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Segundo Parcial
Bibliografía
1- Gesell, A., Ilg, F., Ames, L., & Rodell, J. (1979). El infante y el niño en la
cultura actual. Buenos Aires: Paidós. (Cap. 15 a 20 inclusive -selección-
).
Capitulo 1: como crece la mente
los 18 meses el niño empieza a captar el significado de “ahora”. Solo a los dos años, o después,
comprende “pronto”. Esta aprendiendo a “esperar”. La capacidad para percibir números progresa
con igual lentitud que el sentido del tiempo. A los cuatro años puede nombrar por lo menos un
color. A los cinco años, “sabe” sus colores. El reconocimiento del color se presenta algo después
del de la textura. Tambien las palabras son cosas, y cosas peculiares. Tiempo, espacio, numero,
forma, textura, color y causalidad: tales son los principales elementos del mundo de cosas en que
el niño debe encontrarse a si mismo. Hemos señalado que adquiere en forma lenta y gradual su
dominio de esos elementos, primero, por medio de los musculos que intervienen en la
manipulación y la locomoción, por medio de sus ojos, manos y pies. En esa experiencia en el
plano del movimiento echa las bases de sus posteriores juicios y conceptos. Ni siquiera cuenta
hasta tres hasta que ha aprendido a tomar y soltar objetos, uno por uno, con sus ojos y sus dedos.
Etapas y edades
El desarrollo lleva tiempo. Constituye un proceso continuo. Tras la concepción, avanza
etapa por etapa en secuencia ordenada. Cada etapa representa un grado o nivel de madurez en el
ciclo de desarrollo. Una etapa es simplemente un momento que pasa mientras el desarrollo, como
el tiempo, sigue su marcha. Pensamos en el comportamiento del niño en función de la edad, y en
la edad en función del comportamiento. Para cualquier edad determinada, es posible bosquejar
un retrato que traza las características de conducta típicas de ella. El desarrollo siempre fluye de
manera continua. La conducta empieza a organizarse tiempo antes del nacimiento, y la dirección
general de esa organización va desde la cabeza hacia los pies, desde las partes proximales hacia
las distales. Al describir la conducta se distingue entre cuatro campos:
3) Conducta de lenguaje: todas las formas de comprensión por medio de gestos, sonidos y
palabras.
4) Conducta personal-social: reacciones personales hacia otras personas y hacia la cultura social.
En el desarrollo del niño, se presenta una secuencia de etapas tan compleja de forma tan
clara y repetida que brinda respaldo a nuestra afirmación básica que de la conducta es por cierto
una función de estructura y se desarrolla en forma casi tan predecible y pautada como lo hace el
cuerpo mismo.
Perfil de conducta: 2 años
Conducta motriz: todavía no camina erecto. Sus rodillas y codos se flexionan ligeramente y los
hombros se encorvan. Mantiene los brazos hacia afuera y atrás. Todavía se echa hacia delante al
correr. Sube y baja escaleras sin alternar los pies. Puede patear una pelota. No puede sostenerse
sobre un solo pie. Sus rodillas no son del todo elásticas. Aun esta consagrado a la actividad
motriz elemental y le gusta correr y triscar, empujar y tirar, pero con mejor coordinación que a
los 18 meses. Ha progresado su control motriz fino. Manipula mas libremente con una mano y
alterna de una a la otra. Rota su codo. Es capaz de imitar groseramente un trazo circular. Va
sometiendo a pleno control voluntario los musculos de la mandibula. Le gusta corretear, escapar
y perseguir.
Conducta personal-social: el sistema de acción de un niño de dos años no ha avanzado lo
suficiente como para mantener relaciones interpersonales sutiles y prolongadas. Todavía prefiere
el juego solitario al paralelo, y rara vez juega cooperativamente. Se encuentra en la etapa
precooperativa, en que observa lo que hacen otros, antes que participar en ello. No es capaz de
compartir; no puede, como norma, dejar que otro juegue con algo de el. Antes debe aprender
“esto es mio”: lo aprende reteniendo y acumulando. No se trata de un vicio. Conservar y
compartir no son virtudes opuestas; se originan en la misma raíz del proceso de desarrollo. La
actitud de golpear, palmear, hurgar, morder y tironear los materiales y luchar con ellos, tan
característica de los dos años, debe ser manejada mendiate técnicas comprensivas e inteilgentes
por quien cuida del niño. Eseste infante es aun demasiado joven para que se pueda llegar a el tan
solo con palabras; debe organizar su experiencia mediante el toqueteo, el manoseo, la retención,
la toma e incluso mediante la actidu de acumular un poco y llevárselo. Todavía no es
humanitario pero le complace presenciar el escenario humano. Imita. Siente un genuino interés
por la relación madre-bebe.
Conducta de lenguaje: todo el aparato linguistico pasa por iun proceso de rápida organización.
Se presentan las oraciones. Se encuentra sujeto a una cumpulsion de ejercitar sus aptitudes
vocxales, repetir palabras, nombrar cosas, adecuar las palabras a la acción y esta a aquellas. Las
dimensiones de los vocabularios varian considerablemente entre media docina y mil vocablos.
Conducta personal-social:
Conducta de lenguaje:
Conducta adaptativa: tiene fama de variar entre los extremos opuestos. Los dos años y medio
constituyen un periodo de transición. Ante esta variación entre extremos, debe esforzarse mucho
para mediar entre sus propios impulsos contrarios. ¿Por qué llega a estos insoportables extremos?
Porque su dominio de si y no, venir e ir, correr y detenerse, dar y tomar, agarrar y soltar, empujar
y tirar, avanzar y retroceder se encuentra muy bien equilibrado. La vida esta llena de alternativas.
Debido a su propia inmadurez, su sistema de acción es un sistema de dos direcciones que le
orfrecen alternativas entre términos poco menos que igualmente atractivos. Su equilibrio es
inestable, porque sus mecanismos de inhibición son muy incompletos. Por añadidura, en esta
etapa de transición la vida y el ambiente resultan complejos que el niño se ve poco menos que
obligado a seguir ambas direcciones, a experimentar ambas posibilidades, de modo que pueda
averiguar cual es realmente la acertada. Por el momento, su capacidad de elección es debul; en
consecuencia, opta por las dos posibilidades, es incapaz de equilibrar ambos términos y pensar
en uno con exclusión del otro. A causa del poco control de los musculos flexores y extensores,
puede que no libere coin facilidad los esfínteres que controlan la micción y retenga por
demasiado tiempo. Las limitaciones peculiares de su sistema de acción explican su característica
incapacidad para modular su conducta. Quiere que todo se haga como de costumbre. Es
ritualista.
Su capacidad de adherirse y de vacilar, sus oscilaciones entre extremos son temporarias.
Conducta de lenguaje:
Conducta adaptativa: la corriente del desarrollo fluye en forma suave. A los cuatro años y
medio los niños mejoran su control y perfeccionan de muchas maneras sus aptitudes. Su juego es
menos brusco que a los cuatro; son mas capaces de aceptar el fracaso. Denotan un incipiente
interés por letras y números. A los cinco años enfoca bien, es concreto, tiene éxito. Es sincero,
sonriente, responsivo, responsable. Tiende a presentar un equilibrio excelente.
1. Stone, L. & Church, J. (1979). Niñez y adolescencia. Buenos Aires:
Horma. (Capítulo 8: Los años intermedios de la niñez. Punto 1: Un
panorama de los años intermedios. Punto 4: El grupo de pares).
Los niños de esta edad vuelven la espalda a los adultos y se unen en una sociedad de niños. A
esta edad los valores del grupo de pares son mucho mas importantes para el niño que los que le
transmiten los adultos. Para fortalecer su reserva frente a los adultos, que a veces es hostil y otras
indiferente, y para reforzar también la solidaridad del grupo, forman sociedades secrets.
El niño de esta edad pasa todo el tiempo que puede en compañía de sus pares, con quienes
realiza un aprendizaje directo de las estructuras sociales, de los edogrupos y los exogrupos, del
liderazgo y el grupo de seguidores, de la justicia y la injusticia, las lealtades, los héroes y los
ideales. Pero al mismo tiempo que actua como miembro de la sociedad de los niños, con sus
propios roles, normas y costumnbres, tiene ocasiones para similar los usos y normas de la
sociedad adulta, a veces conscientemente y otras veces inconscientemente. Es posible que este
doble aprendizaje social sea la base de muchos de los conflictos y tensiones que se suscitan en la
adolescencia, cuando el joven lucha tanto contra el mundo adulto como consigo mismo. Estando
entre sus amigos el niño vive dentro de una cultura especial, con sus propios juegos
tradicionales, canciones, adivinanzas, ritos supersticiones, conocimientos facticos, mitos y
habilidades, transmitidos casi intactos de una generación de niños a la siguiente, a veces a lo
largo de siglos, sin ayuda de los adultos y a veces a pesar de ellos. El grupo de los pares
corrompe los usos lingüísticos del niño, de manera que este aprende en su hohar un idioma
vrnaculo razonablemente correcto, y con sus pares utiliza una jerga agramatical y saturada de
escatología.
Como sucede con los otros periodos, los años intermedios de la niñez no son una unidad
indiferenciada. Tomaremos en cuenta tres subdivisiones que corresponden aproximadamente a
las divisiones escolares estadounidenses: escuela primaria, escuela elemental y junior high
school. El niño de seis años conserva muchos rasgos infasntiles, como la afición a las tonterias y
la tolerancia o el deseo de los mimos. Probablemente solo sea un miembro marginal de la
pandilla, que imita sus usos con toda seriedad liteal y cumple las ordenes de los niños mayores, y
hasta suele comentar con los audltos sus actividades y secretos. A los nueve años es parco en las
demostraciones de afecto, es un miembro activo de la pandilla y un experto conocedor de sus
normas. Ha aprendido a soportar estoicamente los golpes y contratiedades cotidianos y si llora lo
hace cuando no esta presente en la pandilla. A los doce años, con algunas excepciones y
variaciones, ha dquirido un aire seguro y desenvuelt, es controlado y competente, se biurla de
todo lo que considera infantil, y se muestra enérgicamente independiente.
El esquema que plantea el autor no se adapta igualmente bien a los varones que a las niñas.
Estas ultimas cambian mucho mas rápidamente que aquellos durante este periodo, y muchas
niñas que cursan el 6to o 7mo grado han entrado ya en la pubertad.
El ritmo de crecimiento disminuye durante los años intermedios. Se sigue creciendo, pero
mas lentamente que en la época anterior y en la siguiente.
Durante los años intermedios se adquieren muchas aptitudes motrices, de mayor o menor
importancia, vinculadas con el clima y con la cultura, como andar en bici, nadar, zambullirse,
hugar al futbol, deportes, colgarse doblando las rodillas, etc.
Los varones y las niñas tienen distintos ritmos de crecimiento durante eta época, y cobra
importancia la cuestión de la masculinidad y la femeneidad. Los varones se vinculan mas con
otros vaores y las niñas con otras niñas, y cada sexo tiene sus intereses y sus identidades
particulares.
El periodo debe ser considerado en su realidad cambiante, los niños de antes no son los
mismos que los de ahora.
El grupo de pares
Es preciso estudiar como actúan los niños en grupos, la organización de estos y lo que sus
actividades nos revelan acerca de los niños de esta edad. La pandilla puede tener grados diversos
de organización, que van desde el grupo amorfo de niños que juegan en el patio de la escuela o
en la calle, hasta las parejas o grupos de amigos claramente definidos, los clubes sin propósito
especial, y los clubes con un objetivo definido tales como los equipos deportivos y las pandillas
delincuentes.
Los niños que aun no tienen edad suficiente están cumpliendo la transición hacia la pandilla.
En lugar de mantenerse aparte deambulan por el contorno, mirando, escuchado, asimilando,
imitando y participando cuando se les permite. Para los niños del comienzo de los años
intermedios, los niños mayores tienen enorme autoridad y prestigio.
A menudo, los padres comprueban con pena que el niño otrora cariñoso parece haber perdido
su carácter afectuoso y confiado y se ha convertido en un extraño dentro de la familia. Suele
mostrarse taciturno, malhumorado e insolente. Adopta modales, pasos y posturas extraños.
Cuando habla, lo hace confusa y descuidadamente. Utiliza el lenguaje de la pandilla.
El niño esta dando un paso necesario para la maduración, esta haciendo su Declaracion de
Independencia, una independencia que es en realidad la sumisión a un nuevo conjunto de
controles.
En nuestra sociedad, las actitudes de los padres provocan el síndrome de la personalidad
inmigrante. Los padres se dan cuenta de que el mundo ne el que sus hijos están creciendo es
radicalmente distinto del que ellos conocieron cuando niños, y de que será todavía mas distinto
en la época en que aquellos hayan crecido de manera que muchos de los precedentes establecidos
se vuelven obsoletos. Los nños también se percatan de este hecho, y sienten que sus padres
pertenecen a una época extraña.
Volviendo al niño y a la pandilla, ya hemos dicho que la organización social cambia durante
los años escolares. Probleblemente la primera coalición real entre niños escolares consista en
cmpartir un secreto y en la formación de un vinculo con “el mejor amigo”, que puede cambiar de
un dia a otro, y también inspirar el anuncio. Una genuina afiliación, un grupo con miembros
estables y la camaradería en una sociedad secreta son cosas que encontramos en la fase media de
los años intermedios de la niñez. Al final de esta etapa, los clubes y pandillas ya no dependerán
tanto de la mera necesidad de pertenencia y del apego a sus ritos formales y se organizaran mas
en torno de actividades y funciones particulares. El niño escolar de mas edad suele tener
multiples afiliaciones, con las que se maneja hábilmente. El hecho de que se esta aproxcimando a
la sociedad adulta con sus distinciones y discriminaciones se revela también en la composición
de los grupos y camarillas a los que peetenece. Dentro de un sexto grado habrá probablemente
una clara estratificación social, co muy escaso contacto entre los estratos contiguos. La
organización social durante los años intermedios traduce los mismos principios de diferenciación
y subordinación funcional que rigen otros aspectos del desarrollo.
2. Freud, S. (1917). Sobre las transposiciones de la pulsión, en particular
del erotismo anal. En Freud, S. Obras Completas. (2a. ed., Vol. XVII).
Buenos Aires: Amorrortu.
Conjetura: persona ahorrativa, ordenada y terca, implica un refuerzo de los componentes
anal-eroticos en la constitución sexual.
El hijo es considerado por cierto como algo que se desprende del cuerpo por el intestino; asi,
un monto de investidura lubidinosa aplicado al contenido del intestino puede extenderse al niño
nacido a través de el. Un testimonio linguistico de esta identidad entre hijo y caca es el
giro”recibir de regalo un hijo”. En efecto, la caca es el primer regalo, una parte de su cuerpo de
la que el lactante solo se separa a isntancias de la persona amada y con la que le testimonia
también su ternura sin que se lo pida, pues en general no empuerca a personas ajenas. En torno
de la defecación se presenta para el niño una primera decisión entre la actitud narcisista y la d
amor de objeto. O bien entrega obediente la ca,a la sacrifica al amor o la retiene para la
satisfacción autoerotica o, mas tarde, para afirmar su propia voluntad. Con esta ultima decisión
queda constituido el desafio que nace, pues, de una porfia narcisista en el erotismo anal.
Es probable que le siguiente significado ahcia el que avanza la caca sea “regalo”. El niño no
conoce otro dinero que el regalado, no posee dinero ganado ni propio, heredado. Como la caca es
su primer regalo, trasfiere fácilmente su interés de esa sustancia a la que le aguarda en la vida
como el regalo mas importante.
Ademas, el pene tiene una significatividad anal-erotica ya que el bolo fecal es por asi decir el
primer pene, y la mucosa exciada es la del recto.
Del erotismo anal surge, en un empleo narcisista, el desafio como reacción sustantiva del yo
contra reclamos de los otros; el interés volcado a la caca traspasa a interés por el regalo y luego
por el dinero. Con el advenimiento del pene nace en la niñita la envidia del pene, que luego se
trapsone en deseo del varon como portador del pene. Antes, todavía, el deseo del pene se ha
mudado en deseo del hijo o este ultimo ha remplazado a aquel. Una analogía organica entre pene
e hijo se expresa mediante la posesión de un símbolo común a ambos (el pqueño). Luego, del
deseo del hijo un camino adecuado a la línea doble conduce al deseo del varon.
Otra pieza de este nexo se discierne con mayor nitidez en lel varon. Se establece cuando la
investigación sexual del niño lo ha puesto en conocimiento de l falta d pene en la mujer. Asi, el
pene es discenido como algo separable del cuerpo y entra en analogía con la caca, que fue el
primer trozo de lo corporal al que se debio renunciar. De ese modo, el viejo desafio anal entra en
la constitución del complejo de castración.
Los tres, columna de caca, pene e hijo son cuerpos solidos que al penetrar o salir excitan un
tubo de mucosa.
3. Freud, S. (1923). El yo y el ello. (Parte III: El yo y el superyó). En
Freud, S. Obras Completas. (2a. ed., Vol. XIX). Buenos Aires:
Amorrortu.
Freud supone la existencia de un grado en el interior del yo, una diferenciación dentro de el
que se llama “ideal-yo” o superyó.
Hay que tener en cuenta algo que Freud llama como “carácter”: dice que al comienzo de
todo, en la fase primitiva oral del individuo, es por completo imposible distinguir entre
investidura de bjetoe identificación. Mas tarde, lo único que puede suponerse es que las
investiduras de objeto parten del ello, que siente las aspiraciones eroticas como necesidades. El
yo todavía endeble al principio recibe noticia de las investiduras de objeto, les presta su
aquiescencia o busca defenderse de ellas mediante el proceso de la represión.
Si un tal objeto sexual es resignado, porque parece que debe serlo o porque no hay otro
remedio, no es raro que a cambio sobrevenga la alteración del yo que es preciso dsciribir como
erección del objeto en el yo, lo mismo que en la melancolía; todavía no nos resultan familiares
las circunstancias de esta sustitución. Quizás el yo, mediante esta introueccion que es una suerte
de regresión al mecanismo de la fase oral, facilite o posibilite la resignación del objeto. Quoizas
esta identificación sea en general la ocndicion bajo la cual el ello resigna sus objetos. El carácter
del yuo es na sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, contiene la historia de estas
elecciones de objeto.
Otro punto de vista enuncia que esta trasposición de una leeccion de objeto erotica en una
alteración del yo es, además, un camino que permite al yo dominar al ello y profundizar sus
vínculos con el ello, aunque, por cierto a costa de una gran docilidad hacia sus vicencias. Cuando
el yo cobra los rasgos del objeto, por asi decir se impone el mismo al ello como objeto de amor,
busca repararle su perdida.
Estos nexos son tan complejos que requieren ser descritos mas a fondo. Dos factores son los
culpables de esta complicación: la disposición triangular de la constelación del Edipo, y la
bisexualidad constitucional del individuo.
