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Universidad “Gran Mariscal De Ayacucho”

Facultad de Derecho
Escuela de Derecho
Núcleo de Sucre
Unidad Curricular: “Sucesiones.”

DERECHO HEREDITARIO.

Profesora: Alumnos:
María Graziani. Luis Tayupo C.I.20.448.286
Angel Morales C.I. 30.636.065

Cumaná, diciembre de 2022.


1. Albacea: Oportunidad y Facultades ¿Quién lo designa y cómo se
revoca?
A fin de asegurar el respeto a la voluntad del difunto y de evitar o disminuir en lo
posible los litigios entre herederos, legatarios y demás beneficiados por las
disposiciones testamentarias, surgió la institución de los llamados ejecutores
testamentarios, es decir, personas en quienes el testador deposita toda su confianza, para
que a su muerte ejecute o cumpla esa voluntad; vele por la conservación de los bienes y,
en cierto modo, represente transitoriamente la personalidad jurídica desaparecida, hasta
tanto los bienes queden definitivamente en propiedad y posesión de las personas
señaladas en el Testamento. Estos ejecutores testamentarios han recibido diversas
denominaciones a través de los tiempos, siendo la más usada la de Albaceas, aunque
también se les llama testamentarios.
Oportunidad
Hay controversias en cuanto a la naturaleza jurídica de la institución; en efecto,
hay quien ve en el albacea un representante de los legatarios y acreedores de la
herencia. Hay quien diga que representa la herencia, concebida ésta como un
patrimonio autónomo y los más creen que el albacea es sólo un representante del
testador, de quien procede el encargo de que sea cumplida su última voluntad. Esta
representación tendría su fundamento en un mandato; pero como el mandato es un acto
inter vivos y bilateral, se objeta que viene a resultar incompatible con el testamento que
es un acto unilateral y mortis causae. Por ello, se ha recurrido a la figura del llamado
mandato post mortem o mandato sui generis, para poder subsanar la anomalía que
significa el que mientras el mandato ordinario cesa con la muerte del mandante, este
mandato especial nace precisamente al morir éste; y que, mientras en aquél el vínculo
se origina en el consentimiento, en éste se origina en dos declaraciones unilaterales de
voluntad separadas: el testamento y la aceptación.
En realidad, la doctrina que mejor responde a la naturaleza jurídica de la
institución del albaceazgo es la que considera al ejecutor testamentario como un
representante del testador, sin buscar el origen de tal representación en el mandato, sino
mejor en una manifestación más de la voluntad del causante, quien al mismo tiempo
que ordena disposiciones de carácter patrimonial y no patrimonial, asignación de
bienes, constitución de derechos reales y muchas otras determinaciones relativas a las
personas y a los bienes, puede perfectamente disponer un encargo que, por sus
características de afinidad con el mandato, venga a serlo sin que tenga su mismo
fundamento jurídico; pues en el caso del ejecutor testamentario, la relación se
constituye, no por la vía del contrato bilateral, sino con base en los principios que
regulan la sucesión testamentaria.
El albacea es un órgano portador de intereses no subjetivos, que obra en nombre
propio, porque el albacea cumple en nombre propio una determinada actividad en
interés y obediencia de otro.
Los albaceas se han clasificado de diversa manera, según diferentes puntos de
vista. Así, por la amplitud de sus facultades, se habla de universales y particulares,
según que estén autorizados para el cumplimiento total de las disposiciones
testamentarias o que su misión se limite sólo a las facultades que les señala la Ley. Por
su número, en únicos y múltiples, según que el testador haya designado uno solo o
varios, simultánea o sucesivamente. Por la forma de ejercer el cargo, en mancomunados
o solidarios, según que puedan actuar conjunta o separadamente. Por la forma de su
nombramiento, en testamentarios, legítimos y dativos, según sean designados en el
testamento, o que a falta de designación actúen como albaceas los mismos herederos, o
sea designado por el Juez.
Facultades
Una vez aceptado el cargo, el albacea es responsable de cumplirlo, con
independencia de los herederos y sin perjuicio del derecho de éstos para reclamarle los
daños y perjuicios que pudiere causarles.
En tal virtud, los herederos podrán solicitar su remoción, antes\ de expirar el
plazo, en caso de culpa o dolo 982).
