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LOS TÍTULOS-VALORES

PRIMERA PARTE

(Definición, características esenciales, formas de transmisión y


proceso de ejecución de los mismos)

Jorge María Luzuriaga Chiappe


Abogado

BREVIS ESSE LABORO,


OBSCURUS FIO

RESUMEN

Esta primera parte de este artículo sobre Títulos - Valores está


enfocada en una definición de los mismos y en el análisis somero de

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sus características esenciales, así como también se analiza su forma
de transmisión en función a sus características de circulación, la
legitimidad del tenedor para ejercitar las acciones cambiarias que se
derivan de los mismos, así como éstas, y su característica de ser un
título de ejecución extrajudicial; también se analizan las defensas
que puede hacer valer en juicio el deudor cuando se le demanda en
la vía del Proceso Único de Ejecución (llamadas “causales de
contradicción” en el Código Procesal Civil), frente a las defensas
particulares que contempla la Ley de Títulos Valores N° 27287.

PALABRAS CLAVE

Títulos-valores; endoso; acción cambiaria directa y de regreso:


acción causal; acción de enriquecimiento sin causa; proceso único
de ejecución; defensas del demandado propias del proceso único de
ejecución; defensas de los obligados al pago de los títulos-valores
propias de estos.

ABSTRACT

This first part of this article on Negotiable Instruments is focused on


a definition of them and on the brief analysis of their essential
characteristics, as well as their form of transmission based on their
characteristics of circulation, the legitimacy of the holder to exercise
the exchange actions derived from them, as well as these, and its
characteristic of being an extrajudicial execution title; The defenses
that the debtor can assert in court when they are sued in the Single

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Execution Process (called "grounds for contradiction" in the Civil
Procedure Code) are also analyzed, compared to the particular
defenses contemplated in the Negotiable Instruments Law N°
27287.

KEYWORDS

Negotiable instruments; endorsement; direct and return exchange


action; causal action; action of enrichment without cause; single
execution process; defenses (known as “grounds of contradiction”)
the defendant defenses typical of the single execution process;
defenses of those obliged to pay the negotiable instruments which
arises from them.

1.- UNA DEFINICIÓN DE LOS TÍTULOS VALORES A PARTIR DE LA


LEY Y DE LA DOCTRINA.

1.1. Comúnmente se atribuye el origen de los títulos valores a la


actividad de los comerciantes de la Baja Edad Media, donde los
estudiosos de esta suerte de arqueología jurídica consideran que
apareció la Letra de Cambio como un contrato trayecticio ya que
inicialmente su característica más notable era que se giraba en una
plaza para ser aceptada en otra y pagada en una tercera plaza, lo
que facilitaba el comercio de mercancías y monedas entre las

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distintas plazas; sin embargo, aquí no nos proponemos estudiar sus
orígenes sino lo que en la actualidad se entiende como títulos-
valores así como sus características principales y su funcionamiento,
pero no de determinados títulos sino de la generalidad de los
mismos, pues en una segunda parte veremos cada uno de ellos en
particular.

1.2. En nuestro país la actual Ley de Títulos Valores es la Ley N°


27.287 (en adelante simplemente la Ley actual o la Ley o Ley) y está
vigente desde el mes de octubre del año 2000; reemplazó a la
anterior Ley de la materia, la Ley N° 16.587 (en adelante Ley
anterior), que estuvo vigente desde el mes de mayo del año 1968
hasta la entrada en vigencia de la Ley actual, (lo que ocurrió en el
mes de octubre del año 2000, como ya hemos precisado).

Aquí viene al caso una atingencia gramatical que es conveniente


hacer: la palabra “títulos valores” no está en el DRAE (Diccionario de
la Real Academia de la Lengua Española); la palabra que sí lo está es
“título valor”, así, en singular. Pero como la palabra compuesta, y
mal pluralizada, está consagrada y es de uso común en las leyes de
nuestro país y de otros países de habla hispana (México, por
ejemplo, al que se le atribuye la idea de pluralizar el sustantivo
“valor” y tornarlo en “valores”, lo que es gramaticalmente
incorrecto, aunque hay que reconocer que México tiene el mérito
de haber sido uno de los primeros -sino el primero- en haber
sistematizado todo lo relativo a estos títulos en la llamada LEY
GENERAL DE TÍTULOS Y OPERACIONES DE CRÉDITO del 27 de agosto
del año 1932), la seguiremos usando para fines prácticos.

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Lo casi correcto (aunque tampoco esté reconocido en el DRAE) sería
la utilización del vocablo compuesto “Títulos-valor”, tal como se
emplea en el caso de las “Cartas-fianza” (para significar una
generalidad o pluralidad de ellas), donde solo se modifica el número
en el primer sustantivo (que pasa de singular a plural),
permaneciendo en singular el sustantivo “valor”. Pero esta
disquisición, puramente gramatical, no tiene verdadera relevancia
para la definición que nos proponemos alcanzar a partir de la Ley
actual y de la que la precedió, así que la dejaremos de lado para
ocuparnos de lo que es importante para este trabajo.

En su Artículo 1° la Ley actual (N° 27.287) define a los títulos-valores


(a los que en adelante nos referiremos indistintamente como título,
títulos-valores, título-valor o por su abreviatura T/V) de la siguiente
forma:

1.1 Los valores materializados que representen o incorporen


derechos patrimoniales, tendrán la calidad y los efectos de
Título Valor, cuando estén destinados a la circulación,
siempre que reúnan los requisitos formales esenciales
que, por imperio de la ley, les corresponda según su
naturaleza. Las cláusulas que restrinjan o limiten su
circulación o el hecho de no haber circulado, no afectan su
calidad de título valor.

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1.2 Si le faltare alguno de los requisitos formales esenciales
que le corresponda, el documento no tendrá carácter de
título valor, quedando a salvo los efectos del acto jurídico
a los que hubiere dado origen su emisión o transferencia
(en referencia esto último a la acción causal, añadimos).

Hay que destacar en dicha definición el empleo del verbo transitivo


en forma plural “materializados”, por contraposición a los valores
representados por anotaciones en cuenta de los que igualmente se
ocupa la Ley (que son llamados “valores desmaterializados” en
razón de no constar en soporte papel sino en soporte magnético).
Sin embargo, que esto no llame a engaño, pues ambos son
documentos (tanto los materiales -soporte papel- como los
inmateriales -soporte magnético o electrónico-) y ambos son
considerados títulos valores, aunque la definición de la ley haga
hincapié solo en el vocablo “materializados”.

Al respecto, el artículo 234 del Código Procesal Civil -Clases de


documentos- enuncia los siguientes:

“Son documentos los escritos públicos o privados, los


impresos, fotocopias, facsímil fax, planos cuadros, dibujos,
fotografías radiografías, cintas cinematográficas,
microformas tanto en la modalidad de microfilm como en la
modalidad de soportes informáticos, y otras reproducciones
de audio o video, la telemática en general y demás objetos

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que recojan, contengan o representen algún hecho o una
actividad humana o su resultado”.

De esta enunciación meramente enunciativa (por oposición a la


enunciación taxativa que, como es sabido, limita a números de
clausura los enunciados) de lo que la ley procesal entiende por
“documentos”, resulta claro que los títulos valores representados
por anotación en cuenta -soporte magnético o electrónico- son
considerados “documentos” al igual que los representados en
soporte papel, que todavía conserva, aunque menguada, la
importancia que tenía en la anterior Ley de Títulos-valores N° 16587
que estuvo vigente desde el 31 de mayo del año 1968, como
señalamos al comienzo de este trabajo.

Aquí una digresión necesaria con relación a los llamados valores


desmaterializados o con anotación en cuenta: hay que aclarar que,
respecto de ellos hay instituciones especializadas que, en nuestro
país, son conocidas bajo el nombre genérico de Instituciones de
Compensación y Liquidación de Valores (ICLV), reguladas por una
ley especial, la más conocida de las cuales es, en nuestro país,
CAVALI (Cavali S.A. I.C.L.V.), que es la que actualmente se encarga
de la gran mayoría de las operaciones de registro, compensación y
liquidación de valores inmateriales.

Retomando el discurso, la Ley anterior los definía, también en el


Artículo 1°, de la siguiente manera:

Art. 1°

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El documento que represente o contenga derechos
patrimoniales tendrá la calidad y efectos del título-valor solo
cuando esté destinado a la circulación y reúna los requisitos
formales esenciales que, por imperio de la ley, le
correspondan según su naturaleza.

Si faltare alguno de dichos requisitos, el título-valor perderá


su carácter de tal, quedando a salvo los efectos del acto
jurídico que hubiera dado origen a su emisión o transferencia

Hay que dejar en claro que la Ley anterior solo regulaba cuatro (4)
títulos valores: la letra de cambio, el pagaré, el vale a la orden
(este no está considerado en la nueva Ley porque desde ante de la
promulgación de la Ley anterior ya había caído en desuso)) y el
cheque, conforme lo delimitaba en su artículo 208°, en tanto que la
Ley actual regula todos los títulos a que ella se refiere, tal como
veremos en su momento, pero desde ya adelantamos que son
bastante más numerosos y más variados, e incluso existen ahora
algunos de los anteriores pero que han sido modificados en algunas
de sus características (como en el caso del cheque, por ejemplo, que
ha sufrido modificaciones en algunas de sus nuevas clases, muchas
de las cuales llegan hasta el extremo de convertirlos en títulos de
crédito o en títulos no pagaderos a la vista, lo que, obviamente, los
desnaturaliza por completo, ya que el cheque es, por definición un
mandato u orden de pago a la vista, aunque Jorge Eugenio
Castañeda comentaba siempre al respecto lo siguiente: “No
obstante que el cheque es una orden de pago, en el fondo no es más

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que una promesa de pago; jamás es pago con los efectos extintivos y
liberatorios que todo pago tiene para el deudor. El cheque se
entrega normalmente pro solvendo y no pro soluto. Para los
alemanes existe una locución: ´Cheque no es pago¨-Anweisung
Keine Zahlung”-, aunque más propiamente se puede traducir como
mandato o instrucción (de pago, se entiende) no es pago) y también
títulos nuevos creados por esta Ley, como ocurre en el caso del
Título de Crédito Hipotecario Negociable, novedoso título que no
existía como tal en nuestro sistema de derecho cambiario y que crea
una hipoteca unilateralmente constituida por el propietario sin la
presencia en su origen del carácter de accesoriedad propio de toda
garantía real o personal (aquí un excurso por conexidad con el
tema: el aval, siendo una garantía personal muy parecida a la fianza
solidaria y siendo también accesorio de una obligación a la que
garantiza, se rige por reglas distintas, pues puede subsistir aun
cuando la obligación principal sea nula, es decir que, a diferencia de
la fianza, no depende su suerte de la obligación a la que garantiza,
tal como veremos con más amplitud casi al final de este trabajo).

Fuera de lo anterior, y como resulta fácil de advertir, en ambas


definiciones legales se pone el acento en que el título debe estar
destinado a la circulación; sobre este aspecto volveremos cuando
nos ocupemos de esta característica fundamental de los títulos
valores (también llamada “Principio de Circulación”) de manera
particular.

1.3. Al margen de las definiciones legales nacionales, fue Cesare


Vivante, jurista italiano de los siglos XIX y XX, quien dio una de las

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mejores definiciones (al menos la más sintética, aunque no la más
precisa) de lo que debería entenderse por títulos valores, a los que
conceptuó del siguiente modo:
El título-valor, dijo, es "el documento necesario para ejercer
el derecho literal y autónomo en él mencionado"

La definición de Vivante (que data de fines del siglo XIX), sin


embargo, no dice nada con relación a la circulación como
característica esencial del título-valor por lo que no puede
considerarse perfecta, pero pone el acento en la indisoluble
vinculación existente entre el derecho y el documento y, con
acierto dice Giussepe Gualtieri (jurista, también italiano, pero del
siglo pasado), se vincula con el concepto de incorporación,
formulado primero por el jurista alemán Friedrich Karl von Savigny y
el de la inmanencia, enunciado por el jurista, también alemán,
Johannes Emil Kuntze en el siglo XIX (lo inmanente entendido como
lo inherente al ser, es decir, como consubstancial al mismo, como
inescindible), que se identifica con el concepto de Wertpapier
–“título valor”- de la escuela alemana, en que el título es el derecho
y viceversa (lo que conduce a concluir, como veremos, que no hay
derecho sin título).

El Código suizo de las Obligaciones recepta esta tesitura cuando al


referirse a ellos expresa que son aquellos documentos a los cuales
se incorpora un derecho, de tal manera que sea imposible darle
valor a éste, o transferirlo, independientemente del título (así lo
expresa el artículo 965 de dicho Código).

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Lo cierto es que, transfundido el derecho al documento la suerte
del primero queda unida inseparablemente a la del segundo, de
manera tal que el derecho no se puede exigir ni transmitir sin el
documento que lo expresa y sigue las vicisitudes de éste (por eso,
según veremos más adelante, existe todo un procedimiento
diseñado especialmente para obtener un nuevo título en caso de
robo, pérdida, o destrucción total o parcial del documento o título
original, porque sin contar con el título no hay derecho disponible,
que este se ha incorporado al mismo de tal manera que no existe
fuera del documento en que se materializa; obviamente, esto no es
aplicable a los valores desmaterializados, que constan como
anotaciones en cuenta en sistemas magnéticos o electrónicos).

Como decía el maestro Jorge Eugenio Castañeda, autor


preponderante de la Ley anterior N° 16587 “Si el título valor
desparece, puede desaparecer el derecho en él contenido. La
obligación que está expresada en otros instrumentos, puede ser
probada por otros medios si dichos instrumentos se destruyen (salvo,
añadimos como comentario, que se tratase de una forma requerida
ad solemnitatem causa). Estos son los instrumentos probatorios.
Empero el título-valor es algo más que probatorio. Es el derecho
mismo. Por eso se dice que el título-valor es constitutivo y
dispositivo”. (el resaltado es nuestro).

Con esto resumía magistralmente Castañeda lo que se conoce como


el “principio de incorporación”, del que vamos a ocuparnos más
abajo en el numeral 2.3 de este artículo, poniendo en evidencia la
indisoluble vinculación del derecho plasmado en el título con el

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título mismo, de tal manera que no puede existir el uno sin el otro y
viceversa.

2.- LAS CARACTERÍSTICAS (PRINCIPIOS) ESENCIALES DE LOS


TÍTULOS VALORES.

2.1 LA CIRCULACIÓN.

Según las definiciones que hemos visto, tanto legales como


doctrinarias, y considerando el fenómeno económico de la
circulación como denominador común de estos títulos, podemos
afirmar que el título valor es un título destinado a la circulación, es
decir, a pasar de una mano a otra facilitando de esa manera las
transacciones financieras que cumplen un rol preponderante en el
desarrollo de la economía; esto tiene mucho que ver con su origen
como contrato trayecticio (del latín traiectus) originado a comienzos
de la Baja Edad Media (véase lo mismo en supra 1.1.), en que la
Letra de Cambio se giraba en una plaza para ser aceptada en otra y
muchas veces pagada en una tercera (aunque no necesariamente),
lo que facilitaba el comercio de mercancías y monedas entre
distintas plazas; esto fue cambiando con el tiempo y en la actualidad
en muchas plazas las letras (como ocurre en nuestro país) se giran a
la orden del propio girador, con lo cual se pierde la idea original de
contrato trayecticio que implicaba que la letra debía ser aceptada
por un comerciante de una plaza distinta a la del girador.

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“En un principio el sistema era bastante complicado, ya que
comprendía, en primer término, un acto notarial donde el cambista
(campsor), en razón de haber recibido una determinada cantidad de
monedas, confesaba tal recepción y se obligaba al mismo tiempo a
hacer pagar por un representante suyo en la fecha, en el lugar (debía
tratarse de fecha y lugar más o menos distante) y a la persona indicada
por el propio cliente, una cantidad igual de moneda de especia diversa
o igual a la recibida”. (Gualtieri y Winizki; Títulos Circulatorios, Eudeba,
Bs.As.,1962, pág. 23)

En Argentina y otros países de América, el pagaré a la orden hace


las veces de la letra de cambio en nuestro país, pues no es, como
ocurre aquí por una costumbre casi centenaria, un título valor de
uso casi exclusivo de los bancos comerciales; aquí sucede que los
demás particulares prácticamente no lo usan a pesar que cumple la
misma función que la letra de cambio girada a la orden del propio
girador y que aquí sí es usada con mucha frecuencia en sustitución
del pagaré a la orden, que resulta siendo el título valor más
apropiado cuando se prescinde de un tercer interviniente (de un
beneficiario distinto a la persona del girador) en su creación.

Sin embargo, el hecho que el título no entre efectivamente en


circulación, lo que sucede en muchos casos, no le quita su calidad de
tal porque lo importante es que tenga la capacidad de circular, no
que de hecho llegue a circular.

A modo de ejemplo de estos títulos que muchas veces no entran en


circulación podemos citar las acciones de sociedades anónimas o
comanditarias por acciones de pequeña envergadura, casi

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familiares, en las que las acciones permanecen muchas veces en
cartera del titular y se sustraen de la circulación por voluntad de los
accionistas que no desean transferirlas a terceros ajenos a la
sociedad o a los otros accionistas de la misma sociedad por las
razones que fueren.

En relación a esta función fundamental de los títulos valores,


Giussepe Gualtieri, eminente jurista italiano especializado en la
materia, con la colaboración del profesor argentino Ignacio Winizky,
escribió en la segunda mitad del siglo pasado (1962, editorial
EUDEBA, Buenos Aires, Argentina) un libro llamado “Títulos
Circulatorios”, al que ya hemos hecho referencia anteriormente, y
que como su título indica ponía el acento en la función circulatoria
del título-valor por encima de cualesquiera otras; y, lo que es más,
proponían ambos autores que, en función a esta característica para
ellos primordial, se les llamara así (Títulos Circulatorios), poniendo
de relieve, de esa manera, que su función circulatoria, es decir el
hecho de estar destinados a circular, era la que los definía.

En esta tesitura se enmarcan las definiciones de la Ley actual de


títulos-valores y también en la Ley anterior N° 16.587; sin embargo,
esta función que es tan importante para definir lo que se entiende
como título-valor, no resulta ser tan prevalente en la actualidad
pues, si de manera general todos los títulos-valores son susceptibles
de circular (a través de su transferencia hecha conforme a su ley de
circulación, la que depende de su naturaleza), no resulta ser esa su
función más importante tratándose de ciertos títulos que de hecho
no circulan luego de su creación (aunque, reiteramos, tiene la
capacidad de hacerlo).

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La circulación, sin embargo, cumple un rol preponderante en la
economía, en la medida que permite el desplazamiento de los
valores, sobre todo crediticios, en los mercados financieros locales y
de todo el mundo (con los consectarios financieros propios de todo
título de crédito que entra a circular en los mercados, que aunque
en la generalidad de los casos suelen beneficiar a la economía
pueden, también, producir efectos negativos cuando son mal
usados; al respecto recordamos la burbuja inmobiliaria del año 2008
en los Estos Unidos, producto no tanto de la circulación de valores
inmobiliarios sino más bien de los derivados financieros creados a
partir de los mismos que permitieron que se produjera esa situación
que, por falta de un adecuado control de la SEC - Securities and
Exchange Commission, se desbordó ese año con los efectos
catastróficos que todos conocemos).

2.2 LA INCORPORACIÓN.

2.2.1. A la par del principio de circulación, característica esencial del


título-valor, está la incorporación del derecho en el documento (el
llamado “Principio de Incorporación”), que consiste en que el
derecho expresado en el título está tan íntimamente vinculado al
documento que lo recoge y expresa que sin este último no es
posible hacer valer el derecho plasmado en el mismo: la existencia
misma del derecho depende necesariamente de la existencia del
documento donde se plasma el derecho, de modo que a falta de

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este último no hay derecho (lo que en italiano se expresa como que
“non c'è diritto senza documento” o en francés “il n'y a pas de droit
sans document»); ese fenómeno es lo que se llama “cosificación”
del derecho (término que emplean con frecuencia Gualtieri y
Winizky en su libro Títulos Circulatorios; esto también es cierto en el
caso de los valores inmateriales, aunque pueda parecer paradójico,
pues si bien estos carecen del soporte papel en su lugar están
respaldados por un soporte magnético y no existen derechos sino en
función al mismo, tal cual ocurre con los otros). Como dijimos en un
párrafo anterior, el derecho está transfundido en el documento
(entendido en un sentido amplio) de tal modo que ambos
constituyen una entidad inseparable, es decir, son una sola y misma
cosa, de modo tal que sin lo uno no hay lo otro.