El ideal del yo es, por lo tanto, la herencia del complejo de Edipo y, asi, expresión de las mas
potentes mociones y los mas importantes destinos libidinales del ello. Mediante su institución, el
yo se apodera del complejo de Edipo y, simultáneamente, se somete, el mismo, al ello. Mientras
que el yo es esencialmente representante del mundo exterior, de la realidad, el superyoyo se le
enfrenta como abogado del mundo interior, del ello. Ahora estamos rpeparados a discernirlo:
conflictos entre el yo y el ideal espejaran, reflejaran, en ultimo análisis, la oposición entre lo real
y lo psíquico, el mundo exterior y el mundo interior.
El ieal del yo tiene, a cosnecuencia de su historia de formación, el mas vasto enlace con la
adquisición filogenética, esa herencia arcaica, del individuo. Lo que en la vida anímica
individual ha pertenecido a lo mas profundo, deviene, por la formación de ideal, lo mas elevado
del alma humana en el sentido de nuestra escala de valoración.
Es fácil mostrar que el ideal del yo satisface todas las exigencias que se plantean a la esencia
superior en el hombre. Como formación sustitutiva de la añoranza del padre, contiene el germen
a partir del cual se formaron todas las religiones. En el psoterior ciruito del desarrollo, maestros y
autoridades fueron retomando el papel del padre; sus mandatos y prohibiciones han permanecido
vigentes en el ideal del yo y ahora ejercen, como conciencia moral, la censura moral. La tensión
entre las exigencias de la cc moral y las operaciones del yo es sentida como sentimiento de culpa.
Los sentimientos sociales descansan en identificaciones con otros soibre el fundamento de un
identtico ideal del yo.
El ello no puede vivenciar o experimentar ningún destino exterior si no es por medio del yo,
que subroga ante el al mundo exterior. Ahora bien, no puede hablarse, pro cierto, de una herencia
directa en el yo. Aquí se abre el abismo, la grieta entre el individuo real y el concepto de la
especie. Las vivencias del yo parecen al comienzo perderse para la herencia, pero, si se repiten
con la suficiente frecuencia e intensidad en muchos individuos que se siguen unos a otros
generacionalmnete, se trasponen, por asi decir, en vivencias del ello, cuyas impresiones son
conservadas por herencia.
Si el yo no logro dominar bien el complejo de Edipo, la investidura energética de este,
proveniente del ello, retomara su acción eficaz en la formación reactiva del ideal del yo.
4. Freud, S. (1908). Carácter y erotismo anal. En Freud, S. Obras
Completas. (2a. ed., Vol. IX). Buenos Aires: Amorrortu. (sólo para
turnos mañana y tarde)
El erotismo anal es uno de esos componentes de la pulsión que en el curso del desarrollo y en
el sentido de nuestra actual educación cultural se vuelven inaplicables para metas sexuales; y
esto sugiere discernir en esas cualidades de carácter que tan a menudo resaltan en quienes antaño
sobresalieron por su erotismo anal los resultados mas inmediatos y constantes de la sublimación
de este.
VER TEXTO
El complejo de Edipo ofrecia al niño dos posibilidades de satisfacción: una activa y una
pasiva. Pudo situarse de manera masculina en el lugar del padre y, como el, mantener comercio
con la madre, a raíz de lo cual el padre fue sentido pronto como un obstáculo; o quiso sustiruir a
la madre y hacerse amar por el padre, con lo cual la madre quedo sobrando. Ahora bien, la
acepacion de la posibilidad de la castración, la intelección de que la mujer es castrada, puso fin a
las dos posibilidades de satisfacción derivadas del complejo de Edipo.en efecto, ambas
conllevaban la perdida del pene; una, la masculina, en calidad de castigo y la otra, la femenina,
como premisa. Si la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar el
pene, entonces por fuerza estallara el conflicto entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo
y la investidura libidimopsa de los objetos parentales. En este conflicto triunfa normalmente el
primero de esos poderes: el yo del niño se extraña del complejo de Edipo.
Esto acontece de la siguiente manera: las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas
por identificación. La autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada en el yo, forma
ahí el nucleo del superyó, que toma prestada del padre su severidad, perpetua la prohibición del
incesto y, asi, asegura al yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. Las
aspiraciones libidinosas pertenecientes al complejo de Edipo son en parte desexualizadas y
sublimadas, lo cual probablemente acontezca con toda trasposición en identificación, y en parte
son inhibidas n su meta y mudadas en mociones tiernas. El proceso en su conjunto salvo una vez
a los genitales, alejo de ellos el peligro de la perdida y además, paralizo, cancelo su función. Con
ese proceso se inicia el periodo de latencia, que viene a interrumpir el desarrollo sexual del niño.
El proceso descrito supone mas que una represión, equivale a una destrucción y cancelación
del complejo.
Aquí hay una oposición en la conducta de mabos sexos: en el caso análogo, cuando el
varoncito ve por primera vez la región genital de la niña, se muestra irresoluto, poco interesado
al principio; no ve nada o desmiente su percepción. Solo mas tarde, después de que cobro
influencia sobre el un amanezaa de castración, aquella observación se le volver significativa; su
recuerdo o renovación mueve en el una temible tormenta afectiva y lo somete a la creencia en la
efectividad de la amenaza que hasta entonces no creía. El niño reaccionara de dos maneras ante
la niña: horror frente a la criatura mutilada o menosprecio triunfalista hacia ella.
Nada de esto ocurre a la niña pequeña, en el acto se forma su juicio y su decisión. Ha visto
eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo. Las consecuencias psíquicas de la envidia del pene son
multiples y de vasto alcance. Con la admisión de su herida narcisista, se establece en la mujer un
sentimiento de inferioridad. Superado el primer intento de explicar su falta de pene como castigo
personal, y tras aprehender la universalidad de este carácter sexual, empieza a compartir el
menos precio del varon por ese sexo mutilado en un punto decisivo, y al menos en este juicio, se
mantiene en paridad con el varon.
Aunque la envidia del pene haya renunciado a su objeto genuino, no cesa de existir: pervive
en el rasgo de carácter de los celos, con leve desplazamiento.
Una tercera consecuencia de la envidia del pene parece ser el aflojamiento de los vínculos
tiernos con el objeto madre. La concatenación no se comprende muy bien, pero uno se convence
de que al final la madre, que echo al mundo a la niña con una dotación tan insuficiente, es
responsabilizada por esa falta de pene. El curso histórico suele ser este: tras el descubrimiento de
la desventaja en los genitales, pronto afloran celos hacia otro niño a quien la madre
supuestamente ama mas, con lo cual se adquiere una motivación para desasirse de la ligazón
madre. Armoniza muy bien con ello que ese niño preferido por la madre pase a aser el primer
objeto de la fantasia, que desembnoca e masturbación.
Hay otro efecto de la envidia del pene que es el mas importante de todos. Los análisis de la
prehistoria fálica le enseñaron a Freud que en la niña sobreviene pronto, tras los indicios de la
envidia del pene, una intensa contracorriente opuesta al onanismo, que no puede reconducirse
excluvisavamente al inlfujo pedagógico de las personas encargadas de la crianza. Esta moción es
manifiestamente un preanuncio de aquella oleada represiva que ene la época de la pubertd
eliminara una gran parte de la sexualidad masculina para dejar espacio al desarrollo de la
feminidad.
El conocimiento de la diferencia anatómica entre los sexos esfuerzqa a la niñla pequela a
aparatarse de la masculinidad y del onanismo masculino, y a encaminarse por nuevas vías que
llevan al despliegue de la feminidad.
Hasta ese momento no estuvo en juego el cpomplejo de Edipo, ni había desempeñado papel
alguno. Pero ahora la libido de la niña se desliza a una nueva posición. Resigna el deseo del pene
para reemplazarlo por el deseo de un hijo, y con este propósito toma al padre como objeto de
amor. La madre pasa a ser objeto de los celos y la niña deviene una pequeña mujer.
En la niña, el complejo de Edipo es una formación secundaria. Las repercusiones del
complejo de castración le rpeceden y lo preparan. En cuanto al nexo entre complejo de Edipo y
complejo de castración, se establece una oposición fundamental entre los dos sexos. Mientras
que el complejo de Edipo del varon se va al fundamento debido al complejo de castración, el de
la niña es posibilidado e introducido por este ultimo. La diferencia entre varon y mujer en cuanto
a esta pieza del desarrollo sexual es una comprensible consecuencia de la diversidad anatómica
de los genitales y de la situación psíquica enlazada con ella; corresponde al distingo entre
castración consumada y mera amenaza de castración.
En cambio, el complejo de Edipo es algo tan sustantivo que no puede dejar de producir
consecuencias, cualquiera que sea el modo en que se caiga en el o se salga de el. En el varon, el
complejo no es simplemente reprimido; zozobra formalmente bajo el choque de la amenaza de
castración. Sus investiduras libidinosas son resignadas, desexualizadas y en parte sublimadas;
sus objetos son incorporados al yo, donde forman el nucleo del supoeryo y prestan a esta
neoformación sus propiedades características. En el caso normal, ya no susbiste tampoco en lo
icc ningún complejo de Edipo, el superyó ha devenido su heredero. Puesto que el pene debe su
investidura narcisista extraordinariamente alta a su significación organica para la supervivencia
de la especie, se puede concebir la catástrofe del complejo de Edipo, (el extrañamiento del
incesto, la institución de la conciencia moral y de la moral misma) como un triunfo de la
generación sobre el individuo.
7. Freud, S. (1923). La organización genital infantil. En Freud, S. Obras
Completas. (2a. ed., Vol. XIX). Buenos Aires: Amorrortu.
Al comienzo, el acento recayó sobre la fundamental diversidad entre la vida seuxal de los
niños y la de los adultos; después pasaron al primer plano las organizaciones oregenitales de la
libido, asi como el hecho asombroso, y gravido de consecuencias, de la acomtedida en dos
tiempos del desarrollo sexual. Pero reclamo el interés de Freud la invesitgacion sexual infantil, y
desde ahí se pudo discernir la notable aproximación del desenlace de la sexualidad infantil y su
conformación final en en el adulto.
Ya en la niñez se consuma una elección de objeto como la que hemos supuesto característica
de la fase de desarrollo de la pubertad. El conjutno de las aspiraciones sexuales se dirigen a una
persona única, y en ella quieren alcanzar su meta. He ahí, pues, el máximo acercamiento posible
en la infancia a la conformación definitiva que la vida sexual presentara después de la pubertad.
La diferencia respecto de esta ultima reside solo en el hecho de que la unificación de las
pulsiuones parciales y su ubordinacion al primado de los genitales no son establecidas en la
infancia, o lo son de manera muyincompleta. Por tanto, la instauración de ese primado al servicio
de la reproducción es la ultima fase por la que atraviesa la organización sexual.
La aproximación de la vida sexual ifnantil a la del adulto llega mucho mas alla, y no se
sicrunscribee a la emergencia de una elección de objeto. Si bien no se alcanza una verdadera
unficiacion de las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales, ne el apogeo del proceso
de desarrollo de la sexualidad infantil el interés por los genitales y el quehacer genital cobran una
significatividad domiannte, que poco le va e zaga a la de la edad madura. Elcaracer principal de
esta “organización genital infantil” es, al mismo tiempo, su diferencia respecto de la
porganizacion genital definitiva del adulto. Reside en que, para ambos sexos, solo desempeña un
papel un genital, el masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado del falo.
Para el varoncito es natural presuponer en todos los otros sere vivos, humanos y animales, un
genital parecido al que el mismo posee; mas aun, sabemos que hasta en las cosas inanimadas
busca una forma análoga a su miembro. Esta parte del cuerpo que seexcita con facilidad, parte
dcambiante y tan rica en sensaciones, ocupa en alto grado el interés del niuño y de continuo
plantea nuevas y nuevas tareas a su pulsión de investigación.
Muchas de las exhibiciones y agresiones que el niño comprende y que a una edad posterior se
juzgarían como inequívocas exteriorizaciones de lascivi, se revelan al análisis como
experimentos puestos al servicio de la investigación sexual.
Por su ubicación cronológica: podemos decir que se ubica entre el Complejo de Edipo y la
pubertad. Es decir que se inicia con el sepultamiento del Complejo de Edipo, la constitución del
Superyó y la instalación de los diques: sentimientos de asco y pudor y barreras éticas y estéticas
en el interior del yo. Se extiende hasta la metamorfosis de la pubertad, en la cual niños y niñas se
encuentran con un nuevo cuerpo, con una nueva exigencia pulsional y con la reanimación de las
aspiraciones e investiduras de objeto de la temprana infancia, así como las ligazones de sentimiento
del Complejo de Edipo.
"El carácter más notable de la vida sexual humana es su acometida en dos tiempos con una pausa
intermedia. En el cuarto y quinto años de vida se alcanza la primera culminación, pero luego se
disipa ese florecimiento temprano de la sexualidad, las aspiraciones hasta entonces vivas caen bajo
la represión y sobreviene el periodo de latencia, que se extiende hasta la pubertad y en el que se
instituyen las formaciones reactivas de la moral, la vergüenza y el asco. (NOTA (1935): El periodo
de latencia es un fenómeno fisiológico. Empero, sólo puede provocar una interrupción completa
de la vida sexual en aquellas organizaciones culturales que han incluido en su programa una
sofocación de la sexualidad infantil. (No es este el caso en la mayoría de los pueblos primitivos.)"
Según sus aspectos descriptivos: se puede definir el período de latencia por la disminución del
interés por las actividades sexuales y el ocultamiento de aquellas que permanecen. El deseo de
aprender toma el lugar de los intereses y la curiosidad sexuales previos y el niño y la niña invierten
su energía, ahora disponible, para descubrir aspectos del mundo en el que viven y para integrarse
en nuevos grupos sociales fuera del ámbito familiar. La exclusividad de la importancia de las
figuras parentales queda acotada por el conocimiento de otras familias y la relación con otras
figuras de autoridad, principalmente los maestros, que heredan la historia afectiva que tenían con
sus progenitores. El lenguaje se vuelve paulatinamente el principal medio de expresión y
comunicación, gracias a la estabilización del proceso secundario. Los niños/as piensan,
reflexionan, se ponen en el lugar de los otros, ganan en autonomía, desarrollan su propia moral.
Podemos decir que entre lo 7 y los 12 años se produce un giro decisivo en el desarrollo mental y
afectivo.
La constitución del Superyó y la erección de diques: sentimientos de asco, pudor y barreras éticas
y estéticas en el interior del yo son poderosas formaciones reactivas frente a la sexualidad infantil
que se reprime o se sublima, mediante la derivación hacia otros fines, el cambio de objeto y la
aceptación cultural de sus producciones.
No hay que desestimar el importante papel que cumple la cultura en la posibilitación del período
de latencia, reforzando la represión y ofreciendo canales de derivación para la simbolización y la
sublimación.
La pregunta sobre el Origen del período de latencia que Freud se plantea en distintos momentos
de su obra y que intenta responder mediante tres hipótesis complementarias.
Hipótesis psicológica: su origen estaría vinculado a la declinación del Complejo de Edipo cuando
el aumento de la angustia de castración, se resuelve con la concomitante identificación con los
padres, la instauración del SY y el desarrollo gradual de la sublimación y la simbolización.
Hipótesis Filogenética: esta hipótesis estaría vinculada a la idea de que el complejo de Edipo es
también un fenómeno determinado por la herencia. En el Sepultamiento del Complejo de Edipo,
Freud plantea estas dos últimas hipótesis: “El complejo de Edipo.............cae sepultado, sucumbe
a la represión y es seguido por el periodo de latencia.”
Es verdad que el complejo de Edipo es vivenciado de manera individual por la mayoría de
humanos pero es también un fenómeno determinado por la herencia, dispuesto por ella, que tiene
que desvanecerse de acuerdo con el programa cuando se inicia la fase evolutiva siguiente,
predeterminada.”
Y continúa: “No puede negarse el derecho que asiste a ambas concepciones, pues las dos lo tienen.
Pero además son compatibles entre sí; queda espacio para la ontogenética junto a la filogenética,
de miras más vastas.”
En él se plasman las características que se conocen como propias del período de latencia
Está caracterizado por un mayor equilibrio y una mayor estabilidad de las diferentes instancias. En
esta etapa, tanto como en la anterior, no aparecen nuevas metas instintivas y se consolidan el
desarrollo del yo y del superyo, ejerciendo un control más eficaz y autónomo sobre los impulsos.
La maduración neurobiológica producida entre los 6 y los 8 años colabora en este proceso.
Los logros obtenidos durante este subperíodo terminan de conformar el plafond psíquico que
permitirá a niños y niñas afrontar los aumentos de tensión sexual y agresiva propios de la pubertad
y los procesos de cambio adolescente.
El superyo se afianza como instancia interior fortaleciéndose los procesos de abandono de las
investiduras libidinales y su sustitución por identificaciones.
El equilibrio narcisista es mantenido en forma más o menos independiente de las figuras parentales
y con una cierta dependencia de la aprobación del grupo de pares.
Adquieren una perspectiva de sí mismos más integrada y compleja al reconocer y diferenciar los
roles que desempeñan en distintos espacios sociales (miembros de una familia, integrantes de una
clase, de un club, etc.) y sus distintas habilidades (para los deportes, para la música, etc). Van
afianzando un sentido de identidad. Pueden pensarse a sí mismos y relacionar sus acciones con
sus rasgos de personalidad y con sus sentimientos. Alcanzan mayor estabilidad en los estados
afectivos.
Separan su pensamiento racional y su fantasía, la conducta pública y la privada. En este mismo
sentido de la progresiva capacidad de diferenciación la capacidad para discriminar entre diferentes
espacios, diferentes tiempos, y entre el yo y el objeto, contribuye a su creciente capacidad para la
autonomía y la historización de sí, que se expresaría en términos de Piera Aulagnier, en la
posibilidad de enunciación de "un proyecto identificatotio" que preservando aspectos del pasado
ofrece al yo una imagen futura que lo orienta y le otorga sentidos.
El niño pasa de un egocentrismo social e intelectual a nuevas coordinaciones que le van a
permitir otras formas de organización, mayor autonomía y procesos complejos de reflexión. El
inicio de construcciones lógicas en lo intelectual le permite comprender los sistemas de
relaciones, la coordinación de distintos puntos de vista, un sistema de valores, lograr una moral
de cooperación y autonomía personal. Aparecen nuevos sentimientos morales como la
honestidad, la camaradería, la justicia, y una organización de la voluntad. El equilibrio afectivo
se hace más estable. Se atenúa la ambivalencia.
El juego cambia: se complejiza y mediatiza ya que se combinan habilidades con el azar, se
inventan reglas o se modifican las transmitidas de generación en generación como una forma de
expresar la verdadera comprensión del consenso que subyace a las mismas. Se juega
cooperativamente, se reparten roles.
