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1
“Katherine y ellas”, Marcha, Montevideo, 8 de agosto de 1939. En Onetti, Juan Carlos, Réquiem por
Faulkner y otros artículos, Montevideo – Buenos Aires, Arca – Calicanto, 1976.
2
“Propósitos de año nuevo”, Marcha, Montevideo, 30 de diciembre de 1939. Ibidem.
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3
Remito para esta expresión a Shulamith Firestone, en su artículo “El amor”, texto demasiado marcado
por la barricada pero con planteos intuitivos audaces y valiosos. En Vianstok, Otilia [selección y prólogo],
Para la liberación del segundo sexo, Bs. As., De la Flor, 1972.
4
“La literatura femenina en Sud América”, El Hogar, Bs. As., n°588, 1921.
5
Seco, Manuel, Olimpia, Andrés y Ramos, Gabino, Diccionario del español actual. Madrid, Aguilar, 1999.
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6
Ibidem.
7
Horkheimer, Max y Adorno, Theodor W., Dialéctica del Iluminismo, Bs. As., Sudamericana, 1969.
8
Es notable cómo Lukacs ignora el género lírico, la poesía. Es que el culto a la objetividad no sabe qué
hacer con ella. A eso tal vez se deban las carencias de la teoría literaria sobre el tema. Con excepción de
las teorizaciones del formalismo ruso (que, aunque son extraordinariamente valiosas, ignoran el
problema de la subjetividad), la poesía es la gran ausente de la teoría literaria y los programas
académicos. Lukacs la ignoró, el propio Bajtín resolvió rápido y mal el problema, acusándola de
“monológica”. La impugnación de la subjetividad en la poesía, algo actualmente de moda en muchos
poetas, puede leerse como un síntoma de la incomodidad que la subjetividad del género provoca. Porque
incluso esa poesía voluntariamente objetivante encuentra su potencia en una fuerza lírica que levanta el
yo como poderoso consructor de mundo y de lenguaje. Desde una perspectiva femenina, en cambio,
tanto poetas como teóricas aportaron otra comprensión, tal como se ve en Cixous o Kristeva.
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Drucaroff, Elsa, Mijaíl Bajtín, la guerra de las culturas, Bs. As., Almagesto, 1995, p.91.
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Es fuerte en Lukacs y en tantas teorías y expresiones artísticas masculinas la nostalgia por una
Arcadia perdida. El psicoanálisis la lee como nostalgia de la madre, de una infancia previa al
descubrimiento de lo incomprensible: la diferencia, el sexo de la madre que la cultura (el inconsciente,
dice el psicoanálisis) y el lenguaje sólo representan como cero, abismo. Para la filósofa italiana Luisa
Muraro esta nostalgia remite a mucho más: a un orden simbólico maternal que garantizaba la
experiencia del mundo y que, despreciado y desechado por la cultura durante el tránsito edípico, se
vuelve el refugio perdido. “No es que no vuelva porque me he olvidado, es que perdí el camino de
regreso.” (J.M.Serrat).
11
Lukacs, Georg, Teoría de la novela, Bs. As., Grijalbo, 1970. P. 338.
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Muschietti, Delfina, “Mujeres, feminismo y literatura”, en Montaldo Graciela [directora de tomo],
Yrigoyen, entre Borges y Arlt (1916-1930), Historia Social de la Literatura Argentina dirigida por David
Viñas. Bs. As., Contrapunto, 1989, p.140.
13
“Es como si pocos elegidos hubieran comprendido y admirado su obra: Borges, Edgardo Cozarinsky,
Enrique Pezzoni y Francis Korn”, dijo Adolfo Bioy Casares de Silvina (“Adolfo Bioy Casares. Yo y mi
chica”, entrevista de Elsa Drucaroff en El Planeta Urbano, N°5, Bs. As., febrero de 1998.
14
Ulla, Noemí (selección y prólogo), Silvina Ocampo, La continuación y otras páginas, Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina, 1981.
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Autoridad de madre.
El poder en esta cultura se define como impotencia del dominado, ser
poderoso supone el no poder de los otros. Lo que la objetividad pide al narrador
autobiográfico es que domine a su personaje, que no lo deje expresar su
sentimiento para salvar la obra del sentimentalismo. Pero la escritura de los
sentimientos no se limita a dejar hablar al yo personaje, también es una relación de
poder. Autor o autora despliegan su poder sobre eso que crean. Y sin embargo es
otro tipo de poder. ¿Un poder que no produce el no-poder del más débil? ¿Tiene
sentido? Lo tiene. Se trata de una relación tan misteriosa como posible y cotidiana,
15
Gusmán, Luis, “Prólogo”, en su: El Frasquito, Bs. As., Legasa, 1984, p.14.