Desde luego, estamos hablando de la incorporación de derechos


patrimoniales, lo que no excluye otros derechos que, si bien pueden
reflejar un contenido patrimonial, no son puramente patrimoniales
(como es el caso de las acciones emitidas por las sociedades
anónimas y en comanditarias por acciones y otros títulos que
confieren derechos extrapatrimoniales o mixtos, como es el derecho
al voto, por ejemplo, o el derecho de ser preferidos en la adquisición
de nuevas emisiones de acciones de capital, etc.).

Mientras en los títulos ordinarios el documento es muchas veces


accesorio del derecho (salvo los casos en que la ley exige el
documento bajo sanción de nulidad -ad solemnitatem causa-, lo que
en ningún caso puede equipararse al efecto de “cosificación” del
derecho que ocurre en el caso de los títulos valores), el titular del
derecho tiene también derecho de obtener el título, lo que no

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ocurre en los títulos-valores en los que el derecho resulta accesorio
al título; así, es titular del derecho quien posee (legitimado
activamente) el título, no existiendo el derecho sin el título ni aquél
sin éste.

Por lo demás, es efecto necesario, que deriva del principio de


incorporación, el que la adquisición del derecho incorporado tiene
lugar con la adquisición del título en que consta este, adquisición
(que varía según se trate de un título valor al portador, a la orden o
nominativo, lo que se conoce con el nombre genérico de “ley de
circulación”), pero en todos los casos es necesaria la entrega al
nuevo tenedor del título mismo, sin cuya tenencia o posesión no
puede hacer valer el derecho adquirido del anterior titular.

Como veremos seguidamente, el “principio de incorporación” tiene


un efecto importante tratándose de gravámenes o afectaciones que
se quieran constituir sobre los títulos valores.

2.2.2. En efecto, como consecuencia de dicho principio, las medidas


cautelares y demás gravámenes y cargas deban anotarse en el
mismo título para producir los efectos propios de cada una de
ellas. De no ser así no tienen efecto alguno.

Por ello el artículo 13° de la Ley establece que las medidas


cautelares, la prenda, el fideicomiso y cualquier afectación sobre los
derechos o los bienes representados por el título valor, no surten
efecto si no se anotan en el mismo título; o, según su naturaleza, en
la matrícula o registro del respectivo valor (en la matrícula en el caso

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de acciones, por ejemplo, y en los títulos valores desmaterializados
en el registro correspondiente).

La segunda parte del artículo es doctrinariamente discutible, en la


medida que parece significar (y, en efecto, no puede significar sino
eso) que la anotación en la matrícula basta por sí sola para
exonerar de la obligación de anotación de las medidas cautelares,
prenda y otros gravámenes en el título mismo, como ocurriría con el
Certificado representativo de acciones, por ejemplo, en el caso que
se tratara de sociedades que emiten acciones, pero esto es
altamente cuestionable porque la matricula es un simple registro
privado con fines de publicidad al interior de la sociedad, la que
como ente tiene necesidad de saber cómo está conformado el
accionariado de la misma para fines societarios y, como tal, sirve
para hacer constar la emisión y transferencia de las acciones, pero
no es el título valor en sí, de manera que en nuestro concepto
subsiste la exigencia que la medida se anote también en el
Certificado de acciones que sí es el título valor (el bien mueble al
que se ha incorporado el derecho, que por tal motivo debe ser
afectado directamente).

Desde luego, esto es mucho más fácil de hacer en la práctica cuando


se trata de valores desmaterializados, pues basta la inscripción en el
registro donde está inscrito el título valor, caso en el que el
gravamen afecta necesariamente al título registrado, mientras que
para embargar acciones habría necesidad de entrar en posesión
temporal de las mismas para dejar anotado el gravamen en el
Certificado, lo que es sumamente difícil de conseguir, pero esta
misma dificultad se presenta en los casos de letras y pagarés, por

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ejemplo, de manera que este argumento, por sí solo, no basta para
descartar esa necesidad de anotar el gravamen en el propio título.

El argumento más congruente para defender, desde la doctrina y de


lege ferenda, la tesis que la anotación en la matrícula no basta, es el
siguiente: si para afectar una Letra de Cambio, por ejemplo, se
requiere hacer constar la afectación en el mismo título (ya lo
veremos más ampliamente cuando tratemos sobre el endoso en
garantía) ¿por qué esto no es así tratándose, por ejemplo, de los
certificados de acciones, que son los títulos valores (la cosa mueble
propiamente dicha) y no el libro donde estas están matriculadas?
Ambos son bienes muebles y por eso la exigencia de anotar en el
mismo título el gravamen, porque para afectar un bien mueble es
necesario alguna clase de toma de posesión del mismo, aunque esta
sea de carácter temporal o por medio de un tercero o
representante, tal como ocurre cuando se pretende imponer un
gravamen sobre una letra de cambio o un pagaré u otros títulos
semejantes. La refutación a este argumento podría consistir en
alegar que estos últimos títulos no constan en una matrícula, por lo
que sería imposible gravarlos de otra manera que no fuera
anotando el gravamen en el mismo título.

El artículo 12° de la Ley anterior de títulos-valores establecía que el


embargo, la prenda y cualquier afectación carecían de eficacia sino
se hacían sobre el mismo título valor; desde luego hay que tener
presente dos circunstancias importantes para juzgar dicha
disposición en los actuales momentos: es difícil y engañoso
pretender extrapolar esa disposición a las circunstancias presentes,
ya que, en primer lugar, la anterior ley solo se ocupaba de cuatro

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títulos-valores como hemos dicho arriba (según lo prescribía el
artículo 208°de la misma), y en segundo término porque en esa
época (año 1968) no existían los valores desmaterializados (aunque
sí el Libro de Matrícula de Acciones en las sociedades anónima y en
las en comandita por acciones, pero dicha ley no se ocupaba de las
mismas por lo limitado de su amplitud, que solo concernía los cuatro
títulos valores ya enunciados), de manera tal que no existía sino esa
única formalidad para imponer un gravamen sobre los títulos.

Aquí vamos a hacer un excurso que puede ayudar a ilustrar este


tema de la necesidad de hacer constar la constitución de los
gravámenes sobre el título valor mismo con mayor claridad; en
efecto, cuando estudiemos los títulos valores en particular, lo que
será materia de otro artículo que constituirá la segunda parte de
este estudio, vamos a ver uno creado por la nueva Ley de Título
Valores que se llama Título de Crédito Hipotecario Negociable
(TCHN), regulado en los artículos 240° al 245°, inclusive, de la Ley,
que en esencia consiste en un título que emite la SUNARP cuando el
propietario de un inmueble realengo (libre de gravámenes y cargas)
constituye sobre el mismo una primera hipoteca por acto unilateral
manifestado por escritura pública, hipoteca que no solo nace como
una obligación unilateral sino también como independiente de
cualquier obligación del constituyente (con lo que se deja de lado el
principio de accesoriedad de la hipoteca), y cuya finalidad es
incorporar en un título valor esa hipoteca (ese título es, de hecho,
un formulario ad hoc que emite SUNARP luego de constituida la
hipoteca) que servirá para que el constituyente pueda garantizar
cualquier obligación que contraiga mediante la entrega física del
Título de Crédito Hipotecario Negociable (TCHN).

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Este es un título que, de manera parecida al Warrant (que, como es
sabido, se emite con la garantía de bienes depositados en
Almacenes Generales), representa la constitución de un gravamen
hipotecario sobre un bien inmueble y para ello en el primer endoso
que se haga del mismo debe consignarse el crédito que se garantiza
con la hipoteca incorporada al mismo, el plazo o plazos de
vencimiento de este, los intereses pactados y las demás condiciones
del crédito. En los subsiguientes endosos se transfieren ambos
derechos, es decir, tanto el crédito como el derecho real de
hipoteca que lo garantiza, sin que el endosante asuma la
responsabilidad solidaria del artículo 11° de la Ley de Títulos valores.
Como se advierte en este caso el gravamen hipotecario, si bien está
inscrito en la partida registral del inmueble concernido, al estar
plasmado en el TCHN que es el título valor que representa tanto la
hipoteca como el crédito garantizado, se hace innecesario (además
de registralmente imposible, pues no está contemplado como acto
inscribible en el reglamento respectivo) anotar tanto el primero
como los subsiguientes endosos en el Registro Predial, en la partida
del inmueble concernido, lo que pone de relieve que es la
transferencia del título hipotecario (TCHN), a través de su endoso y
entrega al endosatario, lo relevante para transferir el gravamen y no
su anotación en el registro inmobiliario, lo que demuestra que este
registro es, para efectos de la transferencia, irrelevante.

Extrapolando este criterio, en nuestra opinión el gravamen debería


constar también en el mismo título valor, no bastando su anotación
en un registro para constituirlo, a pesar de lo que dice la actual ley
de la materia. Desde luego, esto complica muchísimo la traba de un

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embargo sobre el título, pero la misma dificultad enfrenta el
acreedor cuando se trata de embargar una letra de cambio o un
pagaré, que no tienen un registro ad hoc como si lo tienen, por
ejemplo, las acciones de sociedades anónimas o comanditarias por
acciones.

Retomando el punto, la necesidad que el gravamen o carga se


anoten en el propio título para tener efecto viene dada por el
“principio de incorporación”, porque ya hemos visto que en virtud
del mismo el derecho y el documento están de tal modo fusionados
el uno con el otro que llegan a ser la misma cosa, a tal punto que no
existe el derecho sin el título (véase supra, el último párrafo del
rubro I. la cita que hacemos de Jorge Eugenio Castañeda) que lo
expresa y donde se encuentra plasmado. Lo mismo para los títulos
desmaterializados, sujetos a un registro magnético o electrónico.
Ese es el motivo de la exigencia del mencionado artículo.

2.3. LA LITERALIDAD.

La literalidad (el llamado “Principio de Literalidad”) es otra


característica esencial de los títulos valores; el artículo 4° de la Ley
27.287 la expresa así:

Art. 4°

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4.1 El texto del documento determina los alcances y
modalidad de los derechos y obligaciones contenidas en el
titulo-valor o, en su caso en hoja adherida a él.

Esto no significa otra cosa que los derechos y obligaciones deben


constar por escrito en el mismo título valor o en hoja adherida a él y
el tenedor legitimado sólo puede circunscribir su reclamo a los
derechos expresados literalmente en el título valor (con las acciones
y otros títulos ocurre algo diferente, como ya veremos).

En buena cuenta, según el principio de literalidad, los obligados al


pago del título lo están solo y únicamente en la medida de lo que
se expresa literalmente (ad pedem litterae) en el propio
documento (título), de manera que no puede exigírseles otras
obligaciones que no sean las plasmadas de manera literal en el
mismo. Tampoco puede el deudor acudir a otros medios para
intentar pagar menos o en distintas condiciones a las que el título
obliga por igual a todos los intervinientes (claro que esto último,
dentro de un proceso de cobro del título es relativo, como veremos
más adelante, pues en muchos casos el deudor puede oponer sus
relaciones personales o hasta causales frente a la acción cambiaria
ejercitada por el demandante).

Esto no incluye ciertos títulos nominativos, como por ejemplo las


acciones de sociedades anónimas (y las de las sociedades en
comandita por acciones), cuyos Certificados representativos de las
mismas no expresan literalmente todas las obligaciones y derechos
del accionista que están desarrollados con mayor detalle en el Pacto

23
Constitutivo, en el Estatuto de la sociedad y también en la Ley
General de Sociedades. Más adelante volveremos sobre esto.

La conclusión de lo anterior es que ciertos títulos nominativos no


expresan ni todos los derechos ni todas las obligaciones
representadas por los mismos, de manera tal que en estos casos el
principio de literalidad cede ante la imposibilidad material de
plasmar en el título todos los derechos (y todas las obligaciones) del
titular del mismo.
2.4 LA AUTONOMÍA DEL DERECHO INCORPORADO AL TÍTULO.

Otra de las características (o principios) de los títulos valores es de la


autonomía (del derecho plasmado en el título), que significa que el
derecho incorporado al título es un derecho autónomo por
oposición al derecho derivado (como ocurre en el caso de los
contratos), es decir, es un derecho ex novo, nacido con el título-
valor con independencia de su causa u origen; así, tanto en el caso
de su creación o emisión como en el de su trasferencia, el tenedor
legitimado del título adquiere un derecho nuevo, originario, no
derivado.

Los títulos valores son, de esta manera, independientes de las


transacciones que le dieron origen (es decir, de la llamada relación
causal, que subyace al negocio cambiario). Por eso que cuando se
pone a cobro el título ejercitando la acción cambiaria directa o de
regreso, lo que comúnmente se hace en la vía de Proceso Único de
Ejecución, no le resulta necesario al tenedor demandante expresar
causa alguna en virtud de la cual se originó el título, bastándole

24
acompañarlo a la demanda con la constancia de protesto cuando se
requiera o sin ella cuando se le haya exonerado del protesto, como
ahora ocurre con mucha mayor frecuencia.

Se suele confundir la autonomía (del derecho) con el “Principio de


Abstracción” (que no es propiamente un principio) y que es cosa
parecida pero distinta de la autonomía. La abstracción es la
ausencia de expresión en el título de la causa u origen del derecho
contenido en este. El título, y la relación cambiaria que este crea, no
sustituye a la relación causal, sino que coexisten; por esta razón, si
el título valor no cumple con un requisito de forma establecido en la
ley (y por lo tanto pierde su condición de tal), el acreedor puede
hacer efectivo su derecho haciendo uso de la acción causal, para lo
cual el título le resultará meramente un medio de prueba más para
demostrar la relación obligacional subyacente (la causa). Pero si
hace uso de la acción causal no le bastará el título para demostrar su
derecho, sino que tendrá también que demostrar la causa del
mismo y del surgimiento de su derecho al cobro de la obligación
como consecuencia de dicha relación subyacente.

Sin embargo, al lado de los títulos-valores absolutamente abstractos


por su propia naturaleza (como la Letra de Cambio, por ejemplo, con
excepción de la Letra a la Vista que giran los bancos de acuerdo con
su ley; artículo 228 de la misma), existen títulos-valores en los
cuales se puede expresar la causa de su emisión (como ocurre en
muchos pagarés bancarios y ocurre siempre con las Facturas
Conformadas, de las que nos ocuparemos en otro artículo) y por eso
son llamados títulos causados o causales que están influidos por el
acto que dio origen a la obligación expresada en el título; en tales

25
casos (a diferencia de lo que ocurre con los títulos abstractos) la
causa de su emisión es oponible al tenedor del título por aquellos
que en algún momento se han obligado a su pago. Esto, desde
luego, tiene un efecto adverso para aquél que quiera exigir el
derecho incorporado al mismo, pues el obligado u obligados a
pagarlo podrán oponer las defensas derivadas de la causa expresada
en el título al momento de su emisión, cosa que no puede ocurrir
tratándose de títulos abstractos, con alguna excepción, como
veremos más adelante en otro momento al tratar en particular de la
letra de cambio.
Como ha quedado dicho, la obligación cambiaria expresada en el
título no requiere expresión de causa para justificar su existencia.
El derecho que surge del título valor es independiente de la relación
causal que subyace al título y que le dio vida y que subsiste a la par
que el título (de manera que si el título se perjudica como tal el
acreedor puede hacer uso de la acción causal para exigir la
obligación, o también de la acción de enriquecimiento indebido o
sin causa si careciera de la acción causal); en cambio, la relación
cambiaria nace en el momento de emitir un título valor y es
abstracta porque no se señala su origen o causa.

Distinto es el caso de la autonomía del derecho contenido en el


título.

Conforme a este principio, las relaciones cambiarias existentes


entre los sujetos que intervienen en el título valor son
independientes unas de otras. En consecuencia, si un título valor
fue transferido a diversas personas (“tenedores”), en distinto
tiempo y circunstancias, cada una de las relaciones cambiarias que

26
se van generando con dichas transferencias son independientes las
unas de las otras. Así el último tenedor será considerado como el
actual titular sin importar quien o quienes le antecedieron. Es decir,
como si no se hubiese transferido al título con anterioridad.

Para resumir: el llamado Principio de Abstracción postula que el


derecho patrimonial que surge del título valor es independiente de
los derechos y obligaciones que existen en la relación causal que es
el origen de la emisión o de la transmisión de título (y que subyace
al título y coexiste con él), en tanto que el Principio de Autonomía
postula que las relaciones cambiarias existentes entre los sujetos
que intervienen en el titulo valor son independientes unas de las
otras, de manera tal que cada nueva adquisición del título es de un
derecho originario, nuevo (ex novo), por oposición a la adquisición
de derechos derivados.

Si esto es así, no se entiende claramente como puede adquirir un


derecho originario el sujeto a quien se le endosa un pagaré en el
que se ha expresado la causa u origen de su emisión, causa esta que
el deudor cambiario podrá oponer al tenedor legitimado cuando
éste le exija el cumplimiento de la prestación a su cargo, si fuera el
caso (casi al final de este artículo hemos puesto como ejemplo de
defensa previa el caso de un pagaré causado emitido con motivo de
un contrato de compraventa de bien inmueble con saldo de precio
impago representado en el pagaré).

Una última atingencia con relación a los efectos necesario del


“Principio de Autonomía” en relación con los intervinientes y
obligados en los términos literales del título-valor: al trasmitirse este

27
a un tercero a través de su ley de circulación, éste adquiere un
derecho originario y no derivado, como veremos más ampliamente
en el desarrollo de este estudio, de manera que, a diferencia de lo
que sucede con las obligaciones en general, el deudor puede ver
desmejorada unilateralmente su situación al no poder deducir
excepciones causales o personales propias de un derecho derivado,
como ocurre, por ejemplo con la Cesión de Derechos. La excepción a
este efecto se produce cuando el título se transmite con los efectos
de la cesión de derechos, lo que ocurre en ciertos supuestos, como
también vamos a ver más abajo.

2.5 LA LEGITIMACIÓN DEL TENEDOR DEL TÍTULO.

Otra característica o principio es el de legitimación; está legitimado


para cobrar el título el tenedor del mismo si es al portador por la
mera posesión del mismo, o si es a la orden el legitimado
activamente a través de una cadena regular de endosos (que, como
veremos, no lo obliga cerciorarse de la autenticidad de los mismos,
salvo del último endosante) que está en posesión del mismo y,
finalmente, cuando se trata de títulos nominativos, el beneficiario
del mismo, es decir, aquél cuyo nombre aparece en el título como
acreedor de la obligación contenida en el mismo y cuya titularidad
consta en el libro o matrícula en que se ha hecho constar su emisión
o transferencia.

Hay que tener en cuenta que al ser el título valor por naturaleza un


bien mueble (aun cuando pueda representar derechos sobre bienes
inmuebles), la legitimidad la adquiere quien lo posee (el tenedor),

28
por lo dispuesto en el artículo 948 del Código Civil; es este un
requisito indispensable para ejercer los derechos incorporados en
él. Pero al lado de la posesión, el tenedor debe también estar
legitimado para exigir el derecho contenido en el título, y esa
legitimación es distinta según se trata de títulos al portador, a la
orden o nominativos, como hemos visto en el párrafo anterior.

El deudor que cumpla la obligación quedará liberado, aunque el


poseedor del título valor no sea el titular verdadero del derecho,
sino un titular aparente. La buena fe es la condición para ser
tenedor legítimo de un título valor, y ello se encuentra en
concordancia con el ya mentado artículo 948 del Código Civil que
regula la adquisición de dominio del bien mueble, el mismo que
debe recibirse del anterior poseedor de buena fe y como propietario
(animus domini).

Sobre este aspecto volveremos cuando nos ocupemos, más


adelante, de la forma de transmisión de los títulos valores según su
naturaleza, en el punto 4 de ese trabajo (también conocida como
“ley de circulación”).

3. LA RESPONSABILIDAD SOLIDARIA DE LOS FIRMANTES DEL


TÍTULO.

3.1 Lo primero que hay señalar es que la firma que se estampa en el


título valor materializado debe ser autógrafa, es decir de puño y

29
letra del firmante; los otros medios de seguridad que se quieran
emplear no sustituyen nunca esta obligación esencial. Ello es así
porque la firma autógrafa confiere autenticidad al documento, es
decir que a partir de la misma se tiene la certeza que ha sido
firmado realmente por quien ahí aparece suscribiéndolo, certeza
que no puede garantizarse por ningún otro medio que pretenda
sustituirla (hay que tener presente que estamos hablando de títulos
valores materializados, donde no es posible la utilización de la firma
digital y, en todo caso, no está contemplada en la Ley). Además, si la
firma no fuera autógrafa no podría tacharse de falsa, ni invocar esta
causal de contradicción en el proceso promovido por el tenedor.

