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RESTITUYAMOS EL VOTO POPULAR, LIBERTAD PARA PEDRO CASTILLO

Por Martín Guerra

Izquierda Socialista (Perú)

18 de julio de 2023

¿Se vive en estos momentos una crisis de legitimidad de la decisión popular o una crisis
respecto al control del poder político?

¿Es un momento electoral o de defensa de la decisión popular?

¿Corresponde a los golpistas y a quienes perdieron las elecciones en 2021 definir los destinos
del país o al pueblo organizado?

¿Qué significó el arribo del profesor Pedro Castillo Terrones al gobierno del Perú?

El 29 de julio de 2021 juramentaba en Ayacucho el presidente Pedro Castillo, luego de realizar


lo propio oficialmente ante el Congreso de la República un día antes, el 28, aniversario de la
Patria. Se cumplían 200 años de la independencia peruana. ¿Por qué juró de nuevo en
Ayacucho? Pues porque es un territorio peruano de histórica tradición de lucha, de
florecimiento artístico milenario, de choque de culturas y de resistencia popular en varios
periodos de nuestra historia, pero, además, símbolo del fin del poder colonial español en
nuestra América, porque fue en su suelo, en la Pampa de la Quinua donde el Ejército Unido
Libertador del Perú, comandado por Antonio José de Sucre, peleó por la libertad de todo un
continente el 9 de diciembre de 1824. En aquella oportunidad, el presidente Castillo dijo: “Juro
por Dios y por la Patria desempeñar fielmente el cargo de presidente constitucional de la
República del Perú por encargo del pueblo peruano, por un país sin corrupción, por todos los
pueblos del Perú y por una nueva constitución”. No lo dejaron gobernar y no se detuvieron
quienes siempre detentaron el poder en el país hasta quebrar el orden constitucional y
secuestrarlo políticamente el 7 de diciembre de 2022.

¿Hubo logros y avances entre julio de 2021 y diciembre de 2022? ¡Claro que sí! En materia
laboral, en problemática social y ambiental, en el tema agrario, en asuntos de soberanía. Pero
todo lo que se hizo fue en permanente guerra sin cuartel contra la derecha, los medios de
comunicación y el gran capital, además de algunas mafias y pequeños, pero no por eso menos
ambiciosos, grupos de poder gremiales y regionales, que intentaron cercar al gobernante y no
menos importante, sino todo lo contrario, por cierta izquierda, que −prestándonos la frase de
Alberto Flores Galindo−: “…empeñada en participar en las elecciones y en los mecanismos
tradicionales de poder, se aleja del movimiento popular, es étnica y culturalmente distante de
las mayorías populares” (Testamento, 1989).

Presionado por todos los ángulos y alejado parcialmente de su pueblo por los círculos
concéntricos que se habían formado alrededor de él, en parte por inexperiencia del
gobernante, en parte por los diversos sabotajes de tirios y troyanos, decidió la proclama del 7
de diciembre en donde básicamente decía lo que el pueblo pedía: la necesidad de cerrar el
Congreso obstruccionista, corrupto y vendepatria, la urgencia de la reforma del Estado y la
convocatoria a un proceso constituyente. ¡Eso clamaba el pueblo en su mayoría! Las mismas
encuestas privadas lo señalaban. Y la adhesión a ese programa continúa, no ha disminuido, ha
crecido.

Pero nuestra argumentación no trata de negar los supuestos de la derecha y los golpistas, el
asunto es cómo reaccionó la izquierda tradicional, conformada por aquellos que llegaron con
Pedro Castillo al gobierno y el sector que perdió las elecciones. Además de participar en los
hechos ilegales de la vacancia ignorando los artículos 68 del reglamento del Congreso sobre la
moción de orden del día, que no se presentó y el 89, que exige el 20% del número legal de
congresistas, así como la votación no menor a los 2/3 de integrantes del Congreso, logrando
101 votos y no 104 como se requería legalmente; sin contar que no hubo presentación previa
de la moción de vacancia ni posibilidad de juicio político y asumiendo como correcta la
detención del presidente en funciones violando su inmunidad y su dignidad; ese sector de la
izquierda reconoció a la usurpadora Dina Boluarte como presidenta legítima y además de
felicitarla la llamaron continuidad constitucional del gobierno, lo cual no es correcto.