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la cultura patriarcal la mistifica para no tener que pensarla, para poder, en el fondo,
despreciarla: la relación materno- filial.16
En su obra, Mijaíl Bajtín también levanta la totalidad como valor, su
influencia lukacsiana es innegable. Sin embargo, el modo en que concibe esta
totalidad depende de otras cosas. Allí donde Lukacs ponía la Idea, Bajtín introduce
un sujeto concreto, humano, al que llama simplemente Autor; allí donde estaba el
personaje queda el personaje, y la totalidad, la completud sobre lo internamente
incompleto e imperfecto se realiza desde la relación asimétrica, de poder, del autor
hacia el héroe.
En la metafísica de Lukacs, la idea totalizadora era la esencia y el objeto, la
sustancia sobre el cual la esencia actuaba; la idea era el “espíritu” y el objeto, la
“materia”; la idea –la forma novela- era forma ética que conformaba a la vida –el
héroe en conflicto con su entorno. Sin cambiar gran cosa, siendo ya el crítico
literario oficial del estalinismo, Lukacs maquilló este esquema de “materialismo” y
creó la nueva versión, el “realismo socialista”. La oposición sujeto (espíritu,
esencia) – objeto (materia, sustancia) se mantiene, sólo que invertida: ahora lo
que proyecta la forma es la realidad, la materia, su “verdad” (garantizada por el
método del marxismo – leninismo). Esta “verdad” se objetiva, se refleja en la
obra.17
El que realmente dinamita este esquema es Bajtín: al introducir sujetos
humanos en la dupla de oposiciones todo cambia. La asimetría y el privilegio se
mantienen, el Autor conforma al personaje, pero se abre una perspectiva inédita:
las Ideas no intercambian, no escuchan, no sienten, no vacilan; los Autores, sí.
Mientras crea a su personaje en crisis e incompleto, el Autor puede dialogar con él,
y en un diálogo hay dos que hablan y dos que escuchan, no uno solo. Mijaíl Bajtín
postula una relación entre Autor y personaje donde el primero tiene la última
palabra y sí, lo totaliza, pero antes ha tenido que vivenciar amorosamente a su
héroe para construirlo y la totalización deja a ése que fue su hermano internamente
incompleto, viviente. Dos momentos, entonces, “vivencia” y “extraposición”,
conforman en Bajtín el proceso creativo. 18 Si falla el segundo, el Autor queda
confundido, pegado a su personaje, y nace el texto quejoso y autocompasivo. Si
falla el primero, los personajes se vuelven estereotipos totalizados y muertos, nada
tienen de imprevisible para decir porque han sido enmudecidos antes aún de nacer.
Por el simple hecho de reemplazar la abstracta Idea por un ser humano
(atravesado entonces por los discursos del sexo, el género y la clase, de la
historia), Bajtín transforma la incompletud interna de la obra de arte que Lukacs
pretendía en algo que ya no puede llamarse “objetividad”. No hay más oposición
sujeto-objeto, ambos son sujetos en relación amorosa, donde uno tiene autoridad,
pero –dice literalmente Bajtín- el otro es autorable. Hermoso poder éste donde
alguien asimétrico y dominante, capaz de dar la vida y la muerte a otro, usa su
superioridad para volver al débil potencialmente igual de fuerte.
16
La filósofa feminista italiana Luisa Muraro es la que plantea la autoridad de la madre y su orden
simbólico, en El orden simbólico de la Madre, Madrid, horas y HORAS, 1994. Leídos con rapidez, sin
embargo, sus planteos corren el peligro de entenderse como nueva idealización de la mujer madre. No
es esa la intención de Muraro. Como aclaró muchas veces, no se refiere en su libro a las madres
concretas que tan a menudo se subordinan a la ley del padre o utilizan sus poderes con solapadas tretas
de débil, sino a una relación materna que existe como función clave para la especie humana, para su
constitución como sujetos de este mundo, relación que la mujeres se transmiten entre ellas (de madre a
hija, de madre biológica a madre adoptiva) en un pasaje simbólico que la cultura patriarcal ignora. Todo
esto con independencia de cuán a la altura de esta función estén las personas adultas que la encaran.
17
Lukacs, Georg, Significación actual del realismo artístico, México, Era, 1963.
18
Bajtín, M. M., “Autor y personaje en la actividad estética”, en su: Estética de la creación verbal, Bs.
As., Siglo XXI, 1982. Véase también mi lectura en relación con los pronombres de Benveniste en “Sobre
el autor y el personaje: una teoría de las relaciones humanas”, Mijaíl Bajtín. La guerra de las culturas,
op. cit.
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Mujeres que escriben sobre ellas mismas: un derecho, más que una
condena.
El concepto de autoridad de la Madre de Luisa Muraro aporta profundidad
nueva el dialogismo de Bajtín; la objetividad como valor vuelve a quebrarse pero
ahora con nuevas consecuencias. No es el único aporte de las teorías feministas a
la teoría literaria. Además de otra concepción de los sujetos, con Luce Irigaray
ingresa otra concepción del lenguaje. Si pensamos específicamente en una Autora y
su personaje, encontramos a una mujer creadora que usa, igual que un hombre, el
lenguaje, pero a diferencia de él, se ve forzada a utilizar una herramienta incapaz
de nombrarla a sí misma.