Esto está expresamente consignado en el numeral 6.1 del artículo 6°


de la Ley que dice así:

6.1 En los títulos valores, además de la firma autógrafa,


pueden usarse medios gráficos, mecánicos o electrónicos de
seguridad para su emisión, aceptación, garantía o
transferencia.

Establecido este requisito de validez insoslayable, pasamos


ocuparnos de la responsabilidad de quienes firman un título valor
(conocidos con el nombre genérico de “intervinientes”).

Al respecto el artículo 11° de la Ley señala lo siguiente:

30
Artículo 11.- Responsabilidad solidaria

11.1 Los que emitan, giren, acepten, endosen o garanticen


títulos valores, quedan obligados solidariamente frente al
tenedor, salvo cláusula o disposición legal expresa en
contrario. Éste puede accionar contra dichos obligados,
individual o conjuntamente, sin tener que observar el orden
en el que hubieren intervenido.

Entonces lo primero que tenemos que destacar es que la


responsabilidad de todos los intervinientes en un título valor es de
carácter solidaria. Todos, sin excepción, responden pari gradu por el
pago del título que han suscrito, de manera que a todos y a cada
uno, conjunta o separadamente, se les puede exigir el íntegro del
pago sin que puedan oponer el beneficio de división ni el de
excusión (tratándose, en este último caso, de fiadores garantes del
pago, pues la fianza, como hemos visto, se presume otorgada con
carácter solidario, a diferencia de lo que ocurre en las obligaciones
no cambiarias, en que la solidaridad no se presume sino que debe
pactarse).

No obstante, puede haber una responsabilidad, siempre solidaria,


pero limitada a cierto obligados, como son los anteriores
intervinientes en el título y que no alcanza a los posteriores, como
ocurre cuando se hace un endoso “sin responsabilidad” o se inserta
la cláusula “no negociable” u otra equivalente que limita la
transmisión del título y la responsabilidad del endosante frene a los
ulteriores endosatarios y demás intervinientes posteriores.

31
Este tipo de endoso tiene lugar cuando el tenedor legitimado
transfiere el derecho incorporado al título mediante su endoso e
inserta la cláusula ´sin responsabilidad' con lo cual no se obliga
frente a los tenedores posteriores a él; frente a él no es posible el
ejercicio de la acción cambiaria de pago por los que le suceden en la
tenencia del título.

El numeral 11.2 establece que ese mismo derecho (en referencia al


numeral anterior, es decir al numeral 11.1) tiene cualquiera de los
intervinientes que lo haya pagado respecto de los obligados
anteriores a él.
Los numerales 11.3 y 11.4 se explican por sí solos, de manera que no
es necesario algún comentario adicional, sino que basta leer la
transcripción de los mismos que hacemos seguidamente:

11.3 La acción promovida contra uno de los obligados no


impide accionar contra los otros, aun cuando sean posteriores
al demandado en primer lugar.

11.4 El tenedor puede ejercitar acumulativamente las


acciones directa y de regreso; y, de darse el caso, la de
ulterior regreso.

Este derecho no es exclusivo del acreedor de un título-valor, pues en


las obligaciones donde existen varios deudores solidarios el
acreedor ejercita la acción de cobro contra alguno de los obligados

32
sin perjuicio de hacerlo posteriormente contra los otros (o la ejercita
contra todos a la vez, según viere convenirle); lo que sí es privativo
de los títulos valores es la acumulación de las acciones cambiarias
directa y de regreso, pues estas son acciones propias (y exclusivas)
de estos títulos y la ley permite que se acumulen las unas con las
otras como consecuencia de la solidaridad de la obligación de pago
contraída por los intervinientes.

Hay que tener en cuenta que los plazos de prescripción de las


acciones cambiarias son distintos (como veremos más adelante con
mayor detenimiento), pues mientras la acción directa contra el
deudor principal y sus garantes prescribe a los tres (3) años, la de
regreso contra los obligados solidarios y garantes de éstos al año y la
de ulterior regreso -que corresponde al obligado en vía de regreso
que ha pagado el título- a los seis meses del vencimiento del título.
Estos plazos de prescripción, como también veremos, tienen la
particularidad de no ser susceptibles de suspensión ni de
interrupción, características estas que más se corresponden con los
plazos de caducidad que con los de la prescripción negativa cuyos
plazos están establecidos en el Código Civil, en los artículos 1989 y
siguientes, en el Título I del Libro VIII bajo el epígrafe “Prescripción
Extintiva”.

Pero el hecho de ser calificados por la ley como plazos de


prescripción y no de caducidad tiene un efecto procesal importante,
pues el Juez no puede declarar la improcedencia de la demandada
aun si constata que el plazo está vencido, cosa que sí puede hacer si
se trata de un plazo de caducidad del derecho, como está en el
citado código.

33
Sobre esto volveremos a extendernos con mayor amplitud en el
punto 9. del presente estudio, que trata, precisamente, de las
acciones cambiarias derivadas de los títulos valores.

4. EL TÍTULO VALOR INCOMPLETO AL EMITIRSE.

El art. 10° de la Ley permite que un título valor pueda emitirse sin
haberse completado, pero deberá completarse necesariamente,
conforme a los acuerdos adoptados, como requisito para demandar
la obligación contenida en el mismo.
Estos casos de títulos incompletos se presentan con bastante
frecuencia en el uso de los pagarés bancarios, en cuya circunstancia
el emitente (el deudor del banco) debe firmar un documento donde
conste el acuerdo para su llenado. Este documento es mandatorio
para los bancos comerciales según las disposiciones de la SBS sobre
la obligatoriedad sobre el uso y llenado del mismo (no del pagaré
sino del documento donde consta el acuerdo para el llenado del
primero).

El texto literal está contenido en el numeral 10.2 de dicho artículo,


luego de haber sido modificado por el Artículo Único de la Ley
29349, dice así:

34
10.2. Quien emite o acepta un título valor incompleto tiene el
derecho de agregar en él cláusula que limite su transferencia,
así como recibir del tomador una copia del título,
debidamente firmado en el momento de su entrega, y del
documento que contiene los acuerdos donde consten la
forma de completarlo y las condiciones de transferencia. En
tal caso, salvo que se trate del cheque, su transferencia surte
los efectos de la cesión de derechos.

(Una necesaria aclaración de la exclusión que hace la ley con


relación al cheque: este título valor no es un título de crédito como
lo es, por ejemplo, la letra de cambio o el pagaré [que suponen la
obligación de pagar una suma que asume un sujeto frente a otro
que puede exigirla al vencimiento del plazo establecido en el título,
lo que, precisamente, constituye un crédito], sino que es un
mandato u orden de pago que el girador le dirige al banco donde
tiene fondos en una cuenta corriente o que ha sido autorizado por el
mismo banco para sobregirarse (modalidad que recibe el nombre de
“crédito en cuenta corriente” o, simplemente, “sobregiro”).

Entonces, según dicha modificación, el deudor ya no solo tiene


derecho de obtener una copia del título incompleto sino también
del documento donde conste el acuerdo sobre el llenado del título
incompleto y las condiciones de transferencia y no puede ser
impedido de agregar en el documento una cláusula que limite su
transferencia; esto está en el numeral 10.2 del artículo 10° que
acabamos de transcribir. La razón de esto último es que, si el título
es transferido por su tenedor a un tercero, y asumiendo que éste

35
está actuando de buena fe, no se le podrían oponer a este tercero
esos acuerdos sobre el llenado del título, es decir que se colocaría al
obligado en una situación de desventaja frente al adquiriente de
buena fe del título (el caso típico se presentaría cuando el tenedor
original completa el título contraviniendo esos acuerdos y luego lo
transfiere). Este derecho del emitente del pagaré de agregar en el
mismo una cláusula limitativa de su transferencia es, obviamente,
desconocido (no respetado) por los bancos comerciales, que no
permiten que se inserte tal cláusula usando la posición de poder que
tienen frente al deudor, que se quedaría sin recibir el crédito si
insistiera en agregar tal cláusula. Sin embargo, esto tampoco puede
atribuirse a un capricho de los bancos, sino a una necesidad a futuro
de transferir bloques patrimoniales a terceros para hacerse de
capital, lo que no sería posible si se agregara esa cláusula limitativa
de transferencia en los pagarés que representan esos créditos.

Por último, en lo relativo a este tema, el numeral 10.4 dispone que

“Las menciones y requisitos del título valor o de los derechos


que en él deben consignarse para su eficacia, deben ser
completados hasta antes de su presentación para su pago o
cumplimiento”,

lo que significa que no pueden ejercitarse las acciones cambiarias


derivadas del título si este no es completado antes de introducir la
demanda respectiva contra los obligados.

36
5.- LOS MODOS O FORMAS DE CIRCULACIÓN DE LOS TÍTULOS-
VALORES (LA DENOMINADA “LEY DE CIRCULACIÓN”)

5.1. Como ya hemos señalado, los títulos valores se clasifican, por su


forma de circulación, en títulos al portador, a la orden y
nominativos.

La circulación de cada uno depende de cómo han sido emitidos,


como vamos a ver enseguida. Se llama “Ley de Circulación” la forma
en que se transmiten de una mano a otra, dependiendo, como
hemos dicho, de la naturaleza del título.

5.2 CLÁUSULAS ESPECIALES EN LOS TÍTULOS VALORES.

Aunque la relación que tienen estas cláusulas con su ley de


circulación es indirecta, pasamos a verlas a continuación porque son
ilustrativas de las características especiales que pueden añadirse a
los títulos valores y que no estaban contempladas en la Ley anterior,
con algunas excepciones.

En los títulos valores, cualquiera que sea la forma de su circulación,


pueden incluirse cláusulas especiales tales como la cláusula de
prórroga, de pago en moneda extranjera, de pago de intereses

37
compensatorios y moratorios, de liberación de protesto, etc. Esto
está contemplado en el artículo 48° de la Le
y.

5.2.1 La cláusula de prórroga sin intervención del obligado está


contemplada en el artículo 49° de la Ley (esta es una cláusula que se
incorporó a la Ley actual por presión de los bancos comerciales, que
la consignaban en sus pagarés pero que al no estar legisladas
generaban problemas a nivel judicial, pues se sostenía que no se
ajustaban a la ley vigente entonces)
Al respecto el numeral 49.1 establece que el plazo de vencimiento
de los títulos valores puede prorrogarse en la fecha de su
vencimiento o aun después de él, siempre que:

a) el obligado que admitió tal prórroga haya otorgado su


consentimiento expreso en el mismo título valor;
b) no se haya extinguido el plazo para ejercitar la acción
derivada del título valor a la fecha en que se realice la
prórroga; y,

c) el título valor no haya sido protestado o no se haya


obtenido la formalidad sustitutoria, de ser el caso.

El numeral 49.2 añade que las prórrogas surtirán plenos efectos por
el solo mérito de la consignación del nuevo plazo de vencimiento
que deje el tenedor en el mismo título, firmando dicha prórroga o
prórrogas que conceda.

38
Desde luego, como la prórroga afecta el plazo de prescripción de las
acciones cambiarias, la ley se ocupa de ello en el siguiente numeral:

49.3 El cómputo del plazo de prescripción de la acción


cambiaria se reinicia a partir de la fecha de vencimiento de
cada una de las prórrogas.

Esto, al menos en teoría, supone que el o los obligados al pago del


título que inicialmente tenía una fecha de vencimiento, podrían
quedar obligados por años al pago de título en la medida que el
tenedor lo siga prorrogando haciendo uso del derecho que le otorga
la cláusula de prórroga sin intervención de obligado y puede llegar a
constituir un abuso del derecho en determinados casos, en que las
prórrogas se hacen con el único objeto de preservar las acciones
cambiarias de la prescripción negativa, y no como una facilidad de
pago para los obligados al mismo.

5.2.2 En cuanto al pago en moneda extranjera, el numeral 50.1


establece que puede acordarse que el pago sea necesariamente en
moneda extranjera, lo que contraría las otras disposiciones legales
que establecen que, si el pago se ha acordado en moneda distinta a
la nacional, el deudor se libera pagando el equivalente en moneda
nacional al día del pago. También constituye una excepción al
numeral 68.1 del artículo 68° de la Ley, que autoriza a pagar en
moneda nacional el título expresado en moneda extranjera.

39
5.2.3 Del pago de intereses y reajustes se ocupa el artículo 51° en
los siguientes términos:

51.1 Cualquiera que sea la naturaleza del título valor que


contenga una obligación de pago dinerario, podrá acordarse
las tasas de interés compensatoria y moratoria y/o reajustes y
comisiones permitidas por la ley, que regirán durante el
período de mora. En su defecto, durante dicho período será
aplicable el interés legal.

5.2.4 La cláusula sobre liberación de protesto, novedad de esta Ley,


está normada en el artículo 52° de la misma del modo siguiente:

Artículo 52.- Cláusula sin protesto.

Salvo disposición expresa distinta de la ley, en los títulos


valores sujetos a protesto podrá incluirse la cláusula "sin
protesto" u otra equivalente en el acto de su emisión o
aceptación, lo que libera al tenedor de dicha formalidad para
ejercitar las acciones derivadas del título valor, de acuerdo y
con los efectos señalados en el Artículo 81°.

La necesidad de esta cláusula era un clamor generalizado en nuestro


país desde hacía mucho tiempo, pues ya numerosas legislaciones
extranjeras la habían consagrado hacía ya muchos años y, lo que es

40
más, en esas leyes la regla era (y sigue siendo) que para que el título
estuviera sujeto a protesto era necesario consignarlo en el mismo
título; aquí es al revés, pues la regla es que los títulos están sujetos
protesto y para exonerarlos de ese trámite notarial eso debe constar
en el título mismo. Esto es algo que hay que cambiar de una buena
vez, pues en las obligaciones mercantiles la mora es automática y no
es ex personae, de manera que el protesto, como diligencia de
intimación formal al pago, no tiene sentido alguno que continúe
subsistiendo y solo sirve como una fuente adicional de ingresos a las
Notarías.

Efectivamente, no importa ya el protesto como diligencia para


constituir en mora al obligado cambiario, porque en las obligaciones
mercantiles que tienen día señalado para su cumplimiento la mora
se produce de manera automática (ex re), de modo tal que no se
requiere de la intimación formal a través de esa diligencia; esto de la
mora automática ya venía desde el Código de Comercio de 1902 que
lo tenía establecido en el inciso 1 de su artículo 63°; actualmente
esto está en el artículo 1333 del Código Civil, ya que el Código de
Comercio quedó derogado (salvo en los relativo al Contrato de
Agencia y Comisión Mercantil; el Contrato de Seguros, y el Libro III
relativo al Comercio Marítimo, que continúan vigentes).

Sin embargo, en el Código Civil la mora, entendida como retardo en


el cumplimiento de una obligación que debe ejecutarse en un plazo
determinado o determinable (o que carece de plazo, por lo que se
hace necesario el requerimiento del acreedor para emplazarlo), en
principio opera ex personae, es decir que se requiere la intimación
de pago al deudor ya sea que este se haga judicial o

41
extrajudicialmente, salvo los casos en que la mora opera
automáticamente (ex re) como ocurre al vencimiento del plazo en
los títulos-valores.

5.2.5 Hay otras tres cláusulas más que, por ahora, nos limitaremos a
enunciar por falta de tiempo:

- la de pago con cargo en cuenta bancaria (que autoriza a que


el pago se haga a mediante cargo en cuenta, lo que es una
novedad jurídicamente irrelevante); -

- la de venta extrajudicial (directamente relacionada con la Ley


de la Garantía Mobiliaria, que no existía cuando se promulgó
la Ley actual de Títulos-Valores, en el año 2000, ya que la
primera de estas dos leyes sobre garantías mobiliarias fue
promulgada recién en el año 2006 (la denominada Ley de la
Garantía Mobiliaria), y la segunda, llamada Ley de Garantía
Mobiliaria, fue promulgada por Decreto Legislativo N° 1400
del mes de setiembre de 2018, pero el sistema SIGM todavía
no ha sido implementado a pesar del tiempo transcurrido; y,
finalmente,

- la cláusula de sometimiento a leyes y tribunales (que permite


que se acuerde el sometimiento a leyes y tribunales de otro
país).

42
Pero esto, como dijimos, será materia de la segunda parte de este
artículo en que nos ocuparemos de los títulos valores en particular y
de otros aspectos que, por razones de tiempo, no se han podido
tratar en el presente trabajo.

5.3. LOS TÍTULOS AL PORTADOR.

El art. 22° de la ley establece que los títulos al portador se


transmiten por la sola entrega de los mismos de un sujeto a otro,
que así resulta legitimado para reclamar la prestación que el título
expresa. La parte pertinente de dicha disposición legal señala que
“Para su transmisión no se requiere de más formalidad que su
simple tradición o entrega”. Recordemos lo que dijimos líneas
arriba, en el sentido que los títulos-valores (todos ellos) son
considerados por nuestra legislación sustantiva como bienes
muebles, aun cuando incorporen derechos sobre inmuebles, y que
el art. 948 del Código Civil (que regula la adquisición a non dominus
de bien mueble) establece que la posesión de un bien mueble crea
la presunción legal destructible según la cual se le reputa propietario
de la cosa.

La Ley actual establece en su artículo 23° que no se pueden emitir


títulos al portador que contengan la obligación de pagar una suma
de dinero al tenedor (portador) del título; la razón de ello es
mediante ese mecanismo se estaría “creando” dinero por tratarse
de un título al portador que puede circular como un billete de banco

43
(“dinero giral” y “subrogado de la moneda”, les llamaba a esos
títulos y a los cheques el Dr. Jorge Eugenio Castañeda, al que ya he
mencionado como uno de los mejores juristas del siglo pasado y
coautor de la anterior Ley de Títulos valores 16587, y a quien tuve el
privilegio de asistir en esa tarea, con los pocos conocimientos que
tenía entonces, cuando hacía solo un par de años que había
terminado la carrera de Derecho y empezaba a desenvolverme
entre el laberinto de la leyes como creo que le ocurre a todo
abogado bisoño).

La Ley exige que el tenedor (portador, en este caso) que pretende el


pago de la prestación representada en el título al portador deberá
identificarse presentando su documento de identidad y la firma de
cancelación puesta en el título o en documento aparte. Eso,
obviamente, acaba con la vida del título valor, pues al haber sido
honrado a su vencimiento no tiene porqué subsistir, ya que la
obligación plasmada en el mismo ha sido cancelada, concluyendo de
esa manera su ciclo de vida.
5.4. LOS TÍTULOS A LA ORDEN.

Los títulos-valores a la orden son emitidos con la cláusula “a la


orden”, con indicación de persona determinada, quien es su
legítimo titular, según dispone el art. 26° de la Ley.

Estos títulos se transmiten por medio del endoso y consiguiente


entrega al endosatario (la entrega siempre es necesaria porque se
trata de un bien mueble, a menos que exista un pacto de
truncamiento, en cuyo caso se sustituye por otra formalidad

44
mecánica o electrónica). Aclaramos que el pacto
de truncamiento es un acuerdo adoptado por los
bancos comerciales que tiene como una de sus finalidades evitar la
entrega física al endosatario del título-valor previamente endosado
a su favor, sustituyendo la entrega del mismo por otra formalidad
mecánica o electrónica.

Pero el título a la orden también puede ser transmitido por medio


distinto al endoso; eso lo contempla el art. 27° de la ley de la
materia, que establece lo siguiente para tal caso:

27.1 El título-valor a la orden, transmitido por cesión u otro


medio distinto al endoso, transfiere al cesionario o adquirente
todos los derechos que represente, pero lo sujeta a todas las
excepciones personales y medios de defensa que el obligado
habría podido oponer al cedente o transferente antes de la
transmisión.

En estos casos se le da a la transferencia distinta del endoso los


efectos propios de una cesión de derechos, que es un modo de
transferir derechos regulado en el Código Civil, según el cual el
crédito materia de cesión se transmite al cesionario cum omini
causa, es decir, tal cual se encuentra en el patrimonio del acreedor
cedente, esto es con todas sus virtudes pero también con todos sus
defectos y vicios, si los tuviere, de manera que el deudor cedido
podría oponer al cesionario excepciones (de fondo, se entiende)
causales y personales, tales como la de compensación, etc., así
como también cualquier defecto en la relación obligacional que lo

45
vinculó a su acreedor (el cedente) en su momento. Obviamente, el
título valor así transferido pierde una de sus características más
valiosas (las acciones cambiarias), salvo la de seguir siendo un título
de ejecución extrajudicial.

Hay que destacar que la transferencia por título distinto al endoso


no le hace perder al título su carácter de título de ejecución
extrajudicial, como acabamos de señalarlo, manera que solo lo
sujeta a las vicisitudes que hemos descrito, las que puede hacer
valer el demandado en el caso que el título se ponga a cobro en la
vía del Proceso Único de Ejecución o en otra vía procedimental, a
elección del tenedor.

