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Antropología y colonialidad
Eduardo Restrepo 1
Hasta hace sólo tres décadas, un antropólogo era asociado a ciertos lugares y poblaciones más que a
otras. Basta con hojear las memorias de los congresos de antropología de cualquier país, las tablas de
contenido de las diferentes revistas especializadas, los títulos de las tesis de aquellos años o un balance
de las trayectorias de graduados para encontrar que, con algunas excepciones, la práctica
antropológica estaba de hecho predominantemente interpelada por ciertas alteridades culturales
encarnadas paradigmáticamente por exóticas y distantes ‘sociedades primitivas’. Incluso en las
antropologías periféricas que se habían ido consolidando hacia la mitad del siglo pasado, los
antropólogos centraban su atención en un otro dentro de los marcos de las fronteras de sus estados-
nación, que en el contexto de las Américas lo ocupaban determinadas poblaciones indígenas o
‘natives’. Por tanto, a diferencia de sus colegas franceses, ingleses o estadounidenses que encontraban
ese otro por fuera de sus países de origen (aunque muchos de ellos dentro de sus posesiones
coloniales), en general los antropólogos mexicanos, brasileños o colombianos (para mencionar tres
ejemplos) dirigían sus esfuerzos principalmente hacia los otros-internos, a determinadas las
poblaciones indígenas de sus respectivos países (Cardoso de Oliveira [1993] 2004, Jimeno 2005,
Krotz 1993).
De ahí que no sea sorprendente que en el imaginario social y académico, los antropólogos hayan
recurrentemente aparecido como ‘expertos’ de un tipo de alteridad cultural. De una forma aún más
restringida, la asociación antropología y estudio de las culturas indígenas (pasadas y presentes) es la
imagen más convencional y la que en muchos casos circula en diferentes manuales de introducción a
las ciencias sociales o en las representaciones populares. No obstante, este imaginario y asociación
son inadecuados cuando se contrastan con las prácticas de los antropólogos hoy. Los movimientos
sociales, las identidades juveniles, la sexualidad, las dinámicas urbanas, el Estado, las comunidades
transnacionales o los desplazamientos forzados son algunas de las problemáticas que interpelan a los
antropólogos, ya sea como académicos en el sentido restringido del término o en sus diferentes labores
profesionales como consultores, funcionarios o miembros de ONG. En el último cuarto de siglo, las
prácticas antropológicas se han transformado significativamente, incluso entre muchos de quienes
continúan centrando su interés en ese ahora más esquivo otro distante o interno. 2
Dadas estas transformaciones, cabe preguntarse a la luz de los más recientes planteamientos de
algunas teorías contemporáneas por la relación de la antropología con la colonialidad. Desde el
sentido común disciplinario, la acusación de la ‘antropología como hija del colonialismo’ ─que se le
enrostraba reiterativamente en los años ochenta y noventa, por sus más diversos críticos dentro y fuera
de la antropología— es un penoso aspecto de su disciplina que, como cosa del pasado, ha sido feliz y
totalmente superado. Por eso comúnmente se argumenta que si alguna vez pudo tener algún contenido
de verdad que la antropología estuvo asociada al colonialismo, esto ha cambiado definitivamente con
las luchas anticoloniales y el surgimiento de los nuevos Estados independientes. La asociación de la
1
Investigador, Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR. Universidad Javeriana.
2
Esto no significa que en el campo disciplinario hayan desaparecido colegas que operen desde los criterios
y con conceptos de una antropología de hace treinta o más años.
antropología con colonialismo ha desaparecido puesto que, desde esta perspectiva, no era inmanente a
la disciplina misma. Si se le reconoce algún carácter constitutivo a las experiencias coloniales que
alimentaron las antropologías metropolitanas, de ahí no se concluye que se mantenga como una suerte
de ‘pecado original’ del que no se haya podido desprender.
Al contrario de esta extendida narrativa del sentido común antropológico, en este artículo argumentaré
que esta manera de comprender las relaciones entre la antropología y el colonialismo no sólo soslaya
el carácter inmanente a la constitución disciplinaria de la experiencia colonial, sino que tampoco
permite entender cómo la colonialidad constituye el presente de la disciplina. Empiezo por ilustrar
brevemente algunas de las tesis más relevantes para mi argumento del pensamiento poscolonial y sus
diferencias con las críticas al colonialismo articuladas por las luchas anticoloniales. Luego examino la
antropología en el país a partir del planteamiento de que, en gran parte, ha sido estructurada por una
manera particular de imaginar e intervenir sobre la otredad-interna que puede ser denominada
‘indiología’. Ahora bien, a pesar de quienes dicen haber trascendido este trazo abiertamente colonial
de la disciplina, en el siguiente aparte argumento que incluso aquellos desarrollos disciplinarios siguen
estando atravesados por la colonialidad.
Las críticas tempranas al colonialismo se diferencian de las diferentes vertientes de los debates
contemporáneos en varios aspectos sustanciales, de los cuales resaltaré tres de los más importantes y
generales. Primero, mientras que las anteriores críticas al colonialismo se centraban en los aspectos
políticos, económicos y, en algunos casos, ideológicos del colonialismo; los cuestionamientos
poscoloniales actuales evidencian aspectos epistémicos que no habían sido tomados en consideración:
“[…] las narrativas anticolonialistas [de los años sesenta y setenta] jamás se interrogaron por el estatus
epistemológico de su propio discurso” (Castro-Gómez 1998:171-172; énfasis en el original). El grueso
de las críticas al colonialismo de mediados del siglo XX establecían una relación de exterioridad entre
lo epistémico y el colonialismo, mientras que las diferentes vertientes de las discusiones poscoloniales
evidencian precisamente cómo lo epistémico y lo colonial se constituyen e influyen mutuamente
(Grosfoguel 2006).
Segundo, para la mayoría de las narrativas anticolonialistas el colonialismo aparecía como una
desafortunada desviación pasajera del proyecto de modernidad europeo, el cual constituía el horizonte
político y social de las luchas de liberación nacional anticoloniales. Para los más radicales, incluso, la
Revolución y la Utopía (con mayúscula y en singular) estaban edificadas sobre supuestos modernos
que se suponían como universales. Desde esta perspectiva, se establecía entonces no sólo una relación
de contingencia histórica entre modernidad y colonialismo, sino que además se asumía la modernidad
como un paradigma universal nacido en Europa. Las diferentes tendencias poscoloniales
problematizan de disímiles maneras estos dos supuestos. De un lado, se argumenta que el
colonialismo no puede ser entendido como una perversión o desviación pasajera de la modernidad
sino que modernidad y el colonialismo se encuentran estrechamente ligados, y no sólo en el pasado
sino también en el presente. Del otro, se cuestiona tanto la supuesta vocación de poder universalizante
de la modernidad como el imaginario de su etiología exclusivamente intra-europea y eurocentrada.
Al respecto, Stuart Hall anotaba que por ‘colonización’ se: “[…] referencia algo más que el gobierno
directo sobre ciertas áreas del mundo por los poderes imperiales. Pienso que significa la totalidad del
proceso de expansión, exploración, conquista, colonización y hegemonización imperial que ha
constituido ‘la otra cara’, el exterior constitutivo, de la modernidad europea y el capitalismo
occidental después de 1492” (Hall 1996: 249). Así, mientras que muchas de las narrativas
anticolonialistas se refieren al colonialismo como aparato de dominación que remite al pasado, las
diferentes vertienentes del poscolonialismo tienen por objeto el análisis de (y la intervención sobre)
2
los efectos y operación en el presente del mismo. Antes que un asunto saldado en más o menos remoto
pasado de algunos pueblos, el colonialismo constituye la historia del presente de todos.
En una formulación más detallada, y más anclados en la experiencia de América Latina, 3 algunos
autores establecen una distinción entre colonialismo y colonialidad. ‘Colonialidad’ es entendida como
un fenómeno histórico mucho más complejo que el colonialismo y que se extiende hasta nuestro
presente. Se refiere a un ‘patrón de poder’ que opera a través de la naturalización de jerarquías raciales
que posibilitan la re-producción de relaciones de dominación territoriales y epistémicas que no sólo
garantizan la explotación por el capital de unos seres humanos por otros a escala mundial, sino que
también subalternizan y obliteran los conocimientos, experiencias y formas de vida de quienes son así
dominados y explotados (Quijano 2000). Este patrón de poder es articulado por vez primera con la
conquista de América. Para ese entonces, de acuerdo con Aníbal Quijano, los dos ejes fundamentales
de este patrón de poder fueron: “De una parte, la codificación de las diferencias entre conquistadores y
conquistados en la idea de raza, es decir, una supuesta estructura biológica que ubicaba a los unos en
situación natural de inferioridad con respecto a los otros […] De otra parte, la articulación de todas las
formas históricas de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos, en torno del capital y del
mercado mundial” (2000:202). De ahí que además de la noción de ‘colonialidad del poder’ se hable de
‘colonialidad del ser’ y ‘colonialidad del saber’. 4
Tercero, no eran pocas las narrativas anticolonialistas que tendían a tomar por sentado las distinciones
entre las series ‘colonizador-blanco-sujeto-sí mismo’ y ‘colonizado-no blanco-objeto-otro’,
revirtiendo la relación de poder y las connotaciones de interiorización asociadas al colonizado en
marcos nacionalistas y nativistas. Se mantenía la distinción, reversando simplemente el lugar de cada
uno de los términos. Por el contrario, en las críticas poscoloniales contemporáneas esa distinción es
objeto de escrutinio y problematización. Así, por ejemplo, Radhika Mohanram escribía:
Finalmente, para la gran mayoría de las críticas poscoloniales de la visualización de esta dicotomía y
del lugar de ‘Occidente’ como el lugar no marcado desde el cual se ha otrerizado y cosificado al
‘resto’ se piensa desde una perspectiva no fundacionalista. No es una especie de tercermundismo lo
que la mayoría de los pensadores poscoloniales tienen en mente: “El binarismo ‘nostros y todos ellos’,
implícito en el orden simbólico que crea el Occidentes, es un constructo ideológico y las muchas
formas de Tercer Mund-ismos que reversan sus términos son sus imágenes reflejas. No existe el Otro,
sino multitud de otros que son todos otros por diversas razones, a pesar de las narrativas totalizadoras,
incluyendo la del capital” (Trouillot 2003: 27).
A diferencia del grueso de las narrativas e intervenciones anticoloniales, las disímiles vertientes
poscoloniales no buscan simplemente invertir los dos términos constituyentes de esta dicotomía, sino
desmantelar la lógica discursiva y las condiciones materiales sobre la que se reproduce. Al respecto, a
mediados de los años ochenta, Paul Rabinow llamaba la atención sobre el error de un simple
3
Para un examen de las diferencias de perspectiva en los debates poscoloniales asociados a los diferentes
locus de enunciación (Asia y África versus América Latina y el Caribe), véase Mignolo (2005).
4
Para exposiciones de este enfoque, véase Castro-Gómez (2005), Escobar (2003), Walsh (2004).
3
reversamiento esencialista: “[…] Debemos pluralizar y diversificar nuestros enfoques: un movimiento
básico contra la hegemonía económica o filosófica es diversificar los centros de resistencia: evitar el
error de invertir el esencializmo; el Occidentalismo no es un remedio para el Orientalismo” (1986:
241). Mediante enfoques que pluralizan, descentran y comprenden en su positividad las otredades se
puede evitar las trampas del pensamiento colonial que en gran parte aún estructura nuestro presente,
incluso en vertientes que se dicen críticas de la colonialidad. Las totalizaciones sobre una dicotomía
compuesta de los términos irreductibles y naturalizados de ‘Occidente’/no-‘Occidente’ (o cualquiera
de los eufemismos teóricos que los sustituyan) hacen parte de legado colonial que estructura aún
nuestro presente y que amerita un detallado escrutinio en el cual es a toda luces insuficiente,
conceptual y políticamente, una simple reversión de sus dos términos constituyentes manteniéndolos
en su supuesta identidad trascendental.
No es posible pluralizar, descentrar y pensar en su positividad las otredades, dejando incólume una de
las más poderosas narrativas de cerramiento de ‘Occidente’ y de inscripción de una exterioridad
constitutiva habitada por ese Otro. En este sentido, tal vez una de las inspiraciones más relevantes para
pensar la relación entre antropología y colonialidad se puede encontrar en la propuesta de
‘provincializar a Europa’ elaborada por Dipesh Chakrabarty. La categoría de ‘provincializar a Europa’
remite la desnaturalización de las narrativas eurocentradas evidenciando la parroquialidad e
historicidad de modalidades de pensamiento, de ordenamientos políticos y de prácticas sociales que se
esgrimen como universales. Esto no significa que el proyecto de provincializar a Europa conduzca a
un relativismo cultural ni, mucho menos, a un nacionalismo o nativismo no-europeo (Chakrabarty
2000: 43). La idea no es simplemente rechazar en bloque y en un tono moralizante a la modernidad,
los universales, la ciencia o la razón arguyendo que son culturalmente específicos a Europa y, en
consecuencia, intrínsecamente reproductores del eurocentrismo. Aunque esto último no deja de ser en
gran parte cierto, provincializar a Europa significa más bien desplazar a Europa del centro de la
imaginación histórica, epistémica y política.
En este sentido, no existe la modernidad sino modernidades en plural (incluso al interior mismo de esa
‘Europa’ que opera como su paradigma). Como lo indica Mitchell, esta pluralización de la
modernidad no significa simplemente que existen ‘modernidades alternativas’ que se constituyen en
variantes locales dadas ciertas especificidades culturales de una modernidad en singular que
subyacería a toda la gama de sus posibles expresiones: “[…] el lenguaje pluralista de las
modernidades alternativas siempre presupone una unidad subyacente en referencia a la cual tales
variaciones pueden ser discutidas” (Mitchell 2000: 24). Menos aún, no habría un paradigma de
4
modernidad encarnada en Europa, de la cual las otras modernidades serían meros derivados
defectuosos o copias diletantes debido a los obstáculos o incapacidades de los no-europeos.
Más aún, con el proyecto de ‘provincializar a Europa’ se pretende desatar la “[…] pesadilla de la
‘tradición’ que es creada por la ‘modernidad’” (Chakrabarty 2000: 46). La ‘tradición’ como
negatividad, como un todavía-no-moderno, es un poderoso imaginario de las narrativas que
privilegian instituciones modernas como las de ‘ciudadanía’, ‘nación’ o el ‘sujeto liberal moderno’ por
encima de otras formas de solidaridad social o experiencias de subjetividad. En general, este privilegio
se asocia con un efecto borramiento de la compleja y contradictoria trama de prácticas, relaciones y
representaciones al ser subsumidas en una negatividad de la modernidad. En este sentido, para desatar
dicha pesadilla se requiere cuestionar el extendido lugar común de la modernidad que la supone como
un universal trascendental que arrojaría a la ‘tradición’ todo aquello que le es ajeno, que no encaja sus
imaginarios de sí misma. La ‘tradición’ se define así como lo otro arcaico de la ‘modernidad’, con
todas las connotaciones políticas, éticas y morales que se suponen en los discursos celebratorios o
críticos de esta última.
De la misma manera, Europa no puede ser considerada como una entidad aislada sino que es en gran
parte co-producida por y en la experiencia colonial. Como se anotó, las experiencias coloniales no son
una ‘excrescencia’ o ‘desviación’ de Europa, sino que fueron las condiciones de su existencia e
hicieron posible los imaginarios eurocentrados que la han constituido como tal. Para decirlo en otras
palabras, Europa no es una entidad preexistente a la experiencia colonial puesto que se constituye al
mismo tiempo, y por el mismo procedimiento, de la producción de una exterioridad ontológicamente
irreductible e insalvable: el otro colonial (Mignolo 2000).
5
Algunas de las ideas aquí elaboradas fueron inicialmente presentadas en un borrador de introducción a un
libro coeditado con María Victoria Uribe (Restrepo y Uribe 2000). Desafortunadamente, este borrador fue
significativo ‘mejorado’ sin mi consentimiento por un colega arqueólogo que pertenecía al comité editorial
del Icanh. Solo a mi regreso al país, después de que ya estaba publicado, encontré cómo se habían
desvirtuado no pocos de los planteamientos contenidos en el borrador.
5
etnógrafo constituía parte del engranaje administrativo, militar y económico que reproducían y
expresaban las relaciones de dominación coloniales. 6
En el caso colombiano, el lugar de ese ‘salvaje’ o ‘primitivo’ fue ocupado por lo indígena, por el otro-
interno. Es por ello que en los cursos enseñados en las universidades, en las ponencias presentadas en
los congresos, en los textos publicados, en las acciones militantes de los antropólogos o en las
burocratizaciones de la antropología, el indígena emerge en su centralidad. 7 No obstante, esta
centralidad no la entendiendo simplemente en un sentido cuantitativo o paradigmático, si bien ambas
son expresiones importantes de la misma. En efecto, más allá de las cifras ─que en sí mismas no son
nada gratuitas─ o de que el indígena ha devenido en el objeto antropológico por antonomasia; con esta
centralidad quiero indicar, más bien, que la antropología en Colombia ha sido constituida por la
producción de la indianidad. Es a ello a lo que se puede denominar la ‘indiologización’ de la
antropología.
Ahora bien, este indígena producido por la disciplina antropológica no es un simple dato de la realidad
ni, mucho menos, un fenómeno natural contrastado por los desprevenidos sentidos del etnógrafo. 8 Al
contrario, es mucho de un imaginario resultante de la alquimia discursiva del mismo etnógrafo
sediento de otredades esenciales; es un efecto de verdad antropológica entretejida en la constatación
empírica de un otro permeada por una positividad colonial que no se reconoce como tal; es, para
parafrasear un conocido texto, resultado de su localización en la perspectiva de una mirada distante
que, cual arduo resultado de un tipo de representación realista, invisibiliza aquello que la hecho
posible.
6
La denuncia de la articulación entre antropología y colonialismo fue planteada de múltiples maneras en
Colombia desde por lo menos los años setenta (Vasco 2002). Lo más interesante, a mi modo de ver, fue que
no se quedaron en una crítica escrita para un artículo o una ponencia a un congreso de colegas, como suele
suceder últimamente con algunos los antropólogos estadounidenses y europeos que han asumido posiciones
‘progresistas’. El trabajo concreto de explorar modelos de relación alternos que subvierten en algunos
planos este proyecto colonial de la antropología amerita ser objeto de reflexión y de réplica.
7
Esta centralidad presenta significativas variaciones y matices que, como bien lo evidencia Correa (2006)
en un reciente artículo, se explica por las características sociales y políticas del país.
8
O de los ‘solidarios’ como se pueden identificar a un grupo de antropólogos que en los años setenta y
ochenta articularon una posición de critica radical a las antropologías metropolitanas (Cavides 2002, Vasco
2006). Para una historia de la antropología colombiana como expresión del contexto nacional, véase Correa
(2006).
6
aquellos ‘dialécticos’─. Para el arqueólogo, el lugar de esta convivencia ‘directa’ era reemplazado por
un conocimiento metonímico posible por el meticuloso acceso al ‘registro arqueológico’. El ‘cuerpo’
o la ‘lengua’, ocupaban para el caso de los más escasos antropólogos físicos y lingüistas un lugar
análogo al registro arqueológico para el arqueólogo.
De ahí, incluso, que el criterio de pertinencia antropológica estuvo modelado por las categorías y
metodologías aplicadas a la participación en tanto expertos en la producción de la indianidad como
otro esencial. No es de extrañar, entonces, que algunos antropólogos se hayan lanzado a ‘indianizar’
otras poblaciones y preguntas con el animo de que recibieran legitimidad antropológica. Poblaciones
rurales como campesinos o negros fueron colonizados por una mirada antropológica ‘indianizada’.
Los negros del Pacífico rural colombiano o de Palenque de San Basilio, por ejemplo, fueron inscritos
en esta economía de visibilidades, fueron reconducidos a una otredad esencial que, en algunos casos,
ha sido leída como expresión última de unas huellas de africanía que emergen, desde una especie de
inconsciente colectivo, como silenciosos demiurgos de sus específicas formas de inventiva cultural
ante la incertidumbre imperante del medio natural y humano.
Este Otro esencial había sido cómodamente delineado en las convencionales monografías, donde el
etnógrafo establecía una tersa descripción realista que, después de la localización geográfica (casi
siempre acompañada de un mapa donde es ubicada la comunidad), se empezaba con el ‘medio
ambiente’, pasando por la ‘economía’, la ‘estructura social’, para terminar con la ‘religión’ o
‘mitología’. A veces, se relegaba un pequeño aparte al final que se denominaba ‘cambio cultural’ o
‘relaciones interétnicas’, en el cual no era extraño que el etnógrafo se muestre preocupado por la
‘pérdida de la cultura’ y hace un llamado a la urgencia de conservar la ‘tradición’ o, incluso, a
‘recuperarla’.
Pero esta ‘indiologización’ de la mirada antropológica no se limitó a las poblaciones rurales, en las
cuales era más cómodo producir un otro basado en dicotomías irreductibles recreadas en el encuadre
mismo del ‘trabajo de campo’ como el nosotros/ellos y el estar acá/estar allá. Los no muy numerosos
estudios que trascendieron los umbrales de las poblaciones que suponían el paradigma de la tradición
antropológica se vieron enfrentados a una multitud de problemas de orden conceptual y metodológico
que radicaban en la paradoja de aplicar categorías como las de comunidad o las de cultura que
suponían estrategias exotizantes, esencializantes y homogenizantes en contextos que a todas luces
evidenciaban su insuficiencia. En medio de la ciudad, acaso en el barrio donde uno nació o en el cual
habita, ya no era más evidente esa distancia cognitiva y espacial que implicaba el encuadre
etnográfico del cual se derivaba la posibilidad de esa ‘mirada distante’ como dispositivo del
conocimiento antropológico.
7
Tal lectura indianizante de la antropología se empieza a problematizar, por lo menos en términos
institucionales, mediante la aparición en la segunda mitad de la década del ochenta de: Encrucijadas
de la Colombia amerindia (Correa 1993). Con este texto colectivo se cuestionaba esa mirada
exotizante de “comunidades” aisladas y discretas que, apenas unos años antes, habían sido narradas
en: Introducción a la Colombia amerindia (Correa 1987). Encrucijadas cuestionaba precisamente la
pretensión de representar antropológicamente unas imaginarias comunidades indígenas al margen de
los múltiples procesos de relación, conflicto e inserción a las dinámicas locales, regionales, nacionales
y globales. En este sentido, con Encrucijadas se crítica un modelo de descripción cultural basado en la
oposición puro/contaminado o auténtico/impuesto que, en últimas, apela a la metáfora de la pérdida
que se implicaba bajo las categoría residual de ‘cambio cultural’ o ‘aculturación’. Por eso, en
Encrucijadas encontramos los esbozos de un proyecto antropológico que se pregunta por los bordes,
los cruces y lo liminal en la producción de la diferencia. Dicho proyecto, necesariamente implica
problematizar una noción de cultura como una entidad —ya fuera orgánica, formal o sistémica—
delimitable claramente y cosificable.
En efecto, en lo que se puede denominar el modelo de la cultura como encrucijada las relaciones de
intercambio, pero también las de explotación, dominación y desigualdad se entienden como
estructurantes de la cultura y no como simples telones de fondo. La diferencia es resultado de las
tensiones y cruzamientos. Por tanto, se piensa en términos de transformaciones que no sólo significan
‘pérdida’ sino que son también estructurantes. Mas que una autenticidad incontaminada o una
tradición que se perpetúa idéntica desde los tiempos inmemoriales, son los bordes, las interacciones y
la heterogeneidad lo que convoca a este tipo de estudios. Para estos sigue importando describir y
explicar la cultura x ó y, pero ya no lo hace poniendo entre parentesis las ‘influencias externas’ de lo
que es ‘propio’, separando lo ‘auténtico’ de lo ‘contaminado’. Por su parte, la noción de culturas
hibrídas puede ser endendida como una radicalización de este modelo. Radicalización en el sentido
que desancla la relación entre cultura-lugar-grupo supuesta en el primer modelo de la cultura como
isla. Culturas hibridas no estable correspondencias inmanentes entre poblaciones y lugares ni, menos
aún, considera las culturas irremediablemente atadas a un lugar (el cual, por lo demas, tampoco se lo
supone estable). Las culturas, las poblaciones y los lugares son pensados en sus flujos y en sus
profundas amalgamas.
En las últimas tres décadas, las diversas antropologías del mundo se han transformado
sustancialmente. En Colombia, se han posicionado líneas de argumentación que han tomado distancia
crítica de algunas de las premisas de lo que he denominado indiología. Una de estas líneas,
institucionalmente apuntalada desde mediados de los noventa por el aquel entonces Instituto
Colombiano de Antropología, se denominó ‘antropología en la modernidad’. Esta línea se expresó en
una serie de publicaciones de diferentes autores que, de forma muy general, confluían en una crítica a
los modelos de antropología más convencionales y, en particular, a las lecturas fundacionalistas en la
comprensión de la cultura y a su limitación a ‘objetos’ que siguieran el criterio de los otros distantes o
internos.
8
A pesar de las elaboraciones y contribuciones que este tipo de transformaciones ha significado para la
disciplina, no insinúan un quiebre con la colonialidad del pensamiento y la práctica institucional de la
antropología. De forma algo esquemática se puede argumentar que este tipo de planteamientos
constituyen una complejización del utillaje conceptual y metodológico a disposición de los
antropólogos, pero en gran parte se mantiene por fuera del análisis las condiciones de posibilidad
epistémicas, institucionales y sociales que permiten la articulación del pensamiento antropológico en
primer lugar. Y es precisamente un tipo de análisis como éste el que supone pensar en la colonialidad
de la antropología.
La colonialidad de la antropología
La colonialidad de la antropología amerita ser examinada en al menos dos planos. De un lado, lo que
la constituye como conocimiento experto, en sus relaciones con la sociedad en su conjunto y su lugar
en la constelación de las diferentes disciplinas. Del otro, cómo opera la colonialidad al interior de la
antropología como una práctica y pensamiento en su normalización disciplinaria y en el permanente
establecimiento y disputa del canon.
En tanto conocimiento experto, lo que aparece como antropología es una técnica de colonización de la
realidad, con la especificidad de la domesticación en el ámbito intelectual de la alteridad cultural. La
imaginación y práctica antropológicas deben ser analizadas como un componente sustantivo del
régimen de poder moderno, el cual refiere a los procesos de gubernamentalización descritos por
Foucault (o, para apelar a otro horizonte teórico, a la colonización del mundo vida como lo diría
Habermas). Este régimen de poder es permanentemente producido a través de ‘juegos de verdad’ que
definen “[…] una estructura intrincadamente diferenciada de autoridades que especifica quién tiene el
derecho da decir qué en cuales temáticas. Como marcadores de esta autoridad, tenemos exámenes,
grados, títulos e insignias diferenciadoras de todo tipo” (Chatterjee 1997: 13). En este sentido, lo que
aparece en un momento dado como antropología debe ser entendido como un dominio específico que
es hecho posible por tales juegos de verdad y las prácticas de autoridad y autorización que han
operado y han sido definidas en unas formaciones discursivas especificas que ha producido sus
objetos y conceptos (tales como el de ‘cultura’ en la antropología estadounidense). El conocimiento
antropológico así producido hace parte de los innumerables amarres del conocimiento experto
mediante los cuales ciertos sectores sociales hacen sentido del mundo social y desde donde se
interviene sobre diversas poblaciones. En otras palabras, la antropología supone una tecnología de
sentido y manejo del mundo en un entramado de poder de un modelo de sociedad que la parió y la ha
nutrido.
9
Foucault entiende por saberes sometidos de un lado los “[…] contenidos históricos que fueron sepultados
o enmascarados dentro de coherencias funcionales o sistematizaciones formales […] y, del otro lado, “[…]
toda una serie de saberes que habían sido descalificados como no competentes o insuficientemente
elaborados: saberes ingenuos, jerárquicamente inferiores, por debajo del nivel de conocimiento o
cientificidad requerido” (Foucault [1976] 1992: 21). Estos últimos, constituyen lo que Foucault denomina
“[…] el saber de la gente (y que no es propiamente un saber común, un buen sentido, sino un saber
particular, local, regional, un saber diferencial incapaz de unanimidad y que sólo debes su fuerza a la
dureza que lo opone a todo lo que lo circunda).” (p. 21). En el concepto de saberes sometidos, entonces, se
reúnen como en “una extraña paradoja” dos formas: los saberes sepultados de la erudición (contenidos del
9
emerge una paradoja ya que gran parte del esfuerzo antropológico puede ser presentado precisamente
como una visualización de los conocimientos subalternizados –sobre todo aquellos de las llamadas
‘sociedades no occidentales’– así como el cuestionamiento del etnocentrismo epistémico de las
‘sociedades occidentales’ que han deificado la ciencia como la forma privilegida de conocimiento y su
derivación en la tecnología para la intervención en el mundo natural y social.
La colonialidad opera en este plano mediante mecanismos institucionales (como las políticas
editoriales, la predominancia de unas lenguas y de los textos escritos, los formatos de argumentación,
la sedimentación de genealogías y cánones disciplinarios, los procesos de formación universitarios,
etc.) que implican la hegemonización de unas tradiciones y modalidades del establecimiento
antropológico, al tiempo que subalternizan (silencian) otras (Krotz 1993, Ribeiro y Escobar 2006).
En la primera parte de este artículo presenté una serie de contribuciones de los enfoques
poscoloniales. Afirmé que la dimensión epistémico de la colonialidad es un aspecto resaltado por estos
enfoques. La antropología no escapa a esta dimensión. No tanto porque haya producido o no
conocimientos que pudieron haber sido útiles a las administraciones coloniales pasadas (o al
‘colonialismo interno’, que puede ser más el caso de las antropologías desde América Latina, Asia o
Africa), sino fundamentalmente por el hecho de constituirse como conocimiento experto que supone
una distinción de orden epistémica, institucional y de posiciones de sujeto que la diferencia de los
‘saberes sometidos’ (para seguir utilizando la categoría sugerida por Foucault). Como Chakrabarty lo
indicaba para la disciplina histórica o la misma Spivak con respecto a la representación, no basta con
conocimiento teórico, meticuloso, erudito, exacto) y los saberes de la gente (saberes locales, singulares,
descalificados por la jerarquía del conocimiento y de la ciencia). (p. 22).
10
Al respecto, puede resultar ilustrativo el intenso debate a mediados de los ochenta a propósito de las
políticas de representación antropológicas en el establecimiento antropológico estadounidense. Para un
recuento y posicionamiento de la época con respecto a este debate, véase Marcus y Fisher (1986).
10
apelar a los ‘pasados subalternos’ o intentar darle ‘voz al subalterno’ para suponer que se está
desmantelando la colonialidad de los conocimientos expertos. Los ‘pasados subalternos’ permanecen
en una exterioridad irreductible al análisis historiográfico que –debido a sus premisas sobre el mundo,
el tiempo y los seres– constituye un principio de inteligibilidad al cual escapan aquellos pasados en
cuanto tales. Sólo los puede reducir a algo distinto a ellos mediante el despliegue de una violencia
epistémica que los hace irreconocibles. Algo análogo sucede con la imposibilidad de que el subalterno
hable el lenguaje de la institucionalidad que lo constituye como subalterno ya que si lo hace, en el
preciso momento en que lo articula, se diluye como tal. En este sentido, la antropología ha
representado (en el doble sentido analizado por Spivak) ciertas alteridades culturales que no pocas
veces se encuentran mediadas por lo que Ramos (1998) ha denominado el ‘indio hiperreal’ o lo que
aquí he indicado, de una manera mucho más general, como indiología. Por tanto, la antropología y la
colonialidad están estrechamente asociadas, más de lo que estarían dispuestos a reconocer los
antropólogos. Estos prefieren arrojar al pasado esta asociación, reduciendo la colonialidad al
colonialismo como período histórico generalmente superado y mirándose a sí mismos a partir de unas
posiciones sospechosamente celebratorias.
Referencias citadas
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13
Negros de alma. Raza y procesos de
subjetivación juveniles en torno a los
Bailes de Cuarteto (Córdoba, Argentina)
Gustavo Blázquez 1
temente del color de su piel. Negro devino una condición del sujeto separada
(parcialmente) de la determinación genética.
Los negros y negras de alma, de acuerdo con el punto de vista de aquellos que
no se describen a sí mismos como tales, se caracterizarían en el plano estético
por su “mal gusto” (mersas); y en el plano ético por su falta de dedicación al
trabajo (vagos) y su carácter peligroso (choros). 4 En el plano erótico, estos sujetos
se distinguirían por ser simultáneamente objetos sexuales desvalorizados dado
que los hombres carecen de belleza (fieros) y las mujeres de virtud (putas) y
objetos reconocidos y temidos por su potencia sexual (calientes).
Estas operaciones de clasificación social, de acuerdo a nuestra hipótesis de
lectura, forman parte de la repetición –siempre igual, siempre diferente– de un
discurso discriminatorio en el actual contexto post-imperial (Ribeiro, 2005). 5
Este discurso de odio podría entenderse como una variación, en otro tiempo
y lugar histórico, del “discurso racista estereotípico en su momento colonial”
caracterizado, según Homi Bhabha, por: (1) apoyarse en el reconocimiento y el
repudio de las diferencias raciales/culturales/históricas; (2) tener una función
estratégica “de creación de un espacio para ‘pueblos sujetados’ a través de la
producción de conocimiento en cuyos términos se ejerce vigilancia y se esti-
mula una forma compleja de placer/displacer” (Bhabha, 1998:111); (3) buscar
legitimarse a través de la producción de un conocimiento del colonizador y del
colonizado en forma de estereotipos antitéticos. 6
Los ejercicios clasificatorios que forman este discurso incluyen la participa-
ción de diferentes medios estéticos verbales y no verbales. Los mismos pue-
den considerarse como performances o “conductas realizadas por segunda vez”
(Schechner, 2000) que en su repetición realizan al poder como discurso (cf.:
Butler, 2002:316; Parker y Sedgwick, 1995). Según sostenemos en el trabajo, es
en estas performances donde se construyen unas subjetividades plurales, contra-
dictorias, heteroglósicas (Voloshinov, 1992), afectivas y performativas para cuyo
análisis nos valdremos de herramientas tomadas de la teoría post-feminista, la
post-colonial 7 y el psicoanálisis. ¿Qué resignificaciones de las categorías negro y
negra pueden reconocerse en los procesos de clasificación social en el contexto
argentino y específicamente cordobés? ¿Quiénes y cómo se apropian de estos
términos y resisten las connotaciones negativas de las palabras transformándo-
las en causa identitaria? ¿Qué dimensiones del discurso discriminatorio o del
“lenguaje de odio” (Butler, 2004) se reproducen en las operaciones de resisten-
cia?