También tienen los herederos el derecho de exigir la rendición de cuentas por la
gestión realizada, al término de ella (Art. 981) y pedir el pago del saldo que exista a
favor de la sucesión.
Estas atribuciones del albacea dependen fundamentalmente de la voluntad del
testador, con arreglo a las leyes (Art. 971); pero no podrá autorizarle para que se
apodere de los bienes hereditarios, si existen herederos forzosos; aunque sí podrá
ordenar que para que éstos se apoderen de los bienes, sea necesaria la intervención del
albacea. Si no existen herederos forzosos sí podrá el testador autorizar a los albaceas
para apoderarse de los bienes, siendo necesario en este caso la citación e intervención
de los herederos.
A falta de expresa disposición del testador, las atribuciones del albacea están
contenidas en el C. C. por vía supletoria de esa voluntad faltante (Arts. 973 a 977) y
son:
1. Disponer y pagar los funerales del testador, con arreglo a lo ordenado
por éste, y en defecto de tal disposición, según costumbre del lugar y las facultades
de la herencia.
2. Pagar los legados que consistan en cantidades de dinero, haciéndolo
saber al heredero y no contradiciéndolo éste.
3. Vigilar la ejecución de lo demás ordenado en el testamento; y
sostener, siendo ello justo, su validez en juicio o fuera de él.
4. Si por disposición del testador está en posesión de todos los bienes,
sus atribuciones se extienden a pagar las deudas.
5. Cuando no hubiere en la herencia dinero suficiente para hacer los
pagos y los herederos no lo afrontasen de lo suyo, solicitarán autorización del
Tribunal para la venta de bienes, previa notificación de los herederos. Pero no
podrán los albaceas, so pretexto de pago de legados y funerales, proceder al
inventario de los bienes del de cujus contra la voluntad de los herederos.
6. Procederán a la formación del inventario siempre que el testador lo
hubiere ordenado, o entrarán en posesión de los bienes, a menos que existan
herederos capaces de administrar sus bienes y se opongan a ello.
Si alguno de los herederos no tuviere la libre administración de sus bienes o fuere
alguna corporación o establecimiento público, los albaceas deberán poner inmediatamente
en conocimiento del padre, tutor, curador o administrador, que se debe proceder a la
formación del inventario y si éstos se hallaren fuera del domicilio del de cujus, procederán
a formar el inventario sin necesidad de tal participación.
Aunque la Ley no lo señale expresamente, debe entenderse que el albacea no podrá
intervenir en ningún acto o contrato en donde esté directa o indirectamente interesado
personalmente o lo estén sus parientes legítimos hasta el cuarto grado de consanguinidad o
segundo de afinidad; o sus socios en alguna empresa o explotación. Y asimismo, le estará
vedado adquirir personalmente o por interpuesta persona, bienes de la sucesión, aunque sea
en subasta pública.
¿Cómo se revoca?
Las funciones del albacea se extinguen:
1. Por muerte.
2. Por remoción del cargo.
3. Por Incapacidad sobrevenida.
4. Por evacuación o cumplimiento del encargo.
5. Por expiración del término.
6. Por renuncia.
7. Por nulidad del testamento, y
8. Por extinción de los bienes de la herencia.
Siendo el albaceazgo un cargo personalísimo, no puede ser trasmitido por actos inter
vivos ni mortis causae, salvo expresa autorización del testador (Art. 982); por tanto, la
muerte pone fin a las funciones del albacea. No obstante, la sostiene que la desaparición de
la persona física no determina la extinción del albaceazgo, cuando la designación se ha
hecho teniendo en cuenta no a' la persona misma, sino al cargo que desempeña. Así, cuando
se designa albacea al Presidente del Colegio de Abogados del Distrito Federal, deberá
ejercer el cargo quien ocupe esta posición; y si éste fallece o es sustituido, continuará
desempeñando el albaceazgo quien le suceda en la presidencia.
En cuanto a la remuneración que testamentariamente se le hubiere fijado se admite
igualmente que tendrá derecho a recibirla en proporción al tiempo de su ejercicio; o si
fallece, la recibirán sus herederos.
