Está en la página 1de 12

ME HE PROPUESTO HACER LITERATURA NO PERUANA,

MUY CONSCIENTEMENTE1

Entrevista a Enrique Congrains Martin

Por: Giancarlo Stagnaro y Johnny Zevallos.


2006.

Enrique Congrains Martin (Lima, 1932) ha protagonizado uno de los retornos


literarios más insólitos de 2006. Insólito en el sentido de que estamos frente a un
escritor aparentemente distinto del iniciador de la temática urbana en la narrativa
peruana contemporánea, puesto que acaba de incursionar, con tres nuevos libros, en un
campo totalmente alejado del convencional realismo literario: Gallinita portahuevos, El
narrador de historias y 999 palabras para el planeta Tierra. El humor, el absurdo y los
futuros posibles caracterizan esta nueva etapa, quizás la más productiva y la más
entusiástica en cuanto a la propia vitalidad literaria de Congrains se refiere.

Precisamente, iniciamos la conversación por el más reciente de sus libros: 999 palabras
para el planeta Tierra, donde el argumento roza con la ciencia ficción. Una nave
espacial alienígena causa una polémica colectiva entre las naciones de la Tierra, al
encargarles la redacción estricta de un artículo de 999 palabras que describa y
explique la civilización humana. La novela versa sobre nuestra imposibilidad para
ponernos de acuerdo sobre el contenido del texto.

999 palabras… plantea la posibilidad de vida en otros planetas, pero sobre todo a
partir de la búsqueda de inteligencia extraterrestre. ¿Cuál es el sentido de la
aparición en nuestro planeta de la nave editora?

Parto de una cosa lógica. Si se ha desarrollado vida inteligente, es lógico que alguna
inteligencia superior inicie el proyecto de una enciclopedia intergaláctica que incluya a
los planetas con vida inteligente. Por eso, la novela comienza cuando encuentren
planetas con esta característica y lo inviten a poner su página en la gran enciclopedia
intergaláctica.

Al comienzo de la novela hay algo como una pugna en la que se mete Estados Unidos.
Esta nave espacial no tripulada llega al norte de Nazca para invitarnos justamente a
participar en la enciclopedia. Los norteamericanos la localizan con satélites. El
embajador norteamericano se entrevista con el presidente peruano y le dice que se
quieren llevar la nave espacial a Estados Unidos, con la intención de desarmarla y de
extraerle toda su tecnología (aunque esto no lo dice). En compensación, Estados Unidos
le regalará al Perú un submarino nuclear. El presidente peruano rechaza totalmente la
propuesta. Aquí funciona esa idea tan absurda de los estadounidenses para trasladar la
nave a una base secreta, desarmarla y extraerle sus secretos tecnológicos.

Sin embargo, cualquier intento de haber atacado a la nave espacial hubiera podido crear
—esto no se dice en la novela— la destrucción del planeta. A lo que me refiero es que
999 palabras… es una sátira porque hasta los homosexuales quiere que se mencione en
el artículo una pequeña nota a favor de ellos diciendo que el placer erótico se obtiene
tanto por vía heterosexual como por vía homosexual, los gitanos reclaman que se les
1
Entrevista extraída de la página web: www.elhablador.com.
reconozca como nacionalidad, las mujeres arman una cadena en Internet exigiendo que
el artículo sea redactado tanto por hombres y mujeres, etcétera…

Lo que estás mencionando se puede interpretar como que la diversidad cultural


humana es básicamente conflictiva…

Por supuesto, es una de las premisas que fluye de la novela. Creo que si esto se diera en
la realidad, seríamos incapaces de escribir el artículo, porque la nave espacial nos pone
como condición que tenga 999 palabras, que es la cuota para todos los planetas y que se
ha escrito en absoluto consenso. O sea, que no sea escrito desde el punto de vista
occidental u oriental, sino que sea desde el punto de vista que guste a toda a la
humanidad, por ejemplo, que guste a palestinos y judíos (risas).