Para explorar estas cuestiones referidas a las políticas y poéticas de la raza
analizaremos los procesos sociales locales de resignificación del término negro
entre los negros cordobeses que participan en los bailes de Cuarteto. No conside-
raremos aquí cómo la figura del negro cordobés se realiza en un escenario nacio-
Negros de alma 9
Negros de alma
Entre los negros cuarteteros entrevistados, como en otros grupos sociales loca-
les, considerar a las relaciones sociales en términos raciales no aparece como
una forma de racismo porque precisamente la calificación de negro no estaría
determinada por el cromatismo tegumentario. Esta negación del racismo a par-
tir del uso de categorías propias de dicho régimen discursivo permite sostener
simultáneamente y de modo no problemático dos series de enunciados contra-
dictorios. Los sujetos sostienen que si bien Argentina no es un país racialmente
diverso, los negros, ya no “de piel” sino “de alma”, forman una parte importante
Negros de alma 13
. . .es un invertido del arte y se parece a los invertidos del instinto sexual que
revelan su potencia dudosa por una manifestación atrabiliaria de los apeti-
tos. Necesita de ese color vivísimo, de esa música chillona, como el erotó-
mano del olor intenso de la carne; quiere las combinaciones bizarras y sin
gusto de las cosas, como éste de las actitudes torcidas y de los procedimien-
Negros de alma 15
Yo no tengo la culpa de tener este rostro por que es una obra de mamá y pa-
pá. Piel oscura por fuera pero blanco por dentro. Soy muy pobre y humilde.
Vivo con dignidad de la casa al trabajo, del trabajo al colegio con la frente
bien alta. En medio del silencio. Oficial, yo le pido no encandile mi rostro.
Lo que usted está haciendo. . .Discriminación.
Negros de alma 17
Ir a la cancha e ir a los bailes de La Mona son prácticas habituales entre estos ado-
lescentes, hijos de los sectores medios menos desfavorecidos por las políticas
económicas de las últimas décadas, quienes colocan sobre su piel blanca una
máscara negra. 23
Otros jóvenes, muchas veces tan rubiecitos cuanto los anteriores, pero hijos de
los sectores medios más empobrecidos tratan de alejarse de la etiqueta de negros
que les es impuesta por su posición de clase. Estos adolescentes prefieren antes
que a Jiménez, que tanto gusta a los negros rubiecitos, a otros grupos como –en
los días del trabajo de campo– Trulalá, asociados con una poética del género
artístico Cuarteto que no incluye la presencia escénica del acordeón. 24
En torno a los bailes de Cuarteto, algunos sujetos construyen para sí una re-
presentación positiva de los negros y las negras. En este proceso, aquellos mar-
cadores que funcionan para el discurso hegemónico como huellas infaman-
tes –como un cierto corte de cabellos, una vestimenta o determinadas formas
corporales–, se transforman en distintivos que se portan con orgullo. A través
de estas transformaciones la marginalidad social y la exclusión expresadas en
términos raciales se asumen como causa y no como destino. De este modo mu-
chos bailarines suelen denominarse “los negros (o las negras) de La Mona” y al-
gunos grupos de seguidores adoptan nombres como “los cabeza negra”. En esta
operación, el antiguo epíteto peyorativo que ahora se reivindica como identi-
dad posible perdió sus estrechas relaciones con la identidad política peronista
y antes que identificarse (y ser identificados) con un líder político carismático,
los negros se referencian (y son referenciados) en un artista exitoso. 25
En este importante proceso de resignificación de los vocablos negro/negra, la
contribución de Jiménez con placas discográficas como Raza Negra no es menor.
El cantautor más famoso de la escena cuartetera lanzó en 1994 este disco, donde
son notables los arreglos de percusión afro-latina introducidos por Bam Bam
Miranda. Miranda es un músico peruano nacido en Lima en 1951 que transi-
tó tanto la escena latina de New York como los escenarios del rock nacional y
el folklore argentino hasta que, en 1992, comenzó a formar parte de la orques-
ta de Jiménez. Como él mismo señala en diversas entrevistas, la primera vez
que escuchó Cuarteto comenzó a oír “un montón de tambores que no había”
(Revista La Luciérnaga, Mayo de 2006). La incorporación de este músico, y de
otros percusionistas afro-peruanos, tanto como la presencia de artistas domini-
canos como Jean Carlos y la fusión del Cuarteto con el Merengue resultó en un
importante cambio en las sonoridades cuarteteras al punto que la antigua ono-
matopeya con la cual se designaba al género, chunga-chunga, fue reemplazada
por el actual tunga-tunga. 26
El disco Raza Negra comienza con un recitado donde el artista sostiene: “En
el mundo existen diversas raíces u orígenes étnico musicales producto de vi-
Negros de alma 19
mas historias sobre la animalidad del negro, el carácter inescrutable del culí, o
la estupidez del irlandés (. . .) que son gratificantes y aterrorizantes de modo
diferente cada vez que se usan”.
En el caso que estamos presentando, las narraciones adquieren la forma de
performances dramáticas, es decir de actuaciones que incluyen diversos medios
estéticos y dramáticos, además de recursos puramente lingüísticos. A partir de
las observaciones y las entrevistas fue posible describir diversos modos de ir,
de estar y de danzar en los bailes de Cuarteto que, de acuerdo a las representa-
ciones locales, expresarían la “naturaleza” del sujeto o su alma. Por ejemplo, las
negras se caracterizarían, en términos estéticos, por desobedecer las reglas de la
moda y generar combinaciones de atuendos considerados de “mal gusto” (mer-
sa) por parte de aquellas que se consideran normales. Supuestamente las negras
exageran su maquillaje y la decoración de sus cuerpos como también describe
la ya citada canción de Jiménez, La negra zafada. Y, aunque parecen cuidar sus
cabellos, desde el punto de vista hegemónico, son unas piojosas que no vigilan
su higiene personal. Las negras no sólo cubrirían su cuerpo con combinaciones
bizarras sino que además no respetarían las reglas impuestas por el talle. 30 Pa-
ra muchos entrevistados, las mujeres que usan una vestimenta ajustada o que
deja al descubierto el vientre a pesar de sus abultadas formas anatómicas, son
clasificadas como negras. En términos morales las negras son consideradas (hete-
ro)sexualmente promiscuas y proclives a una intensa actividad erótico-genital.
Algunas adolescentes entrevistadas sostenían que “las negritas van al baile sin el
novio” indicando que lo han abandonado mediante algún ardid y están presen-
tes en el baile para ofrecerse sexualmente a otros hombres. En términos espa-
ciales y coreográficos las negras danzan girando en torno a un círculo exterior
formado exclusivamente por varones. 31
Los “guiones normativos” o “partituras” (Schechner, 2000) que organizan los
encuentros son (re)traducidos y (re)elaborados, a través de estas dramatizacio-
nes, como el “conocimiento local” que hace posible la interacción social. En
otros términos, estos estereotipos pueden ser analizados como performances re-
guladas por la normalización y la institucionalización de las distinciones so-
ciales. Según las explicaciones de los entrevistados, el comportamiento de las
negras es la expresión de una interioridad (alma) no modificable. “Las negras
son negras y aunque quieran comportarse siempre se les nota”. 32 Estas performances
(re)producen a los sujetos que las interpretan cuando éstos exhiben como na-
turales unas diferencias socialmente producidas.
A través de estas performances festivas los sujetos se materializan cuando se
(re)conocen y (des)conocen en la imagen que el estereotipo les ofrece y devuelve
de su self como puede observarse en este fragmento de una entrevista colecti-
va: 33
22 Gustavo Blázquez
ESTHER: Las normales van con los novios, las negritas van sin los novios. . .
ANA: Yo no voy con mi novio y no soy una negrita.
ESTHER: Bueno. . .
GB: ¿Las normales van con el novio. . .?
ESTHER: Sí.
ANA: Bueno, algunas, porque yo no voy con mi novio y no soy de esas
negritas así, que van a buscar lío por todos lados. Las negritas son las que
buscan lío.
(. . .)
IRIS: (La normal) no va a tomar de la cajita. . .(de vino). No va andar con la
cajita.
ESTHER: Las negras andan con la caja. Las otras con el vaso.
OLGA: Bueno, según, ¿vos siempre tenés vaso?
ANA: No porque hay veces que todos están tomando en vaso y vos. . .Ves.
¡¡¡Eso es lo que yo no entiendo!!!. . .Yo me pongo de ejemplo. . .como yo. . .
ESTHER: Y yo también.
ANA: Pero. . .y por eso las discuto.
adolescentes que discriminaban a otras por negras, por ir sin el novio o beber
sin la mediación de un vaso, se convierten en víctimas de su propia clasifica-
ción. Entonces, como hacen Ana y las otras entrevistadas, se revelan y discuten
el punto en torno al cual se está trazando la separación confirmando la vali-
dez del principio invocado pero negando la pertinencia de su aplicación para
definir su propia experiencia.
Entre las prácticas que asegura para las normales una imagen civilizada y para
las otras el carácter de feas, sucias, malas, engreídas y degeneradas se encuen-
tra, como en el caso inglés descrito por Elias y Scotson (2000), el chisme (chi-
mento). Por medio de los comentarios, las acusaciones y, en este caso, las clasi-
ficaciones realizadas en un espacio cerrado y de alta exposición corporal como
es el baile, se (re)fuerza la identidad de un grupo en detrimento de otro y los
estereotipos a través de los cuales se representa a cada uno de ellos. Sin embar-
go, aunque el conjunto de índices que definen a cada uno de estos estereotipos
parece más o menos estable, la interpretación de los mismos es siempre con-
textual, variable y sujeta a negociaciones de modo tal que la normalidad debe
ser siempre demostrada y está siempre amenazada.
uno mismo”). De acuerdo con el punto de vista masculino expuesto por los ado-
lescentes entrevistados no basta con alcanzar la normalidad para ser hombre.
Es necesario “tener (una) personalidad”. 39
Hacerse un bailarín implica entonces un proceso de sujeción a las premisas
del discurso discriminatorio apoyado en la dominación de clase expresada en
términos raciales/racistas que organiza el principio racial-estético-moral y en el
imperativo heterosexual que ordena el principio sexual-genérico-erótico. Cla-
sificando a los otros que están en el baile como unos negros y unas negras, los
bailarines afirman una vez más las propias prácticas discursivas que los arrojan
a ellos mismos al campo de lo abyecto.
Algunos sujetos, quienes se dicen unos negros, hacen propios los enunciados
de odio y discriminación que los predican. Así resisten estos procesos de suje-
ción transformando al vocablo negro en una causa identitaria que ya no se asocia
con una filiación político-partidaria, como en los años ´70, sino con la imagen
de un artista. Sin embargo, no todos los sujetos aparecen autorizados a realizar
estas prácticas de resistencia. Por ejemplo, los varones y mujeres homosexuales,
así como las travestis, están excluidos de la posibilidad de devenir negros. Los
negros son siempre normales y en consecuencia heterosexuales. De manera tal
que la resistencia de los negros a las dimensiones racistas del discurso discrimi-
natorio se apoya en la aceptada repetición de la matriz heterosexual. 40
Para las mujeres presentarse como unas negras es exponerse a la desvalori-
zación tanto por el conjunto de los varones como por las otras mujeres quie-
nes buscan ansiosamente no ser clasificadas como negras. A diferencia de las
mujeres que buscan ser reconocidas como normales, las jóvenes que se auto-
reconocen como negras pertenecen a los sectores económicamente más pobres
y –en consecuencia– están alejadas de las instituciones educativas, o bien son hi-
jas adolescentes de pequeños comerciantes o trabajadores estatales que se edu-
can en colegios privados. En estos casos, el estereotipo pierde su valor de cate-
goría acusatoria que coloca al individuo en una posición denigrada. Por medio
de un ejercicio de inversión, el estereotipo es asumido por el sujeto quien di-
ce reconocerse en la figura estigmatizada. Si bien estos ejercicios de identifica-
ción podrían ser considerados como el producto de una sensibilidad no racista
ni (hetero)sexista, también deben ser analizados como otra producción de las
prácticas discursivas discriminatorias. Las adolescentes que se identifican co-
mo negras construyen una imagen a partir del carácter antisocial imputado a las
mismas –sus aspectos más temibles– al mismo tiempo que no discuten la “natu-
ral” (hetero)sexualidad exacerbada atribuida –sus aspectos más deseados–. En
esta identificación con lo abyecto cuando los sujetos invierten las valencias de
los términos mantienen la trama de relaciones que construyen la normalidad
hegemónica que ellos dicen resistir.
26 Gustavo Blázquez
*****
Agradezco a los artistas y al público con quienes realicé el trabajo de campo
entre 2000 y 2002 en la ciudad de Córdoba, Argentina; el mismo fue financiado
por una beca de CAPES-Ministerio de Educación de Brasil. También agradez-
co la lectura crítica de los revisores anónimos de la revista y los aportes de
profesores, colegas y amigos como Antonio Carlos de Souza Lima, José Sergio
Leite Lopes, Sergio Carrara, John Cowart, Luiz Fernando Dias Duarte, Adriana
Vianna Resende, Moacir Palmeira, María Gabriela Lugones, Belkys Scolamieri,
Pablo Seman, Mauro Cabral , Miriam Santaularia y María Calviño.
Notas
1
Doctor en Antropología Social (ppgas/mn/ufrj). Profesor Titular de “Historia de la Cultura”. Fa-
cultad de Filosofía y Humanidades - Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). E-mail: gus-
tavoblazquez3@hotmail.com Fecha de envío 16/12/07.
2
Una realización práctica de este repudio puede reconocerse en la detención, en agosto de 2002,
por parte de la Policía Aeronáutica de la ciudadana argentina afro-descendiente María Magdalena
Lamadrid responsable de la ONG África Vive cuando las autoridades de Migraciones sospecharon
de la autenticidad de su pasaporte. “Me decía que no podía ser argentina si era negra” comentó a
la prensa la damnificada. (cf.: www.clarin.com/diario/2002/08/24/s-03001.htm)
Negros de alma 27
3
Existe una extensa bibliografía que discute y analiza estas representaciones así como a los agentes
implicados en su creación e imposición. Una síntesis de estos debates en América Latina y Bra-
sil puede encontrarse, por ejemplo, en Devés Valdés (2000), Graham (1990), Skidmore (1989), Zea
(1976). Para el caso argentino puede consultarse Biagini (1985), Soler (1965), Terán (2000).
4
A diferencia del habla rioplatense, el sociolecto cordobés distingue choro, término que designa a
un ladrón, y chorro, vocablo reservado, según manda la Real Academia Española de la Lengua,
para nombrar a la porción de líquido o de gas que, con más o menos violencia, sale por una parte
estrecha, como un orificio, un tubo, un grifo, etc.
5
En un diálogo crítico con el multiculturalismo y la teoría post-colonial, Gustavo Lins Ribeiro pro-
pone el término post-imperialismo para dar cuenta de las transformaciones a escala global en las
últimas décadas del siglo XX. Para el autor, el término supone “la hegemonía del capital flexible,
post-fordista, transnacional, con las redefiniciones de las dependencias o el establecimiento de nue-
vas interdependencias en el sistema capitalista mundial permitidas por la existencia del espacio
productivo fragmentado global” (Ribeiro, 2005:68).
6
Este discurso, como el mismo autor reconoce, no supone solamente el juego con las categorías
raciales sino también con las diferencias genéricas.
7
La utilización de estas herramientas analíticas de la teoría post-colonial no supone una definición
de la situación argentina y cordobesa como post-colonial en el sentido del término elaborado en el
campo de los estudios de la “Commonwealth literatura”. Nuestro interés es fertilizar el terreno de
los estudios latinoamericanos con conceptos originados en contextos académicos y socio-políticos
semejantes en cuanto a su subordinación y diferentes en los modos de realización de la misma.
8
Esta materialización también se da en el ámbito de la performance artística, donde por ejemplo uno
de los grandes cómicos locales, el Negro Álvarez, encarna algunos de los atributos de esta figura. El
mismo estereotipo se presenta en producciones teatrales y televisivas que apelan al costumbrismo
y el regionalismo como la telenovela cordobesa Mi hijo, la Bruja y yo.
9
Esta transformación se asocia con la desaparición de la familia como unidad de participación en
los bailes y la configuración de la noche como un territorio juvenil. Una circunstancia determinan-
te en esta transformación fue la política represiva de la última dictadura militar (1976-1983) (cf.:
Blázquez, 2004).
10
Sobre las cambiantes sonoridades que integran el género musical Cuarteto pueden consultarse:
Waisman (1993); Blázquez (2004).
11
Homi Bhabha define al estereotipo como “un modo de representación complejo, ambivalente y
contradictorio, ansioso en la misma proporción en que es afirmativo” (Bhabha, 1998:110)
12
Según el discurso de las adolescentes entrevistadas las negras se caracterizarían por “ir al baile sin
el novio”.
13
La contaminación que producen los negros la encontré en varios registros. Así, por ejemplo, las
mujeres policías que revisan a las chicas a la entrada del baile lo hacen con guantes de cirugía.
Cuando les pregunté acerca del porqué de ese uso me respondieron que era para no llevarse la
suciedad (mugre) al hogar. En otro caso, en un elegante barrio de la ciudad se construyó un estadio
para grandes eventos deportivos y espectáculos. Los vecinos de la zona se opusieron a este proyecto
dado que temían que el espacio se transformara en un nuevo escenario para bailes de Cuartetos.
Pese a las protestas, el estadio fue construido y en ese espacio Jiménez presentó a fines del 2002 su
disco No 69. Al día siguiente, la prensa local informó de los destrozos y desmanes producidos por
los cuarteteros de los cuales también supe por colegas universitarios, vecinos del barrio, quienes me
describieron vívidamente los jardines pisados y repletos de cajas de vino vacías.
14
Utilizando la terminología kleiniana, este régimen visual o de modo más amplio sensorial y sen-
sual, podría ser caracterizado como esquizo-paranoico dado que el sujeto se (re)produce en rela-
ción a una serie de objetos parciales como serían cada uno de los índices de negritud que primero
han sido expulsados del discurso y el cuerpo, para luego regresar como fantasía persecutoria que
amenaza con destruir la integridad/pureza del sujeto del enunciado.
28 Gustavo Blázquez
15
Debe tenerse en cuenta que todo discurso hegemónico es inestable dado que está siendo perma-
nentemente cuestionado y resistido. Por otra parte debe notarse también que la “Naturaleza” en
la que se basa el discurso racista no es sino una construcción discursiva. Como en el caso del sexo
y la edad, la raza no puede considerarse como el producto de una naturaleza biológica inmutable
y no determinada social y culturalmente. Según señala Butler (2001:67) el cuerpo y el sexo no son
meras superficies aguardando la significación sino “una serie de límites individuales y sociales,
que se mantienen y adquieren significado políticamente”. La raza, la edad y el sexo se materializan
como parte de un proceso social que impone como significativos a determinadas formas y habitus
corporales y excluye en el espacio de lo abyecto otras formas y habitus.
16
Según Mc Clintock (1995) las políticas y las poéticas imperiales británicas de mediados del siglo
XIX, destacaron cada vez más la imagen de la degeneración. El poder social de esta imagen, sostiene
la autora, tenía dos caras. Por una parte permitía describir las condiciones de vida de determinadas
clases o grupos sociales como producto de una degeneración biológica que amenazaba la “raza im-
perial”. Por otra parte el peligro biológico de contagio que estos grupos representaban autorizaba
y legitimaba las políticas estatales ya no sólo en las colonias, sino también en la propia metrópo-
lis. Pero en estas metrópolis, donde los índices cromáticos ya no eran confiables para distinguir
por ejemplo un irlandés de un inglés, Mc Clintock destaca cómo la construcción de la degenera-
ción doméstica fue ampliamente utilizada para mediar las múltiples contradicciones en la jerarquía
imperial –“no sólo en relación con los irlandeses sino también con otros negros blancos: judíos, pros-
titutas, las clases trabajadoras, empleados domésticos, y así por delante, donde el color de la piel
como marcador de poder era impreciso e inadecuado” (Mc Clintock, 1995:53).
17
El Cuarteto Característico Leo está considerado como la primera orquesta de música de Cuarteto.
El conjunto nació de la reducción del número de instrumentistas de las orquestas características
con el objetivo de aumentar la rentabilidad de una empresa familiar. El nombre del conjunto se
deriva de Leonor Marzano, la pianista que popularizó una estructura rítmica que posteriormente
se convirtió en la marca característica de una especie musical. Leonor era hija del propietario de
la orquesta y posteriormente contrajo matrimonio con uno de los músicos. La orquesta comenzó
sus actividades a mediados de los años ´40 organizando bailes en pequeñas colonias agrícolas de
la región central de la Argentina (cf.: Blázquez, 2004).
18
El Estado peronista, a diferencia de los estados fascistas europeos, según señala Plotkin (1995), no
logró establecer un sistema estructurado para la organización política de la juventud y tampoco
pudo crear mecanismos formales para la organización del tiempo libre de los trabajadores. La lle-
gada de los cabecitas negras a Córdoba permitió la acumulación de un público que hizo posible el
arribo del Cuarteto Leo a la ciudad de Córdoba a mediados de los años 50. Asociada a la creciente
industria discográfica, la radio y luego la televisión, se produjo la formación de un gran número
de orquestas que copiaban el modelo de la Leo aunque excluyendo a las mujeres. Jiménez a los 15
años de edad comenzó en una de estas orquestas de propiedad de un tío.
19
Estas representaciones forman el cuerpo del cuento Cabecita negra de 1961, publicado nuevamente
en forma de historieta por la revista Fierro con una presentación de Ricardo Piglia en los años ´80. El
cuento del escritor argentino Germán Rozenmacher de origen judío y enrolado en el movimiento
peronista, relata el encuentro conflictivo de un comerciante hijo de inmigrantes con una negra y un
negro como si se tratara de una terrible pesadilla.
20
Algunos sujetos utilizan también las formas rubito o rubita.
21
La reunión en una esquina o en un determinado punto de una plaza pública son uno de los tipos
a través de los cuales se describen (a) los jóvenes de los sectores populares y una práctica de los
adolescentes varones que asisten a los bailes de cuarteto. Las barras, bandas o grupitos están inte-
gradas por un número variable de sujetos que además de identificarse como varones heterosexuales
comparten una misma edad, un vecindario o un mismo colegio e incluso relaciones de parentesco
sanguíneo o ritual. También se encuentran grupitos formados exclusivamente por mujeres quienes
Negros de alma 29
antes que reunirse en la calle lo hacen en el hogar de alguna de las integrantes. Los grupitos tienen
nombres propios y símbolos identificatorios como banderas, señas, remeras, pañuelo, etc.
22
Debemos destacar que los bailes de Cuarteto son objeto de una fuerte vigilancia policial que con-
trola el afuera tanto como el ingreso y el interior del baile llegando a participar en la organización
de la coreografía. En otros espacios de divertimento nocturno como bares, pubs, boliches o clubes
de música electrónica, los agentes policiales, casi siempre masculinos y en menor número, sólo
se encuentran en el exterior. La descripción de la participación de los espectáculos danzantes co-
mo parte de los regímenes de vigilancia de los sectores populares puede encontrarse en el trabajo
pionero de Geoff Mungham quien analizó los bailes en los que participaban jóvenes británicos
blancos de los sectores populares en los años ’70. En estos encuentros danzantes el autor reconoce
una “conformidad compulsoria” definida como una intolerancia de las desviaciones en los vesti-
dos, la apariencia personal o los gustos musicales. En estos bailes el fetichismo de ser una misma
comunidad es reforzado por los organizadores quienes según Mungham (1976:82) “asumen que
todos son social, emocional y sexualmente iguales y sujetos precisamente a los mismos deseos y
necesidades que pueden ser satisfechos de un modo fijo e idéntico”. Dada esta forma de funciona-
miento, según el autor, y al igual que en los bailes de Cuartetos cordobeses de principios del siglo
XXI “aquellos que no se ajustan o quienes tratan de resistir a este cálculo moral son excluidos o
eyectados” (Mungham, 1976:82). Entre otros trabajos sobre juventud, prácticas lúdicas, control so-
cial y resistencia cabe mencionar Hall y Jefferson, 1976; Bettie, 2000; Bhavnani, Kent y Twine, 1998;
Guedes, 1997; McRobbie, 1991; Reguillo Cruz, 2000.
23
De acuerdo con Fanon el racismo ha impuesto sobre los negros una serie de “máscaras blancas”.
En el caso que estamos analizando la situación se presenta de modo inverso en tanto sobre una
población “blanca” se imponen diferentes “máscaras negras”. En su estudio de las relaciones de
género e interraciales en jóvenes trabajadores en el sur de Londres, Back (1994) utiliza la imagen
de “máscaras negras” para definir a los estereotipos que los jóvenes blancos construyen de los
jóvenes negros y que toman para sí buscando identificarse con determinados aspectos parciales
de la población negra, especialmente aquellos referidos a la masculinidad y el tamaño del pene.
Entre los jóvenes trabajadores cordobeses las “máscaras negras” a diferencia de lo que ocurre en
el caso inglés no son siempre escogidas por los sujetos que las portan sino impuestas sobre sus
rostros y cuerpos, más como una máscara de tortura (tanto en su uso militar como erótico) que
como una máscara de carnaval. Por otra parte las “máscaras negras” cordobesas no remiten a un
negro definido en términos raciales sino de acuerdo a un modo de comportamiento social.
24
Según los artistas activos en los años ’70 entrevistados, el acordeón fue considerado por parte de los
grupos dominantes y el gobierno militar como “cosa de negros”. En esos años apareció la orquesta
Chébere que modernizó el Cuarteto cuando incluyó nuevos instrumentos musicales como trompetas
y guitarras y excluyó al acordeón. Chébere también modificó el baile cuando oscureció la pista de
baile y aumentó la iluminación del escenario. Estos cambios sumados a la adaptación de temas
del repertorio del rock nacional hizo que esta orquesta atrajera a los segmentos más jóvenes de la
población cuartetera (cf.: Blázquez, 2004).
25
Esta observación podría analizarse como un índice de las transformaciones de las relaciones entre
cultura y poder –uno de los tópicos clásicos de las ciencias sociales latinoamericanas– y la formación
de una nueva cultura política.
26
El cambio del fonema /ch/ al /t/ en el icono auditivo del Cuarteto permite una mayor fidelidad en
la mimesis de la nueva sonoridad que abandonó el sonido predominante del acordeón e incorporó
además de bronces y sintetizadores, instrumentos de percusión afro-americanos ejecutados por
sujetos del mismo origen.
27
Los términos braian y braianada se originan en el nombre Brian supuestamente preferido junto con
otros como Brenda, Jonathan, Jessica, Jenifer (en estos últimos nombres el fonema inglés /dz/ es
reemplazado en el sociolecto bajo cordobés por el fonema castellano /i/) por los sujetos que se
30 Gustavo Blázquez
pretende designar a la hora de elegir nombres para sus hijos. Actualmente otro término utilizado
para designar eufemísticamente a los negros es chomi.
28
Este carácter doble en la evaluación de determinados sujetos fue señalada por Frantz Fanon (1972)
en su descripción de la percepción del negro por parte de la población blanca. Así, si en un momento
podía postularse la belleza del negro y su carácter de objeto de deseo, en el momento siguiente
podía ser evaluado por esas mismas propiedades como un ser temible. Estas observaciones de
Fanon han guiado tanto a reflexiones como las de Bhabha como a trabajos etnográficos que exploran
las relaciones interraciales entre los jóvenes en las metrópolis europeas (cf.: Back, 1994).
29
Según el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis (1981:363) la renegación es “un modo
de defensa consistente en que el sujeto rehúsa reconocer la realidad de una percepción traumatizan-
te, principalmente la ausencia de pene en la mujer”. Según la teoría psicoanalítica el objeto fetiche
le permitiría al sujeto tanto aceptar como negar una vivencia traumática como el descubrimiento de
la falta de pene de la madre; hecho a partir del cual se desmorona la teoría sexual infantil acerca de
la universalidad del pene. El mecanismo a través del cual se produce esta formación fue denomi-
nado por Freud, Verleugnung (renegación) y considerado fundamental en el proceso de formación
del sujeto. Por medio de la Verleugnung de la experiencia que desmiente la teoría que sostiene el
sujeto, el fetichista quien ya no conserva la creencia en su teoría infantil, erige un fetiche que ha
venido a ocupar el lugar de la experiencia. Como señala Octave Manonni (1973:10) “la experiencia
no sólo no se borra sino que se hace imborrable para siempre, ha dejado un estigma indeleble que
marca para siempre al fetichista. Lo que se ha borrado es el recuerdo”. Mannoni (1973:9) sintetiza
el complejo modo de funcionamiento de la renegación con la frase “ya lo sé, pero aun así. . .”.
30
El talle o tamaño de la indumentaria puede describirse como una objetivación de las relaciones
ideales entre las distintas partes y volúmenes del cuerpo.
31
La coreografía principal de los bailes de cuarteto está organizada en tres círculos concéntricos.
Uno exterior formado exclusivamente por varones, uno interior donde bailan parejas de hombres
y mujeres y entre ambos círculos una ronda de mujeres que giran en sentido contrario al de las
agujas del reloj (Blázquez, 2007).
32
El uso del término comportarse refiere a la acción de “actuar como” pero también significa actuar
de un modo acorde a la situación. En este último sentido quien “se comporta” actúa de un modo
socialmente aprobado. Comportate es una orden por medio de la cual se le indica a un sujeto la
obligación de adecuar su conducta a los guiones normativos.
33
La entrevista fue realizada en un colegio secundario con alumnos que contacté durante el baile. De
la misma participaron varones y mujeres de 16 y 17 años.
34
Butler a diferencia de Bhabha plantea que la operación psíquica por medio de la cual se construye
el sujeto no es la renegación (Verleugnung) sino la forclusión (Verwerfung) (cf.: Butler, 2002:19. n. 2).
35
(cf.: Butler, 2002:174-178). Para Butler (2001:67) “la univocidad del sexo, la coherencia interna del
género y el marco binario para sexo y género se consideran ficciones reguladoras que consolidan
y naturalizan los regímenes de poder convergentes de la opresión masculina y heterosexista”. Este
ejercicio de naturalización o de transformación del arbitrario cultural en necesidad natural ha sido
descrito por otros autores fuera del campo post-feminista como Pierre Bourdieu (2000:24).
36
Quizá por este carácter de falsificación que Butler le asigna a la teatralidad de la acción, quizá
por su formación e interlocutores, el trabajo de Butler presta escasa atención a las performances en
sí, concentrándose exclusivamente en la dimensión verbal del comportamiento humano. Desde
nuestro punto de vista esta reducción lingüística constituye una limitación del trabajo de la autora.
37
El conjunto de los sujetos masculinos presentes en los bailes de Cuarteto durante los días del trabajo
de campo estaba integrado por conchetos; negros-negritos-rochas; carteludos; fachas-facheritos; harrys,
todos ellos heterosexuales y (más o menos) normales y por el grupo de los putos y los travestis. El
universo femenino estaba formado por las finas; las humientas; las normales; las negras; las loconas,
todas ellas heterosexuales y (más o menos) normales y por tortilleras y travestis
Negros de alma 31
38
Los estereotipos sexuales, especialmente las formas de masculinidad que aparecen contadas en
este escenario cordobés difieren poco de las que cuenta toda la etnografía del área mediterránea
europea, de América Latina o incluso de todos los rincones de la Tierra según la síntesis elabora-
da por el antropólogo David Gilmore (1999). Esta repetición no debe hacernos perder de vista la
multiplicidad de masculinidades y femineidades que se juegan por medio de la práctica del baile.
Como señalan diferentes críticos, la universalidad de los valores masculinos (fortaleza, agresivi-
dad, estoicismo, heterosexualidad) descriptos por Gilmore se derivan antes que de una universal
identidad masculina como la propuesta por el autor; de un efecto metodológico producido por la
consideración exclusiva de los discursos hegemónicos y por la exclusiva atención a los aspectos
socialmente aceptados (cf.: Hart, 1994; Archetti, 2003).
39
Los varones no reclaman para sí la etiqueta de normal, excepto cuando el término se usa como
sinónimo de heterosexual, y definen al normal desde un punto de vista negativo: “el que va y le
pegan por no ser un negro choro”.
40
Es en esta repetición que adquiere sentido la auto-identificación como negros de algunos adolescen-
tes varones heterosexuales de clase media que jamás serían detenidos por “portación de rostro”.
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Bourdieu, P. (2000). La Dominación Masculina. Barcelona, Anagrama.
32 Gustavo Blázquez
Resumen
A diferencia de otros estados americanos con gran presencia indígena y/o de descendientes
de esclavos africanos, Argentina ha sido imaginada como una nación blanca y europea. Sin
embargo, términos como negros, indios, chinos, coreanos, judíos, rusos, turcos, etc. forman parte
de un vocabulario cotidiano con el cual se designaría a aquellos argentinos que no parecen
corresponder exactamente con esa imagen de nación. Estas operaciones de clasificación so-
cial, de acuerdo a nuestra hipótesis de lectura, forman parte de la repetición –siempre igual,
siempre diferente– de un discurso discriminatorio en un contexto nacional, post-colonial y
post-imperial. Estos ejercicios clasificatorios, que incluyen la participación de diferentes me-
dios estéticos verbales y no verbales, pueden considerarse como performances. Las mismas, en
su repetición, realizan al poder como discurso y construyen subjetividades plurales, contra-
dictorias, heteroglósicas, afectivas y performativas. Para explorar estas cuestiones referidas
a las políticas y poéticas de la raza analizaremos los procesos locales de resignificación del
término ‘negro’ entre los negros cordobeses que participan en los bailes de Cuarteto en la pro-
vincia de Córdoba (Argentina). Específicamente, este artículo focaliza la mirada en los usos
de la categoría realizados por aquellos sujetos considerados localmente como ‘negros’ por sus
gustos musicales y prácticas de divertimento, es decir, no por el color de la piel sino de su
alma.