El albacea debe cumplir su encargo como padre de familia, en ello toda diligencia;
por lo que es lógico que cuando se aparte de sus deberes o se exceda del límite de sus
atribuciones, podrá solicitarse por los herederos su remoción; la cual, de acuerdo a la trina,
procederá cuando se compruebe culpa o dolo en su actuaciones; es decir, si se demuestra
que ha sido negligente en el cumplimiento de sus funciones o cuando viola
malintencionadamente la confianza que el de cujus.
2. Separación del patrimonio del decujus y el heredero
Del mismo modo, pues, que el heredero que ha aceptado pura y simplemente, está
expuesto a tener que pagar con su propio haber a los acreedores separatistas que no hallen
en el haber hereditario satisfacción total a sus créditos, así también están expuestos a sufrir
la concurrencia los acreedores del heredero, a los cuales la ley niega todo beneficio, ya que
sólo ha procurado, con el inventario, beneficio al heredero; y con la separación, a los
acreedores del difunto y legatarios.
Siendo, finalmente, la separación un beneficio personal, no es útil más que a aquéllos
que la pidieron. Por esto, así como los acreedores y legatarios separatistas tienen una -razón
de preferencia sobre los acreedores del heredero respecto al caudal hereditario, así también
deben aquéllos ser preferidos a los acreedores hereditarios no separatistas.
De esto se deduce la naturaleza del derecho de separación. No puede afirmarse que
origina un derecho de hipoteca o un privilegio; tampoco que determine una autonomía
completa de ambos patrimonios de modo que cada uno tenga' débitos y créditos
perfectamente distintos. La separación no es plena o universal respecto a las personas ni al
patrimonio, porque no es eficaz frente a todos ni se extiende al total del patrimonio del
difunto, sino sólo a los bienes singulares sobre los que se ejercita.
Determina la separación una vinculación objetiva de los bienes hereditarios
singulares destinados en primer término, y con exclusión de los demás, a la satisfacción de
los acreedores del difunto y de los legatarios que, más diligentes, la hubieren pedido. Es por
esto una forma de garantía con eficacia que imita a la hipoteca y al privilegio, pero que
puede tener más eficacia aún (Art. 1056). Además, sus efectos son siempre distintos e
independientes de ros del beneficio de inventario. Como éste sólo aprovecha al heredero,
no bastaría que el heredero aceptase con tal beneficio paira que los acreedores del difunto
pudiesen rechazar la concurrencia de los acreedores personales del he redero sobre la
herencia.
Respecto a las personas a quienes corresponde este derecho, el Art. 1049 es claro al
establecer que "los acreedores de la herencia y los legatarios, pueden pedir la separación del
patrimonio del de cups y el del heredero, aun cuando tengan una garantía especial sobre la
herencia".
Corresponde a todos indistintamente; a los acreedores a término o condicionales, a los
hipotecarios y a aquellos que tengan cualquier otra garantía sobre los bienes del difunto;
porque, como se ha dicho, la separación puede producir efectos más ventajoso aún que los
de la hipoteca.
Para que les corresponda tal derecho, es necesario que el acreedor o legatario no haya
realizado acto alguno que implique renuncia a esta garantía o transformación de la deuda en
otra nueva. Los acreedores y los legatarios que hayan aceptado al heredero por deudor, no
tienen derecho a la separación (Artículo 1051).
En cuanto al objeto, la separación recae sobre los bienes singulares de la herencia; no
sobre la totalidad considerada como universalidad. Como para realizar el fin que persigue la
separación ésta deberá ser conocida de los terceros, y como los medios de publicidad varían
según se trate de inmuebles o de muebles, variará también el modo de ejercer dicha acción
según los casos. Respecto a los inmuebles, la ley (Art. 1054), prevé que se procederá a la
formación del inventario solemne de todos los bienes de la herencia, tanto muebles como
inmuebles, y terminado que sea se enviará a las Oficinas de Registro de los Departamentos
o Distritos a que correspondan las respectivas situaciones de los inmuebles, copia auténtica
de las partidas del inventario que se refieren a inmuebles, juntamente con la de la solicitud
del peticionario, a fin de que dichas copias sean protocolizadas en los protocolos de
hipoteca correspondientes. Respecto de los muebles ya enajenados, el derecho de
separación se referirá únicamente al precio que se deba (Art. 1055). Todas las disposiciones
relativas a las hipotecas son aplicables al vínculo que se deriva de la separación de los
patrimonios, siempre que se haya verificado el registro legal sobre los inmuebles de la
herencia (Art. 1059).