5.5. LOS TÍTULOS NOMINATIVOS.

Por último, el título valor nominativo es aquél emitido en favor o a


nombre de persona determinada, quien es su titular.
Se transmite por cesión de derechos. Ya hemos visto cuáles son los
efectos que produce la cesión de derechos como medio de
transmisión de obligaciones regulado por el Código Civil.

Estos títulos carecen de la cláusula "a la orden" y si se consigna tal


cláusula ésta resulta siendo inoficiosa, es decir que no lo convierte
en título valor endosable, según la prescripción contenida en el
numeral 29.1 del art. 29° de la Ley.

46
El numeral 29.2 de la Ley señala que para que la transferencia del
título valor nominativo surta efecto frente a terceros y frente al
emisor, la cesión debe ser comunicada a éste para su anotación en
la respectiva matrícula; o, en caso de tratarse de un valor con
representación por anotación en cuenta, la cesión debe ser inscrita
en la Institución de Compensación y Liquidación de Valores
correspondiente.

Desde luego, pueden establecerse otras limitaciones o condiciones


para su transferencia que consten en el texto del título o en el
registro respectivo, pero en ningún caso estas pueden impedir su
transferencia.

Un título nominativo típico son las acciones emitidas por las


Sociedades Anónimas (y, también, por las Sociedades en Comandita
por Acciones, reguladas en el artículo 282 de la Ley General de
Sociedades, cuyo capital social debe estar necesariamente
representado por acciones), las que, a su vez, se representan
mediante Certificados en los que consta el número de acciones que
estos representan, así como el valor de cada una de las acciones
expresado en la moneda escogida por la sociedad. Los Certificados
se desglosan de un libro talonado, y tienen un número correlativo.
Eso es lo que recibe el accionista en el caso de sociedades anónimas
(y comanditaria por acciones) de pequeña envergadura.
Adicionalmente, las sociedades anónimas (y comanditarias por
acciones) llevan un libro denominado Libro de Matrícula de
Acciones, conforme al art. 92 de la Ley General de Sociedades 26887
donde se anota tanto la creación (emisión) de acciones, como
también las transferencias (normalmente de los Certificados

47
representativos de las mismas), y los canjes y desdoblamientos de
las mismas, observando las formalidades antes señaladas. Ahí
también se anotan los gravámenes a que están sujetas las mismas,
como vamos a ver más adelante.

En cuanto a la transmisión misma de los títulos nominativos en


general, el numeral 30.1 del artículo 30° de la Ley establece que,
salvo disposición contractual o legal distinta o condición especial
que conste en el texto del mismo título, la cesión de los títulos
valores nominativos puede constar en el mismo documento o en
documento aparte. El emisor u obligado principal tiene la facultad
de requerir la entrega del título transferido, así como exigir la
certificación de la autenticidad de la firma del cedente, hecha ya sea
por intermediario autorizado o por fedatario de ley.

El numeral 30.2 establece que en la cesión del título valor


nominativo deberá indicarse la siguiente información:

a) Nombre del cesionario;

b) Naturaleza y, en su caso, las condiciones de la transferencia;

c) Fecha de la cesión; y

d) Nombre, el número del documento oficial de identidad y firma


del cedente.

48
Solo los requisitos expresados en los literales a) y d) son
insoslayables.

En efecto, el numeral 30.3 establece que los requisitos señalados en


los incisos a) y d) son esenciales, por lo que su inobservancia
conlleva la ineficacia de la cesión.

En el caso del inciso b), a falta de indicación se presumirá que el


cesionario adquiere la propiedad plena del título. A falta de
indicación del inciso c), se presumirá que la cesión se efectuó en la
fecha de comunicación de ella al emisor.

En cuanto a cesión de derechos, esta está regulada en el Código


Civil, en el Título denominado Trasmisión de las Obligaciones, que
en su artículo 1206 la define así:

Art. 1206.-

La cesión es el acto de disposición en virtud del cual el


cedente transmite al cesionario el derecho a exigir la
prestación a cargo de su deudor, que se ha obligado a
transferir por un título distinto.

La cesión puede hacerse aun sin el consentimiento del


deudor.

49
El artículo 1207 agrega que la cesión debe constar por escrito bajo
sanción de nulidad, pero cuando el acto o contrato que constituye
el título de la transferencia del derecho conste por escrito, este
documento sirve de constancia de la cesión.

En este caso, la entrega y endoso del título cumplen esa función, por
lo que no se requiere de otro documento que no sea el mismo
título valor debidamente endosado a la orden.

Aclaramos que, si bien el endoso en estos casos produce los efectos


de una cesión de derechos, no es propiamente una cesión de
derechos. En relación a ello se refería en estos términos, que
glosamos, el maestro Castañeda “Y esos efectos -decía- no son otros
que los de permitir al deudor cambiario hacer uso para su defensa
no solo de sus propias excepciones y de las que tengan el carácter de
comunes, sino de excepciones personales da otros obligados en las
letras de cambio y en general en los títulos valores a la orden”.

Aunque él también sostenía que si bien los efectos eran los mismos
que tratándose de una “cesión de créditos” (todavía no existía este
instituto en el Código Civil de 1984, sino que estaba vigente el de
1936, el primero de los cuales le amplió los efectos a la “cesión de
créditos” y le cambió el nombre por el de “Cesión de Derechos”) no
se trataba de propiamente de una cesión de derechos sino que solo
producía los mismos efectos de esta, disquisición un poco exquisita
y rayana en lo filosófico que más parece una “sutileza de escuela”
que otra cosa, y que carece de utilidad práctica alguna, porque si
produce los mismos efectos no tiene mayor sentido distinguirla de
esa forma de transmisión de las obligaciones que es la actual Cesión

50
de Derechos contemplada en el Código Civil como un modo de
transferir los derechos nacidos de las obligaciones.

Finalmente, el numeral 30.4 señala que, en la transferencia de los


valores con representación por anotación en cuenta, se observará la
ley de la materia.  La anotación en cuenta es una forma de registrar
contablemente los títulos valores y los valores en un registro
informático (soporte magnético o electrónico). Las instituciones que
se encargan de ello en nuestro país, como ya señalamos arriba, son
las ICLV (Instituciones de Compensación y Liquidación de Valores),
que deben estar constituidas en el país y autorizadas de acuerdo a la
Ley y al presente reglamento, CAVALI una de ellas (en general estas
instituciones registran los valores emitidos por entidades públicas y
privadas en una cuenta electrónica, así como los cambios que tienen
en el tiempo).

El registro de las transferencias, como también adelantamos, se


hace con arreglo al art. 31° de la Ley, numeral 30.1, que dispone que
el emisor o, en su caso, la Institución de Compensación y Liquidación
de Valores deberá anotar la transferencia en la respectiva matrícula
o registro, en mérito al documento en el que conste la transferencia,
con la firma del cedente y demás informaciones y formalidades
señaladas en el Artículo 30 de la Ley.

6. EL ENDOSO DE LOS TÍTULOS VALORES A LA ORDEN.

51
6.1. El endoso es la forma de transmisión de los títulos valores a la
orden y debe constar en el reverso del título o en hoja adherida a él
(se sobreentiende que esto último solo concierne a los títulos
materializados), según dispone el art. 34°, numeral 34.1 de la Ley.

Debe reunir los siguientes requisitos:


a) Nombre del endosatario;

b) Clase del endoso;

c) Fecha del endoso; y

d) Nombre, el número del documento oficial de identidad y


firma del endosante.

Si no se consigna el nombre del endosatario se tratará como un


endoso en blanco; un endoso en blanco permite que el título circule
pasando de una mano a otra como si se tratara de un título al
portador, a pesar que eso no lo convierte en un título de esa clase:
el título sigue siendo a la orden y cualquier endosatario puede
endosarlo a la orden de un nuevo endosatario.
El numeral 36.2 del artículo 36 de la Ley establece que el
endosatario que ejercite los derechos derivados del título valor
endosado en blanco deberá consignar, además de su nombre, el
número de su documento oficial de identidad.

Si se omite señalar la clase de endoso de que se trata, se presumirá


que es en propiedad; esta presunción no es de iure sino destructible

52
entre endosante y endosatario, pero no puede oponerse al tercero
de buena fe que haya adquirido posteriormente el título.

Si se omite la fecha del endoso se presumirá que ha sido efectuado


con posterioridad a la fecha que tuviera el endoso anterior.

6.2. LAS CLASES DE ENDOSO.

En cuanto a las clases de endoso estas son cuatro (4) y son las
siguientes:

a) El endoso en propiedad, que implica la transferencia de la


propiedad del título y que, como acabamos de ver, se presume iuris
tantum entre el endosante y el endosatario si el título ha sido
endosado en blanco.

Desde ya advertimos que el endosante en propiedad le transmite al


endosatario un derecho autónomo originario (ex novo) , por el que
por lo que el primero no podría deducir contra el segundo
excepciones personales de otros intervinientes.

b) El endoso en fideicomiso, que importa la transferencia del dominio


fiduciario del título al fiduciario, quien ejercitará los derechos
correspondientes derivados de este que correspondían al
fideicomitente endosante.

53
c) En endoso en procuración o en cobranza, en virtud del cual el
endosatario queda facultado para exigir, a nombre de su endosante,
todos los derechos derivados del título endosado a su favor.

En esta forma de endoso el deudor puede deducir contra el


apoderado las excepciones que tenga contra el endosante, porque
el derecho del apoderado es uno derivado del endosante, no
autónomo.

Las facultades que confiere al endosatario dicha clase de endoso


están contenidas en el art. 41° de la Ley. Está facultado para
demandar el cobro del título por el solo mérito del endoso y goza de
los poderes generales y especiales del Código Procesal Civil
(contenidos en los artículos 74 y 75 del mismo), además de la de ser
pagado directamente con el producto de la cobranza.

El numeral 41.3 dice que el endoso no se extingue por incapacidad


sobreviniente ni por la muerte del endosante (como ocurre
necesariamente cuando se trata de un apoderamiento hecho bajo
las normas del Código Civil). Para que ello ocurra debe cancelarse el
endoso. El problema es que quien solicita la cancelación debe
hacerlo a través de un proceso sumarísimo, cuyo trámite, en
nuestro país, insume varios años, debido al deplorable sistema de
justicia que tenemos que permite que un caso así llegue hasta la
Corte Suprema por la vía del recurso de casación (miseria ésta
agravada al límite por la pandemia que padecemos de Covid 19
desde mediados de marzo del año 2020).

54
Para que tengan una idea de lo que quiere significar esta
disposición: mutatis mutandi, si en un proceso civil en que el
demandante litiga por medio de un apoderado y se produce la
muerte del poderdante, el poder se acaba automáticamente por lo
dispuesto en el Código Civil, y el juez debe ordenar la sucesión
procesal del demandante para que sean sus sucesores quienes
continúen el proceso. Esto no ocurre en el caso del endoso en
procuración, en tanto el endoso no se cancele, y ya vimos el trámite
que hay que seguir para ello. Y esto permite en los hechos que el
endosatario en procuración continúe tramitando el proceso de
cobro y llegado el caso obtenga el pago y pueda disponer de él. Un
disparate.

d) El endoso en garantía, que permite al endosatario ejercitar todos


los derechos del título que corresponden al endosante que lo ha
transferido (vía endoso) al endosatario en garantía (de una
obligación a cargo del primero, se sobreentiende).

En el endoso en garantía, que supone adicionalmente la entrega del


título (cuando está materializado en soporte papel) al acreedor o a
un tercero depositario del mismo, la ley le atribuye al endosatario
un derecho autónomo y no derivado, no obstante que no le ha sido
transmitida la propiedad del título; la ratio legis de esta disposición
es fortalecer el derecho del acreedor garantizado con el título y de
allí que el numeral 42.2 del art. 42° de la Ley establezca que “el
obligado no puede oponer al endosatario en garantía los medios de
defensa fundados en sus relaciones personales con el endosante, a
menos que el endosatario, al recibir el título, hubiera actuado
intencionalmente en daño del obligado”.

55
Sin embargo, esta disposición, que ya existía en el artículo 42° de la
Ley anterior en términos casi idénticos, sin duda es verdad que
fortalece el derecho del acreedor, pero cuando se trató este artículo
(en la Comisión Reformadora del Código de Comercio que redactó la
Ley anterior) se hizo notar que podía dar lugar a que un endosante
de mala fe, bajo la fórmula de un endoso en garantía, pudiera
bloquear el uso de las defensas derivadas de la relación personal
que pudiera oponerle el obligado, es decir, se desmejora la
situación del deudor unilateralmente a pesar de no haberse
desprendido el endosante en garantía de la propiedad del título
(porque de haberlo endosado en propiedad el endosatario adquiría
ex novo el derecho, con lo que el obligado no podría oponer esas
defensas, pero como vimos en el párrafo precedente, la ley le
atribuye al endosatario en garantía el mismo efecto que produce el
endoso en propiedad, es decir la adquisición de un derecho
originario), lo que en materia de obligaciones le está vedado al
acreedor (por eso es que la Cesión de Derechos transmite el crédito
al cesionario tal cual este se encuentra en el patrimonio del deudor -
cum omni causa- y por ello es que esta forma de transmitir las
obligaciones (cesión de derechos) no requiere del asentimiento del
deudor, pues la situación obligacional en que este se encuentra no
desmejora en nada frente al nuevo acreedor (el cesionario) en
relación a la que se encontraba frente a su antiguo acreedor (el
cedente). Y lo que es más importante, desde un punto de vista
procesal, la carga de probar que el endosatario pudiera haber
obrado intencionalmente en daño del obligado es de cargo de este
último (pues sobre él recae el onus probandi en la medida que es

56
quien afirma tal hecho, conforme a lo que dispone el artículo 196
del Código Procesal Civil).

Una última atingencia con relación al endoso en garantía: el


endosatario (es decir, quien recibe del endosante el título en
garantía de una obligación de aquel) puede endosar el título a un
tercero, pero ese endoso se entiende hecho en procuración o en
cobranza (que es lo mismo), aun cuando ello no se señale
expresamente; ello es una consecuencia necesaria de no ser el
propietario del título endosado, por lo que el endosatario no puede
disponer libremente del mismo endosándolo en garantía o en
propiedad; solo puede hacerlo en procuración o cobranza o para su
cobro, etc. (que finalmente es lo mismo pero dicho con distintas
palabras).

Reiteramos lo que indicamos arriba, en el sentido que, si se omite


señalar la clase de endoso, se presumirá que es en propiedad; esta
presunción, de carácter iuris tantum, gobierna solo la relación que
se establece entre el endosante y su endosatario, pero no es posible
oponerla al tercero que haya adquirido posteriormente el título
(desde luego, se asume que lo ha adquirido de buena fe, porque si
se alegara su mala fe sería necesario probarla lo que, dicho sea de
paso, es sumamente difícil de hacer).

6.3. Los requisitos que deben observarse para endosar un título


están indicados en el numeral 34.5 de la Ley y son los siguientes:
Debe indicarse:

1) el nombre,

57
2) el número del documento oficial de identidad y

3) la firma del endosante

Los tres son requisitos esenciales del endoso, por lo que su


inobservancia conlleva la ineficacia del endoso. El error en la
consignación del número del documento oficial de identidad no
afecta la validez del endoso.

El artículo 35° de la Ley establece que:

35.1 El endoso no puede sujetarse a modalidad alguna. Todo


plazo, condición y modo se consideran no puestos, salvo lo
dispuesto en el último párrafo del Artículo 131°.

Esto significa que el endoso, como acto jurídico unilateral


susceptible de transferir la titularidad del derecho incorporado al
título valor, es necesariamente un acto puro y simple, que no puede
estar sujeto ninguna condición o modalidad como sucede con cierta
frecuencia tratándose de otros actos jurídicos que no consistan en
títulos valores.

En cuanto el endoso en blanco, del que ya nos hemos ocupado,


cualquier tenedor podrá llenarlo con su nombre o con el de un
tercero, o trasmitir el título valor por tradición sin llenar el endoso
(como si se tratara de un título al portador).

58
6.4. El endoso posterior al vencimiento está regulado en el art. 44°
de la Ley.

El numeral 44.1 de ese artículo establece que el endoso posterior al


vencimiento y antes de su protesto (o formalidad sustitutoria)
produce los mismos efectos que un endoso anterior al vencimiento,
es decir, produce todos los efectos cambiarios de un endoso.

Pero el numeral 44.2 señala que el endoso hecho después del


protesto no produce otros efectos que los de la cesión de
derechos, sin perjudicar la acción cambiaria del título valor, si este
reúne los requisitos para ello.

Ya hemos visto arriba cuáles son los efectos de la cesión de


derechos: el crédito se transmite al cesionario cum omni causa, tal
cual se hallaba en el patrimonio del endosante (cedente), con todas
sus virtudes y con todos sus defectos, de manera tal que el obligado
podrá oponerle al endosatario (cesionario, es más apropiado), todas
las defensas de orden causal que tenía contra su acreedor primitivo
(el cedente del derecho).

Si el endoso es sin fecha se presume que ha sido hecho antes de su


protesto (o formalidad sustitutoria, o del plazo para hacerlo
protestarlo o para obtener la formalidad sustitutoria; esto está en el
numeral 44.3 del artículo 44° de la Ley.

59
7.- LEGITIMIDAD EN LA TENENCIA.

Las disposiciones de la Ley sobre este aspecto responden a la


pregunta ¿quién es considerado tenedor legítimo del título en un
momento determinado de su circulación?

7.1. Desde luego, tratándose de títulos al portador, el poseedor


debe ser considerado su tenedor legítimo, a menos que se pruebe
que lo adquirió de mala fe; esto incluye el hurto, el robo, y todas las
formas posibles de detentar la posesión del título careciendo de
derecho para ello (aquí debemos aclarar que detentar es poseer sin
derecho, de modo que la oración así articulada es redundante, pero
de todos modos la usamos para resaltar el hecho).

7.2. En los títulos a la orden la legitimidad del tenedor del título se


obtiene, además de la posesión del mismo, a través del endoso, que
puede haber sido hecho en blanco o a la orden del endosatario, y sin
son varios los endosantes, a través de una cadena regular de
endosos. Así lo dispone el art. 45° de la Ley en su numeral 45.1 que
dice:

45.1 El poseedor de un título valor transmisible por endoso es


considerado como tenedor legítimo si justifica su derecho por
una serie ininterrumpida de endosos. En el caso de los
endosos testados el numeral 45.2 establece que “Los endosos
testados se consideran como no hechos”.

60
7.3. En los títulos nominativos la legitimación se adquiere por la
tenencia del título por quien aparece como su beneficiario (es decir,
aquél cuyo nombre aparece en el título como tal), pero frente al
emitente del título se requiere, además, que aparezca estar inscrito
como titular del mismo en el libro que con ese propósito debe llevar
el emitente (pero nada impide transferir un título nominativo por
cesión de derechos y luego ponerlo en conocimiento del emitente
para que lo anote en el libro correspondiente).

El artículo 92 de la LGS establece que “La sociedad considera


propietario de la acción a quien aparezca como tal en la matrícula
de acciones”.

Otro hecho que puede parecer curioso pero que tiene los efectos
legales requeridos para transferir el título nominativo: es común
hacer constar la cesión de derechos sobre el Certificados de
acciones al dorso del mismo certificado, de modo parecido al
endoso de un título valor a la orden, pero no se trata realmente de
un endoso (pues no es un título la orden) sino de una constancia de
transferencia del título con los efectos de la cesión de derechos.

Finalmente, hay que tener en cuenta que muchas sociedades


anónimas, que son las únicas sociedades que pueden emitir
acciones (junto con las sociedades en comandita por acciones), a
veces tienen limitaciones en sus Estatutos para controlar dichas
transferencias (por ejemplo, un pacto que establezca el derecho de
preferencia para adquirirlas por sus actuales accionistas en
desmedro de terceros); sin embargo, cualquier pacto que pretenda
impedir completamente las transferencias se consideraría inoficioso

61
de acuerdo con la Ley General de Sociedades; al respecto el artículo
101 de la LGS establece: “Las limitaciones a la transferencia, al
gravamen o a la afectación de acciones no pude significar la
prohibición absoluta de transferir, gravar o afectar”.

8.- EL PAGO DEL TÍTULO VALOR.

8.1 Entonces, habiendo quedado definido quién debe ser


considerado como tenedor legítimo del título y, como consecuencia
de ello habilitado (legitimado) para exigir el pago de su valor
nominal (face value), solo falta establecer cómo debe hacer el pago
el deudor, y eso está indicado en el numeral siguiente:

Artículo 46°.- Obligación de quien paga

El que paga el título valor a su vencimiento no está obligado a


cerciorarse de la autenticidad de las firmas de los endosantes
anteriores a la persona con quien se entiende el pago ni, en
su caso, de la suficiencia de las facultades y poderes con las
que intervienen; pero debe verificar el nombre, documento
oficial de identidad y firma de quien le presenta el título como
último tenedor, así como la continuidad ininterrumpida de los
endosos.