Ni aun cuando empezó la masacre cambiaron de posición. Hace muy poco han virado
exigiendo la renuncia de Boluarte, mientras al mismo tiempo piden a la dictadura adelanto de
elecciones. En el Perú se rompió el orden constitucional. El profesor Pedro Castillo es el
presidente legítimo del país. Pero ese sector no solo no se moviliza ni reclama por la libertad
del presidente, sino que se ha sumado a la condena y a la pretensión de “sanción a sus actos
de corrupción”, es decir, reconociendo al Poder Judicial rehén de la dictadura y aunándose al
cargamontón contra el presidente.

Es lamentable que cierta izquierda siga viendo a Pedro Castillo como un recién llegado, como
alguien a quien sienten ajeno al campo popular tal como ellos lo ven, que quieran limpiarse de
él, haciéndolo a un lado, abandonándolo en su hora más oscura y, como hemos expuesto, no a
él solamente como ciudadano, como persona, sino a lo que encarna. Citando nuevamente a
Alberto Flores Galindo desde el lejano 1989: “Ahora, muchos han separado política de ética.
La eficacia ha pasado al centro. La necesidad de críticas al socialismo ha postergado el combate
a la clase dominante. No sólo estamos ante un problema ideológico. Está de por medio
también la incorporación de todos nosotros al orden establecido”. Pareciera que desde que se
escribió esto no hubieran transcurrido treinta y cuatro años, y ese sector que desde la
izquierda repudia a Castillo, o se dice abanderado del socialismo “verdadero”, pero lo usa solo
como un recetario de cocina o reniega del socialismo en nombre de una originalidad que se
basa en traducir y aclimatar los textos de los más famosos filósofos posmodernos. Entre el
dogmatismo y el eclecticismo, el oportunismo y la pose, no solo se ha perdido orientación
política, sino que se carece de teoría y de ética. Ni siquiera demuestran con Pedro Castillo
solidaridad de clase.

José Carlos Mariátegui escribió en 1925: “La solución del problema del indio tiene que ser una
solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios. Este concepto conduce a ver en
la reunión de los congresos indígenas un hecho histórico. Los congresos indígenas no
representan todavía un programa; pero representan ya un movimiento. Indican que los indios
comienzan a adquirir conciencia colectiva de su situación. Lo que menos importa del congreso
indígena son sus debates y sus votos; lo trascendente y lo histórico es el congreso en sí mismo.
El congreso como afirmación de la voluntad de la raza de formular sus reivindicaciones. A los
indios les falta vinculación nacional. Sus protestas han sido siempre regionales. Esto ha
contribuido, en gran parte, a su abatimiento”. Estas reflexiones van a tener un siglo de
antigüedad. Mariátegui llamaba a este asunto “el problema primario del Perú”. Dirán para
negar esto que Pedro Castillo no es un indio o un indígena. Más allá del término que puede ser
discutible desde contemporáneos puntos de vista históricos y políticos, el tema no es étnico ni
biológico: es social. ¿Acaso las elecciones de 2021 no demostraron con centenares de
expresiones que han quedado escritas y grabadas por parte de las élites que, para ellas, Pedro
Castillo representa a ese Perú oprimido, ignorado, marginado, ofendido, tratado con profundo
racismo y clasismo? Definitivamente sí. Con la llegada de Pedro Castillo al gobierno, los
pueblos humildes del Perú empezaban a aparecer en la historia política del país, no importaba
si el gobierno cometiera errores, profundos inclusive, se trataba de aprender, se trataba de
que aquellos que nunca gobernaron lo estaban haciendo por vez primera y había que asumir
sus activos y pasivos. Lo demás es subjetivismo.

