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Materia: Historia Argentina

Profesor: Alejandra F. Rodríguez


Clase: Nº 2
Unidad: II. Las soberanías en disputa (1820-1829)

Temas

• Desintegración territorial y fragmentación del poder político.

• La emergencia de nuevas formas de liderazgo militar y político. La


movilización social.
• Los estados provinciales y el problema de la soberanía

Bibliografía obligatoria de la clase de hoy

-Carpeta de Trabajo: páginas 51 a 67

-Goldman, N Los orígenes del federalismo argentino. En Nueva Historia


Argentina1806-1852. Editorial sudamericana pp.103 a 124

Hola a todos y todas….


Espero que hayan tenido un buen comienzo con la lectura de la primera clase y con
las lecturas de la bibliografía que la acompañan, porque esto es como una serie de
entrega por capítulos y es importante que puedan seguir los temas, sin atrasarse
demasiado porque si lo estamos haciendo bien se van a ir encadenando.

Los contenidos

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Para comprender el proceso que comienza en la década de 1820, es fundamental,
que tengamos presente los cambios de gobierno, las dificultades e impugnaciones
que se presentan en el orden político. Es decir, el problema de la legitimidad de ese
orden nuevo, durante la primera década revolucionaria. Allí, ya se encuentran los
elementos para explicar la llamada crisis del año veinte que es en realidad un punto
de partida.

Aquí vale hacer una salvedad respecto de la utilización de la noción de crisis dado
que en el uso corriente, se suele abusar de esa noción. Hablar de crisis supone la
existencia de un orden que se altera, de una cierta normalidad que se quiebra. Sin
embargo, no todo lo que cambia debe ser abordado como una crisis o como
consecuencia de una crisis, si así fuera la disciplina histórica, atenta a lo que cambia,
estaría siempre atrapada por “las crisis”. Es necesario precisar el uso de esa noción,
dar cuenta de qué es lo que está en crisis en un momento y en un lugar dado. Las
ciencias sociales tienen una fuerte impronta normativa sobre la cual conviene estar
prevenido, de modo que aunque no podemos evitarlo –por la naturaleza misma del
objeto/sujeto de estudio- al menos estamos conscientes de que se trata. Para que
se entienda mejor lo que digo hagan la prueba: observen detenidamente cuando
leen o escuchan algún análisis -por ejemplo sobre la democracia, el sistema
republicano o el funcionamiento de las instituciones- hasta qué punto la referencia
de ese análisis apunta a la comprensión política, social y económica de un sistema
concreto de relaciones, reglas y valores socialmente establecidos, situados, o a
explicar lo que ocurre en relación con un modelo ideal que no es ni más ni menos
que un supuesto de quien interpreta, es decir, existiría para quien así analiza, una

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república “normal”, una democracia “como debe ser”, etc…. . Se trata de una
abstracción con la cual se compara determinada situación real, pretendiendo que las
sociedades debieran enmarcarse en un supuesta normalidad para no estar en crisis
o no ser presa de una anomalía. Esta disquisición tal vez parezca un rodeo… sin
embargo creo que es importante que podamos pensar en estas cosas en un curso de
historia porque estas cuestiones son la materia misma de la perspectiva histórica: Se
trata de poner a prueba los supuestos, confrontarlos con los hechos que
estudiamos. ¿Se entiende adonde voy?

Volvamos a 1820. Si de supuestos se trata es un buen punto de partida revisar el


modo en que la historiografía tradicional, ha sido caracterizado este momento. El
titulo clásico, que quizás alguno recuerde de los viejos manuales escolares es
“anarquía del año 20”. ¿Qué nos dice este título? La idea de anarquía supone que la
ruptura de 1820, la caída del poder central establecido en Buenos Aires, instala un
desorden, disuelve lo que debe estar unido, que en ni más ni menos que la Nación.
Es decir, lo que se da por supuesto es la preexistencia de una Nación. Esto se
vincula a perspectivas, que entienden la Nación de un modo esencialista e
inmutable y no como el producto de un proceso histórico concreto donde se ponen
en juego fuerzas políticas, intereses económicos, ideas y proyectos que se
enfrentan y disputan de modo muchas veces violento.
En la actualidad se sostiene que la Argentina no existía en 1810, sino que el Estado
Nacional argentino, como todos, es el resultado del triunfo de unas fuerzas sobre
otras, de un modo de articulación económica del territorio sobre otros posibles… en
fin, de la forma en que se logró establecer un sistema de dominación , con dosis

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variables de violencia y consenso, es decir el proceso de construcción de la
legitimidad necesaria para dar forma a la Nación, que no estaba de ningún modo
preestablecida con anterioridad.