62
Esta disposición se justifica en la necesidad que el título pueda
circular sin dificultades, restricciones o condicionamientos de alguna
clase como los que describe la norma, ya que si se obligara al
pagador del título vencido a cerciorarse que los endosos anteriores
a la persona a la que efectúa el pago son auténticos, es decir, que la
firma corresponde verdaderamente al endosante y que éste estaba
en capacidad de transferir el título mediante su endoso, esta tarea
haría imposible en la práctica que el título pudiera circular con
fluidez, que es, precisamente, uno de las razones de ser de los
mismos, como ya vimos arriba al ocuparnos del principio de
circulación como característica propia e inescindible de estos títulos.

Por último, quien paga el título “También tiene derecho a la


devolución del título valor pagado”; esto está dispuesto en el
artículo 17°de la Ley que dice así:

Artículo 17.- Devolución del título valor pagado

17.1 EI tenedor de un título valor queda obligado a devolverlo


a quien cumpla totalmente la prestación contenida en él. En
su caso, entregará también la cuenta de gastos y será de su
cargo obtener la constancia del incumplimiento del título
valor.

En muchos de estos casos de pago del título, quien hace el pago por
cuenta propia puede accionar contra los otros intervinientes (o
contra algunos de ellos, al menos), de manera que al recibir el título

63
valor puede exigirle al sujeto a quien hizo el pago que se lo endose
“por recibo”, lo que no conlleva ninguna responsabilidad para el
endosante, que mediante este endoso deja constancia que se ha
limitado a recibir el pago del título y así, quien lo pagó, y como
consecuencia de haberlo pagado, recibe el título valor por vía de
devolución y está en condiciones de repetir lo pagado de los otros
obligados, si fuera el caso. Este endoso no es propiamente un
endoso en el sentido que no transmite la propiedad del título, sino
que se limita a dejar constancia de su pago por el “endosatario”.

8.2 A diferencia de lo que ocurre con la generalidad de las


obligaciones patrimoniales, en las que el acreedor no puede ser
obligado a recibir un pago parcial (al respecto véase el artículo 1221
del Código Civil, que advierte que “No puede compelerse al
acreedor a recibir parcialmente la prestación objeto de la
obligación…”) en el caso de los títulos valores el tenedor sí está
obligado a recibir pagos parciales, como veremos en el siguiente
párrafo.

En efecto, el numeral 65.1 del artículo 65° de la Ley establece


claramente que “El tenedor no pude rehusar un pago parcial” y
quien paga puede exigirle un recibo por el mismo, además de la
anotación que deberá insertarse en el mismo título, tal como lo
dispone el numeral 65.2. Esto último se hace con el fin de que los
posteriores tenedores tomen conocimiento que ya el título no
representa la suma consignada originalmente (face value) sino que
únicamente vale por el saldo restante luego de verificado el pago
parcial.

64
Hay también en esta Ley, en el numeral 64.1 del artículo 64°, una
previsión cuya ratio legis no se llega a entender claramente, según la
cual el tenedor del título no puede ser compelido a recibir el pago
en fecha anterior al vencimiento. Esto representa una diferencia
importante con relación a las obligaciones en general, las que (a
menos que por la naturaleza de la prestación deba esta cumplirse en
una fecha determinada, pero no antes del vencimiento, o en los
casos en que haya mediado pacto en contrario) pueden ser pagadas
antes del vencimiento.

Ahora bien, existe para quien paga antes del vencimiento una
previsión legal cuya ratio legis no se llega a entender del todo. En
efecto, el numeral 64.2 señala que “Quien cumple la prestación que
le corresponde antes de la fecha establecida en el título, lo hace por
su cuenta y riesgo, y responde por la validez del pago”. La hipótesis
de hecho parte del supuesto que el tenedor haya aceptado el pago
del título (dejando de lado lo dispuesto en el numeral 64.1) a pesar
de no encontrarse vencido el plazo, y en esta hipótesis el pagador
corre el riesgo precisado en este numeral.

Esta previsión no tiene sentido si quien paga es el obligado principal,


que no tiene acción alguna contra los demás intervinientes;
tampoco le vemos utilidad si quien hace el pago es su garante, que
entonces solo podrá dirigirse contra su garantido al vencimiento del
título, y lo mismo puede decirse del obligado en vía de regreso que
paga antes del plazo, que tendrá que esperar al vencimiento del
título para hacer valer su acción cambiaria de ulterior regreso.

65
8.3 En lo que toca al lugar del pago, de este tema se ocupa el art. 66
de la Ley, estableciendo (numeral 66.1) que, si bien en principio
establece que el pago debe hacerse en el domicilio señalado en el
título, sigue la regla del art. 1238 del Código Civil que establece que
la obligación debe pagarse en el domicilio del deudor a menos que
las partes hubieran acordado otra cosa («El pago debe efectuarse en
el domicilio del deudor, salvo estipulación en contrario, o que ello
resulte de la ley, de la naturaleza de la obligación o de las
circunstancias del caso. …omissis…), lo que está recogido
particularmente en el numeral 66.3, literal a) del art. 66 de la Ley.

Desde luego, el domicilio del pago es relevante para la notificación


con la eventual demanda que se interponga para el pago del título y,
también, determina la competencia territorial del juez que tramitará
el proceso.

9.- LAS ACCIONES CAMBIARIAS DERIVADAS DE LOS TÍTULOS


VALORES.

9.1 Por razones de sistemática, primero debemos abordar las


acciones de cobro que se derivan de los títulos valores como tales, y
posteriormente, el mérito ejecutivo de los mismos y las causales de
contradicción que pueden oponerse a la ejecución de los títulos
valores por el deudor demandado, porque en la Ley esto no parece
estar bien organizado.

66
En efecto, lo sistemático, lo que sigue un orden lógico es primero
definir el título valor y sus características; luego las formas o modos
en que puede circular según su naturaleza; luego es establecer
quién está legitimado para cobrarlo y las acciones cambiarias de que
goza su tenedor para hacer efectivos los derechos derivados de
estos y, finalmente, tratar sobre su ejecución y sobre las defensas
que puede oponer el deudor contra la ejecución del título cuando es
demandado. Estas defensas están contempladas en la Ley de Títulos
Valores, pero también en el Proceso Único de Ejecución regulado en
el Código Procesal Civil.

9.2 Ahora toca ocuparnos de las acciones cambiarias que se derivan


de los mismos y que son las siguientes:

a) La acción cambiaria directa: el numeral 90.1 de la Ley dice


que los T/V confieren a su tenedor la acción cambiaria
directa que puede ejercitarse contra el obligado principal
y/o sus garantes.

Así, por ejemplo. tratándose de una Letra de Cambio, el


obligado principal es el aceptante, de manera que la
acción directa de cobro debe ejercitarse contra este y
contra sus garantes (si los hubiera, obviamente).

b) La acción cambiaria de regreso es la que el acreedor,


conjunta o sucesivamente a la acción directa, está
facultado para ejercer contra los endosantes, los garantes

67
de éstos y los demás obligados del título. Esto está
recogido en el numeral 90.2

Utilizando la Letra de Cambio del ejemplo anterior, la acción de


regreso se dirige contra el girador de la cambial y contra los
endosatarios y garantes de los mismos (de haberlos, claro está).

c) La acción de ulterior regreso; la acción de regreso tiene


una peculiaridad, pues quien ha pagado un título valor en
vía de regreso puede repetir dicho pago contra su
endosante anterior ejercitando la acción de ulterior
regreso. La misma acción corresponde en esta vía contra
los obligados anteriores de él. Esto lo establece el numeral
90.3 del artículo 90 de la Ley.

La vía de ulterior regreso es una cadena de responsabilidades hacia


atrás en la línea de tiempo en que se sucedieron las transferencias
del título a la orden mediante su endoso, pues si se tratara de títulos
al portador sería imposible rastrear a todos aquellos que alguna vez
lo tuvieron en sus manos y lo transfirieron a otra persona.

Es importante dejar en claro que el endosante que pagó


como obligado de regreso se convierte en legitimo tenedor del
título y, en tal virtud, está munido de las dos acciones cambiarias
de todo tenedor: directa, contra el obligado principal y su avalista
(si lo hubiere, desde luego) y de regreso contra los obligados que le
precedieron a él; esto quiere decir que no solo tiene la acción de
ulterior regreso que puede dirigir contra su endosante anterior, sino

68
que cuenta con todas las acciones cambiarias que corresponden al
tenedor legítimo del título valor.

La consecuencia de esto es que la acción de ulterior regreso puede


no serle útil al endosante pagador en la medida que como legítimo
tenedor del título puede demandar no solo a su anterior endosante
mediante esta acción de ulterior regreso, sino que puede demandar
a todos los intervinientes ejercitando las dos acciones cambiarias de
que goza: directa y de regreso.

(Una última observación respecto de esta acción de ulterior regreso:


Messineo se refería a ella como acción de regreso por reembolso,
para así distinguirla de la acción ordinaria de regreso que, según él,
correspondería al acreedor cambiario originario, o sea a quien
presentó el título para su pago).

d) La acción alternativa, contemplada en el artículo 94° de la


Ley, que no es una acción independiente de las acciones
cambiarias, sino la alternativa que le otorga la ley al
tenedor cuando las calidades de éste y las del obligado
principal del título corresponden al acreedor y al deudor
de la relación causal, en cuyo caso el tenedor puede
promover, alternativamente, la acción cambiaria derivada
del mismo o la respectiva acción causal (es decir, la acción
subyacente que dio origen a la emisión del título).
Hay que tener en cuenta que si el tenedor se decantase por el
ejercicio de la acción causal contra el obligado a quien demanda,
éste podrá oponerle las excepciones fundadas en el negocio causal

69
que dio origen al título y también las excepciones personales que
tuviera contra el actor, lo que puede representar una enorme
desventaja procesal para este último.

9.3 En lo que concierne a la naturaleza jurídica de la acción


cambiaria debemos señalar que es un tipo de acción sui generis,
hecha a la medida de los títulos valores, cuyo ejercicio exime al
demandante de tener que fundamentar su demanda en otros
hechos que no sean la mera presentación del título valor cuyo pago
reclama, título en el que consta el vencimiento y exigibilidad del
mismo, no requiriéndose para nada acreditar la causa que dio origen
a su creación pues, por el principio de autonomía y el de
abstracción, está exonerado de ello. En las acciones cambiarias la
anexión del título a la demanda constituye la fundamentación
fáctica y jurídica de la demanda (lo que se conoce procesalmente
como “causa petendi” o causa para pedir).

Esto representa una enorme ventaja sobre la acción causal, donde sí


es absolutamente necesario fundamentar la demanda (fáctica y
jurídicamente en la causa u origen de la obligación que se hace valer
en el proceso de su propósito.

9.4 Ahora bien, antes de entrar a estudiar el mérito ejecutivo y el


ejercicio de las acciones cambiaras derivadas de los títulos valores es
necesario detenernos a examinar los plazos de prescripción de
estas últimas que son tres según el tipo de acción que se quiere
ejercitar.

70
Estos plazos están establecidos en el artículo 96° de la Ley cuyos
numerales pertinentes dicen así:

96.1 Las acciones cambiarias derivadas de los títulos valores


prescriben:

a) A los tres años, a partir de la fecha de su respectivo


vencimiento, la acción directa contra el obligado principal
y/o sus garantes;

b) Al año, a partir de la fecha de su vencimiento, la acción de


regreso contra los obligados solidarios y/o garantes de estos;
y

c) A los seis meses, a partir de la fecha de pago en vía de


regreso, la acción de ulterior regreso contra los obligados y/o
garantes de estos. Dentro de este mismo plazo debe
ejercitarse la acción de repetición que corresponda al garante
del obligado principal contra éste.

e) En el caso de los cheques hay una provisión especial en


cuanto al inicio del plazo de prescripción, ya que este
comienza su decurso a partir del último día de su
presentación al cobro según la ley. Esto está en el numeral
96.2.

71
El numeral 96.3 se establece lo siguiente respecto de los plazos de
prescripción:

96.3 Sin perjuicio de los señalado en el segundo párrafo del


artículo 95°, los plazos de prescripción establecidos Enel
presente artículo son perentorios y no admiten interrupción,
ni suspensión. El reconocimiento judicial del título valor
vendido no interrumpe los plazos de prescripción señalados
en el presente artículo para el ejercicio de las acciones
cambiarias derivadas de él.

Con respecto a esta disposición hay varias cosas que aclarar: la


primera es que, a diferencia de los plazos de prescripción que
establece el Código Civil, que admiten la suspensión y la
interrupción, y que son características esenciales de dichos plazos,
aquí eso no puede ocurrir porque, según la ley, los plazos de las
acciones cambiarias se cursan sin suspensiones ni interrupciones, lo
que los hace muy parecidos a los plazos de caducidad que,
precisamente, se caracterizan por no ser susceptibles de suspensión
ni interrupción (aunque el efecto final es distinto, ya que la
prescripción solo extingue la acción, pero no el derecho, como
ocurre con los plazos de caducidad, que necesariamente perimen el
derecho). Esto, como ya señalamos en un párrafo anterior, tiene un
efecto procesal importante, porque la prescripción no puede ser
declarada de oficio por el Juez, de manera que aun cuando le
resultara obvio a éste que la acción cambiaria está prescrita, tiene
que darle curso a la demanda, a diferencia de lo que ocurriría si se

72
tratara de un plazo de caducidad, en que el Juez puede rechazar la
demanda al observar que el plazo ha decursado y que el derecho se
encuentra perimido.

Otro punto a considerar es que el reconocimiento judicial del título


no interrumpe los plazos de prescripción señalados para las
acciones cambiarias, lo que quiere decir que si, por ejemplo, se pide
el reconocimiento judicial del título por no haber sido protestado
dentro del plazo correspondiente, los plazos de prescripción de las
acciones cambiarias siguen corriendo mientras se tramita dicho
reconocimiento.

El reconocimiento judicial del título puede pedirse en los casos del


numeral 91.2 del artículo 91° de la Ley, que establece que en los
casos de los incisos a) (no haberse verificado el protesto si no se le
hubiere exonerado de tal trámite) y b) (no haberse verificad la
formalidad sustitutoria) del numeral 91.1 puede subsanarse si
dentro de los plazos de prescripción de la respectiva acción
cambiaria el tenedor logra obtener el reconocimiento judicial del
contenido y firma del título valor.

Sin embargo, es preciso dejar constancia que este medio de


restablecer el mérito ejecutivo de un título valor perjudicado,
digamos, por falta de protesto es hoy en día, y por culpa de nuestro
sistema de justicia, una entelequia inalcanzable, pues un proceso no
contencioso de reconocimiento puede durar tres años y aún más
debido a la lentitud exasperante del sistema.

73
Pero resumiendo: esos dos casos son, como ya señalamos, la falta
de protesto o la falta de la formalidad sustitutoria del mismo.
Vale la pena acotar aquí que, extinguida la acción cambiaria, el
tenedor puede promover la acción causal, si la tuviera, y si también
careciera de ella, la acción de enriquecimiento indebido, que
prescribe a los dos años de extinguida la acción cambiaria, conforme
al artículo 99° de la ley de Títulos Valores, concordado con el
artículo 20° de la misma, que establece lo siguiente:

Artículo 20°.- Enriquecimiento sin causa

Extinguidas las acciones derivadas de los títulos valores, sin


tener acción causal contra el emisor o los otros obligados, el
tenedor podrá accionar contra los que se hubieren
enriquecido sin causa en detrimento suyo, por la vía procesal
respectiva.

La disposición deja en claro que esta acción solo puede promoverse


a falta de la acción cambiaria y de la acción causal, resaltado así su
carácter de acción residual o de “extremun remediun iuris”, pues
tiene por finalidad evitar que un sujeto se enriquezca a expensas del
patrimonio de otro sin que exista justa causa para ello. Pero,
repetimos, es residual porque solo puede intentarse cuando no
exista otra acción que pueda remediar esa situación de injusticia; de
ahí lo de “extremo remedio jurídico”.

74
Esto es así porque todo desplazamiento o atribución patrimonial de
una persona hacia otra debe tener algún motivo o razón considerada
como suficiente (por justa causa) por el ordenamiento jurídico o, lo
que es lo mismo, debe tener una justificación porque de no tenerla
resultará en el enriquecimiento de uno en perjuicio del patrimonio del
otro sin causa justificativa y, por ende, resultará injusto por lo que el
ordenamiento legal le pone remedio a través de una acción in rem
verso, que es la llamada de enriquecimiento sin causa.

Un caso que puede ejemplificar esta noción lo tomamos de una


sentencia dictada por la Corte Suprema de Colombia, concretamente
por la Sala de Casación Civil E No. 7061 de 2002, que se refiere así a la
acción de enriquecimiento sin causa del acreedor cuando el titulo valor
ha caducado o prescrito, en los términos que reproducimos a
continuación:

“Acción de enriquecimiento cambiario. Su fundamento, lejos de


reducirse a una degradación procesal de las acciones cambiarias
de suyo incomprensible, acaba por identificarse en ultimas con
el que le sirve de soporte a la acción común por enriquecimiento
sin causa a expensas de otro, acción esta que, a la manera de
los principios generales de derecho, domina los textos positivos
como expresión inmediata e imperativa de la noción de equidad.

Se requiere, para su exitoso ejercicio, de un lado, que el


acreedor, ante la pérdida tanto de la acción cambiaria como de
la causal contra los obligados al pago del instrumento, carezca
de otro medio para remediar el daño; del otro, que el
responsable por el pago haya obtenido un provecho ilícito con

75
ocasión de la emisión o de la transferencia del título y, por
último, un empobrecimiento correlativo que, en sentido amplio,
corresponde al perjuicio acaecido al demandante”.

10. MÉRITO EJECUTIVO Y EJERCICIO DE LAS ACCIONES


CAMBIARIAS.

El artículo 18° de la Ley concierne al mérito ejecutivo y al ejercicio de


las acciones cambiarias. Así el numeral siguiente 18.1 expresa lo
siguiente:

18.1 Los títulos valores tienen mérito ejecutivo, si reúnen los


requisitos formales exigidos por la presente Ley, según su
clase.

Esta disposición no requiere de mayores comentarios, pues una de


las ventajas o virtudes del título valor es poder hacer efectivo su
cobro a través del Proceso Único de Ejecución, ya que constituye un
título de ejecución extrajudicial y está contemplado como tal en el
inciso 4 del artículo 688 del Código Procesal Civil.

Sin embargo, algo que llama la atención es lo que dispone el


numeral siguiente:

76
18.2 El tenedor podrá ejercitar las acciones derivadas del
título valor en proceso distinto al ejecutivo, observando la ley
procesal.

En efecto, ¿qué sentido práctico puede tener esta disposición con


relación al ejercicio de las acciones cambiarias? Lo razonable es que
quien goza de la acción cambiaria directa o de regreso la haga valer
por sobre la acción causal en un Proceso Único de Ejecución,
proceso este último donde se parte de la premisa que el derecho ya
está establecido (por y en el título) y que, por lo tanto, no requiere
de ser declarado (a diferencia de los procesos de cognición, en lo
que el derecho invocado debe ser probado y reconocido en una
sentencia de mérito). Además, como vimos arriba, la acción
cambiaria no requiere que el demandante tenga que expresar en su
demanda el origen del título valor que pone a cobro, pues por el
principio de autonomía y el de abstracción está exonerado de ello
(por el contrario, en el caso de la acción causal es absolutamente
necesario fundamentar la demanda en la causa u origen de la
obligación que se valer en el proceso de su propósito).

Esto no significa que no se pueda hacer valer la acción cambiaria en


otras vías procesales distintas de la ejecutiva, pues nada impide
hacerlo y más bien este numeral lo autoriza expresamente para ello,
pero lo lógico sería emplear estas vías de cognición solamente
cuando se hace uso de la acción causal, en la que el tenedor debe
probar que es el legitimado para cobrar el título (si representa una
suma de dinero a pagar) o que se le reconozca como titular (como
en el caso de acciones, por ejemplo).

77
Adicionalmente, el tenedor que tiene la acción cambiaria y no hace
uso de ella dentro de un Proceso Único de Ejecución se expone a
que el demandado haga uso de una serie de defensas que no podría
emplear en estos procesos, en que las oposiciones o causales de
contradicción son númerus clausus y están consignadas como tales
en el art. 690-D del Código Procesal Civil, como vamos ver con
mayor detenimiento más abajo en este estudio.