El desarrollo del lenguaje, que deja de ser egocéntrico, da cuenta de las justificaciones
lógicas utilizadas para la conexión entre ideas. Las posibilidades de discusión, la comprensión de
distintos puntos de vista y valores y la justificación de las propias afirmaciones, hacen que las
explicaciones entre los niños se den en el plano de la palabra y del pensamiento y no tanto en la
acción. El cuerpo deja de ser un instrumento privilegiado para la expresión de los estados internos,
en la medida que se han incrementado las posibilidades de expresión verbal. También logran
mayores posibilidades de expresión artística. Como concreción de las posibilidades de
sublimación.
Las formaciones reactivas, que tiñen las conductas y actitudes del latente deben entenderse como
la inversión con respecto a los impulsos que se desean realizar.
El cuestionamiento de las normas en este subperíodo continúa encontrando sus fuentes en las
luchas conectadas con el conflicto edípico, de las cuales constituyen un desplazamiento.
En términos generales podemos decir que a lo largo de este periodo la relación entre las instancias
se irá modificando: el superyo deberá ir haciéndose cada vez más permisivo ante la pujanza de las
fuerzas impulsivas y el yo irá contando cada vez con más mecanismos y recursos para domeñar
las pulsiones de manera operativa. Como resultado, la angustia como señal ganará escena
paulatinamente, reemplazando a los desbordes habituales del subperíodo anterior.
A modo de síntesis, y citando a Peter Blos, mencionaremos sintéticamente los principales logros
del período de latencia
"La inteligencia debe desarrollarse a través de una franca diferenciación entre el proceso
primario y el secundario del pensamiento, y a través del empleo del juicio, la generalización y
la lógica.
Las funciones del yo deben haber adquirido una mayor resistencia a la regresión y
desintegración bajo el impacto de la vida cotidiana.
El yo debe ser capaz de defender su integridad con menos ayuda del mundo exterior."
En la etapa de la segunda infancia el niño amplía sus relaciones, se vincula con otros pares y
conoce otras familias. Las observaciones que realiza del mundo, lo llevan a comparar a sus padres
con otros, y la imagen idealizada que de ellos tiene comienza a vacilar.
En el campo de la intersubjetividad, pueden diferenciarse las características del vínculo
Con los padres o sustitutos diversos: el niño pone en evidencia principalmente las defensas frente
a los impulsos. En la fantasía inconsciente del latente estas figuras mantienen su carácter
incestuoso, a la vez que representan las amenazas de castración. La represión se va estableciendo
con el transcurso del tiempo y no de manera instantánea. La misma se refuerza por medio de
mecanismos obsesivos: la formación reactiva, la anulación, la magia del pensamiento y de la
palabra, por ejemplo.
El grupo de convivencia entre pares en la escuela, está caracterizado por un intenso intercambio
afectivo entre los compañeros que se caracteriza por: competencia por lograr la atención y la
satisfacción de los adultos, solidaridad y cooperación, pactos secretos, exclusiones, envidia, celos,
todo ello se entrelaza con la función formal de la escuela.
El grupo de compañeros tiene una gran influencia en la constitución de la autoestima. Para el
niño/a, ser aceptado por el grupo es de fundamental importancia en la construcción de la
autovaloración positiva. Como dijimos anteriormente, los niños se hacen cada vez más
dependientes de sus compañeros ya que necesitan de su compañía para disfrutar de actividades de
juego o de aprendizaje pero también para la aprobación y para recibir consejos. En esos vínculos,
aprenden a resolver conflictos, asumir compromisos, compartir y defender puntos de vista e
intereses como iguales.
con el grupo de pares: se caracteriza por la búsqueda de lealtad. Se establece una identidad,
basado ya no en la pertenencia familiar, ni en la aprobación o desaprobación de los adultos sino
en la inserción en un grupo de sujetos de la misma edad, con un conjunto de normas y costumbres
diferentes de los de la cultura general del entorno.
Estos grupos van constituyendo formas propias de comportamiento con un vocabulario especial,
códigos en el vestir y formas de conducta que se desarrollan muchas veces sin la aprobación, ni el
conocimiento de los adultos. Esto se va acentuando a medida que avanzan en este periodo.
Asimismo, esta nueva subcultura, intenta establecer una mayor independencia de los adultos.
Comienzan a aparecer el rechazo a las demostraciones de afecto en público, ciertas conductas
agresivas, burlonas, sarcásticas, sobre todo hacia aquellos que se muestran “débiles” o con
necesidad de atención del adulto.
Presentan liderazgos marcados (con reconocimiento y valoración del líder) y también suelen
destinar a algun/a compañero/a roles desprestigiados, facilitando la depositación en ellos de los
propios aspectos desvalorizados.
Estos grupos permiten un primer nivel de socialización distinto del de la familia y diferente del
de la escuela.
10. Calzetta, J. J. (1996). Relaciones afectivas y aprendizaje escolar. Buenos
Aires: UBA, Facultad de Psicología, Depto. de Publicaciones.
1. INTRODUCCION
Definición de institución escolar (29) que estimo operativa: Se trata de un grupo humano
abocado a una tarea específica, con objetivos y fines que le son propios, que se realizan según un
encuadre estable de tiempo y espacio. Sustenta un objetivo manifiesto: transmitir cultura -que
implica transmisión de conocimientos para la asunción de roles sociales- y un objetivo latente
detectable en la variable axiológica. Ambas influyen en la modalidad específica con que se
realiza la transmisión. Está organizada jerárquicamente y a cada lugar de la escala le corresponde
una función determinada que implica un distinto grado de poder e influencia sobre los demás. Se
rige formalmente por un código de normas y tiene una interrelación constante con el contexto
social del cual forma parte.
2. LAS PRIMERAS RELACIONES AFECTIVAS O LA DISPOSICION A APRENDER
3. DOMINAR Y APRENDER
Al dominar al objeto -o, antitéticamente, al ser dominado por él, que es una forma paradojal
de poseerlo- se suman en esta etapa (correspondiente al predominio de la organización anal de la
libido) una penetrante curiosidad, la necesidad de aprehender cada una de las características del
objeto amado y, por extensión, de toda la realidad circundante. Recordemos que para Freud, una
de las formas de pensamiento, entre las tenidas en cuenta en el “Proyecto ...”, es la que se
encarga de examinar la realidad, aún en ausencia de todo indicio del objeto, a la búsqueda,
precisamente, de cualquier señal que pueda anunciar su presencia. Como anota Beatríz Janin (21)
“El dominar al propio cuerpo y al objeto, que se manifiesta claramente en la motricidad, y cuyo
órgano privilegiado es la mano, se vislumbrará más adelante en el esfuerzo por romper, ya no
juguetes, sino ideas, pensamientos, para poder estructurar nuevos saberes”.
La necesidad de ver y dominar conducen al deseo de saber. Para poder dominar la realidad es
necesario integrar lo que se ve en construcciones cada vez más coherentes y abarcativas. Se
producen entonces las primeras teorías sexuales infantiles, que procurarán conjurar los misterios
que presenta la realidad: el origen, la diferencia. Ambos se refieren al daño ocasionado al 8
narcisismo, ya maltrecho, cuyo esplendor procura restituir el Yo mediante rodeos cada vez más
amplios. En este camino hacia una integración cada vez más perfecta de los datos que la
percepción ofrece al Yo de Realidad definitivo (es decir aquel que ya tolera pensar el displacer
como parte de su propia realidad), no es infrecuente que el sujeto reniegue de su percepción,
convenciéndose de que ve lo que en realidad no existe (17). Consecuencia de la relativa
inestabilidad del Principio de Realidad en los años infantiles, que permite la ambivalencia
intelectual ante la castración en la fase fálica.
La pulsión epistemofílica, que se va constituyendo según este proceso, es sensible a la
relación del niño con sus otros significativos. En principio es necesario un Yo que se haya
constituido, a partir de sus vínculos iniciales, suficientemente íntegro como para lograr la
inhibición de los procesos primarios; que haya adquirido suficiente confianza en sus recursos -en
otros términos, que haya sido suficientemente amado- como para tolerar la ruptura de su
narcisismo primitivo. Luego, es preciso que su tendencia al dominio, su sadismo y su
compulsión a mirarlo todo hayan sido tolerados como manifestaciones legítimas. De lo contrario,
es probable que la tendencia al cuestionamiento y la curiosidad no se instalen como vías
facilitadas, lo que puede conducir al raquitismo de la pulsión de saber, al desinterés por aprender.
Luego, la instalación del drama edípico, su naufragio y la entronización de su heredero, el
Super Yo, ocasionan nuevos avatares para el deseo de aprender y resignifican los anteriores. Para
preservar su integridad, el yo apela al recurso extremo de perder parte de su realidad: tanto una
parte fundamental de sus propios deseos, como un aspecto del objeto -su dimensión
específicamente sexual- no pueden ser ya pensados, no pueden pertenecer al Yo, que invierte una
porción de su energía en mantenerlos lejos de sí. Pero, ¿Hasta dónde llegará esta pérdida de
investiduras preconscientes? La respuesta a esta pregunta es particular para cada caso -porque la
represión lo es- y estará determinada en gran medida por la forma específica de las relaciones
afectivas. Puede cualquier aprendizaje acabar representando a la prohibida investigación sexual,
en cuyo caso sucumbirá también a la prohibición y se verá seriamente perturbado, ya sea que se
inhiba completamente o se convierta en una rumiación obsesiva que a nada conduce. O bien
puede el Súper Yo, en tanto Ideal, demandar el cumplimiento de una perfección imposible, que
deprime al Yo y anula toda posible ganancia de placer en el aprendizaje.
La solución ideal consistirá en una sublimación exitosa, que destine la energía de la
sexualidad infantil reprimida a la adquisición y producción de conocimientos. Implica un recurso
narcisista: imposibilitado de destinar su libido al objeto, el Yo elige amarse a sí mismo, en la
confianza de que algún día logrará alcanzar la perfección, cuando se iguale al Ideal y el
conocimiento adquirido llegue a ser una “bella totalidad”.Con esto cuenta la escuela:
Corresponde al momento en que el niño comienza su tránsito institucional, cuando los padres
caen de su pedestal ideal y otros, fuera de 9 la familia, se acercan a ese lugar privilegiado.
A partir de este momento, tanto circunstancias de la vida escolar como familiar podrán
desestabilizar el equilibrio pulsional alcanzado, lo que lleva a menudo a la resexualización -y,
por lo tanto, al fracaso- de las sublimaciones conseguidas. A veces, ese desequilibrio se instala
como un síntoma neurótico; otras, depende de las alternativas del ambiente y tiende a
recuperarse el equilibrio cuando las circunstancias afectivas se estabilizan, es decir cuando la
situación afectiva encuentra un trámite adecuado cualitativa y cuantitativamente. Más adelante
desarrollaré dos ejemplos que ilustran estas posibilidades. Vale la pena señalar que, para Freud
(9), las circunstancias de la vida escolar comportan fenómenos afectivos sumamente intensos,
que sólo cabe clasificar dentro de los transferenciales. Por las características de la institución
escolar -en cuanto a organización jerárquica, prestigio social, grupos de pares igualmente
subordinados pero con una propia ordenación según “grados” -los vínculos ambivalentes con los
padres idealizados de la primera infancia y con los hermanos según el orden de filiación, son
desplazados a las figuras de maestros y compañeros. El hecho de que el acceso a la escolaridad
ocurra en la segunda mitad de la infancia, o sea cuando, como señalé más arriba, los padres
sufren la desidealización, es de capital importancia: “Comprenderemos ahora -dice Freud- la
actitud que adoptamos ante nuestros profesores del colegio.
Como apunté antes, la comprensión del fenómeno del aprendizaje escolar requiere algún
nivel de articulación de lo ya expuesto con elementos de la teoría epistemológica genética.
(TEXTO)
Conviene tener en cuenta que, para Piaget (25, 26), la evolución afectiva del niño obedece a
las mismas leyes que gobiernan a los procesos cognoscitivos. Por ejemplo, cuando la función
semiótica permite el acceso a la representación, el objeto afectivo permanece presente, aún en
ausencia física. Esto, “entraña la formación de nuevos afectos, bajo la forma de simpatías o
antipatías duraderas, en lo que concierne a los otros, y de una consciencia y de una valoración
duraderas de sí, en lo que concierne al Yo”. A partir de eso se asiste a un proceso de
socialización progresiva, hasta que al llegar al nivel de las operaciones concretas se establecen
nuevas relaciones interindividuales, de naturaleza cooperativa. Si bien en el período anterior los
intercambios eran sociales desde el punto de vista del sujeto, un observador externo no podía
sino verlos centrados en el mismo niño y sobre su actividad propia, en lo que constituye el
egocentrismo infantil en este terreno.
La adquisición de la reversibilidad como propiedad del pensamiento permite otras relaciones:
“Es en los niveles de la construcción de las agrupaciones de operaciones concretas donde se
plantea, por el contrario, con toda su agudeza, el problema de los respectivos papeles del
intercambio social y de las estructuras individuales en el desarrollo del pensamiento”. La
cooperación supone una reciprocidad entre individuos que saben diferenciar sus puntos de vista.
“La lógica –define Piaget- es una moral del pensamiento, impuesta y sancionada por los otros”.
La escuela transmite más de lo que pretende –aún cuando los maestros se quejen, a menudo,
de que no logran enseñar todo lo que se proponen-: cabría decir aquí que el estilo es, en parte,
también el contenido. Si el niño aprende que aprender es memorizar ritualmente una serie de
cosas inservibles (sin más valor que el que le otorga esa liturgia), está adquiriendo también una
actitud hacia el conocimiento: éste será siempre la palabra de otro, la única actitud posible ante
ella es, entonces, la recepción pasiva y la acumulación. Dado que éste aprendizaje está reforzado
por la particularísima relación afectiva que lo sostiene, puede pensarse que así también se
sancione una actitud todavía más general. Me refiero al probable residuo que tal aprendizaje
dejará en el carácter como rasgo estable, como supervivencia identificatoria de lo que fue una
vez una poderosa relación de objeto. Lo que queda así reafirmado es una disposición hacia la
autoridad, ya sea que se la padezca o -por una simple inversión de pasivo en activo que no
modifica el contenido- se la ejerza. Este congelamiento de la libido en formas rígidas
autoritarismo-pasividad implica un regreso a viejas formas de dominio del objeto. Allí,
naturalmente, no queda espacio para creatividad alguna.
Desde ya, no puede ser dejada de lado la cuestión de los intensos intercambios afectivos entre
pares: relaciones de alianza y de rivalidad, exclusiones, victimizaciones, envidias, celos, pactos
secretos, todos ellos se entrecruzan con el objetivo formal de la escuela. Al punto de que es
habitualmente observable en la clínica que un trastorno de aprendizaje suele ir acompañado por
perturbaciones en ese nivel de los vínculos sociales. Es también la oportunidad para otro
aprendizaje: el que tiene que ver con el tránsito del sujeto del medio familiar al social, del que la
escuela es algo así como un modelo experimental.
Ya cerca de la finalización del curso de la escuela primaria, para muchos niños llega el
acceso a la pubertad, con los tormentosos cambios que implica. La cuestión madurativa otorga a
la sexualidad -hasta ese momento apenas un motivo para que varones y nenas jugaran a
perseguirse o a “ponerse de novios”- un nuevo e inquietante status. El carácter del púber exhibe,
regularmente, las consecuencias de esa repentina lucha entre desbordes pulsionales y
mecanismos de defensa.
En el plano intelectual comienza el acceso a la posibilidad de pensamiento formal, o
hipotético deductivo, que le permite alejarse cada vez más de lo concreto. La búsqueda de un
nuevo equilibrio pulsional, la comprobación de los cambios corporales que se suceden, las
nuevas posibilidades intelectuales y la percepción del inexorable alejamiento de sus grupos
primarios (familia y escuela) que todo ello impone, contribuyen a condicionar su carácter.
6. DOS CASOS DE LA PRACTICA PSICOLOGICA
TEXTO
CUANDO PENSAR ES UN PELIGRO
TEXTO
7. CONCLUSION
No puede pensarse el aprendizaje escolar -ni, de un modo más general, cualquier proceso de
aprendizaje- al margen de las relaciones afectivas en las cuales se desarrolla y de las que se
nutre. El aprendizaje está ligado al afecto, es decir, a lo pulsional, desde los inicios de la vida;
para entender el origen del deseo de saber, así como sus perturbaciones, es necesario remontarse
a los primeros momentos en la constitución del aparato psíquico.
Luego, el destino de ese deseo estará unido a la suerte de la sexualidad infantil a la que se
vincula. Aquí le acechan nuevos peligros: puede, por ejemplo, sucumbir a la prohibición de
aprender o quedar anonadado por un imperativo categórico que exija aprender lo imposible. Aún
después de instaladas las sublimaciones que ponen a su servicio la energía de la sexualidad
reprimida, la viabilidad de la voluntad de aprender estará sujeta, en mayor o menor medida, a la
calidad de las relaciones afectivas que la enmarcan ene el tránsito escolar. Relaciones que, por
supuesto, se determinan desde varios lugares en un juego al que es posible llamar de
transferencias y contratransferencias: amores, odios, orgullos heridos.
Para que el aprendizaje realmente se verifique, es necesario que el sujeto se apropie, por vía
de la elaboración, del conocimiento; es decir que lo produzca. Ello implica que el docente debe
también advertir y respetar el nivel evolutivo de la inteligencia alcanzado. De esa manera puede
consolidarse la relación afectiva con el maestro y el grupo que propicia un aprendizaje autentico
y no una mera repetición pasiva. Relación a la que contribuye el nivel operatorio alcanzado, con
sus nuevas posibilidades de cooperación social.
Son numerosos los puntos conflictivos en los que este cambio -que implica más cosas que las
que la escuela se propone transmitir- pueda perturbarse. El nudo puede estar en cualquier punto
de la compleja red de relaciones en que se incluyen el niño, su familia, el grupo de pares y los
maestros. Igualmente numerosas son las posibilidades de acción psicológica, muchas de ellas de
sentido preventivo. Como señalé en otro trabajo (3), la escuela es un lugar privilegiado, también,
para laborar en la prevención y promoción de la salud. Este objetivo incluye tanto el abordaje de
los vínculos afectivos como el logro de autenticidad en el proceso mismo de aprendizaje; ambos
aspectos de una sola realidad.
11. Laplanche, J. & Pontalis, J. B. (1971). Diccionario de Psicoanálisis.
Barcelona: Labor. (Nota sobre Período de Latencia).
Periodo de latencia:
La idea de un periodo de latencia sexual puede comprenderse ante todo, desde un punto de
vista biológico, como una etapa de detención predeterminada entre dos “empujes” de la libido y
que, por lo tanto, no requeriría ninguna explicación psicológica en cuanto a su genesis.
Freud articula la declinación del complejo de Edipo con el periodo de latencia, dice: “el
complejo de Edipo debe desaparecer porque ha llegado el momento de su disolución, como cae
la primera dentición cuando los dientes definitivos empujan para salir”. Sin embargo, no se ve
muy claramente a nivel biológico por que el niño ingresa al periodo de latencia. Pero tampoco se
debería exigir una plena concordancia entre la formación anatómica y el desarrollo psicológico.