Entonces, la crisis de la que hablamos en 1820 no es “la anarquía” que destruye la


“unidad nacional”, es el derrumbe definitivo del orden heredado de la colonial. Lo
que cae es el poder central: la unidad política, administrativa y territorial con
cabecera en Buenos Aires.

La Revolución se inició, como sabemos, a partir de un movimiento impulsado desde


el cabildo porteño. Si bien se mira, se trataba de una institución representativa
exclusivamente de las elites locales que, sin embargo, gravitó toda la década,
muchas veces en competencia o condicionado a los gobiernos que se afirmaban con
dificultad. Si repasamos rápidamente la sucesión de gobiernos de la primera década
tenemos, luego de la Primera Junta, la Junta Grande, en la que se incorporan los
diputados del interior en un marco de fuerte antagonismo entre quienes hasta
entonces conducían la Revolución en Buenos Aires. Luego, se estableció el Primer
Triunvirato y el Segundo que marcó un cambio político en el sentido de avanzar
hacia la independencia pero también una mayor centralización. La Asamblea del
Año XIII fue el primer intento frustrado de sancionar una Constitución y el
momento en que se hacen explícitas las diferencias con Artigas.

La propuesta federal de este caudillo, es rechazada por Buenos Aires, pero


encuentra eco en la región del actual litoral argentino. La ruptura del artiguismo

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muestra a partir de 1815, las dificultades que enfrenta el centralismo y suma a la
guerra de independencia, el inicio de una perdurable guerra civil que irá cambiando
de escenario en las décadas siguientes.

El último régimen de gobierno de la década, que intenta preservar la antigua unidad


política y territorial, es el Directorio que, como recordaran, se crea en el marco del
segundo intento constitucional. El Congreso de Tucumán, se reúne en un momento
muy crítico para el destino de la Revolución, debido a la restauración de Fernando
VII en España y al avance de los realistas en América. Es por ello que declara la
Independencia de las Provincias Unidas –nombre impreciso- sin la participación de
los territorios artiguistas -hostigados por las tropas porteñas y portuguesas- y se
dispone a aprobar una Constitución, conservadora y unitaria, que precipita el
derrumbe político del Congreso y del Directorio. Esta caída es producto de la
reacción de las provincias.

En 1820 los ejércitos del litoral, al mando de López y Ramírez, derrotan a las fuerzas
porteñas y desatan una crisis política en Buenos Aires que tiene como consecuencia,
la renuncia de la ciudad a seguir siendo la capital de las Provincias Unidas. En ese
acto, como dice el texto de Goldman, se crea la provincia de Buenos Aires.
Otra de las consecuencias, será la profunda inestabilidad que se abre entonces. La
fachada más conflictiva de la politización, de la que hablamos en la clase anterior,
será la emergencia de una nueva fuerza política: las milicias rurales. Juan Manuel de
Rosas, será el eje de las mismas e impondrá como gobernador a Martin Rodríguez.

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Se inicia entonces una etapa: el periodo rivadaviano sobre el que vamos a volver
más adelante para precisar un par de cuestiones.

Retomando entonces, la fragmentación del poder político que se acelera y redefine


en los años 20 es el resultado del proceso de desintegración territorial iniciado con
la Revolución. Ese será el origen de los Estados provinciales.

La base de ese Estado, no estaba de ningún modo prefigurado, sino que serán las
provincias las que se conforman institucionalmente a partir de las ciudades y su
jurisdicción, y crean sus propias instituciones representativas. Sancionan textos
constitucionales, definen los alcances de la ciudadanía en el ámbito local y asientan
en ella la soberanía, sin renunciar a la pretensión de encontrar una forma de
unidad.

El tema en cuestión, en lo sucesivo, será definir cómo se deber expresar esa


soberanía en un posible nuevo estado. El texto de Goldman analiza las distinciones
entre federalismo, usado de modo impreciso por aquellos años, y
confederacionismo que responde más acabadamente al tipo de asociación que
procuran los estados provinciales en los acuerdos y tratados que sirven de marco
institucional durante la primera mitad del siglo XIX.

Por su parte, los procesos señalados trajeron además de cambios en el espacio físico
y político, consecuencias institucionales y sociales. De hecho la revolución y la
guerra significaron una gran movilización social en las sociedades del interior.