Palabras clave: Raza; Subjetividad; Juventud; Danza; Argentina
Abstract
Exploring the poetics and politics of race, this paper discuss the local processes of resignifica-
tion of the term negro (nigger) among the youths who dance Cuarteto in Córdoba (Argentina).
Specifically, this article gets into focus the uses of the category made by those subjects locally
regarded as ’negros’ by their musical tastes and entertainment practices that is to say, not by
the color of the skin but of their alma (soul).
Different from other Latin American countries where the population of native and/or afro-
descendants is numerically superior, Argentina has been imagined as a white European na-
tion. However, terms such as negro, indio, chino, coreano, judío, ruso, turco and so on, are in-
cluded in the ordinary glossary by the speakers to nominate those Argentines seemingly out
from the image of the nation. According to our hypothesis, these operations of social clas-
sification are repetitions of a discriminatory discourse in a national, post-colonial and post-
imperial context. Classifications like these act involving a different kind of aesthetic, verbal
and nonverbal media, and could be described as the performances which, by repetition, per-
form the power as discourse so as to build subjectivities.
Key words: Race; Subjectivities; Youth; Dance; Argentina
Perspectivas Actuales en
Arqueología Argentina
Perspectivas Actuales en
Arqueología Argentina
Editado por:
Ramiro Barberena
Karen Borrazzo
Luis Alberto Borrero
CONICET-IMHICIHU
2009
Perspectivas actuales en arquelogía argentina
compilado por Ramiro Barberena, Karen Borrazzo y Luis Alberto Borrero
1a ed. - Buenos Aires: IMHICIHU, 2009.
328 p. 16x23 cm.
ISBN 978-987-23978-3-8
1
Otro de estos recortes consistió en convocar a investigadores que trabajen por fuera del
instituto organizador del ciclo.
10 KAREN BoRRAzzo, RAMIRo BARBERENA y LUIS ALBERTo BoRRERo
agradecimientos
Comenzamos agradeciendo a los autores de los capítulos que componen
este libro por su intenso trabajo, que permitió construir el espacio de dis-
cusión del ciclo de charlas. Destacamos su compromiso desde el comienzo
hasta el in de este proceso, que se encuentra plasmado aquí. A los evalua-
dores por su importante colaboración. A Cecilia Farías (Instituto Argentino
de Matemática) por su excelente disposición a lo largo del ciclo. A todos
los miembros del IMHICIHU por la ayuda valiosa brindada a lo largo del
Ciclo de Charlas –y en particular a Daniel Hereñú– y a Ariel Guiance por
su apoyo para la realización del mismo. Especialmente a Marcia Bianchi
Villelli por el diseño de tapa del libro. A CONICET por el respaldo brin-
dado para la publicación de este libro.
Rafael Pedro Curtoni
E-mail: rcurtoni@soc.unicen.edu.ar
abstract
archaeology, landscape and decolonial hought. relections for an
epistemic diversity
introducción
“Hasta el mapa miente. Aprendemos la geografía del mundo en un
mapa que no muestra el mundo tal cual es, sino tal como sus dueños man-
dan que sea. En el planisferio tradicional, el que se usa en las escuelas y en
16 RAFAEL PEDRo CURToNI
geopolíticas de la arqueología
La antropología/arqueología como disciplina tiene un origen moderno
y asociado a los centros de poder político y económico de países indus-
triales y liberales (Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos). Desde
sus inicios, a mediados del siglo XIX, las ciencias sociales en general y la
arqueología en particular se desarrollaron en relación a estos centros de
poder y se conformaron institucionalmente como empresas productoras
de conocimientos. En esta constitución histórica de las disciplinas en el
pensamiento occidental, hay dos supuestos fundantes que caracterizan a las
18 RAFAEL PEDRo CURToNI
discursivo, del espacio indígena por parte del estado y también podríamos
agregar de apropiación de los grupos que lo ocupaban (Navarro Floria
1999). Asimismo, la idea de desierto fue construida dentro una narrativa de
características básicamente alocrónica en la cual no se reconocía la contem-
poraneidad de los habitantes originarios. Estas estrategias, que formaban
parte de las políticas de conocimiento y producción de “territorios-otros”,
contribuyeron al distanciamiento de la alteridad, lo “otro” fue, y en algunos
casos aún es, localizado en otro tiempo y otro espacio (Haber 1999; Gnecco
2006). De esa forma, se generaron mecanismos, principalmente discursi-
vos, de ocultamiento, exclusión y subalternización de los sujetos indígenas.
Por ejemplo, en el trabajo analizado por Navarro Floria “Descripción de
la Confederación Argentina” de Victor De Moussy, compuesto por varios
tomos publicados en la segunda mitad del siglo XIX y realizado por encar-
go del gobierno nacional, se encuentran descripciones sobre los indígenas
como “los pampas tienen una civilización relativa, y que sería más justo
caliicarlos de bárbaros que de salvajes”, “esta despreocupación nativa de la
clase inferior argentina, este espíritu de rutina, enemigo de toda innovación
práctica, son los principales obstáculos al avance del país” (Navarro Floria
1999). Simultáneamente se generan acciones y transformaciones físicas
sobre el paisaje que tienden a inscribir y reairmar materialmente algunos
aspectos de las preconcepciones discursivas. Diferentes formas de construc-
ción social de los paisajes en el territorio pampeano representan esta etapa.
Podemos mencionar desde la organización cartesiana impuesta sobre el
espacio indígena hacia ines del siglo XIX, lo cual implicó la división arti-
icial de la tierra en cuadrantes orientados de norte a sur y conformados por
Secciones de 100 km por 100 km, subdivididas en 4 Sectores de 50 km por
50 km, a su vez formados por 25 lotes de 10 km por 10 km cada uno; hasta
la construcción contemporánea de monumentos, memoriales y marcas que
conmemoran y/o reivindican distintos hechos e historias vinculados con
la conquista del desierto y la ocupación del paisaje por parte del estado
(Curtoni et al. 2003; Curtoni 2007).
En síntesis, las geopolíticas de la arqueología están marcadas en primer
lugar por las condiciones de origen de la misma, cuyo horizonte colonial
es insoslayable, y luego por las estrategias del conocer desplegadas en el
transcurso de su consolidación disciplinaria. Discursos, materialidades,
22 RAFAEL PEDRo CURToNI
saje dejó de ser considerado solamente como una entidad física externa y
pasiva a la cual los humanos se adaptaban para ser reconocido como parte
de un proceso cultural. Sin embargo, estos enfoques generaron también
esquemas clasiicatorios produciéndose una taxonomía disectiva de los
paisajes en culturales, sociales, urbanos, rurales, rituales, étnicos, políticos,
protegidos, recreativos, etc. Esta exacerbación de las clasiicaciones no con-
tribuyó a superar el criterio de exterioridad y el sostenimiento de dualismos
modernos que en algunos casos aún perviven en el desarrollo teórico de la
relación arqueología y paisaje. De esta manera, “paisaje” como constructo
deviene en cronotopo, implicando un tiempo-espacio especíico vinculado
con su origen y reproducción, y también expresa sus sentidos geopolíticos
y de colonialidad al referir a los mecanismos y condiciones por los cuales se
conforma, reproduce e instala como conocimiento.
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ARqUEoLoGíA, PAISAjE y PENSAMIENTo DECoLoNIAL. REFLExIoNES… 29
Wilhelm Londoño-
Díaz wlondono@unimagdalena.edu.co
Universidad del Magdalena, Colombia
Resumen:En este artículo, se hace una valoración de algunas ideas que nos permitirían
discutir sobre la arqueología latinoamericana. Aunque actualmente no hay un programa
sistemático, el artículo muestra que hay un sustrato importante de crítica a la historia
hegemónica que podría servir de denominador. Finalmente, el artículo pasa revista a dos
objetivos de esta empresa: un análisis de la manera en que el proyecto de construcción de
civilización y ciudadanía conformó una sociedad diferenciada por componentes raciales;
una crítica a la arqueología hegemónica y sus categorías neutrales.
Abstract:In this manuscript, a review are made about some ideas that allow us to discuss
Latinamerican archeology. Although actually there is not such a systematic program, the
manuscript remarks some background about the criticism of hegemonic memory that can
be understood as regional common background. Finally, the manuscript discusses to the
objectives of the of this enterprise: (1) an analysis about how civilizatory and citizen project
produced a society divided by racial components; (2) a criticism about hegemonic
archeology and its neutral categories.
1 INTRODUCCIÓN: EL DEBATE
Aestaaltura,meparecequeelaportedePolitisnoshapermitido reflexionar
sobre qué sería una arqueología Latinoamericana. La tarea no es sencilla,
pero sin duda, un sustrato de una práctica arqueológica regional tiene
denominadores comunes como la lucha por la autonomía cultural, la
recuperación de territorios ancestrales, y la generación de contenidos
propios para una enseñanza descolonizada. Seguramente, sería más
plausible, y menos arrogante, decir que, si bien no existe una arqueología
latinoamericana, si existe un sustrato de descolonización de la historia que
fácilmente permitiría la existencia de una arqueología latinoamericana
enfocada en un proyecto decolonial. Como lo han mostrado los estudios
sobre los movimientos sociales en América Latina, las comunidades de
base deben configurar una política cultural donde se revindica el derecho
a existir, en el marco de una cultura política dominante que niega la
existencia de esa diferencia (Escobar, Álvarez y Dagnino Eds., 2001). De
esta suerte, la lucha por la persistencia hace que América Latina, más que
ser el depositario pasivo de la neocolonización, es un espacio de política
cultural.
Una primera idea es que una ALD debería configurarse por medio del
sustrato que existe por la crítica a la historia hegemónica que se ha hecho
desde diferentes frentes, en especial por los movimientos sociales
indígenas y campesinos. No debemos olvidar que la crítica a la historia
hegemónica se ha hecho precisamente contra el relato de una América
Latina construida sobre la imagen de una representación fiel de Europa.
Pensar lo latinoamericano como un eco de Europa ha permitido la
construcción de lo que sería “la doble conciencia que genera la diferencia
colonial” (Mignolo, 2000). Esta tesis recalca un fenómeno de la experiencia
colonial en el cual los sujetos colonizados son obligados a medirse,
expresarse, y pensarse con un marco de referencia impuesto, en el que se
les describe como inferiores y abyectos. Esta sería la colonialidad, como
forma de representación que acompaña las dinámicas del colonialismo.
Según Walter Mignolo, sería muy útil usar las ideas de W.E.B. Du Bois,
quien escribió a inicios del siglo XX sobre el ser afroamericano en los
Estados Unidos. Du Bois lo dijo abiertamente: el sujeto subordinado vive
atrapado en la trama de la doble conciencia, sabe que es afro pero debe
medirse con la vara de los blancos. Como sujeto subordinado, Du Bois
recalcaba que el problema de los subordinados era, entonces, la necesidad
de mirarse por medio de los ojos de otro, sentirse como el otro (Du Bois,
2008). De esta suerte, todo el acervo local, la piel, el cuerpo, las formas de
hablar, al compararse con el modelo establecido, pasan a ser cosas
subvaloradas, condenadas, y menospreciadas, cuya única posibilidad de
ser tenida en cuenta es como objeto de estudio, como folclore, como
cultura, nunca como resistencia y acción política.
Del reconocimiento de la existencia del otro, en el marco de la doble
conciencia de Du Bois, nace la antropología y la arqueología, que son
disciplinas que se permiten hablar del saber de los otros para que este
saber sea representado como cultura o como folclore (Trouillot, 2011), en
suma, como objeto de estudio; esto es lo que Walter Mignolo sugiere
nominar como “occidentalismo” (Mignolo, 1998), que sería ese entramado
de cosas dichas sobre América desde el saber colonial que va desde su
nominación como Indias Occidentales hasta América Latina. También lo
sugiere Mignolo, descentrarse de los loci de enunciación occidentalistas
supondría un post-occidentalismo.
4 CONCLUSIONES: EL CIERRE
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Resumen:
El artículo da cuenta de la emergencia y circulación de la noción de performance en las
ciencias sociales y humanas, especialmente en el marco de la antropología del ritual y la
performance, y sus posibles implicaciones en los modos de producción de conocimiento
social. En primer lugar, se trabaja la conceptualización de esta noción como objeto empírico
y categoría analítica, indicando cómo ésta ha permitido indagar procesos socio-culturales a
través de la consideración de aspectos icónicos, corporales, performáticos, volitivos y afectivos
(generalmente descuidados en el marco de lo que hemos llamado «ciencia moderna»). En
segundo lugar, profundiza en aquellas transformaciones que podrían devenir del uso de
esta noción en el marco de la producción científica actual. Por último, señala que muchos
de aquellos principios (vinculados a la matriz positivista) que hoy se consideran superados
siguen operando en estos procesos gnoseológicos mediante la utilización —casi exclusiva—
de sistemas de representación simbólica.
Palabras claves: performance, noción teórico-metodológica, potencialidad epistémica,
investigación social.
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anthropology, and its potential implications in the modes of social knowledge production.
Firstly, the conceptualization of this notion is examined as an empirical object and a
category of analysis, indicating how this has helped to inquire about socio-cultural
processes by considering iconic, bodily, volitional and affective issues (generally overlooked
within the framework of what we have called «modern science»). Secondly, it delves into
those transformations that might derive from the use of this notion in current scientific
production. Finally, it notes that many of those principles (linked to the positivist matrix),
which are considered to be overcome nowadays, continue to operate in those gnoseological
processes through the —almost exclusive— use of symbolic representation systems.
Key words: Performance, theoretical-methodological notion, epistemic potential, social
research.
Consideraciones iniciales
La cada vez más frecuente utilización de la noción de performance en distintas áreas
de estudio de las ciencias sociales y humanas vuelve necesaria una revisión detenida
de sus alcances e implicancias metodológico-analíticas, pero fundamentalmente
reclama una consideración de su potencial epistemológico dado que se trata de
una noción particularmente fecunda para el quehacer científico.
Este artículo da cuenta de la conceptualización que se ha hecho de esta noción como
objeto empírico y como categoría analítica, con el fin de indicar el modo en que la
noción de performance ha permitido a las ciencias sociales indagar en procesos socio-
culturales por medio del estudio de aspectos icónicos, corporales, performáticos,
volitivos y afectivos en un espacio conceptual de integración y confluencia.
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que hace uso de estas formas de representación del conocimiento, resulta innegable
que fuera de aquel ámbito, esta propuesta no encuentra sino obstáculos, o lo que
es aún peor, indiferencia.
Sucede que, intentando deconstruir la configuración semiótica que ha dado sustento
a la empresa científica moderna, encontramos —tal como lo señala Walter Mignolo
(1991)— que el rol de los sistemas alfabéticos de representación ha sido central en
el proceso de colonización y colonialidad que aún tiene plena vigencia al interior de
ciertas instituciones, como es el caso de la producción científica humana y social; y
esto de ningún modo tiene un motivo fortuito o casual.
Lo que debe observarse es la especificidad que este tipo de producción discursiva
presenta en términos de construcción semiótica, y su vinculación con una matriz
epistémica —por cierto dominante en el campo de las ciencias—, ahora sí desde
una consideración general que incluya todas las áreas de conocimiento.
Si los principios o valores de «objetividad», «neutralidad» e «imparcialidad» fueron
los pilares argumentales sobre los que se erigió la ciencia occidental moderna, vale
entonces considerar cuál fue la especificidad de los soportes sígnicos empleados
para su «expresión».
Adscribiéndonos a la caracterización de tipos de signos formulada hace ya
más de un siglo por Charles Sanders Peirce (EP 2: 307),15 encontramos que
las producciones sígnicas pueden
15
La cita a Charles Sanders Peirce se hace aquí
a modo de convención. Empleando para la distinguirse —al menos en una
publicación citada, The Essential Peirce, las siglas primera clasificación— por el tipo
EP seguidas del número de volumen y, tras los dos
puntos (:), el número de página.
de relación que establecen con sus
respectivos referentes. De esta manera,
se identifican los signos de predominio de la función icónica, como aquellas
concretizaciones cuya singularidad reside en la relación isomórfica que guardan
respecto de sus signos referentes, es decir, en relación con aquellas otras
construcciones a las que aluden e intentan evocar. Precisamente por ello, una
construcción de predominio icónico es considerada como tal por la relación de
similitud aspectual que guarda con aquello que intenta representar.
De modo diferente, las producciones sígnicas de predominio indicial se caracterizan por
guardar, desde su función representacional, una relación de contigüidad generalmente
factual con aquello a lo que intentan referir. El clásico y muy nombrado ejemplo del
humo como signo deíctico de fuego da cuenta de este tipo de representación.
Finalmente, dentro de este modelo de clasificación se reserva un lugar para
aquellas producciones sígnicas de predominio de la función simbólica cuya
especificidad radica en la relación arbitraria que establecen con los objetos a los
que hacen referencia. Como se sabe, un símbolo es considerado tal por evocar a
un determinado objeto, sólo mediante un específico contrato social, generalmente
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Sin embargo, en este breve texto, estos rasgos (en principio semióticos, pero
luego, inmediatamente, gnoseológicos) no pueden ser analizados con el suficiente
detenimiento aunque sea necesario referirlos y ponerlos en consideración al
menos para advertir la singularidad y la especificidad (nunca la universalidad)
de este tipo de construcción de sentido, y dar lugar —de esta manera— a la
consideración de otras posibilidades de expresión de la significación susceptibles
de denominarse «conocimiento».
Esta operación, o incluso esta «relativización» de los propios hábitos discursivos es
capaz si se acompaña de una revisión profunda de las matrices gnoseológicas (en
rigor, epistemológicas) occidentales, de producir una transformación radical en el
campo de las ciencias sociales y humanas.
Resulta curioso que aun habiéndose asumido a tal punto el componente de
subjetividad en la tarea de producción de conocimiento todavía sigan empleándose
instrumentos de representación que en sus prístinos orígenes han estado tan
apegados a los principios de objetividad y neutralidad positivista.
¿Es que acaso la ciencia, como actividad productiva, debería sentirse
amenazada al cuestionar sus medios de expresión o, por el contrario, debería
aprovechar la oportunidad de revolucionar sus propias bases en pos de lograr
nuevos y más ambiciosos alcances?
Dentro del campo de estudios sobre discurso se ha vuelto recurrente y casi constante
la inclinación por abordar materiales textuales no lingüísticos. De esta manera, y
desde diferentes líneas de indagación, se han propuesto distintas estrategias analíticas
para la consideración de materiales gráficos y audiovisuales. La fundamentación o
explicación de este desplazamiento, desde un área como la semiótica, es breve y
consistente: la producción social del sentido —se entiende— viaja por las diferentes
materialidades que constituyen la dimensión total estética de la vida, por lo que el
verbocentrismo a la hora de considerar y analizar fenómenos sociales o culturales se
percibe hoy como uno de los errores —más reduccionistas y limitantes— urgentes
de corregir en lo que toca a la labor científica social actual.
Estos «nuevos» enfoques proponen, en primera instancia, una reconsideración
y revalorización de formas «otras» de producción de sentido que escapan a la
matriz alfabética (de predominio simbólico) característica de la configuración
gnoseológica occidental. Es decir que esta forma de comprender las posibilidades
de representación y construcción del conocimiento permite otorgar un estatus
enteramente diferente a una serie de expresiones y materialidades que hasta aquí
han quedado relegadas al dominio de lo «artístico», lo cual sin dudas ha sido un
obstáculo —o una excusa para construir argumentos de supeditación— en los
procesos de interpretación de las múltiples culturas con las que la civilización
occidental se ha encontrado a lo largo de los últimos quinientos años.
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Consideraciones finales
A lo largo de este trabajo se ha intentado rastrear y compartir algunas reflexiones
en torno al proceso de emergencia y circulación de la noción de performance
en el campo de los estudios sociales y humanos, intentando delinear un
recorrido particular. De esta manera, se procuró comenzar presentando algunas
de las características de esta noción en términos de unidad de análisis teórico-
metodológica, para luego revisar críticamente los movimientos y desplazamientos
que su utilización conlleva en los niveles más profundos de conceptualización, es
decir, en los estratos teórico-epistemológicos.
Por lo tanto, y como se indicó, la aparición y la utilización (por cierto, creciente) de esta
noción teórica viene aparejada a una serie de transformaciones, que han tenido lugar
en el campo de la producción científica, fuertemente vinculadas al cuestionamiento
de la modalidad dominante (racional y verbocentrada) de producir conocimiento.
Mediante la presentación de los argumentos expuestos en este trabajo se ha intentado
señalar que muchos de aquellos principios (vinculados a la matriz positivista) que
hoy se consideran ampliamente superados, como por ejemplo la búsqueda de
la objetividad en procesos de indagación social o cultural, siguen operando con
considerable vigencia a través de las peculiares características que comportan los
sistemas de representación empleados en estos procesos gnoseológicos.
La renuncia —hoy explícita y sumamente difundida— a la producción de un
conocimiento objetivo y la correlativa asunción de la subjetividad (no solo
de los sujetos «estudiados», sino también de los/as investigadores/as) como
condición ineludible en cualquier proceso de indagación (al menos de corte
social o cultural) abrió paso, hace algún tiempo, a un camino que recién ha
comenzado a transitarse.
En relación con ello, se ha entendido en este artículo que es necesario —y
posible— contribuir desde diferentes posiciones y perspectivas en la consecución
de este nuevo recorrido en pos de lograr una orientación progresivamente más
sensible y plural en la tarea de investigación social y humana, reconociendo —
pero no nominal y superficialmente— otras formas de producción gnoseológica.
Finalmente, valga reiterar una vez más la misión —precisa e indiscutiblemente—
social que hoy es posible atribuirle a la labor de investigación, mediante la
inclusión de otros sistemas de representación que no sean de dominio particular
de un determinado sector social. La disciplinaria y disciplinada habilidad en el
manejo de la palabra y la generación y articulación de argumentos que poseemos
quienes pertenecemos al mundo académico constituye un obstáculo al momento
de efectivizar la tan mentada «construcción intersubjetiva del conocimiento» que
intente desarrollarse en una dinámica de interacción paritaria.
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Lúdicamente Nº 17
Experiencias, propuestas y reflexiones para el juego.
Vol. 9 – Número 17 (2020) Autores: Castro, C.
Cecilia Castro
Doctora en Ciencias Antropológicas,
Magíster en Antropología
Lic. en Comunicación Social, CONICET-IDH.
cecicastro49@hotmail.com
Cita: Castro Cecilia . ¡Templos para el juego y la alegría infantil! Un abordaje etnográfico
sobre festejos de cumpleaños en la Ciudad de Córdoba en Revista Lúdicamente, Vol. 9,
N°17, Año 2020. Noviembre 2019- Abril 2020, Buenos Aires (ISSN 2250-723x).
Introducción
El presente texto es fruto de las indagaciones realizadas en el marco de una tesis doctoral
presentada y defendida en el Doctorado de Ciencias Antropológicas de la Facultad de
Filosofía y Humanidades (Universidad Nacional de Córdoba) titulada: “¡Te vas a divertir a lo
grande! Cómo niños y niñas celebran sus cumpleaños en salones comerciales en la Córdoba
contemporánea”. Este trabajo etnográfico analiza las formas de producción y consumo de
los festejos de cumpleaños infantiles en espacios mercantilizados (Castro 2019).1
Un conjunto de pesquisas que tomaron los festejos como referente empírico funcionaron
como antecedentes de investigación para este análisis. Entre ellas se destacan aquellas que
prestaron atención a los cambios en los modos de producción y consumo de fiestas
infantiles en Brasil y Buenos Aires (De Belli 2001; Duek 2006; Ferrari 2011; Atihé 2012). En
el contexto local, los abordajes etnográficos sobre “Fiestas de 15” de Chervin (2018) y en
relación con los festejos de cumpleaños infantiles un trabajo anterior de tesis de Maestría
en antropología (Castro 2016) sedimentaron las inquietudes durante el trabajo de campo
(realizado en el período 2012-2017) y los resultados alcanzados.
“La performance se origina en el impulso de hacer que pasen cosas y de entretener; obtener
resultados y juguetear; detectar significados y pasar el tiempo; ser transformado en otro y
celebrar ser uno mismo; desaparecer y exhibirse; llevar un Otro transcendente que existe
entonces-y-ahora y más tarde-y-ahora a un lugar especial; estar en trance y también
consciente”.
Las performances son prácticas sociales que tienen la particularidad de ser realizadas no
por primera vez sino como una repetición que nunca resulta idéntica. Schechner (2000) las
define como “conductas restauradas” aludiendo a que ninguna recreación es exactamente
lo que copia. Las performances marcan identidades, tuercen y rehacen el tiempo, adornan y
remodelan el cuerpo, cuentan historias, asimismo permiten que las personas jueguen con
1
Esta etnografía fue financiada por CONICET y estuvo dirigida por el Dr. Gustavo Blázquez y co-
dirigida por la Dra. María Gabriela Lugones. Las reflexiones aquí desplegadas también son deudoras
de las discusiones y lecturas colectivas, seminarios realizados con un conjunto de investigadores e
investigadoras que forman parte del Programa de investigación: “Subjetividades y sujeciones
contemporáneas”, radicado en el CIFFyH-UNC.
A lo largo de todo el escrito, siguiendo la Resolución del Consejo Superior HCS-UNC 208/2019,
recurro al uso del lenguaje inclusivo, excepto cuando se trata de expresiones recolectadas en la
etnografía. La tipografía itálica se utiliza para términos en lengua extranjera y para señalar palabras,
formas de nominación o frases registradas durante el trabajo de campo. Las comillas indican citas
textuales o relativizan conceptos de uso común.
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Experiencias, propuestas y reflexiones para el juego.
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Una de las hipótesis que guía el trabajo es que estos comercios de celebración funcionarían
como un dispositivo de construcción de subjetividades infantiles donde un determinado
tipo de emoción como es la alegría festiva, del mismo modo que la cultura, devino un
“recurso” (Yúdice 2000) gestionable.
En relación con la delimitación de los espacios empíricos, del universo asociado con la
producción de fiestas infantiles, no procuré realizar una muestra que fuera representativa.
Siguiendo a Geertz (2006 [1973]: 33-34) “el lugar de estudio no es el objeto de estudio. Los
antropólogos no estudian aldeas (tribus, pueblos, vecindarios…); estudian en aldeas. Uno
puede estudiar diferentes cosas en diferentes lugares […] pero eso no significa que sea el
lugar lo que uno estudia”. El interés de pesquisa no consistió en hacer un estudio de casos
sino más bien “en” casos.
En el transcurso de los festejos observé y registré las secuencias de acciones que tenían
lugar, la manera en que se organizaban los espacios en función del tiempo, los
comportamientos y modos de interacción, modos de agruparse, poses corporales, formas
de comunicación. Registré qué se bebía y comía, tipos especiales de vestimentas y arreglos,
formas de musicalización y de danzar, puesta en escena y decoración de los salones,
recursos usados para el entretenimiento y los efectos observables que producía la fiesta en
las y los participantes. Otra fuente de análisis provino de la recolección de material
fotográfico, audiovisual y una etnografía de redes sociales y normativas estatales que
regulaban la producción comercial de los eventos.
A partir de los datos producidos en el marco de ese trabajo de campo antes descripto, este
artículo describe y analiza el proceso de configuración de un “mundo” (Becker 2008) de
producción cultural asociado con el divertimento infantil explicitando la red de agentes que
lo hacían posible. Luego aborda cómo se gestionaban los cumpleaños. En la mayoría de los
emprendimientos la secuencia de acciones festivas se organizaba con la siguiente
modalidad: bienvenida, comida, juegos, más comida, baile, soplar las velas, despedida. Las
cuestiones aquí trazadas se encuadran en el proceso histórico, de larga duración, que
comprende la invención de infancias, los cambios en las relaciones de poder entre madres,
padres e hijos y de las transformaciones en las configuraciones espaciales (Elias 1998).
Asimismo, la configuración de este mundo es entendido en el marco de una “capitalismo
cultural” (Rifkin 2000) que mercantiliza variadas experiencias humanas.
peloteros y caños de colores, estableciendo un modelo que “se volvió hegemónico y que
tendió a homogeneizar las otras formas de festejos que se presentaban como alternativas”
(Duek 2006:443).
2
En un artículo realizado con María Inés Landa y Gustavo Blázquez (2019) se presentan algunas
tramas conceptuales que atribuimos al estilo emprendedor y describimos con mayor detenimiento
las dinámicas culturales e históricas a través de las cuales se erigieron estos emprendimientos
relacionados con la producción de servicios.
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ofertar servicios que calificaron como diferentes. Valiéndose de sus capitales y saberes
montaron salones que promocionaron como espacios de recreación. Su oferta incluía la
promesa de transformar el festejo en una ocasión para el desarrollo de las habilidades
psicomotoras, cognitivas y afectivas de les niñes. Además de diversión, el servicio que
ofrecían generaba la posibilidad de aprender algo. En relación a este punto encontramos
continuidades con la forma en la que se presentan determinados programas de televisión
infantiles para obtener la “aprobación” de los adultos. Estos espacios festivos también
contribuirían en la hiperpedagogización de infancias (Duek 2014).
Esas actividades laborales, les posibilitaban a esos emprendedores, según señalaban, una
buena proyección económica, administrar sus horarios y ser sus propios jefes sin renunciar
al desarrollo de sus intereses artísticos y/o pedagógicos. La producción de fiestas infantiles
resultaba para estos cuentapropistas un modo particular de incorporarse al mercado
laboral y satisfacer sus necesidades económicas tanto como una posibilidad para su
ejercicio profesional. En ese hacer se desarrollaban en armonía el “negocio” y la “vocación”
(Marrero 1996).
Según pude observar, principalmente fueron mujeres quienes hacia el final de la primera
década del siglo XXI, encontraron en el “sistema género/sexo” (Rubin 1986) un recurso para
construir novedades festivas. A la oferta de cumpleaños “mixtos” se sumaron “salones”
exclusivos para el festejo de cumpleañeras con propuestas de divertimento como: Fiestas
de princesas, Spa.3
Las políticas de contratación implementadas por los dueños y dueñas dependían del nivel
de interacción que la mano de obra mantenía con el público. Quienes no se relacionaban
directamente con elles se desempeñaban en actividades de apoyo, como la cocina o la
limpieza, no necesitaban reunir una serie de atributos físicos y expresivos particulares. En
esos casos se valoraba especialmente la fuerza de trabajo que ofrecía el sujeto. Por el
contrario, a los animadores/as que estaban en contacto directo con les niñes y se
encargaban de gestionar su diversión se les exigían características especiales.
Para esa tarea, dueños y dueñas contrataban jóvenes de clases medias, generalmente
menores de 24 años, a quienes reconocían su ímpetu, actitud colaborativa, proactividad,
ayuda constante y responsabilidad.4 Una gran proporción de salones empleaba mano de
obra femenina dado que se presuponía que las mujeres contaban con mayores habilidades
afectivas al momento de interactuar con las infancias y que poseían saberes específicos,
como las técnicas del maquillaje artístico, de gran valor para generar una oferta más
atractiva y original.
3
Por cuestiones de espacio y porque excedería los objetivos del presente texto no abordo las fiestas
temáticas. En un trabajo anterior (Castro 2018) analizo cómo se (re)producían y subvertían “guiones
de feminidad” en el marco de esas performances.
4
La mayoría de los salones con la finalidad de evitar sanciones legales empleaba dos animadores/as
por fiesta. Dependiendo del tamaño y las características de los locales un mismo sujeto solía animar
hasta tres fiestas de cumpleaños seguidas.
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instrumentalizaban sus sentimientos en pos del beneficio mercantil y vigilaban sus formas
de presentación personal.5
El personal encargado de la animación construía una fachada “seria” y profesional a los ojos
de las y los adultos que contrataban el servicio y, al mismo tiempo, atractiva para les niñes.
Las performances de estos “gestores de emociones” (Blázquez y Castro 2015) tenían por
objetivo contagiar felicidad e influir miméticamente en la afectividad del público. Para ello
debían experimentar en primera persona aquello mismo que ofrecían como mercancía. Si
no la estás pasando bien, si no te divertís, los chicos se dan cuenta. Ellos saben. La clave es
disfrutarla, señaló una animadora entrevistada.
Los festejos eran producidos en torno a una compleja trama de interacciones basadas en
relaciones de “cooperación y competencia” (Becker 2008) por la que se movían diferentes
participantes. Referimos a dueñas y dueños de salones, animadoras y animadores,
maquilladores, fotógrafos y fotógrafas, personal de cocina y limpieza, agentes estatales.
Ellos y ellas estaban relacionados con otres que, si bien no participaban directamente en las
fiestas, formaban parte de este mundo: almacenes de bebidas y alimentos de copetín,
locales de cotillón, jugueterías, profesionales de la repostería, del diseño gráfico y
marketing, contadores, revistas de distribución barrial y digital abocadas a la promoción de
servicios festivos. Esta red de producción trabajaba para otro conjunto heterogéneo de
personas que necesariamente debían estar presentes en los salones para que los festejos
pudieran concretarse: cumpleañeres, invitades y familiares quienes estaban posicionades
como co-productores y consumidores de la alegría gestada y gestionada en cada una de las
celebraciones. En tanto agentes interdependientes y que transitaban por este mundo de
producción cultural contribuían, según analizo a continuación, de manera diferencial en la
creación de una experiencia social relacionada con el festejo por el paso de los años.
Para la selección de los establecimientos, las madres y los padres consultaban a les niñes,
decidían en base a sus propios conocimientos como acompañantes a las fiestas de
cumpleaños, buscaban ofertas por internet. En la evaluación de las propuestas de
divertimento preguntaban entre su red de conocidos y afectiva. La mayoría de las mujeres
5
Hochschild (1983) identifica con el concepto de “trabajo emocional” un espectro amplio de
ocupaciones, insertadas en una economía de servicios, que requiere que los trabajadores manipulen
sus emociones de acuerdo a las demandas de sus empleadores. Algunas investigaciones que
abordaron manifestaciones subjetivas de la gestión de emociones son: ( Landa y Marengo 2007;
Scribano 2007; Blázquez y Castro 2015)
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adultas se definía como expertas. Desde la perspectiva de algunas familias, las fiestas eran
un estrés. También se las calificaba como un hermoso momento ya que otros se ocupaban
de todo.6
Una vez seleccionado y contratado el salón, establecida la fecha y hora, los familiares de les
homenajeades emprendían las actividades sociales. Convocaban a parientes y amistades.