También podemos plantear otra lectura: hasta tratar de resolver los antagonismos
sociales, económicos, étnicos y culturales quizá sea la utopía absoluta del hombre,
la más imposible de alcanzar. Siempre vamos a estar en permanente desacuerdo…

Hay desacuerdos entre padres e hijos, porque el hijo que se deje llevar por el padre de la
mano se jode. El hijo tiene que romper un poco con la familia, desprenderse o apoyarse
en ella para pegar un salto e ir mucho más lejos. En mi caso, mi madre ultracatólica me
traumatizó cuando me dijo que uno de sus ideales era que yo fuera miembro de la
Acción Católica. Además, yo estudié en los maristas de San Isidro y era consciente de
que los hermanos eran gente que no sabía dónde estaba parada. Españoles pobrísimos
que en realidad se habían metido en la hermandad para huir un poco del hambre de la
guerra civil española. Pero eran unos ignorantes. Me acuerdo haber escrito cuentos en
secundaria, habérselos dado a un hermano y éste, tan cretino, me dijo que les faltaba la
moraleja final (risas). Ahora, yo soy ateo.

Los cincuenta en balance.

Todos los críticos coinciden en que con Lima hora cero se funda la narrativa
urbana en el Perú. Es la primera vez que la ciudad entra en la literatura peruana.
¿Usted comparte esta afirmación?

Sí, pero no creo que yo tenga que llevarme todo el mérito, está repartido con Julio
Ramón Ribeyro (Los gallinazos sin plumas).

Este libro se publicó 2 o 3 años antes, lo cual no le quita el mérito a Ribeyro. Por
ejemplo, en el cuento “Lima hora cero”, se describe la manera en que el migrante
ocupa un terreno. El siguiente, “Los Palominos”, trata sobre la excursión de una
familia de una casa. “El niño de junto al cielo” es el descubrimiento del caos y el
engaño de la ciudad…

Lo que me llama la atención es que estableces una secuencialidad en Lima hora cero,
que de hecho no tuve intención de buscar. Jamás fue idea mía, pero me parece que esa
forma de enfocarla es muy válida y que para mí es todo un descubrimiento. No había
visto esta secuencia, siempre como cuatro cuentos bastante independientes en el
universo de Lima… Ahora, en cuanto a “El niño de junto al cielo”, el cuento
“oficializado”, en el sentido de que aparece en todas las antologías, eso me parece pura
pereza mental de los antologadores, porque para mí no es el mejor cuento. Mi mejor
cuento es “Domingo en la jaula de cera”, que no aparece en Lima hora cero, sino en una
antología del cuento hispanoamericano.

¿Qué tan fuerte ha sido influjo del neorrealismo en estos primeros libros?

Evidentemente fui marcado por dos autores: John Steinbeck (Las viñas de la ira) y
Erskine Caldwell (El camino del tabaco). También veía cine italiano. Sin embargo, creo
que más fuerte era la realidad de Lima en esos años, porque veo en éstos esa mirada
neorrealista, hasta naturalista, para revelar la miseria moral de la gente.

Toda mi obra narrativa constituye en el fondo un rechazo al mundo de clase media de


donde yo provengo. Como anécdota, antes de publicar No una, sino muchas muertes se
la di a leer a mi madre y a mi hermano. Ellos me sugirieron que no lo publicase porque
les pareció una novela demasiado chocante. En el prólogo que hace Mario Vargas
Llosa, dice que es una novela muy fuerte. No creo que ello sea así. Ha pasado mucho
tiempo, pero en el caso de esta novela, el papel de Maruja tiene algo que ver con las
mujeres líderes en los asentamientos humanos.

También hay otro elemento de premonición, esta vez de tipo ecológico. Un gran amigo
mío, Gregorio Martínez, encuentra que “Kikuyo” —no el libro sino el cuento— trata
sobre el reino vegetal en pugna con el mundo humano. Cuando yo lo escribí, la idea de
ecología no existía. De hecho, el primer libro que se escribe en el mundo sobre esta
problemática se titula Primavera silenciosa, de Rachel Carson.

¿Pero hubo alguna suerte de influencia o aspecto que despertó ese interés en la
vida de los migrantes?

No hubiera escrito estos libros si no fuera por la tremenda influencia que yo recibí: la
figura periodística de Alfonso Tealdo. Él creó dos revistas muy importantes que, por lo
menos en mi caso, tuvieron un impacto determinante: una se llamaba Ya y la otra Pan,
publicaciones de crítica social muy avanzada. El cuento “Lima hora cero” está inspirado
en una nota que sale en Ya acerca de una invasión junto al Rímac. Eran revistas en los
antípodas de Etiqueta Negra o Gatopardo. Otra figura capital, que se portó muy
generosamente conmigo, fue Sebastián Salazar Bondy. Él y Juan Mejía Baca me
apoyaron mucho para promover mi obra.