Asi, Freud se vio inducido a invocar, para explicar la declinación del Edipo, la
“imposibilidad interna” de este, una especie de discordancia entre la estructura edípica y la
inmadurez biológica: “la ausencia persistente de la satisfacción esperada, la perpetua frustración
del niño que espera, obligan al pequeño enamorado a renunciar a un sentimiento sin esperanza”.
En defintivia, la entrada en el periodo de latencia solo se comprendería en relación con la
evolución del complejo de Edipo y las modalidades de su resolución en los dos sexos.
- Proceso postulado por Freud para explicar ciertas actividades humanas que
aparentemente no guardan relación con la sexualidad, pero que hallarían su energía en la
fuerza de la pulsión sexual. Freud describió como actividades de resorte principalmente
la actividad artística y la investigación intelectual.
- Se dice que la pulsión se sublima, en la medida en que es derivada hacia un nuevo fin, no
sexual, y apunta hacia objetos socialmente valorados.
A lo largo de toda su obra, Freud recurre al concepto de sublimación con el fin de explicar,
desde un punto de vista económico y dinamico, ciertos tipos de actividades sostenidas por un
deseo que no apunta, e forma manifiesta, hacia un fin sexual: por ejemplo, creación artística.
Freud busca el resorte de estos comportamientos en una transformación de las pulsiones
sexuales: “la pulsión sexual pone a disposición del trabajo culturla cantidades de fuerza
extraordinariament grandes, en virtud de la particularidad, singularmente marcada en dicha
pulsión, de poder desplazar su fin sin perder en esencia intensidad. Esta capacidad de reemplazar
el fin sexual originario por otro fin, que ya no es sexual pero se le halla psíquicamente
emparentada, la denominamos capacidad de sublimación”.
Pero, ¿Cómo aprende a hablar? Infinidad de ejemplos muestran que no depende de un simple
proceso madurativo. Un niño nace en un mundo de palabras. Las palabras de los adultos, vividas
en principio como ruidos, van siendo llegadas al placer y al displacer, tomando el valor de
caricias o palizas. El cuerpo va siendo erotizado, se abren recorridos, zonas privilegiadas del
placer. Hay un ritmo que se va construyendo a través de los cuidados maternales. El niño emite
sonidos que le producen placer en su repetición misma. No hay palabras ni sentido. Es la emisión
vocal, ligada a la audición del sonido, lo que es reiterado en un juego autoerotico. Juego madre-
hijo que pasa de la repetición de silabas a un laleo que imita la melodía de una frase. Todos
recordaran seguramente alguna escena en la que una mama, embelesada con su chiquito, hace
una suerte de música en un movimiento especular ocn el niño. Juego amoroso en que el niño,
identificándose primariamente con el otro que lo libidiniza, va constiuyendo un yo, yo de placer
purificado que, regido por el principio de placer, no se diferencia claramente del funcionamiento
pulsional, si bien implica un primer grado de organización de las sensaciones corporales.
También, la madre, como un rasgo mas de su poder, nombra al mundo. Y se establece asi un
lenguaje intimo. Pero la madre también prohíbe, dice “no”. Le posibilita la transfromacion del
acto expulsivo, de la agresión, del juicio.
Asi, el niño puede oponerse a los otros ya no solo a través de su cuerpo /morder, escupir,
constiparse). Identificado con la omnipotencia materna, el niño esfrime su no frente a los
mandatos de los otros. Domina y se domina. El que la madre comprenda su lenguaje y le otorgue
valor de comunicación posibilita la creencia del niño en la omnipotencia de sus palabras y en la
ligazón de estas con el mundo. Pero a la vez, la madre deberá desear que ese niño se inserte en
un mundo social, para lo cual será imprescindible.
Aquella que le da el lenguaje como un don, como le da caricias, besos… denuncia la falla de
ese lenguaje infantil y posibilita entonces la adquisición del lenguaje como sistema de normas
regladas, leyes que preexisten al niño. Esto supone una apertura de ese vinculo narcisista.
El mundo, categorizado hasta ahora en términos de actividad. Pasividad y cuyo dominio se
intenta a través de la musculatura va a ser reorganizado en relación a una categoría: el falo,
apareciendo teorias explicativas, fantasias y un preguntar permanente.
Tanto cuando hablan como cuando juegan toman rastros de vivencias y lo reorganizan
deacuerdo a sus fantasias.
Estamos en plena conflictiva edípica y el niño puede hablar en primera persona, acepta
dolorosamente normas consensuales y su omnipotencia nominativa trastabilla.
Las palabras están ligadas a lo concreto, fundamentalmente a imágenes visuales. Y el
preconciente visual, asi como el cinético, es suficiente para hacer conciente lo inconciente.
El jugar del niño estaba dirigido por deseos, en verdad, por un solo deseo que ayuda a su
educación; helo aquí: ser grande y adulto. Juega siempre a “ser grande”, imita en el juego lo que
le ha devenido familiar de la vida de los mayores. Ahora bien, no hay razón alguna para esconder
ese deseo.
15. Winnicott, D. (1980). El niño y el mundo externo. Buenos Aires:
Hormé. (Parte 3, capítulo 4).
¿Por qué juegan los niños?
1. Placer
Los niños juegan porque les gusta, les da placer todas las experiencias físicas y emocionales
del juego. También de las actividades inventivas.
2. Para expresar agresión
Suele decirse que los niños “liberan odio y agresión” en el juego. Esto en parte es cierto pero
no tan asi, es importante tener en cuenta que en el juego el niño valora la comprobación de que
los impulsos de odio o de agresión pueden expresarse en un ambiente conocido, sin que ese
ambiente le devuelva odio y violencia. El niño siente que un buen ambiente debe ser capaz de
tolerar los sentimientos agresivos, siempre y cuando se los exprese en forma mas o menos
aceptable.
La agresión puede ser placentera, pero inevitablemete lleva consigo un daño real o
imaginario contra alguien, de modo que el niño no puede dejar de enfrentar esta complicación.
En cierta medida, la enfrenta desde el origen, cuando acepta la disciplina de expresar el
sentimiento agresivo bajo la forma del juego y no sencillamente cuando esta enojado. La
agresión también puede utilizarse en la actividad que tiene una meta final constructiva. Pero
estas cosas solo se logfran gradualmente.
El resultado practico es importante, pues en tanto los niños jueguen solo por placer es posible
pedirles que renuncien a el, mientras que, si el juego sirve para controlar la ansiedad, no
podemos impedirles que lo hagan sin provocar angustia, verdadera ansiedad o nuevas defensas
contra ella.
El juego, el uso de las formas artísticas, y la practica regiolisa, tienden de maneras diversas,
pero relacionadas, a la unificación y la integración general de la personalidad. Por ejemplo, es
fácil ver que el juego establece una vinculación entre la relación del individuo con la realidad
personal interna y su relación con la realidad externa compartida.
Examinando este complejo problema desde otro punto de vista, podemos decir que es en el
juego donde el niño relaciona las ideas con la función corporal. En este sentido, seria provechoso
examinar la masturbación u otras busquedas de satisfacción sexual junto con la fantasia
consciente e inconsciente que la acompaña, y comparar esto con el juego verdadero, en el que
predominan las ideas conscientes e incosncientes, y donde las actividades corporales
relacionadas se mantienen latentes o bien están somentidas al contenido del juego.
El juego es la alternativa a la sensualidad en el esfuerzo del niño por no disociarse. Es bien
sabido que cuando la ansiedad es relativamente grande, la sensualidad se torna compulsiva y el
juego resulta imposible. El juego normal tiende a la integraciond e la realidad interna con la
externa en un niño.
7. Comunicación con la gente.
Un niño que juega puede estar tratando de exhibir, por lo menos, parte del mundo interior, asi
como del exterior, a personas elegidas del ambiente. El juego puede ser “algo muy revelador
sobre uno mismo”, tal como la manera de vestirse puede serlo para un adulto.
En el psicoanálisis de niños pequeños, el deseo de comunicarse a través del juego se utiliza
en lugar del lenguaje del adulto.
16. Piaget, J. & Inhelder, B. (1981). Psicología del niño. Madrid: Morata.
(Capítulos 3 y 4). FALTA CAPITULO 4
Capitulo 3:
2) EL JUEGO SIMBOLICO
Este señala, indudablemente, el apogeo del juego infantil. Obligado a adaptarse
incesantemente a un mundo social de mayores, cuyos intereses reglas siguen siéndole
exteriores, y a un mundo físico que todavía comprende mal, el niño no llega como nosotros a
satisfacer las necesidades afectivas e incluso intelectuales de su yo en esas adaptaciones, que
para los adultos son mas o menos completas, peor que para el siguen siendo tanto mas
inacabadas cuanto mas pequeño es. Resulta, entonces, indispensable a su equlibrio afectivo e
intelectual que pueda disponer de un sector de actividad cuya motivación no sea la
adaptación a lo real, sino, por el contrario, la asimilación de lo real al yo, sin coacciones ni
sanciones: tal es el jego, que transforma lo real, por asimilación mas o menos pura, a las
necesidades del yo, mientras que la imitación es acomodación mas o menos pura a los
modelos exteriores, y la intelifencia es equilibrio entre la asimilación y la acomodación.
Además, el instrumento esencial de adaptación es el lenguaje, que no es inventado por el
niño, sino que le es transmitido en formas ya hechas, obligaas y de naturaleza colectiva, que
aun el niño no puede usar para expresarse. Entonces es muy importante que el niño pueda
disponer de un medio propio de expresión, o sea, de un sistema de significantes construidos
por el y adaptables a sus deseos: tal es el sistema de los simbolos propios del juego
simbolico, tomados de la imitación a titulo de instrumentos; pero de una imitación no
perseguida por ella misma, sino simplemente utilizada como medio evocador al servicio de la
asimilación lúdica: tal es el juego simbolico, que no es solo asimilación de lo real al yo,
como el juego en general, sino asimilación asegurada por un lenguaje simbolico construido
por el yo y modificable a la medida de las necesidades.
El juego simbolico se refiere frecuentemente también a conflictos inconscientes: intereses
sexuales, defensa contra la angustia, fobias, agresiosividad o identificación con agresores,
repliegues por temor al riesgo o a la competición, etc.
3) EL DIBUJO
Es una forma de la función semiótica que se inscribe a mitad de camino entre el juego
simbolico, del cual presenta el mismo placer funcional y el mismo autotelismo, y la imagen
mental con la que comparte el esfuerzo de imitación de lo real. Luquet considera el dibujo coo un
juego. En realidad, constituye tanto una preparación como un resultado de esta; y entre la imagen
grafica y la imagen interior existen innumerables interacciones, ya que las dos se derivan
directamente de la imitación.
El realismo del dibujo pasa por diferentes fases. Luquet llama “realismo fortuito” la de
los garabatos, con significación que se descubre luego. Luego viene el “realismo frustrado” o
fase de incapacidad sintetica, en que los elementos de la copia están yuxtapuestos. Después
viene el periodo esencial del “realismo intelectual”, en que el dibujo ha superado las dificultades
primitivas, pero proporciona esencialmente los atributos conceptuales sin preocupaciones de
perspectiva visual. Después, hacia los ocho o nueve años, a ese “realismo intelectual” sucede un
“realismo visual” que muestra dos novedades: el dibujo no representa sino lo que es visible
desde un punto de vista perspectivo particular: un perfil no proporciona sino lo que se da de
perfil; las partes ocultas de los objetos no se figuran detrás de las pantallas y los objetos del
fondo se disminuyen gradualmente con relación al primer plano.
El interés de esos estadios de luquet es doble. Constituyen, en primer termino, una
notable introducción al estudio de la imagen mental, la que, como vamos a ver, obedece también
a leyes mas próximas de la conceptualización que a las de la percepción. Pero, sobre todo,
atestiguan una notable convergencia con la evolución de la geometría espontanea del niño, tal
ocomo hemos tratado de estudiar después.
Las imágenes mentales solo constituyen un sistema de simbolos que traducen, mas o menos
eactamente, pero en general con retraso, el nivel de comprensión preoperatria y luego operatoria
de los sujetos. La imagen no basta, pues, en modo alguno, para engrendar las estructuraciones
operatorias: a lo sumo puede servir, cuando es suficientemente adecuada para precisar el
conocimiento de los estados que la operación ha de enlazar luego por un juego de
transfromaciones reversibles. Cuando, después de los siete-coho años, la imagen se hace
anticipadora y, en consecuencia, mejor para servir de soporte a las operaciones, ese porgreso no
resulta de una modificación interna y autónoma de las imágenes, sino de la intervención de
aportaciones exteriores debidas a la formación de las operaciones.
6) EL LENGUAJE
En el niño normal, el lenguaje aparece aproximadamente al mismo tiempo que las otras
formas del pensamiento semiótico.
a) Evolución: el lenguaje comienza, tras una fase de balbuceo espontaneo y una fase de
diferenciación de fonemas por imitación, por un estadio situacdo al termino del
periodo senso-motor, y que ha sido descrito, a menudo, comoe l de las “palabras-
frases”. Esas palabras únicas pueden expresar, unot ras otro, deseos, emociones o
comprobaciones.
Desde el fin del segundo año se señalan frases de dos palabras; luego, peuqeña sfrases
completas sin conjugaciones ni declinaciones, y después una adquisición progresiva
de destructuras gramaticales. Se piensa que la adqusiicion de las reglas sintácticas no
se reducia a una imitación pasiva, sino que entrañaban no solo una parte considerable
de asimilación generalizadora, sino también ciertas cosntrucciones originales ha
demostrado que esas reducciones de las frases adultas a modelos originales infantiles
obedecían a ciertas exigencias funcionales, tales como la conservación de un minimo
de información necesaria y la tendencia a mejorar ese minimo.
b) Lenguaje y pensamiento: TEXTO
c) Lenguaje y lógica: TEXTo
d) Lenguaje y operaciones: TEXTO
A. La socialización de la acción
El resultado más evidente de la aparición del lenguaje es el permitir un intercambio y una
comunicación permanente entre los individuos.
Es sabido que el lactante aprende poco a poco a imitar sin que exista una técnica hereditaria
de la imitación: al principio simple excitación, por los gestos análogos de otro, de los
movimientos visibles del cuerpo (y principalmente de las manos) que el niño sabe ejecutar
espontáneamente, luego la imitación sensorio-motriz se convierte en una copia más o menos
precisa de movimientos que recuerdan los movimientos conocidos, y finalmente el niño
reproduce los movimientos nuevos más complejos (siendo los movimientos más difíciles los que
interesan las partes no visibles del cuerpo propio tales como el rostro y la cabeza). La imitación
de los sonidos sigue un curso semejante y cuando estos están asociados a determinadas acciones
se prolonga finalmente en adquisición del lenguaje mismo (palabras-frase elementales,
posteriormente sustantivos y verbos diferenciados y, finalmente, frases propiamente dichas).
Mientras todo esto no ha sido adquirido de una forma definida las relaciones interindividuales se
limitan, por tanto, a la imitación de los gestos corporales y exteriores, así como a una relación
afectiva global sin comunicaciones diferenciadas. Con la palabra, al contrario, es la vida interior
como tal la que es puesta en común y, debemos añadir, lo que se construye conscientemente en
la medida misma en que empieza a poder comunicarse.
Pero, ¿en que consisten las funciones elementales del lenguaje? Pueden ser puestas en
evidencia tres grandes categorías de hechos.
1) Existen, en primer lugar, los hechos de subordinación y las relaciones de coacción
espiritual ejercida por el adulto sobre el niño. Con el lenguaje el niño descubre, en efecto,
las insospechadas riquezas, de un mundo de realidades superiores a él: sus padres y los
adultos que le rodean se le presentaban ya como seres grandes y fuertes, fuentes de
actividades imprevistas y a menudo misteriosas, pero, ahora, estos mismos seres revelan
sus pensamientos y sus voluntades y este nuevo universo empieza por imponerse con un
brillo incomparable de seducción y prestigio. Un «yo ideal», tal como ha dicho Baldwin,
es propuesto de esta forma al niño y los ejemplos provenientes de lo alto son otros tantos
modelos que él intenta copiar o igualar. Particularmente se le dan órdenes y consignas y,
tal como ha demostrado Bovet, es el respeto del pequeño por el grande lo que hace que
las acepte y las crea obligatorias. Pero, incluso al margen de estos núcleos concretos de
obediencia, también se desarrolla toda una sumisión inconsciente, intelectual o afectiva,
debida a la coacción espiritual ejercida por el adulto.
2) En segundo lugar existen todos los hechos de intercambio, con el propio adulto o con los
demás niños, y estas intercomunicaciones representan igualmente un decisivo papel en el
progreso de la acción. En la medida en que estos intercambios conducen a formular la
acción propia y a hacer el relato de las acciones pasadas, también transforman las
conductas materiales en pensamientos. Tal como ha dicho Janet, la memoria está
relacionada con el relato, la reflexión con la discusión, la creencia al compromiso o a la
promesa y todo el pensamiento con el lenguaje exterior o interior. Únicamente, y esto es
lo que señala uno de los desfases de que hablá- Dámos antes, ¿sabe el niño comunicar
totalmente su pensamiento, y entrar de lleno en el punto de vista de los demás, o bien es
necesario un aprendizaje de la socialización para llegar a una auténtica cooperación?
Sobre este punto es instructivo el análisis de las funciones del lenguaje espontáneo.
Efectivamente, resulta fácil constatar que las conversaciones entre niños son
rudimentarias y que están relacionadas con la acción material propiamente dicha. Hasta
casi los siete años de edad los niños apenas saben discutir entre sí y se limitan a
confrontar afirmaciones contrarias. Cuando intentan darse explicaciones unos a otros a
duras penas logran situarse en el punto de vista de aquel que ignora de lo que se trata y
hablan como si lo hicieran para sí mismos. Y, principalmente, les sucede, mientras
trabajan en la misma habitación o en una misma mesa, que hablan cada uno para sí
creyendo escucharse y comprenderse unos a otros, consistiendo esta especie de
«monólogo colectivo» en una excitación mutua a la acción y no en un intercambio de
pensamientos reales. Resaltemos, finalmente, que los caracteres de este lenguaje entre
niños se encuentran de nuevo en los juegos colectivos o en los juegos que poseen
determinadas reglas: en una partida de bolos, por ejemplo, los grandes se someten a las
mismas reglas y ajustan exactamente sus juegos individuales los unos a los otros,
mientras que los pequeños juegan cada uno para sí, sin ocuparse de las reglas del vecino.
3) De ello se desprende una tercera categoría de hechos: el niño no habla únicamente a los
demás, sino que se habla a sí mismo sin cesar en monólogos diversos que acompañan sus
juegos y su acción. Estos soliloquios, comparables a lo que será posteriormente el
lenguaje interior continuo del adulto y el adolescente, difieren, sin embargo, de este
último por el hecho de que son pronunciados en voz alta y por su carácter de ayudantes
de la acción inmediata. Estos auténticos monólogos, así como los monólogos colectivos,
constituyen más de una tercera parte del lenguaje espontáneo entre niños de tres o cuatro
años, y disminuyen regularmente hacia los siete años.