De acuerdo a lo observado, hasta los tres años del cumpleañere sus familiares eran quienes
entregaban las invitaciones a parientes y afectos. Se dirigían personalmente a los domicilios
y, en otras ocasiones, dependiendo del tiempo, las distancias y cuestiones laborales, lo
hacían mediante los dispositivos celulares.
A medida que les niñes subían en edad, elles, en la división de tareas festivas, entregaban a
sus amistades las invitaciones. La presencia de adultes era menor a medida que aumentaba
la edad de les cumpleañeres cuando los festejos se hacían mayormente entre grupos de
pares.
Esos momentos previos hacían posible un cierto pliegue de subjetividad, que se encarnaba
en un cuerpo montado en modo fiesta (Blázquez y Castro [en prensa]) y de forma
6
Es importante señalar que en la elección de los espacios para la celebración de los cumpleaños
tanto los padres como las madres entrevistadas señalaron que buscaban las propuestas de los
salones en base a lo que sus hijos o hijas solicitaban pero también en función de las propuestas que
les parecían interesantes ya sea en términos de precio, musicalización, tipos de juego, calidad de
animación. Siguiendo el planteo de Linn (2004) también había “paternidades culposas” que
emprendían festejos y que cedían ante el reclamo de los niños y niñas sobre determinadas
modalidades festivas y no otras. Ahora bien, y de acuerdo con Duek (2014:57-58), “ya no hay adultos
que entreguen a sus hijos al mercado ni tampoco aquellos que ceden a sus hijos como ‘reyes
todopoderosos’ que todo lo saben y pueden”.
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genéricamente diferenciada (Butler 2001). Para ello, se hacían determinados arreglos del
cabello a base de gel para los varones modelándose crestas. En cambio, a ellas les hacían
trenzas, o colocaban alguna hebilla y en ocasiones vinchas con brillos o lentejuelas. Quienes
tenían la posibilidad estrenaban calzados o alguna prenda. Al momento de seleccionar los
vestuarios, los varones recurrían al uso de pantalones y las niñas vestidos, polleras y
algunas veces calzas. Esto generaba una desigual distribución en las posibilidades de
movimiento y desplazamiento en los juegos que en los salones se proponían.
El personal de animación esperaba con una planilla en la mano a cada une de les invitades.
La planilla contenía en la parte superior el nombre del cumpleañere, la edad y dos
columnas. En una de ellas se colocaba la cantidad de invitades junto con sus datos, y en la
otra se señalaba la persona encargada en retirar a cada participante a la fiesta. La mano de
obra del salón responsable del agasajo cumplía con el repetido protocolo de ingreso y
completaba las celdas haciendo la misma pregunta, casi con idéntico tono de voz, sin
perder la sonrisa con cada niñe que ingresaba. Algunes de elles lo hacían alegremente y con
expectativas. Para otres era la primera vez que concurrían al festejo de un cumpleaños sin
la compañía de sus parientes. No todes atravesaban felizmente la puerta de ingreso. La
gestión de la calma en quienes expresaban temor quedaba en manos de los animadores/as,
quienes “convencían” a les niñes a quedarse en el salón con la promesa de diversión y
juegos con amigues. Bajo esta modalidad, la felicidad (Ahmed 2019) se volvía una técnica y
un imperativo performativo para hacer-hacer.
Al ingresar a los recintos, era frecuente que niñes y adultes siguieran sendas diferentes. Les
segundes eran conducidos hacia el living de los papis, sala de adultos. Mientras que el
público infantil se dirigía a recorrer los juegos (peloteros, palestras, hamacas, camas
elásticas, toboganes, telas para hacer acrobacias, laberintos, canchas de fútbol de pasto
7
Los salones estaban equipados y los familiares no montaban telas y decoraciones especiales como
ocurría en los festejos de cumpleaños de niñes “estilo peruanas’’ (Castro 2015) o en fiestas de 15
(Chervin 2018). Los comercios se ocupaban de ambientar y seleccionar aquellos juegos (toboganes,
hamacas, laberintos, inflables) y objetos para que las fiestas fueran rápidamente identificables como
“infantiles”, según prescribían las ordenanzas municipales que regulaban la actividad.
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A medida que los cuerpos de les participantes entraban en calor se quitaban los abrigos. El
personal de animación controlaba las subidas y bajadas de les niñes a los laberintos de
peloteros, recogían las prendas, envoltorios de regalos y estimulaban al público a seguir en
movimiento. El sonido de los motores de los inflables y murmullo de niñes solía hacerse
uno con la música que salía de los parlantes colocados en lugares estratégicos.
Una vez que se completaba (o casi) la lista de invitades convocades, les animadores
organizaban un tren humano y dirigían a les niñes hacia el living o salón principal de los
comercios. Allí se presentaban, contaban una historia y le hacían una ferviente bienvenida
al cumpleañere. De este modo, se (re)hacía la separación entre festejantes y le festejade.
Esas acciones contribuirían a transformar al celebrade, en un “símbolo dominante”,
apelando a las categorías conceptuales de Turner (1986). La presencia del homenajeade era
fundamental para que el evento y las emociones en torno a su figura tuvieran lugar. Desde
el inicio de la fiesta, el personal de animación (en colaboración con las familias y les
invitades) aunaba los esfuerzos celebratorios para con le cumpleañere. Esta tarea exigía al
personal de animación habilidades técnicas que incluían: manejo de la voz y el histrionismo;
realizar chistes, mantener la atención y restablecer los ánimos festivos en caso de llanto,
peleas o berrinches. Según los animadores/as, debían hacer la fiesta así hubiera un solo
invitado. La mediación de esos jóvenes era muy importante para mantener el engranaje
festivo dentro de los salones. Para ello realizaban un conjunto de diligencias conducentes al
montaje de performances capaces de gestar y administrar entre les niñes una experiencia
de communitas (Turner 1988 [1969]).8
8
Recupero la noción de Turner (1988 [1969]) quien establece tipologías de communitas que,
parafraseando al autor, tienen su base en la antiestructura y discuten los posicionamientos de las
jerarquías sociales establecidas. Una de ellas es la “communitas espontánea” que se vincula a la
inmediatez, lo espontáneo, sentimientos como el altruismo y donde prioriza la emoción. Para Turner
las “communitas espontánea hacen parte de una experiencia personal y transitoria de unidad”
(Turner 1988 [1969]:138).
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alimentarios de quienes emprendían los festejos. Había niñes que en sus hogares tenían
prohibido beber gaseosas y en los cumpleaños encontraban una ocasión para desafiar esos
límites, otres solicitaban agua pero comían elementos de copetín.
Alejades de la mirada de las familias, les niñes jugaban a suspender algunas reglas
domésticas en relación a la alimentación y de decoro haciéndose frecuentes los chistes con
contenido escatológico. Los animadores/as vigilaban la situación y se ocupaban de poner
orden y hacer divertida la ingesta. Así se incorporaba el combustible que pronto se
quemaría en más saltos, gritos, carcajadas y llantos, baile y búsqueda de sorpresas. La
gestión de la diversión y encuentros lúdicos también implicaba emociones químicamente
producidas “dentro” del cuerpo dando lugar a determinadas reacciones químicas que
contribuirían a la (re)producción de “estados mentales y psicosomáticos de excitación,
relajación y descarga” (Preciado 2017:39).
El tiempo en que les niñes permanecían en el sector destinado a la alimentación era de diez
minutos aproximadamente, muy breve en comparación con el resto de las actividades. En
cambio, les adultes no tenían un momento específico establecido para la comida, ni
recibían un menú estándar que fuera fijado por los salones. Elles permanecían comiendo y
bebiendo la mayor cantidad del tiempo. Abandonaban las sillas para hacer algún tipo de
foto al cumpleañere, de las instalaciones y/o eran reclamados por el personal de animación
a bailar (según analizo más adelante) con les niñes.
El rol de la familia en estos espacios también consistía en anfitrionar. Las fiestas se volvían
un momento de encuentro ritualizado con otres (parientes y amigues) y de exhibición de la
riqueza (forma de presentación de los alimentos, de bebidas, prendas de vestir, dispositivos
tecnológicos para la fotografías). Estos festejos, donde se reproducían y subvertían
relaciones jerárquicas, podrían pensarse que funcionaban como un pequeño potlatch. En
los cumpleaños se hacía y afirmaba una posición social. No sólo les anfitriones obtenían
prestigio sino también aquellas personas (amistades y familiares) que contribuían en el
evento elaborando alimentos y objetos, siendo retribuidas con elogios por sus habilidades
culinarias y de ornamento.
Las personas adultas solían dialogar en semicírculos armados por lazos de parentesco o de
amistad. Otros grupos se organizaban con las madres de los compañeros de la escuela.
Estas eran las configuraciones que daban forma a la disposición de las personas en esos
espacios por los que circulaban facturas, empanadas, sándwiches, gaseosas, mates, saberes
de crianzas, anécdotas familiares y hasta catálogos de venta de productos. Un conjunto de
intereses impregnaban, y daban forma a las relaciones que se establecían mientras se
encontraban les adultes en contacto. En el living de los papis permanecía la mayor cantidad
de tiempo (re)unida la familia más amplia del cumpleañere. Algunas veces estos
(re)encuentros solían vivirse con alegría y en otras ocasiones se generaban situaciones de
tensión. En algunos salones se ofrecían para les adultes juegos de ping-pong, metegol y
hasta consolas de vídeos juegos. La interacción lúdica en esos espacios se daba
mayoritariamente entre los varones adultos, familiares del cumpleañere y dejaba por fuera
a les niñes en quienes se delegaba la gestión de la diversión a las y los animadores.
Bailar en la pista
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La mayoría de los comercios de fiestas infantiles proponían en sus rutinas un baile. Se les
indicaba a les niñes que levantaran bien alto los brazos así recibían un ticket que los
conducía al miniboliche. Ambos animadores/as se ubicaban a un paso de distancia o en una
tarima con respecto al público y desde ahí guiaban los movimientos e indicaban qué hacer.
Generalmente reactualizaban canciones conocidas entre les niñes. Cuando el sonido de la
música se detenía se les solicitaba a les presentes que se quedaran con el cuerpo en
determinadas posiciones: en forma de árbol, de piedra, de silla, de mono, de elefante, de
estrella. Al compás de la música, los cuerpos de les celebrades devenían diferentes formas.
Algunos adultes observaban la actividad y charlaban en pequeños grupos. A medida que
pasaban los minutos adultes y niñes se aunaban en torno a la música y en relación a las
instrucciones del personal de animación sobre cómo danzar junto a otres. Los
animadores/as estimulaban las sonrisas y gestos susceptibles de ser fotografiados. Los
dispositivos fotográficos de les profesionales y/o familiares presentes en las fiestas
capturaban los estados de alegría y aquello que se anhelaba revelar. Se retrataba al
cumpleañere con sus amigues, sonriendo, haciendo morisquetas, siendo animade. El
sentimiento emocional de festejo, en las fiestas de cumpleaños resultaba un índice corporal
(re)hecho una vez más a través de las fotos.
En general, les niñes de menor edad, jugaban con el humo que salía de las máquinas. Otres
se quedaban a un costado observando. Elles recibían la atención cuando daban sus
primeros pasos en relación a la música o seguían animadamente la coreografía. Esta
mimesis de les niñes “imperfecta” e “incompleta”, y por lo tanto “graciosa”, atraía la
curiosidad de les mayores. Del mismo modo, que analizó Blázquez (2014:247) en los actos
escolares, “los más chiquitos les muestran a los mayores las etapas que ellos ya han
superado y los estados que ya han abandonado”.
Durante el baile, la atmósfera solía ser de un bullicio constante que alternaba con
momentos de silencio que aparecía cuando el personal de animación hacía morisquetas y
capturaba la atención del público. Para mantener el entusiasmo, la consigna que proponían
los animadores/as al cumpleañere y sus invitades era bailar y dejarse llevar por los sonidos.
Les niñes ralentizaban los movimientos. Las sonoridades se hacían cada vez más
ensordecedora y el público infantil aceleraba la velocidad de los movimientos del baile en
sus brazos y piernas.
El ritmo de la música se volvía más acelerado conformando una acción colectiva entre les
participantes. El descenso paulatino del sonido hacía que los animadores/as de manera
gradual desarmaran la configuración del baile producida. La iluminación ambiente aparecía
nuevamente. De este modo, se entrenaba a les niñes en un ethos extático asociados con el
consumo de música, humo y luces estroboscópicas. De algún modo, la “noche” se iniciaba
mucho antes del atardecer y les niñes comenzaban a restaurar conductas y modos de
“estar” en espacios cuya ambientación (re)creaba “boliches”.
A través del uso de la voz, acompañados de las palmas y/o mediatizado por algún
micrófono los animadores/as a coro repetían: vamos… vamos los papis cerca [de la mesa]
así salen todos en la foto, vamos sonrían, sonrían, todos acá, todos acá más cerca, más
cerca. Vamos con las palmas, cantemos bien, bien fuerte. Les familiares registraban en
fotografías el momento y lo solemnizaban. La cara del homenajeade y sus amigues por el
efecto de la vela quedaban con mayor luminosidad que el resto de los presentes.
Mediante la mezcla de medios como las luces de colores, velas de bengala y los micrófonos
involucraban a los participantes en el canto. Por medio de enunciados prescriptivos e
imperativos (por ejemplo, todos a sus lugares) indicaban los diversos roles que se
activaban: sacar fotos, soplar la vela, aplaudir con alegría, cortar la torta, agitar, ubicarse
en proximidad del homenajeade.
Después de que la torta se distribuía entre les niñes, algunes familiares y amistades adultes
que esperaban esas acciones se retiraban. Les niñes con pedazo de pastel en la manos
esperaban la ruptura de la piñata que les garantizaría otra dosis de azúcar y alguna
sorpresa.
Luego del éxtasis, la atmósfera festiva comenzaba a “enfriarse”. Este proceso se realizaba
gradualmente e implicaba un conjunto de tácticas. La música bajaba su volumen. El
personal de animación indicaba a les niñes que fueran hacia la puerta para la llegada de les
familiares. Si al inicio de la performance se buscaba gestar determinados ánimos festivos y
el montaje de cuerpos extáticos; en estas instancias finales los esfuerzos de los
animadores/as se destinaban a desenchufarlos. El cumpleañere dejaba de ser el centro de
atención y se transformaba en uno más, al menos para los animadores/as.9
9
Según Schechner (2012:387) “el enfriamiento no es un procedimiento tan formal como el
calentamiento. La razón de ello es en parte que una vez que la performance enfocada ha terminado,
la gente simplemente ‘suelta’. Pero el estudio de ese ‘soltar’ revela una actividad regida por un
patrón”. El autor pone como ejemplo que el hecho de “ir al teatro” tanto al comienzo como el final
requiere una ceremonia. En los salones el proceso de “salida” también conllevaba una serie de
procedimientos en el objetivo de hacer abandonar al público ciertos espacios para acondicionarlos.
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A una hora señalada se detenía el dispositivo festivo. Durante la gestión de la salida de les
invitades, el personal de apoyo con la intención de vaciar el espacio comenzaba con las
tareas de limpieza. Levantaban los vasos y sobrantes de comida de la mesa de les adultes.
Se invitaba a las familias a que ingresaran al establecimiento así retiraban a les niñes.
Algunes aprovechaban la oportunidad para saludar al cumpleañere. Antes de abandonar el
salón, el personal de animación a modo de souvenir entregaba una bolsa con caramelos y
sorpresitas a cada invitade que elaboraban las familias y que solían estar genéricamente
diferenciados.
Al encontrarse nuevamente con sus familiares, les niñes (con las manos atestadas de
caramelos y pegoteadas por la torta) buscaban nuevas formas de excitarse y continuar de
fiesta. Algunes -principalmente varones- pedían ir a la casa de amigues a seguir jugando a
través de consoladas (a la Wii, a la PlayStation). Para otres comenzaba a producirse el
malestar estomacal por la cantidad de comida ingerida. Elles querían llegar lo más rápido
posible a su hogar.
El cumpleañere y su familia luego de los abrazos y saludos con otres parientes juntaban sus
pertenecías y los regalos. Los festejos se transformaban en materia de comentarios y
anécdotas para quienes desde sus lugares de actuación participaban de las celebraciones.
Las familias evaluaban a los mismos utilizando sus recuerdos de experiencias leídas a la luz
de su posición actual. En torno a los cumpleaños existía un interés socialmente construido
que procuraba transformar a los agasajos infantiles en un objeto interesante por el cual
tanto les homenajeades, familiares, organizadores de fiesta luchaban por las definiciones
legítimas de cómo debía ser: qué comer, cómo, cuándo y de qué manera, modalidades de
juego, tipo de música. Este acuerdo implícito llenaba a los festejos de cumpleaños de juicios
estéticos y morales.
Consideraciones finales
Este artículo mostró el modo en que los festejos, hechos una y otra vez, eran parte de la
rutina de un conjunto de personas integradas diferencialmente en el mundo de las fiestas
de cumpleaños infantiles. Unes se posicionaban como productores ocupados de generar y
mantener la separación entre le cumpleañere y sus invitades, quienes debían ser capaces
de divertirse. Estas performances exageraban y espectacularizaban las relaciones,
delimitándose las fronteras entre unes y otres.
Las fiestas de cumpleaños mercantilizadas eran una secuencia de acciones más o menos
ordenadas; realizadas en momentos específicos durante lapsos de tiempos estrictamente
controlados y demarcados cuyos límites eran disputados y flexibilizados. En estas
performance la “eficacia y el entretenimiento” (Schechner 2000) se encontraban en
continua relación activa. Para ello se retomaban modalidades lúdicas y de divertimento que
les niñes (re)conocían y por esta vía hacer que se engancharan en las acciones propuestas
poniendo el festejo a full.
les adultes presentes, con modalidades que eran cada vez más orientadas al (re)encuentro
festivo entre ambos grupos etarios. Es decir que se procuraba integrar a les adultes al
mundo de unas infancias a través del baile, por ejemplo.
Los festejos entendidos como una forma particular de subjetivación en los que se celebraba
el paso de los años pondrían en movimiento una serie de actos a través de los cuales se
conformaría un determinado ideal de divertimento infantil. Participar de un festejo en un
espacio mercantilizado suponía la conquista de diversos estados. Uno de ellos incluía la
estimulación a través de movimientos corporales aeróbicos. Otros estados festivos
provenían del correr, cantar con micrófono y luces, bailar, comer, buscar sorpresas junto a
otres. Había salones que proponían saltar en un inflable, tirarse y volverse a tirar del
tobogán y ser recibido por pelotas, brincar una y otra vez en una cama elástica. Les niñes se
sumergían en esas acciones y quienes intentaban “salirse” se veían prontamente
arrastrados literalmente por otres hacia el centro del lugar o expulsados a sus márgenes de
ese “agite” gestado por el personal de animación en colaboración con los públicos. Algunes
niñes encontraban maneras de ir en contra o “burlar” algunos imperativos de
entretenimiento, a través de bromas, gestos y cuchicheos en grupos. El cumpleañere para
retirarse tenía que hacer mayor esfuerzo considerando que la mayoría de las escenas lo
tenían como figura destacada en el evento.
Visto desde el exterior, los festejos parecían que se presentaban como una masa
multiforme de niñes moviéndose en direcciones variadas. Sin embargo, había un orden que
regía las relaciones en torno a la figura del cumpleañere. Les amigues y/o parientes
predilectos estaban muy próximos, generalmente eran los primeros en llegar y en ser
seleccionades por el cumpleañere para realizar las actividades lúdicas, aparecían en las
fotografías, eran a quienes se esperaba con ansiedad y la no presencia podía desencadenar
el llanto.
Por último, cabe destacarse la cadena de festejos que hacían que cualquier niñe que
festejara su cumpleaños en un salón comercial ya hubiera participado en el de sus
hermanes mayores, primes, vecines o compañeres de colegio. Les niñes ya conocían las
formas en que debía celebrarse y producirse la alegría en estos “templos” contemporáneos
para el encuentro lúdico y de divertimento infantil.
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CHERVIN, M. (2018) Amé mis 15. Una etnografía sobre fiestas de 15 años y procesos de
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FOUCAULT, M. (1976) Historia de la sexualidad 1. La voluntad del saber, Buenos Aires: Siglo
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RUBIN, G. (1986) “El tráfico de mujeres: notas sobre la ‘economía política’ del sexo”, en
Nueva Antropología, 30(8), México.
0
ÍNDICE
Pág.
CONSIDERACIONES INICIALES 5
Presentación de capítulos 43
I.3.1. Posiciones 60
3
III.1.3. La vergüenza, en su lugar 117
ANEXOS 231
4
CAPÍTULO IV
Los 15 de María Sol
Ahora entiendo por qué las chicas me decían que era una noche inolvidable.
María Sol, 2014. (Notas de campo)
Presento aquí la fiesta de 15 años de María Sol, describiendo las tres fases que se
encuentran contenidas en una performance, según el esquema propuesto por Schechner:
"calentamiento, performance y enfriamiento" (2000: 172). Luego, expongo y analizo lo
que el autor denomina como "repercusiones" (Schechner, 2012: 354), última fase de estos
procesos.
Entiendo, siguiendo a este autor, que las performances deben ser leídas en relación
al contexto y sucesos mayores que las contienen, dado que ambas cuestiones le otorgan "al
menos una parte de sus significados, canalizando gente, recursos y energías
simultáneamente hacia, a través y lejos" de la performance (Schechner, 2012: 385). El
acompañamiento efectuado durante el segundo momento del trabajo de campo habilita no
solo realizar una lectura de los medios expresivos que compusieron y se usaron en la fiesta
de 15 años de María Sol. También, permite describir densamente intercambios y vínculos
entre amigxs, parientes, familiares –el contexto y los sucesos más amplios, en términos de
Schechner–. En este sentido, la exposición y análisis de los 15 de María Sol, será efectuada
estableciendo permanentes idas y vueltas con las fases anteriores: procedencias y
emergencias, taller, ensayo y preparativos.
142
Para ejemplificar, el autor nombra ciertas tareas que los actores y bailarines realizan antes
de salir a escena: cambio de vestuario, maquillaje, preparación de la voz, actividades que
constituyen un proceso delicado, exigente y preciso. El calentamiento se configura como
especie de ensayo final antes de la llegada del público. En las fiestas de 15 años, los
momentos anteriores al arribo de lxs invitadxs y de la propia quinceañera a sus 15 serán
leídos como calentamiento.
El proceso de transformación de una adolescente para el día de su fiesta comenzaba
horas antes de la celebración, en dos momentos diferenciados pero continuos, según
observé durante el trabajo de campo. El primero, que nombro aquí como "calentamiento
puertas adentro", consistía en armar a la quinceañera con todo aquello que se había
preparado para ella con antelación. Allí, en un pretendido (aunque no siempre logrado)
clima de intimidad, privacidad y secreto, la adolescente se peinaba, maquillaba y vestía,
generalmente en ese orden, en su casa u otros espacios, acompañada por algunas personas
que, por lo general, formaban parte de aquellos círculos preferentemente femeninos –
aquellas "cortesanas"– que habían acompañado con mayor cercanía las fases anteriores. El
día de la fiesta de María Sol, un viernes, a fines de junio de 2014, la adolescente comenzó
a prepararse a las 18 horas. Primero, fue peinada en casa de Susana. Luego, de vuelta en su
hogar, fue maquillada y sus manos arregladas por la cosmetóloga contratada. Se puso su
vestido y zapatos. Cuando llegué a su casa, cerca de las 22 horas, la quinceañera ya estaba
lista. La acompañaba su mamá, que también estaba arreglada, y una mujer, conocida de la
familia, que quedaría al cuidado de la vivienda durante la noche. Esperaban a Mariano,
hermano mayor de Marina, que la llevaría, en su auto, al salón. También, a una amiga de
María Sol que iría con la quinceañera en el vehículo del tío, junto con Marina.
El segundo momento, el "calentamiento puertas afuera", era una sesión de fotos en
exteriores, donde la quinceañera, ya ataviada con su equipo ceremonial luego del
"calentamiento puertas adentro", se dirigía junto con algunxs parientes y/o amigas y el/la
fotógrafx o quien oficiara como tal, a algún lugar previamente establecido de la ciudad, por
lo general, abierto al público, para tomar fotografías. Luego de esta sesión, se movilizaba a
la fiesta donde la esperaban sus invitadxs.
Si el primer momento de calentamiento procuraba mantenerse discretamente en
secreto, el segundo operaba en dirección contraria. Por un lado, estaba destinado a
construir un registro fílmico y fotográfico de la adolescente devenida en quinceañera, que
la retratara y fijara en su versión "más ceremonial", "la más honorable de sí" (Bourdieu,
2010: 62): prolija, arreglada y bella, antes de tomar contacto con sus invitadxs, de ser
143
abrazada, despeinada, de transpirar, de llorar en sus 15. En suma, antes de que alguno de
los elementos que componían su arreglo corporal se viera modificado por acción de su
propia fiesta. Las fotografías eran tomadas en escenarios acordes a la imagen que se
pretendía fijar: espacios cuidados, limpios, ornamentados, iluminados, como centros
comerciales, shoppings, parques, plazas, jardines de los propios salones de fiesta o de
hoteles, ingresos a iglesias. Al mismo tiempo, por encontrarse estos espacios transitados
por otrxs públicxs –vecinxs, desconocidxs, transeúntes–, el "calentamiento puertas afuera"
operaba para informar y visibilizar que una quinceañera iba camino a su fiesta. Para ello,
los vehículos que trasladaban a las adolescentes desde "el adentro" hacia "el afuera"
también se decoraban. En los autos se colocaban moños de cinta que combinaban con el
color del vestido de la quinceañera, algún ploteo o impresión con el nombre de la
adolescente, se contrataban servicios de vehículos antiguos para llamar la atención, pasear
e informar que trasladaba a la agasajada hacia su fiesta. Hacerla visible, ante parientes que
se acercaban a su casa o al lugar donde se había cambiado para llevarla a sacarse fotos y/o
a su fiesta, ante vecinxs, ante otrxs espectadorxs, y a su vez, disponerse como quinceañera
para el registro fotográfico, eran finalidades combinadas del "calentamiento puertas
afuera", aunque a veces alguna de estas se imponía o preponderaba sobre la otra.96
En el proceso de performance de los 15 de María Sol, el calentamiento adquirió la
particularidad de que sus dos instancias, generalmente realizadas el mismo día de la
celebración y de modo continuo, se efectuaron en jornadas diferentes. La adolescente tuvo
que prepararse con su equipo ceremonial de quinceañera un día jueves por la noche, para
hacer la sesión de fotos en exteriores (día que coincidió con su efectiva fecha de
cumpleaños) y al día siguiente, para la noche de su fiesta.97 Este desdoblamiento se debió a
que Alejo acostumbraba hacer las sesiones de fotos en exteriores, con las adolescentes
96
En un "calentamiento puertas afuera" que acompañé en una localidad industrial al este provincial en el año
2010, el objetivo de hacer visible e informar que la quinceañera se dirigía a su fiesta se efectivizó a través del
alquiler del servicio de chofer y auto antiguo para trasladar a la adolescente de su casa al salón, previendo
hacer, en el trayecto, una parada para una sesión de fotos en exteriores. Loly, la adolescente, no quería salir
de su casa, sabía que lxs vecinxs la estaban esperando. Para convencerla, su mamá y el fotógrafo le dijeron
que ella tenía que salir como una reina para que todos la miren. Una vez que llegó a la vereda, varixs
vecinxs aplaudieron, silbaron y le gritaron feliz cumpleaños. Como nadie se ofreció a acompañarla en el auto,
su madre propuso que yo lo hiciera. La quinceañera se ubicó en el asiento de atrás y yo, al lado del chofer.
Mientras este conducía, ella se tapaba el rostro con su brazo. Loly solicitó en reiteradas oportunidades al
chofer que no prendiera la luz que se encontraba en el asiento de atrás y que la iluminaba directamente. El
chofer se mostró sorprendido y le dijo, tenés que mostrarte, si no, para qué lo del auto. En la parada en la
plaza del pueblo, decidió no sacarse fotos porque había unos varones que se acercaron a saludarla. Pidió que
la llevaran al jardín de un hotel porque allí no habría gente conocida, afirmó la adolescente.
97
En el primer capítulo indiqué cómo las quinceañeras procuraban que sus fiestas se realizaran de modo
coincidente o lo más próximo posible a su fecha de nacimiento. Esta era una de las razones por las que la
reserva de los salones o lugares donde se realizaría la celebración era una de las primeras acciones que se
efectuaban ante la emergencia de unos 15.
144
vestidas como quinceañeras, días antes de la fiesta. Uno de los motivos por los que
anticipaba "el calentamiento puertas afuera", estaba vinculado a que los espacios para
tomar las fotografías se encontraban menos transitados los días de semana, especialmente
el lugar que María Sol había indicado para hacer esta sesión, el Paseo del Buen Pastor. 98
Allí, durante los días viernes y sábados, a partir de las 20 horas, comenzaba a llegar gran
cantidad de quinceañeras, sostuvo Alejo, y alguna que otra pareja de novixs para ser
fotografiadxs. Se disputaban escalinatas, pasillos y sobre todo, las mejores vistas de la
fuente del paseo, que contaba con un espectáculo de luces y aguas danzantes que se
realizaba al caer la tarde.
Cuando visité al fotógrafo en su estudio, sin la presencia de Marina y María Sol,
Alejo argumentó que otro de los motivos para desdoblar el calentamiento, fue descubrir
que las nenas están mucho más relajadas, y no tenés apuro. El día efectivo de las
celebraciones las adolescentes estaban muy presionadas por el horario en el que debían
presentarse en los lugares donde se desarrollaban sus 15, eso las ponía muy nerviosas.
Todas esas cosas te revientan la cabeza, vos necesitás que la nena esté más o menos
cuerda para que salga linda en la foto, contó el fotógrafo.
A la sesión de fotos en el Paseo del Buen Pastor asistimos Alejo, los dos jóvenes
que lo asistían direccionando luces y filmando, Marina y su hermano Mariano, quien
trasladó en su auto a la quinceañera con su equipo ceremonial de princesa, y yo. El
encuentro duró aproximadamente dos horas, de 19:30 a 21:30. Era invierno y estaba muy
frío. Al finalizar la sesión de fotos, María Sol tenía que irse rápidamente a un ensayo
general de danzas árabes. Quedaba una semana para una competencia en la que participaría
junto con compañeras de academia, no podía faltar.
En relación al registro fotográfico, el encuentro adquirió una dinámica similar a la
que describí en el capítulo anterior, cuando se reunieron fotógrafo y quinceañera para hacer
la gigantografía. Alejo fue dando indicaciones a la quinceañera para que acomodara su
cuerpo y gestualidad frente a la cámara, en función de los diferentes espacios donde la
quinceañera posaba, en escalinatas, puertas de madera antiguas, asientos y bancos de plaza.
El fotógrafo le decía: bien exageradas las manos, brazos separados del cuerpo, cara de
98
El Paseo del Buen Pastor se encontraba en Nueva Córdoba, barrio lindante con el centro histórico de la
ciudad. Formaba parte del corredor turístico que se denomina Media Legua de Oro cultural. Anteriormente,
el lugar funcionó como centro penitenciario de mujeres, pero en el año 2007 fue refuncionalizado y
refaccionado como centro cultural y comercial. Presentaba un reducido número de locales comerciales
(talabartería, restaurantes), se realizaban allí exposiciones artísticas, algunas ferias y un espectáculo
permanente de aguas danzantes. Era altamente frecuentado por estudiantes universitarixs que habitan en ese
barrio, para tomar mate, reunirse, tomar aire, estudiar.
145
contenta, ponente cómoda, derechita la espalda, mucha cintura, la cara sin girar el
cuerpo, más cadera y más lola, por citar algunas de las fórmulas que fue repitiendo. Aquí,
volvió a recurrir a chistes que apelaban y asumían una orientación heterosexual de María
Sol, abrazá la columna como si fuera tu novio, le dijo Alejo en una de las tomas que
propuso en el espacio del Buen Pastor. María Sol se reía con los chistes del fotógrafo y
acomodaba su cuerpo y gestos ante sus pedidos. Esta vez, en vez de incomodarle el gesto
de la cara, como sucedió durante la sesión para la gigantografía, molestaba a Alejo una
mechita de pelo que caía sobre el rostro de la adolescente: sacate el flequillín, correte la
mechita, dijo en varias oportunidades. Marina, Mariano y yo nos manteníamos detrás de
cámara. Avanzábamos a medida que el fotógrafo lo hacía con la quinceañera y sus
asistentes, proponiendo rincones y poses. Mientras ella era fotografiada, la madre y el tío
de María Sol contaban anécdotas de las ferias donde trabajaban con el puesto de carnes,
describían cómo eran mi papá y mi mamá comprando sus productos, relataban que
peleaban mucho entre ellxs y también con la clientela. Marina repetía que su hermano
siempre estaba haciendo bromas.
La madre de la adolescente se mostró muy nerviosa ese jueves. Procuraba cuidar
todo el equipo ceremonial que debía mantenerse en condiciones para la noche siguiente,
día de la fiesta. Ante una pose que propuso Alejo para fotografiar a María Sol –debía
recostarse sobre un banco de madera boca abajo– Marina susurró, me voy a morir o voy a
matar al fotógrafo, y seguidamente acomodó el vestido de su hija frunciendo el ceño, con
un gesto de temor ante la posibilidad de que el vestido se rompiera o descosiera. María Sol
no escuchó este comentario, el fotógrafo tampoco. Mientras acompañábamos la sesión,
Marina relató con alivio, que por suerte había podido pegar parte de la coronita que llevaba
puesta María Sol, y que se había quebrado cuando se la colocó ese día.
El cuidado del equipo ceremonial, con vistas a que llegara "íntegro" a la fiesta,
incluía el cuerpo de María Sol. Avanzada la sesión, Mariano dijo a su hermana, ya es
momento de ponerle el abrigo. Marina pidió a Alejo que las fotos siguientes fueran con la
casaquita confeccionada por la modista. Ya tenés muchas fotos sin el abrigo, dijo al
fotógrafo. Habiendo transcurrido más de una hora, decidió abrigar a su hija. Desde que nos
habíamos encontrado, Alejo se encargó de minimizar el efecto del frío en la quinceañera:
no le digan nada del frío [a María Sol] así no se psicopatea, afirmó. En esa misma jornada,
una señora que pasaba por uno de los pasillos del Paseo del Buen Pastor comentó, con tono
de enojo, cuánto tiempo la van a tener ahí, se va a enfermar. Alejo contestó, es joven, no
le va a pasar nada. Si bien Marina acataba las indicaciones del fotógrafo, su presencia y la
146
del tío en esta oportunidad, ponían en tensión, otra vez, la correlación de fuerzas entre lo
que requería la construcción del registro fotográfico a cargo de un especialista en servicios
y el cuidado de la madre, al que se sumaba aquí también, el tío de la quinceañera.
