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COMENTARIO CRITICO HISTORIA DE ARGENTINA II

FELICIDAD OVIEDO UNIVERSIDAD NACIONAL DE SALTA

1. El ocaso del federalismo rioplatense y el surgimiento de los caudillos


regionales Y sobre las reformas Rivadavianas. Comentario Critico
 Goldman, N. (1998). “Los orígenes del federalismo rioplatense (1820-1831)”, en
N. Goldman (ed.), Revolución, República, Confederación (1806-1952). Buenos
Aires: Sudamericana, pp. 103-12
 Ternavasio, M. (1999) “Las reformas rivadavianas en Buenos Aires y el Congreso
General Constituyente”, publicado en Goldman, N. Revolución, República,
Confederación (1806-1852). Nueva historia argentina. Volumen III. Buenos Aires:
Sudamericana.

La autora Noemí Goldman nos invita a una reformulación de los viejos postulados
que la historiografía tradicional Argentina había dada por sentado en torno a los sucesos
posteriores a 1820 y a ciertos actores que caracterizan dicha época. Siendo parte de la
corriente conocida como Historia Renovada, Goldman en su primer capítulo, nos permite
tener una nueva imagen sobre lo que erróneamente se llamó "anarquía del año 20" y la
visión del caudillismo predominante, resultando de ellos la emergencia de otros enfoques
que nutren la comprensión del proceso histórico argentino en la primera mitad del siglo
XIX

Por eso desde el inicio Noemí va a resaltar que a la caída del gobierno central en
1820 tuvo como consecuencia la emergencia de una nueva realidad: la de los Estados
autónomos provinciales. Estados que no eran producto de la disgregación de una nación
preexistente como resaltaba la historiografía tradicional, sino el punto de partida para una
organización político- estatal centrada en la ciudad-provincia. De esta forma se constituyó
la provincia de Buenos Aires inmediatamente después de la derrota, al asumir el cabildo
la función de gobernador en febrero de 1820. Decisión que fue seguida por todas las
ciudades del interior y del litoral, dando nacimiento a verdaderas soberanías autónomas.
Pero no fue una disolución, sino que se buscó reorganizar un orden social factible en cada
espacio provincial y conciliar la autonomía de los Estados con la firma de pactos
interprovinciales.
Desde aquí la autora nos introduce a la corrección equivoca de la historiografía
tradicional de confundir federación con confederación, por cual es necesario definir a la
primera a las tendencias que manifestaron después de 1853 donde la soberanía radicaba
en la nación, mientras que en la segunda la soberanía residía en cada provincia siendo
predomínate en la primera mitad del siglo XIX. Ahora bien, estos Estados que eran
autónomos, soberanos agrupados en una confederación desarrollaron su legalidad en
torno en los textos constitucionales provinciales y leyes complementarias, donde definían
a la ciudadanía, atribuciones del gobernador o el régimen electoral. Con todos estos
elementos la autora borra la idea de "anarquía" y nos muestra un panorama más complejo
en la década del 20.

Como también se da con la idea de caudillo, donde nuevamente la historiografía


tradicional nos dibujaba la idea de un jefe local rural que conducía las masas contra el
gobierno central, las elites urbanas y el establecimiento de las instituciones republicanas,
en si el representante del "anarquismo institucional”, imagen alejada de la realidad, a
través del ejemplo de Facundo Quiroga, caudillo riojano, Goldman nos brinda otra
perspectiva, ya que el régimen de caudillo se encuadraba en el conjunto de las
soberanías provinciales como solución provisional para legitimar un orden social y político.
Par eso los caudillos afirman en una relación compleja entre legalidad y legitimidad.

Para terminar, quiero resaltar este gran aporte de la doctora Goldman, quien tomando
los aportes que se desarrollaron el campo historiográfico argentino en las últimas
décadas, nos brinda un resumen que logra cambiar la vieja Imagen en torno a los años 20
del siglo XIX. Dejando en desuso conceptos impuestos por la historiografía tradicional
Argentina como anarquía, o caudillismo como sinónimos de barbarie. Es así que
convergen nuevos conceptos, que son parte de la renovación historiográfica que impera
en el campo de estudio de la historia argentina, como "autonomía", la cuestión de la
"soberanía", el papel de las "constituciones provinciales en el marco de la legalidad, la
condición del "ciudadano", y el rol de los "caudillos”. Pero lamentablemente esta
renovación no ha alcanzado a la enseñanza primaria y secundaria, persistiendo aun la
visión impuesta por la historiografía tradicional.