Resumiendo, el examen del lenguaje espontáneo entre niños, al igual que el del
comportamiento de los peque- ños en los juegos colectivos, demuestra que las primeras
conductas sociales permanecen aún a medio camino de la auténtica socialización: en vez de salir
de su punto de vista propio para coordinarlo con el de los demás, el individuo permanece aún
inconscientemente centrado sobre sí mismo y este egocentrismo con respecto al grupo social
reproduce y prolonga el que ya habíamos notado en el lactante con respecto al universo físico; en
ambos casos se trata de una indiferenciación entre el yo y la realidad exterior, representada en
este caso por los demás individuos y no ya únicamente por los objetos, y en ambos casos esta
especie de confusión inicial desemboca en la primacía del punto de vista propio.
muñecas, comidita de niños, etc. Pero resulta fácil darse cuenta de que estos juegos
simbólicos constituyen una actividad real del pensamiento que es, sin embargo, esencialmente
egocér trica e incluso doblemente egocéntrica. Su función consiste, efectivamente, en satisfacer
al yo mediante una transformación de lo real en función de los deseos: el niño que juega con la
muñeca rehace su propia vida, pero corrigiéndola según su idea de la misma, revive todos sus
placeres o todos sus conflictos, pero resolviéndolos, y principalmente compensa y completa la
realidad mediante la ficción. Resumiendo, el juego simbólico no es un intento de simiisión del
sujeto a lo real sino, al contrario, una asimilación deformante de la realidad al yo. Por otra parte,
si bien el lenguaje interviene en esta especie de pensamiento imaginativo, es sobre todo la
imagen o el símbolo lo que constituye su instrumento. Pero el símbolo es también un signo, al
igual que la palabra o el signo verbal, pero es un signo individual, elaborado por el individuo sin
la ayuda de los demás y a menudo comprendido sólo por él, puesto que la imagen se refiere a
recuerdos o estados vividos que son normalmente íntimos y personales. Es, por tanto, en este
doble sentido donde el juego simbólico constituye el polo egocéntrico del pensamiento: puede
afirmarse casi que es el pensamiento egocéntrico en su estado puro, superado como máximo por
el ensueño y el sueño. En el otro extremo encontramos la forma de pensamiento más adaptada a,
la realidad que conoce la primera infancia, y a la que puede denominarse pensamiento intuitivo:
se trata, en cierto modo, de la experiencia y la coordinación sensorio-motriz propiamente dichas,
pero reconstituidas o anticipadas mediante la representación. Insistiremos en ello (en C), puesto
que la intuición es, en cierta forma la lógica de la primera infancia. Entre estos dos tipos
extremos encontramos una forma de pensamiento simplemente verbal, seria por oposición al
juego, pero más alejada de lo real que la propia intuición. Se trata del pensamiento normal del
niño de dos a siete años y resulta muy interesante constatar que este pensamiento prolonga de
hecho los mecanismos de asimilación y la construcción de lo real característicos del período
preverbal.
Para saber cómo piensa espontáneamente el niño no hay método más instructivo que el de
inventariar y analizar las preguntas que plantea, casi, en el mismo momento de empezar a hablar.
Entre estas preguntas las primitivas tienden simplemente a saber «dónde» se encuentran los
objetos deseados y cómo se Uaman las cosas conocidas: «¿Qué es eso?» Pero a partir de los tres
años, y a menudo mucho antes, aparece una forma esencial de pregunta que se multiplica hacia
los siete años: los famosos «por qué» de los pequeños, ante los que los adultos encuentran a
veces difícilmente la respuesta. ¿Cuál es su sentido general? La expresión «por qué» en el adulto
puede tener dos significados distintos: la finalidad («¿por qué toma usted ese camino?») o la
causa eficiente («¿por qué caen los cuerpos»?).
Resumiendo, el análisis de la forma con que el niño plantea sus preguntas pone totalmente de
evidencia el carácter aún egocéntrico de su pensamiento, en este nuevo ámbito de la propia
representación del mimdo en oposición con el de la organización del universo práctico : todo
ocurre como si los esquemas prácticos fueran transferidos al nuevo plano y se prolongaran en él,
no solo como finalidad, como acabamos de ver, sino también en las formas siguientes.
El animismo infantil es la tendencia a concebir las cosas como si estuvieran vivas y dotadas
de intenciones. Está vivo, al principio, todo objeto que ejerce una actividad, referida
esencialmente a una utilidad humana: la lámpara encendida, el homo que calienta, la luna que
ilumina, etc. Después la vida está reservada a los móviles y finalmente a los cuerpos que parecen
moverse por sí mismos, como los astros o el viento. A la vida está ligada, por otra parte, la
conciencia, pero no una conciencia idéntica a la de los hombres, sino el mínimo de saber y de
intencionalidad necesarias a las cosas para llevar a cabo sus acciones y. principalmente para
moverse y dirigirse hacia los objetivos que se les asignan. Es por ello que las nubes saben que
avanzan, puesto que llevan la lluvia y, sobre todo, avanza la noche, puesto que la noche es una
gran nube negra que cubre el cielo cuando conviene dormir. Más adelante sólo está dotado de
conciencia el movimiento espontáneo. Por ejemplo, las nubes ya no saben nada «puesto que el
viento las impulsa», pero, con respecto al viento debe precisarse que no sabe nada «porque no es
una persona», pero que «sabe que sopla porque es él quien sopla».
Es evidente que semejante animismo proviene de una asimilación de las cosas a la actividad
propia, al igual que en el finalismo que hemos visto anteriormente. Pero, de igual modo que el
egocentrismo sensorio-motriz del lactante proviene de una identificación entre el yo y el mundo
exterior, y no de una hipertrofia narcisista de la conciencia del yo, de idéntica forma el animismo
y el finalismo expresan una confusión o indisociación entre el mundo interior o subjetivo y el
universo físico, y no una primacía de la realidad psíquica interna.
C. La intuición
Hay una cosa sorprendente en el pensamiento del niño: el sujeto afirma todo el tiempo y no
demuestra jamás. Cuando preguntamos algo a niños menores de siete años resulta sorprendente
la pobreza de sus pruebas, su incapacidad para motivar sus afirmaciones e incluso la dificultad
que experimentan para saber, mediante retrospección, cómo han llegado a formularlas. De igual
forma el niño de cuatro a siete años no sabe definir los conceptos que utiliza y se limita a señalar
los objetos correspondientes o a definirlos por medio de su utilización («es para...») bajo la doble
influencia del finalismo y de la dificultad de justificación.
¿Cómo se comportará el niño frente a experiencias concretas, con manipulación de un
material, concebidas para que cada afirmación pueda ser controlada mediante un contacto directo
con los hechos? ¿Razonará el niño lógicamente o bien conservarán los esquemas de asimilación
una parte de su egocentrismo acomodándose, sin embargo, en cuanto sean capaces de hacerlo, a
la experiencia que se está llevando a cabo? El análisis de im gran número de hechos ha
demostrado ser decisivo: hasta los siete años el niño sigue siendo prelógico, y suple la lógica por
el mecanismo de la intuición, simple interiorización de las percepciones y los movimientos bajo
la forma de imágenes representativas y de «experiencias mentales» que prolongan de este modo
los esquemas sensorio-motrices sin coordinación propiamente racional. En este tipo de
pensamiento, en el niño de cuatro a cinco años, hay una primitiva forma de intuición, que
consiste en evaluar la cantidad únicamente por el espacio ocupado, o sea mediante las cualidades
perceptivas globales de la colección estudiada, sin preocuparse en analizar las relaciones. Pero
entre los cinco y los seis años comienza a haber una intuición articulada y no global, ya no
simple, pero sigue estando sometida a la primacia de la percepción.
Las intuiciones elementales corresponden a esquemas perceptivos o a esquemas de acción y,
por tanto, a esquemas sensorio-motores pero traspuestos o interiorizados en representaciones. Se
trata de imágenes o de simulaciones de lo real, a medio camino entre la experiencia efectiva y la
«experiencia mental», y no son aún operaciones lógicas generalizables y combinables entre sí.
¿De qué carecen estas intuiciones para ser operatorias y transformarse, de esta forma, en un
sistema lógico? Les falta, simplemente, prolongar en ambos sentidos la acción ya conocida del
sujeto de forma tal que se hagan móviles y reversibles. Lo característico de las intuiciones
primarias es, en efecto, el ser rígidas e irreversibles : estas intuiciones son comparables a los
esquemas perceptivos y a los actos habituales, que aparecen en bloque y no pueden alterarse. La
intuición primaria no es, por tanto, más que un esquema sensorio-motor transpuesto en acto de
pensamiento, y este pensamiento hereda naturalmente sus caracteres. Pero estos últimos
constituyen una adquisición positiva, y bastará con prolongar esta acción interiorizada en el
sentido de la movilidad reversible para transformarla en «operación».
La intuición articulada avanza, efectivamente, en esta dirección. Mientras que la intuición
primaria no es más que una acción global la intuición articulada la supera en la doble dirección
de una anticipación de las consecuencias de esta acción y de una reconstitución de los estados
anteriores. Sin duda aún sigue siendo irreversible. La intuición articulada es, pues, susceptible de
alcanzar un nivel de equilibrio más estable y más móvil simultáneamente con la acción sensorio-
motriz y esto constituye un progreso del pensamiento característico de esta fase sobre la
inteligencia que precede al lenguaje. Comparada con la lógica la intuición se encuentra, por
tanto, en un equilibrio menos estable por carecer de reversibilidad, pero comparada con los actos
preverbales es, sin duda, una evidente conquista.
D. La vida afectiva.
En el nivel de desarrollo que estamos considerando, las tres novedades afectivas esenciales
son el desarrollo de los sentimientos interindividuales (afectos, simpatías y antipatías)
relacionados con la socialización de las acciones, la aparición de los sentimientos morales
intuitivos provenientes de las relaciones entre adultos y niños y las regulaciones de intereses y
valores, relacionadas con las del pensamiento intuitivo en general.
Empecemos examinando este tercer aspecto, que es el más elemental. El interés es,
efectivamente, la prolongación de las necesidades; es la relación entre un objeto y una necesidad
puesto que el objeto se hace interesante en la medida en que responde a una necesidad. Por tanto,
el interés es la orientación propia a cualquier acto de asimilación mental: asimilar mentalmente
es incorporar un objeto a la actividad del sujeto y esta relación de incorporación entre el objeto y
el yo no es otra cosa que el interés en el sentido más estricto de la expresión (ainter-esse»).
Como tal el interés se inicia con la vida psíquica propiamente dicha y representa en particular un
papel esencial en el desarrollo de la inteligencia sensorio-motriz. Pero, con el desarrollo del
pensamiento intuitivo, los intereses se multiplican y diferencian y, particularmente, dan lugar a
una progresiva disociación entre los mecanismos energéticos que implica el interés y los propios
valores que engendra.
El interés se presenta, como es sabido, bajo dos aspectos complementarios. Por una parte, es
un regulador de energía, tal como ha demostrado Claparéde: su intervención moviliza las
reservas internas de fuerza y basta con que interese un trabajo para que éste parezca fácil y para
que disminuya la fatiga. A ello se debe que, por ejemplo, los escolares rindan mucho más cuando
se apela a sus intereses y cuando los conocimientos propuestos responden a su necesidades. Pero,
por otra parte, el interés implica un sistema de valores, que el lenguaje normal denomina «los
intereses» (en oposición con el «interés») y que se diferencian precisamente durante el desarrollo
mental atribuyendo objetivos cada vez más complejos a la acción. Pero estos valores dependen
de otro sistema de regulaciones, que rige las de las energías interiores sin depender directamente
de ellas, y que tiende a asegurar, o restablecer, el equilibrio del yo completando incesantemente
la actividad mediante la incorporación de nuevas fuerzas o de nuevos elementos exteriores. Así
es como, durante la primera infancia, se percibirán intereses hacia las palabras, el dibujo, las
imágenes, los ritmos, hacia algunos ejercicios físicos, etc., etc., adquiriendo todas estas
actividades un valor para el sujeto a medida de sus necesidades, dependiendo también éstas del
equilibrio mental momentáneo y, primordialmente, de las nuevas incorporaciones necesarias para
su mantenimiento.
El promedio de edad situado en los siete años, que coincide con el principio de la escolaridad
propiamente dicha del niño, señala un giro decisivo en el desarrollo mental. En efecto, asistimos,
en cada uno de los aspectos tan complejos de la vida psíquica, tanto si se trata de la inteligencia o
de la vida afectiva, de las relaciones sociales o de la actividad característicamente individual, a la
aparición de nuevas formas de organización que completan los esquemas de las construcciones
presentes durante el período precedente y les aseguran un equilibrio más estable, inaugurando
también una serie ininterrumpida de nuevas construcciones.
Se descubre entonces que el niño, a partir de los siete años, es capaz de construir explicaciones
propiamente atomísticas y esto en la época en que apenas empieza a saber contar.
Resulta fuy fácil demostrar que, a partir de los siete años, se adquieren sucesivamente otros
muchos principios de conservación, que jalonan el desarrollo del pensamiento y de los que
carecían totalmente los peque- ños : conservación de las longitudes en el caso de deformación de
los caminos recorridos, conservación de las superficies, de los conjuntos discontinuos, etc. Estas
nociones de invariabilidad son el equivalente, en el plano del pensamiento, de lo que hemos visto
anteriormente con respecto a la construcción sensorio-motriz del esquema del a objeto»,
invariante práctica de la acción. Pero, ¿cómo se elaboran estas nociones de conservación, que
diferencian tan profundamente el pensamiento de la segunda infancia del que se posee antes de
los siete aflos? Exactamente como el propio atomismo o, para hablar de forma más general,
como la explicación causal por composición partitiva; estas nociones son el resultado de un
juego de operaciones coordinadas entre sí en sistemas de conjunto y cuya propiedad más
relevante, en oposición al pensamiento intuitivo de la primera infancia, es la de ser reversibles.
Efectivamente, la verdadera razón que impulsa a los niños del presente período a admitir la
conservación de una sustancia, o de un peso, etcétera, no es ya la identidad (los pequeños
comprenden tan bien como los mayores que «no se ha quitado ni añadido nada»), sino la
posibilidad de un riguroso retorno al punto de partida.
Pero resulta muy interesante constatar que, hacia los siete años, se constituye precisamente toda
una serie de -estos sistemas de conjuntos que transforman las intuiciones en operaciones de todo
tipo, y esto es lo que explica las transformaciones del pensamiento, analizadas anteriormente. Y,
sobre todo, es sorprendente ver cómo estos sistemas se forman mediante una especie de
organización total y a menudo muy rápida, no existiendo ningima operación en un estado
aislado, sino constituyéndose siempre en función de la totalidad de las operaciones del mismo
tipo. Por ejemplo, un concepto o una clase lógica (reimión de individuos) no se construye en un
estado aislado, sino que se lleva a efecto necesariamente en el interior de una clasifícación de
conjunto de la que representa una parte.
El pensamiento del niño no se convierte en lógico más que por medio de la organización de
sistemas de operaciones que obedecen a leyes de conjunto comunes: 1." Composición : dos
operaciones de un conjunto pueden componerse entre sí y dar además una operación del
conjunto. (Ejemplo: -l-H-1 =-1-2.) 2.° Reversibilidad: toda operación puede ser invertida.
(Ejemplo: +1 se invierte en — 1.) 3.° La operación directa y su inversa dan una operación nula o
idéntica. (Ejemplo: + 1 — 1 = 0.) 4.° Las operaciones pueden asociarse entre sí de todas las
formas. Esta estructura general, que los matemáticos denominan «grupos», caracteriza todos los
sistemas de operaciones descritos precedentemente, con excepción de que en los ámbitos lógicos
o cualitativos (seriación de las relaciones, encajamiento de las clases, etc.), las condiciones (3) y
(4) presentan algunas particularidades debidas al hecho de que una clase o relación sumada a sí
misma no se modifica; se puede hablar entonces de «agrupación», noción más elemental y más
general aiín que el grupo. Debe admitirse, por tanto, que el paso de la intuición a la lógica o a las
operaciones matemáticas se efectúa en el curso de la segunda infancia mediante la construcción
de agrupaciones y grupos o sea, que las nociones y relaciones no pueden construirse
aisladamente sino que constituyen globalmente organizaciones de conjunto en las cuales todos
los elementos son soUdarios y se equilibran entre sí. Esta estructura característica de la
asimilación mental de orden superior asegura de esta forma al espíritu un equilibrio muy superior
al de la asimilación intuitiva o egocéntrica, puesto que la reversibilidad ya adquirida traduce la
existencia de un equilibrio permanente entre la asimilación de las cosas por el espíritu y la
acomodación del espíritu a las cosas. Es por eUo que cuando el espíritu se libera de su punto de
vista inmediato para «agrupar» las relaciones el espíritu alcanza un estado de coherencia y de no-
contradicción paralelo a lo que es el plano social (véase A) la cooperación, que subordina el yo a
las leyes de reciprocidad.
En segundo lugar, y por ese hecho mismo, un acto de inteligencia senso-motriz solo tiende a
la satisfacción practica, es decir, al éxito de la acción y no al conocimiento como tal.
En cuanto a su campo de aplicación, la inteligencia senso-motriz no trabaja mas que sobre las
mismas realidades, y cada uno de sus actos no implica sino distancias muy cortas entre el sujeto
y los objetos. La novedad principal de la inteligencia conceptual consiste en la multipicacion
indefinida de las distancias espacio-temporales.
Son tres las condiciones esenciales para pasar del plano sensomotor al plano reflexivo:
1) Un aumento de las velocidades que permite fundir en un conjunto simultaneo os
conocimientos ligados a las fases sucesivas de la acción.
2) Luego, una toma de conciencia, no ya simplemente de los resultados deseados, sino de
sus propios pasos, que permita multiplicar la búsqueda del éxito a través de la
comprobación.
3) Una multiplicación de las distancias, que haga posible prolongar las acciones relativas a
las mismas realidades mediante acciones simbólicas que incidan sobre las
representaciones y superen de tal manera los limites del espacio y del tiempo próximos.
El desarrollo del pensamiento tendrá que repetir, al principio, según un vasto sistema de
superaciones, la evolución que parecía terminada en el terreno senso-motor, anes de desplegarse
en un campo infinitamente mas amplio en el espacio y mas móvil en el tiempo, hasta llegar a la
estructuración de las operaciones mismas.
De 7-8 a 11-12 años y durante toda la adolescencia se elabora, en fin, el pensamiento formal,
cuyas agrupaciones caracterizan a la inteligencia reflexiva completa.