Pareciera que la izquierda peruana fundada por Mariátegui nunca lo estudió. Se trataba de
convertir este movimiento que se encarnó en el voto masivo y en las jornadas épicas de
defensa de ese voto en un programa, no importa si los activistas y el mismo presidente
utilizaban o no los conceptos teóricos exactos. Se arguye que quienes defendemos la
restitución del presidente actuamos guiados por caudillismo o por el endiosamiento de un
personaje. Nada más falso. Pedro Castillo no es solo un ciudadano, simboliza la lucha por el
voto en un momento crítico de la Patria, significa la defensa de ese voto, personifica a las
masas expulsadas de concurrir a su propia historia.

Ese mismo sector ve en el adelanto de elecciones, la salida a sus problemas, están pensando
en ser candidatos y ganar, como sea. Es decir, no aprendieron nada de esta coyuntura. Para
ellos, Pedro Castillo y los pueblos del Perú les son tan distantes que quieren aprovechar la
oportunidad para llegar al gobierno, a pesar de que los pueblos del Perú les negaron
estrepitosamente su voto en 2021. Y en medio de todo, hay quienes sufren por la división de
las izquierdas y postergan toda acción detrás de una idílica unidad. La división de la izquierda
en el Perú no es algo para jalarse los cabellos, es la reproducción política de nuestra realidad
económica, diversos segmentos de clases sociales se reflejan en otras tantas opciones
políticas, sobre todo en aquellos que aspiran al centro político o al liberalismo con falsas
banderas sociales. En especial en aquellos que convocan movilizaciones mientras llegan a
acuerdos con la dictadura o se especializan en defender, antes que nada, la famosa
gobernabilidad.

Una necesaria digresión estadística

Para que se entienda más el aspecto simbólico de la elección de 2021, expuesto más arriba, se
requiere de algunos datos concretos.

Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el índice de pobreza en el país se


obtiene midiendo las denominadas Pobreza Objetiva y Pobreza Subjetiva. La primera se
consigue definiendo a los pobres monetarios, es decir, aquellos en cuyas familias su consumo
individual no cubre la canasta básica de alimentos, así como el gasto en vivienda, educación,
salud, transporte y vestido, entre otros rubros; pero también a los pobres no monetarios, es
decir, los que tienen déficit en la hemoglobina, nutrición, índice calórico y otros aspectos
antropométricos. La segunda, la Pobreza Subjetiva, se basa en encuestas. Y las cifras de
pobreza extrema se logran con los datos de aquellos que están por debajo de la canasta
básica, los que viven con alrededor de 200 soles al mes o casi dos dólares al día.

En América Latina se utiliza generalmente el Índice de Pobreza Multidimensional, cuyos


indicadores principales se desprenden de las dimensiones de estándar de vida, salud y
educación. En el Perú este modelo aún es iniciático, de modo tal que para señalar la pobreza
en la capital del país, Lima y en las principales ciudades, que cuentan con cinturones de miseria
notorios, se usan resultados de estudios de Pobreza Subjetiva alternándolos con los datos de la
línea de pobreza, extraídos de lo que se necesita mensualmente para sobrevivir; mientras que
se aplica el modelo monetario al interior del país, cuyas formas sociales de reproducción de la
economía y del desarrollo social no pueden ser medidos únicamente de esta forma; además
que no se aplican ni correcta ni solventemente las dimensiones ambientales y de integración
social.

Una de las tareas que tenemos pendientes es enfrentar con propuestas los profundos
cuestionamientos sobre los parámetros para medir los indicadores de nivel de pobreza y de
pobreza extrema, tomando en consideración que existen muchos criterios en contradicción
desde el punto de vista de los expertos en estadística, demografía y ciencias sociales en
general, en especial respecto a cómo muchas veces se evalúan de forma arbitraria los índices
de educación, salud, acceso a servicios básicos, empleo, vivienda, calidad del hábitat,
integración social, ingresos y patrimonio, es decir, las dimensiones que conforman el método
de análisis de las Necesidades Básicas Insatisfechas. etc., particularmente en economías
profundamente fragmentarias, informales y alternativas como las de la sociedad peruana. ¿Y
por qué cuestionar esto? Pues porque veremos que a pesar de que las cifras que detallaremos
luego son notablemente preocupantes, presumimos que deben ser en realidad más
alarmantes y que las herramientas estadísticas en el país usan modelos al menos insuficientes
para detallar la pobreza y la pobreza extrema, no solo en el nivel cuantificable sino incluso en
el aspecto teórico.