La separación, por tener eficacia retroactiva, afecta incluso los bienes enajenados por
el heredero, pero de modo distinto según que éstos sean muebles o inmuebles. Respecto a'
estos últimos, las hipotecas de los inmuebles de la herencia, otorgadas en favor de los
acreedores del heredero y las enajenaciones de aquellos inmuebles, aunque estén
registradas, no perjudican los derechos de los acreedores del de cups ni los de los
legatarios, siempre que unos y otros hayan llenado los requisitos establecidos en el
parágrafo 4? y en los plazos expresados en el mismo (Art. 1056).
El derecho a pedir la separación no puede ejercerse sino dentro del perentorio plazo
de cuatro meses, a contar desde la apertura de la sucesión (Art. 1052). Este término es de
caducidad, no de prescripción; una vez vencido, no admire prórrogas ni otros remedios.
3. Legatario y Heredero: Diferencias, oportunidad y efectos
jurídicos.
Diferenciar entre herederos (que lo son a título universal) y legatarios (a título
particular). Vale decir, que el heredero o sucesor a título universal, sucede pasivamente al
causante, de manera total y absoluta, en todos sus derechos y obligaciones; en tanto que el
legatario, sucesor a título particular, recibe del causante los derechos y obligaciones que se
refieran exclusivamente a un bien o a un conjunto de determinados, que hayan sido
expresamente señalados por el causante.
Legatario
Para que exista legado, hace falta la concurrencia de tres personas, a saber: El que
ordena o dispone, que es el testador. Aquel a favor de quien se instituye, o sea el legatario o
beneficiario y la persona que debe pagarlo o gravado, que por lo general es el heredero,
debiendo observarse que, cuando son varios los herederos, será gravado aquel de ellos que
haya señalado el testador; y si no señalare ninguno, lo serán todos conjuntamente, en
proporción a la cuota que les corresponda en la herencia (Art. 932 y 933).
Sin embargo, conviene aclarar que cuando la cosa legada pertenece a uno selo de los
coherederos. Si el causante no ha indicado lo contrario, demás están obligados a abonar a
aquel coheredero, con dinero o con bienes inmuebles hereditarios, la parte que les
corresponda en proporción a su cuota (Art. 933). Puede ocurrir, igualmente, que un
legatario resulte a su vez gravado; puesto que el pago de un legado puede ser cargado a un
sucesor universal o a un sucesor particular, es decir, a otro legatario. En este último caso, se
habla de sublevado para definir esta figura.
Sujeto activo del legado será toda persona que tenga capacidad de testar; y sujeto
pasivo será quien haya sido designado por el testador, siempre que sea persona cierta y
capaz de recibir (Art. 898, ord. 1 y 2); no importando que éste tenga a su vez la cualidad de
heredero; ya que nada impide que pueda designarse legatario a un llamado a la herencia,
sea testamentario o ab intestato, en cuyo caso se reúnen en la misma persona los títulos de
herederos v legatario.
En ningún caso se. admitirá que las disposiciones hechas a favor de una persona
designada en el testamento son sólo aparentes y que en realidad se refieren a otra persona,
aunque cualquier expresión del testamento así lo indique o pueda hacerlo presumir (Art.
897). Cuando el legado fuere hecho a favor de una persona incierta, al punto de que no se le
pueda determinar, la disposición será nula. Igualmente lo seré si se hace a favor de una
persona incierta, cuya designación se encomienda a un tercero. Sin embargo, será válida
cuando el legado se haga a favor de una persona a quien haya de elegir un tercero entre
varias determinadas por el testador o pertenecientes a familias o a cuerpos morales
designados por él (Art. 898, Ords. 1 y 2).
La disposición universal o parcial que haga el testador en favor de su alma, sin
determinar la aplicación, o simplemente para misas, sufragios, usos u obras pías, se
entenderá hecha en favor del patrimonio de la Nación. No obstante, nada impide que el
testador disponga que sus herederos o albaceas lleven a efecto sufragios determinados,
siempre que la suma de tales mandos no exceda del dos por ciento líquido de su herencia
(Art. 899).