El pensamiento simbolico y preconceptual- Hacia el termino del segundo año comienza la
adquisición sistematica del lenguaje. Esta utilización del sistema d elos signos verbales obdece al
ejercicio de una “función simbolica” mas general, cuya propiedad es permitir la representación
de lo real por intermedio de “significantes distintos de las cosas “sifnificadas”.
Toda la actividad cognoscitiva y motriz desde la percepción y el habito al pensamiento
conceptual y reflexivo, consiste en vincular significaciones, y toda significación supone una
relación entre un significante y una realidad significada.
Por el contrario, el símbolo y el signo implican una diferenciación, desde el punto de vista
del sujeto, entre el significante y el significado.
En el niño, la adquisición del lenguaje, es decir, del sistema de signos colectivos, coincide
con la formación del símbolo, esto es, del sistema de significantes individuales. En efecto, no
podría hablarse de juegos simbólicos durante el periodo senso-motor. El juego primitivo es un
simple juego de ejercicio y el verdadero símbolo no comienza sino cuando un objeto o un gesto
representa para el sujeto algo distinto de los datos perceptibles. Desde este punto de vista, vemos
aparecer en el sexto estadio de la inteligencia senso-motriz, “esquemas simbólicos”, vale decir,
esquemas de acción nacidos de su contexto que evocan una situación ausente. Pero el símbolo no
se presenta sino con la representación separada de la acción propia: por ejemplo, hacer dormir a
una muñeca o a un oso. Ero, justamente, en el nivel del juego en que aparece el símbolo en
sentido estricto, el lenguaje desarrolla, por lo demás, la comprensión de los signos.
“La genesis del símbolo individual queda aclarada por el desarorllo de la imitación.
Durante el periodo senso-motor la imitación solo es una prolongación de la propia
acomodación a los esquemas de asimilaciom: cuando sabe que esta ejecutando un gesto, el
sujeto que percibe un movimiento análogo lo asimila al suyo, y como esta asimilación es tanto
motriz como perceptiva, determina el esquema propio. A continuación, el nuevo modelo provoca
una respuesta asimuiladora análoga pero el esquema activado se acomoda entonces a las
particularidades nuevas; en el sexto estadio, esta acomodación imitativa se hace incluso posible
en el estadio diferido, lo que anuncia la representciion. La imitación propiamente representativa
no comienza, por el contrario, sino en el nivel del juego simbolico, porque, como este, ella
supone la imagen. Pero, ¿la imagen es causa o efecto de esta interiorización del mecanismo
imitativo? La imagen mental no es un hecho primario, es como la imitación, una acomodación
de los esquemas senso-motores, una copia activa y no un rastro o residuo sensorial de los
objetos percibidos. Es imitación interior que prologa la acomodación de los esquemas propios a
la actividad perceptiva”.
Desde entonces, la formación del símbolo puede explicarse como sigue: la imitación diferida
(acomodación que se prolonga en esbozos imitativos), proporciona los significantes que el juego
o la inteligencia aplica a significados diversos, según los modos de asimilación, libre o adaptada,
que caracterizan esas conductas. El juego simbolico, entonces, comporta siempre un elemento de
imitación, funcionando como significante, y la inteligencia en sus comienzos utiliza
indistintamente la imagen a titulo de símbolo o de significante.
Entonces, el lenguaje se adquiere al mismo tiempo que se constituye el símbolo debido a que
el empleo de los signos supone esa actitud que consiste en representar una cosa mediante otra
cosa. Podemos aplicar al niño esa nocion de una “funcio simbolica” general.
El pensamiento naciente, en suma, aunque prolonga la inteligencia senso-motriz, procede de
la diferenciación de los significantes y los significados y, por consiguiente, se apoya, a la vez,
sobre la ivnencion de los simbolos y sobre el descubrimiento de los signos.
Desde la aparicion del lenguaje hasta aproximadamente los cuatro años, hay que distinguir el
primer periodo del desarrollo del pensamiento, que puede llamarse periodo de la inteligencia
preconceptual que se catacteriza por los preconceptos o participaciones y ya en el plano del
razonamietto paciente, por la transducción o razonamiento preconceptual.
Los preconceptos son las nociones que el niño liga a los primeros signos verbales cuyo uso
adquiere. El carácter propio de tales esquemas consiste e deternse a mitad de camino, entre la
generalidad del concepto y la individualidad de los elementos que lo componen, sin alcanzar la
una ni la otra. Por un lado, el niño todavía no maneja las clases generales por falta de distinción
entre los “todos y los “slgunos”. Por otro lado, si esta completada la nocion del objeto inidivdual
permanente en el campo de la acción próxima, no lo etsa todavía en cuanto al espacio lejano o a
las reapariciones de duraciones espaciadas.
Es claro que un esquema que permanece asi a mitad de camino entre lo idnviidual y lo
general, no es todavía un concepto lógico y siempre esta en parte relacionado con el esquema de
acción y con la asimilación senso-motriz. Pero ya es un esquema representativo que llega, en
particular, a evocar gran cantidad de objetos mediante elementos privilegiados considerados
ejemplares tipos de la colección preconceptual. Como estos individuos-tipos se hallan
concretados por la imagen tanto y mas que por la palabra, el preconcepto, pr su parte, deriva del
símbolo en la medida en que apela a esas clases de ejemplares genéricos. Se trata, en suma, de un
esquema situado a mitad de camino entre el esquema senso-motor y el concepto, en cuanto a su
modo de asimilación, y que participa del símbolo imaginado en cuanto a su estructura
representativa.
El pensamiento intuitivo- desde los cuatro años, aproximadamente, por el contrario, breves
experiencias que se efectúan con el sujeto, haciéndole manejar ciertos objetos de interés,
permiten observar respeustas regulares y proseguir la conversación. Ese hecho por si solo
constiuye ya el índice de una nueva estructuración.
En efecto, desde los cuatro a los siste años se asiste a una coordinación gradual de las
relaciones representativas, esto es, a una conceptuación creciente que, desde la fase simbolica o
preconceptual, conducirá al niño hasta el umbral de las operaciones. Pero esta inteligencia se
mantiene constantemente en estado prelogico, y ello en los terrenos en que llega a su máximum
de adaptación: hasta el momento en que la agrupación señala el termino de esta cadena de
equilibramientos sucesivos, esa inteligencia suplanta todavía las operaciones incompletas por
una forma casi simbolica de pensamiento, que es el razonamiento intuitivo; y no controla los
juicios, sino por medio de “regulaciones” intuitivas análogas, en el plano de representación, a lo
que son las regulaciones perceptivas en el plano sensomotor.
Existe un esquematismo prelogico que imita todavía de cerca los datos perceptivos,
centrándose a su propia manera. Esto se llama pensamiento intuitivo. Se advierten en seguida
sus relaciones con el carácter imaginado del preconcepto y de las experiencias mentales que
caracterizan el razonamiento transductivo.
Con el tiempo, el esquema intuitivo s ehace ya bastante flexible para permitir la anticipación
y la cosntruccion de un cuadro exacto de correspondencia, lo que presenta todos los aspectos de
una operación. Y, sin embargo, una vez modificado el esquema intuitivo, se verifica que no
existe relación lógica de equivalencia, que debería ser el producto necesario de una operación.
Asi nos hallamos en presencia de una forma de intuición superior a la del nivel precedente, y
que puede llamarse “intuición articulada”, por oposición a las intuiciones simples. Pero esta
intuición aritculada, aunque acercándose a la operación se mantiene rigida e irreversible, como
todo el pensamiento intuitivo; ella no es mas que el producto de las regulaciones sucesivas, que
han terminado por articular las relaciones globales e inanalizables del principio, pero no todavía
de un “agrupamiento” propiamente dicho.
Se pone en evidencia una diferencia que todavía separa el pensamiento intuitivo del
pensamiento operatorio: en la medida en que el primero imita las acciones reales mediante
experiencias mentales imaginadas, choca contra este obstáculo en el sentido de que seria
efectivamente imposible construir a la vez dos collares con los mismos elementos, en tanto que,
en la medida en que el segundo procede por acciones interiroizadas que han llegado a ser
completamente reversibles, nada le impide formular simultáneamente dos hipótesis y
compararlas entre si.
Las articulaciones progresivas de la intuición y las diferencias que todavía las separan de la
operación resultan aprticularmente claras en los dominios del espacio y del tiempo, y, además,
instructivas en cuanto a las posibles comparaciones intuitivas y las reacciones senso-motrices.
Ejemplo para seguir paso a paso todos los progresos de la intuición hasta el nacimiento de la
operación: de cuatro a siete años, el sujeto empieza por no prever que una semirrotacion
cambiara el orden A B C en C B A; luego, habiéndolo comprobado, admite que dos
semirrotaciones también darán C B A. desengañado por la experiencia, ya no se halla en
condiciones de prever el efecto de tres semirrotaciones. Además, los pequeños (4-5 años), luego
de haber visto que a veces A, a veces C salen al extremo de la línea, imaginan que B también
tendrá su turnod e prioridad. Solo se comprende hacia los siete años el conjunto de las
transformaciones, y a menudo bastante bruscamente en cuanto a la ultima fse, gracias a una
“agrupación” general de las relaciones en juego. Notemos en seguida que la operación procede
asi de la intuición, no solamente cuando el orden directo puede invertirse en pensamiento,
mediante una primera articulación intuitiva, sino también cuando dos ordenes vuelven a dar el
orden directo.
Las relaciones temporales también dan lugar a comprobaciones del mismo genero. El tiempo
intutiivo es un tiempo ligado a los objetos y a los movimientos particulares, sin homogeneidad ni
desarrollo uniforme. A medida que se vencen las primeras dificultades por una articulación de
las intuiciones, como por ejemeplo, de velocidades, la sucesión espacial, etc., todavía subsiste
una incapacidad sistematica para reunir tiempos locales en un gran tiempo único.
Como el pensamiento simbolico de orden preconceptual, del que deriva directamente, el
pensamiento intuitivo prolonga en un sentido la inteligenica senso-motriz. Asi, como esta ultima
asimila los objetos a los esquemas de la acción, también la intuición es siempre, en primer lugar,
una especie de acción ejectuada en pensamiento: trasvasar, hacer corresponder, englobar, seriar,
desplazar, etc., son esquemas de acción a los cuales la representación asimila lo real. Pero la
acomodación de esos esquemas a los objetos,e n lugar de seguir siendo practica, ofrece los
significados imitativos o imaginados que permiten, precisamente, a esta asimilación constituirse
en pensamiento. La intuición es, pues, en segundo lugar, un pensamiendo imaginado, mas
refinado que en el periodo anterior, pues se refiere a configuraciones de conjunto y no ya a
simples colecciones sincréticas simbolizadas por ejemplares tipo; pero utiliza todavía el
simbolismo representativo y sigue presentando siempre una parte de las limitaciones que le son
inherentes.
Estas limitaciones son claras. Relación inmediata entre un esquema de acción interiorizada y
la percepción de los objetos, la intuición desemboca en configuraciones “centradas” sobre esa
relación. Incapaz de superar ese dominio de las configuraciones imaginadas, las relaciones que
construye no son susceptibles de componerse entre si. El sujeot no llega a la reversibilidad
porque una acción traducida en simple experiencia imaginada permanece de sentido único, y
porque una asimilación cnetrada sobre una configuración perceptiva también tiene
necesariamente ese sentido único. De ahí la ausencia de transitividad, porque cada centracion
deforma o anula las otras, y de asociatividad, pues las relaciones dependen del camino recorrido
por el pensamiento para elaborarlas. En una palabra, hay una ausencia de composición transitiva,
reversible y asociativa, ni identidad asegurada de los elementos, ni conservación del todo. Asi,
puede dcirse también que la intuición sigue siendo fenoménica, ya que imita los contornos de lo
real sin corregirlos, y egocéntrica, porque constantemente se halla centrada en función de la
acción del momento: carece por ello de equilibrio entre la similacion de las cosas a los esquemas
del poensamiento, y la acomodación de esos esquemas a la realidad.
Pero este estado inicial, presenta en todos los dominios del pensamiento intuitivo, es
progresivamente corregido gracias a un sistema de regulaciones, que anuncian las operaciones.
Dominada primero por la relación inmediata entre el fenómeno y el punto de visya del sujeto, la
intuición evoluciona en el sentido de la descentración. Cada deformación llevada al extremo
implica la reintegración de las relaciones que se habían descuidado: cada relación que se
establece favorece la posibilidad de un retorno; cada rodeo desemboca en interferencias que
enriquecen los puntos de vista. Toda descentración de una intuición se traduce asi en una
regulación que tiende hacia la dirección de la reversibilidad, de la composición transitiva y de la
asociatividad, en suma, de la conservación, por coordinación de los puntos de vista. De ahí las
intuiciones articuladas, cuyo progreso sigue el sentido de la movilidad reversuble y prepara la
operación.
Las operaciones concretas- el punto dcisivo se manifiesta por una especie de equilibrio, siempre
rápido y a menudo repentino, que afecta el conjunto de las nociones de un mismo sistema y que
se trata de explicar en si mismo. Las operaciones nacen de una especie de deshielo de las
estructuras intuitivas y de la repentina movilidad que anima y coordina als configuraciones,
rigidas hasta entonces en diverso grado, no obstante, sus progresivas articulaciones. Asi es como
el momento en que las relaciones temporales se reúnen en la idea de un tiempo único, o que los
elementos de un conjunto se conciben como constiuyendo un todo invariante, o incluso que las
dsigualdades que caracterizan un complejo de relaciones quedan seriadas en una sola escala,e tc,
consitituyen momentos notablemente susceptibles de reconocerse en el desarrollo: a la
imaginación vacilante sucede, bruscamente a veces, un sentimiento de coherencia y de
necesidad, la satisfacción de alcanzar un sistema a la vez cerrado sobre si mismo e
indefinidamente extensible.
El problema consiste en comprender cual es el proceso interno que produce este transito de
una fase de equilibrio progresivo (pensamiento intuitivo) a un equilibrio móvil, conseguido en el
limite de la primera fase (las operaciones).
Lo que ocurre es que las diversas transformaciones de las que hablamos anteriormente:
reversibilidad, composición de las relaciones compensadas, identidad, etc., se apoyan las unas en
las otras, y es en virtud de que se funden en un todo organizado, que cada una aparece realmente
nueva, pese a su parentesco con la relación intuitiva correspondiente, ya elaborada en el nivel
anterior.
Sin embargo, los mismos niños que llegan a las operaciones descriptas, se muestran, por lo
general, incapaces en cuanto dejan de manipular los objetos y se les invita a razonar por simples
proposiciones verbales. Estas son “operaciones concretas”, y no todavía formales: siempre
ligadas a la acción, esta queda estructurada lógicamente por esas operaciones, comprendidas las
palabras que la acompañan, perod e ninugn modo implican la posibilidad de construir un
discurso lógico independientemente de la acción.
NIVEL 1: GARABATEO
De 2 a 3 años aproximadamente.
Producción de trazos por la simple actividad motora, sin intención figurativa.
Aparicion de elementos representativos, hechos paentes sobre todo por la
verbalización; entra en juego la función simbolica.
Actividad de trazado
El niño de esta etapa es capaz de sujetar un lápiz con la firmeza y constancia suficientes para
que su punta deje sobre el papel, o cualquier otra superficie, su huella, es también capaz de hacer
trazos. Estos son al principio simples, resultante de una actividad motora y no tienen ninguna
función figurativa. Indudablemente, el pequeño no tardara en observar los razos que el mismo
produce y a interesarse por ellos, pero ha de pasar bastante tiempo antes de que piense descubrir
en ellos o adjudicarles alguna semejanza, por minima que esta fuere, con alguno de los objetos
que tiene a su alrededor, antes de que los denomine, antes de que llegue a anunciar su itnencion
de representar tal o cual tema.
A) Los comienzos
Los primeros trazos todavía no son dibujos, caracterizan la fase del GARABATEO, entre
los 2 y los 4 años. Estos limites de edad son estimados, existen diferencias individuales
considerables.
B) Los antecedentes
Esta actividad tiene sus antecedentes por ejemplo en la tendencia al trazado solo con la
mano sobre materias como pure, espinaca, sopa, saliva, barro, agua, etc. Es un
“GARABATEAR DESENFRENADO”.
C) Estudio del garabateo
El garabateo esta determinado por la estructura de la palanca que constituye el miembro
superior y por la sucesiva entrada en juego de las articulaciones del hombro, del codo y
del puño, de la mano y del pulgar y, por otra parte, por la intervención paulatinamente
creciente de la actividad perceptiva y del control visual.
El garabateo es, ante todo, el producto de una gesticulación de trazado, es el
ELEMENTO MOTOR el que prevalece. La multiplicación y generalización de los
garabatos, el placer que a esa actividad ya unido, se vinculan al movimiento mismo, y ha
podido comprobarse que, cuando el niño es muy pequeño, no se preocupa en absoluto de
los efectos que produce. Lo que importa es el movimiento por el movimiento, al igual
que cuando salta apoyándose en uno uu optro pie. Pero dentro del marco de ese ejercicio
funcional y favoreciéndole, el movimiento evoluciona, se perfecciona y se diferencia. Al
principio, es una simple rotación del brazo alrededor del hombro o del antebrazo en torno
al codo, con lo que se producen trazos impulsivos, lanzados, mas o menos rectilíneos o
curvos, de longitud variable, pero que a menudo sobrepasan los bordes de la hoja de
papel. Esos trazos son unas veces somatofugos, otras somatotropos. Seguidamente
aparecen los movimientos de barrido, con continuo vaivén, resultantes de los
movimientos de flexion o extensión del antebrazo. Bien pronto siguen a estos los
garabateos circulares, testimonio de la coordinación del movimiento de rotación del
antebrazo con el de avance o retracción del brazo. La rotación del puño, al unirse a esta
combinación, ocasiona la formación de bucles, trazados cicloidales variados, y bien
pronto se realizaran esos movimientos circulares con la misma facilidad en un sentido
que en otro. Finalmente, al entrar en juego el flexor del pulgar, ya cerca de los 3 años,
hara posible la interrupción voluntaria del movimiento y, en consecuencia, la
desmembración de los trazos. Comienzan a proliferar los trazos angulares, cortados.
Sucesion de trazados:
EDAD TRAZADO
Desde Hasta
1 año 1 año y tres meses Trazados lanzados
1 año y tres 1 año y ocho meses Trazados de barrido
meses
1 año y nueve 1 año y 11 meses Garabateos circulares
meses
2 años Garabateos variados
NIVEL 2: EL ESQUEMATISMO
De los 3 a los 9 años aproximadamente.
La intención figurativa es manifiesta y con frecuencia se anuncia antes de comenzar
el dibujo, que es deliberadamente representativo incluso si no se conforma con las
apariencias visuales objetivas: es la “edad de oro” del dibujo específicamente infantil.
Elaboración de un “vocabulario grafico” hecho de esquemas individuales, a menudo
fáciles de reconocer, producidos por la yuxtaposición y la combinación de elementos
graficos simples; enumeración grafica por yuxtaposición de esquemas (3 años).
