente por remisión al
fundamento jurídico correspondiente de la sentencia; c)
Otros tipos de sentencias desestimatorias.

2) Sentencias estimatorias, dentro de las cuales cabe, a su vez,


distinguir entre:

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a) Sentencias de estimación total, que son aquellas que,
estimando el recurso, declaran la inconstitucionalidad y
nulidad del precepto o preceptos impugnados.

b) Sentencias de estimación parcial, que comprenden


también varios tipos:

i) Sentencias de estimación parcial respecto al texto de


la disposición impugnada, en las que se declara la
inconstitucionalidad de una o varias palabras, o de un
inciso textual del precepto impugnado.

ii) Sentencias de estimación parcial respecto a la norma,


que declaran la inconstitucionalidad parcial del precepto
legal cuestionado, pero dicha inconstitucionalidad no se
refleja en una parte, palabra o inciso concreto de su
texto, sino que afecta en realidad a parte del contenido
normativo derivado del mismo. Todas ellas pueden
calificarse como sentencias interpretativas de estimación,
aunque una vez más hay que hacer una nueva distinción:

(1) Sentencias interpretativas de estimación en sentido


estricto, que señalan la inconstitucionalidad de una entre
las varias interpretaciones que alternativamente pueden
derivar del precepto cuestionado. Este tipo de sentencias
adopta un fallo en el que se señala que el precepto
impugnado «es inconstitucional, si se interpreta ...» o
«interpretado ...» en un sentido determinado, que el
Tribunal puede señalar en el mismo fallo, o por remisión
a los fundamentos. Si bien estas decisiones han sido en
nuestro sistema mucho menos frecuentes que las

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sentencias interpretativas de desestimación (y también
mucho menos frecuentes que en otros sistemas, como el
italiano), sí pueden encontrarse algunos ejemplos.

(2) Sentencias interpretativas de estimación que


declaran la inconstitucionalidad de una norma o parte
del contenido normativo derivado conjuntamente del
texto impugnado. Siguiendo una denominación bastante
empleada por la doctrina, especialmente en Italia,
podemos denominar a estas decisiones «sentencias
manipulativas». Pero incluso este grupo comprendería
tres tipos de decisiones:

(a) Sentencias reductoras, que son las que señalan que el


precepto es inconstitucional «en la parte en que …» o
«en cuanto ...» prevé o incluye «algo» contrario a la
Norma Fundamental. En este caso, la inconstitucionalidad
no afecta al texto, pero sí al contenido normativo, que
puede considerarse inconstitucional «por exceso».

(b) Sentencias aditivas, que indican que un artículo es


inconstitucional «en cuanto no prevé...», o «no
incluye...», o «excluye ...» algo que debería incluir para
ser completamente conforme a la Constitución. Se trata
en este caso se una inconstitucionalidad «por defecto»,
pero que tampoco implica la inconstitucionalidad de
inciso alguno del texto.'

(c) Sentencias sustitutivas, cuyo fallo afirma que el


precepto es inconstitucional «en cuanto prevé ...» o
señala «algo», en lugar de otra cosa que debería prever
para ser constitucional.

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c) Otros tipos de sentencias estimatorias.

Añade el autor que la clasificación expuesta se basa en un criterio


formal, que tiene en cuenta exclusivamente el modo en que el fallo se
pronuncia sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad del
precepto legal impugnado.

Con respecto a las “sentencias manipulativas”, así llamadas por la


doctrina y la jurisprudencia italiana, a las que acabamos de referirnos,
la redacción del portal jurídico LP. Pasión por el Derecho, en un
artículo sobre el tema publicado en su portal, dice que son sentencias
recaídas en los procedimientos de inconstitucionalidad que
pertenecen a la categoría de las llamadas “sentencias intermedias”, ya
que no son totalmente estimatorias ni totalmente desestimatorias,
pero tienen en común el producir un efecto de modificación,
reducción o ampliación del contenido normativo de un precepto, sin
alterar en absoluto el texto de la disposición.

Añaden que se diferencian de las sentencias interpretativas


consideradas en sentido estricto, en que estas operan con
interpretaciones alternativas, mientras que las manipulativas afectan
a parte de un contenido normativo derivado conjuntamente de la
disposición. Esta definición se corresponde con las sentencias
manipulativas formalmente estimatorias (que serían la mayoría), pero
puede haber también sentencias materialmente manipulativas que
adopten la forma de una sentencia interpretativa desestimatoria.