Ambos vendían tus libros…

Mejía Baca sí, pero estoy hablando de él como promotor cultural. Cuando llega Borges
a Lima, Mejía Baca, en una iniciativa inconcebible para un librero de esa época, reúne a
un grupo de escritores, entre ellos yo, y nos reunimos con Borges en la cafetería que
quedaba en la esquina de la librería de Juan Mejía Baca, en los jirones Azángaro con
Cusco, mirando hacia el parque Universitario.

¿Y todo ese movimiento era en el Centro de Lima?

Sí, en el bar Palermo he conocido y he estado con Alejandro Romualdo, Pepe Bonilla,
Carlos Eduardo Zavaleta. En esa época todavía estaban los del grupo Narración:
Eduardo Gonzáles Viaña, Juan Morillo…
En el momento de la escritura eras metódico o tenías también tu momento de
relajo, te ibas a hacer tertulia…

Nunca he sido bohemio, por razones de salud. Soy asmático, el trago me hace mucho
daño. Siempre llevaba una vida muy metódica y sana gracias al asma.

Otra labor de promoción ocurrió con los diarios, que empezaron a escoger a los
jóvenes escritores de entonces. Lo llamativo es que se propusieron ideas de
avanzada en medios supuestamente vinculados a la oligarquía de entonces…

En efecto, los medios se abrieron a esta nueva promoción de escritores, intelectuales y


pensadores. Se da con el caso de Salazar Bondy y Zavaleta. Proponían ideas mas
abiertas frente al momento que se vivía en ese entonces, la generación de José Luis
Bustamante. Lo conversaba con Zavaleta y él me decía que era curioso porque en la
prensa entraba gente vinculada con ideas más o menos progresistas, pero a través de
esta gente empezaba a emerger autores. Es mi caso, Zavaleta (La Prensa), Vargas Llosa
(La Crónica) y Ribeyro (El Comercio).

Increíblemente, yo empecé publicando cuentos en La Crónica. Cuentos de los que ahora


reniego porque eran subliteratura, pero, sin embargo, en la edición dominical me
abrieron las puertas. En ese entonces, estaba en el colegio; publiqué cuentos
humorísticos y un cuento de horror, que me los pagaron. Como dije, a quien le interese
investigar el clima de los años 50 debe buscar en una hemeroteca las revista Ya y Pan,
experiencias que nunca más se han vuelto a dar, que no le paraban bola a la cuestión
literaria, pero sí pura investigación y crónica periodísticas.

Una Lima que ya fue.

Hablamos de la configuración de un imaginario literario a partir de los medios de


masas. En este caso se repite el fenómeno visto en 1900 y 1920: promociones
literarias asociadas a la emergencia de ciertos factores sociales, en este caso,
medios de masas y migración, que a la larga cambiarían el rostro de Lima…

Jamás los limeños se imaginaron el traslado masivo de medio Perú a Lima y de


convertirse en una ciudad de 7 u 8 millones de habitantes, donde la mayoría no son
limeños. Creo que nadie lo imaginó, ni siquiera yo. No se veía como preocupación ni
como algo amenazador para la estructura sociológica o social de la Lima tradicional. No
era un fenómeno sociológico que estuviera en la cabeza de la gente. Era todavía algo
muy incipiente. Es como decir que cuando se establecen las primeras tiendas en
Gamarra, alguien hubiera podido prever su crecimiento explosivo; al igual que cuando
comienzan a llegar en 1870 esclavos chinos, nadie pudo imaginar la cultura chifa limeña
o peruana o costeña, igual que en este momento estamos viviendo con fenómenos
debajo de nuestras narices de los cuales no podemos prever la envergadura que puedan
tener de acá a 50 años.

Lo que sí se ha mantenido en estos 50 años es que Lima ha crecido, pero las condiciones
de vida se mantienen casi similares. A diferencia de que ahora ha surgido una serie de
urbanización media informal que ha deformado un poco los proyectos urbanísticos de
Lima y los crecimientos de una ciudad de manera mas ordenada. No se ha llegado a un
consenso social.
Ejemplo: he estado en Chincha hace poco y me he enterado de algo que me ha dejado
absolutamente patas arriba: en esta ciudad existen 11 canales de televisión y en Nazca,
4. Aparentemente uno puede montar un canal de televisión con 10 mil soles. Acabo de
estar en un canal de televisión de Nazca, donde me hicieron una entrevista: es una sala
con una cámara, una mesa con un par de sillas y punto final. Ahora ya no se necesitan
los grandes estudios de antes. Lo más fastidioso sería la licencia, pero creo que la
regalan. Once canales de televisión para una ciudad como Chincha es absurdo, aberrante
e ilógico. Es la informalidad absoluta.