Marina contó que ese mismo día, por la mañana, había retirado antes de la escuela a
la adolescente para que no la llenaran de huevo y harina a la salida, práctica que
efectuaban lxs compañerxs de curso a las chicas que cumplían 15 años, ¿cómo se lo saco
para el viernes?, justificó Marina. Mientras recorríamos el Paseo del Buen Pastor, dejó
entrever que este cuidado especial se había extendido durante toda la semana. Dos días
antes de esta sesión de fotos habían querido asaltar a la adolescente en el playón donde
tenía clases de Educación Física. Un tipo se le tiró encima y como María Sol tiene su
carácter, se resistió a darle los auriculares que el tipo le quería robar, contó su mamá. El
reto de Marina, cuando se enteró de este episodio, fue relatado así: cómo se va a resistir, se
los tendría que haber dado, ¡¡¡a dos días de la fiesta!!! El mismo llamado de atención se
extendió a Silvia, la abuela de María Sol, quien autorizó a la adolescente a llevar los
auriculares a la escuela. Este cuidado especial de María Sol para que llegara –ella y su
equipo ceremonial– "intacta" al día de la fiesta daba cuenta del carácter liminar del
calentamiento, tanto puertas adentro como afuera. Recupero aquí el planteo de Schechner,
quien sostiene que la preparación de lxs intérpretes durante esta fase tiene como finalidad
dar el salto "entre la disponibilidad y la ejecución", un salto que también implica pasar del
"lado de la vida cotidiana a la performance" (Schechner, 2012: 379).
Aún cuando se realizó en el Paseo del Buen Pastor un día jueves, con poca
concurrencia de gente –hacía mucho frío y ya había anochecido– la exposición de la
adolescente como quinceañera implicó miradas y comentarios de desconocidxs,
transeúntes, automovilistas, y hasta comparaciones con otra quinceañera que se encontraba
en el lugar haciendo también su sesión de fotos. María Sol reparó, con detalle, en el vestido
color verde de la otra quinceañera. Aquella frontera construida en torno al secreto,
resguardado durante las fases anteriores, comenzó a desdibujarse y permearse; el salto
entre la disponibilidad y la ejecución de la performance, en términos de Shchechner,
comenzaba a efectuarse con la exposición de la adolescente por los pasillos del Paseo.
147
IV.1.1. Horario de llegada de una quinceañera
Se rompe el auto, se larga a llover, todas esas cosas que uno no las tiene en cuenta y
te suceden a último momento. Y en vez de llegar a las 22:30 al salón como uno tiene
previsto, llegás a las 12 y ya atrasás todo, la gente se pone de mal humor. Y la
estresamos a la quinceañera. En cambio, yendo a sacar las fotos otro día, salís
tranquila, de pronto ese día [para la sesión de fotos en exteriores] no hace falta que
vayas con el peinado tan arreglado. (Notas de campo. Casa de Marina. 31 de mayo de
2014)
99
Marianela, una quinceañera con quien dialogué en el año 2010, logró cambiarse en el tiempo estimado. La
demora de los tíos encargados de trasladar a la adolescente para tomarse fotografías en un centro comercial
en zona norte de la ciudad, hizo que llegara tarde a su fiesta. Sofía, exalumna con quien conversamos en
2014, se mostró tajante en relación al horario que estipulaba para llegar a sus 15. A las 22 o 22:30. No le
gustaba cuando la espera a que llegue la quinceañera es muy larga y es como que estás ahí tres horas y
después, cuando llega, es como que la mirás mal:“¿por qué tardaste tanto?”. Sin embargo, cuando fue su
148
Para este autor, la etiqueta, junto con el ceremonial, operaban como "un perpetuum
mobile" que, aunque independiente de cualquier valor útil inmediato, seguía existiendo, en
movimiento, convirtiéndose en "una carga más o menos pesada para todos los
participantes" (1996: 118). El motivo de la aceptación de esta carga, lo encuentra Elias, no
solo en que era exigida por el rey, sino también porque "la existencia social de los mismos
hombres implicados en la etiqueta dependía de ésta" (1996: 119). Por lo que, desestimar la
etiqueta y el ceremonial, podía significar la renuncia de prerrogativas, perdida de
oportunidades de poder, humillación. Poner de mal humor a lxs invitadxs por el
incumplimiento de esta regla, predisponía de mal modo la entrada de la quinceañera a su
fiesta, un momento fundamental de la celebración. También, podía afectar los acuerdos
establecidos con lxs especialistas en servicios contratadxs o las personas encargadas de
llevar adelante la celebración.
María Sol quería cumplir con el horario de llegada pactado con lxs encargadxs del
salón de fiestas, 22:30 horas. Pablo, jefe de mozxs que trabajó durante la fiesta de la
adolescente relató, en la charla que mantuvimos en su casa la semana posterior a la fiesta,
que el horario ideal de llegada de una quinceañera eran las 22:30 de la noche. Dijo Pablo,
si me llega 10:31 a mí se me complica. Cuando arribé a casa de María Sol a las 22 horas el
día de su fiesta, ella estaba lista, peinada, maquillada, vestida. Llegó Mariano, hermano de
Marina, vestido con traje y corbata. Contó que quería hacerles una broma y aparecer
vestido con ropa de trabajo (de la carnicería) pero después desistió porque estimaba que
madre e hija se pondrían muy nerviosas. Como tío de María Sol, también se esperaba de él
una fachada prolija, detallada. La broma efectuada llamaba la atención acerca de otra de las
reglas de etiqueta de la fiesta, que indicaba que no solo la quinceañera debía presentarse de
modo arreglado, con su equipo ceremonial. También debían hacerlo, acordes con la
situación, las personas que acompañaban el evento, y los objetos que ella usaría. El auto de
Mariano estaba limpio, parecía recién lavado. A su llegada, Marina y él pegaron en el
vehículo cinco moños rosas, a tono con el equipo ceremonial de la quinceañera.
Aún habiendo realizado la sesión de fotos en exteriores el día anterior a su fiesta, el
viernes, luego de cambiarse a horario "puertas adentro", dos cuestiones demoraron el
noche, se quedaron, junto con su padre, casi hasta la hora en que comenzaron a llegar lxs invitadxs,
arreglando cuestiones que el salón no había respetado de acuerdos previos. Por lo que, a pesar de su
determinación, llegó tarde. Con Melina y Malena, dos quinceañeras a quienes acompañé durante el
calentamiento puertas adentro y afuera en 2011 y 2012, tuvimos que hacer tiempo en el Paseo del Buen
Pastor, donde fuimos a tomar fotografías. Con Malena tuvimos que esperar que la propia madre de la
quinceañera terminara de bañarse y cambiarse. En el caso de Melina, debimos aguardar en el Paseo porque
lxs invitadxs estaban demoradxs, cómo te explico que no hay nadie, me dijo por teléfono su mamá cuando
nos pidió, por favor, que hiciéramos tiempo.
149
arribo de la quinceañera al salón. La amiga que había elegido para que la acompañara, en
el auto de Mariano, estaba demorada. María Sol decidió esperarla unos minutos más, pero
advirtió que si no llegaba pronto, se iba sin ella. Cuando llegó, le dijo que estaba preciosa,
se abrazaron y manifestaron que sólo se aguantaban las lágrimas para no estropear el
maquillaje. Desde el salón de fiestas, su hermana Candela informó que otras dos amigas,
designadas por la quinceañera para formar parte del camino de las velas que la recibiría,
aún no habían llegado. Salimos de su casa cuando, por teléfono, avisaron a la adolescente
que ya estaban todxs. Arribamos al complejo de salones unos veinte minutos más tarde
respecto al horario estipulado. Este primer desfasaje de horarios se mantendría a lo largo
de toda la fiesta.
100
La(s) noche(s) de los 15 serán entendidas no como mera categoría temporal, sino como "espacialidad
dinámica" de desplazamiento, aglutinamiento, circulación y dispersión de lxs sujetxs, de acuerdo con ritmos
variables, y construida a partir de "prácticas de comportamiento y discurso asociadas con tiempo libre, ocio,
diversión, música y baile, alegría, éxtasis, frenesí, erotismo y experimentación con otros estados de
conciencia" (Blázquez y Liarte, 2018: 199).
150
IV.2.1. Vestir de rosa el salón verde
La fiesta de María Sol se desarrolló en el salón verde del complejo contratado para
tal fin, que contaba con otros tres salones con nombres de colores, distribuidos en tres
pisos de un edificio ubicado en el corazón de la manzana. Se accedía al complejo
atravesando una pequeña galería comercial, que contaba con locales de servicios
fotográficos, alquiler y confección de trajes y vestidos; en suma, comercios afines al rubro
"eventos".
El complejo se encontraba a unas treinta cuadras de la casa de la adolescente, sobre
una avenida muy transitada. María Sol ya conocía el lugar. Había asistido con anterioridad
a los 15 de varias compañeras y amigas que habían hecho allí sus fiestas. También, lo
había visitado con motivo del alquiler del espacio para su propia fiesta, para acompañar a
su madre a hacer adelantos de dinero y para tener reuniones con sus encargados. Según
relató Pablo, quien trabajaba en el lugar como jefe de mozos, en el año 2013 se realizaron
un total aproximado de doscientas fiestas de 15, teniendo en cuenta que en el complejo
podían desarrollarse hasta cuatro eventos en simultáneo.
Para Schechner (2000), cualquier espacio se convierte en –y puede ser leído como–
teatro cuando los seres humanos escriben en él y efectúan allí representaciones o puestas
en escena. Esta escritura puede realizarse a través de múltiples “medios”: partes escénicas
de la dotación expresiva como decorado, mobiliario, equipos y otros elementos "que
proporcionan el escenario y la utilería para el flujo de la acción humana que se desarrolla
ante, dentro o sobre él" (Goffman, 2009: 36). Señala Schechner que las marcas en el
espacio no se realizan exclusivamente de modo visual, a veces se pueden oír mejor que lo
que se visualiza. Por lo tanto, debe prestarse atención también a esas escrituras sonoras.
Desde estos lineamientos, expongo los modos que fueron implementados para configurar y
escribir el espacio de los 15 de María Sol. Para ello, ofrezco aquí, un croquis
confeccionado en base a los datos construidos durante el segundo momento del trabajo de
campo.
151
Figura 2. Croquis de la Fiesta María Sol.
Fuente: Elaboración propia.
La primera escritura de tipo visual con la que se encontraban lxs invitadxs de María
Sol al llegar al lugar de su fiesta era la gigantografía (1). La foto original fue editada con
photoshop: Alejo agregó un fondo blanco y una guarda a la derecha de la imagen, con un
estampado casi idéntico que el de la pollera que María Sol lucía en la foto. En el margen
superior de la guarda, figuraba el nombre de la quinceañera; en el margen inferior, el
número "15". Fue colocada afuera del salón verde, en el espacio que quedaba entre la
puerta batiente de ingreso y un mostrador. En este, se encontraba una mujer habilitando la
152
entrada de aquellxs que figuraban en la lista de invitadxs, e indicando las mesas donde
cada unx debía ubicarse. La gigantografía operaba no solo como presentación de la
fachada joven y jodona de María Sol, en los términos descriptos en el capítulo anterior,
sino también, como señalización de que allí era su fiesta y no en otro de los salones que
componían el complejo.
En el primer encuentro que mantuvimos, Marina contó que no había contratado el
servicio tercerizado que ofrecía la empresa para vestir el salón, porque implicaba adicionar
un costo en cada tarjeta que no creía conveniente. Por este motivo, las paredes del salón
contaron, para esta fiesta, con su decoración habitual: pintadas de color verde agua, con
cuadros con figuras abstractas. La única pared que se encontraba vestida con telas blancas,
tipo raso, era la que hacía de fondo de la mesa dulce (3). Esto no impidió que, con los
recursos disponibles, se escribiera cuidadosamente el espacio, para convertirlo en el salón
de los 15 de María Sol. Para ello, se utilizó el mismo criterio que guió el armado del
equipo ceremonial de la quinceañera: todo debía combinar con el color rosa del vestido. En
este tono y en color blanco, fueron los globos que se movían sueltos por el piso de la pista
de baile (15) y la torta expuesta en la mesa dulce (3). En blanco se presentaron los
manteles y caminos que vistieron las mesas redondas del salón. En puro rosa fueron las
velas utilizadas, tanto para el camino de velas para recibir a María Sol, como las que ella
entregó luego, en el árbol de la vida o ceremonia de las velas. El libro de firmas y las
tiritas del copón para que sus amigas tiraran hasta encontrar un anillo, eran rosas. Los
souvenirs eran de acrílico transparente. A excepción de las velas para el árbol de la vida, el
resto de los elementos mencionados estaban expuestos en el salón desde el inicio de la
fiesta, decorando y volviendo rosa el salón verde. Siguiendo a Goffman (2009), se
esperaba mostrar "coherencia" entre medios, apariencias y modales. Esta coherencia se
lograba armonizando el equipo ceremonial de la quinceañera y los modales que venía
entrenando la adolescente en fases anteriores, con la presentación del espacio de la fiesta,
que debía mostrarse en consonancia con la agasajada: bonito, cuidado, ordenado, prolijo,
limpio, decorado y combinado.
Discutiendo el consumo desde una perspectiva antropológica, Douglas e Isherwood
sostienen que todas las mercancías portan significado aunque ninguna lo haga por sí
misma: "(...) la pregunta de por qué [un objeto físico] es valioso pierde totalmente su
sentido. El significado radica en las relaciones entre todos los bienes (...)" (1990: 88). La
fiesta se configuraba como la instancia para disponer y exponer dichas relaciones. La
composición coherentemente combinada de objetos rituales no era resultado de un rejunte
153
azaroso de elementos y objetos; tampoco se trataba de simples medios colocados como
telón de fondo de la fiesta de María Sol. Más bien, se trataba de accesorios rituales que
habían requerido un trabajo de edición, elección y preparación durante las fases anteriores
y que, llegada la fiesta, se utilizaban "para construir un universo inteligible" (1990: 80), es
decir, para hacer que el evento fuera rápidamente identificado como fiesta de 15, pero
además, como los 15 de María Sol.
Cuando Geertz analiza las riñas de gallos en Bali, recupera y comparte con
Goffman el hecho de que toda reunión "toma la forma de la situación que las suscita, del
suelo en que están situadas" (2003: 348). Agrega, a su vez, que ese mismo suelo es creado,
construido en múltiples instancias. Por ello, toda reunión debe concebirse como formas
articuladas que "no solo especifican el foco, sino que al reunir a los actores y disponer el
escenario, realmente lo crean" (2003: 348). ¿Cómo se reunieron –o dispusieron– lxs
actorxs en estos 15?
La escritura del espacio no se efectuaba sólo a través de marcas visuales y de
objetos. Había que cuidar que algún gesto o actitud fuera de lugar, por parte de algunx
invitadx, deviniera también marca en el espacio. Por ello, la distribución de lxs actorxs por
mesas, donde se compartía buena parte de la fiesta –sobre todo la cena–, recibió particular
atención por parte de Marina. Pretendía con ello cuidar lo que podía poner en riesgo el
desarrollo de los 15. El criterio que utilizó coincidía con el principio que Douglas define
para los ritos de contaminación. Como esta "se transmite por el hecho de estar sentados en
la misma fila, durante la comida, cuando se agasaja a alguien de otra casta, se le sienta
normalmente en un lugar separado" (Douglas, 1973:52).
En la conversación que mantuve con Pablo, jefe de mozos que estuvo a cargo de la
fiesta de María Sol, comentó que el criterio de la empresa para medir la ocupación de sus
salones, estaba atado no tanto al número de invitadxs, sino más bien a la cantidad de mesas
dispuestas en un evento. Siguiendo esta pauta, afirmó que en la fiesta de María Sol había
muchas mesas (dieciocho en total) para lxs aproximadamente ciento veinticinco invitadxs
confirmadxs. Marina había decidido que, en cada una, se ubicaran entre seis y ocho
personas, cuando lo habitual, contó Pablo, era que fueran ocupadas por ocho o diez
invitadxs. Cuando le consulté si sabía por qué Marina había tomado esta decisión, Pablo
154
respondió que había algunos inconvenientes con las familias, eran como tres familias. Del
total de mesas, cuatro (incluyendo la de la quinceañera que era un tablón largo donde se
sentó con catorce amigas mujeres) fueron ocupadas por adolescentes y amigxs de María
Sol (6, 10, 11, 12).
Marina se sentó en una mesa junto con tres amigas suyas con quienes cursó la
escuela secundaria (7). Una de ellas era Andrea, la madrina de María Sol. Otra, asistió con
su pareja; la tercera, con su hijo de dos años. Allí también fui ubicada. Durante el trabajo
de campo, pero también por la posibilidad de participar en las conversaciones que mantuvo
Marina con sus amigas mientras cenábamos, pude identificar, más que tres familias, como
mencionó Pablo, tres personas que, según el criterio de Marina, convenía mantener a cierta
distancia: ella misma, su cuñada Leticia (pareja de Mariano, su hermano) y Joaquín, padre
de María Sol. Entiendo aquí desde el planteo de Douglas e Isherwood, que "la acción de
comer es siempre un hecho social; un acto que además está sujeto a reglas comunitarias y a
la conversación" (1990: 89).
Ante la pregunta de una de las amigas de Marina respecto a si había asistido su
cuñada y dónde estaba sentada, Marina ironizó, sí está, pero por error. Acompañó la frase
levantando el mentón e indicando con la mirada en qué mesa estaba Leticia, quien junto a
Mariano y su hijo menor, compartían su ubicación con otrxs parientxs (9). Damián, hijo
mayor de Mariano, tampoco tenía buena relación con Leticia, por ello se sentó en una mesa
con los demás hermanos de Marina (14). Cuando sus amigas preguntaron por Joaquín, la
madre de la quinceañera repitió el mismo gesto. Estaba sentado con su familia (5): su
padre, Vanesa, su esposa, el hijo de ambxs, una tía suya y sus hermanos, únicxs parientes
por el lado paterno que asistieron a la fiesta de María Sol. Mientras cenábamos, Marina
relató a sus amigas las tensiones que se generaron con Joaquín durante la emergencia de la
fiesta y sus preparativos, a raíz de los comentarios que introdujo el padre de la
adolescente. Marina recordó que él había cuestionado que en la fiesta habría más grandes
que chicos. En la misma conversación, Marina contó a sus amigas que ante la menor cara
de culo, varixs parientxs suyxs estaban dispuestos a echarlo de la fiesta. Relató también
que había pedido a Joaquín que llevara flores o una rosa para recibir a su hija cuando
entrara al salón, pero que a último momento la llamó por teléfono para decirle que no había
comprado nada, y para preguntarle qué podía hacer. Inclinando una vez más la correlación
de fuerzas hacia Marina como madre presente, una de sus amigas agregó, no te preocupes
ahora, si nunca se interesó ni por los pañales ni por las vacunas de las chicas.
155
En una de las conversaciones que mantuvimos antes de la celebración, María Sol
manifestó no tener una relación fluida con Vanesa, la pareja del padre, no me llevo, le digo
hola y chau, especificó la adolescente. Marina comentó, en el mismo encuentro, que no era
conveniente para María Sol sentarse con los padres en esta situación que no favorece,
donde los padres no están juntos. María Sol encontró la solución a estas tensiones en una
nueva modalidad que observó en otros 15, ahora la quinceañera se sienta con las amigas:
Si la cuñada estaba por error, si con Joaquín y su pareja había tensiones, ¿qué se
podía hacer con dichas "anomalías"? Douglas sostiene que un modo de tratarlas es
ignorándolas. Otra posibilidad consiste en "afrontar con resolución la anomalía y tratar de
crear una nueva configuración de la realidad en la que tenga cabida" (1973: 59). El orden,
señala la antropóloga, implica el rechazo –o resoluciones y reconfiguraciones– de los
elementos inapropiados. De aquí, que la distribución de invitadxs en el espacio del salón se
convirtiera en un medio para menguar, o al menos disipar, las amenazas y tensiones que
podían poner en jaque el orden establecido. Construido por María Sol y Marina antes de la
fiesta, e informado oportunamente al jefe de mozxs, el croquis diseñado ubicó a Marina,
Joaquín y Leticia en la misma línea de mesas, aunque a distancias marcadamente distintas
respecto a la mesa principal (6), como la nombró Pablo, donde la quinceañera se ubicó con
sus amigas.101 Marina ocupó la mesa justo delante de la de su hija. Su cuñada y Joaquín
101
En otras fiestas a las que asistí durante el trabajo de campo, observé que las quinceañeras optaban por
diversas modalidades. Podían ubicarse en mesas con familiares o con sus amigas. En algunos casos, las
adolescentes podían no tener una ubicación fija, por ejemplo, cuando la comida compartida no se servía en
mesas, sino que se ponía a disposición de lxs invitadxs como especie de auto-servicio de buffet y podía
comerse paradx o en livings armados en el lugar. En las fiestas que acompañé y con cualquiera de estas
modalidades, fue poco el tiempo que las quinceañeras pasaron efectivamente sentadas.
156
fueron distribuidos, junto con sus familias, en mesas diferentes, en los extremos laterales
del salón (5 y 9).
Cuando Moore y Myerhoff proponen extender el uso del término ritual para eventos
colectivos o ceremonias de tipo seculares, sostienen que sus propiedades formales –
repetición, actuación, comportamiento especial o estilización, orden, puesta en escena– los
convierten en "instrumentos tradicionalizantes" (1977: 7). Se prestan bastante bien,
afirman las autoras, para volver tradicional nuevo material, a la vez que para perpetuar
viejas tradiciones. La posibilidad de que la quinceañera pudiera ahora –término que usó
María Sol– sentarse con amigxs, o incluso no contar con una ubicación fija, como observé
en otros 15, daba cuenta de que estos eventos se transformaban, ampliando el repertorio de
posibilidades, acompañando y también rehaciendo configuraciones sociales y familiares.
Estas nuevas opciones iban en consonancia y de la mano con lo que especialistxs en
servicios relataban en relación a cómo trabajaban con configuraciones familiares diversas,
donde, por ejemplo, padre y madre de una quinceañera podían estar juntxs, separadxs,
faltar alguno de ellxs, no llevarse bien, y/o haber formado otra familia.
Las mismas autoras invitan a prestar atención a un aspecto central de los rituales:
"hacen mucho más que reflejar los acuerdos de la existencia social y los modos existentes
de pensamiento. Pueden actuar para reorganizarlos o aún hasta ayudar a crearlos" (1977:
5). La capacidad tradicionalizante pero también creativa de los rituales permite, aquí,
llamar la atención respecto al carácter dinámico y hacedor de las fiestas de 15 años. Se
trataba de una práctica que habilitaba incorporar nuevos materiales y con ello,
reactualizarse.
102
En la ciudad de Córdoba, los salones de fiestas se encontraban legislados por el Código de Espectáculos
Públicos según la Ordenanza Municipal Nº 11684/09. Como cita la normativa, los salones "pueden funcionar
con horario libre de apertura"; pero el de finalización está fijado hasta las 05:00 horas. Durante mi trabajo de
157
relató los beneficios que, para ella, tenía el hecho de delegar la administración de los
tiempos en un salón contratado:
Que el mismo salón tenga organizado los tiempos, eso te ayuda, porque si no es como
que la gente ha perdido la tolerancia, y empieza a mirar el reloj y viste como que son
las 11:30 de la noche o las 12, y todavía no le tocó el sandwichito de la recepción,
¿viste? O de pronto no encontró el tenedor que le faltaba en la mesa. Son cosas que
vos decís bueno, un tenedor, no es que no vas a poder comer, pero la gente se altera.
(Notas de campo. Casa de Marina. 31 de mayo de 2014)
Pablo consideraba fundamental poder cumplir con los tiempos estimados para el
desarrollo de unos 15. Ese era el trabajo que le correspondía como jefe de mozxs en la
empresa. Cuando lo visité en su casa, relató que por su experiencia de trabajo, por los años
que llevás como mozo, ya sabés los horarios, el momento de hacer el corte, el momento de
hacer entrar a la quinceañera, manejar los tiempos de la comida, que la comida no te
salga fría. En cada fiesta, Pablo devenía "oficiante", debiendo disputar el manejo y la
definición de tiempos y acciones de un evento, fundamentalmente con las madres, pero
también con padres, fotógrafxs contratadxs, Disc Jockey y/o sonidistas. Pablo colocaba a
estxs "especialistas en servicios" en una posición subordinada respecto a su propio rol: es
el jefe de mozxs el que tiene que manejar la fiesta, afirmó cuando nos reunimos. Sin
embargo, su trabajo requería un diálogo constante y no sin tensiones con estxs. Tensiones
que se daban por el tipo de relaciones contractuales y laborales que tenía cada unx de ellxs
respecto al salón, y por las especificidades de las tareas que correspondían a cada unx. En
este complejo de salones, el servicio de fotografía podía ser contratado por fuera de los
paquetes ofrecidos por la empresa. Los Disc Jockeys en cambio, eran empleadxs del
complejo de salones. 103
campo advertí que en algunos espacios, dentro de lo que la ordenanza denomina "clubes o asociaciones", una
fiesta de 15 podía extenderse hasta las 8 o 9 de la mañana, incluso más, sin cumplir con la normativa. Esto
sucedió en fiestas que acompañé y que se realizaron en un excomedor comunitario, un club de barrio y un
salón que funcionaba como anexo de una escuela pública provincial. Lo mismo puede decirse respecto al
consumo de alcohol. Según reza el artículo 31de la normativa, estaba prohibido "el expendio de bebidas
alcohólicas a menores de 18 años en aquellos establecimientos de Espectáculos Públicos habilitados para el
desarrollo de cualquier actividad, que permiten el ingreso y permanencia de los menores mencionados". Sin
embargo, en los espacios mencionados, no había, aparentemente, un control tan riguroso como sí sucedía (o
se decía que sucedía) en los salones habilitados. Para una indagación sobre estas normativas en la ciudad de
Córdoba y cómo constituyen un instrumento de formalización de las gestiones de la diversión y
entretenimiento nocturno e infantil, sugiero la lectura de Castro y Tamagnini (2016).
103
No sucedía de igual modo en todos los salones de fiesta. Según pude observar durante mi trabajo de
campo, algunos sólo permitían ingresar a fotógrafxs específicxs. En otros casos, lxs administradorxs de los
salones podían incluso pedir el pago de una comisión al fotógrafx que fuera a cubrir el evento, si no era el/la
sugeridx por la empresa.
158
En la fiesta de María Sol, entre jefe de mozxs, Disc Jockey y Alejo, los acuerdos
estaban afianzados. Los dos primeros trabajaban juntos. A Alejo ya lo conocían porque
"cubría" muchas fiestas allí, y por lo tanto, manejaba las reglas de la empresa. Sin
embargo, el jefe de mozxs afirmó que lxs fotógrafxs muchas veces te quieren manejar la
fiesta. Cuando conversamos en su estudio, el fotógrafo reconoció que estas tensiones eran
habituales, y que se debían a formas de trabajo que se estaban revisando. Alejo afirmó, el
fotógrafo era antes un weeding planner, te decía: "hay que cortar la torta a las 2 de la
mañana" y la tenías que cortar. Ahora no, ahora somos un servicio más, como todos.
Pablo, por su parte, indicó que algunxs de estxs trabajadorxs aún mantenían esas
aspiraciones: los fotógrafos te dicen, "sácame la comida", se meten al medio, y no te queda
otra que esperarlos que terminen de sacar las fotos. Así que ahora, apenas entran los
fotógrafos, yo voy y les hablo.
Ante mi pregunta acerca de cómo el salón organizaba los tiempos de una fiesta de
15 años, Pablo respondió con una extensa descripción de lo que nombró como esquema
donde fijaba en horarios, las actividades y acciones previstas para los 15. Indicó que el
esquema se hacía todo derecho cuando lxs clientes no incorporaban acciones no
contempladas dentro de dicho esquema. También, cuando la fase de calentamiento y/o los
bloques de la fiesta no se extendían de más, avanzando sobre otros segmentos. El horario
de llegada de la quinceañera era crucial, como contó Pablo, para que todo el cronograma
que le seguía se ajustara al esquema previsto.
A continuación, presento el esquema para fiestas de 15 que reconstruí a partir de la
descripción brindada por Pablo cuando nos reunimos en su casa. Agrego, en una columna
paralela, el cronograma de horarios y actividades de la fiesta de María Sol, reconstruido,
también, a partir de mis notas de campo, tomadas durante la celebración.
159
Esquema reconstruido para fiestas Esquema registrado en la fiesta
de 15 años a partir de la descripción de 15 años de María Sol
de Pablo
160
Pablo no pudo realizar el esquema derecho en la fiesta de María Sol. El retraso de
quince minutos en la entrada de la quinceañera generó un corrimiento de todos los horarios
siguientes. Pero esto no fue lo único que modificó el esquema, en palabras del jefe de
mozxs. Cada bloque adquirió formas y colores particulares, producto de decisiones y
negociaciones previas tomadas durante las fases anteriores; también, como resultado de los
imponderables que se fueron presentando, como la demora en la llegada de las amigas de
la adolescente al salón, cuestión que atrasó el ingreso de la adolescente. 104 Respecto a los
acuerdos previos, la empresa propietaria del complejo de salones estipulaba reuniones con
las quinceañeras y quienes las acompañaban durante los preparativos para definir cada
particular esqueleto. Una semana antes de la fiesta, acompañé a Marina, María Sol y
Candela a uno de estos encuentros, realizado en el mismo complejo de salones. La reunión
estuvo a cargo de Matías, encargado de la empresa, quien recibía semanalmente los
adelantos de dinero que le entregaba Marina a cuenta del pago del servicio contratado. Allí,
María Sol informó a Matías los temas musicales que había seleccionado especialmente
para acompañar determinados bloques o momentos del esquema. 105 Él registraba todo en
una computadora. También informaron que en la fiesta habría una entrada con camino de
rosas y velas, proyección de dos videos (historia de vida y previa guionada), vals, árbol de
la vida, cintitas, y además, un show de danzas árabes que incluía una coreografía grupal de
las compañeras de María Sol y una coreografía solista de la quinceañera.
Matías advirtió a sus clientas que el mejor horario para que se hiciera el show era a
las 2:45, y no luego del vals estimado para las 1:00. A Marina le pareció demasiado tarde.
A esa altura de la noche mucha gente grande ya se habría retirado sin haber visto bailar a
la quinceañera, explicó en ese encuentro. Temía, además, que en el horario sugerido por el
encargado, las chicas de árabe ya no tuvieran ganas de cambiarse para la coreografía. En
el cuadro arriba presentado, puede observarse que el show se realizó más cerca del horario
de finalización del vals, como prefería Marina, que en el horario sugerido por Matías. Esto
daba cuenta de que la condición de Marina como contratante del servicio, pero también
104
Cuando pregunté a Valeria, organizadora de eventos con quien conversamos en su casa, cómo organizaba
los tiempos en una fiesta, utilizó el término esqueleto para referirse a lo que Pablo nombró como esquema, y
los términos bloques o momentos para segmentos y cortes descriptos por el jefe de mozxs. En su descripción,
esta especialista en servicios indicó que en el esqueleto común de una fiesta, no hay muchas variaciones. Hay
siempre un esqueleto que casi ni se mueve de horarios. Luego, dentro de cada momento o bloque, acomodaba
las cosas que presentaba una fiesta, que termina a las 5. Podes tener show o no tener, podés tener tres videos
o uno, alguna sorpresa o cartas. A las 4:30 tiene que quedar todo listo. (Notas de campo. Casa de Valeria. 4
de diciembre de 2010)
105
Se había olvidado el pendrive, cuestión que le valió un reto de Marina. Con la colaboración de Candela,
que también había asistido, las hermanas pudieron reconstruir los nombres de las canciones seleccionadas.
161
como autoridad materna, operaba poniendo límites a lxs especialistas en servicios. En la
definición del esquema de una fiesta de 15 años, se sopesaban fuerzas y se construía
autoridad entre lxs jugadorxs que participaban en el armado del evento.
La entrada
María Sol descendió del auto de su tío Mariano en la puerta de la galería que
conducía a los salones del complejo. Allí, la recibieron José, su abuelo materno, el
fotógrafo con sus dos ayudantes jóvenes y un camarógrafo, y otro conjunto de invitadxs
que ingresaron inmediatamente al salón antes que la quinceañera lo hiciera. Con el vestido
recién acomodado por su madre, y del brazo de José y Mariano –uno de cada lado–, María
Sol avanzó por el pasillo mientras el fotógrafo y sus asistentes registraban el momento. Al
llegar al salón verde, se abrieron sus puertas y ella entró, mientras sonaba "Talking to the
Moon" de Bruno Mars, el tema musical que la quinceañera había escogido especialmente
para ese momento. La aguardaban lxs invitadxs, con sus cuerpos girados en dirección al
106
Si bien estos bloques se configuraban para hacer foco en la quinceañera, esto no garantizaba que
efectivamente así sucediera. Recupero aquí lo planteado en el capítulo primero, donde hice referencia a que
la asistencia de lxs invitadxs a las fiestas de 15 años se efectuaba desde particulares ángulos de visión, que se
encontraban "regidos por intereses, propósitos, sentimientos, dependientes de su situación específica"
(Turner, 1999: 29).
162
ingreso del salón. En la pista de baile se encontraban ubicados, en líneas paralelas, el
camino de rosas y velas, que describiré más adelante. Al final de la pista, Joaquín y Marina
esperaban a María Sol para hacer un brindis. La puerta batiente de ingreso al salón verde
venía a cumplir un tipo de función similar a la que Van Gennep (1986) adjudica a "la
puerta, el umbral y el pórtico" en los ritos de paso. Se trata de espacios que se configuran
como "pórtico-tabú-de-paso", cuyo paso "significa agregarse a un nuevo mundo" (1986:
29, 30). Entiendo, aquí, ese "nuevo mundo" como la performance de la fiesta de 15 años.