Combinaciones de esquemas en escenas elementales (4 años).
Combinaciones de esquemas en escenas complejas y paisajes: primeras tentativas
para representar el movimiento y el espacio (5 y 6 años).
Desdoblamiento del esquema hacia una representación mas flexible, mas anecdótica,
mas realista (7 a 9 años).
El niño ha descubierto, gradualmente, que tiene capacidad para representar las cosas por
medio de trazos. Habiendo captado el lenguaje grafico, el niño se apresta a desplegar todas sus
energias para elaborar el vocabulario. También se podría trazar un paralelo entre la adquisición
del lenguaje y la elaboración del repertorio grafico.
a) Los esquemas
De los 3 a los 7 años, aprox, el niño se constituye un VOCABOULARIO DE
ESTRUCTURAS GRAFICAS CON VALOR REPRESENTATIVO, que unos hal
llamado tipos o esquemas, y otros, ideogramas o conceptos grafficos. Estos esquemas se
construyen por yuxtaposición, inclusión y combinaciones diversas d elos elementos de
repertorio de trazos ya constituidos con anterioridad, en el que desempeñan papel
preponderante los BBASTONES y los REDONDELES, pero a los que van a unirse bien
pronto infinidad de otros tipos de trazados.
Si el esquema se conserva y se repite algunas veces durante un largio periodo, no lo hace
de manera fija y estereotipada. El esquema puede sufrir alteraciones pasajeras, a menudo
en función del contexto; es susceptible de evolucionar mas o menos discretamente. A
veces se puede ver en tendencias opuestas: por una parte, puede apreciarse un
movimiento hacia la simplificación y la estiliazacion; los esquemas tienden a hacerse mas
elípticos y a limitarse a los elementos mas significativos del objeto seugn la perspectiva
psicológica del niño. Por otra parte, puede verse como, por el contrario, se enriquecen a
consecuencia de alguna nueva experiencia del niño que tiene por efecto poner en
evidencia tal o cual aspecto del objeto que hasta entonces había pasado inadvertido, con
lo cual otros detalles signfiicativos se añaen para completar el esquema.
Las estructuras graficas con función representativa, los esquemas que el niño utiliza, NO
SE ELABORAN UNICAMENTE POR REFERENCICIA A LA APARICION
CVISUAL OBJETIVA de las cosas que se supone representan. La semejanza con el
objeto puede ser nula. Mas adelante, seguirá siendo, durante mucho tiempo, solo
aproximada. De hecho, el niño no copia el objeto. Lo dibuja de memoria o mas bien
siguiendo esquemas muy simplificados y mas o menos estereotipados. Lo refiere a
medida que va evocando ss detalles en un inventario fortuito mas que sistematico. Al
niño no le preocupa la apariencia “objetiva “ del modelo. El niño que dibuja un
hombrecito con un circulo al que van unidos lateralmente dos trazos horizontales y, por
abajo, otros dos verticales, sabe perfectamente que nosotros no estamos hechos asi, pero
esa estructura primitiva le basta para evocar la experiencia qque el tiene del cuerpo
humano, con su nucleo central y sus prolongamientos que le sirven para la acción y el
desplazamiento.
La relación que con todo debe existir en el dibujo primitivo, entre el significante y lo
significado, engloba un conjunto mas vasto y menos diferenciado de dimensiones,
conforma a la tan coocida acción del sincretismo infantil. Seria legitimo pensar que esa
relación se situa a nivel de la experiencia vivida que el niño tiene del objeto.
b) El “geometrismo” aditivo
Los esquemas o ideogramas se consruyen por la combinación de elementos graficos
existentes con anterioridad. Durante unos 6 o 7 años aproximadamente, los esquemas
conservaran ese carácter ordenado que Lowenfeld designa con el epíteto de geométrico o
de no visual. Los elementos constitutivos del esquema no se appoyan sobre datos visuales
ni copian la apariencia. Si se les aisla aretificialmente del esquema de que forman parte,
pierden de inmediato su valor representativo y vuelven a ser simples trazos
“geométricos”. Asi, por ejemplo, el trazo que indiscutiblemente sirve para rperesentar un
brazo en el esquema del monigote, vuelve a ser segmento de recta o baston desde el
momento en que se le aisla. . esto quiere decir que, durante la fase esquemática, el dibujo
infantil tiene un carácter esencialmente aditivo, procediendo por yuxtaposición de
elementos geométricos simples, mientras que seguidamente ira adquiriendo poco a poco
un carácter integrativo, organico, por combinación de subconjuntos que tienen a su vez
propia estructura figurativa y se fundan con preferencia en la semejanza visual.
c) De la enumeración grafica a la escena compuesta..
Durante el periodo que sigue inmediatamente a la apricion de los primeros esquemas y la
gradual desaparición del garabateo, o sea de los 3 a los 4 años aproximadamente, el
dibujo ofrece siempre un carácter enumerativo. Después de haber comenzado por indicar
por medio de un pequeño garabato indifdiferenciado los objetos que enumeraba
oralmente, el niño comienza a acumular en su papel esquemasque corresponden a los ma
svariados objetos.
Esta fase puramente enumerativa parece quedar por completo superada hacia los 4 años,
con los primeros rudimentos de escenas, cuando el encadenamiento de los diversos
elementos, que al principio se hacia oralmente, se hace ahira grafico. Objetos y
personajes se ponen en relación por medio de yuxtaposiciones y combinaciones muy
sencillas. . estos personajes en serio, colocados uno junto al otro, parecen conducir bien
pronto a la representación de la familia, como lo atestiguan las declaraciones del niño,
que va nombrando a cada uno, yu a partir de los 5 años los diferencia con bastante
precisión según el sexo.
Finalmente, si la acumulación de personajes evoluciona hacia “el retrato de grupo
familiar”, este precede de cerca a las representaciones de escenas propiamente dichas, en
las que sucede algo, en las que los personajes se animan, se ponen en actividad, entran en
interaccion los unos con los otros dentro de un marco amterial representando cada vez de
un modo menos sumario. Esas escenas relativamente complejas, que se refieren co
freceuencia de manera explicita a episodios reales de la vida familiar o de la escuela
maternal, hacen su aparicion hacia el final de los 5 años o en el curso de la primer mitad
del 6 año de vida. Casi al mismo tiempo aparecen los primeros paisajes, en los que la
casa y el árbol en particular ocupan a meudo un lugar preponderante.
d) Representación del movimiento
La representación de escenas implica la puesta en actividad de los personajes y, por
consiguiente, la representación del movimiento, de la acción. La primera cosniste en la
alteración de los esquemas habituales.
La segunda gran novedad que trae consigo la representación del movimiento, no es otra
cque la aparicion del perfil. El movimiento no se pued e representar, en efecro,a nivel
esquemático, mas que lateralmente, hacia la derecha o hacia la izquierda.
e) Las particularidades típicas de la fase esquemática.
Modalidad A VISTA DE PAJARO.
Estructuracion temporal: eel niño, refiriéndose a un relato, trata de representar sus
sucesivos episodios.
f) Apogeo y decadencia del esquematismo
El esquematismo alcanza su apogeo entre los 7 y los 9 años de edad. Pero ya en el curso
de este periodo se perfila una evolución hacia otra representación grafica de un orden
totalmente diferente. Comienza a haber mayor atención a datos visuales. . el empleo de
los colores se hace mas ibjetivo;los esquemas habituales se flexibilizan y diversifican; se
enriquecen con detaleles ocasionales, con elementos diferenciales, que confieren a la
representación de los objetos y de los serves vivos un carácter mas esopecifico y mas
individual. Escenas y paisajes se adornanan con notas pintorescas o anecdóticas con las
que se acrece su diversidad, dando tertimonio del constante incremento de las
experiencias y de los conocimientos del niño, tanto en loq eu se rfiere a los objetos yy a
las personas como en lo relativo a sus relaciones.
El creador literario y el fantaseo: En este texto dedicado a la importancia del ensueño diurno en
el aparato psíquico, Freud plantea que todo niño cuando juega se convierte en un poeta, pues se
crea un mundo propio o mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le
agrada. Considera al juego algo muy serio y emplea grandes montos de afecto. Lo opuesto al
juego es la realidad efectiva. El juego ocupa para el niño el lugar de apuntalamiento de sus objetos
internos, en cosas palpables y visibles del mundo real, dando lugar a la diferenciación realidad
psíquica y realidad material.
Mas alla del principio de placer: Este texto instaura la segunda tópica y reformula el principio
de placer-displacer.
Freud asocia este juego con la partida de la madre y apunta que es la elaboración de la
presencia-ausencia de la madre, un hito fundante en la constitución subjetiva.
La habitual suspicacia de Freud lo lleva a la sutil observación de que la expresión de
júbilo es de similar intensidad tanto en el arrojar como en el reencontrar el carretel. Se le impone
el interrogante: si la ausencia de la madre era la situación productora de angustia, el reencuentro
con el carretel debería exhibir un mayor placer.
Esta contradicción marca el más allá del principio del placer. Lo displacentero no es la
ausencia de una presencia placentera sino la pérdida de dominio del niño frente al sometimiento
a la realidad externa. El desvalimiento originario del infante humano lo hace dependiente del
deseo y del capricho del otro, la capacidad de construir un juego coloca al niño en una posición
relativamente activa frente a la pasividad generada por la dependencia. La repetición en el juego
responde a la pulsión de apoderamiento que actúa con independencia del carácter placentero o
displacentero de lo recreado y repetido.
El niño estructura el Fort-da, como dominio de lo displacentero, allí se encontraría la
satisfacción, el juego es un modo de ligazón de la angustia y de simbolización de pérdida o
ausencia.
ANNA FREUD
Del cuerpo hacia los juguetes y desde el juego al trabajo: Anna Freud plantea que de inicio el
juego constituye una actividad placentera, autoerótica, centrada en el cuerpo propio primero y
luego en el de la madre. El desarrollo libidinal se extenderá a los juguetes que al principio
funcionan como prolongación del propio cuerpo. Juguetes, que al comienzo son objetos
transicionales blandos y suaves y que luego permitirán desarrollar actividades del yo, abrir cerrar,
encastrar, construir y destruir.
El planteo central de las líneas de desarrollo de Anna Freud apunta a la sublimación de las
pulsiones. El niño debe lograr el desplazamiento de la satisfacción directa obtenida en la misma
actividad lúdica por una satisfacción aplazada al producto final de las actividades realizadas,
requisito indispensable para el éxito en la tarea escolar.
MELANIE KLEIN
Para esta autora el juego es de carácter sexual, las experiencias sexuales encuentran
representación y abreacción en el juego.
Esta relación con la sexualidad llevó a Klein a reformular la técnica del juego para el
análisis de niños, que tenía algunos antecedentes incipientes.
En las inhibiciones del juego encontramos interés reprimido. La intensidad de los
contrainvestimientos diferencia entre un juego estereotipado y un juego creativo.
Es clásica la controversia entre Anna Freud y Melanie Klein respecto del juego y del
análisis de niños. Para la primera su objetivo es desexualizador y adaptativo, incluso plantea
aspectos educativos en el análisis de niños.
La influencia de Anna Freud fue importante en Educación. Ella aspiraba a que la
institución escolar fuera promotora de sublimaciones saludables y creativas que llevaran a un
desarrollo armonioso de las instancias psíquicas en la transformación de las pulsiones bajo
predominio yoico. Su texto “Introducción al psicoanálisis para educadores” tuvo gran repercusión
en los medios educativos, también de nuestro país.
En cambio, Melanie Klein plantea que el niño está inevitablemente atrapado por el
conflicto pulsional y el psicoanálisis de infancia es un modo de superarlo.
DONALD WINNICOTT
El objeto subjetivo es una creación del bebé en unidad virtual con la madre, corresponde a
la omnipotencia y a la indiferenciación yo-no yo. Este objeto, bajo predominio de la ilusión, irá
sucumbiendo frente a la desilusion gradual proveniente de las frustraciones cotidianas. La
“madre sufucientemente buena” es capaz de conducir el proceso de ilusión y desilusion, en el
camino a la estructuración diferencial, mundo interno-mundo externo y al proceso de adaptación.
En los tiempos de la ilusión, la madre debe tolerar el ataque instintivo, agresivo del bebé,
y solo paulatinamente oponerle resistencia. En la oposición de la madre a este ataque instintivo es
donde va a aparecer la primera distinción yo-no yo.
La construcción del objeto objetivamente percibido es propuesta por Winnicott como un
proceso transicional.
Winnicott considera la importancia estructurante del juego en sí mismo y no sólo
vinculado con la masturbación y la sublimación de la pulsión.
Jugar superpone dos zonas transicionales, la del niño y el terapeuta y la del niño y la
madre. En la superposición del juego del niño y de otra persona, existe la posibilidad de introducir
enriquecimiento. El jugar de los niños es en sí mismo terapéutico.
Winnicott diferencia entre play, game y playing.
Playing, Winnicott utiliza participios sustantivados, para dar la idea de procesos y no productos
terminados.
Winnicott privilegia el “playing” y el ser “being” como entidades en permanente
movimiento creativo y cambio. En este sentido el jugar despliega el potencial de creatividad
constitutivo de la subjetividad que en el interjuego con el otro activa el proceso de simbolización.
2-El objeto es repudiado, reaceptado y percibido en forma objetiva, es necesario una madre
dispuesta a participar y a devolver lo que se le ofrece.
En este ir y venir, la madre oscila entre ser lo que el niño tiene la capacidad de encontrar y
alternativamente ser ella misma, a la espera que la encuentren. Etapa de la constitución del
objeto transicional.
Los objetos transicionales son muñecos blandos y suaves, provenientes del exterior, que
representan algo del bebé y algo de la madre. Estos muñecos deben ser accesibles al niño, no ser
modificados ni lavados, disponibles para acompañarlo, especialmente en los momentos de
angustia y soledad y en sus primeros desafíos frente a la realidad exterior.
Este encuentro madre-bebé, permite al niño gozar de la omnipotencia de los procesos
intrapsíquicos con su dominio de lo real.
3- El niño puede jugar solo con la confianza de que la persona a quien ama está cerca.
JEAN PIAGET
La Psicología Genética trata de explicar la génesis de las funciones mentales, inteligencia,
percepción etc. La inteligencia, según Piaget, se desarrolla como una construcción continua y
compleja de organización del mundo. El niño organiza el mundo, organizándose, tendiendo a
formas de equilibrio más complejas, cuanto más móvil es este equilibrio, la estructura es más
estable y los estímulos pueden ser tramitados en entramados más complejos.
El juego es el reflejo de la experimentación del niño con el mundo. Es una transformación activa
entre sujeto y objeto, a través de procesos de asimilación y acomodación.
En el nivel sensorio motor el niño pasa del ejercicio reflejo a las reacciones circulares primarias,
repetitivas de una conducta lograda. La inteligencia emerge cuando el niño es capaz de coordinar
esquemas de acción y realizar una acción, no imitativa sino original, invención. La
intencionalidad, anterior al lenguaje, marca la pauta de la construcción de la inteligencia. Si bien
es difícil distinguir esta intencionalidad, Piaget la ubica en la conciencia del deseo y la dirección
del acto, siendo esta conciencia función del numero de acciones intermedias para el logro del acto
principal. Observamos aquí ya la relación entre creatividad e inteligencia.
La actitud investigativa del niño frente a su entorno se despliega en la interrelación entre lo
propio del sujeto y los estímulos externos. En este período, alrededor de los 8 meses, el niño es
muy afecto a los juegos relacionados con la construcción del objeto permanente. Las sabanitas
y almohadones ocultan y develan al objeto ausente, en el camino a la constancia objetal. A esta
edad el infante comienza a ser un “teorizador de la realidad”. La actividad de los sentidos y el
juego de intencionalidad es la base de la estructuración de la inteligencia.
Ya en este nivel comienza a tener una influencia diferencial el acceso a los distintos estímulos
lúdicos, como vamos a ver luego respecto a los juegos actuales y el desafío que le presentan al
niño.
2- JUEGO SIMBOLICO. Caracteriza al período preoperatorio y a la instalación de la función
semiótica. Es el juego por excelencia, el niño puede disponer de un sector de actividad, cuya
motivación no sea la adaptación a lo real sino la asimilación de lo real al yo, sin coacciones ni
sanciones. El juego simbólico para Piaget es un refugio para el yo, frente a la constante demanda
de adaptación al mundo de los adultos.
Encontramos aquí un paralelismo con la idea de transicionalidad de Winnicott respecto a la
envergadura del trabajo psíquico involucrada en la adaptación activa a la realidad exterior, tanto
en el ámbito afectivo como cognitivo.
3- JUEGOS REGLADOS, el niño sale del egocentrismo del pensamiento intuitivo y es capaz de
aceptar reglas universales, su moral se ha vuelto autonóma y "debería ser capaz de aceptar normas
éticas y morales universales”. Se ha instalado en un mundo de operaciones concretas y reversibles.
Los juegos basados en reglamentos permiten desarrollar la competitividad, respetando las
diferencias, buscando superación y tolerando la frustración.
La ejercitación de operaciones concretas en los juegos con pares permite al niño evaluar sus
talentos y desarrollarlos según sus inquietudes. Proponerse desafíos y desarrollar la capacidad de
tolerar y superar frustraciones frente a iguales, fortalece la conciencia de sí frente al éxito y al
fracaso
ACTUALIDAD
¿ Cómo se están constituyendo hoy, esos espacios?
¿Cuál será la relación entre la cultura de la imagen actual o cultura post escritural como la llama
Los juegos de los primeros meses de vida apuntan a la instalación de la reciprocidad y la sincronía,
estableciendo ritmos en un diálogo interactivo con el otro significativo.
Sander lo llamó "primer violinista" de la orquesta, un miembro de la díada puede arrastrar el
ritmo de atención y desatención del otro.
Brazelton plantea que la interacción temprana satisfactoria permite regular progresivamente las
posibilidades homeostáticas del bebé, a través de los estados de consciencia que son los ritmos
de sueño y vigilia que el bebé es capaz de sostener.
DANIEL STERN
Stern toma de Brazelton la concepción de un bebé activo, iniciador de interacciones con su medio,
e intenta formular una teoría de la constitución subjetiva que si bien se apoya en investigaciones
basadas en observación, se subordine a una perspectiva psicoanalítica de la constitución psíquica.
Stern considera que es imposible el acercamiento a un bebé sin suponerle y reconocerle
subjetividad. Considera que además de las cualidades innatas singulares estudiadas por Brazelton,
el infante trae un núcleo potencial de subjetividad innata.
La observación del juego apunta a discriminar, aún en los juegos aparentemente repetitivos, como
“dedos caminadores”, “te agarro, te agarro”, etc. , las diferencias sutiles en el pasaje de cada
dedo y sus tensiones en velocidad, en suspenso y en acompañamiento verbal.
Aún los juegos de imitación, nunca son idénticos, la organización temporal, espacial y de la
intensidad del movimiento llevan a la diferenciación Sí Mismo, otro.