¿Tú ves así el país? ¿Se ha informalizado en estos 50 años?

Al mismo tiempo, y tomando en cuenta que vengo de residir durante 14 años en Bolivia,
noto que el Perú es cada vez más formal. Lima es cada vez una ciudad más formal. Me
llama la atención que los taxistas me obliguen a ponerme el cinturón de seguridad, cosa
que no existe en Bolivia. Toda una serie de síntomas que están acercando a Lima a
estándares chilenos, donde las cosas se hacen como deben hacerse, a pesar de que soy
antichileno.

¿Crees que hemos pasado por una especie de montículo histórico-intelectual? ¿Una
involución?

De hecho. El producto de muy buena parte de la televisión. Estoy absolutamente


convencido. La crisis económica también ha creado mucha movilidad social. Además,
de qué crisis económicas hablan cuando la inmensa mayoría de peruanos de provincias
que se han asentado en Lima de hecho han progresado económicamente: Villa el
Salvador, Los Olivos o Comas, en lugares donde antes no había absolutamente nada.

Razones de exilio.

En todo este tiempo, ¿cómo veías el panorama literario del Perú fuera de él?
Dejaste de escribir, te alejaste de todo… ¿Qué tal te fue en esos años de interregno
fuera de Lima?

Curiosamente me aparto del mundo literario peruano, pero jamás de la lectura.

¿Las razones de tu exilio fueron personales o ideológicas?

Me he hecho esta pregunta muchas veces. Creo que ha habido mucho afán exploratorio
y mucha intuición de supervivencia. Soy muy consciente de que si me hubiera quedado
a vivir en el Perú, hubiera terminado muerto por cualquier operación represiva. Para mí,
tanto o mas que la literatura, la actividad política ha sido un polo de atracción muy
fuerte. Descubrí que en el Perú no podía vivir sin actividad política. De quedarme,
hubiera sido senderista y, de hecho, hubiera muerto, porque yo no era de los me
quedaba boca a boca, sino de los que pasaba a la acción.

Eso fue noticia en su momento…

Pero claro. Se asaltó una sucursal bancaria que quedaba en la Universidad Agraria de La
Molina. Todos los que participamos, directa o indirectamente, como fue mi caso,
caímos presos.
¿Era para recaudar fondos?

Estuve metido en el asunto tangencialmente. Se trasladaron armas de Chorrillos a La


Victoria, una semana antes del asalto. Yo no participé, no me dejaban. Había dos
motivaciones muy claras: una era recaudar fondos para una acción guerrillera y la otra
era unir a diferentes micropartidos de izquierda pequineses en una acción conjunta. Sin
embargo, el asalto fue un fracaso.

¿Y estuviste encerrado?

Tres meses en la carceleta del Palacio de Justicia.

¿Te interrogaron?

Sí, pero fui el último en caer. Cuando me atrapan, descubro que la Policía sabía todo el
rollo. No me tuvieron que sacar nada más.

¿Y en ese momento te vas del país?

Después de eso salgo con libertad condicional. En 1963, me voy, aunque anteriormente
ya había viajado. He pasado ¾ de mi vida adulta fuera del Perú: México, Cuba,
Venezuela, Colombia, Argentina, Chile. Me considero, más que peruano,
latinoamericano. Creo que muy pocas personas pueden decir eso.

Nueva narrativa.

Después de estar adscrito a una vertiente realista, ¿cómo pasas a escribir estas
nuevas novelas?

Dejo de la narrativa cerca de 45 años, pero no dejo de escribir, ni editar ni de leer. He


escrito unos 50 libros de temática general: culinaria, salud, medicina popular, muchos
libros pedagógicos, literarios… He vivido básicamente como editor, ese ha sido mi
ganapán. También he sido profesor.

Siempre se ha hablado que tú vendías libros cuando eras joven…

La prueba está en este libro (señala el que tiene Johnny Zevallos). Se lo vendí
personalmente a esta persona, cuando tenía 20 años.

¿Cómo se produce tu reingreso a la literatura?