El numeral siguiente se ocupa de los valores inmateriales, también


llamados valores con representación por anotación en cuenta, y dice
así:

18.3 El mérito ejecutivo respecto a los valores con


representación por anotación en cuenta, recae en la
constancia de inscripción y titularidad que expida la
respectiva Institución de Compensación y Liquidación de
Valores, conforme a la ley de la materia.

11.- LAS CAUSALES DE CONTRADICCIÓN EN LA LEY DE TÍTULOS


VALORES Y EN EL PROCESO ÚNICO DE EJECUCIÓN (¿Hay
alguna diferencia relevante cuando el título se pone a cobro
en el proceso único de ejecución?)

78
11.1. LAS CAUSALES DE CONTRADICCIÓN EN LA LEY DE TÍTULOS
VALORES.

En primer lugar, vamos a enunciar las causales contempladas en la


Ley de Títulos Valores, que están desarrolladas en el artículo 19° de
misma en los numerales que vamos a examinar a continuación, pero
antes debemos dejar en claro que esta causales de contradicción
enumeradas en el artículo 19.1 de la Ley valen como tales el
Proceso Único de Ejecución, ya que si el tenedor del título opta por
demandar el título en una de las vías de cognición, de acuerdo con
el numeral 18.2 del que nos hemos ocupado arriba, las mencionadas
causales no podrían ser invocadas como tales, pues esta articulación
no encaja en estos procesos donde no puede contradecirse
(entendido este término en sentido estricto) la demanda sino que
debe contestarse, no obstante que dichas causales pueden ser
invocadas como fundamentos fácticos de esa contestación de la
demanda.
Aclarado esto pasamos a ocuparnos de dichas causales de
contradicción que son las siguientes:

Art. 19.- Causales de contradicción.

19.1 Cualquiera que fuere la vía en la que se ejerciten las


acciones derivadas del título valor, el demandado puede
contradecir fundándose en:

79
a) el contenido literal del título valor o en los defectos de forma legal
de éste;

Este es el comentario que nos merece esta causal: se entiende que


para lo primero (contenido literal) debe existir una discordancia
entre lo que se le está exigiendo judicialmente al obligado y lo que
se expresa en el título, y en cuanto a lo segundo (defecto de forma
legal) se entiende que existe una formalidad legal que debe revestir
el título para ser considerado como tal, pero que no ha sido
cumplida, lo que vicia el título valor si tal formalidad es esencial al
mismo (pues hay formalidades no esenciales que son “llenadas” -por
solventadas- por la propia ley que se encarga de señalar como se
subsana ese defecto o carencia).

b) la falsedad de la firma que se le atribuye;

Esto no merece mayor comentario, pues si la firma del demandado


es falsa no puede quedar obligado al cumplimiento de un acto en el
que no participó, como resulta obvio.

Sin embargo, si esto se alega como defensa en un Proceso Único de


Ejecución, va a ser necesario que el Juez ordene una pericia
grafotécnica con el fin de establecer este hecho, informe pericial
cuya elaboración puede tomar un tiempo considerable, sin contar
con que luego hay que actuar dicha prueba en la Audiencia Única y
eso puede dar lugar a una serie de incidentes que el Juez puede no
resolver en ese mismo acto. El efecto de esto es que se atrasa
considerablemente el desenlace del proceso, sacrificando la

80
celeridad en aras de que la verdad procesal se aproxime a la verdad
material, es decir, a lo que ha ocurrido realmente fuera del proceso.

c) la falta de capacidad o representación del propio demandado en el


momento que se firmó el título valor;

Este es un tema más de fondo que procesal, a pesar que


procesalmente se podría manifestar a través de una excepción; no
es así: aquí la primera causal contemplada tiene que ver con la falta
de capacidad del demandado cuando firmó el título (capacidad de
goce o ejercicio, se entiende) y la segunda causal contemplada con
la falta de representación de quien lo firmó como apoderado del
demandado. En este último caso falta un presupuesto procesal de
fondo o material: la legitimidad para obrar (legitimatio ad causam),
es decir que el demandado sea, efectivamente, el titular pasivo del
derecho invocado en la demanda (a diferencia de la llamada
legitimatio ad processum, que es un presupuesto procesal formal y
que puede hacerse valer como excepción). Acá hay que recordar
que el acto jurídico celebrado por «falsus procurator» es ineficaz
frente al falso representado, pero no frente a terceros; así lo ha
establecido, por lo demás, la Casación 1135-2013-Lima.

d) la falta del protesto, o el protesto defectuoso, o de la formalidad


sustitutoria, en los casos de títulos valores sujetos a ello;

Esta es una causal que no requiere de mayores comentarios, pues se


explica por sí sola. Si ocurre alguno de los tres supuestos de hecho

81
de la norma, el título pierde su condición de tal (de título valor) y
con ello las acciones cambiarias que permiten demandarlo en la vía
del Proceso Único de Ejecución o en otra vía procesal si se prefiere,
haciendo uso de las acciones cambiarias directa o de regreso.

e) que el título valor incompleto al emitirse haya sido completado en


forma contraria a los acuerdos adoptados, acompañando
necesariamente el respectivo documento donde consten tales
acuerdos transgredidos por el demandante;

Esto presente un serio problema si el título valor ha sido transferido


a un tercero que desconoce esos acuerdos; a éste tales acuerdos
sobre el llenado del título no se le pueden oponer, salvo que se le
demuestre que obró de mala fe, algo que en la práctica es de muy
difícil probanza (prácticamente imposible).

Sin embargo, como ya hicimos notar arriba, en estos casos el emisor


o el aceptante pueden hacer valer, conforme al numeral 10.2 del
artículo 10 de la Ley, que se agregue en el título una “…cláusula que
limite su transferencia, así como recibir del tomador una copia del
título.” Pero también hemos visto (véase el punto 3) que la posición
de poder que tiene el acreedor (lo que comúnmente se presenta en
el caso de pagarés bancarios) inhibe al deudor de consignar tal
cláusula, porque de insistir en hacerlo el acreedor no accederá a
concederle el crédito solicitado.

82
f) la falta de cumplimiento de algún requisito señalado por la ley
para el ejercicio de la acción cambiaria.

Nótese que la causal es la falta de un requisito para el ejercicio de la


acción cambiaria, no la falta de algún requisito del título en sí, que
se asume que cumple todas las formalidades inherentes a la
naturaleza del título de que se trata (la firma del aceptante, en la
Letra de Cambio, por ejemplo, cuando no se gira a la vista).

Un ejemplo de la causal es la falta de protesto (o formalidad


sustitutoria) cuando no se ha exonerado de este trámite al título, el
protesto a destiempo o hecho irregularmente, etc.

El numeral 19.2 añade que

“El deudor también puede contradecir al tenedor del título


valor, proponiendo las defensas que se deriven de sus
relaciones personales y las que resulten procedentes, según
la ley procesal.

Y el numeral 19.3 establece que:

“El demandado no puede ejercer los medios de defensa


fundados en sus relaciones personales con los otros
obligados del título valor, ni contra quienes no mantenga
relación causal vinculada al título valor, a menos que al
adquirirlo, el demandante hubiese obrado a sabiendas del
daño de aquél”.

83
Por último, el artículo 21° señala que el título es nulo cuando
considera intereses ilegales; dice así:

Artículo 21. Nulidad del título valor por intereses ilegales


21.1 Podrá deducirse la nulidad del título valor obtenido por
el tenedor en representación o en pago de préstamos con
intereses usurarios o prohibidos por la ley, sin perjuicio de la
responsabilidad penal a la que hubiera lugar, según la ley de
la materia.

21.2 En caso de que el título valor que contenga tales


intereses hubiera sido transferido, la nulidad señalada que no
surja de su texto, no podrá invocarse contra el tenedor de
buena fe que lo haya adquirido observando las normas que
rigen su circulación.

Acá se hace necesario aclarar algo con respecto a qué se entiende


por intereses usurarios: en efecto, a partir de la Constitución de
1993 los bancos y demás empresas financieras supervisadas por la
Superintendencia de Banca y Seguros y AFPs pueden cobrar los
intereses que esas mismas empresas establecen, sin que por
exagerados que sean los mismos puedan llegar a constituir casos de
usura.

84
En efecto, el artículo 17 de Ley General del Sistema Financiero y del
Sistema de Seguros y Orgánica de la SBS, dispone expresamente que
las empresas y entidades del Sistema financiero podrán señalar
libremente las tasas de interés que habrán de aplicar en las
relaciones de crédito; en el mismo artículo se señala que lo
dispuesto en el primer párrafo de artículo 1243 del Código Civil no
se aplica a la actividad de intermediación financiera. Esto último
significa que esta última disposición subsiste solo con relación a los
demás particulares que no pueden pactar el pago intereses y
reajustes más allá de los límites que le fija el BCR (en función a las
tasas del mercado del que da cuenta la SBS periódicamente).
Como acabamos de señalar, en el caso de estos particulares, las
tasas máximas de interés compensatorio y moratorio las establece
el Banco Central de Reserva según el mentado artículo 1243 del CC;
estos son los llamados intereses legales y tienen los topes que
establece dicho Banco Central. Al respecto, quienes requiera de
mayor información sobre este tema, pueden consultar sobre el
mismo ingresando al portal del BCR.

Es decir, mientras los particulares pueden incurrir en casos de usura,


los bancos y demás entidades financieras tienen total libertad para
cobrar los intereses que ellos mismos fijen a su antojo. Un
despropósito que este Congreso ha tratado de corregir últimamente
a través de una ley “blanda” que delega en el BCR la fijación de
intereses máximos para los bancos y que, en la práctica, no pasará
de ser letra muerta debido a la mentalidad conservadora de los
actuales directores de esta entidad bancaria central.

85
Otra es la solución que le da la Ley General de Título y Operaciones
de Crédito de México, que en los casos de notorios intereses
usurarios autoriza al juez de la causa a reducir de oficio los intereses
las tasas autorizadas.

En una sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (de


México) la Primera Sala ha resuelto lo siguiente con respecto a un
Pagaré cuyos intereses consideró usurarios; dice así la Sumilla:
"PAGARÉ. SI EL JUZGADOR ADVIERTE QUE LA TASA DE INTERESES
PACTADA CON BASE EN EL ARTÍCULO 174, PÁRRAFO SEGUNDO, DE
LA LEY GENERAL DE TÍTULOS Y OPERACIONES DE CRÉDITO ES
NOTORIAMENTE USURARIA PUEDE, DE OFICIO, REDUCIRLA
PRUDENCIALMENTE."

Nuestro sistema no admite la reducción oficiosa de los intereses


usurarios, sino que sanciona con la nulidad al título valor que los
contenga. Esta disposición estaba en consonancia con el delito de
usura que pocos años después de la promulgación de la Ley actual
de Títulos valores fue, lamentablemente, derogado por el segundo
gobierno de Alan García.

11.2. LAS CAUSALES DE CONTRADICCIÓN EN EL PROCESO ÚNICO


DE EJECUCIÓN (PUE).

En cuanto a las causales de contradicción en el Proceso Único de


Ejecución están enunciadas en el Artículo 690-D.- Contradicción

86
(hacemos notar, desde ya, que estas causales son oponibles por el
demandando para el pago de un título de ejecución extrajudicial; al
respecto véase el penúltimo párrafo de este artículo) que señala lo
siguiente:

Dentro de cinco días de notificado el mandato ejecutivo, el


ejecutado puede contradecir la ejecución y proponer
excepciones procesales o defensas previas.

En el mismo escrito se presentarán los medios probatorios


pertinentes; de lo contrario, el pedido será declarado
inadmisible. Sólo son admisibles la declaración de parte, los
documentos y la pericia.

La contradicción sólo podrá fundarse según la naturaleza del


título en:

1.- Inexigibilidad o iliquidez de la obligación contenida en el


título;

2.- Nulidad formal o falsedad del título; o, cuando siendo


éste un título valor emitido en forma incompleta, hubiere
sido completado en forma contraria a los acuerdos
adoptados, debiendo en este caso observarse la ley de la
materia;

3.- La extinción de la obligación exigida;

87
(Cuando el mandato se sustente en título ejecutivo de naturaleza
judicial, sólo podrá formularse contradicción, dentro del tercer día,
si se alega el cumplimiento de lo ordenado o la extinción de la
obligación, que se acredite con prueba instrumental).

“La contradicción que se sustente en otras causales será rechazada


liminarmente por el Juez, siendo esta decisión apelable sin efecto
suspensivo”, finaliza el artículo.

11.3. EXAMEN CONTRAPUESTO DE LAS CAUSALES DE


CONTRADICCIÓN DE LA LEY DE TÍTULOS VALORES VERSUS
LAS CAUSALES DEL PROCESO ÚNICO DE EJECUCIÓN.

Ahora vamos a analizar una por una las tres causales de


contradicción que consagra el Código Procesal Civil en el artículo
690-D y si todas las causales de contradicción del art. 19 de la Ley
de Títulos Valores pueden calzar en esas tres causales o si resulta
que según esta última ley hay alguna causal que no ha sido
contemplada en el Código Procesal Civil y, en ese caso, cómo se
puede hacer valer tal causal valer Proceso Único de Ejecución.

11.3.1. Empezaremos por la última de las tres causales que


contempla el art. 690-D: la “extinción de la obligación”: esta causal
no requiere de mayor explicación, pues si la obligación está extinta

88
no hay acreencia alguna por cobrar en el proceso a partir del título
valor.

Desde luego que hay muchas formas de extinguir una obligación; el


pago es la forma natural de extinguirla, pero también hay otras
formas y la caducidad es una de ellas, la que vamos a examinar con
cierto detenimiento pues es causal de contradicción, pero también
puede proponerse como excepción en el Proceso Único de Ejecución
(en adelante vamos a referirnos a este último con la abreviatura
PUE).

Como es sabido, mientras la prescripción extingue la acción


(preservando el derecho, el cual convierte así la obligación en una
de carácter natural para quien la debe de cumplir, con lo cual
resulta siendo inexigible), la caducidad perime el derecho, hace que
este desaparezca, de manera que ello puede invocarse como causal
(extinción de la obligación por caducidad del derecho) o como
excepción al momento de formular la contradicción a la ejecución,
desde que la perención del derecho por esa causal también
constituye la llamada “excepción de caducidad”. Desde luego, desde
el punto de vista de la defensa del demandado, lo más aconsejable
es proponerla como excepción y también como causal de extinción,
pues no hay impedimento para ello (y, adicionalmente, ambas se
proponen conjuntamente).

No hay que olvidar que al tiempo de introducirse la demanda, si el


Juez observa que el derecho ha caducado, puede rechazarla por este
motivo, cosa que le está vedado tratándose de la prescripción de la
acción, ya que quien debe alegar y probar este hecho es el

89
demandado; de no hacerlo, el Juez continuará tramitando el
proceso a pesar de haberse operado la prescripción.

Otra forma de extinción de las obligaciones es la novación,


mediante la cual se extingue una obligación creándose otra, es decir,
el acreedor adquiere en lugar de la prestación a que tenía un
derecho un nuevo crédito contra el deudor y este se exime de su
deuda sin cumplirla, mediante una nueva promesa al acreedor.

La compensación es otra forma de extinguir obligaciones y opera


cuando una persona es simultánea y recíprocamente deudora y
acreedora de otra.

La condonación implica un acto de liberalidad por parte del


acreedor quien realiza un acto parecido a la donación, pero no
respecto a un bien, sino en relación a un crédito.

La consolidación o confusión se produce cuando las calidades de


acreedor y deudor se reúnen en una misma persona, de modo tal
que, por el principio que nadie puede ser acreedor ni deudor de sí
mismo, la obligación se extingue de modo natural, al no poder
subsistir en cabeza de una misma persona.

Dentro de la causal de extinción de la obligación que estamos


examinando, también cabría oponer la extinción parcial de la
obligación, en la medida que el demandado puede haber cancelado
con anterioridad a la iniciación del proceso una parte de su
obligación, si esta es de carácter dinerario. El obligado hace un pago
a cuenta y no se anota en el título valor (incumpliendo así lo que la

90
Ley dispone al respecto) sino en documento separado y el tenedor
demanda por el total del título. En este caso el demandado presenta
al proceso el recibo de pago parcial en prueba de tal hecho (no hay
que olvidar que la prueba del pago incumbe a quien afirma haberlo
efectuado, según el artículo 1229 del Código Civil).

La que no resulta oponible como causal de extinción total o parcial


de la obligación es la mal llamada “excepción de compensación”,
pues es propiamente una defensa de fondo que no cabe hacer valer
en el PUE (y mucho menos como defensa previa, porque no lo es);
sin embargo, si la obligación a cargo del demandante (opuesta por el
demandado) ya estuviera establecida por sentencia judicial pasada
en autoridad de cosa juzgada es posible que pueda hacerse valer
como causal de extinción parcial o total de la obligación puesta a
cobro, porque de no ser así requeriría de una probanza que no
puede hacerse en un Proceso Única de Ejecución o PUE, por la
naturaleza ejecutiva del mismo y por lo limitado de los medios
probatorios que pueden producirse en este tipo de proceso.

11.3.2. Ahora vamos a ocuparnos de la causal del inciso 2 del


artículo 690-D, que consiste en la “Nulidad formal o falsedad del
título; o, cuando siendo éste un título valor emitido en forma
incompleta, hubiere sido completado en forma contraria a los
acuerdos adoptados, debiendo en este caso observarse la ley de la
materia”.

La primera causal, referida a la nulidad formal, se da cuando el


título- valor es FORMALMENTE NULO, esto es cuando adolece de la

91
falta de alguno de los requisitos esenciales previstos en la Ley de
Títulos Valores para su eficacia como tal; por ejemplo, la firma de
emitente en el Pagaré; la firma del aceptante en la Letra de Cambio
girada con cargo a ser aceptada (no a la vista); etc.

Los requisitos particulares de cada uno de los títulos valores están


previstos en la ley de la materia, en la Sección correspondiente a
cada uno de ellos. Así, los correspondientes a la Letra de Cambio, en
la Sección Primera del Libro Segundo Parte Especial, etc.

En cuanto a la FALSEDAD DEL TÍTULO, esta causal no debería ofrecer


mayores dificultades procesales en relación a su probanza, porque
esa falsedad necesariamente va a requerir que el demandado que la
alega sea quien la pruebe a través de una pericia orientada a ese fin.
Aclaramos que existe una distinción doctrinaria entre lo que se
considera un DOCUMENTO FALSO, que es el confeccionado en su
totalidad por el falsario, y el DOCUMENTO FALSIFICADO, que es
aquél que ha sido manipulado o alterado por el falsario; ambos
criterios encajan dentro de la segunda causal contemplada en el
inciso 2 del artículo 690-D del CPC que estamos analizando.

Los títulos valores pueden ser falseados o alterados tanto en la


modalidad de falsedad ideológica como en la de falsedad material
propiamente dicha (aunque la llamada falsedad ideológica siempre
importa una manipulación material del título, pues el falsario
requiere alterar su contenido); algunos ejemplos pueden ayudarnos
a comprender mejor esta llamada falsedad ideológica, que se
presenta cuando, por ejemplo, se modifica la fecha de vencimiento;
se altera el valor del título consignándose, por ejemplo, una suma

92
mayor a la original; se cambia el nombre de alguna de las personas
que figuran en éste; se falsifica/n una o más firmas; se cambian las
condiciones o restricciones consignadas originalmente en el título,
etc. Esta alteración del contenido del título es la llamada falsedad
ideológica.

La falsedad puede consistir en la elaboración íntegra del documento


contrario a la verdad o su adulteración. Aquí, el ejecutado podría
alegar que el título ejecutivo ha sido adulterado, ya sea en todo o en
parte, y como tal no tiene mérito ejecutivo.

A través de esta causal de contradicción (oposición), el ejecutado


ataca al documento y no a la obligación contenida en aquel, entre
muchos casos podría el supuesto que coincida tanto la falsedad del
documento como la falsedad del acto jurídico que contiene la
obligación.

Hay que tener presente que el artículo. 9 de la Ley de Títulos


Valores, bajo el epígrafe, ALTERACIÓN DEL TÍTULO VALOR, establece
lo siguiente:

9.1 En caso de alteración de un título valor, los firmantes


posteriores a este hecho se obligan según los términos del
texto alterado y los anteriores conforme al texto original.

9.2 A falta de prueba en contrario, se presume que una firma


ha sido puesta antes de la alteración.