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Por otra parte, la desarticulación del eje Potosi-Buenos Aires como consecuencia de
la pérdida del Alto Perú (en manos de los realistas) provoca la reorientación
económica de las provincias, lo que traerá suerte diversa a cada territorio.
Asimismo la emergencia de los poderes locales que se asientan en liderazgos
surgidos del ejército y las milicias crean nuevas lealtades e identidades localistas.
Nos estamos refiriendo al caudillismo. Este fenómeno ha sido reinterpretado a luz
del proceso que venimos describiendo ya no como un hecho antagónico de la
legalidad, sino como parte de ese proceso y como consecuencia de la emergencia de
otras formas de legitimidad .
Noemí Goldman, que es una de las historiadoras que ha contribuido a renovar la
historiografía sobre ese tema, sintetiza en el texto que ustedes tienen que leer el
caso de Facundo Quiroga, que es de los que mejor ha estudiado.

Finalmente, volviendo a Buenos Aires y a la experiencia rivadaviana, les sugiero que


lean atentamente la CT en lo que atañe a este punto. Acá solo retomaré algún
aspecto:
Dentro del conjunto de reformas que emprende Rivadavia, como ministro y hombre
fuerte del Gobierno de Martín Rodríguez, me interesa poner atención en dos
cuestiones que se vinculan estrechamente con los ejes que hemos definido como
articuladores de nuestro curso.
• Una de esas cuestiones es la supresión del cabildo. Se trata de una medida
que tiene varias aristas. En principio, el cabildo era una institución del antiguo

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régimen colonial, que expresaba una forma de representación antigua y
ejercía funciones de gobierno de la ciudad.
La creación de instituciones estatales y la reorganización que se emprende en
ese momento a partir de la transformación de la Sala de Representantes en
Poder Legislativo. Esto significa la elección de sus miembros a través del voto
- establecido la ley de sufragio de 1821, que fija el sufragio amplio, según los
parámetros de la época -, Además la separación de las funciones de justicia y
policía, etc…
Además, el cabildo ejercía un poder político que entraba en competencia con
los gobiernos. Fue así que en 1820, se creó la Sala de Representantes de la
provincia para que eligiera a los gobernadores, poniéndose de algún modo
por encima.
Finalmente, y sobre esto quería llamar especialmente la atención para que lo
sigamos pensando con vista a la continuidad del tema, aparece una cuestión
que ha estudiado Gabriel Di Meglio que es la relación de la plebe urbana con
el Cabildo.
En este sentido, el gobierno busca -con la ley de sufragio pero también con la
eliminación del cabildo suprimir- las prácticas asamblearias que vinculaban al
“bajo pueblo” con los alcaldes y funcionarios capitulares. Es por ello que junto
con las consecuencias de la reforma militar y la eclesiástica, este será otro
motivo de malestar entre los sectores populares, que ayudará a delinear
identidades políticas en conflicto.

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Se irán construyendo dos identidades: los federales, cuyo líder más conocido
en la ciudad de Buenos Aires, por aquellos años, fue Manuel Dorrego, con el
cual se van a identificar estos sectores. Por otro, el grupo rivadaviano que a
partir de la experiencia del Congreso Constituyente del ´24, de la aventura
presidencial y de la fracasada Constitución del “26 comenzaran a ser llamados
unitarios.

• El otro aspecto que solo voy a enunciar para retomarlo en la próxima clase es
el de la creación de un sistema fiscal. Se trata del Estado Provincial que
necesita ordenar sus recursos y acompañar la reorientación productiva de la
provincia hacia las actividades agropecuarias destinadas a la exportación.
Para eso la expansión de la frontera sur es un objetivo prioritario. Se toman
distintas medidas como el reparto de las nuevas tierras por el sistema de
enfiteusis y también se suprimen los diezmos, como parte de la reforma del
clero, porque gravaba la producción agropecuaria. Se establece, como tasa
única, un impuesto considerado moderno: la contribución directa que grava
la tierra, el patrimonio, y no la producción.

La próxima clase vamos a ver qué pasa con la contribución directa y el


comportamiento de los estancieros del sur en un momento crítico, durante el
gobierno de Rosas. Le propongo, entonces, ver la reacción de los sectores
propietarios frente a la cuestión de los impuestos, que es una vinculación directa
con el Estado y, por su intermedio, con el resto de la sociedad. Un tema de
actualidad permanente.

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Nos seguimos escribiendo, una cariño a todxs!

Alejandra

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