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UNIVERSIDAD NACIONAL DE RÍO CUARTO

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

DEPARTAMENTO DE HISTORIA

CARRERA: PROFESORADO Y LICENCIATURA EN HISTORIA

CÁTEDRA: HISTORIA ARGENTINA DE LA CRIOLLA A LA ALUVIAL (1810-1930)

JEFE DE CÁTEDRA: Dra Celia Basconzuelo

JEFE DE TRABAJOS PRÁCTICOS: Lic. Lucía Rubiolo

PROFESORA ADSCRIPTA: Melisa Schossow

AYUDANTE ALUMNA: Ariadna Correa

SEGUNDO INFORME EXTRA ÁULICO.

De los Estados provinciales y proyectos en disputa a la opción republicana y


federal (1820-1853)

Nombre y Apellido: Agostina Petenatti

41.815.618

Fecha de entrega: 30/11/2023


Introducción:

La derrota de Buenos Aires en la Batalla de Cepeda 1820 ante los caudillos


del interior marcó el inicio de una nueva etapa. Se produjo la caída del directorio que
terminó de sellar la ruptura del ya muy debilitado poder central. Frente a esta
situación se abrió un proceso de transformación política que, a largo plazo se
consolida con la conformación de los Estados Provinciales Autónomos.

En este periodo, de 1820 hasta la Constitución Nacional de 1853, nos


encontramos con un fuerte disenso entre los grupos dominantes para llevar a cabo
el proyecto de nación. La problemática esencial es donde recae la soberanía, si en
un poder central o en las diferentes provincias autónomas. Esta etapa se caracteriza
por luchas abiertas entre centralistas y confederacionistas, pero además se le
suman las inconformidades dentro de las configuraciones del nuevo poder
provincial.

A diferencia de la época colonial y de la primera década post 1810, donde el


eje era la ciudad y el espacio urbano, en esta época se amplía el espacio de acción
e interviene un nuevo territorio: La campaña.

La ciudad amplió su jurisdicción hacia zonas rurales, y se estableció la


representación política de la campaña, donde las elites rurales terratenientes
asumieron un rol fundamental en los nuevos estados provinciales y harán valer sus
intereses. Nuevos grupos de poder que se van adaptando a las nuevas dinámicas
del mercado mundial como exportadores de materias primas.

Entre 1810 y 1853, el conjunto de pueblos que compondrían la futura


República Argentina careció de un texto constitucional y de una estructura estatal
permanente. En este contexto nos encontramos con diferentes luchas y resistencias
federalistas a la conformación de un Estado Nación centralizado en Buenos Aires.
Entre 1810 y 1831, se llevaron a cabo cuatro intentos de construir la nación a través
de asambleas constituyentes (1813, 1816-1819, 1824-1826 y 1828) las cuales todas
resultaron en rotundos fracasos. Para José Carlos Chiaramonte (1993), el periodo
de 1831 a 1853 que la historiografía define como “época federal”, no era más que
un conjunto de tendencias políticas doctrinariamente poco definidas sobre la base

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de un pacto provincial. Hasta la sanción de la Constitución Nacional de 1853 no
existió un marco legal para la organización del Estado.

En este informe tendremos como ejes tres procesos que nos permitirán
analizar las tensiones existentes en la conformación de los Estados Provinciales y el
intento de conformar un Estado centralista en Buenos Aires. La producción del
informe se realizará a través de afirmaciones propuestas por la cátedra que serán
puestas en discusión y problematizadas.

En primer lugar, examinaremos la controversia generada por la Ley de


Capitalización de 1826, en el marco del plan de modernización de la Provincia de
Buenos Aires por iniciativa del Partido del Orden con Bernardino Rivadavia. En
segundo lugar, analizaremos si el rol de la campaña, como un nuevo sector
territorial activo, fue fundamental para la llegada de Rosas al poder. Por último,
abordaremos el intento frustrado de establecer una organización definitiva del país
y, por consiguiente, construir un Estado antes de 1853.

Ley de capitalización de 1826: Reformas Rivadavianas

“El proyecto de capitalizar la ciudad de Buenos Aires, enunciado por los


rivadavianos representaba la idea principal para consolidar un Estado unitario y
central y por eso mismo recibió un contundente rechazo por parte de todos los
federales de las provincias”

Con la disolución del poder central luego de 1820, existió una preocupación
entre los grupos dirigentes bonaerenses por "ordenar el caos" (Ternavasio, 1998)
que surgió tras la caída del directorio y la proliferación de poderes regionales
asociados al caudillismo. En este contexto, se conformó entre 1820 y 1835 el
"Partido del Orden", formado por una élite heterogénea con el objetivo de
implementar reformas que modernizaron la estructura administrativa provincial
heredada de la colonia y pudieran organizar la sociedad desde lo económico, social,
cultural, urbano y político. “Un orden que ya no colocaba a Buenos Aires en el
centro de poder nacional, sino que pretendía volver “fronteras adentro” para reflotar
la desquiciada economía provincial, organizar la indisciplinada sociedad movilizada
al calor de la guerra de independencia e imponer un nuevo principio de autoridad”.
(Ternavasio, p. 162).

