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Continuando con las informaciones que hemos venido compartiendo desde la UPE
Francisco de Paula Briceño, tenemos que en el extenso y complejo concepto que es la
psicomotricidad, el movimiento ocupa un lugar de gran importancia y, en esa medida, conviene
analizarlo.
Las madres y los padres experimentamos los diversos procesos en los que se va
entretejiendo la vida de nuestros niños, pero con frecuencia olvidamos reflexionar sobre ellos y
sus alcances, lo que nos priva de la posibilidad de explotar al máximo sus posibilidades y de
estimular un mejor y más completo desarrollo.
Aunque el movimiento se vuelve plenamente evidente cuando aparece el gateo, alrededor
de los 6 meses, no puede considerarse que antes haya estado ausente. Los niños y las niñas,
desde que son bebés, se mueven, pues también debemos entender como movimiento las
acciones como el pataleo que se produce ante un rostro familiar, el seguimiento con la mirada de
determinados objetos e, incluso, simplemente la risa. En otras palabras, cuando se trata del
desarrollo de niños y niñas, el movimiento es toda acción física. A partir de aquí hay que tomar en
cuenta que el movimiento se realiza, sobre todo en la más temprana infancia, ante el estímulo. Un
niño o niña que no es estimulado, no se mueve y, en esa medida, no se desarrolla. La regla es
simple: a más estímulo, más movimiento y a más movimiento, mayor desarrollo.
El movimiento corporal constituye una esfera de aprendizaje natural para el niño que le
permite incorporar nuevas nociones a sus esquemas previos de conocimiento de manera
espontánea mediante experiencias personales plenas de significado.
A lo largo de los primeros 24 meses de vida, la capacidad de movimiento progresa de
adentro hacia afuera, del centro hacia los lados. Así, hacia los dos años, los niños y niñas deben
haber pasado por las siguientes etapas:
Impulsividad motriz: se da inmediatamente después del nacimiento y consiste en simples
descargas de reflejos.
Emotividad motriz: se produce cuando se manifiestan las primeras emociones, desde el
hambre hasta el dolor y la irritación. Su aparición se relaciona con el tono muscular (contracción
parcial y continua de los músculos que ayuda a mantener la postura).
Movimiento sensorial: consiste en actividades como caminar y hablar, es decir, se realiza a
través de la coordinación de diversas percepciones.
Proyección motriz: implica la combinación de la intencionalidad y el movimiento, lo que
conduce a acciones como agarrar un objeto, caminar hacia un punto, medir la velocidad al
correr, entre otras.
Con todos estos logros a partir de los dos años, cuando dominan plenamente sus pasos,
los niños y niñas experimentan un despegue en su capacidad de movimiento, al tiempo que se
convierten en verdaderas esponjas, capaces de captar todo estímulo y de transformarlo en algo
que alimenta su yo. Se transforman entonces en seres curiosos que exploran todos los rincones
de la casa buscando siempre encontrar cosas nuevas. La vivencia del movimiento de los niños en
relación con el medio y el lenguaje es vehículo de desarrollo durante la niñez y constituye la base
de adquisición de nuevos conocimientos. En este sentido, el sentido cinestésico (movimiento) y
táctil (piel) constituyen una modalidad para el aprendizaje, ellos representan unos de los
principales canales para la asimilación y retención de información
Una vez sentadas las bases principales del movimiento con el logro de la independencia
más allá de los 2 años, se puede hacer una distinción en la evolución motora de niños y niñas. Por
un lado se puede hablar del desarrollo motor grueso y, por otro, del desarrollo motor fino:
Desarrollo motor grueso: esto es lo que concierne al dominio de los segmentos gruesos del
cuerpo, como cabeza, brazos, piernas y tronco. Aún los niños y niñas que hayan presentado
dificultades para caminar, a los 2 años ya lo hacen con soltura y sin apoyo. Gracias a ello hacen
recorridos mayores en espacios amplios mientras adquieren la seguridad que les permitirá, más
adelante, correr libremente. Ya regulan su velocidad al desplazarse y alternan sus carreras con
saltos. Son capaces de subir escaleras (poco a poco ganan habilidad en esto). También brincan
obstáculos, avanzan en un solo pie, dan volteretas, siguen diferentes ritmos. Se considera que
ésta es la edad ideal para iniciarlos en algún deporte.