Vuelvo a ella a través de una obra menor, inédita en este momento, llamada Gallinita
portahuevos, un juguete literario, un contrapunto hombre-mujer en torno a la relación
personal de ellos, que comienzan con mucho antagonismo y concluyen enamorándose.
El libro en sí es muy bonito y lo publicaré el año entrante. Es a todo color y contiene 56
manualidades hechas por esta pareja. Acá hay una manualidad y aquí esta el comentario
de él y después el de ella, a manera de contrapunto sobre su relación y cómo va
evolucionando. Además, yo aparezco porque los contrato para que me hagan el libro de
manualidades. Ellos me juzgan a mí como editor. Es un libro de lectura muy breve,
porque son 56 introspecciones y la gracia está en que ellos terminan conviviendo porque
tienen que trabajar juntos haciendo las manualidades. El hecho de trabajar juntos,
hombre y mujer, es toda una invitación a pasar de lo laboral a la posición horizontal (
risas ).

Gallinita porta huevos es una novela corta. Ellos dos son estudiantes de la Universidad
La Cantuta y ambos viven en pueblos jóvenes de Chosica. Ellos van una vez por semana
a mi departamento de San Isidro para entregarme las manualidades que han hecho y las
explicaciones de cómo deben hacer el futuro lector para desarrollar la manualidad. En
cuanto al título, es la primera manualidad que ellos hacen: una canasta forrada
acolchada para poner huevos, pero también funciona una doble lectura.

¿Has diseñado Gallinita portahuevos como un libro objeto?

Claro, porque el espacio que ocupan las manualidades, es mucho mayor que el del texto.
Cada introspección cuenta con determinado número de palabras. Al mismo tiempo, hay
toda una trayectoria de dos desconocidos que terminan siendo marido y mujer. En la
realidad, cuando yo los contrato ya son pareja, pero e imagino lo que hubiera pasado,
porque es bien jodido hacer un viaje de Chosica a Lima un vez por semana y estar
sentados en la combi y no llegar a cierto grado de afinidad. Además, para hacer la
manualidad, tenían que trabajar una semana en la casa de él y otra semana en la casa de
ella. A lo laboral se aúna lo erótico. Además, quien asume la iniciativa sexual es ella en
cierta forma.

¿Te gustan los personajes femeninos? ¿Son poderosos en tu caso?

En El narrador de historias, el personaje femenino es muy importante. Es una novela


concebida hace 10 años, con primera versión incompleta y una segunda reescritura. No
es una novela peruana, argentina o argentina-chilena.

Comienza con un preámbulo muy alegórico: se está jugando final de la Copa del Mundo
entre Argentina y Chile en el Estadio Nacional del Perú. A este partido clave asiste
Dios, el Dios católico, acompañado por Buda y Giordano Bruno, por recomendación del
arcángel Gabriel. Dios esta disfrazado de anciano pobre. Frente a él está Satanás, que
quiere que Argentina o Chile sufrieran una goleada, porque Satanás quería enfrentar a
ambos países, pero el partido termina en empate.

¿Y no se van a penales?

Hay una falla en cuanto a la estructura futbolística. Satanás asiste acompañado por
Francisco Pizarro, Torquemada, Hernán Cortez (yo soy muy critico de la conquista
española, soy antihispanista), Escrivá de Balaguer, George W. Bush y Adolfo Hitler.

Como has señalado, este es sólo el preámbulo de la historia de El narrador…

Los hechos se sitúan en el año 2075, cuando Paraguay ha sido absorbido por Brasil y
Bolivia ha sido integrada a Argentina, por lo que desaparecen como naciones
independientes. Esto ha creado un desequilibrio geopolítico perjudicial para Chile, que
ocupa la provincia de Mendoza en un guerra relámpago, sin muertos ni heridos, y
plantea la siguiente figura a los argentinos: les devuelvo Mendoza, pero que Bolivia siga
siendo independiente, que Argentina no crezca tanto. Cuando está a punto de ocurrir
una verdadera guerra en serio entre Argentina y Chile, las Naciones Unidas convierten a
Mendoza —el departamento de Mendoza en jerga argentina— en un protectorado, o
sea, una tierra neutral que no es ni argentina ni chilena. Este es el marco histórico
ficcional de la novela.