La entrada de la quinceañera era un momento central en una fiesta. Recibía
especial atención y dedicación durante los preparativos tanto por parte de las adolescentes,
como de organizadorxs de eventos, en caso de que fueran contratadxs sus servicios. 107
Poco se ha escrito sobre los procesos implicados en la definición de la entrada, que,
entiendo, la tornaban un aspecto crucial. Se trataba de procesos complejos de toma de
decisiones, negociaciones, tensiones y conversaciones durante las fases anteriores.
Involucraban la elección de los temas musicales para el momento de ingreso, del medio de
movilidad que trasladaría a la quinceañera, de las personas con quienes ingresaría o la
definición de otras modalidades de entrada. Para dar cuenta de ello, recupero aquí datos
construidos durante las fases anteriores a la fiesta, donde María Sol fue definiendo y
negociando cada una de estas cuestiones. También, recurro a las repercusiones que tuvo su
fiesta de 15, a partir de mis notas de campo efectuadas en los encuentros posteriores al
evento.
Con respecto a los temas musicales, en el encuentro que mantuvimos en su casa
diez días después de su fiesta, María Sol relató que Salma, una compañera, le preguntó con
qué tema [musical] había entrado. Le mandó un largo mensaje a su teléfono, un
testamentazo, para procurar no repetir la música que María Sol había usado. Le informó
que elegiría el mismo intérprete, que, según María Sol, ella misma había dado a conocer
entre compañeras. Como Salma había elegido otro tema, no había problema, contestó
María Sol, aunque se mostraba un poco molesta de compartir al cantante, a quien sus
compañeras habían conocido por intermedio suyo. El carácter y género de los temas
musicales para la entrada también era motivo de evaluación previa por parte de las
107
Contó Valeria, en el encuentro que mantuvimos en el año 2010, que las adolescentes querían entrar
siempre con algo que llamara la atención, todas buscan sorprender en el ingreso porque para ellas, para
todas, es un tema importante, no les da lo mismo. Valeria relató que este tema ocupaba un lugar central en las
reuniones que mantenía con quinceañeras. En caso de que las familias tuvieran dinero para hacer algo groso,
se contrataban actorxs, magxs, malabaristas, acróbatas. Si las posibilidades de gasto eran más acotadas, ella
trataba de rebuscárselas con lo que tuviera: se les busca algún videíto, iluminar la puerta con cañones, con
cortinas.
163
quinceañeras: si eran tristes o alegres, por ejemplo; si eran canciones modernosas o
vejestorio, como preguntó Jimena a María Sol, mientras se probaba el peinado en casa de
Susana.108
En relación al medio de movilidad que trasladaría a la adolescente hasta el salón,
una amiga de Marina se había comprometido a hacerlo. Dos días antes de la fiesta su auto
falló y tuvo que ingresarlo al taller mecánico. Ante la posibilidad de que ese auto no
estuviera reparado para el día de la fiesta, Marina prefirió pedirle a su hermano Mariano
que hiciera el traslado de la quinceañera. Cuando nos reunimos luego de la celebración, la
mamá de María Sol contó que Mariano había ofrecido alquilar una limusina para trasladar
a la quinceañera y para que se tomara fotografías, pero Marina le dijo que no era necesario.
Además, si María Sol lo hacía de este modo, había que asegurarle a Candela, hermana de
María Sol que cumplía 15 al año siguiente, que contaría con la misma posibilidad. Que
vaya al salón en auto común, dictaminó Marina durante los preparativos.
Respecto a quién acompañaría a María Sol en el trayecto desde que bajara del auto
hasta el camino de rosas y velas, en el primer encuentro que mantuvimos en su casa, con la
adolescente y su mamá, dialogamos sobre ello:
108
Sofía, exalumna con quien conversé en el año 2014 en un centro comercial, contó de una fiesta a la que
asistió donde la quinceañera había elegido todas canciones lentas depresión, como "Noviembre sin ti".
Querías como dormir y llorar, o pegarte un tiro, directamente. Ella quería canciones más alegres, que no
estuvieran pensadas para llorar. Laura, otra exaluma con quien dialogamos en su casa en el año 2010, luego
de su fiesta, relató que había seleccionado una lista de temas musicales, pero le costó decidirse. Escogió uno
que comenzaba lento y después se ponía más fuerte: "Realize", de Colbie Caillat. Ella planificó entrar con su
padre en la parte fuerte. Sin embargo, en los 15, su papá se puso ansioso y terminaron entrando en cualquier
parte de la canción, relató la quinceañera.
164
Para abordar este pasaje de nuestra conversación, retomo aquí el planteo de Elias
(1996) para analizar cómo operaban las ponderaciones que la quinceañera ponía en juego
durante los preparativos, respecto a lxs sujetxs de su entorno. Estas evaluaciones se
materializaban en las posiciones que eran llamadxs a ocupar determinadxs invitadxs
durante los bloques o momentos que describo en este apartado. El autor sostiene que, en la
sociedad cortesana, la estimación de que gozaba un individuo era idéntica a su existencia
social; adquirían allí una excepcional importancia los matices de trato en los que
alternativamente se expresaba la opinión de tal prestigio:
Teniendo en cuenta que María Sol observaba que todas o la mayoría de las
quinceañeras entran con su padre, su decisión de hacerlo del brazo de abuelo y tío,
estando su padre invitado y presente en su fiesta, no era una "nimiedad".109 En la dirección
propuesta por Elias, entiendo que se trató de la posición que la quinceañera adjudicó a
Joaquín, a partir de una ponderación respecto a cuánto y cómo había sido el
acompañamiento de su padre durante su vida, en comparación con otros varones de su
entorno. Esta ponderación fue efectuada por la quinceañera atendiendo, además, a las
tensiones sucedidas con el padre durante las fases anteriores a la fiesta, respecto a los
comentarios y críticas vertidas por Joaquín y a su rechazo a celebrar el aniversario de su
hija con una fiesta. Todo esto le valió la pérdida de la posibilidad de acompañar la entrada
109
La mayoría de las quinceañeras a quienes acompañé durante el trabajo de campo ingresaron con sus
padres. Dos de ellas lo hicieron con sus abuelos porque sus padres no estaban invitados a los 15 (una
adolescente lo veía poco; otra no tenía contacto con él). Para la fiesta de Laura, se suscitó una larga discusión
entre madre e hija. La quinceañera quería entrar con un amigo, pero como este no se mostró convencido,
Laura propuso entrar con su hermana mayor. Sabrina, su mamá, no se lo permitió porque entendía que sería
ofensivo para sus otras dos hermanas menores. Finalmente, Laura entró del brazo de su padre. En la charla
que mantuvimos con Sabrina antes de la fiesta, contó que cuando Laura le informó que quería entrar con su
hermana, le salió la madraza de adentro. Le parecía injusto con sus otras hermanas, no injusto, sino odioso.
En este caso, la fiesta era una sorpresa para la quinceañera, quien se había mantenido al margen de los
preparativos por un acuerdo entre ella y sus padres. Según el criterio de su mamá, la entrada era lo único que
tenía que decidir la quinceañera. Eso explicaba, para Sabrina, la rebeldía de Laura respecto al tema, una
boludez y no una cuestión de fondo, evaluó la madre. Como señalé más arriba, sostengo, siguiendo a Elias, la
importancia de no concebir estas tensiones, ponderaciones y decisiones como "nimiedades".
165
de María Sol y también, lo posicionó en lugares secundarios en otros bloques de los 15 de
María Sol.
Estos criterios y modos de ponderar operaron, también, en el armado de los demás
bloques de la fiesta que aquí describo. Funcionaban como especie de balanza para sopesar
primero, y convertir luego a determinadas personas del entorno de la quinceañera, en
merecedoras (o no) de un reconocimiento público, por el lugar que ocupaban y habían
ocupado en la particular jerarquía de afectos de María Sol durante su vida.
166
colocó un micrófono, el pie de árbol de la vida –un soporte de metal forrado en rosa con
quince velas apagadas–, que quedó dispuesto sobre una mesa ratonera, junto con unos
rollitos de papel cuidadosamente acomodados. María Sol fue leyendo a través del
micrófono quince dedicatorias especialmente escritas.
En la primera visita que hice a María Sol y Marina en su casa, a un mes de
realizarse su fiesta, la adolescente contó que ya tenía decidido cómo distribuiría los
reconocimientos entre los caminos de rosas y velas y el árbol de la vida. Cuando pregunté
si tenía escritas las dedicatorias para el árbol de la vida, María Sol contestó que no. Agregó
que una vez que lo hiciera, iba a practicar su lectura, que no quede tan armado, si leo, que
sea como una ayuda memoria pero que lo hable, porque si no, no tiene sentido, comentó la
quinceañera. En la fiesta, María Sol parecía haber practicado: hacía pausas y levantaba la
vista de las hojas que tenía en la mano, buscando a las personas que debían acercarse para
recibir las velas correspondientes.
Algunas dedicatorias fueron dirigidas a una única persona. Así sucedió con Marina,
Candela, Ana, Susana, Abuela Tata. Otras, a grupos de personas: las chicas de danzas
árabes, Cuarto "A", su división de la escuela, Tío Florencio y Tía Gina, quienes
compartieron una vela. Luego de la lectura de cada una, quienes eran nombradxs se
acercaban al escenario, apagaban y se llevaban consigo la vela correspondiente, junto con
un rollito de papel que llevaba transcripto el mismo texto que la quinceañera había leído.
Cada entrega fue sellada con un beso y abrazo entre lxs convocadxs y la adolescente.
Las dedicatorias compartían la misma estructura de enunciación. María Sol
nombraba primero el número de vela a entregar. Seguido a ello, describía experiencias
compartidas, alguna situación o momento de su vida en el que se había sentido
acompañada, escuchada. Como cierre de cada dedicatoria, develaba el nombre de quién o
quiénes debían acercarse a recibir la vela. Así, la quinceañera reconocía y agradecía a
quienes habían estado allí, presentes, en su vida. Algunos de los textos dedicados fueron
los siguientes: No se me ocurre una sola vez en la que te haya necesitado y no hubieras
estado allí, leyó a su madre, la primera en recibir vela. Ellos nos esperan todas las noches
con la comida caliente, cada vez que necesitamos algo ellos están siempre ahí, dedicó a
los nonos, sus abuelos maternos. Para esa nena soñadora y bailadora con la que amo
haber crecido, dijo la quinceañera a su hermana Candela. Son muy importantes para mí,
los quiero como padres. Gracias por darme tantos momentos de risas, dedicó a sus tíos
maternos, Andrés, Darío y Mariano. A la tía que qué no hizo para ayudarnos esta noche,
dirigiéndose a Susana. Son los que me soportan y con los que estoy la mayor parte del año;
167
dedicó a Cuarto "A". Para mi segunda mamá, la que nos aguanta día y noche, se dirigió a
Ana. Para quien me acompañó en una época difícil, parece que dormía en el piso de la
sala del hospital de niños sin importarle nada, a Tío Oscar. Para una persona que ya no
está más, pero de ella me quedaron los mejores recuerdos, yo amaba sus milanesas, tardes
en las que me enseñaba a pintar y en las meriendas que con tanto amor preparaba, fue
último texto dedicando una vela a Tata, abuela paterna fallecida, que fue recibida por
Joaquín en nombre de su madre. Nótese que, además de no entrar del brazo de su hija a la
fiesta, Joaquín tampoco recibió vela en esta ceremonia.
Durante el trabajo de campo, observé que en el árbol de la vida se mencionaban
primero, padre y madre, luego solían presentarse abuelxs, hermanxs, tixs. Las últimas velas
se reservaban generalmente para amigxs o parientes más lejanos. Se trataba de un
ordenamiento similar al que habilitaba a lxs invitadxs a acercarse a la quinceañera para
bailar con ella el vals, aunque, en este último caso, se admitieran en primer término y casi
de modo exclusivo, a varones. En ambos casos, la jerarquía que establecía el orden para
recibir velas y bailar el vals estaba dada, principalmente, por la cercanía de estas personas
en el vínculo de parentesco y de crianza respecto a la quinceañera.
María Sol estaba decidida a entregar estas posiciones privilegiadas a quienes lo
merecían. Camino a casa de Susana para hacer la prueba de peinado, mientras contaba de
una fiesta de 15 años a la que había asistido ese fin de semana y en la que no hubo árbol de
la vida, agregó, reafirmando su decisión de hacerlo: entrego velas a quien se lo merece, y
cada uno sabe si lo merece o no. Aún así, su madre intervino en la definición de quiénes
merecían el reconocimiento de la quinceañera. Lo hizo, según relató Marina en el primer
encuentro que mantuvimos, para incorporar a parientes que habían acompañado algunos
momentos difíciles en la historia María Sol y que ella posiblemente no recordaba porque
era chica.110 A su vez, para la madre, el hecho de ser familiar colocaba a determinadas
personas dentro del orden de mérito, o al menos, dentro del grupo de personas que debían
ser ponderadas y evaluadas con detenimiento antes de decidir que no merecían participar
en el árbol de la vida. En esa charla en casa de Marina y María Sol, conversamos acerca de
cómo habían incorporado a Tío Oscar en ese bloque de la fiesta:
110
Cuando pregunté a Sofía, exalumna, si iba a hacer ceremonia de las velas contestó que no. Y agregó: va a
ser un desastre: tengo un montón de amigos que quiero un montón, y también familiares, y si le doy a uno
va a ser “ah, no le diste a ese”. Y si no le di a ese, “ah no me diste a mí”, porque mis parientes ya son todos
así.
168
Marina: Cuando ella entrega las velas de la ceremonia del árbol de la vida, no podés
elegir a todos, podes elegir a quince personas solamente, y podés herir la sensibilidad
de algún familiar o de alguien. Entonces esas personas que no entran [en el árbol de la
vida] van a estar en el camino cuando entre [la quinceañera]. Ahí ella puede elegir
amistades de ella, porque el árbol de la vida es lo más cercano a ella y familiares. Y
de pronto por ahí a ella yo la guío, le digo, bueno, fíjate tiene que ser una persona que
sea especial, pero ¿por qué especial? Especial para con vos.
María Sol: claro, porque si no, tengo que terminar haciendo treinta y cinco velas para
todos mis compañeros, cincuenta para todos mis familiares.
Marina: De pronto personas que hayan marcado algo en tu vida, algo importante, algo
especial durante estos 15 años ¿no? Bueno, ella está operada del corazón, tenemos un
tío que nos acompañó en todo el período hasta que ella salió del hospital de Niños.
María Sol: Fue el que pagó la mitad de los souvenirs también.
Marina: Ah sí, sí, sí; así que bueno.
Mariela: ¿Cuándo te operaste?
María Sol: Cuando tenía cuatro años.
Marina: Era re chiquita. Ductus arterioso.
Mariela: ¿Qué era?
María Sol: Ductus arterioso, que tenía una arteria abierta. Yo me acuerdo que todos
los días a la mañana, estaba mi mamá y mi tío, con la nariz sangrando así, todos los
días. (Notas de campo. Casa de Marina. 31 de mayo de 2014)
Marina: Lo que pasa que Andrea se ha ido alejando sola, nadie la alejó, por eso estaba
puesta en las velitas del camino, era la última, la anteúltima; la vela número quince
era ella y estaba yo después para que estuviéramos juntas y no pasara sola. No nos
llevamos mal ni nada, pero de pronto la vida te ha ido alejando y también tuvo la
oportunidad en este momento de haber estado cerca de ella y no se dieron las cosas.
Pero yo insisto, si vos le ponés voluntad, se puede, y no hubo mucha voluntad. De
hecho, María Sol no la puso en las velas que entregó [en el árbol de la vida] no
porque no la quisiera, sino que ella me dijo, no sé qué decirle, no tengo qué decirle.
María Sol: había personas que sí sé qué decirles, así que no las iba a dejar sin velas.
Marina: Entonces le digo, "la saquemos a Ana del camino y la pongamos en el árbol
de la vida que le vas a dar la vela como Mama II. Y la pongamos a Andrea en el
camino, que es tu madrina”. Porque la idea es que se lleve un recuerdo de la fiesta,
169
entonces así se estaba llevando la vela de la entrada. (Notas de campo. Casa de
Marina. 9 de julio de 2014)
La historia de vida
Primero, las fotos cuando era el bautismo, cuando era chiquita. Después, fotos con los
familiares, porque si no, terminan siendo fotos de ella nomás. Entonces pusimos fotos
particulares, de pronto sale en una foto con un tío mío que falleció, otra con mi abuelo
que tampoco está, fotos con los tíos. Habíamos puesto fotos con uno de los tíos y son
tres tíos en casa, así que hubo que buscar fotos de los otros dos tíos porque si no se me
van a ofender. Después las primas, y después las fotos de los compañeros (Notas de
campo. Estudio de Alejo. 18 de junio de 2014)
170
Varios criterios se combinaron para hacer de esta tarea, algo complicado. Uno de
ellos iba en la misma dirección que el reparto de velas: debían estar todxs, si no, algunos
tíos se iban a ofender, sostuvo Marina. El orden de aparición era prácticamente el mismo
que el que regía para el árbol de la vida y para el turno de baile durante el vals: abuelxs,
tíxs, primxs, amigxs. Este criterio daba cuenta de que, para Marina, lxs parientes debían
presentarse –o aparecer retratadxs– en posiciones jerarquizadas en los bloques que
reconstruían la biografía de la quinceañera.
Otro criterio, combinado con el anterior, se fundaba en que las imágenes escogidas
debían mostrar momentos especiales en la vida de la adolescente: bautismo, inicio de
jardín, de escuela primaria, comunión. A estos criterios, se agregaban otros de tipo técnico:
que las fotografías no estuvieran fuera de foco, que no fueran planos tomados de lejos.
También, como señalé en el capítulo anterior, que las fotos donde salía María Sol no
revelaran cómo eran sus cejas sin depilación.
Estar en las fotos del video de historia de la vida, formar parte del camino de velas
y rosas, ser varón merecedor del brazo de la quinceañera en la entrada, recibir una vela
dedicada por la quinceañera, eran especies de regalos, dones (Mauss, 2009),
reconocimientos por compromisos anteriores. Al mismo tiempo, se trataba de menciones
con vistas a generar nuevos compromisos por parte de las personas nombradas, quienes se
esperaba respondieran, mínimamente, con la asistencia a la fiesta y la llegada a horario al
salón. Mientras esperábamos en casa de Marina que Candela nos avisara que estaba todo
listo para ir al salón –recordemos que dos amigas de María Sol, designadas para el camino
de velas se atrasaron en su llegada– la quinceañera dijo con firmeza, las chicas tenían que
estar ahí. Mauss sostiene que el "mecanismo espiritual" que sostiene a los "sistemas de
prestaciones totales" es "aquel que obliga a devolver el presente recibido". Se trata de una
fuerza que impulsa a devolver una cosa recibida y a ejecutar los contratos reales"
(2009:79). En estos sistemas, "negarse a dar, olvidarse de invitar así como negarse a
recibir, equivale a declarar la guerra, significa rechazar la alianza y la comunión" (2009:
93). Olvidarse de parientes, en estos bloques que recapitulaban, presentaban y (re)hacían la
historia biográfica de la quinceañera, podía resultar en una ofensa, como declaró Marina.
Llegar tarde al compromiso aceptado y al privilegio otorgado por María Sol de formar
parte del camino de velas, también. Ser desplazadx de estas posiciones, no por descuido
sino por decisión, informaba públicamente y reposicionaba a cada sujetx. Joaquín no sólo
no entró del brazo de su hija, sino que tampoco recibió vela durante el árbol de la vida,
171
mientras que sí lo hicieron sus tíos maternos, a quien María Sol declaró ante sus invitadxs
querer como padres.
Señala Leach que los rituales sirven para "recordar a los presentes qué posició n
ocupa cada uno de ellos en relación con los demás y en relación con un sistema más
amplio. Se trata de puntualizaciones que son necesarias en nuestra vida pero también
tranquilizadoras" (1979: 386). En esta dirección, entiendo estos bloques o momentos que
recapitulaban el ciclo de vida de la quinceañera y estaban centrados en ella, en tanto
recordaban y rehacían posiciones. La madrina había "descendido" en jerarquía al ser
movida del árbol de la vida y reubicada en el camino de velas, mientras que Ana mantenía
su posición. Por ello, no podían sacar a Mamá II del árbol, aunque sí del camino de velas.
Estas puntualizaciones no resultaban tranquilizadoras para todxs. Para Joaquín, la fiesta de
María Sol fue sumamente movilizadora, según relató cuando nos reunimos luego de los 15
de sus dos hijas. Tampoco cumplían solo un carácter recordatorio. Eran instancias
hacedoras de vínculos, de familia, de entorno, de grupo, de reposiciones sociales dinámicas
y cambiantes. Mariano, tío de María Sol quien tuvo una participación muy activa durante
todo el proceso de performance de la fiesta de su sobrina mayor, no ocupó el mismo lugar
durante la fiesta de Candela al año siguiente. Lo mismo, pero de modo inverso, puede
decirse respecto a Joaquín.
Pablo, jefe de mozxs que estuvo a cargo de la fiesta de María Sol contó, en el
encuentro que mantuvimos en su casa, que en los 15, hacer parar la fiesta a las 2 de la
mañana para hacer shows o leer cartas no era conveniente. Coincidía en este punto con
Matías, el encargado del salón, quien intentó disuadir a Marina para que el show de danzas
árabes se hiciera más tarde que el horario que ella fijó. Para Pablo, los cortes en una fiesta
traían aparejados una serie de desarreglos en el esquema. Uno de ellos, era la reducción del
tiempo destinado a lo que definió como fiesta.111 Con ello se refería a aquellos bloques o
segmentos de la celebración para bailar y ocupar la pista que, según su criterio, era lo que
más gustaba y esperaban quinceañeras e invitadxs. Durante el trabajo de campo, ante mi
pregunta acerca de qué no podía faltar/fallar en una fiesta de 15 años, lxs adolescentes
111
Valeria, organizadora de eventos, nombraba estos momentos, dentro del esqueleto de una fiesta, como
baile.
172
respondieron de modo recurrente: que se arme baile, que haya buena música, que sea
divertida. Así, la fiesta como momento dentro del esqueleto se configuraba como un
tiempo privilegiado que debía cuidarse frente a cortes y al avance de otros bloques sobre
este.112
En las reuniones que mantenía Pablo con las madres antes de las celebraciones,
donde le informaban lo que habría en cada evento, él explicaba que cualquier agregado o
cuestión que saliera del esquema previsto, iba en detrimento de la fiesta. En nuestro
encuentro, Pablo citó lo que él mismo decía a las madres: "Usted tiene que ser consciente
de que van a bailar dos horas menos, eso queda a disposición de usted". Y agregó,
entonces cuando entienden que la fiesta va a ser menos, ahí te dan la razón.
Acortar los tiempos de la fiesta traía problemas a Pablo, también al Disc jockey.
Cuando los tiempos de fiesta o baile se volvían muy acotados o eran interrumpidos por
cortes, quien estaba a cargo de musicalizar la fiesta tenía que decidir con qué música
largar sabiendo que les quedaba una hora o menos, para que después se hiciera otra vez
el corte, relató Pablo. Luego costaba mucho arrancar una fiesta, porque los chicos ya se
van, les gusta bailar pero no sé qué pasa, después ya cuesta mucho hacerlos entrar de
vuelta [a la pista]. En los 15 de María Sol, los tres bloques destinados a fiesta, estuvieron
tensionados por la dificultad de sostenerlos en "ascenso" (Schechner, 2000).113 El primer
bloque de 20 minutos, entre el vals y el show de danzas árabes, fue muy breve para
convocar mucha gente a la pista. El segundo, de 45 minutos, posterior al show, tuvo baile y
fuerte ocupación de la pista durante sus últimos 20 minutos, intensificados por el reparto
de cotillón, objetos clave para hacer explotar la fiesta, definió Valeria, organizadora de
eventos. Sin embargo, fue interrumpido en su punto más alto por el encendido de luces y
corte para el árbol de la vida. El tercer bloque más extenso, destinado a fiesta, se habilitó a
112
Tres exalumnas con las que conversé durante el trabajo de campo no querían cortes en sus fiestas. Sofía
quería que se armara party, joda, y por ello no podía fallar la música. Lara no haría velas ni cintitas, bailaría
el vals apenas entrara a su fiesta, así después no había más cortes. Que arranque el baile, le reclamaron a
Sabrina lxs compañerxs de Laura, su hija, en sus 15, cuando el tiempo después de la cena comenzó a
prolongarse. Por su parte, esta quinceañera manifestó que no le gustaban las cosas que interrumpían el baile
en las fiestas de 15. En la fiesta de Candela, hermana de María Sol, una nena de unos siete años, con quien
compartimos la mesa, dijo varias veces mientras cenábamos, quiero que empiece la fiesta.
113
Tomo el concepto de "ascenso" de la descripción que efectúa Schechner de performances de pueblos
tribales de Australia. El autor indica que durante un día de estas performances, cuya preparación y realización
podían extenderse por meses, se daban una o varias actuaciones, que el autor denomina como "sucesos".
Cada uno, con una duración de diez o quince minutos, era antecedido por alguna preparación y seguido por
un descanso, para luego empezar una nueva preparación para el siguiente suceso. Así, repetidas veces hasta
el final (2000: 28). Cuando aquí me refiero a "ascenso" de los bloques destinados a fiesta, remito a momentos
donde se esperaba que la pista de baile se llenara y se mantuviera así en el tiempo, según el esquema
expuesto por Pablo.
173
las 3:20 de la mañana, después del árbol de la vida y corte de torta. Este tampoco alcanzó
un punto máximo de "ascenso", con baile y ocupación de la pista. Contó Pablo:
La fiesta estuvo buena, estuvo muy buena. A las 3 de la mañana, ¿qué paso? Se
habilitó la fotocabina y los chicos y grandes se fueron ahí, bailaban pocos, unas
personas estaban en la fotocabina y otra parte estaba afuera. Pero bueno, una vez que
se sacaron las fotos en la fotocabina, empezaron a bailar. Ahí juega mucho la música
después del corte, como te decía antes, en cualquier fiesta cuesta mucho volver a
arrancar. (Notas de campo. Casa de Pablo. 29 de junio de 2014)
114
Dentro de esta modalidad, se ofrecían en el mercado servicios de actorxs que iban de mesa en mesa
haciendo juegos, bromeando, acróbatas, malabaristas, músicos, alquiler de entretenimiento electrónico, como
simuladores o juegos con pantallas.
115
Durante el trabajo de campo, el afuera de una fiesta también podía convertirse en un espacio que
compitiera o avanzara en detrimento de los bloques de fiesta o del evento en conjunto. María Sol contó en
una de las conversaciones que mantuvimos que en muchos 15 pasaba que los chicos se iban todos en un
momento afuera y dejaban de bailar en la fiesta, y se quedaba la quinceañera adentro con todos los
familiares. En la fiesta de Sofía, por ejemplo, inhabilitaron el piso de arriba del salón justamente para evitar
esta fuga de invitadxs adolescentes. Salir de las fronteras espaciales construidas para cada evento era un
modo de indicar e informar que algo en unos 15 podía estar fallando.
174
primo suyo–. También, compañeras de María Sol de danzas árabes, a quienes se veía
desplegar sus habilidades y coreografías. En torno a la fotocabina, en cambio, se formó
una fila casi ininterrumpida de invitadxs, de todas las edades, que esperaban usar el
servicio.
Schechner sostiene que las performances se configuran en una "trenza entre
eficacia y entretenimiento" (2000: 35). El autor explica que la polaridad que se establece
entre ambas partes de la trenza debe ser concebida, no como oposición, sino como
contínuum. A su vez, advierte que dicha polaridad no se produce por sí misma. Lo que
distingue a la eficacia y al entretenimiento, y a ambos de la vida cotidiana, "depende del
contexto y la función, del grado en que espectadores y actores atiendan a la eficacia, el
placer o la rutina" (2000: 55). Por tanto, la trenza no depende de una estructura
fundamental que pueda describirse a priori, sino del acuerdo (consciente o implícito)
entre actorxs y espectadorxs. Schechner agrega, además, que en todo momento histórico
se producen movimientos, oscilaciones de un polo hacia el otro, provocando que la trenza
se ajuste para uno de ellos, sin excluir al otro. ¿Qué resultó eficaz y/o entretenido para los
sujetxs implicadxs en la fiesta de María Sol?
Para Pablo, jefe de mozxs, el debilitamiento de los bloques destinados a fiesta, a
bailar, producían, en las fiestas de 15, y en cualquier otra celebración, que éstas no
estuvieran tan buenas cuando luego costaba hacer bailar a lxs invitadxs. Para María Sol, en
cambio, la fotocabina o caja, como la nombró, fue una de las cosas que más le gustaron de
su fiesta. Esto fue compartido por otrxs invitadxs, incluyendo sus compañerxs de escuela,
quienes, según narró la adolescente cuando nos reunimos en su casa luego de la
celebración, quedaron encantados con este servicio. En ese encuentro, conversamos sobre
ello:
175
lo mismo que para Pablo atentó contra lo que él definió como fiesta, que aseguró, era el
momento que todas las adolescentes esperaban.
María Sol no se presentó de una vez y para todo el recorrido de su fiesta con el
mismo equipo ceremonial. Puso en juego, a través de modificaciones en su "fachada" y en
coincidencia con cambios de bloques o segmentos de la fiesta, múltiples "papeles sociales"
(Goffman, 2009). El análisis que aquí propongo, presta especial atención a los "campos de
acción" (Turner, 1999: 49) donde la adolescente desplegó cada uno de esos papeles.
Expongo qué (se) hizo en y con cada una de las fachadas, evitando toda pretensión de
presentar, tanto los objetos del equipo ceremonial utilizados, como los bloques que
acompañaban dichos cambios, como portadores de caracteres intrínsecos, como si operaran
de modo independiente al contexto y a las funciones (Schechner, 2000) que les daban
sentido.
María Sol entró a su fiesta con su vestido de princesa color rosa. La recibió, como
al resto de lxs invitadxs, su propia imagen joven, teen, jodona en formato de gigantografía,
única fachada que permaneció inmóvil apostada al lado de la puerta de ingreso,
conviviendo con las demás que presentó y sostuvo la quinceañera en el transcurso de la
celebración. Hasta que terminó el bloque del vals, la única modificación del equipo
ceremonial de princesa que efectuó fue quitarse la casaquita de abrigo que llevaba puesta.
Como princesa transitó la entrada, el camino de velas y rosas, el brindis con su padre y su
madre, se sentó con sus amigas, fue fotografiada con cada una de las mesas de invitadxs, y
bailó el vals.
Un conjunto de artículos relevados sobre fiestas de 15 años efectúa, como indiqué
oportunamente, un análisis lineal de estos eventos. Lo que nombran como "iconografía
propia" de las fiestas de 15 años, dentro de cual incluyen el vestido de la quinceañera,
queda definida como significante del paso de niña a mujer que se produce "de una vez y
para siempre". Casas Ortiz sostiene que la fiesta de 15 años es un ritual de paso "a través
176
del cual la joven ataviada con un suntuoso vestido entrará públicamente a un nuevo estatus:
el de mujer, integrándose a la sociedad con nueva identidad" (2014: 35). Para Cavagnoud
(2013), se trata de un rito que simboliza el final de la niñez para las chicas, rito de pasaje
para entrar a adultez, que marca "un umbral de no retorno" en relación a características
femeninas de pre-pubertad. Para una tercera autora, además, el equipo ceremonial de
princesa está destinado a seducir varones, "la iconografía de la fiesta de 15 años
corresponde a la imagen idealizada de la joven enamorada de príncipe azul donde los
preceptos estéticos están dirigidos a la seducción masculina" (Favier, 2011: 63).
Durante nuestros encuentros, no escuché a María Sol hacer referencia alguna a
princesas de cuentos clásicos. Tampoco que procurara armar un equipo ceremonial
destinado a seducir a un "príncipe" o atraer a varones, como da por sentado Favier (2011),
aunque esta pudiera ser también una posibilidad.116 Durante todo el trabajo de campo
efectuado durante mi pesquisa, no escuché ni registré por parte de lxs interlocutorxs con
quienes dialogué, asociaciones entre vestidos o arreglos de las quinceañeras y la búsqueda
de convertir a las adolescentes en mujeres deseables para un varón.
En cambio, escuché innumerables veces hablar del tipo de arreglo corporal de las
quinceañeras descripto como princesa. A muchxs sujetxs dentro de mi entorno familiar,
con cierto tono despectivo, les resultaba incomprensible que hubiera chicas que gustaran
de esos vestidos con corsé y ensanchados en la falda: parecen merengues de torta, son
horribles esos vestidos, opinaban cuando les contaba o mostraba fotos de los modelos que
había visto en revistas, desfiles, locales comerciales, o los que habían usado algunas de las
quinceañeras a las que acompañé. Antes de comenzar esta investigación, debo admitir que
también juzgaba, en términos similares, el gusto y uso de estos vestidos. En un evento
científico realizado en la ciudad de Córdoba, mientras presentaba avances de esta
investigación en el año 2016, una asistente, psicóloga, comentó que, para ella, el uso de los
vestidos de princesas por parte de las quinceañeras daba cuenta de procesos de
reproducción, también lineal, de la heteronorma. Además, consideraba dicha elección
como resultado de un mercado "todopoderoso" que inculcaba a las adolescentes, desde
pequeñas, el deseo de querer convertirse en princesas, como las de Disney, y de encontrar
116
Estas referencias, en cambio, sí fueron introducidas por Alejo, por ejemplo, cuando bromeó en diversas
oportunidades con varones que daba por sentado gustaban a María Sol, o cuando tituló como "Cenicienta de
Los Pinares" al video de la previa guionada de la adolescente, vinculando el cuento clásico (la previa era una
parodia del cuento de Cenicienta) con el barrio de residencia de la quinceañera.
177
en las fiestas de 15 años la oportunidad para hacerlo. 117 Recordemos, también, que algunas
adolescentes con quienes conversé en el marco de esta pesquisa, optaban por otro tipo de
vestidos y usaban la expresión el típico vestido de princesa, propio de lo que definían
como la fiesta típica, para desmarcarse de esos gustos. Estas adolescentes, que Alejo
nombraba como cabecitas nuevas, se mostraban más cuidadosas que las lecturas arriba
mencionadas, respecto a emitir juicios –despectivos– sobre los modelos que ellas no
escogían. Ponían el acento "diferenciador" en su propio gusto (no quiero/no me gusta/no lo
hago) y no en el de las adolescentes que optaban por devenir princesas.