Desarrollo motor fino: se refiere al dominio del movimiento de los segmentos finos del
cuerpo, es decir, la desegmentación de brazos y piernas para utilizar todas sus articulaciones:
rodilla, tobillo y dedos, en el caso de las piernas; hombro, codo, muñeca, dedos, en el caso de los
brazos.
A partir de los 2 años, la coordinación entre el ojo y la mano se hace cada vez más fina y
precisa. Los niños y niñas ya agarran los objetos pequeños con una sola mano, los pasan de una
mano a la otra y pueden coger varios objetos a la vez. También afinan su prensión con los dedos
hasta realizar la de tipo pinza (pinza fina) utilizando el dedo pulgar en combinación con cualquiera
de los otros dedos de la mano. Gracias a esto, sobre todo a partir de los 3 años, pueden utilizar
en sus juegos y trabajos gráficos elementos más pequeños. Al tiempo que se afinan sus trazos,
su lenguaje verbal se acrecienta, pues el desarrollo motor va de la mano con el proceso de
maduración neurológica y emocional.
Muchos padres y madres se preguntarán por qué los especialistas de la educación
(maestros hasta psicólogos y pediatras) hacen tanto hincapié en el desarrollo del movimiento de
niños y niñas. Y la respuesta que nos viene a la mente es que es un asunto de salud. Lo que es
cierto, sin embargo, las implicaciones del movimiento son mucho mayores y constituyen, en sí,
todo un complejo sistema que se relaciona con el mundo emocional y neurológico de los niños.
Esto quiere decir que el movimiento tiene un significado. En otras palabras, lo verdaderamente
importante no son los efectos prácticos que produce el movimiento, como que un objeto sea
llevado de un lugar a otro, sino aquello que comunica, que dice el movimiento. Por ejemplo, si un
niño salta y salta descontroladamente, corre, sube y baja por los muebles, está dando a los adultos
un mensaje, que puede ir desde estar sufriendo por falta de atención o por algún suceso previo
hasta estar cansado y necesitar dormir (cuando los niños son pequeños). Asimismo, el progreso
paulatino de la capacidad de movimiento permite a los niños conocer el mundo en la medida en
que se vuelven capaces de explorarlo. Este progreso también fortalece enormemente la
autoestima, pues sienten que pueden lograr cosas. En este proceso el refuerzo, el apoyo y el
aliento de padres y madres, festejando sus avances, es fundamental. Así, la importancia del
movimiento es inmensa pues funciona en los siguientes ejes:
- Como medio de comunicación.
- Como medio de conocimiento del mundo.
- Como medio de autoconocimiento y autovaloración.
Aunque parece una facultad humana natural, la del movimiento en muchas ocasiones
puede presentar dificultades que es necesario detectar ya que pueden ser problemas físicos como
un pie plano, neurológicos y/o emocionales; en estos casos es necesario recurrir a un especialista
que de las pautas de las actividades y ejercicios para realizar en casa.
Se puede dar el caso de que se presenten dificultades en el desarrollo motor grueso o en
el motor fino, sin embargo ambas áreas están estrechamente relacionadas, de manera que las
dificultades se presentan en ambas.
Cuando hay dificultades gruesas, las terapias recomendadas incluyen juegos que pueden
ser aplicados por los padres. Básicamente consisten en dinámicas corporales simples que exigen
desplazamientos que incluyen música entre otros detalles.
Cuando hay dificultades finas, exigirá tanto un trabajo de dinámicas corporales que
favorezcan el desarrollo motor grueso, como uno con materiales pequeños como fichas, bolitas,
botones de distinto tamaño. Igualmente se realizará en un ambiente agradable, de juego.