Hueco, agujero negro, misterio, el otro sexo, diferente del homo-sapiens, el
que nunca se dibuja siendo mona e irguiéndose, ni se imagina creando en la piedra
a los bisontes de Altamira, el que sólo tiene aparato reproductor, porque nunca
aparece en los dibujos médicos del sistema digestivo o muscular, el que no tiene
nombre, la “varona” sin pene tomada de una costilla, el cuerpo no-normal. Luce
Iigaray demostró con extraordinario rigor la complicidad fundamental entre
lenguaje, logos y patriarcado. 19 Ser mujer y escribir, entonces, no sólo supone
asumir el riesgo de volver pública la palabra privada que nació en nuestro corral, 20
sino también radical incomodidad con el lenguaje que hay que usar, alienación y
negación de sí misma. Y sin embargo escribir salva. Porque el arte es capaz de
hacer trizas el lenguaje y el logos, experimentar con eso único que tenemos, igual
que los hombres, aunque, a diferencia de ellos (para citar la fórmula de Irigaray),
no estemos exiliadas del lenguaje sino dentro de él. Por eso, con una carga de
obligatoriedad programática que me parece peligrosa, Helène Cixous se entusiasmó
creyendo que una literatura vanguardista que se alimentara sembrando el caos en
el corral de lo subjetivo, royendo con furia los límites del lenguaje, podría
“recuperar” a la mujer libre que el patriarcado oprimía. Como si hubiera mujer libre
19
Irigaray, Luce, Speculum. Espéculo de la otra mujer, Madrid, Saltés, 1984.
20
Sobre este riesgo, ver Weigel, Sigrid, “La mirada bizca: sobre la historia de la escritura de las
mujeres”, Ecker, Gisela [editora], Estética feminista, Barcelona, Icaria, 1986.
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en algún lado, como si una esencia intacta nos esperara a todas, milenaria, desde
el fondo de la historia humana.21
Es fundamental que estos aportes teóricos y políticos no se vuelvan cárceles
nuevas, ahora impuestas por nosotras a nosotras mismas. Quiero terminar por eso
precisando algunas conclusiones.
1) Las mujeres tienden a escribir de lo íntimo y personal con más
frecuencia que los hombres. Esto merece valorarse porque, como demostró la
producción teórica feminista, “lo personal es político”, los sentimientos y la
subjetividad son espacios donde se juega el poder y sus conflictos son parte de las
luchas sociales e históricas.
2) La radical complicidad entre lengua y patriarcado produce un específico
dolor en la subjetividad femenina e impulsa una tendencia a escribir contra los
límites del lenguaje. Abunda por ello una escritura femenina no clásica que se niega
a construir totalidades.
3) Hablamos siempre de “tendencias”, no más que eso. Es inútil discutir si la
literatura femenina tiene marcadores esenciales. Cualquier varón puede, como
Gusmán, trabajar desde una subjetividad en conflicto; cualquier mujer puede, como
Gorodischer o Shúa, manejar con maestría la forma plena que admiraba Lukacs. Lo
femenino en la escritura no tiene por qué traducirse en subjetividad e intimidad,
pueden ser sutilezas en un punto de vista, puede también estar ausente (y aunque
no me guste, no es un motivo para descalificar su valor artístico). Prescribir cómo
debe ser una escritura de mujer para ser políticamente femenina es policial. Ya
vimos cómo algunos hombres prescribieron el realismo socialista, ¿es necesario
repetir la triste historia? El compromiso político consciente es de la crítica, no de las
artistas. Como escritora, escribo lo que puedo y deseo, como crítica, leo desde una
opción política lo que escriben realmente las mujeres, no lo legislo.
Sí sé que desde el corral se escribió y se escribe a veces con grandeza, que
enriquecimos generosamente a la literatura con palabras nunca antes en ella
pronunciadas (sofisticadas recetas de cocina, simples saberes ancestrales,
maldiciones, lengua retorcida por perversiones de niña, amores vergonzantes). Y sé
que nuestra creación seguirá impredecible, poblando de palabras nuevas la creación
humana.
21
Baste esta cita para demostrar el esencialismo ingenuo de Cixous: “Ellas vienen de lejos: de siempre:
del ‘fuera’, de las landas donde las brujas siguen vivas; de debajo, del otro lado de la ‘cultura’; de sus
infancias, que a ellos tanto les cuesta hacerles olvidar, que condena al in pace. Aprisionadas las niñas en
cuerpos ‘mal criados’. Conservadas, intactas de sí mismas, en el hielo.” En su: La risa de la medusa.
Ensayos sobre la escritura, Madrid – Barcelona, Anthropos, 1995.