La industria editorial ha muerto, ya nadie lee libros, no se editan. Sin embargo, los
libros antiguos adquieren precios monstruosos porque hay una elite que comienza a
revalorarlos justamente porque han desaparecido. La narrativa oral comienza a cobrar
auge. El personaje del narrador de historias es un pata de origen boliviano, pero de
nacionalidad argentina, que se gana la vida narrando un cuento real: “La pata del mono”
, de W.W. Jacobs. Él arriba a Mendoza. Para todo esto, ha ocurrido otro fenómeno:
Argentina ha resuelto sus problemas económicos alimentando a la India , dándole carne,
trigo y maíz. A cambio de eso, la India ha conseguido que Argentina abra las puertas a
la migración. El país se está llenando de emigrantes hindúes que, además, se están
llevando de encuentro a los verdaderos argentinos. Los porteños de plata comienzan a
irse de Argentina. He recogido un poco del éxito que tuvieron los japoneses y los chinos
acá en el Perú.

Aunque eso está pasando en Argentina. Han emigrado coreanos y otros orientales,
aunque los locales desconfían bastante de ellos…

Recuerdo que cuando visitaba los colegios acá en el Perú, observé que en la unidades
escolares los primeros puestos estaba ocupados por los chicos peruanos de apellido
japonés, más que de apellido chino. Los hindúes comienzan a triunfar en Argentina
porque tienen una ética diferente a la latinoamericana. Además, van a argentina a
romperse, a trabajar, no a bailar tango ni ver a River.

La novela sucede en 5 días. Cayetano Cómpanis, el narrador de historias, llega al


protectorado de Mendoza, contratado por la Universidad del Cuyo a contar su cuento.
Pero cuando formalizan el contrato, el director cultural de la universidad les pone una
cantidad de exigencias absurdas, en el sentido de que no utilice su presentación publica
para hablar de política, ni para cuestionar a Chile ni cuestionar al protectorado de
Mendoza. En pocas palabras, le dice a Cómpanis: pórtese bien, no meta nada de
política, no meta la pata.

Además, le dice que todas las universidades importantes están conectadas y que artista
que meta la pata políticamente es segregado por toda la red. Ahora, Cómpanis jamás se
metía con la política. Recibe esto como un pedido muy insólito, pero descubre en el
periódico que en la víspera de su presentación hay un filósofo catalán que ha sido
contratado por la Universidad del Cuyo para que dicte una conferencia que se llama
pensar a partir del punto cero. El catalán es una mezcla, un híbrido de Michel Foucault,
Noam Chomsky y Abimael Guzmán (risas).

Cómpanis asiste a la conferencia de este catalán, una charla absolutamente filosófica.


He hecho algo nunca realizado la literatura, que es escribir a lo largo de 70 páginas una
conferencia filosófica. A ella asiste el obispo de Mendoza y el rector de la universidad,
que nunca jamás asistían a un acto cultural, algo insólito. Este filósofo pone todos los
principios oficiales patas arriba, o sea, arremete absolutamente contra todo. Mientras
dura la conferencia, él invita a que el público participe. Se toman temas de arquitectura,
la homosexualidad, la homofobia. Sin embargo, Cómpanis descubre de que hay toda
una incoherencia entre la conferencia entre el catalán con lo que le han pedido a él. Se
las arregla para hablar con el filósofo a la salida de la conferencia y pedirle una reunión,
un desayuno de tú a tú, porque él quiere esclarecer como a él que nunca ha tenido
participación política le dicen eso y como el catalán se despacha. Además, traer un
catalán de mucha importancia en la contra filosofía para que pronuncie una conferencia
entre 80 estudiantes, algo que pasa desapercibido completamente en Mendoza, es
absurdo.

Cómpanis consigue que el catalán le acepte el desayuno al día siguiente en el mejor


hotel de Mendoza, donde lo ha alojado la universidad. Pero antes, en la conferencia, él
se sube al proscenio y le pide al público que al día siguiente asistan a su representación
de “La pata de mono”. Una arquitecta chilena se muestra muy interesada en la
performance del narrador, al igual que otros dos muchachos. Cayetano los invita a
cenar. Van a un lugar abierto hasta la madrugada y comienzan a analizar la conferencia.
Descubren que hay un complot en marcha y un elemento policial: descubren un
asesinato antes de que ocurra. Estos chicos estudiantes —él tiene 21 años y ella, 17—
son convivientes. La chica posee un altísimo coeficiente intelectual, es una geologista
prodigiosa. Él es estudiante de sociología. Terminan durmiendo en el cuarto del hotel
del narrador de historias, porque era la única forma de poder asistir a las 8 de la mañana.