Tomando en consideración todo lo señalado, veamos: terminando el año 2022, el Perú


contaba −y según los métodos criticados más arriba− con 9 millones 184 mil personas pobres
de 33 millones 396 mil 700 personas, es decir, poco más del 27,5% de la población. De estos, el
41,1% están en las zonas rurales y 24.1% en las urbanas. Mientras, la pobreza extrema alcanzó
a 1 millón 673 mil peruanos, o sea, a poco más del 5% de la población total del país.

A esta pobreza, las autoridades le llaman “pobreza monetaria”, ya hemos explicado qué
significa y cómo consiguen esas cifras, pero esos ciudadanos no solo no pueden cubrir sus
necesidades básicas a partir de la disposición de capital, sino que su mano de obra está
raigalmente depreciada y su desarrollo social, tanto en seguridad como en proyección de
patrimonio está quebrado, es inviable. No necesitamos ni demasiados indicadores que
pueden ocasionar dispersión en las cifras, ni insuficientes de acuerdo con cada realidad,
favoreciendo el maquillaje de los datos. La estadística no es una disciplina que deje de tener
sello de clase dependiendo del uso y orientación que se da sus instrumentos de procesamiento
y análisis.

Las regiones donde se concentra mayor pobreza son Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica,
Huánuco, Pasco, Puno; seguidas de Áncash, Apurímac, La Libertad, Lima, Piura, Callao, San
Martín y Tumbes.

Los gobiernos neoliberales se jactaban de que el Perú es en América Latina el país con el nivel
más alto de reservas internacionales, equivalentes al 33% de su PBI. ¿Cómo se explica este
desfase? Porque sencillamente el país maneja su economía para la estabilidad de las grandes
empresas subsidiarias del gran capital, entre tanto mantiene los niveles de consumo en el
mínimo indispensable para solventar a una clase media compradora y endeudada mientras las
grandes masas populares trabajan en parte mal pagadas, en parte en negocios de subsistencia,
a la par que el país continúa siendo exportador de materia prima y sin diversificación
productiva.
Empero, antes de continuar debemos hacer unos sencillos cruces de variables entre algunas
regiones:

De la lista, la producción de Ayacucho depende 21% de la actividad minera, Cajamarca es la


segunda región con mayor inversión minera, Huancavelica es la mayor exportadora de
minerales a Malasia, mientras que el 60% de la población de Apurímac depende de la misma
actividad extractiva, la pregunta es ¿por qué si hay cifras tan auspiciosas la pobreza y la
pobreza extrema campean en estas regiones?

Es decir, no es que no existan posibilidades de trabajo o que no se tengan los recursos. Por si
quedan dudas, veamos las cifras más lamentables. La mayor cantidad de fallecidos en las
protestas contra el gobierno de facto de la dupla Boluarte-Otárola son de Puno, Ayacucho,
Apurímac, La Libertad, Cusco y Arequipa. Por si esto no bastara, las tropas norteamericanas
que han sido invitadas a realizar “actividades de cooperación y entrenamiento” se han dirigido
a once regiones del país además de la provincia constitucional del Callao, entre ellas, sí:
Ayacucho, Cusco y Apurímac (donde cayeron asesinados buena cantidad de manifestantes),
además de Huancavelica, Huánuco, Pasco, San Martín (de las zonas más pobres del Perú).