Así mismo, se entenderán hechas a favor de la Nación las disposiciones en favor de
los pobres, u otras semejantes, cuando se expresan en general sin determinar su aplicación o
el establecimiento público en cuyo favor se han hecho; o cuando la persona encargada por
el testador de determinar este establecimiento no puede o no quiere aceptar el cargo (Art.
900).
Heredero
Sin embargo, por la sucesión el heredero queda investido de todos los derechos y
obligaciones del causante. El patrimonio del causante es adquirido por el heredero como
una unidad indivisible sin que la transmisión produzca modificación alguna; sólo cambia el
titular. Pero también adquiere todas las deudas y obligaciones del causante, pudiendo surgir
obligaciones nuevas, consistentes en ciertos gravámenes que surgieron producto de la
misma sucesión. Aparece una acción nueva a favor del heredero: la petitio hereditatis. Con
la cual puede pedir el heredero el reconocimiento de su cualidad de tal frente a cualquiera
que lo desconozca o niegue, y reivindicar el patrimonio hereditario de todo tercero que
ilegítimamente lo detente.
Las acciones del heredero son todas aquellas que le corresponden para hacer valer sus
derechos contra terceros, poseedores de bienes de la herencia; así como todas las acciones
reales o personales que correspondan al de cujus; por lo tanto podrá actuar con las mismas
acciones con que su causante pudiera haber intentado las acciones.
El artículo 995 C.C, nos dice que la posesión de los bienes del de cujus pasa de
derecho a la persona del heredero, sin necesidad de toma de posesión material.
Si alguno que no fuese heredero tomase posesión de los bienes hereditarios, los
herederos se tendrán por despojados de hecho, y podrán ejercer todas las acciones que les
competan».
4. Herencia vacante y herencia yacente: Diferencia y oportunidad.
El testamento o manifestación de voluntad del causante; y, en defecto de éste, la Ley.
Y en efecto, señalamos entonces que el artículo 807 del C. C. expresa que "las sucesiones
se defieren por la Ley o por Testamento" y que "no hay lugar a la sucesión intestada, sino
cuando todo o en parte falta la sucesión testamentaria". Así pues, sólo cuando no existe
expresa manifestación de voluntad del causante, surge por vía supletoria de esa voluntad la
disposición legal; y ello es así porque no puede concebirse que a la muerte de una persona
las relaciones jurídicas, bienes y derechos, que configuraron su patrimonio, queden sin
titular.
Podemos decir entonces que, por sucesión ab intestato debe entenderse la figura
jurídica mediante la cual, por imperio de la Ley, a la muerte de un sujeto de derecho se
realiza una transferencia de sus derechos y obligaciones' a Otro u otros sujetos
expresamente señalados por la misma Ley, a no ser que exista una manifiesta declaración
de voluntad del fallecido.
Aunque suele denominársele también sucesión legítima, esta denominación no resulta
del todo acertada, ya que la disposición testamentaria es también legítima por estar
conforme a la Ley.
Cuando se ignora quién es el heredero o cuando han renunciado los herederos ab
intestato y los testamentarios, la herencia se reputa yacente y se proveerá a la conservación
y administración de los bienes por medio de un curador (Art. 1060 C. C.). De allí que se
diga que la yacencia significa que la herencia parece yacer o descansar en espera de ser
añadida por quien tenga derecho a ello. (Cabanellas). Este curador, designado por el Juez
de Primera Instancia en lo Civil con jurisdicción en el lugar donde se haya abierto la
sucesión, está obligado a formar un inventario de la herencia y a hacer valer los derechos de
ésta, a seguir los juicios que se promuevan, a administrarla, a depositar -en un instituto
bancario el dinero que se encuentre en ella y el que se perciba por venta de muebles e
inmuebles, y por último, a rendir cuenta de su administración; todo de conformidad con lo
establecido en el C. C. sobre Inventario, manera de administrar la herencia y rendición de
cuentas (v. Arts. 1060 al 1063 C. C.). El curador de la herencia yacente deberá dar caución
por la suma que fije el Tribunal para garantizar su gestión. Mientras tanto, el Juez deberá
emplazar por edicto y por la imprenta, si fuere posible, a los que se crean con derecho a la
herencia, para que comparezcan a deducir su derecho (Art. 1064 C.