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Este periodo fue conocido por sus contemporáneos como "la feliz experiencia
de Buenos Aires" debido al clima de "paz y progreso" que las reformas lograron
instaurar. El poder político provincial se organizó por un conjunto de Leyes
Fundamentales que serían las encargadas de regir y regular el funcionamiento de
las instituciones provinciales. Estas leyes organizaron la política bonaerense, y
fueron generando reformas liberales que buscaban romper con el orden
preexistente.

Las Reformas Rivadavianas tenían fundamentos republicano, incluían la


creación de la Sala de Representantes con facultad de Poder Legislativo, la
regularización de milicias, la ampliación de la ciudadanía a todos los varones de 21
años con la Ley electoral de 1821, reforma eclesiástica, y la creación de
instituciones de enseñanza y académicas.

La Ley Fundamental delegaba el Ejecutivo Nacional provisorio en la provincia


de Buenos Aires hasta que hubiera “orden” en el territorio rioplatense, pero se
transformaba en una provisionalidad que alarmaba con ser permanente
(Chiaramonte, 1993). Se tomaron medidas como la creación de un Banco Nacional,
la Ley de Presidencia que instauraba un Ejecutivo Nacional con sede en Buenos
Aires. Estas medidas alertaban sobre las pretensiones centralistas de la provincia.
Sin embargo, los desacuerdos surgieron cuando se propuso convocar un congreso
constituyente para organizar el país bajo un Estado Centralizado, lo que intensificó
las controversias y resistencias. El intento de la Ley de Capitalización de 1826 era
una manera de consolidar el proyecto unitario, pero tuvo sus resistencias.

El proyecto de Bernardino Rivadavia de elevar a Buenos Aires como capital


de las Provincias Unidas tenía motivaciones complejas. Por un lado, buscaba
fortalecer el poder de un gobierno central en un estado aún débil y fragmentado tras
la independencia. Por otro lado, pretendía sentar las bases de un sistema
republicano y constitucional. Quienes se resistieron a la capitalización de Buenos
Aires fueron los defensores del proyecto con la facción federal (Moreno, Gorriti y
Funes) pero también se sumaron los disidentes del Partido del Orden debido a que
contradecía los intereses de la provincia. La resistencia no sólo provino de los
federales, sino que la elite dirigente porteña se vio resquebrajada.

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La hipótesis que sugiere que Rivadavia buscaba imponer un Estado
completamente unitario y que tuvo resistencia contundente de la facción federal es
parcialmente verdadera. Si bien Rivadavia es uno de los exponentes del proyecto
unitario, el proyecto capitalino generó resistencia entre muchos caudillos federales
del interior y de la provincia porque no compartían la visión política de los
rivadavianos y muchos líderes provinciales veían la propuesta como una amenaza a
la autonomía de sus regiones. Temían que la concentración de poder en la capital
afectará negativamente sus capacidades de tomar decisiones locales y gestionar
sus propios asuntos.

Pero no solo los federales se opusieron al proyecto, sino que tambien


miembros de la elite porteña que veía en peligro sus intereses. “La provincia de
Buenos Aires perdía con la federalización del territorio capitalino la principal fuente
de sus recursos fiscales, al quedar ésta en manos de las autoridades nacionales, y
se organizaba en dos nuevos distritos: La provincia del Salado con capital en
Chascomús y la del Paraná con capital en San Nicolás”. (Ternavasio, p. 184).
Implicaba una "partición" de la provincia en dos, lo que resultaría en la pérdida de
acceso al puerto y a la aduana por parte de los bonaerenses, llevando consigo la
pérdida de gran parte del poder económico de la provincia del Plata.

En cuanto al apoyo desde las provincias, algunos sectores letrados del


interior respaldaron el proyecto de capitalización porteña, ya que veían en la idea de
una capital central una manera de liberarse del poder de los caudillos.

La legitimidad del caudillismo rosista

El campo, con todos sus actores, propietarios y peones, apoyaron


inequívocamente el régimen rosista y sin resistencias le otorgaron legitimidad
política.