Pero compliquemos algo el asunto, ¿en qué regiones resultó ganador el profesor Pedro Castillo
en las elecciones de 2021? Por cierto, hay que señalar antes de responder que de 24 regiones
resultó victorioso en 16 de ellas. Pues, sí, el presidente Castillo ganó en Puno (89,258%),
Huancavelica (84,855%), Cusco (83,227%), Ayacucho (82,642%), Apurímac (81,475%),
Moquegua (73,135%), Tacna (72,565%), Cajamarca (71,274%), Madre de Dios (71,060%),
Huánuco (67,697%), Amazonas (66,714%), Pasco (65,354%), Arequipa (64,833%), Áncash
(58,383%), Junín (58,155%) y San Martín (56,101%). El porcentaje de los votos no se debe
olvidar tan fácilmente.

Tenemos entonces que las regiones que más recursos tienen son las más pobres y es en su
territorio donde el régimen golpista se ensañó más en la represión y donde las tropas de los
Estados Unidos realizarán sus ejercicios, pero, además, fueron las regiones que solventaron
ampliamente el triunfo de Pedro Castillo y quienes salieron a protestar apenas se consumó el
golpe de Estado cívico militar policial, con los votos de un Congreso traidor a los intereses del
pueblo. Y quienes continúan protestando. ¿Todo esto es mera coincidencia? ¿Se puede decir
esto alegremente? Pues no, todo esto es síntoma del gobierno del capital sobre el trabajo, de
la dictadura de los poderes tradicionales y conservadores en el Perú, del apoyo perverso del
imperialismo norteamericano. Y también, lastimosamente, de la ceguera de cierta izquierda.

Libertad y restitución del presidente Pedro Castillo

Es cierto que aún en el movimiento popular peruano hay debilidad, dispersión y localismo,
pero esos problemas solo se superan con la práctica y se está demostrando que con
constantes y planificadas movilizaciones se está aprendiendo. Los medios masivos, la derecha
conservadora y los sectores liberales de derecha e izquierda han hecho todo lo posible por
disimular, encubrir y manipular la proclama cada vez mayor sobre la libertad y la restitución
del presidente Pedro Castillo. No obstante, hoy es una de las principales banderas de lucha de
nuestro pueblo.

¿Que no hay experiencias históricas al respecto? ¡Claro que las hay! El año 2002, en la
República Bolivariana de Venezuela a poco más de tres años y dos meses de gobierno del
presidente Hugo Chávez Frías, la derecha y los medios privados dieron un golpe de Estado.
Solo duró entre el 11 y el 13 de abril, pues un pueblo organizado e iracundo junto a un ejército
profundamente patriota liberaba a su presidente legítimo, democráticamente electo. ¿Puede
ser restituido el presidente Pedro Castillo en el plano de lo político? ¡Por supuesto que sí! Pero
esta acción tendrá su dinámica propia, su propio tiempo. La historia previa no es para ser
calcada, solo es inspiración y certidumbre de que el pueblo organizado puede definir muchos
procesos.

El pueblo peruano votó en su gran mayoría y en las zonas más empobrecidas del país, pero con
grandes recursos por explotar de forma autónoma, como ya hemos visto, por Pedro Castillo.
Sin embargo, se hizo y se hace hasta lo imposible para sembrar en las masas la idea de que es
un corrupto, un golpista, un expresidente; es decir, hacen todo por instalar la narrativa de la
derrota, el discurso del fracaso perpetuo, pretenden incentivar la baja autoestima −hija del
racismo heredado desde la Colonia−, de la que se han aprovechado secularmente, para
inmovilizar al pueblo o para utilizarlo como furgón de cola de sus proyectos de gobierno.

Defender nuestra dignidad como pueblo es luchar por la restitución del voto popular y llegar al
año 2024 con un nuevo juramento en Ayacucho, por el bicentenario del fin del coloniaje en el
Perú, pero esta vez la promesa oficial será en la Pampa de la Quinua, en el Altiplano, en las
punas, en los valles, en los bosques, donde sobreviven, trabajan y mantienen al Perú, nuestros
pueblos más combativos, los que en 2021 se vieron reflejados en el sencillo maestro de
escuela y su familia.

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