Pasado un año después de fijados los edictos, si no se hubiere presentado nadie a
reclamar fundadamente sus derechos en la herencia reputada yacente, el Juez procederá a
declararla vacante y pondrá en posesión de ella al empleado fiscal respectivo, previo
inventario y avalúo que se hará de acuerdo con el curador (Art. 1065 C. C.). Es decir, que
los bienes relictos pasan en tal caso al Fisco Nacional.
5. Herencia bajo beneficio de inventario: Quien lo solicita,
obligaciones de recibir la herencia y efectos jurídicos.
La confusión del patrimonio del difunto con el del heredero, que es uno de los efectos
patrimoniales más importantes de la sucesión hereditaria, puede perjudicar tanto al heredero
como a los acreedores hereditarios. Al heredero, cuando habiendo éste aceptado una
herencia pasiva, está obligado a suplir con sus propios bienes la insuficiencia del caudal
hereditario. A los acreedores de la herencia, en el caso de un heredero cargado de deudas;
ya que peligraría el cobro íntegro de sus créditos por la concurrencia de los acreedores del
heredero.
Para evitar estas peligrosas consecuencias existen dos instituciones: el beneficio de
inventario en el primer caso y la separación de patrimonios del difunto y del heredero en el
segundo.
La finalidad de ambas instituciones es común: impedir la confusión y mantener
separados los patrimonios. Sin embargo, los fines específicos de una y otra son diversos,
porque cada una de ellas protege un interés especial y origina distintos efectos.
El beneficio de inventario aprovecha al heredero, puesto que a él sólo beneficia
mantener separados ambos patrimonios, evitando así el peligro de pagar con sus propios
bienes a los acreedores del difunto. La separación aprovecha solamente a los acreedores
hereditarios, asegurando a éstos un derecho de preferencia respecto a los acreedores del
heredero sobre los bienes del difunto.
Introducido en el Derecho Romano por la Legislación Justinianea y regulado
minuciosamente por nuestro Código Civil (Arts. 996 y 1023 y sig.), el beneficio de
inventario, representando una derogación del principio de la confusión de patrimonios y del
de la responsabilidad ilimitada del heredero, es un provecho que la ley otorga a quien,
conociendo el pasivo del caudal hereditario o aun desconociendo su verdadera cuantía, no
quiere responder por las cargas que gravan la herencia en más del importe de ésta. Su
justificación encuentra base en el hecho de que sirve para evitar el peligro de una serie de
renuncias sucesivas por parte de los llamados, renuncias que además de ser una irreverencia
para' el difunto, causarían un perjuicio social por la incertidumbre de la pertenencia de la
herencia y con ella de la condición de los acreedores y legatarios.
Dicho beneficio ejerce, por lo tanto, una función que no responde sólo al interés
particular del llamado, sino que persigue también un fin de utilidad social, con miras al cual
la ley adopta como una de sus principales normas en este aspecto, la de su inderogabilidad
por disposición del testador, declarando que ninguna prohibición de éste puede privar al
heredero del derecho de aceptar con beneficio de inventario (Art. 1024).
Consiste este beneficio en la declaración solemne del heredero de no querer asumir la
cualidad de tal si no es con responsabilidad limitada (Art. 1023), y en la formación del
inventario; esto es, descripción exacta y detallada de todos los bienes que integran el caudal
hereditario (Art. 1025).
No hay que confundir el inventario con el beneficio que de él toma nombre. Puede
hacerse inventario de la herencia y el heredero aceptar pura y simplemente o comportarse
éste de modo que, aun queriendo aceptar con beneficio de inventario, debe ser estimado
como heredero puro y Simple. Recíprocamente, puede haber declaraciones y no formarse el
inventario; produciéndose, en este caso, todos los efectos de una normal adquisición
hereditaria. Lo que se precisa es el doble requisito de una declaración solemne acompañada
de la formalización del inventario, siendo indiferente que éste siga o precede a aquélla (Art
1025) y que el inventario sea hecho por el heredero o por un tercero.