Cuando pregunté en diferentes oportunidades a tres varones sobre esta cuestión,
manifestaron que no encontraban seductoras a las quinceañeras cuando estaban vestidas de
princesas, tampoco percibían que sus arreglos estuvieran destinados a llamar su especial
atención en tanto varones. Leandro y Javier, dos compañeros de escuela de María Sol, con
quienes conversé en un parque de la ciudad mientras Alejo hacía las tomas de video para la
previa guionada, acordaron que sí veían lindas a las quinceañeras, pero también raras.
Expresaron no sentirse atraídos por las agasajadas en sus fiestas, más aún si se trataba de
compañeras del mismo curso, que veían todos los días. Cuando pregunté a Francisco, un
exalumno con quien dialogamos en su casa, en el año 2015, si le gustaba ver a las
quinceañeras producidas, respondió que le era indiferente, no me afecta en nada. El vestido
ese de la quinceañera, no, no, no me produce nada. Y agregó, coincidiendo con Leandro y
Javier, que era diferente la mirada de un varón hacia la quinceañera si esta no era
compañera de escuela, si la conocía anteriormente de otras fiestas compartidas, o si la
chica tiene novio, quizás al chabón le pase algo. Sin embargo, aún así, los tres compartían
la creencia de que las fiestas de 15 años imponían determinadas reglas de distanciamiento
respecto a la quinceañera, convirtiendo a las propias fiestas en eventos poco propicios para
seducir y/o estar con las agasajadas.
En las descripciones efectuadas a lo largo de los capítulos hasta aquí desarrollados,
expuse los múltiples procesos implicados, entre otras cosas, en la definición del equipo
ceremonial de princesa de María Sol, soñado por ella desde los cinco años, construido
pieza por pieza, en compañía (y ausencia) de mujeres y de otrxs sujetxs, a través del
117
Con esto, lejos estoy de querer sostener que el mercado y los consumos no hacían su parte en la
construcción de estas elecciones. Cuando asistí en el año 2016 a la fiesta de 15 años de Trinidad con mi hija
de dos años, al ver entrar a la quinceañera del brazo de su abuelo, me dijo que era una princesa. Por su parte,
cuando nos reunimos con María Sol después de sus 15, comentó que en la celebración unas nenas,
compañeras suyas de la academia de danza, no se le despegaban, me quería dar besos todo el tiempo, yo la
abrazaba y me daba besos, y andaba por atrás mío y me tocaba el vestido. Luego, se le acercó la madre de la
niña y le dijo “lo que pasa que ella te ve como la princesa de la tele o del cuento que ve ella, por eso te
sigue”.
178
ensamblaje y reapropiación de los objetos disponibles en el mercado (Mizrahi, 2015: 32).
Su elección de presentarse en su fiesta con equipo ceremonial de princesa no respondía a
una reproducción lineal producto de la influencia del mercado, de la heteronorma, tampoco
respondía a una elección libre. Entiendo dicho proceso en los términos que propone Butler,
quien señala que "la actividad de generización" no puede ser concebida estrictamente como
acto o expresión humana, como apropiación voluntaria, sino que debe comprenderse como
matriz generizada que hace posible toda disposición previa y, junto con ella, "su condición
cultural capacitadora" (Butler, 2008: 25). ¿Qué otras fachadas y papeles sociales fueron
presentados junto con el de princesa?
De princesa a bailarina
Luego del vals, a la 1:20 de la mañana, María Sol se retiró al baño del salón
contiguo, que estaba desocupado, para cambiarse. Volvió a ingresar al salón verde, para
hacer su show solista, con uno de sus trajes de árabe: un corpiño de lycra color turquesa,
bordado con canutillos plateados; una especie de pantalón con tajos a los costados, ceñido
al cuerpo, en el mismo tono y con brillos. Se puso unos zapatitos sin taco, también
plateados, que le facilitó una compañera que acababa de finalizar una coreografía grupal
en la pista de baile, junto con cuatro chicas más. María Sol se había sacado la coronita y
sujetado su media cola con una gomita de pelo que no se veía, tal como habían dispuesto y
ensayado en la prueba de peinado unos días antes. Cuando comenzó a bailar, algunas de
sus compañeras le gritaron diosa. Cuando entró como princesa, en cambio, escuché a
varixs invitadxs decirle, en tono suave, que estaba preciosa.
Recupero aquí, con vistas a pensar el papel que María Sol desempeño como
bailarina, la lectura dicotómica que efectúan dos artículos sobre fiestas de 15 años,
respecto a los momentos de baile y también, en relación a los diferentes tipos de vestidos
que identifican dentro de estos eventos. Sarricolea Torres y Ortega Palma describen cómo,
en el contexto mexicano, los ensayos para "el vals" y otros "bailes modernos o shows"
requieren mucha dedicación y son preparados con antelación. Para estxs autorxs, los
ensayos para ambos bailes generan "diferentes discursos corporales e ideales de género" de
quinceañeras y chambelanes, que se traducen en "patrones" requeridos para cada tipo de
danza. Para el vals, "se pone el acento en la feminidad, entendida como delicadeza,
elegancia, porte distinguido". Entienden que el show, en cambio, "trata de romper con la
179
seriedad de la dama del vals y dar rienda suelta al atrevimiento de toda mujer joven: la
explosión, el reventón, la sensualidad" (2007: 146).
El artículo reciente de Stéban y Pépece, presentado en un congreso de moda y
diseño en Brasil, muestra cómo, en ese país, el vestido de quinceañera –que definen como
artefacto ritual y simbólico que adquiere, en las sociedades contemporáneas, la forma de
productos de consumo– cambia a lo largo de la noche de la fiesta. Indican cómo algunas
quinceañeras llegan a cambiar dos veces de vestido, otras, ninguna. Según estas autoras, el
vestido que se usa para bailar el vals "representa la maduración de la chica, por eso
siempre es largo". El que se usa luego, "más corto y con mucho brillo", representa "la
libertad que la joven pasa a tener luego de pasar por la ceremonia donde dejó de ser una
niña" (2015: 9).
Podría aventurarme en la dirección propuesta por estxs autorxs y hacer coincidir
cada uno de los patrones atribuidos por ellxs al vals y al show, con los papeles
desempeñados por María Sol en ambos bloques, diferenciados por el cambio en su equipo
ceremonial, pero también, por el uso de otros medios, como música, tipo y modos de
participación de lxs invitadxs. El vals, interpretado por María Sol princesa, pondría el
acento en la quinceañera "delicada, elegante"; el show de danzas árabes, ejecutado por
María Sol bailarina –más suelta de ropas, con su panza al descubierto, y con un tipo de
danza que exponía su cuerpo en movimientos contorsionados, flexibles y ondulantes–,
sería el show para "el reventón, la sensualidad", para desplegar "la libertad" de la joven, en
los términos presentados por estxs autorxs. Establecer esta correspondencia implicaría
desatender un aspecto central de las significaciones que el show solista de danzas árabes
adquiría en el contexto de esta fiesta, y más específicamente, en el universo de sentidos de
María Sol. Ella aspiraba a obtener un título como instructora en esta danza. Entrenaba
sistemáticamente tres o cuatro veces por semana, a veces más, luego de su jornada escolar,
inclusive los días sábados. Competía junto con sus compañerxs en certámenes locales y
nacionales.
En la propia fiesta, María Sol contó emocionada que era la primera vez que la veían
bailar sus compañeros. El show solista adquiría potencia en este contexto porque, para la
quinceañera, implicaba cruzar un "umbral": mostrar(se) sola y por primera vez haciendo
algo a lo que dedicaba mucho tiempo, frente a sus compañerxs y también, frente a sus
parientes. Por todo esto, posiblemente Marina insistió con adelantar el show de árabe para
que fuera más temprano que el horario sugerido por Matías, encargado del salón.
180
La importancia y el compromiso de la adolescente con esta danza se pusieron de
manifiesto en todos los encuentros que mantuvimos durante el trabajo de campo. En ellos,
Marina y María Sol siempre terminaban haciendo alusión a ensayos, vestuarios que debían
tener listos para tal coreografía, competencias próximas en las que participarían o debían
inscribirse, tensiones con compañerxs, y con padres y madres de compañerxs de academia.
Así sucedió en la última visita a la Teli que acompañé para ajustar detalles de la falda. Ese
encuentro finalizó con modista, Marina y María Sol analizando la imagen que llevaba
impresa el modelo del próximo traje de árabe que la modista tendría que confeccionar.
La significación que tenía esta danza para la adolescente podía sopesarse, a su vez,
en la propia fiesta. En el árbol de la vida dos velas estuvieron destinadas a grupos de
personas con las que compartía sus entrenamientos. Una fue para sus profesorxs, a quienes
agradeció públicamente su apoyo en el hermoso camino del bailarín y por dejarme hacer
lo que amo. La otra vela estuvo dirigida a las chicas de árabe, a quienes presentó como
aquellas con las que comparto el amor por la danza y los nervios a la hora de pisar un
escenario. Por su parte, las compañeras de danza también dedicaron y leyeron
públicamente una carta a la quinceañera luego del árbol de la vida. Allí, expresaron
compartir con la adolescente su pasión por la danza. Y agregaron: sos hermosa bailando,
tenés un gran potencial, nunca dejes de bailar, que se nota que para eso naciste.
Retomando aquí el aporte de Dávalos, advierto que la celebración habilitaba la
simultánea creación y recreación de "identidades múltiples" a través de las cuales María
Sol podía crear una o varias imágenes de sí misma. Para Dávalos, en el contexto mexicano
donde hizo su etnografía, algunas de estas imágenes tenían el poder de contradecir y hasta
poner en cuestión "roles patriarcales de género", por ejemplo, cuando una adolescente
aspiraba a mejorar su situación socioeconómica (1996: 14). En palabras de María Sol, ella
esperaba transitar el camino del bailarín y convertirse en instructora de danzas árabes.
Dicha formación abría, para ella, una posible fuente laboral en el corto plazo. 118 En el
universo de sentidos de esta adolescente, el show de árabe no tenía como principal
intención "romper con la seriedad de la dama del vals". El entrenamiento en danza era, en
su cotidiano, tan –o tal vez más– serio que el propio vals.
La lectura que efectuaron algunxs invitadxs de este bloque y de los cambios en su
equipo ceremonial para presentarse como bailarina posiblemente fuera en la dirección
118
Por conversaciones que mantuvimos con María Sol y Marina luego de finalizado el trabajo de campo,
supe que tiempo después de su fiesta (un año o dos), comenzó a dar clases de danza a grupos de niñxs en la
propia academia donde continuaba formándose. Cuando finalizó la escuela secundaria, comenzó a cursar un
Profesorado de Educación Física.
181
sostenida por lxs autorxs respecto al show, al menos, en términos de "sensualidad".
Cuando, en la fiesta, su tío Andrés se cruzó con la quinceañera luego del show, le preguntó,
¿qué haces bailando esas cosas? Ella contestó, sos un celoso. Cuando nos reunimos
después de su fiesta, pregunté a la quinceañera por qué su tío había hecho esa broma y qué
decía cuando la veía bailar danzas árabes. María Sol respondió que el chiste que Andrés
hizo en la fiesta, era típico chiste de su tío para hacerse el celoso. Él solía ir a ver a sus
sobrinas bailar y apoyaba su dedicación a la danza. Su papel como bailarina, y el que vistió
luego, la mostraban más sensual, al menos para sus compañeras y amigas, quienes le
gritaron diosa varias veces mientras hizo la coreografía solista.
Cuando terminó el show, María Sol volvió rápidamente al baño del salón contiguo
para cambiarse nuevamente. Fui tras ella. Con ayuda de su mamá y de su profesora de
danza se colocó nuevamente el vestido de princesa, pero en su versión corta. Desmontaron
parte de su falda y quedaron sus piernas al descubierto. Volvió a colocarse la coronita. Su
cabello marcaba el paso de las horas, estaba un poco despeinado y los rulos de las puntas
se le habían desarmado. Cambió también su calzado, en vez de ponerse los zapatos
plateados de taco alto, con los que arribó a su fiesta, se colocó un par de zapatillas de lona,
a estrenar, color fucsia. Marina le preguntó a su hija si estaba segura de querer usar
zapatillas para el árbol de la vida, el bloque que vendría luego, a lo que la adolescente
contestó afirmativamente. En aquel baño contó que esas zapatillas nuevas fueron un regalo
de su tío Mariano y no de su papá, como esperaba. Con este arreglo "híbrido" de "princesa
teen", María Sol transitó lo que quedaba de sus 15.
En esta fiesta, el cambio de calzado se produjo en dirección inversa al "cambio de
zapatos", práctica que un conjunto de artículos especializados en fiestas de 15 años
nombran y describen como habitual en México, Perú, Venezuela, Costa Rica (Cavagnoud,
2013; Favier, 2011; Finol, 2001; Nieto, 2001; Plummer, 2007). Según estos trabajos, "el
cambio de zapatos" se produce cuando una quinceañera entra a su fiesta con zapatos bajos
o zapatillas, toma asiento y el padre o algún varón cambia ese calzado por otro de taco alto.
Para Finol, "cuando su padre le cambia los zapatos está admitiéndola en el mundo de los
adultos (...) Despojarla de los zapatos bajos y colocarle los de tacón alto es el momento
preciso en el que el límite ha sido cruzado" (2001:175). Para este autor, el nuevo calzado,
182
colocado en los pies de la quinceañera, es un instrumento simbólico cuyo poder
transformador hace que sea instrumento de la transición, sustentando, a su vez,
"significaciones culturales específicas de América Latina", donde "los zapatos bajos son
para niñas y los de tacón alto para las mujeres, lo que a su vez se apoya sobre el hecho de
que la estatura corporal está anatómicamente relacionada con la madurez" (2001: 178).
¿Cómo leer en el contexto de los 15 de María Sol la acción inversa a la descripta
por estos autorxs? Tomo distancia de la asociación que estos abordajes efectúan entre
fiestas de 15 años y cambios en componentes fisiológicos y físicos. Sin problematizar esta
relación y sin cuestionar la carga que otorgan a estos componentes, se refieren a "las
características femeninas de pre-pubertad", dando por sentado significaciones sociales que
relacionan "estatura corporal" con "la madurez" de la mujer. Aunque estxs autorxs
instrumentalizan los aportes de Van Gennep, parecen desconocer que, en su escrito clásico,
el autor ya llamaba la atención respecto a la necesidad de que los ritos de iniciación no
sean nombrados ni clasificados como ritos de pubertad, porque "la pubertad física es un
momento muy difícil de fechar" (1986: 81). Deben diferenciarse, sostiene el antropólogo,
la pubertad física de la pubertad social. También, se debe distinguir entre parentesco físico
y social, y madurez física y social. Las lecturas ofrecidas por artículos especializados en
fiestas de 15 años, por otra parte, dificultan reflexionar en torno a acciones que escapan,
complementan, exceden o contradicen el "cambio de zapatos", como si hubiera un único
modo de realizarlo y una única significación posible para atribuirle. 119
Recordemos que María Sol había planificado, como parte de los preparativos,
cambiarse sus zapatos con taco por zapatillas usadas pero limpias, si nadie se las
compraba; nuevas, si conseguía que se las regalara su padre o alguien, como finalmente
sucedió. Por la pregunta que efectuó su mamá en el baño, mientras se cambiaba, podría
suponerse que Marina esperaba que María Sol prolongara, un poco más de tiempo, el uso
de su primer calzado. Sin embargo, la quinceañera se mostró decidida a abrir el bloque del
árbol de la vida con su fachada como "princesa teen", con zapatillas y vestido corto. Con
esta fachada, María Sol tomó el micrófono, dispuesto en el escenario montado para tal fin,
y fue leyendo una a una las dedicatorias con las que fue invitando a las personas
119
Durante el trabajo de campo para la presente tesis, pude observar un "cambio de zapatos" en los términos
descriptos por estxs autores, en los 15 de Trinidad en el año 2016. En intercambios y conversaciones que
mantuve con la fotógrafa Paula María de Abrantes, relató haber observado la práctica de pasar de zapatillas a
zapatos con taco, en varias celebraciones de 15 años en el norte provincial, donde estaba realizando su
trabajo de fotografía. En las demás fiestas a las que asistí, no se produjo este cambio, pero sí otros, como el
de María Sol. En otras fiestas también observé que las quinceañeras quedaron descalzas o se pusieron sus
propias zapatillas para todos los días. Cuando conversamos con Valeria, recordó una fiesta donde el propio
cotillón incluyó pantuflas para la quinceañera y para todxs sus invitadxs.
183
nombradas a recibir una vela. En mis notas de campo registré que veía a María Sol muy
cómoda con ese atuendo.
Una vez terminado el bloque del árbol de la vida, en su papel de "princesa teen",
María Sol se dio un pico –un beso– con un joven. En el encuentro que mantuvimos luego
de su fiesta, charlamos sobre esto, a raíz de una pregunta mía acerca de las cargadas que,
según observé, recibió un varón de su misma edad durante la fiesta, cuando se proyectó su
imagen en el video de la previa guionada. También, cuando fue su turno para bailar el vals
con la quinceañera. María Sol respondió que era un compañero de la escuela al que ella
misma molestaba, diciendo que gustaba de él, pero que lo hacía bromeando. Aproveché
entonces para preguntarle, en voz baja para que no escuchara Marina que estaba en la
cocina, si en su fiesta había otro que te gustara. Rompiendo el secreto que yo trataba de
mantener, contó en voz alta que su mamá ya sabía. Entonces conversamos sobre Toto, el
chico con el que se besó en su fiesta, quien fue compañero y amigo suyo hasta segundo año
del secundario hasta que él cambió de escuela:
María Sol: Después nos seguimos hablando por Facebook, nos veíamos en los 15, él
iba al colegio por ahí a visitar. Él fue al colegio para que yo le diera la tarjeta. Y
bueno, después estaba en la fiesta.
Mariela: ¿Y no pasó nada?
María Sol: Después. Él me dice en un momento, “me voy”, y yo no me iba a quedar
muy desesperada, pidiéndole "¡no, no te vayas!". Le digo “bueno, te acompaño”, pero
era muy temprano, eran como las 3 de la mañana. Y bueno, lo acompañé ahí a la
rejita, y me empezó a joder con estupideces y me dijo, ¿cómo fue que me dijo?, "estás
linda", un montón de cosas y le dije “no, acá no” y fue un pico nada más. Y se fue.
Yo después me metí en la cabina de foto, me seguí sacando fotos con la gente. Y el
Javi, que es uno de mis amigos, me dice, “salí, salí que está Toto”. Y salí y estaba por
ahí, porque me había mentido. Y me dice “no, no me iba a ir, fui a llamarlo a mi papá,
nada más”.
Mariela: Ah, era para un cariñito. ¿Después no te invitó a salir?
María Sol: Sí, ahora nos vamos a ver en los 15 de la Cari, y estuvimos hablando.
Ahora él está con las materias que tiene que rendir. Espero que vaya a los 15 de la
Cari. (Notas de campo. Casa de Marina. 9 de julio de 2014)
184
cumpliera en su fiesta. Las había ejercitado mirando a quinceañeras en otros 15 y durante
los preparativos, donde recibió directivas y recomendaciones de especialistas en servicios,
y de las mujeres que la acompañaron. Por ello, le dijo a Toto, acá no. Tampoco se
mostraría desesperada si él se iba de su fiesta antes del horario previsto de finalización.
Francisco, exalumno con quien dialogué en el año 2015, se refirió a una fiesta que
recordaba como excepcional, donde un amigo que no conocía a la quinceañera, le tiró onda
en sus propios 15. Si lograba acercarse y seducirla, ganaría la apuesta que hicieron entre
amigos. Para Francisco acercarse a una quinceañera en su fiesta, era muy difícil, porque la
quinceañera está en otra, no va a hacer eso. Como fue relatado en diversas oportunidades
durante el trabajo de campo, era la incomodidad que generaba la presencia de la familia de
las cumpleañeras en sus fiestas, la que sostenía esta regla de distanciamiento hacia las
quinceañeras, que se debía –o se intentaba hacer– respetar.
Mi convivencia con un hijo varón adolescente empezando a asistir a fiestas de 15
años permitió que pudiera prestar mayor atención a esta cuestión. 120 Comenzó a ser
invitado, junto con un grupito de tres o cuatro varones, compañeros de su escuela, a fiestas
de 15 de chicas de otra institución educativa de la ciudad. Se ubicaban por tener amigxs en
común y/o por haberlas conocido en los 15 de sus propias compañeras de curso. Se
agregaban en las redes sociales, y luego recibía invitaciones para los 15 de las chicas del
otro cole. En estas fiestas se encontraban, conocía a otro grupo de chicas, se agregaban a
las redes sociales, y así sucesivamente. A los encuentros en fiestas de 15 años, se
agregaban luego salidas a centros comerciales de la ciudad o reuniones en la casa de
algunx de los que conformaban el nuevo grupo de amigxs. Mientras, seguía recibiendo
invitaciones para otros 15 de otras compañeras. Cuando asistió a la fiesta de 15 años de
una de las chicas del otro cole que le gustaba y con quien coqueteaban desde hacía un
tiempo, le pregunté si había pasado algo entre ellos. No da, estaba su familia, contestó.
Próximamente tendrían otros 15 y allí podrían encontrarse. María Sol expresó lo mismo en
el pasaje citado de nuestra conversación. Se iba a ver con Toto en los 15 de la Cari, al
menos, eso esperaba.
Esta cuestión permite avanzar en otro punto que, entrelazado a lo desarrollado
arriba, encuentro significativo para retomar y analizar aquí, el concepto de "ciclo de 15"
que propuse como experiencia de lxs adolescentes cuando estos eventos se presentaban,
120
En su caso, no frecuentaba otros espacios mercantilizados de diversión nocturna. Otrxs adolescentes sí lo
hacían, configurándose las fiestas de 15 años como una opción más dentro del abanico de posibilidades para
salir de noche.
185
durante unos años, como opción de salida y de divertimento nocturno. Si para una
quinceañera su propia fiesta no eran un lugar propicio para encuentros eróticos, de
coqueteo o seducción, sí eran una oportunidad para afianzar el vínculo con vistas a futuras
fiestas de 15 donde podrían encontrarse, sin la presencia de su propia familia. Para sus
amigxs, en cambio, estos eventos sí devenían oportunidad para conocer, cruzar, coquetear,
seducir con adolescentes de distintas escuelas, instituciones, con amigxs de amigxs. Para
unx adolescente, el centro de interés de unos 15 podía no estar puesto en la quinceañera,
sino en unx amigx de ésta. Las fiestas de 15 años, entonces, no se presentaban como
contexto propicio para que la princesa, protagonista de su fiesta, se encontrara con un (o
su) "príncipe", jugando con los términos propuestos por Favier (2011). Sin embargo, sí
operaban como espacios potentes para el encuentro, el divertimento, la seducción y el
erotismo entre adolescentes.121 Las fiestas de 15 años se presentaban como "reuniones
multifocalizadas". Este término, propuesto por Goffman, define la dinámica de cualquier
fiesta, atendiendo a cómo las personas presentes pueden formar parte de distintos
encuentros dentro del encuentro, manteniendo junto con el "encuentro oficialmente
dominante", otros tipos de encuentros adicionales y subordinados (2015: 28).
Algunos de los trabajos sobre fiestas de 15 años reseñados en esta tesis, procuran
abordar y describir las características cambiantes de los vestidos y de los tipos de baile que
se despliegan en dichos eventos, para dar cuenta de la resignificación y reactualización de
estos rituales. Stéban y Pépece consideran que este ritual de paso, "adherido antaño a la
idea de la mujer que está lista para casarse", ahora viene a simbolizar una "mujer que se
está preparando para asumir los papeles de la mujer contemporánea: que trabaja, se
enamora, forma pareja, se divierte" (2015: 11). Acuerda con esta perspectiva un trabajo
publicado antes que este, escrito por Gutiérrez Domínguez, quien analiza estas
celebraciones en el contexto cubano. Esta psicóloga e investigadora describe los cambios
de vestuario y los diferentes estilos de las fotografías de estudio que hacen las
quinceañeras, clasificándolos en cuatro grupos: fotos con vestidos largos, muy maquilladas
y con peinados elaborados; fotos con expresión angelical; con cara y postura de "mujer
fatal", y fotos naturales. Más que pensar en la prevalencia de algún estilo sobre otro, la
121
Con esto, no pretendo construir generalizaciones respecto a las experiencias de lxs adolescentes en fiestas
de 15 años. Muchxs no asistían a estos eventos, tampoco a otros que se realizaban en el espacio-tiempo
definido como "noche". María Sol contó, en el primer encuentro que tuvimos, que ella no salía de noche.
Solo iba a fiestas de 15 años de amigas y compañeras. También relató que dos compañeros suyos, de religión
mormona, no asistían a ninguna fiesta de 15. Para que una de sus mejores amigas de la escuela pudiera ir a
sus 15 –era evangelista y tampoco participaba de este tipo de eventos– Marina convenció personalmente a
sus padres para que dejaran asistir a la adolescente.
186
autora advierte que se trata de procesos híbridos, donde se mezclan lo tradicional y lo
moderno en "los contenidos performáticos de las fiestas y las fotos" (2009: 9). Esta
hibridación permite, señala Gutiérrez Domínguez, describir cómo las adolescentes
encarnan las múltiples maneras de ser mujer que reciben como herencia cultural al cumplir
15 años: "la princesa de los cuentos de hadas infantiles", la muchacha "tierna y natural"
cuyo cuerpo está cambiando, la "chica sexy y desinhibida", la "mujer realizada y exitosa en
el plano profesional", "la mujer independiente" (2009: 10).
Acuerdo con estxs autorxs en su apuesta por describir las reactualizaciones de la
práctica y en su búsqueda de abrir las significaciones puestas en juego respecto a la
categoría "mujer". La combinación de papeles actuados por María Sol en sus 15 da cuenta
de que no pueden interpretarse estos eventos únicamente como ritual de paso irreversible
de niña a mujer. Menos aún, como un único modo de devenir mujer. Se trataba de papeles
diversos, convergentes, combinables, reversibles. Estos cambios podían efectuarse a través
de modificaciones visibles en el equipo ceremonial de una quinceañera, preparados con
antelación, pero también, sin necesidad de involucrar cambios intencionales y previamente
fijados en su fachada.122 Recupero aquí uno de los primeros escritos que relevé sobre
fiestas de 15 años que problematiza esta cuestión. Napolitano expone las discontinuidades
y continuidades que implica el proceso de "devenir mujercita" involucrado en fiestas de 15
años. Para esta antropóloga chicana, la celebración es una experiencia que puede –o no–
formar parte del proceso de creación de la propia identidad femenina, y que revela
diferentes formas de subjetividad dentro de relaciones sociales, familiares, particulares
muy heterogéneas (1997: 18). Napolitano llama la atención acerca de que no es posible
pensar las fiestas de 15 años como un actos que solo imprimen y adicionan a las
adolescentes el estatus social de "mujer", porque los atributos de género se revelan en
diferentes momentos en el tiempo. Dichas revelaciones, a su vez, forman parte del proceso
a través del cual "las adolescentes, como agentes activos, se involucran en procesos de
formación de subjetividades" (1997: 10). Para esta autora, las diferencias de estilos de vida
122
Durante el trabajo de campo, advertí que, de un modo u otro, los equipos ceremoniales de las
quinceañeras se modificaban durante sus fiestas y por efecto de estas. Marianela, antes de lo que esperaba su
mamá, cambió su vestido de princesa alquilado por un jean y una remera que encontró entre las bolsas de
regalos que le hicieron en su propia fiesta. Parece que había enganchado parte de la falda del vestido y/o
estaba incómoda. Loly, luego de convertir en corta la falda de su vestido de princesa, también alquilado,
decidió finalmente sacarse toda la prenda. Se puso una solerita que pidió le acercaran al evento. Las ballenas
del corsé del vestido estaban mal cosidas y le pinchaban en la zona de la axila. Se quejó de esto durante el
viaje en auto antiguo que compartimos. Sofía no encontró en el centro ninguna prenda que le gustara para
cambiar durante su fiesta. Terminó arremangando la pollera larga, plisada, color dorado con la que entró a su
fiesta, con un nudo en uno de sus extremos. A todas se les despeinaban sus arreglos de peluquería, se les
despintaba el maquillaje. Muchas, cambiaban sus zapatos por zapatillas o quedaban descalzas.
187
y creencias religiosas de cada familia se materializan en diversas formas de "devenir
mujer", y es por ello que la celebración no implica ni adquiere los mismos significados
para todas las adolescentes. Aquí agrego que las diferencias no estaban dadas solamente
entre quinceañeras, sino que al interior de cada fiesta, también se ponían en juego múltiples
papeles femeninos desempeñados por una misma adolescente.
En un congreso sobre género donde presenté avances de esta investigación, una
mujer comentó, una vez que finalicé la exposición, que esperaba más agencia de la
quinceañera. En mi disertación expuse cómo María Sol había elegido su vestido rosa y que
si bien se trataba de la cita de una norma de princesa, también dicha elección era producto
de su decisión, junto con todos los cambios que preparó y previó realizar en su equipo
ceremonial. En esa jornada, también mencioné las decisiones que fue tomando respecto a
la posición que ocuparía su papá en su fiesta. ¿Era posible leer tales acciones como mucha
o poca agencia? ¿Desde qué parámetros se evaluaba y medía lo mucho o poco de la
implicación y afectación de una quinceañera en el proceso, con todas sus fases, de su fiesta
de 15 años? Recupero los aportes de Dávalos, también pionera en la temática, quien
entiende los procesos de agenciamiento como "negociación y no como respuesta heroica"
(1996: 3) entre variadas –y a veces conflictivas– miradas acerca de las mujeres, de la
familia y de la cultura. Para esta antropóloga, las celebraciones de 15 años son procesos
que habilitan a las adolescentes a inventar, de modo creativo y contradictorio al mismo
tiempo, nuevos significados y conocimientos para sus vidas. A su vez, rescato la
perspectiva "realista agencial" que propone Barad. Desde lo que se conoce como Nuevo
Materialismo, concibe la agencia como un acto y no como algo que alguien o alguna cosa
tiene:
La agencia no puede ser designada como un atributo de los sujetos o los objetos
(porque no preexisten como tales). La agencia no es un atributo absoluto, es
hacer/estar en su intra-actividad. La agencia es el accionar de cambios iterativos en
prácticas particulares a través de la dinámica de la intra-actividad. La agencia es
acerca de las posibilidades y responsabilidades implicadas en la reconfiguración
material-discursiva de los aparatos de producción del cuerpo, incluyendo las
articulaciones limitantes y exclusiones que son marcadas por aquellas prácticas en los
haceres de una estructura causal. Las posibilidades particulares de actuar existen en
todo momento, y esas posibilidades cambiantes implican una responsabilidad para
intervenir en el devenir del mundo, para contestar y retrabajar lo que importa y lo que
es excluido de lo importante (Barad, 2003: 827).
188
En la dirección propuesta por esta filósofa y los autores reseñados propuse, para
este apartado, describir densamente fachadas, cambios en el equipo ceremonial y papeles
sociales desempeñados y atravesados por María Sol, atendiendo al "hacer/estar" de la
quinceañera en y con cada uno de ellos en su fiesta. Con ello, procuré evitar adherir o
atribuir rasgos o características concebidas como "intrínsecas" o como propiedad de las
cosas y/o de la adolescente, a cada uno de esos objetos, cambios y papeles. Procuré dar
cuenta de las "posibilidades particulares" (Barad, 2003: 827) de actuar que fue encontrando
y construyendo la quinceañera durante las fases anteriores a sus 15; también, en su propia
celebración.
Cuando Schechner describe las performances, señala que poca atención se ha dado
al modo como actorxs y público se acercan y se distancian de las mismas. La transición
entre el espectáculo y el "el-espectáculo-ha-concluido" se presenta como una etapa poco
explorada pero importante de detallar porque se trata de una fase que "lleva a los actores de
vuelta a la vida cotidiana" (2012: 388). Esta fase, que Schechner nombra como
enfriamiento, constituye casi la última de los procesos de performances. Expongo aquí
cómo fuimos terminando y volviendo de la fiesta de María Sol, anticipando que no se
trataba solo de un enfriamiento. Este momento se configuró, además, como una especie de
(pre)preparación para la emergencia de nuevos procesos de performances de fiestas de 15
años.
Pasadas las 4 de la mañana, Marina comentó, con un gesto y tono de voz que
denotaban cierto desaliento, que muchxs invitadxs se habían retirado antes del horario
previsto para la finalización de la fiesta, a las 5 de la mañana. Entre ellxs, se encontraban
Tía Susana y su familia, a quienes vi despedirse de Marina a las 3:30. En ese horario
también se fueron varixs adultxs mayores que no supe identificar. A las 4 de la mañana lo
hizo Joaquín; a las 4:15, el fotógrafo, quien aportó lo suyo para adelantar el final de la
fiesta, cuando propuso hacer la foto de despedida con todxs lxs invitadxs antes de retirarse.
Ya describí cómo, luego de esa fotografía grupal, la pista de baile fue ocupada
ocasionalmente por parejas de baile, sobre todo, por aquellas que mostraban entrenamiento
en determinados ritmos: Marina, Andrés, y un primo de ambos. Aproximadamente a las
4:30, Ana comenzó a juntar algunos objetos en bolsas: las cajas donde habían llevado las
189
velas, el pie del árbol de la vida, los souvenirs que no habían sido entregados. Lxs mozxs
ya habían levantado casi todo lo que se encontraba sobre las mesas. A las 4:50 encendieron
las luces, diez minutos antes de la hora fijada por las ordenanzas municipales, y de lo que
había calculado Marina. En la misma fiesta, ella comentó conmigo que el jefe de mozxs la
había autorizado a permanecer 15 minutos más tarde del horario de finalización si así lo
requería, para juntar cosas o para esperar que se retiraran todxs lxs invitadxs. El encendido
de luces se efectuó acompañado de una disminución en el volumen de la música, junto con
el reemplazo de los ritmos de salsa por temas lentos y melódicos. Cuando sucedió esto, se
retiraron de la pista Candela y dos chicas más que hacían una coreografía con movimientos
coordinados. Algunxs adolescentes comenzaron a abrigarse. Silvia, abuela materna de la
quinceañera, repitió varias veces en voz alta, vamos que se acaba, vamos que nos van a
cobrar la diferencia. El salón emitió un mensaje con voz en off. En él, agradecía la estadía
y se despedía, hasta la próxima gran noche. Finalmente, se apagó la música.