Al día siguiente, el trío llega al hotel, pero sólo él entra. Consigue que el catalán acepte
la participación de estos dos amigos, o sea, son tres conversando con el filósofo. Hay
una parte muy importante de la novela en la que se da muchas versiones geopolíticas de
confrontación Occidente-Oriente. Por ejemplo, Cómpanis plantea que lo que ha
ocurrido en Mendoza es la primera guerra entre Estados Unidos y la India a través de
Chile y Argentina.

Un poco repitiendo el esquema Francia-Inglaterra en la guerra entre el Perú y


Chile…

El momento geopolítico me interesa mucho. En la novela aparece como marco, un


fondo que se comenta. El catalán llega a la conclusión de que sí hay elementos
rarísimos, pero le están pagando la puta plata por la conferencia.

El desayuno es constantemente interrumpido por un hindú que trabaja en la universidad


y considera que el catalán es propiedad de la universidad. El desayuno se prolonga hasta
las 11 de la mañana y el catalán finalmente tiene que asistir al almuerzo, porque el
hindú le refriega que si no asiste al almuerzo, no le pagarán. Además, el catalán tiene
que tomar el avión en la noche para regresar a España,

Pero en ese tiempo, en Madrid (España) asesinan al líder político chileno más
importante de izquierda, un tal Ramón Parran, cuyo único apoyo que tenía era el
catalán. Prácticamente lo sacan para poderlo asesinar al chileno en España sin que
ocurra ninguna voz importante

Y la conferencia era de una manera de comprar su silencio…

No, de conseguir su silencio por sacarlo de España. A todo esto, en Chile ocurren
disturbios muy importantes por la muerte de Ramón Parra, que es como decir —no me
gusta la comparación— un Haya de la Torre. Era presidenciable, además.
Pero este líder de izquierda se opone a la guerra…

Sí, pero eso no aparece porque ni siquiera el líder chileno figura en la novela. Termina
la reunión, los chicos tienen que irse, pero la policía agarra al chico acusándolo de
posesión de droga. Lo llevan a una comisaría y a las 2 horas aparece ahorcado. A la
chica, un camión de la Coca Cola la atropella.

Es una novela de espionaje…

Es todo un thriller policial. Al día siguiente, el narrador hace el espectáculo. Él esperaba


20 asistentes, sólo van 8, lo cual es un baldazo de agua fría, nunca había tenido menos
de 20. Entre los asistentes figuran la chilena y dos hermanos: un varón y su hermana,
que es una chica con una perturbación mental. Ante la sorpresa de tener 8 personas,
Cómpanis decide hacer un experimento. Él ha popularizado a lo largo 10 años el cuento
de Jacobs que es conocido por todo el mundo, por lo que verifica que los ocho asistentes
conocen el cuento.

Entonces, les propone a los asistentes contar el cuento en ronda. Él comienza a contar el
cuento hasta cierta parte y el que quiere de los ocho levanta la mano y cuenta el tramo
siguiente. Cada uno se tapa la boca para decir he terminado y que otro siga la narración.
En otras palabras, el cuento que relataba como artista individual es contado
colectivamente. Pero, de improviso, la chica con la perturbación mental deforma el
cuento y lo horroriza mucho más de lo que ya tiene. Y al final, la chica hace una crisis
psicótica.

El hermano la tiene que llevar al hospital y se queda el narrador de cuentos solo con la
chilena. Cómpanis va al hospital por un acto de responsabilidad, como sintiendo que su
cuento ha ocasionado esto, pero de repente cae una lluvia de periodistas. Para esto, las
enfermeras estaban sobornada por los periodistas para informar de cualquier caso
insólito así como un policía puede estar sobornado por los periódicos chichas para
informar de cualquier accidente calamitoso. Total, los periodistas comienzan a acusar a
Cómpanis. Luego de librarse de los periodistas, el narrador de historias y la chilena
terminan en la cama. A todo esto hay un elemento que no les he contado: en Chile se ha
creado la iglesia católica nacional que ha canonizado a Pinochet (risas).

¿San Augusto?