93
En nuestro país la falsificación de documentos es un delito Contra
la Fe Pública que está tipificado en el artículo 427 del Código Penal
que señala lo siguiente:

Art. 427.- Falsificación de documentos

El que hace, en todo o en parte, un documento falso o


adultera uno verdadero que pueda dar origen a derecho u
obligación o servir para probar un hecho, con el propósito de
utilizar el documento, será reprimido, si de su uso puede
resultar algún perjuicio, con pena privativa de libertad no
menor de dos ni mayor de diez años y con treinta a noventa
días-multa si se trata de un documento público, registro
público, título auténtico o cualquier otro trasmisible por
endoso o al portador y con pena privativa de libertad no
menor de dos ni mayor de cuatro años, y con ciento ochenta
a trescientos sesenticinco días-multa, si se trata de un
documento privado.

El que hace uso de un documento falso o falsificado, como si


fuese legítimo, siempre que de su uso pueda resultar algún
perjuicio, será reprimido, en su caso, con las mismas penas.

El artículo transcrito hace referencia a la falsificación material,


propiamente dicha, porque la falsificación ideológica está
contemplada como delito en el artículo 428 del Código Penal en los
siguientes términos:

94
Art 428.- Falsedad ideológica

El que inserta o hace insertar, en instrumento público,


declaraciones falsas concernientes a hechos que deban
probarse con el documento, con el objeto de emplearlo como
si la declaración fuera conforme a la verdad, será reprimido, si
de su uso puede resultar algún perjuicio, con pena privativa
de libertad no menor de tres ni mayor de seis años y con
ciento ochenta a trescientos sesenticinco días-multa.

El que hace uso del documento como si el contenido fuera


exacto, siempre que de su uso pueda resultar algún perjuicio,
será reprimido, en su caso, con las mismas penas.

De los artículos transcritos resulta claro que la falsedad ideológica


consiste en insertar en un documento público declaraciones falsas,
como si la declaración fuera conforme a la verdad. Pero ese acto
(insertar declaraciones falsas en un instrumento público) no supone
la alteración material del instrumento, como si ocurre siempre en el
caso de los títulos valores que se ven siempre materialmente
alterados por el falsario, de manera que la tal falsedad ideológica en
estos casos no existe separadamente de la falsedad material.

Es importante tener presente que los títulos valores y los títulos de


crédito transmisibles por endoso (que, aparentemente, no son
títulos valores y de ahí la diferenciación que hace la ley) se

95
equiparan al documento público para los efectos del artículo 428
del Código Penal arriba transcrito, de manera que insertar en uno
de éstos una declaración falsa es tan delito como hacerlo en un
instrumento público, conforme pasamos a ver enseguida:

Artículo 433.- Equiparación a documento público

Para los efectos de este Capítulo se equiparan a (un)


documento público, los testamentos ológrafo y cerrado, los
títulos-valores y los títulos de crédito transmisibles por
endoso o al portador.
11.3.3. En cuanto al inciso 1 del artículo 690-D del CPC, que
establece como causales de contradicción la Inexigibilidad o
iliquidez de la obligación contenida en el título, tenemos algunos
comentarios sobre estas dos causales.

La referida a la iliquidez de la obligación tiene relación directa con


la exigencia del artículo 689 del CPC que establece que para que
proceda la ejecución la obligación contenida en el título tiene que
ser cierta, expresa y exigible, y cuando es de dar suma de dinero,
tiene que ser líquida o liquidable mediante operación aritmética.
Como es obvio, esto no requiere de mayores comentarios, pues la
ley veda de manera expresa al acreedor el acudir a la vía del Proceso
Único de Ejecución en estos casos.

La causal relativa a la inexigibilidad de la obligación es más


compleja, pues abarca un sinnúmero de situaciones que pueden
hacer que una obligación resulte inexigible (hay que tener en cuenta

96
que esta causal, al igual que las otras, no está referida
exclusivamente a los títulos valores sino a todos los títulos de
ejecución extrajudicial).

Una obligación (en general) es comúnmente inexigible cuando está


sujeta a un plazo y este aún no se ha cumplido, o cuando está sujeta
a cualesquiera otras modalidades que tampoco se han cumplido.
Pero hay muchos otros casos en que la obligación resulta inexigible
por otras razones. En el caso de los títulos valores las situaciones
descritas anteriormente no pueden presentarse, por cuando estos
no pueden ser ni emitidos ni transferidos sujetándoles a alguna
modalidad, pues es una característica de estos títulos que
contengan obligaciones puras y nunca modales.
De suyo las obligaciones son exigibles porque nacen con esa
finalidad (que se cumplan), siendo que su inexigibilidad es la
excepción que puede darse por diferentes factores como, por
ejemplo, cuando se perime el derecho por causa de un plazo de
caducidad, o cuando la acción para su cobro se extingue por causa
de un plazo de prescripción negativa, ya sea que dicha prescripción
haya sido declarada judicialmente o en vía de excepción, y entonces
la obligación contenida en el título deviene en inexigible
judicialmente. Desde luego, el demandado, puede oponerla como
excepción formal cuando contradice la demanda, siendo eso lo más
aconsejable desde el punto de vista procesal.

En el artículo 4° de la Ley de Títulos Valores existe un caso de


inexigibilidad parcial de la obligación contenida en el título valor y
está contemplado en el artículo que reproducimos a continuación:

97
Artículo 4°.- Principio de literalidad

4.1 El texto del documento determina los alcances y


modalidad de los derechos y obligaciones contenidos en el
título valor o, en su caso, en hoja adherida a él.

4.2 El primero que utilice la hoja adherida deberá firmar en


modo tal que comprenda dicha hoja y el documento al que se
adhiere. En caso contrario, no procederá el ejercicio de las
acciones derivadas del título valor por quienes hayan
intervenido según la hoja adherida, quedando a salvo sus
derechos causales.
Esto quiere decir que los intervinientes posteriores que figuran
como tales en la hoja adherida al título de manera inadecuada (lo
que ocurre cuando la firma no comprende dicha hoja y el título al
que se adhiere) están a salvo de las acciones cambiarias derivadas
del título y solo quedan obligados causalmente. Obviamente, si se
pone a cobro el título en un Proceso Único de Ejecución (PUE)
haciendo ejercicio de las acciones cambiarias, los intervinientes
posteriores alegarán la inexigibilidad de la obligación, pues contra
ellos no proceden las acciones cambiarias. Esto produce una
situación ambivalente, en la que a los firmantes del título valor sí se
les puede ser demandar cambiariamente, mientras que eso no
puede hacerse respecto de los intervinientes posteriores cuando se
presenta la hipótesis de hecho del numeral 4.2 arriba transcrito, a
los que se solo se les puede demandar causalmente, con todo lo que
ello implica (también podría no existir dicha acción causa, en cuyo

98
caso solo quedaría la acción de enriquecimiento indebido o sin
causa).

Otro caso de inexigibilidad de la obligación contenida en el título es


el caso de la Letra a la Vista (cuando se gira sin observancia estricta
de los requisitos previos que señala la ley) emitida por las empresas
del Sistema Financiero contemplada como título valor en el artículo
228 de la Ley General del Sistema Financiero y del Sistema de
Seguros y Orgánica de la Superintendencia de Banca, Seguros y
AFPs, cuyo texto reproducimos a continuación en su parte
pertinente:

Artículo 228.- CIERRE DE CUENTA CORRIENTE.

La cuenta corriente se cierra por iniciativa de la empresa o del


cliente. La empresa puede negarse a la solicitud que le
formule el cliente para el cierre de la cuenta en el caso que la
misma mantenga saldo deudor o que el cliente tuviese
obligaciones pendientes de pago con ésta. Salvo pacto en
contrario, la empresa podrá compensar los saldos de las
distintas cuentas que el cliente mantenga con ella, inclusive
cuando se realice el cierre de una cuenta corriente. Las
empresas cerrarán las cuentas corrientes de quienes registren
el rechazo de cheques por falta de fondos, conforme a los
términos que determine la Superintendencia. Dicho
organismo sancionará a quienes incumplan con esta
obligación …omissis…. La empresa puede, en cualquier
momento, remitir una comunicación al cliente, advirtiéndole

99
de la existencia de saldos deudores en su cuenta y
requiriéndole el pago. Transcurridos quince (15) días hábiles
de la recepción de la comunicación sin que hubiere
observaciones, la empresa está facultada para girar contra el
cliente por el saldo más los intereses generados en dicho
período, una letra a la vista, con expresión del motivo por el
que se la emite. El protesto por falta de pago de la indicada
cambial, en la que no se requiere la aceptación del girado,
deja expedita la acción ejecutiva.

Entonces, el procedimiento del artículo transcrito arriba para girar la


Letra a la Vista es el siguiente:

En primer lugar, la hipótesis de hecho de la que se parte es que el


cliente mantiene un saldo deudor en una cuenta corriente de la que
es titular (puede ser una cuenta corriente con chequera o sin
chequera, como ocurre con las cuentas corrientes revolventes que
se manejan con tarjetas de crédito); en segundo término, el banco
cierra la cuenta, determina el saldo deudor (porque éste solo puede
establecerse al cierre de la cuenta) y le requiere el pago del mismo
al titular mediante una comunicación indubitable que es costumbre
cursar por vía notarial (carta notarial) con la finalidad de asegurar su
recepción por el destinatario y, en tercer lugar, si dentro de los 15
días hábiles de recibida dicha comunicación el cliente no formula
alguna observación a dicho saldo, el banco gira una Letra a la Vista a
su cargo por el importe del saldo deudor más los intereses de esos
15 días, letra que solo se protesta por falta de pago más no de
aceptación, pues esta no se requiere. Esa letra protestada por falta

100
de pago es el título ejecutivo que el banco pone a cobro a través del
PUE.

El problema para el banco se presenta cuando el cliente formula


observaciones a dicho saldo que revistan alguna consistencia, desde
luego, en cuyo caso el banco no estaría en capacidad de girar la letra
en tanto dicha inconsistencia no se aclare, pero lo cierto es que los
bancos ignoran las observaciones que el cliente puede haberles
formulado con respecto a dicho saldo y proceden al giro y protesto
de la letra a la vista e inician el PUE demandando al cliente. En ese
caso el demandado va a oponer en su contradicción a la ejecución la
causal de inexigibilidad de la obligación alegando que el banco no
ha cumplido con el procedimiento de ley para el giro y protesto de
la letra a la vista a su cargo, por lo que la obligación puesta a cobro
le es inexigible.

Debemos aclara que es muy común que los bancos cometan errores
en este procedimiento de cierre de cuenta y giro de la letra a la
vista; por ejemplo, es moneda corriente que en la comunicación que
remiten al cliente se limiten a señalar solo el saldo deudor cuyo
pago reclaman (es decir, un único guarismo), sin indicar las últimas
partidas del debe y el haber que originaron dicho saldo; o que no
cumpla con señalar la tasa o tasas de interés aplicada para
establecer la suma total de intereses adeudados; o que dicha
comunicación, que es eminentemente formal (de hecho se trata de
un acto jurídico unilateral recepticio, tal como cuando se libra una
oferta de compra a una persona ausente), no esté firmada por los
representantes autorizados del banco con su firma autógrafa, sino
simplemente impresa, lo que le quita todo valor a dicha

101
comunicación, en la medida a que no existe certeza respecto de esas
firmas, ni respecto de su autenticidad, etc. También omiten indicar
el número del documento de identidad del/los firmante/s y sobre
todo en que asiento corre inscrito el poder que los faculta para
cursar esa comunicación, que el VI Pleno Casatorio Civil exige
actualmente, como vamos a ver enseguida.

Todo esto da lugar a que el demandado en un Proceso Único de


Ejecución invoque la inexigibilidad de la obligación como causal para
oponerse a la ejecución del título, desde que al no cumplir la
comunicación de cierre de la cuenta con las formalidades que debe
revestir este a acto jurídico unilateral no resulta posible el giro de la
letra a la vista que, junto con dicha comunicación, constituyen el
título de ejecución extrajudicial compuesto por el conjunto de
ambos instrumentos.

Desde luego, si el destinatario de la misiva formula observaciones a


los saldos consignados en dicha misiva y, no obstante, el banco hace
caso omiso a las mismas y procede al giro de la letra, la ejecución
resultará siendo improcedente, en la medida que la hipótesis de
hecho del artículo 228 de la ley de la materia es que no se hayan
formulado observaciones al saldo dentro de los 15 días hábiles de
recibido la comunicación por su destinatario.

En el VI Pleno Casatorio Civil y Procesal Civil se ha examinado este


tema (aunque, fundamentalmente, el Pleno versa sobre el Proceso
de Ejecución de Garantías), de manera que recomendamos su
lectura.

102
Al respecto hemos publicado en este mismo portal académico un
artículo titulado “EL PROCESO ÚNICO DE EJECUCIÓN Y EL PROCESO
DE EJECUCIÓN DE GARANTÍAS CON ANÁLISIS DEL VI PLENO
CASATORIO CIVIL” en www.academia.edu para que los que tengan
algún interés puedan consultar allí todo lo relacionado con los
requisitos que allí se señalan para la elaboración de los saldos
deudores que hacen los bancos conforme a su ley y a las
disposiciones vinculantes de dicho Pleno Casatorio.

Otro caso de inexigibilidad parcial de la obligación se presenta


cuando se da el supuesto de hecho del numeral 5.2 de la Ley, que
dice así:

5.2 En caso de diferencia del importe del título valor,


expresado sea en letras o en números o mediante
codificación, prevalecerá la suma menor; sin perjuicio que el
interesado pueda hacer valer sus mayores derechos frente al
obligado, por la vía causal.

Si el tenedor, obviando esto, demanda en el PUE por el


importe mayor, el demandado opondrá en su contradicción
esta causal en virtud de la cual solo estará cambiariamente
obligado a pagar la suma menor; es un caso de inexigibilidad
parcial.

5.3 En caso de diferencia en la referencia de la unidad


monetaria, se entenderá que su importe corresponde a la

103
moneda nacional, si uno de los importes estuviere expresado
en dicha moneda. En caso contrario, el documento no surtirá
efectos cambiarios. Los importes que no consignen la unidad
monetaria, se entenderán que corresponden a la moneda
nacional. En todos estos casos, el interesado igualmente
podrá hacer valer sus mayores derechos frente al obligado,
por la vía causal.

Este es otro caso de inexigibilidad parcial (el primero) y de


inexigibilidad total el segundo (en la vía cambiaria y dentro de un
PUE, se entiende).

En efecto, si la unidad monetaria está expresada en dos monedas


distintas, la ejecución procederá por la expresada en moneda
nacional si uno de esos importes estuviere expresado en soles, que
es nuestra moneda, desde luego.

De no ser así (caso en que se expresa en dos monedas extranjeras


distintas) el título valor no tiene efectos cambiarios. Este último,
como ya señalamos, es un caso de inexigibilidad total del
documento (pues no llega a constituirse en un título valor, aunque
como nuestro sistema jurídico no ha receptado los actos
inexistentes como una categoría jurídica propia solo podría ser
considerado como un título valor nulo).

Ahora toca examinar si las causales de contradicción contempladas


en el art. 19° de la Ley calzan en las causales de contradicción
contempladas en el art. 690-D de Código Procesal Civil.

104
Al respecto vamos a examinar nuevamente, aunque sumariamente,
las causales de contradicción contempladas en el artículo 19° de la
Ley de Títulos Valores.

Ya vimos que la primera de la enunciadas (numeral 19.1) es la que


se funda en “El contenido literal del título valor o en los defectos
de forma legal de éste”.

Esta causal de la Ley calza perfectamente en la primera causal del


artículo 690-D del CPC, que consiste en “1. Inexigibilidad o iliquidez
de la obligación contenida en el título”; en efecto, si el contenido
literal del título dice una cosa y se demanda algo más o cosa
distinta, la obligación resulta siendo inexigible por ese motivo (sobre
la iliquidez ya nos hemos pronunciado arriba, al ocuparnos de este
causal, porque la liquidez es una exigencia legal de toda obligación
de dar suma de dinero, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo
688 del CPC).

La segunda causal de la Ley “b) falsedad de la firma que se le


atribuye” calza literalmente en la segunda causal del art. 690-D que
consiste en la “b) Nulidad formal o falsedad del título”, de manera
tal que no hay mucho que agregar a lo que ya se dijo arriba sobre
este particular. Si la firma es falsa no existe obligación de pago
alguno contra quien se dirige la demanda. El título puede no ser
falso en su totalidad, pero basta que la firma del demandado sea
falsa para que éste pueda invocar esta causal.

105
Ahora bien, cabe preguntarse si esta causal puede, además de
proponerse como tal (es decir, como causal de contradicción),
puede dar lugar a una tacha de falsedad del documento, en cuyo
caso debería ser resuelta en el auto final pero antes de la parte
decisoria del mismo. Sin embargo, si bien procesalmente es posible
tachar de falso el documento, no tiene ninguna utilidad práctica
hacerlo en la medida que las pruebas van a ser las mismas para la
tacha que para la contradicción que se funda en la falsedad de la
firma. Además, se estaría ante una argumentación redundante
sobre el mimo objeto, que por esa razón podría (la tacha) ser
desestimada por el principio de economía procesal, que tiende a
minimizar el número de actos procesales conducentes a una misma
finalidad.

La falta de capacidad o representación del propio demandado al


tiempo en que se firmó el título es la tercera causal contemplada en
el literal c) del numeral 19.1 del art. 19 de la Ley de Títulos Valores;
como dijimos arriba, al examinar esta causal, son dos situaciones
distintas: en el primer caso falta capacidad para obligarse, de
manera que no puede hablarse de una obligación cambiaria
válidamente asumida por el demandado que no estaba en aptitud
de hacerlo, mientras que el segundo caso contempla una hipótesis
de hecho de carácter distinto, pues se trata de un caso de “falsus
procurator”, que torna en ineficaz el acto respecto del falso
representado. Desde el punto de vista del proceso, como ya
señalamos arriba, en este último caso falta un presupuesto procesal
de fondo o material: la legitimidad para obrar (legitimatio ad
causam), es decir que el demandado sea, efectivamente, el titular
pasivo del derecho invocado en la demanda. El acto jurídico

106
celebrado por el falso representante, reiteramos, es ineficaz frente
al falso representado, pero no frente a terceros [Casación 1135-
2013-Lima]; desde luego, se sobreentiende que estos terceros son
de buena fe.

En ambos casos la obligación cambiaria es inexigible, de manera tal


que estas causales del literal c) del numeral 19.1 de la L/V encajan
en la primera causal enunciada en el inciso 2 del art. 690-D del
Código Procesal Civil: Inexigibilidad de la obligación.

En cuanto al literal d) del numeral 19.1 de la Ley, consistente en “La


falta de protesto o el protesto defectuoso, o la falta de la formalidad
sustitutoria” (cuando no se les ha exonerado de/la mismo/a), hace
inexigible la acción cambiaria, de manera que es también un caso de
inexigibilidad de la obligación cambiaria, por lo que encaja también
en el inciso 1 del art. 690-D del CPC. Es importante insistir que en
estos casos no se pierde la acción causal, así como que también la
trasferencia del título tiene los efectos de una cesión de derechos.

La causal del literal e) del numeral 19.1 está expresamente


contemplada en el inciso 2) del art. 690-D, de manera que nos
vamos a remitir a lo que ya dijimos al respecto líneas arriba.

Finalmente, la falta de cumplimiento de algún requisito señalado


por la ley para el ejercicio de la acción cambiaria, contemplada en el
literal f) del numeral 19.1 del art. 19 de la L/V, es otro caso de
inexigibilidad del título, de manera que calza perfectamente en el
inciso 1 del art. 690-D del Código Procesal Civil.

107
11.4. LAS CAUSALES CONTEMPLADAS EN LOS NUMERAL 19.2 Y
19.3 DE LA LEY DE TÍTULOS VALORES.

Arriba nos hemos limitado a enunciar la causal contemplada en el


numeral 19.2 que dice lo siguiente:

“El deudor también puede contradecir al tenedor del título


valor, proponiendo las defensas que se deriven de sus
relaciones personales y las que resulten procedentes, según
la ley procesal.

Si bien el artículo 690-D del CPC permite al ejecutado contradecir la


ejecución y proponer excepciones procesales o defensas previas, la
mal llamada “excepción de compensación” (que no constituye una
defensa formal o excepción) sino una defensa de fondo, tampoco
puede ser considerada como una defensa previa, de manera que no
es posible oponerla con la contradicción a la ejecución, aunque está
basada en las relaciones personales del demandado frente al
ejecutante. Y esta no solo ocurre en los procesos de ejecución sino
también en los de cognición, pues tampoco en estos la mal
denominada “excepción de compensación” puede oponerse como
defensa previa, sino solo como defensa de fondo, es decir, contra la
pretensión del demandante.