Siguiendo la perspectiva renovada, lo más resaltante de los planteos de Ternavasio es


como a la caída del poder central en 1820 se abre un proceso de transformación política,
cuyo rasgo fundamental es la formación de los Estados provinciales autónomos, entre
ellos el de Buenos Aires. Y como desde un marco de agitación surge en la ciudad una
estabilidad plasmada en una nueva representación política con la ley electoral de 1821, ya
que la autora retoma que, a pesar de dictar una constitución provincial, el poder político se
organizó a través de un conjunto de leyes fundamentales encargadas de regular el
funcionamiento de las instituciones.
La ley electoral de 1821 establecía la designación del poder ejecutivo por la Junta de
Representantes. Esta representaba el poder legislativo, y adquirió un rol preponderante al
aprobar las reformas, votar el presupuesto, discutir la creación de nuevos, evaluar al
ejecutivo, etc. Para la elección de los miembros de la misma se otorgó el voto activo a
todo hombre libre mayor de 20, y el voto directo. Este sufragio amplio significaba una
inclusión legal del derecho de voto y a la ausencia de criterios de riquezas, instrucción o
profesión. Y la calidad de los elegidos se limitó a todo ciudadano mayor de 25 años con
propiedad inmueble o industrial.
En este marco de trasformación política resultaron fundamentales las reformas del
ministro Rivadavia. Entre las que destacan, vinculadas al proceso de formación del
Estado provincial, la supresión de los dos cabildos de la provincia (significaban un
amenaza asambleísta que podrían cuestionar la autoridad emergente), eliminación de
otras instituciones colonial como Consulado de Comercio, creación de nuevos ministerios
que absorbían funciones de los suprimidos, creación de un régimen mixto en la
administración de justicia, reducción del aparato militar y creación de un ejército regular,
reforma eclesiástica (supresión y expropiación del patrimonio de las órdenes religiosas,
eliminación del diezmo, control sobre la iglesia, etc.) y las reformas en todos los niveles de
educación y cultura, etc.
Hoy en día, el legado de las reformas rivadavianas es objeto de polémica entre los
historiadores. Algunos piensan que estas reformas buscaron modernizar un país
atrasado, abrirlo al comercio exterior y ponerlo en sintonía con las tendencias políticas de
Europa, planteando esa perspectiva dentro de historia tradicional argentina. Otros, por el
contrario, como es el caso de la autora Ternavasio con su posicionamiento dentro de la
misma línea que Goldman, la historiografía renovada, ven en estas reformas un intento de
centralización y dominación política y económica de Buenos Aires sobre las provincias, a
costa de la diversidad cultural y regional del país. Ello no da a pensar, y retomando a
Ternavasio, las reformas rivadavianas representan un punto de inflexión en el proceso de
construcción del Estado nacional.

Estas reformas, impulsadas por el presidente Bernardino Rivadavia en 1826,


buscaban modernizar la economía y centralizar el poder en Buenos Aires, en detrimento
de las provincias. Como sostiene Ternavasio, ese nuevo orden surgido de la crisis de
1820 se basaría en un renovado consenso político que ya no buscaba colocar a Buenos
Aires en el centro de la escena política. Los puntos fundamentales del nuevo gobierno
autónomo porteño serían esencialmente el desarrollo de la exportación ganadera, la
expansión de la frontera y la imposición de un nuevo principio de autoridad. Asimismo, las
reformas impulsadas por este gobierno tenían como objetivo fundamental centralizar el
poder, lo cual se haría evidente con medidas como la supresión del Cabildo y la creación
de la legislatura bonaerense.

Sin embargo, las reformas no agradaron a los caudillos regionales, líderes locales que
gobernaban en sus territorios siguiendo sus propias reglas. Estos caudillos, fieles al
federalismo y preocupados por la defensa de sus intereses políticos y económicos, se
opusieron a las políticas de Rivadavia y emprendieron una serie de movilizaciones
armadas que culminaron con la caída del presidente en 1827. En cualquier caso, lo cierto
es que las reformas Rivadavianas supusieron una etapa de cambio y modernización en la
región, pero también representaron el inicio de su ocaso. La resistencia a estas medidas y
las tensiones que generaron pusieron en evidencia la falta de unidad y cohesión en el Río
de la Plata, lo que dio lugar a una serie de conflictos que afectarían a la región durante los
años siguientes.

En conclusión, las Reformas Rivadavianas Ternavasio son un tema de gran relevancia


en la historia del Río de la Plata, ya que representan el intento de modernización y
centralización del poder durante un periodo de gran inestabilidad política y social. Si bien
sus medidas generaron importantes tensiones y conflictos, también supusieron un
excesivo grado de centralismo implícito también en la Constitución nacional sancionada
en 1826, que decretó la elección de Buenos Aires como ciudad capital, desembocó en un
conflicto político con las provincias que provocó el derrumbe de ese gobierno. La voluntad
reformista, tardo ilustrada y utilitarista del grupo rivadaviano resultó ser incompatible con
la diversidad de intereses de las demás provincias, y de tal modo inviable a nivel nacional.

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