También hace milagros. Al día siguiente, el narrador y la chilena soportan otra lluvia de
periodistas, pero Cómpanis llega a la conclusión de que lo van a matar y se fuga de
Mendoza. La chilena lidera un grupo de extrema izquierda. Había sido amante de Parra.
Ha huido a Mendoza porque un miembro de su grupo clandestino ha caído en manos de
la Policía. Hay un riesgo que lo hayan obligado a cantar pero él no suelta nada. Lo
torturan en el cuarto de los alaridos (una metáfora muy bonita). La chilena está en
Mendoza con un nombre supuesto. Ella es bisnieta de un importantísimo escritor
chileno, Manuel Rojas.

En el nivel de intriga política funciona como una novela que denuncia una guerra
imperialista. En eso se inscribe el petitorio de los pueblos indígenas que
mencionas…
El catalán propicia un movimiento junto a una organización ecuatoriana para una
indemnización de España y Portugal por los daños de la invasión, conquista y
explotación de América. Están consiguiendo firmas en toda América Latina a través de
organizaciones para interponer, ante la Corte Internacional de La Haya esta demanda de
indemnización que deben pagar Portugal y España a los pueblos indígenas.

Al final de la novela, Manuel Rojas logra terminar el túnel y, con la colaboración de


todo un aparato político, penetran debajo del mausoleo de Pinochet y lo vuelan.

Balance final.

¿Regresas al Perú, te vas a instalar acá?

Es mi intención.

¿Vas a seguir escribiendo?

Tengo en proyecto 5 novelas más.

¿Ya las estás trabajando?

No (risas).

Pero también en esa línea…

Sobre todo en la de 999 palabras para el planeta Tierra.

Dices que es una alegoría, no ciencia ficción…

Me he propuesto hacer literatura no peruana, muy conscientemente. No me interesa más


la problemática local.

¿Y a qué crees que se deba ese cambio de no hacer literatura peruana


conscientemente?

A dos factores. Primero, a que mi estancia en tantos países latinoamericanos me ha


vuelto realmente latinoamericano. En segundo lugar, me parece que esta es una etapa
que de alguna manera tenía que superar, aunque debo reconocer que funcionó en esos
años. Ahora, tengo otras preocupaciones.

¿Crees que pueda haber mayor empatía de los jóvenes con tus nuevos libros?

Posiblemente, pero eso es una especulación.

Tu trayectoria es bastante inusual dentro de la narrativa, dado que por lo general


ahora vivimos en otro horizonte distinto al de 1950. Ya que la industria editorial
ha generado nichos importantes, ¿estarías dispuesto a una reedición de tu obra?

Creo se podría publicar un volumen con mis cuentos, incluyendo necesariamente


“Domingo en la jaula de esteras”.
¿Cómo ves a la literatura peruana desde lejos y desde acá, ahora?

Me parece que hay una figura que opaca un poco a todos los demás, que es la de Mario
Vargas Llosa. Me parece que la literatura peruana ha agarrado bastante prestigio gracias
a Vargas Llosa y Bryce. Creo que hay una utilización de ese prestigio y esto que no
salgo por parte de Jaime Bayly.

Digamos que otros están capitalizando el prestigio de estos escritores. Abusando


incluso, pero capitalizando. De la narrativa peruana actual, lo que más me gusta es
Gregorio Martínez

¿Venimos asistiendo por fin a una ampliación del campo literario, a una diversidad
de propuestas?

Estoy absolutamente convencido de que en el Perú nunca más se volverá a escribir a lo


Ciro Alegría o a lo Arguedas. Eso no se dará nunca más en la literatura peruana.

¿Pero no crees que el paradigma de Vargas Llosa esté un poco en declive? Eso se
siente con los epígonos y no se percibe su diferencia con el original…

Diría que hay un desgaste, por ejemplo, que se comprueba en Travesuras de la niña
mala. Además, es un título muy poco afortunado en relación con las grandes novelas de
Vargas Llosa: Conversación en la Catedral, La ciudad y los perros y La tía Julia y el
escribidor. A más oficio (Vargas Llosa publica cada año), tal vez menos temática
trascendente.

Tu caso es también el de un escritor que escribe desde fuera…

Esto contribuye más a un mosaico que a una unidad. Es el caso de Eduardo Gonzáles
Viaña o el mismo Gregorio Martínez y tantos otros. Todos tuvieron que salir. Y eso
implica abrirse a nuevos flujos. Por qué cerrarse a esa mirada demasiado peruanista de
la literatura peruana. Trato de abrirme, no sé cómo lo vean, pero creo que lo estoy
logrando.

También podría gustarte