Aceptación con beneficio de inventario es siempre declaración de quien acepta la
herencia y no reserva de deliberar si aceptarla o no; por lo que debe decirse que mientras
transcurren los plazos para formalizar el inventario o para emitir la declaración, hay un
verdadero spatium deliberandi que no compromete, y durante el cual el llamado se reputa
curador de derecho de la herencia (Art. 1032). Verificada la aceptación, la' cualidad de
heredero se adquiere definitiva e indeleblemente. El heredero beneficiado no es menos
heredero que el puro y simple, ni puede renunciar a la herencia aunque sí al beneficio.
En cuanto a la persona que puede aceptar de este modo, siendo por regla general tal
aceptación facultativa (irrevocable por todos los llamados), hay algunos llamados que
deben aceptar solamente bajo beneficio de inventario: Son ellos los que por su menor
capacidad o por el fin social a que tienden, deben hallarse a salvo del perjuicio que pudiera
causarles una herencia cargada de deudas.
Así, los menores e interdictados (Art. 998), los mayores inhabilitados (Art. 999) y
todas las personas morales o establecimientos públicos (Art. 1000), no pueden aceptar
nunca pura y simplemente.
Concurriendo varios herederos y habiendo entre ellos acuerdo en aceptar, pero
discrepancia en cuanto al modo de hacerlo (Art. 1026), la herencia deberá ser aceptada por
todos con beneficio de inventario, bastando para ello que uno sólo haga la oportuna
declaración.
Para asegurar a esta declaración la máxima publicidad posible, el Código prescribe
que se haga por escrito ante el Tribunal de Primera Instancia en el Código Civil del lugar
donde se abrió la sucesión y se publique en extracto en el periódico oficial o en otro a falta
de éste, y se fijará por edictos en la puerta del Tribunal (Art. 1023). Para garantizar a los
terceros que en el inventario nada se omite u oculta, se prescriben formas rigurosas para su
confección y se castiga con la pérdida de su derecho a quien conscientemente y con mala fe
haya omitido describir un efecto cualquiera perteneciente a la herencia (Art. 1035).
En cuanto a los términos, de acuerdo con el principio de que la facultad de aceptar
prescribe con el transcurso de diez años y con el de que todo interesado puede obligar al
llamado a que se pronuncie en un sentido o en otro, hay que distinguir si el heredero se
halla o no en posesión real de la herencia, pues parece razonable tratar con más rigor a
quien tiene la disponibilidad física de las cosas hereditarias, que a quien no la tiene.
El heredero que tiene tal posesión cuenta con tres meses de plazo (prorrogables por
tres más) desde el día de la apertura de la sucesión o del día en que tuvo noticia de la
atribución de la herencia, para formalizar el inventario (Art. 1027), y cuarenta días,
contados desde que éste se confeccionó, para emitir la declaración si ésta no hubiere sido
emitida con anterioridad (Art. 1029). Si omite una u otra formalidad. En los plazos legales,
se considera aceptante puro y simple y no puede ya invocar el beneficio ni renunciar (Art.
1028
El heredero que no esté en posesión de la herencia ni se haya mezclado en su
administración, cuenta con el plazo de diez años para formalizar el inventario y emitir la'
declaración, porque la facultad de heredar pura y simplemente o con beneficio, subsiste por
todo ese tiempo (Art. 1030). Este plazo puede reducirse, como hemos visto antes, a
instancia de los interesados, por la autoridad judicial, la que puede fijarle un término para
deliberar. En este caso, los términos de tres meses y de cuarenta días comienzan a correr
desde el día que hubiere fijado el juez (Art. 1030).
Es lógico que tales términos no comiencen a correr para los menores, interdictados e
inhabilitados, mientras se hallen en estado de incapacidad. La ley les concede un año a
contar desde la cesación de la incapacidad para hacer el inventario y la declaración (Art.
1031); transcurrido dicho término, pierden también tales incapacitados todo derecho.
Causas de caducidad comunes a todos, son el haber dejado de comprender con mala
fe, en el inventario, bienes de la herencia (Art. 1035), el haber vendido bienes inmuebles
sin autorización judicial o sin observancia de las formas preestablecidas (Art. 1041 del C.
C.); el haber vendido del mismo modo bienes muebles antes de haber transcurrido dos años
desde que se declaró la aceptación con beneficio de inventario (Art. 1042) y, finalmente, el
haber realizado actos de disposición que sean incompatibles con la cualidad asumida (Art.
1038).

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