El régimen y la personalidad de Juan Manuel de Rosas han sido objeto de


debate y discusión desde su aparición en la vida político-cultural argentina. A lo
largo de la historia se ha construido una imagen del rosismo que obtiene diferentes
valoraciones contrapuestas, desde verlo como un tirano hasta vincularlo como el
defensor de la soberanía. Rosas fue concebido como el máximo representante del
caudillismo, pero ¿a qué nos referimos con este concepto?.

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Analizar al caudillismo y sus connotaciones es sumamente importante para
entender los procesos de formación de las autonomías provinciales y la
participación activa de la campaña a partir de 1820. En la historiografía clásica
latinoamericana, el término "caudillismo" se asocia comúnmente con líderes
carismáticos locales que ejercen un control autoritario mediante la fuerza y que
tienen el dominio político, militar y económico. Estos líderes se perciben como
obstáculos para la formación de una organización nacional y se les atribuye la
responsabilidad de contribuir a un carácter federalista y anárquico en la construcción
de la nación.

Rosas llega al poder como gobernador de Buenos Aires en 1829, luego de un


periodo de inestabilidad política, conflictos administrativos y tensiones con las élites
de la ciudad que llevó a la renuncia y captura de Dorrego, siendo sucedido por Juan
Lavalle. Juan Manuel de Rosas, comandante general de Milicias de Campaña, lideró
un levantamiento rural que reunió a diferentes sectores populares como grupos
indígenas y gauchos, proyectando al caudillo como un "integrador social" de los
intereses de la campaña. En abril de 1829, las tropas de Rosas vencieron a las de
Lavalle, quien propuso la paz. Tras negociaciones tumultuosas en diciembre de ese
año, Rosas fue elegido gobernador con facultades extraordinarias, marcando el
triunfo del federalismo en Buenos Aires.

El proceso de ascenso político de Rosas en la provincia de Buenos Aires y la


imposición de un nuevo orden no fue sólo producto de la mera voluntad del caudillo,
ni tampoco se produjo en un contexto de anarquía, de terror y presión. El régimen
rosista se construyó sobre la legitimidad y la legalidad.

En primera instancia Rosas inauguró su gobierno provisional sobre la base


del consenso tanto de los sectores propietarios agobiados por la guerra civil como
los sectores populares urbanos y rurales. No solo obtuvo el apoyo de la campaña
sino que también en sectores urbanos tuvieron un rol activo. Rosas es elegido por el
voto bonaerense en su primer mandato, y para 1835, aunque elegido por la Sala de
Representantes, se encargaría de buscar la ratificación por medio de un plebiscito.
Pagani, Souto y Wasserman (1998) postulan que el rosismo logró imponerse en la
vida política porque supo comprender las transformaciones sociales que se fueron
gestando desde 1810. No solo el apoyo popular de la provincia fue una estrategia

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clave para consolidar su régimen, sino que sobre todo el apoyo de los nuevos
sectores dominantes bonaerenses fue determinante. La campaña y la elite
terrateniente estaban transformándose en el nuevo sector social dominante y
necesitaban un nuevo orden que juegue a su favor. Un nuevo orden que garantice
el predominio del sector mercantil ganadero porteño en el que, Rosas como
estanciero formaba parte. Generó un consenso político y económico que coincide
con la inserción plena al mercado mundial.

La concentración de atribuciones que fue adquiriendo el gobernador como las


Facultades Extraordinarias y la Suma del poder público habían sido creados en su
mayoría los primeros años de la década del 20’. Rosas siempre procuró que su
figura no quedará fuera de la legalidad, así construyó su imagen como “El
Restaurador de las Leyes” desde que asumió su primera gobernación en 1829.

Federales y unitarios: diferentes proyectos estatales:

Los federales y los unitarios de la época fracasaron en sus intentos de


organizar el país ya que sus desavenencias se centraban principalmente en
rivalidades personales.

La consolidación de un proyecto definitivo para la organización


gubernamental y estatal del nuevo país enfrentó obstáculos significativos. Desde el
proceso de independencia hasta la Constitucional Nacional de 1853, existieron
disputas y tensiones, los problemas comienzan a circular sobre cómo y desde
donde fundar una nueva legitimidad soberana.

En este contexto, existen dos proyectos fuertes en disputa, el unitarismo y el


federalismo, ambos proyectos se diferencian por su ideología, económica, política y
social. Pero no solo se diferencian entre ellos, sino que dentro de la misma facción
existen diferencias y matices sobre el proyecto nacional.