Para favorecer el desarrollo del movimiento de niños y niñas en un proceso que evite
frustraciones y explote paulatinamente sus habilidades, se debe considerar:
-Mostrar una actitud serena ante las caídas, resbalones y tropiezos, pues, de otra forma, se les
transmite temores innecesarios. Un ambiente sin tensiones es siempre favorecedor.
-Evitar hacer por ellos lo que ellos ya son capaces de hacer por sí solos. Una actitud de
permanente asistencia anula sus impulsos de desplazamiento.
-Reconocer que la imitación es la manera más adecuada de conseguir resultados, por esto, haga
cualquier cosa primero y sólo después pida que lo repita.
-Dedicar un tiempo cada día para compartir actividades que impliquen diferentes movimientos. Las
dinámicas corporales que propondremos más adelante pueden ser una guía.
-Respetar su proceso de maduración para no exigir lo que todavía no son capaces de hacer ni
limitar sus desplazamientos.
Aunque a lo largo del tema nos hemos referido principalmente a niños pequeños (hasta los
5-6 años), estas dinámicas pueden adaptarse para niños más grandes de 2° a 4° grado incluyendo
competencias donde pueden participar los padres, siempre en un ambiente de juego y alegría.
1.- La pelota traviesa
Trasladar una pelota sobre líneas trazadas en el piso estimula la coordinación entre visión
y movimiento, así como la capacidad de desplazamiento en el espacio. Para esta dinámica
corporal se necesita trazar en el piso (para niños pequeños) un cuadrado de metro y medio por
lado, disponer de una pelota pequeña y 4 envases o cajitas vacías. Inicie la dinámica corporal
rodando la pelota con las manos suavemente sobre las líneas, describiendo el cuadrado. Si la
pelota se sale de la línea, será el turno del niño. Cuando vuelva a su turno, coloque la pelota donde
se quedó en el turno anterior. Realice esta práctica hasta que el niño adquiera destreza. En un
segundo momento coloque una cajita en cada esquina e intente tumbar las cuatro cajitas con la
pelota. Esta dinámica estimulará la coordinación visomotriz y el desplazamiento espacial.
Si la pelota se desvía ligeramente de la línea, no haga que su niño pierda inmediatamente
el turno, recuerde ser flexible, mantener en todo momento la comunicación y aprovechar al máximo
el momento de camaradería, amplíe la figura si el niño adquiere destreza, permita que el niño idee
las figuras.
Para niños mayores, por ejemplo, pueden hacerse líneas curvas o en zig-zag, emplear
pelotas más pequeñas, empujar la pelota con los pies colocando la punta de un pie pegada al
talón del otro pie dando pequeños pasos, de esta manera se reforzará también el equilibrio.
2.- El camino del leñador
En esta dinámica se estimula la imaginación, la memoria y la confianza del niño en el
adulto.
Se traza en el piso un camino con estaciones o paradas. Finja ser un leñador y camine por
la línea diciendo “Soy un leñador, voy a casa despacio y llevaré una flor”, dicho esto se detiene en
la primera parada y recoge una flor imaginaria, continua su camino y en la siguiente parada recoge
una fruta, también imaginaria. Vaya a la tercera parada y beba agua de un supuesto río para llegar
finalmente a la casa. Haga que el niño o niña realice lo mismo. Para una segunda parte véndele
los ojos al niño o niña y llévelo de la mano repitiendo las acciones anteriores. Luego haga que el
niño lo vende a usted y lo guíe. Con esta actividad se estimulará la capacidad de desplazamiento
y reforzará la confianza mutua.
Se puede hacer más divertida esta dinámica si inventan un disfraz con la ropa y materiales
que tienen en casa. También se pueden interpretar personajes diferentes, cambiando el recorrido
y la cantidad de paradas que el niño debe memorizar para jugar.
Otros juegos