En el inicio de la intersubjetividad, la experiencia de interacción empática con los
cuidadores genera intimidad psíquica, permeabilidad, discriminación entre experiencias
compartidas e individuales. En el juego se observará una localización conjunta entre el bebé y su
cuidador que lleva a compartir intenciones y estados afectivos. Esta intersubjetividad no requiere
traducción al lenguaje.
En el segundo año de vida, el sentido del Sí Mismo adquiere un dominio de relacionamiento
verbal, los niños empiezan a imaginar o representarse cosas en sus mentes.
Stern ubica aquí el juego simbólico que se inicia con la imitación diferida de Piaget. El niño
comienza a compartir significados, y a ejecutar conductas nuevas, que evocan otras observadas
en los adultos, en otros momentos.
Stern considera el advenimiento del lenguaje al modo del fenómeno transicional, la palabra no
pertenece al Sí Mismo ni tampoco al otro, ocupa una posición intermedia entre la subjetividad del
infante y la objetividad de la madre, el lenguaje permite un nuevo nivel de relacionamiento mental
a través del significado compartido.
El lenguaje abre el espacio a la experiencia interpersonal vivida y la representada, el bebé puede
compartir por primera vez la experiencia personal del mundo. El lenguaje articulado con la
afectividad permite inscribir experiencias complejas de subjetividad. La aspiración evolutiva para
Stern es el logro de un Si mismo capaz de autorreflexión y autopercatación, para lo cual es
necesario una riqueza de relacionamiento verbal. Desarrollar deseos "estar con otros en la
intimidad" evitaría vivencias de aislamiento y soledad
Las investigaciones han mostrado que desde el advenimiento del lenguaje, la calidad y cantidad
de estimulación verbal tiene influencia significativa en el desarrollo cognitivo.
La inclusión de la tecnología en la educación, si no es masiva, especialmente en países en vías de
desarrollo, provocará diferencias muy marcadas en el desarrollo de la inteligencia y el
pensamiento que influirán en el acceso a la vida laboral de las nuevas generaciones. La relación
entre tecnología, desarrollo evolutivo y educación debe incluirse en las preocupaciones centrales
de los especialistas de la infancia.
Volviendo al planteo inicial: ¿Cuales serán los efectos en la constitución de la subjetividad de la
injerencia permanente de la tecnología en nuestra cotidianeidad?
Existe consenso en los distintos autores acerca del efecto determinante de la inscripción del
semejante en los comienzos de la vida. El auxilio ajeno de la función materna frente al
desvalimiento originario aparece como mediatizador entre el mundo externo excitante e intenso y
la precariedad psíquica del infans.
Piera Aulagnier plantea la actividad de representación, como el equivalente psíquico del trabajo
de metabolización orgánico que consiste en transformar lo “no propio en propio”. La información
exterior a la psique es heterogénea y la actividad de representación tiene a su cargo metabolizar
los elementos heterogéneos para convertirlos en homogéneos a la estructura de cada sistema.
En este sentido, Wilfred Bion desarrolla el concepto de función de reveri. Este autor considera
que el infante humano nace con un montante de elementos desligados dominados por la pulsión
de muerte que el contacto amoroso con la madre debe transformar. La madre desarrolla una
capacidad de ensoñación y de pensamiento que, según Bion, constituye la función alfa mediante
la cual logra transformar los elementos beta desligados que el bebé deposita en ella en elementos
alfa. En esta concepción observamos nuevamente que es la capacidad transformadora maternante
la que ayuda al niño a construir su mundo interno, a crear barreras de contacto que permitan
discriminar, sueño y vigilia, mundo interno-mundo externo y producir pensamiento.
¿Cuáles serán los caminos por los que se logrará que la abundante información heterogénea que
se presenta a los niños se transforme en información libidinal?
El tema de la percepción en la constitución psíquica puede ser analizado desde distintos niveles.
Los umbrales, los estímulos y la organización del campo perceptivo por un lado y el complejo
entramado en que la percepción se articula en psicoanálisis, por otro.
Encuentro fructífero para este tema comenzar a tender puentes, entre nuestra concepción
psicoanalítica y algunos parámetros que surgen de la observación de lactantes.
Volviendo a los cambios posibles en la estructuración, producto de las nuevas tecnologías.
¿Podemos pensar en núcleos permanentes de la subjetividad que se mantendrán conservados a
pesar de los cambios y modos alternativos de subjetividad?
Laplanche y desarrollos posteriores de Silvia Bleichmar conciben una madre sexualizante que
inscribe la pulsión, el niño busca leche y encuentra un pecho excitante sexualizante. El contacto
primario no se agota en lo autoconservativo, la madre entra en contacto con todo el cuerpo del
bebé, en un juego de intercambios amorosos, instaurando los investimientos colaterales, que darán
lugar a la formación del yo.
Silvia Bleichmar sostiene respecto a las nuevas tecnologías, que cierta estructuración de la
subjetividad se mantendrá invariante mientras existan niños nacidos producto del contacto sexual
entre un hombre y una mujer, situación productora de enigMa.
Podrá ser la curiosidad sexual y la pulsión de saber transformados en enigma los aseguradores de
la subjetividad en los seres humanos?
Quizás mientras los sitios eróticos de la Red en Internet tengan que ser bloqueados para evitar
que los niños acierten a llegar a ellos, a pesar de sus búsquedas, algo de la subjetividad se
mantenga a salvo.
Aún los autores americanos, más tecnologizados, que poseen laboratorios con equipos
sofisiticados de filmación y evaluación, plantean que es el contacto intenso, sin intermediaciones,
recíproco y sincrónico entre el bebé y el otro humano el requisito para un desarrollo saludable.
Tendrán las madres y padres de hoy tiempo y disponibilidad afectiva para investigar las sutiles
diferencias individuales de sus bebés y tomar a su cargo los procesos de ilusión y creación de
omnipotencia, metabolización, holding y reverí mientras las exigencias de instrumentalidad y
eficiencia de la vida cotidiana tanto de hombres y mujeres apuntan a soluciones adaptativas
rápidas y concretas.
Podrán las madres tomarse el tiempo para desarrollar el ensueño necesario para la función de
reverí y sostener la transicionalidad de sus hijos ?
El avance de la tecnología es irreversible y sus ventajas incuestionables en todas las áreas.
Cuales serán los efectos de los modos de intercambio entre los niños, dominados por la explosión
de los juegos computacionales y tecnológicos en el pasaje del narcisismo a la objetalidad?
No es lo mismo un niño que juega sólo compulsivamente durante horas a un video game con
personajes estereotipados, estancando libido de objeto con riesgo de encapsulamientos narcisistas,
que un niño que entre otros juegos usa los de pantalla, los comparte con otros niños, y los integra
en su discurso.
El peligro radica en la dominancia de juegos repetitivos y estereotipados que pueden llevar a
aislamiento, y a la coagulación de conflictos pulsionales que no encuentran vía apropiada de
descarga. El juego perdería su condición elaborativa y de mensaje, como diría Freud y
estructurante como vimos en Winnicott para convertirse en actividad compulsiva, desligada,
masturbatoria, con tendencia adictiva, expresión de la pulsión de muerte.
Aunque sin conceptualizarlo así, los psicólogos norteamericanos están proponiendo el síndrome
de intoxicación por la computadora, para lo cual ya están preparando libros de autodiagnóstico
y autoayuda.
Toma a Cohen Seat quien trabajó sobre los efectos psicológicos de las imágenes expuestas n
pantalla, tanto cinematográfica como televisiva. Encontró diferencias sustanciales entre la
comunicación verbal y la comunicación visual. La comunicación de una palabra pone en actividad
en la consciencia todo un campo semántico que corresponde al conjunto de las diversas
evocaciones y connotaciones afectivas que cada acepción comporta. El cerebro localiza la
acepción deseada, excluyendo las demás, y genera así el proceso de comprensión.
Continua Eco: la percepción del mundo circundante tiende a hacerse hipertrófica, masiva, superior
a las posibilidades de asimilación y unifica a todos los habitantes del planeta, por los efectos de
la globalización. Este aumento de experiencia es por vía sensorial y no conceptual, disminuyendo
la riqueza imaginativa, la sensibilidad y la racionalización del acontecimiento representado.
La invasión excesiva de estímulos por vía sensorial tiende a afectar la actividad de representación
y puede provocar intoxicación. En octubre de 1997, 600 niños debieron ser hospitalizados en
Japón luego de ver un dibujo animado que por la intensidad de sus efectos especiales producía
síntomas similares a una epilepsia.
El auge actual de lo visual y del movimiento en detrimento de lo verbal y conceptual estimulan el
hemisferio derecho.
Aníbal Ford toma de Mc Luhan su conceptualización sobre el aumento de las dislexias observadas
en los niños. Las considera el resultado de la incapacidad de adoptar un único y fijo punto de
vista con respecto a todas las letras y palabras. Esto podrá hacerse extensivo a los errores de
ortografía que abundan en los niños de hoy, muchas veces explicados por los cambios en la
metodología de la enseñanza de la escritura.
El niño disléxico enfoca las letras y palabras desde muchos puntos de vista simultáneamente, a la
manera del hemisferio derecho, y no puede articular las hipótesis necesarias para acceder a la
escritura caracterizada por una única forma correcta. Estos autores plantean que el modo de
percepción en tiempos superpuestos, zapping, puede estar en la base de estos fenómenos,
considerándolos una transformación y no una patología.
Las nuevas tecnologías y la fugacidad y velocidad de los estímulos nos colocan en un "punto de
estar".
Kerckhove plantea que la única referencia duradera del Yo, ya no es su punto de vista, que dejó
de pertenecerle, sino su "punto de estar" , en lugar de un "punto de ser".
La subjetividad actual es fugaz, es necesario que este punto de estar pueda cobrar permanencia
como punto de ser, para que el sujeto se sostenga.
Frente a aquellos que sostienen que la "proliferación de la imagen" lleva a una anulación o
exclusión del lenguaje verbal y su desarrollo, semiólogos contemporáneos sostienen que esta
postura es injusta y prejuiciosa. Consideran que el lenguaje verbal es omnipresente en toda
comunicación visual y que determina la impresión de verdad o falsedad que el observador tiene
del mensaje visual. Lo dicho o escrito respecto de una imagen es lo que le confiere verosimilitud.
La relación entre la imagen y la comunicación visual puede ser de interacción, donde la relación
imagen-texto indicará un buen nivel de lectura de la imagen o de complementariedad donde se
propone un funcionamento conjunto, para ser eficaces necesitan uno del otro.
La semiologia y la semiótica actual se están ocupando de estos temas. La semiología estudia las
distintas categorías de signos, su especificidad y las leyes propias de organización y significación
particulares en función de los distintos lenguajes, imagen, gesto, teatro, etc. Estudiar la
intepretación de determinados signos es una ardua tarea que emprenden hoy los especialistas en
comunicación que apuntan a considerar la imagen como signo a ser interpretado. Este enfoque se
opne a la disociación tan marcada que algunos autores. Proponen que tanto la comunicación
verbal como la visual tiene la capacidad de consituir signos, por lo tanto, interpretables y pasibles
de entrar en el proceso de simbolización.
Los procesos de adaptación creativa a la información exterior, que antes señalamos nos inducen a
repensar la imagen mental, planteada por Piaget, como antecedente del pensamiento, en toda la
riqueza de estimulación por diferentes vias. Un aprendizaje que tiene en cuenta la singularidad del
proceso de asimilación y acomodación de cada niño, podría evitar la imitación excesiva y el
acatamiento patologizante que plantea Winnicott.
Relacionamos aquí la conceptualización del ser en movimiento, en Winnicott, “Being”, somos
estando, como ser siendo. La subjetividad actual es compleja y plantea un interjuego contínuo
entre realidad psíquica y realidad material, representación visual y verbal y permanentes cambios
exteriores.
Es probable que los niños sanos de hoy desarrollen subjetividades que les permitan un interjuego
permanente entre transicionalidad y permanencia como base del ser, para enfrentarse a la invasión
fragmentante de la realidad.
Retomamos la idea de la constitución de un Yo, que basado en el placer purificado, sea capaz de
cierta unidad y permanencia, que le permita tolerar lo desagradable, desestructurante, en el plano
afectivo.
Arminda Aberastury, introductora del psicoanálisis de niños en la Argentina, se preguntaba hace
ya 30 años si la aparición o ausencia de determinados juegos en diferentes edades implicaban
trastornos del desarrollo y si la producción de un determinado juego en un niño daba cuenta de
su posicionamiento subjetivo.
Arminda, con los tiempos de otra época, realizó un maravilloso trabajo donde un observador
pasivo y paciente, esperaba la actividad del niño, sin provocarla ni manipularla. En el momento
preciso que emergía la acción lúdica era fotografiada.
“El Niño y sus juegos” fue un libro clásico, realizado en colaboración con un publicista, dirigido
a asesorar a los padres sobre los juegos apropiados para el niño en cada edad.
Arminda intenta un recorrido evolutivo de los juegos de los niños relacionados con las etapas
psicosexuales, donde el juego observable da cuenta de la primacía de zona erógena en cada edad.
El juego ofrece al bebe experiencias que responden a necesidades especificas de cada etapa
evolutiva.
El recorrido parecería mostrar una primera etapa donde el juego se centra en el propio cuerpo, en
el descubrimiento de sensaciones y su posible evocación, donde desde el contacto con el otro, el
niño empieza a tomar registro de su propio cuerpo y donde los juguetes son vividos como
prolongaciones de ese cuerpo, por ej los juegos de meter y sacar cosas de los 7 meses, llenar
contenidos, introducir objetos en orificios, explorar agujeros, etc.
Arminda muestra como una cuchara y un jarrito pueden atraer la atención del niño y llevarlo a
ejercitar las funciones incipientes. Al comienzo describe juegos con el propio cuerpo y el del otro,
juegos de desplazamiento, de ejercicio de fuerzas, de manipulación de objetos, a veces con
violencia, repeticiones a voluntad hasta lograr el dominio.
Paulatinamente y a medida que el aparato psíquico se estructura y el cuerpo del sujeto se
desprende de la apropiación con el adulto en los primeros tiempos de la vida, también los juegos
y los juguetes empiezan a tener un valor más funcional.
Los motivos de los juegos y juguetes van variando con las propuestas culturales vigentes, de
muñecas peponas y elegantes con las que se jugaba a la mamá, arribamos a las Barbies, jóvenes
esbeltas, activas deportistas, oficinistas, modelos que no evocan roles maternales. Los jinetes “a
caballo” dieron lugar a superhoeroes y personajes fantásticos. Imágenes virtuales mezcladas con
personajes reales, hologramas, laser y figuras tridimensionales forman parte de escenas
desconcertantes donde el sujeto pierde las referencias espaciales conocidas.
En el polo del marketing encontramos propuestas como la Joel Bree, un semiólogo francés que
plantea que los niños han dejado de ser solamente un epifenómeno del consumo para convertirse
en agentes económicos, la actividad de consumir de los niños está siendo estudiada
detalladamente. Crecer es consumir, el niño consumidor se ha convertido en un niño acumulador
de bienes.
Joel Bree recorre las teorías de Piaget, de los conductistas y de los neopiagetianos a fin de estudiar
los nuevos modos de consumir de los niños ya sea desde el imaginario de los padres o desde los
pedidos del niño mismo. Realiza un estudio de las diferentes publicidades y sus destinatarios en
las distintas fases evolutivas.
Ya a los 6 años, la mitad de los niños realiza una compra independiente por semana, los expertos
encontraron que los niños son prescriptores de consumo aún de bienes que no han de utilizar,
como un automóvil.
Los especialistas en publicidad tienen clara consciencia del efecto de la comunicación visual,
regida por el hemisferio derecho, donde la emocionalidad indiscriminada arrolla la capacidad
conceptual y crítica del niño y lo utiliza con fines de marketing.
Dice Bree, la publicidad dirigida a los niños conjuga el conocimiento del proceso cognitivo y
emocional para que el aprendizaje sea eficaz. Si los educadores tuvieran tan buenos asesores
como los de marketing, no encontraríamos tantos problemas de aprendizaje.
Esta afirmación de Bree nos plantea interrogantes: ¿son las áreas que activa la publicidad las que
facilitan el desarrollo de la comprensión intelectual y compleja del área conceptual o por el
contrario, su objetivo es limitar al niño a aprendizajes simplificados y concretos, impregnados de
emocionalidad, que lo confinan a ser un consumidor no crítico?
Esta afirmación correspondería a la idea de que el principio del placer comanda la capacidad de
aprendizaje del niño, estimulando solamente experiencias emocionales sin conflicto. El acceso al
mundo simbólico y luego al pensamiento abstracto requieren el acceso la complejidad y a la
capacidad de enfrentar conflictos, rupturas y reconstrucciones simbólicas.
Se han realizado estudios en países desarrollados que encontraron una relación inversamente
proporcional entre el nivel sociocultural de los padres y las horas de exposición frente al TV.
Eco plantea que una información puede convertirse en experiencia cultural si encuentra una
postura crítica, esto nos remite a la necesidad del acompañamiento significativo de los adultos a
cargo de los niños, a través de las funciones de sostén y la instalación de legalidades, para lograr
metabolización, elaboración y apropiación de la estimulación.
Es imprescindible una acitud parental de evaluación de la propuestas consumistas lanzadas a los
niños y la pautacion de las adquisiciones de juguetes y juegos, como de las horas pasadas frente
a distintas pantallas.
Stern insiste que el advenimiento del Sí Mismo pleno está basado en la autopercatación y la
autorreflexión, que sólo puede constituirse si el niño vivenció vínculos de alta implicación
afectiva temprana y luego simbolizados en su complejidad y abstracción por el relacionamiento
verbal.
Alain Touraine, trabaja sobre los efectos de la globalización en la cultura de masas y su influencia
en la subjetividad. Plantea que la cultura de la inmediatez instala la idea de ruptura entre el
mundo instrumental y el mundo simbólico, entre la técnica y los valores.
La personalidad pierde toda unidad a medida que deja de ser un conjunto coherente de roles
sociales. A menudo, esto lleva a escapes a un Yo demasiado débil, desgarrado, que huye a la
autodestrucción y a la diversión agotadora.
La posmodernidad se define por la disociación entre la instrumentalidad y la identidad en el
corazón de la experiencia personal y colectiva.
Touraine llama “Sujeto” a la construcción del Sí Mismo como actor, el sujeto es una afirmación
de libertad contra el poder de los estrategas , los dictadores comunitarios y los medios de
comunicación masivos.
La transformación del individuo en sujeto sólo es posible a través del conocimiento de un otro con
quien conjuntamente se trabaja para combinar una memoria cultural con un proyecto
instrumental.
Touraine define la desmodernización como la ruptura de los vínculos que unen la libertad personal
y la eficacia colectiva. Dice que la subjetivación es el deseo de ser actor y ese proceso sólo puede
desarrollarse si existe una interfaz suficiente entre el mundo de la instrumentalidad y el de la
identidad .