Los unitarios pueden ser identificados en tres vertientes diferentes: Proyecto


Rivadaviano, Liga del Interior, Lavalle. Todos coinciden que la soberanía debe
recaer en la nación, pero se diferencian en cómo debe construirse la misma. Por
ejemplo la Liga del interior postula que la nación se conforma por un pacto
provincial, en cambio Rivadavia cree que el estado debe estar centralizado en la

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provincia de Buenos Aires. En cambio, los federales defienden la idea de que la
soberanía debe residir en las provincias y que estas mismas deben ser autónomas.
A su vez existía la creencia de que había ciertas acciones que debían recaer en un
Estado representativo como las relaciones exteriores.

La falta de acuerdo no se limitaba a la rivalidad entre federales y unitarios;


dentro de la facción federal también había conflictos debido a los diferentes
intereses provinciales. Para abordar esto, se suscriben pactos y alianzas entre los
Estados, como el de 1831, que se extendió a otras provincias en años posteriores.

Los caudillos del Litoral disputaban a los federales porteños la libre


navegación de los ríos, mientras las provincias del interior buscaban proteccionismo
frente a los litoraleños partidarios del librecambismo. Bustos abogaba por un
congreso federal, a diferencia de Rosas, quien se apoyaba en pactos. En el
unitarismo, la cuestión era más ordenada, con acuerdo en la forma en que el país
debía organizarse. Las guerras civiles persistieron hasta la derrota de las tropas
rosistas por Urquiza en la batalla de Caseros en 1852. Al año siguiente, se sancionó
la Constitución, poniendo fin a la larga espera del establecimiento de un Estado
organizado.

Si los federales y unitarios fracasaron en sus intentos de organizar el país,


fue debido a proyectos divergentes. Pero esta confrontación política también, en
muchos casos, se volvió personal como ocurrió con la muerte de Dorrego y Quiroga.
Más allá de rivalidades personales, los intereses de estancieros, finanzas
provinciales y Estados autónomos alimentaron sangrientas contiendas, mientras
enardecidos caudillos defendían la integridad de sus tierras, producción y gente en
el campo de batalla, buscando proteger sus provincias y repúblicas.

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Referencias:

ALIATA, Fernando (1998). “Cultura urbana y organización del territorio”. En Nueva


Historia Argentina, Revolución, república, Confederación (1806-1852).
Buenos Aires: Sudamericana.

AYROLO, Valentina (2007). “La construcción de un sistema político alternativo:


Córdoba durante el gobierno de Juan Bautista Bustos, 1820-1829”, en Peire,
Jaime. Actores, representaciones e imaginarios. Buenos Aires: Eduntref (pp.
197-218).

CHIARAMONTE, José Carlos (1993). El federalismo argentino en la primera mitad


del siglo XIX. En CARMAGNANI, Marcello. (coord.) Federalismos
latinoamericanos: México/Brasil/Argentina. México: FCE, pp. 81-134.

GOLDMAN, Noemí (1998). Los orígenes del federalismo rioplatense (1820-1831).


En Nueva Historia Argentina, Revolución, república, Confederación
(1806-1852). Buenos Aires: Sudamericana. (cap. III)

PAGANI, Rosana, SOUTO, Nora y WASSERMAN, Fabio (1998). “El ascenso de


Rosas al poder y el surgimiento de la Confederación”. En GOLDMAN, Noemí
(1998) Nueva Historia Argentina, Revolución, república, Confederación
(1806-1852). Buenos Aires: Sudamericana (Cap. VIII)

MYERS, Jorge (1998). “La revolución en las ideas: la generación romántica de 1837
en la cultura y en la política argentinas”. En: GOLDMAN, Noemí Nueva
Historia Argentina, Revolución, república, Confederación (1806-1852).
Buenos Aires: Sudamericana (Cap. X).

SALVATORE, Ricardo (1998). “Consolidación del régimen rosista”. En GOLDMAN,


Noemí (1998) Nueva Historia Argentina, Revolución, república,
Confederación (1806-1852). Buenos Aires: Sudamericana (Cap. IX)

SCHMIT, Roberto (1998). El comercio y las finanzas públicas de los Estados


provinciales. En Nueva Historia Argentina, Revolución, república,
Confederación (1806-1852). Buenos Aires: Sudamericana. (cap. IV)

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TERNAVASIO, Marcela (1998). Las reformas rivadavianas en Buenos Aires y el
Congreso General Constituyente (1820-1827). En Nueva Historia Argentina,
Revolución, república, Confederación (1806-1852). Buenos Aires:
Sudamericana. (cap. V)

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