108
Como es sabido, la compensación es un modo de extinción de las
obligaciones que opera cuando dos personas son respectivamente
acreedoras y deudoras una de otra. En virtud de la compensación el
demandado, que es a la vez deudor y acreedor del demandante,
opone su crédito a este último para “compensar” el crédito que es
materia de la demanda (de común ocurre en las obligaciones de dar
sumas de dinero, que son eminentemente fungibles y homogéneas,
pero no se ve cómo pueda hacerse tratándose de otro tipo de
pretensión; desde luego, ambas obligaciones deben ser exigibles y
líquidas, pues no es posible oponer una obligación que está sujeta a
plazo o condición, así como tampoco una que no esté
cuantitativamente determinada), pero este (mal llamado)
“beneficio”, que es eminentemente personal, no tiene ningún
efecto procesal sino que, simplemente, constituye una defensa de
fondo, de manera tal que será en la sentencia donde el juez decidirá
si la compensación opuesta por el demandado a la pretensión del
actor resulta o no amparable, pues para ello tendrá que examinar el
derecho opuesto por el demandado y los medios de prueba
aportados por éste con la finalidad de demostrar que,
efectivamente, tiene un crédito oponible frente al demandante.

Esta “excepción” de compensación es inoponible en un PUE, pues ni


es excepción ni es defensa previa ni está dentro de alguna de las
causales de contradicción enunciadas en el artículo 690-D del CP
(que son numerus clausus).

Entonces, la conclusión es que esta defensa, basada en las


relaciones personales entre el tenedor y el obligado no es posible
oponerla en el Proceso Único de Ejecución.

109
11.5 LA PERMISIÓN DEL ARTÍCULO 690-D DEL CPC DE PROPONER
EXCEPCIONES Y DEFENSAS PREVIAS EN EL PROCESO ÚNICO
DE EJECUCIÓN.

El artículo 690-D permite que el demandado, al contradecir la


ejecución, proponga excepciones procesales y defensas previas.

Esto es algo de lo que es necesario ocuparnos, pues ciertas


excepciones y ciertas defensas previas pueden tener como efecto
que un proceso de ejecución se convierta en algo interminable por
causa de las mismas, en el caso que se declarasen fundadas.

El artículo 690-E establece el trámite que se sigue en los casos en


que el ejecutado contradice (o no) la ejecución y propone (o no)
excepciones procesales o defensas previas, estableciendo que de
hacerlo se corre traslado al ejecutante quien tendrá un plazo de tres
días para absolver el trámite, proponiendo los medios probatorios
pertinentes; téngase presente que los únicos medios probatorios
que puede proponer el ejecutado son la declaración de parte, los
documentos y la prueba pericial, como ya hemos visto, por lo que la
misma regla debería aplicarse al ejecutante cuando absuelve el
traslado y ofrece medios probatorios.

El mismo artículo establece que con la absolución del trámite, o sin


ella, el Juez resolverá mediante un auto, observando las reglas para
el saneamiento procesal y pronunciándose sobre la contradicción

110
propuesta. También establece que cuando la actuación de los
medios probatorios lo requiera o el Juez lo estime necesario,
señalará día y hora para la realización de una audiencia que se
realizará bajo las reglas establecidas para la Audiencia Única
contemplada en el artículo 555 del Código Procesal Civil.

En dicha audiencia, de haberse deducido excepciones o defensas


previas, el Juez ordenará al demandante que las absuelva, luego de
lo cual se actuarán los medios probatorios pertinentes a ellas.
Concluida su actuación, si encuentra infundadas las excepciones o
defensas previas, declarará saneado el proceso.

Si bien en teoría cabe que el ejecutado puede proponer excepciones


y defensas previas en estos procesos, en materia de títulos valores
es difícil imaginar que puedan proponerse ciertas excepciones que
no sean las de prescripción de la acción cambiaria y la de caducidad;
así, son muy improbables la de litispendencia y la de cosa juzgada, y
también altamente improbables la de falta de agotamiento de la vía
administrativa y la de desistimiento de la pretensión, porque al
haberse incorporado el derecho al título, quien tiene en su poder
este último no puede haber abdicado del derecho que representa.

En cuanto a las defensas previas, resulta difícil imaginar una


hipótesis en que pueda oponerse una defensa que tenga como
efecto necesario suspender el curso del proceso hasta que se
resuelva lo pertinente; así, por ejemplo, el beneficio división, o el de
orden, etc., no se ve cómo pueden tener cabida en un proceso de
ejecución de un título valor, por las características propias de estos.
El avalista no podría oponer el beneficio de excusión, por ejemplo,

111
porque por la naturaleza del aval esta es una garantía solidaria, e
incluso puede llegar a ser independiente de la obligación subyacente
que garantiza.
Al respecto citamos el artículo 59° de la Ley que estable en su
numeral 59.1 lo siguiente:

59.1 El avalista queda obligado de igual modo que aquél por


quien prestó el aval, y su responsabilidad subsiste, aunque la
obligación causal del título valor avalado fuera nula, excepto
si se trata de defecto de forma de dicho título.

Aquí un comentario necesario: esta responsabilidad del avalista, que


va más allá de la del propio obligado a quien garantiza (que puede
resultar desobligado si la obligación causal del título fuera nula),
pone de relieve que la garantía del avalista es una clase de garantía
que solo puede existir en función a un título valor, ya que, a
diferencia de la fianza, y si bien es una garantía accesoria de la
obligación del deudor al que garantiza (pues si el deudor paga su
obligación se extingue la del avalista), se gobierna por un régimen
de independencia tal de la obligación principal que su obligación
puede subsistir aunque la otra decaiga, como hemos visto (lo que no
convierte nunca al avalista en co-deudor de la obligación garantida,
pues en tal caso también quedaría desobligado -junto con el
deudor- si la obligación causal fuera nula) y es, debido a ello, que su
obligación como garante puede subsistir aun cuando la obligación
causal subyacente de su garantido resultara nula, cosa que no puede
ocurrir con la fianza, que desaparece con la obligación que asegura

112
por su carácter de accesoriedad total, cuya suerte depende
enteramente de la obligación que asegura.

Esto no ocurre con el aval, como hemos visto, pero ello no significa
que el avalista que paga el título valor no pueda repetir lo pagado
por cuenta de su garantido, pues ello supondría un caso de
enriquecimiento sin causa, lo que resulta intolerable para el
Derecho; además, su obligación siempre es subsidiaria, aunque su
accesoriedad sea sui generis, como veremos seguidamente.

En efecto, sin perjuicio de lo anteriormente dicho, en la obligación


del avalista siempre está presente la nota de la subsidiariedad (que
también está presente en la fianza, además de la de su
accesoriedad, como ya hemos visto), ya que la obligación de pagar
de éste implica siempre el incumplimiento de la obligación principal
por parte del deudor, con independencia de que pueda el acreedor
demandar al avalista sin necesidad de dirigirse previamente contra
el deudor principal (tal como le puede ocurrir al fiador solidario). Por
ese carácter, precisamente, es que el avalista que cumple la
obligación que ha asegurado lo hace siempre por cuenta de su
garantido y no por cuenta propia, y por eso tiene el derecho de
repetir lo que ha pagado por cuenta de aquél, como ya habíamos
señalado en el párrafo precedente.

Como es sabido, las obligaciones y derechos del fiador (enseguida


nos vamos a ocupar de la fianza como garantía personal en los
títulos-valores) se regulan por las disposiciones pertinentes del
Código Civil, en los artículos 1868 y siguientes; en el artículo 1889 se
establece que el fiador se subroga en los derechos de su afianzado y

113
en el 1890 establece que tiene derecho a ser indemnizado por el
total de lo pagado, por el interés legal desde que lo comunica al
deudor, así como al reembolso de gastos y a los daños y perjuicios
cuando procedan. Esto quiere decir que tiene dos acciones
resarcitorias distintas (la subrogatoria y la resarcitoria propiamente
dicha), de modo que el avalista, podría invocar estos mismos
derechos del fiador por analogía cuando haya pagado la obligación
de su garantido.

Lo mismo que se dijo del avalista puede decirse de la fianza


contemplada en el artículo 61° de la Ley, que se ocupa de la
responsabilidad del fiador, y que dice así:

61.1 Salvo que de modo expreso se haya señalado lo


contrario, la fianza que conste en el mismo título valor o en el
respectivo registro (en referencia a los valores inmateriales)
tiene carácter de solidaria y el fiador no goza del beneficio de
excusión (…)

(Valga el excurso, el “beneficio de excusión” le permite al fiador


simple que es demandado, exigirle al demandante que antes de
proceder contra su persona y bienes haga excusión de los bienes del
deudor principal, lo que da lugar a que el proceso de cobro de la
obligación que se tramita en su contra se detenga como efecto
necesario de esa defensa previa hasta que el actor cumpla con
excutir (verbo cuya creación atribuimos al maestro José Luis
Barandiarán, que lo emplea en su libro -de lectura obligatoria para

114
todos los estudiantes de Derecho y abogados- titulado “EL ACTO
JURÍDICO”) los bienes de ese deudor, lo que presupone que para tal
cometido tiene necesariamente que demandarlo y demostrar en ese
proceso que no tiene bienes libres suficientes (en valor) para
responder por el pago de la obligación a su cargo para, recién
entonces, poder dirigirse contra el fiador simple por el total o por el
saldo que todavía se le adeuda, en el caso que hubiera obtenido un
pago parcial en ese proceso anterior seguido contra el deudor).

Al respecto aprovechamos esta coyuntura para aclarar que los


artículos 1898 (fianza a plazo determinado) y 1899 (fianza sin plazo
determinado) del Código Civil están referidos a la fianza simple, y
que esos plazos de 15 y 30 días son plazos para que el acreedor se
dirija contra el deudor exigiéndole el pago de lo adeudado, sin cuyo
cumplimiento previo no le será posible reclamar la deuda, en
defecto del pago del deudor, del fiador que solo se ha obligado de
manera simple que, por tal causa, puede hacer valer el beneficio de
excusión frente al acreedor que pretende cobrarle lo adeudado por
su afianzado.

Estos dos ejemplos sirven para demostrar que es sumamente difícil


imaginar una hipótesis en que pueda el ejecutado oponer una
defensa previa cuando se pone a cobro un título valor en la vía del
Proceso Único de Ejecución; en este caso, nos estamos refiriendo al
beneficio de excusión (que solo podría oponer si se pacta que la
fianza no sea solidaria, pues de lo contrario esta es presumida como
tal, como vimos arriba), pero lo mismo puede decirse para el
beneficio de división, donde todavía es aún más difícil imaginar una
hipótesis en que este beneficio pueda hacerse valer, pues consiste

115
en dividir la prestación en función al número de deudores que se
han obligado mancomunadamente y según el porcentaje que ha
asumido cada uno de ellos como obligación propia,
independientemente del total adeudado al acreedor de la
prestación divisible (porque si es indivisible prevalecen otras reglas,
conforme a la parte pertinente del Código Civil, que se ocupa de
regular todos los aspectos de las obligaciones divisibles e
indivisibles, así como de las obligaciones mancomunadas y solidarias
-dejando en claro que hay obligaciones cuyas prestaciones son por
su naturaleza indivisibles, mientras otras lo son por pacto entre las
partes; así como también hay obligaciones solidarias por naturaleza
o por pacto, aun teniendo en cuenta que la solidaridad no se
presume-

En otro ejemplo, aún menos plausible, tampoco podría el ejecutado


oponer la llamada “excepción de incumplimiento” (exceptio non
adimpleti contractus), así como tampoco la excepción de contrato
parcialmente incumplido (exceptio non rite adimpleti contractus);
como es sabido, ambas excepciones (de fondo, se entiende, no de
forma, pues no son excepciones procesales propiamente dichas, las
que, como es sabido y como hemos ya señalado, son número de
clausura) proceden en los contratos con prestaciones recíprocas y,
aunque son defensas de fondo eminentemente contractuales,
también pueden oponerse como defensas previas; están
contempladas en el artículo 1426 del Código Civil que establece que
en los contratos con prestaciones recíprocas en que éstas deben
cumplirse simultáneamente, cada parte tiene derecho de suspender
el cumplimiento de la prestación a su cargo hasta que se satisfaga la
contraprestación o se garantice su cumplimiento. Obviamente, por

116
tratarse de una excepción de fondo, no se configura como excepción
formal (las que, por lo demás, son números de clausura, pues no
existen otras más allá de las que enuncia el artículo 446 del Código
Procesal Civil con ese carácter, a diferencia de las “defensas
previas”, que son numerus apertus y están dispersas en varios
códigos y leyes) pero sí puede oponerse como defensa previa en los
procesos de cognición, pero no se ve cómo pueda oponerse
respecto de un título valor, que por su autonomía y abstracción no
puede vincularse a un contrato (a menos, desde luego, que se trate
de un título causado, es decir aquél en el que en su texto se haya
expresado la causa que ha dado lugar a su creación o emisión o giro;
al respecto véase arriba el segundo párrafo del punto 2.5 que trata
sobre este tema más extensamente).

No obstante lo dicho, es posible imaginar un caso en que este


beneficio pudiera oponerse a la ejecución y es el siguiente: si bien
en nuestro país el uso de los Pagarés es atribución casi exclusiva de
los bancos (debido a los usos comerciales existentes en esta plaza),
no existe impedimento alguno para que los particulares los usen en
sus transacciones comerciales en sustitución de la Letra de Cambio
girada a la orden del propio girador (que es moneda corriente en
nuestro país); entonces, imaginemos un Pagaré que se emite en el
contexto de una compraventa de bien inmueble por el comprador
en representación del saldo de precio que le adeuda al vendedor y
beneficiario del título en el que se ha dejado constancia que su
emisión obedece a ese hecho (es decir, que representa dicho saldo
deudor), de manera tal que estamos frente a un Pagaré causado
porque en él se expresa la obligación que lo originó. En esta
circunstancia sucede que el deudor no honra el título a su

117
vencimiento y el vendedor lo pone a cobro en la vía del Proceso
Único de Ejecución; al contradecir la ejecución el comprador podría
sostener que no está obligado a cumplir con el pago en tanto el
vendedor no cumpla con firmar la escritura pública de compraventa
que le permita inscribir la transferencia de dominio del inmueble
adquirido en el Registro Predial. Estamos aquí, desde luego, ante la
hipótesis un contrato con prestaciones recíprocas, que deben
cumplirse simultáneamente (a menos, desde luego, que se hubiera
pactado cosa distinta en el contrato de compraventa), de modo que
el incumplimiento de la prestación a cargo de una de las partes
autoriza a la contraparte a retener el cumplimiento de la prestación
a su cargo en los términos que precisa el artículo 1426 del Código
Civil, que hemos citado arriba (y la negativa también podría
fundarse en lo que dispone el artículo 1412 del citado código que
establece en su primer párrafo literalmente lo siguiente: “Si por
mandato de la ley o por convenio debe otorgarse escritura pública o
cumplirse otro requisito que no revista la forma solemne prescrita
legalmente o convenida por las partes bajo sanción de nulidad, estas
pueden compelerse recíprocamente a llenar la formalidad
requerida”).

No obstante, dejando de lado el ejemplo anterior, en la generalidad


de los casos parece poco probable que un Juez pudiera aceptar
como defensa previa en un Proceso Único de Ejecución donde se
pone a cobro un título valor una defensa de tal naturaleza que tiene
que hacer con la causa de la obligación que dio origen a la emisión
del título valor pero no con este como tal, por el principio de
abstracción, de manera que de intentarse tal defensa lo más
probable es que sea rechazada de plano por el Juzgado, a menos,

118
desde luego, que se presentara un caso similar al descrito en la
hipótesis de hecho anteriormente desarrollada, en el que la
abstracción propia de los títulos valores ha sido dejada de lado al
haberse expresado en el mismo título la causa del negocio jurídico
que dio origen a su creación, casos estos en que el negocio causal
así plasmado puede serle opuesto al tenedor legitimado que lo
adquirió con arreglo a su ley de circulación.

Desde luego, los títulos en que se puede expresar la causa de su


emisión son muy pocos; uno de ellos es el Pagaré a la orden, que
pusimos como ejemplo en el caso hipotético desarrollado en un
párrafo anterior; esto no podría hacerse, por ejemplo, en el caso de
la Letra de Cambio, pues ésta, por su particular naturaleza, no
admite la expresión de su causa en el título, por lo cual siempre
resulta siendo el mejor ejemplo de título incausado en tanto de su
texto literal no puede conocerse el negocio jurídico subyacente que
dio origen a su libramiento.

Sin embargo, como veremos en un segundo artículo dedicado al


estudio de cada uno de los títulos valores en particular, ciertos título
valores, como por ejemplo las acciones emitidas por las sociedades
anónimas, así como también las emitidas por las sociedades
comanditarias por acciones, de muchas maneras están sujetas a los
avatares propios de la sociedad que las emite, en la medida que el
accionista, si bien adquiere derechos (muchos de los cuales están en
función al número de acciones que posee) también adquiere frente
a ésta ciertas obligaciones que debe cumplir por su condición de tal,
como puede ser el pago de dividendos pasivos, por ejemplo, cuando
el accionista no ha desembolsado el total del aporte de capital que

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suscribió; otra el respeto y acatamiento a las disposiciones del Pacto
y del Estatuto Social, etc.

En ese segundo artículo sobre los títulos valores que acabamos de


mencionar, en el que, como también dijimos, vamos a ocuparnos de
cada uno de ellos en particular, así como de otras características que
hemos debido dejar de lado en aras a enfocarnos en la idea principal
de este estudio, desarrollaremos también las nuevas disposiciones
sobre ciertos títulos valores que estuvieron regulados por leyes
especiales hasta que se reunieron en esta nueva Ley (caso del
Certificado de Depósito y el Warrant emitidos por los Almacenes
Generales, o el del Conocimiento de Embarque, que estuvo legislado
(este último) por más de cien años en el Código de Comercio del año
1902, que era casi un calco del Código de Comercio español del año
1885, que, a su turno, era un código hecho para un modelo
económico donde los protagonistas eran los comerciantes
considerados individualmente, y por eso fue necesario cambiar
muchas de sus disposiciones para irlo adaptando a las nuevas
formas en que se iba desarrollando la economía con el correr del
tiempo, pasando de personas a empresas y de estas a
corporaciones, etc.).

Del Proyecto de Ley Marco del Empresariado tomo estas palabras


que forman parte de su Exposición de Motivos y que dicen así:

“Luego de 100 años de vigencia, el concepto de comerciante


individual con responsabilidad ilimitada ha transitado por las
sociedades de personas, las sociedades de capitales,

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principalmente la sociedad anónima, buscando la “limitación
de responsabilidad” hasta llegar al concepto de empresa
(“con o sin fin lucrativo”) que hoy prevalece”.

El comercio, qué duda cabe, ha evolucionado muchísimo y en todo


sentido en los más de 100 años que tiene de promulgado el Código
de Comercio (del año 1902), a tal punto que hoy tenemos el
comercio electrónico o e-commerce como una modalidad cada vez
más usada de transar operaciones mercantiles. Esta figura, que hoy
es moneda corriente, era algo inconcebible hace unas pocas
décadas cuando no existía la internet que facilita enormemente las
transacciones entre distintas plazas, sobre todo en la medida que las
comunicaciones han crecido exponencialmente en estos años. Sin
necesidad de recurrir a estadísticas, es fácil advertir que las
comunicaciones electrónicas, los corres electrónicos (e-mail), han
desplazado casi por completo tanto el correo postal internacional y
nacional, como a los famosos memoranda mecanografiados que
eran pan de todos los días en las empresas como medio formal de
comunicación entre los ejecutivos y los empleados y entre estos
mismos.

Hoy en día el servicio de correos, en casi todo el mundo, se ha


convertido en uno de entrega de paquetes y folletos de propaganda
y, solo residualmente, el servicio se usa para el envío de cartas de
naturaleza personal.

En adición a lo anterior, los teléfonos inteligentes que hoy por hoy


son de uso casi universal, nos permiten hacer una gran variedad de

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transacciones financieras desde donde estemos, algo que también
resultaba inconcebible hace pocos lustros. Actualmente muchos de
ellos están ya reemplazando el uso de las tarjetas de crédito, y
desde ya un buen tiempo, una gran parte de movimientos de
cuentas se hacen directamente desde el terminal móvil.

Finalmente, nos queda añadir que, en ese segundo artículo sobre


este tema de los títulos-valores, nos ocuparemos, entre otras
muchas cosas, de las nuevas disposiciones sobre los cheques
especiales, algunas de las cuales han transformado la naturaleza de
los mismos hasta el punto que muchos de los llamados “cheques
especiales” han dejado de ser mandatos de pago a la vista para
convertirse, en esos casos, en algo más parecido a un título de
crédito, lo que a juicio nuestro es una desnaturalización inaceptable
del cheque como mandato de pago y como medio de pago a la vista.

Sobre este particular ya hemos adelantado algo más arriba en este


mismo trabajo.

Lima, 18 de abril de 2021.

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