Si bien es cierto que estas sentencias producen una cierta


modificación o alteración del contenido normativo (…), lo que hay que
analizar es si dicha alteración se realiza mediante una manipulación,

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adición o sustitución contraria a las funciones que corresponden al
Tribunal, o bien permanece dentro de la lógica de la anulación propia
de dichas funciones (en referencia al legislador negativo).

Y esta es una cuestión fundamental para resolver el problema más


acuciante al que han de enfrentarse estas decisiones, que es el de su
legitimidad constitucional. Esta legitimidad puede cuestionarse desde
dos puntos de vista: en primer lugar, desde la consideración de la
función “positiva” o creadora aparentemente realizada por estas
sentencias, en contraste con la función negativa que corresponde al
Tribunal, e invadiendo por tanto las competencias del legislativo; en
segundo lugar, desde la relación que debe existir entre la jurisdicción
constitucional y la función interpretativa de los jueces ordinarios.
En este sentido y con referencia a sus efectos, serán los que el
ordenamiento de que se trate otorgue a las sentencias estimatorias, y
por tanto habitualmente tendrán efectos erga omnes en lo que atañe
a la declaración de inconstitucionalidad de parte del contenido
normativo.

En cuanto al posible contenido normativo positivo, el mismo solo será


legítimo si deriva automáticamente de la norma una vez suprimido su
contenido inconstitucional.

6.- CONCLUSIONES.

6.1 El control de la constitucionalidad parte de la premisa que la


Constitución Política del Estado es el vértice de la estructura de su
sistema jurídico, a partir del cual se desarrollan las disposiciones de
menor jerarquía que la ley fundante, lo que gráficamente se
representa, tal como lo hacía Kelsen, como una pirámide invertida.

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6.2 El control de la constitucionalidad actualmente se produce de dos
formas: a) el control concentrado a cargo del Tribunal Constitucional,
y b) el control difuso a cargo del Poder Judicial y, ahora también, de
los entes de la Administración Pública en lo que toca a lo que es su
materia normativa.

En el primer caso, la sentencia que declara la inconstitucionalidad


tiene carácter general (erga omnes), y en el segundo caso la sentencia
se limita a inaplicar la disposición que infringe la normativa
constitucional, pero no puede declarar la inconstitucionalidad de la
disposición.

6.3 El paradigma de legislador negativo, propio de los Tribunales


Constitucionales europeos del siglo pasado, fue paulatinamente
dejado de lado para dar paso a las sentencias interpretativas,
mediante las cuales se pueden modificar las disposiciones del sistema
jurídico de un Estado.

Es obvio, pero vale la pena reiterarlo, que solo el Tribunal


Constitucional puede dictar sentencias interpretativas respecto de
disposiciones legales; los jueces están impedidos de hacerlo en tanto
no pueden modificar en modo alguna el sistema jurídico al que se
adscriben.

6.4 La distinción entre disposición y norma es fundamental para


sustentar el dictado de sentencias interpretativas por el Tribunal
Constitucional. La norma siempre es el resultado de la interpretación
de las disposiciones hecha conjunta o separadamente, según
corresponda a los efectos de la sentencia.

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6.5 La validez formal una disposición depende del hecho de haberse
seguido el procedimiento prestablecido para su elaboración, mientras
que la validez material depende de que su contenido se adecúe a la
normatividad constitucional (el respeto a los derechos fundamentales
juega un rol importantísimo en la calificación de la validez material de
esta).

6.6 La clasificación de las sentencias interpretativas es más de orden


didáctico que otra cosa; sin embargo, dado que algunas de estas
sentencias producen una cierta modificación o alteración del
contenido normativo, es preciso analizar si dicha alteración se realiza
mediante una manipulación, adición o sustitución contraria a las
funciones que corresponden al Tribunal, o bien permanece dentro de
la lógica de la anulación propia de dichas funciones.

6.7 No existe por encima del propio Tribunal Constitucional ningún


otro control de la legalidad de las sentencias interpretativas,
particularmente manipulativas, que reducen, adicionan o sustituyen
disposiciones legales.

En todo caso, sería el Congreso el encargado de pedirle cuentas al


Tribunal Constitucional, ya que el nombramiento de sus jueces mana
de este Poder del Estado.

Nueva York, mayo de 2022.

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