Cuando salimos a la vereda, grupos de adolescentes esperaban que los fueran a
buscar. Ofrecí mi auto para acercar a quien fuera necesario a su casa. Marina aceptó y
pidió que llevara a sus dos hijas, ella iba a tomar un taxi cuando ya se hubieran ido todxs
lxs chicxs. Subimos unas bolsas en el baúl y en la parte de atrás del auto. Candela se subió
primero; María Sol, después. Avisé que quedaba un lugar más, entonces Marina pidió a
Silvia que viniera con nosotras. En el trayecto de viaje del salón a su casa, María Sol y su
abuela fueron intercalando frases. La quinceañera dijo: ahora entiendo por qué las chicas
me decían que era una noche inolvidable, realmente lo es; estoy feliz, repitió dos veces; me
encantó todo, hermoso todo, hermoso el vestido, hermosa la sorpresa, refiriéndose a la
cabina de fotos. Soy muy feliz, dijo la adolescente con una sonrisa. Silvia, por su parte,
declaró que había sido muy bueno unir a toda la familia, porque había venido el papá y su
familia. Todo salió bien, repitió varias veces. Recordó algunas escenas de los 15 de
Marina. La hermana menor de la quinceañera no emitía palabra, pero su abuela la
incorporó en la conversación. Contó que ya habían señado el salón para los 15 de Candela,
que sería en noviembre del año siguiente. Es cuestión de empezar a pagar de nuevo, pero
vale la pena.
El enfriamiento de la fiesta de María Sol operaba, al mismo tiempo, como
emergencia e inicio de las primeras fases de la performance de la fiesta de su hermana
Candela. Tanto la frase de Silvia como el propio saludo de despedida del salón, anticipaban
que los 15 de María Sol no serían la última gran noche. Como indiqué en el primer
capítulo, las fiestas de 15 años, en los contextos y entornos particulares de cada
190
quinceañera, se concatenaban en ciclos "inestables" pero latentes de fiestas. Cada
celebración se convertía en procedencia de posibles nuevas emergencias de fiestas. El ciclo
se podía interrumpir, pero también, retomar y reactualizar.
Las horas y días siguientes a la fiesta también formaban parte de la fase de
enfriamiento. Cuando visité a María Sol y Marina diez días después de la fiesta, la
adolescente relató que, apenas arribó a su casa luego de sus 15, abrió en compañía de su
hermana los regalos que le hicieron: cadenitas, aritos, pulseras, anillos, pinturas de uñas,
ropa, portacosméticos, también maquillajes. Se trataba de objetos que dotaban a la
quinceañera de herramientas para arreglar, cuidar y ornamentar su cuerpo, en suma, para
continuar su proceso de devenir mujer. Quise regalarle un libro de "princesas desconocidas
y olvidadas" que me gustaba mucho, pero como no lo conseguí, opté por objetos de abrigo:
unos guantes y una chalina, ambos en color rosa.123
En esa visita, pregunté a María Sol qué habían dicho sus compañerxs de escuela
cuando se encontró con ellxs el lunes siguiente a sus 15. Estaban todxs contentxs,
respondió. La adolescente observó que algunxs habían pegado en sus carpetas las imágenes
tomadas e impresas por la fotocabina; otrxs, le dejaban comentarios y fotos en su "muro"
de Facebook. Un amigo de la escuela le escribió que su fiesta había sido la mejor, y que se
habían sentido más unidos como curso, desde que ella había convocado a todxs sus
compañerxs como cuarto año para entregarles, en conjunto, una vela en el árbol de la vida.
Estaban alborotados, definió María Sol. Se río cuando relató que siguieron cantándole el
"feliz cumpleaños" durante varios días seguidos.
Esa tarde, a diez días de haberse realizado la fiesta de María Sol, noté que ella y su
mamá estaban más descansadas. Había pasado la fiesta. También, un certamen de danzas
en el que participaron la quinceañera y su hermana la semana siguiente a la celebración.
Posiblemente estaban más relajadas porque vaticinaban que, por un tiempo, no las
perseguiría más. Esta visita, además, fue aliviadora para mí. Estábamos cumplimentando
un encuentro que creía importante por suceder después de la fiesta y que temía no poder
concretar ante el inminente nacimiento de mi hija (que sucedió dos días después de esta
visita). Entre un tema y otro, mientras comíamos facturas y tomábamos mate, María Sol
afirmó: Amé mis 15. Punto.
123
Tres años después de su fiesta, encontré a María Sol en el profesorado donde ella estudiaba y yo trabajaba.
Me emocioné cuando vi que estaba usando la chalina que le regalé. Al mismo tiempo, me angustié cuando le
dije que aún estaba escribiendo esta tesis.
191
IV.4. Están hermosas. Repercusiones
En la charla que mantuvimos con Marina y María Sol luego de sus 15, la
quinceañera comentó que su padre la visitó el martes siguiente a la fiesta. Se estaban
comunicando más seguido, agregó María Sol:
María Sol: Ahora hablamos un poco más, por WhatsApp y todo eso, y para mí le gustó
mucho la fiesta.
Marina: Y, se dio cuenta de lo que se perdió en todo este tiempo, hija.
María Sol: Sí, y le gustó, dice que estuvo muy lindo todo. Y después le preguntó a mi
hermana si ella iba a querer [hacer fiesta], y “sí obvio”, dijo mi hermana. Capaz que
quiera involucrarse más este año.
Marina: Ah, pero eso es una conclusión tuya, no es que te lo haya dicho él.
María Sol: No, no me dijo eso, pero le preguntó a Cande si quería fiesta o no, eso sí lo
dijo. Él dijo que le gustó mucho, que estuvo muy lindo, pero así “muy, muy, muy,
muy lindo” me dijo. Y bueno, él dice que no sabía que iba a ser emotivo.
Marina: Capaz que se haya olvidado también de todo lo que se quejó.
María Sol: Sí, se tuvo que tragar un poco sus palabras porque no pasó nada de lo que
dijo él, o sea, estuvo todo perfecto. (Notas de campo. Casa de Marina. 9 de julio de
2014)
192
Joaquín se refirió también a las palabras que había efectuado antes de la celebración de su
hija mayor. Dijo, textualmente, me la comí. ¿Qué fue lo que tuvo que tragarse? ¿Qué
sucedió a Joaquín en los procesos de performances de los 15 de sus dos hijas para llevarlo
a aseverar que sus prenociones sobre los 15 no se habían correspondido con lo que
experimentó en ambas fiestas? Si bien el presente apartado no tiene por objeto efectuar un
análisis comparativo de las fiestas de las dos hermanas, introduzco unas notas breves sobre
los 15 de Candela a los fines de contextualizar la lectura que aquí propongo y la
conversación que mantuvimos con Joaquín.
Tuve oportunidad de asistir a la fiesta de 15 años de Candela por invitación de
Marina, con quien continuamos escribiéndonos periódicamente. Se realizó en el año 2015,
un año y medio después que la de María Sol, en el mismo salón verde, esta vez decorado y
ornamentado en tonos violetas, combinando con el vestido de la quinceañera. Candela
llegó al salón en el auto recientemente adquirido por Tía Susana y su marido. Allí fue
recibida por Joaquín, quien, en esta oportunidad, tomó el brazo de la quinceañera y entró
con ella al salón. Lloró la quinceañera, su hermana, su mamá, otrxs familiares y yo
también. Esperaba a Candela un camino de velas y rosas, como había sucedido en la fiesta
de su hermana. No hizo árbol de la vida, porque según me contaron madre e hija, había
pasado poco tiempo entre fiesta y fiesta y resultaría demasiado similar al realizado el año
anterior. Mantuvieron de esta práctica la entrega de quince dedicatorias –en rollitos de
papel atados con cintas de color violeta– a quince personas o grupos de personas, a las que
Candela se fue acercando personalmente, pasadas las tres de la mañana, para entregarles
sus palabras, sin velas y sin lectura con micrófono. La fotocabina también fue contratada,
pero esta vez habilitada estrictamente de 3 a 4 de la mañana. Esta fiesta contó con un
servicio de barra de tragos (sin alcohol para lxs menores). También hubo show: Candela
bailó primero una coreografía de danza contemporánea con un compañero de la academia
donde tomaba clases, y luego hizo un show solista de danzas árabes. Durante los
preparativos para la fiesta de su hermana mayor, Candela había manifestado que para sus
15 quería sentarse con su familia, lo que Marina nombró como los de la casa: abuelxs
maternxs, tíos maternos, hermana y madre. Sin embargo, al año siguiente optó por ocupar
la mesa principal con catorce amigas, como hizo María Sol. Su tío Mariano, hermano
mayor de Marina, no asistió a la fiesta de Candela. Tampoco lo hicieron su hijo menor y su
pareja, Leticia.
Para Schechner, las repercusiones constituyen la última fase de los procesos de
performance y se caracterizan por tener terminación abierta y duración indefinida.
193
Sobreviven en vestigios físicos, respuestas críticas, archivos, memorias. Se configuran
como registro de la forma en que la gente reacciona ante una performance. Y, si por un
lado permiten continuar la vida de estas, por otro lado pero al mismo tiempo, generan o
hacen "emerger" nuevas performances que retoman y reincorporan, con diferencias, las
anteriores.124
En la breve reseña de la fiesta de Candela, identifico la doble tarea que Schechner
atribuye a la fase de las repercusiones, coincidente con la que asigna a las performances
como "conducta restaurada": su capacidad de continuar la vida de una performance y al
mismo tiempo, generar nuevas. La fiesta de Candela se configuró en relación a la de su
hermana, capitalizando la experiencia de todo el proceso de la primera celebración. Así
sucedió, por ejemplo, con la adaptación que para esta fiesta efectuaron del árbol de la vida.
Como sostiene Schechner, "las performances marcan identidades, tuercen y rehacen el
tiempo, adornan y remodelan el cuerpo, cuentan historias, permiten que la gente juegue
con conductas repetidas, que se entrene y ensaye, presente y re-presente esas conductas”
(2000: 13). Las notas acerca de los 15 de Candela habilitan, a su vez, avanzar en la lectura
de vestigios, respuestas críticas y memorias que se construyeron en ambas fiestas, como
producto de las configuraciones, movilizaciones, intercambios y vínculos que fueron
cambiando entre esta segunda fiesta y la de María Sol. Estos movimientos se tradujeron, a
su vez, en cambios en las posiciones que ocuparon los tres núcleos familiares que
identificó el jefe de mozxs en la fiesta de María Sol: Joaquín, Marina y Leticia, esposa de
Mariano.
Mariano y Marina habían discutido porque ella no asistió al cumpleaños del hijo
menor de su hermano. Ofendido él y su esposa Leticia, decidieron no asistir a los 15 de
Candela. Recupero aquí un pasaje de Van Gennep, donde puntualiza que "los cambios de
estado en los rituales no ocurren sin que se perturbe la vida social y la vida individual"
(1986: 23). Esto permite describir cómo, producto de estas perturbaciones, las tareas que
Mariano realizó para la fiesta de María Sol y las posiciones que ocupó en ese evento,
fueron reasignadas y realizadas por otros varones en la fiesta de Candela. El marido de Tía
Susana fue el encargado de trasladar a esta quinceañera al salón, en su auto nuevo,
124
En el texto de Schechner publicado en español, en el año 2000, esta fase aparece nombrada como
"conclusiones". En el texto publicado en 2012, en el mismo idioma, figura en cambio, el término
"repercusiones". Opto aquí por instrumentalizar el segundo porque presenta, a mi criterio, un carácter más
abierto que la noción de conclusión, que sugiere un cierre con límites aparentemente invariantes y más
rígidos.
194
ornamentado con moños violetas. Joaquín entró, en esta oportunidad, del brazo de su
segunda hija al salón verde.
Mientras en la fiesta de Candela cenábamos en la misma ubicación que ocupamos
para los 15 de María Sol, nuevamente compartiendo mesa con amigas de Marina, la madre
de las adolescentes afirmó que, para ella, era el comienzo de la separación de la familia.
Además de narrar la pelea con su hermano por no haber asistido al cumpleaños de su hijo,
anticipó que se avecinaban otros problemas, porque sus padres habían destinado un dinero
que era para Mariano, en ayudarla a cubrir gastos para esta segunda fiesta. Respecto a
Joaquín, en cambio, las relaciones parecieron virar en la dirección que anticipó Silvia, la
abuela de las adolescentes, cuando terminó la fiesta de María Sol, quien se mostró muy
satisfecha con el evento porque se había reunido toda la familia.
Leach (1976) y Mauss (2009) acuerdan en que las deudas contraídas en los
intercambios, se configuran como amenaza de guerra, como potencial "fuente de vendetta"
(1976: 175), como estado de hostilidad. Además de encontrar esta amenaza en el sistema
de deudas "kachin", Leach advierte que no siempre el incumplimiento de los compromisos
deriva en guerras o en el uso de la violencia:
Algunas deudas se dejan siempre pendientes casi por motivos de principios; la deuda
es una especie de cuenta de crédito que asegura la continuidad de la relación. Existe
pues, una especie de paradoja en que la existencia de la deuda pueda significar no
solamente un estado de hostilidad, sino también un estado de dependencia y amistad”
(1976: 175)
195
Con Candela como que se relajó todo. Ella me dijo que quería entrar conmigo, yo con
los abuelos no tengo nada, todo lo contrario. Cuando María Sol me dijo que...[hace
una pausa y se corrige] María Sol no me dijo, la madre me dijo que María Sol iba a
entrar con el abuelo y Mariano, no sé, yo ahora le digo a las chicas, más que
agradecido que iba a entrar con los abuelos. También traté de abrirle los ojos, que
ellas se den cuenta de todo lo que han hecho los abuelos por ellas, que han sido como
unos padres para ellas. Pero qué se yo, siempre está latente como se dio la situación
nuestra, de la Marina y mía, en la fiesta de María Sol sobre todo. En la de Candela
estaba todo mucho más tranqui y relajado. (Notas de campo. Bar de una estación de
servicio. 6 de febrero de 2016)
En la fiesta de María Sol vi a Joaquín casi toda la noche sentado o parado cerca de
la mesa que le había sido asignada. No se acercó prácticamente a la pista de baile, salvo
cuando fue el momento de bailar el vals. Según relató Marina cuando nos reunimos luego
de la fiesta, Joaquín recién se levantó de su mesa cuando ella le indicó, así con el dedo, que
se acercara a la pista para bailar con su hija. Lxs noté tensxs e incómodxs en la
celebración, especialmente cuando, convocadxs por el jefe de mozxs, tuvieron que cumplir
con el brindis luego de la entrada de la quinceañera y con el corte de torta, ambos
momentos indicados, por la empresa contratada, como "obligatorios" de ser registrados por
el fotógrafo, según relató Pablo. Cuando Joaquín se retiró de la fiesta de María Sol,
pasadas las 4 de la mañana, Marina manifestó sentirse más relajada.
En la fiesta de Candela, en cambio, Joaquín ocupó otra posición, comenzando por
el hecho de que su hija le pidió que entrara con ella al salón. Asistió con su hijo mayor y
sin su pareja, porque hacía poco tiempo había nacido su segundo hijo. Lo vi bailar más con
la quinceañera fuera del momento del vals, se movía más por el salón y, entre bloque y
bloque, observé que conversó en varias oportunidades con Marina. Ella misma comentó,
en alguno de los breves diálogos que tuvimos durante esta segunda fiesta, que vio a
Joaquín más descontracturado, y que habían recompuesto mucho la relación.
¿Qué cuestiones habilitaron que la segunda fiesta fuera más tranqui y relajada?
Para repensar lo que estas incomodidades/comodidades indicaban, recupero aportes de
Goffman cuando describe tipos de reunión y encuentros sociales como configuraciones
sociales. Para el autor, cualquier proceso de sostenimiento mutuo de una situación, en la
interacción cara a cara, se organiza socialmente a través de reglas. Dichas reglas,
aparentemente poco sustanciales en la vida social y presentadas, por lo general, como
meras cuestiones de cortesía, modales y protocolos son, en realidad, a las que les debemos
"nuestro sentido inquebrantable de la realidad", y son las que administran el
involucramiento de lxs actorxs. Para Goffman, "estar cómodo" en una situación es estar
196
propiamente sujetx a estas reglas, cautivadx por los significados que estas generan y
estabilizan; estar incómodx en cambio, implica un "estado de tensión". 125 Dicha tensión se
produce por la discrepancia que perciben lxs sujetxs incómodos "entre el mundo que
espontáneamente se convierte en real para el individuo –o uno que es capaz de aceptar
como la realidad vigente– y el mundo que se ve obligado a habitar" (2016: 34).
Los cuestionamientos que Joaquín introdujo ante la emergencia de la fiesta de
María Sol entraron en "discrepancia" en y con la fiesta de su hija mayor, con lo que allí (le)
sucedió. Fue en el propio evento, según relató Joaquín cuando nos reunimos, donde pudo
tomar dimensión de los sentidos que tenían algunos de los pedidos e indicaciones –"reglas"
en el sentido descripto por Goffman– que recibió durante los preparativos por parte de
Marina y su hija. Su incomodidad se vinculaba con estas discrepancias, con las
expectativas que recaían sobre él y con las incomodidades que manifestaba sentir, por
cómo había sido la relación con Marina, sus hijas, y en general, con la familia materna de
las adolescentes.
Su "incomodidad" se debió, a su vez, a otras "discrepancias" que se le presentaron
en la propia fiesta de María Sol. Una de ellas, vinculada a lo desactualizado que estaba
respecto a "las reglas" y los modos contemporáneos de hacer fiestas de 15 años, que le
resultaron novedosos. A propósito de mi pregunta acerca de qué recordaba de su propia
experiencia en este tipo de eventos, en celebraciones de parientes y amigas cuando tenía
esa edad, Joaquín respondió:
Me acuerdo que vestido sí, se usaba el vestido. Pero toda la ceremonia, todo el
cronograma así de la fiesta, no me acuerdo de eso. Creo que no se usaba tanto, de
ingresar de la mano de alguien, del brazo. Por eso cuando fue la fiesta de María Sol,
Marina me pasó una serie de directivas: que tenés que estar con una rosa en la puerta,
que tenés que dársela, que cuando entre tal vos tenés que hacer esto y aquello; yo digo
uh... por qué tanto, tanta estructura…Bueno, me la comí, lo que pasa que yo estaba
muy desactualizado, muy desactualizado. (Notas de campo. Bar de una estación de
servicio. Febrero de 2016)
125
Schechner (2012) describe esta situación en términos similares: los espectadores esperan que las
performances sean llevadas a cabo de acuerdo con reglas o convenciones. Conocerlas "es la forma en que
uno entiende o interpreta el juego" (2012: 395).
197
con otra "discrepancia" que se le presentó. El modo como veía a sus hijas antes de sus
fiestas no se correspondía con lo que ambas celebraciones le fueron diciendo:
Yo la seguía viendo como una nena, para mí las dos eran chicas, chicas de nenas, de
nenitas; así es como las veía yo. Es como que las trataba así, pero desde el primer
momento, cuando la ves, yo la veo así hermosa como estaba María Sol, todo eso me
fue diciendo que ya no eran unas nenas, fue bastante fuerte, bastante fuerte. (Notas de
campo. Bar de una estación de servicio. 6 de febrero de 2016)
Cuando pregunté a Joaquín si podía describir el momento en que vio, desde la pista
de baile, ingresar a María Sol al salón y atravesar el camino de rosas y velas, respondió
que había sido hermoso. Recordó que en aquel momento pensó: me hubiera gustado que
desaparezcan todos, para quedarme solo con ella.126
Presento un pasaje extenso de la charla que tuvimos con Joaquín, donde relató las
repercusiones que tuvieron las fiestas de sus dos hijas para él. Su experiencia fue relatada,
llamativamente, con términos que denotaban el carácter liminar y de pasaje que estos
eventos significaron para él: un shock, un clic, un antes y un después, un cachetazo.
126
Siguiendo a Goffman, "el participante incómodo" puede sentir un fuerte rechazo por el foco de atención
oficial, "como cuando se plantean cuestiones que ha reprimido, y como consecuencia se siente avergonzado,
demasiado comprometido emocionalmente, e intensamente incómodo" (2016: 33)
198
Joaquín: Y tuvo algunas cosas, entregaba las velitas a las personas que ella más
quería, o el video. No sé, un montón de cosas, o agarraba un montón de veces el
micrófono y hablaba. Entonces ahí a mí me cambió en muy muchas cosas.
Mariela: Debe haber sido fuerte.
Joaquín: Sí, porque ahí me di cuenta que se me hicieron, se hicieron grandes, no las
disfruté nada y bueno, se dio así la relación con la madre, está todo bien, tenemos
discusiones como pueden tener cualquier relación, ¿no es cierto? Nada grave, pero me
di cuenta que me pasó mucho el tiempo, se hicieron grandes, están hermosas. Así que
a partir de esa fiesta las veo más seguido.
Mariela: ¿Hablaste con ellas, les pudiste decir lo que te había pasado?
Joaquín: Sí, sí les dije, les dije todo. Cada vez que le hablo a María Sol se larga a
llorar “ay papi, me vas a hacer llorar” me dice, pero es que es verdad. Nos vemos tan
poco que cada vez que nos vemos es como que yo quiero largarles todo.
Mariela: ¿Cuándo se ven?
Joaquín: Y, cuando yo vengo a Córdoba, una vez a la semana, con suerte. Porque a
veces yo vengo y ellas tienen también, eso me di cuenta, ellas tienen toda su rutina ya
armada, que los sábados hacen danza, que esto, que aquello. Yo por ahí les digo
chicas, el sábado voy a Córdoba a tal hora, “no papi, que tenemos esto, o que tenemos
unos 15”. Pero fueron muy, muy importantes los 15, a mí me cambió mucho. Yo las
he visto muy poco por cuestiones de mi trabajo, bueno y todo eso fue adentro mío
maquinando, maquinando después de los 15 ¿no? (Notas de campo. Bar de una
estación de servicio. 6 de febrero de 2016)
Lo que para Joaquín fue un shock, para sus hijas era parte de su rutina. Según su
relato, no fueron las fiestas de 15 de sus hijas las que hicieron que dejaran de ser niñas,
sino los eventos y elementos que, visibilizados en las fiestas, le informaron que habían
crecido, que estaban hermosas: María Sol habló por micrófono, ambas bailaron, tenían sus
amigxs, hicieron sus videos, tenían muchas actividades. Rutinas que, materializadas en las
fiestas, formaban y narraban parte de su cotidiano: la escuela, danza, esto, aquello. Para él,
como contó, los 15 de María Sol y Candela fueron un quiebre, un ritual de paso, un antes y
un después.
A partir de las celebraciones, de su propia "revisión crítica" (Schechner, 2012) de
estos eventos y del crecimiento de sus hijas, Joaquín hizo algunos movimientos para
"reparar" el vínculo con ellas, con su trabajo, con su propia historia y experiencia como
padre:
Joaquín: Cambié mucho, hasta los temas de conversación que tenemos son otros, son
de personas adultas, yo le tengo hasta miedo de hacerles comentarios
Mariela: ¿Por ejemplo, de qué?
Joaquín: Y por ejemplo, de los novios, que ya empiezan el tema de los noviecitos, que
es un tema que yo no quería hablar mucho y ahora se los hablo, se los digo y que se
cuiden en todo sentido, de la droga, de la parte del sexo, de todo. Es lo que yo les
199
había dicho: “chicas, yo les voy a empezar a decir cosas porque nos vemos poco y
ustedes crecen muy rápido y se los tengo que decir”. Todo eso surgió a partir de los
15, ahí yo me di cuenta, básicamente es eso lo que me pasó, fue muy importante,
muy… fue un cachetazo para mí. (Notas de campo. Bar de una estación de servicio. 6
de febrero de 2016)
200
sino también en todas las etapas que conformaron estos procesos de performance. Para
Schechner, Turner coloca el énfasis analítico del drama social en el conflicto y la
resolución del conflicto; él, en cambio, lo sitúa "en la transformación: en la forma en que la
gente usa el teatro como modo de experimentar, actuar y ratificar el cambio" (2000: 89).
En este sentido, Schechner define las performances como "transformances". Este
señalamiento ha sido central para esta etnografía, interesada en describir densamente la
fuerza y potencia performativa, hacedora, de las fiestas de 15 años como modalidad
celebratoria disponible para que las adolescentes celebren su quincuagésimo aniversario,
en Córdoba contemporánea.
Al finalizar los 15 de Candela, acerqué nuevamente a Silvia y a sus nietas a su casa.
Allí, la abuela declaró, son los últimos 15. Parecía, esta vez, tratarse de un enfriamiento sin
continuidad. Sin embargo, luego de un suspiro y un breve silencio, agregó: el año que
viene cumple 15 una sobrina que vive en Rosario, es mi ahijada de la confirmación y de
bautismo. Tendré que viajar. Las fiestas de 15, como procesos de performances, en todas
sus fases, eran hacedoras, performativas y transformativas. Hacían historias, procedencias
y emergencias, (re)generando fiestas y ciclos de fiestas de 15 años. Hacían y rehacían
vínculos, familia, afectos, posiciones y reposiciones; distancias, alianzas, negociaciones;
diversión, fiesta, baile, juventudes. Estos procesos, desplegados, desarrollados,
acompañados y guiados por mujeres, también transformaban y hacían "mujer" a las
quinceañeras.
201
VICTOR TURNER.
“DRAMAS SOCIALES Y METÁFORAS RITUALES”.
En: Dramas, Fields and Methapors, Ithaca, Cornell University Press, 1974, pp. 23-
59.
Los conceptos que quisiera mencionar son: “drama social”, “la visión
procesual de la sociedad”, “anti-estructura social”, “multivocidad” y “polarización
de símbolos rituales”. Los menciono en el orden en que fueran formulados. Todos
están penetrados por la idea de que la vida social humana es la productora y el
producto del tiempo, el cual deviene su medida: una vieja idea que ha tenido
resonancias en la obra —muy diferente— de Karl Marx, de Emile Durkheim y de
Henri Bergson. Siguiendo a Znaniecki, el renombrado sociólogo polaco, yo ya
insistía, antes de realizar trabajo de campo, en la cualidad dinámica de las
relaciones sociales y en considerar la distinción de Comte entre la “estática social”
y la “dinámica social” —que luego iban a elaborar A. R. Radcliffe-Brown y otros
positivistas— esencialmente engañosa. El mundo social es un mundo en devenir,
no un mundo del ser (excepto en la medida en que el “ser” sea una descripción de
los modelos estáticos y atemporales que los hombres tienen en la cabeza), y por
esta razón los estudios de la estructura social como tal son irrelevantes. Son
erróneos, como premisa básica, porque no existe tal cosa como la “acción
estática”. Esta es la razón por la cual yo soy un tanto cauteloso con respecto a
términos como “comunidad” o “sociedad”, también, pese a que los utilizo, porque
a menudo se piensa que son conceptos estáticos. Tal perspectiva viola el flujo real
VICTOR TURNER
No me estoy oponiendo aquí a la metáfora. Más bien estoy diciendo que uno
debe tomar sus metáforas raíces cuidadosamente, cuidando que sean apropiadas
y fructíferas. No sólo Nisbet sino también Max Black —el filósofo de Cornell— y
muchos otros, han señalado que “tal vez toda ciencia debe comenzar con metáfora
y terminar con álgebra; y tal vez sin la metáfora nunca habría habido ningún
álgebra” (Black, 1962: 242). Y, como dice Nisbet:
2
DRAMAS SOCIALES Y METÁFORAS RITUALES
probable que los científicos y los artistas piensen ambos primordialmente por
medio de tales imágenes; la metáfora puede ser la forma de lo que M. Polanyi
llama “conocimiento tácito”.
El método en principio parece ser éste: Un hombre que desea comprender el mundo
mira en torno suyo en busca de un indicio para su comprensión. Se fija en algún área de
hechos de sentido común y trata de ver si no puede comprender otras áreas en términos de
esa. El área original deviene entonces su analogía básica o metáfora raíz. Él describe lo
mejor que puede las características de esta área o, si usted quiere, “discrimina su
estructura”. Una lista de sus características estructurales se convierte en sus conceptos
básicos de explicación y descripción, por ejemplo, las palabras gen, las palabras kin, las
palabras naturaleza. Las llamamos un conjunto de categorías, un conjunto de clases
posiblemente exhaustivas, entre las cuales podrían distribuirse todas las cosas... En
términos de estas categorías, él procede a estudiar todas las otras áreas de hechos, tanto las
no examinadas como las examinadas anteriormente, e interpreta todos los hechos en
términos de esas categorías. Como resultado del impacto de estos otros hechos sobre sus
categorías, él puede relativizar y reajustar sus categorías, de modo que un conjunto de
categorías habitualmente cambia y se desarrolla. Dado que la analogía básica o metáfora
raíz normalmente (y quizá, por lo menos en parte, necesariamente) se origina en el sentido
común que es el entendimiento normal o el sentimiento general de la humanidad, pero que
para los antropólogos opera en el interior de una cultura específica, se requiere un enorme
desarrollo y el refinamiento de un conjunto de categorías si se quiere que resulte adecuada
para una hipótesis de alcance ilimitado. Algunas metáforas raíces demostraron ser más
fértiles que otras, poseen mayor poder de expansión y ajuste. Estas sobreviven, en
comparación con otras, y generan teorías del mundo relativamente adecuadas (1942: 91-92).
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VICTOR TURNER
formalmente niegue toda intención de utilizar modelos. “Hemos intentado”, dice, “evitar el
desarrollo de modelos elaborados; en lugar de eso hemos tratado de representar las
relaciones dinámicas entre los hechos psicológicos por medio de constructos matemáticos de
suficiente nivel de generalidad”. Pues bien [continúa Black], puede que no se hayan
representado modelos específicos; pero cualquier lector de los trabajos de Lewin se
impresionará por el grado en que él utiliza un vocabulario indígena a la teoría física.
Repetidamente hallamos palabras como “campo”, “vector”, “espacio de frase”, “tensión”,
“fuerza”, “valencia”, “límite”, “fluidez”: síntomas visibles de un arquetipo masivo que espera
ser reconstruido por un crítico paciente (p. 241).
También Nisbet, igual que Black y Pepper, sostiene que “complejos sistemas
filosóficos pueden originarse en premisas metafóricas”. Por ejemplo, el freudismo
—dice— “tendría escasa substancia una vez que se lo despoje de sus metáforas”
(p. 5): el complejo de Edipo, los modelos topográfico y económico, los mecanismos
de defensa, Eros y Thanatos, etc. El marxismo, también, contempla los órdenes
sociales como algo que se “forma embriónicamente” en las “matrices” de los
órdenes precedentes, y concibe cada transición como un “nacimiento” que
requiere la asistencia de una “partera”, la fuerza.
Creo que sería un ejercicio interesante estudiar las palabras claves y las
expresiones de los principales arquetipos conceptuales o metáforas fundantes,
tanto en los períodos durante los cuales aparecieron en el escenario social y
cultural, como en su subsiguiente expansión y modificación en los cambiantes
campos de las relaciones sociales. Sospecho que esos arquetipos harían su
aparición en la obra de pensadores excepcionalmente liminales —poetas,
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hombres entre sí. Znaniecki tenía su propio rótulo para esta diferencia. La
llamaba el “coeficiente humanista”, y es este concepto el que separa más
claramente su estrategia de la de la mayoría de sus contemporáneos en la escena
americana. En toda su obra enfatizó el rol de los agentes conscientes o actores,
un énfasis que sus oponentes se inclinaban a criticar como un punto de vista
“subjetivo”. Sin embargo, son las personas como objetos de la acción de los otros
—y no como sujetos— las que satisfacen su criterio sobre los datos sociológicos.
Entre las fuentes de esos datos, Znaniecki enumeraba las experiencias personales
del sociólogo, tanto originales como vicarias; la observación directa o indirecta por
parte del sociólogo; la experiencia personal de otra gente; y la observación de otra
gente. Este énfasis prestó apoyo a su uso de documentos personales en la
investigación sociológica. Y esta es la estrategia global con la cual yo sigo
sintiéndome más identificado.
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DRAMAS SOCIALES Y METÁFORAS RITUALES
presume una racionalidad en los hombres que por experiencia sabemos que menudo falta.
Los hombres pueden concebir equivocadamente una situación y sus posibilidades, pueden
ser estimulados por una emoción fuerte o por la depresión para realizar actos y tomar
decisiones que de otro modo no tomarían, pueden ser estúpidos, obstinados, miopes, o
pueden ser calculadores, despiertos, inteligentes, o algo en el medio de todo eso. Por cierto,
los científicos sociales a menudo ignoran esos factores críticos que afectan a quienes toman
una decisión (pp. 356-357).
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Los dramas sociales y las empresas sociales —tanto como otras clases de
unidades procesuales— representan secuencias de sucesos sociales que, vistos
retrospectivamente por un observador, parecen poseer una estructura. Tal
estructura “temporal”, a diferencia de la estructura temporal (que incluye las
estructuras “conceptual”, “cognitiva” y “sintáctica”), se organiza principalmente
mediante relaciones en el tiempo más que a través de relaciones en el espacio,
aunque, por supuesto, los esquemas cognitivos son resultados de un proceso
mental y poseen características procesuales. Si uno pudiera detener el proceso
social como si fuese una película y examinar las relaciones sociales “quietas” y
coexistentes en el interior de una comunidad, probablemente hallaría que las
estructuras temporales son incompletas, de final abierto, no consumadas.
Estarían, en el mejor de los casos, en camino hacia un final. Pero si se tuvieran
los medios —de ciencia ficción— para penetrar en las mentes de los actores
detenidos, indudablemente encontraríamos en ellos, en casi cualquier nivel
endopsíquico existente entre la plena luz de la atención consciente y los estratos
más oscuras del inconsciente, un conjunto de ideas, imágenes, conceptos, etc., al
que se le podría colocar el rótulo de “estructuras atemporales”. Estos son modelos
de lo que la gente “cree que hace, debe hacer o debería querer hacer” (Audrey
Richards, 1939: 160). Quizás en casos individuales éstos son más fragmentarios
que estructurales, pero si uno observara a todo el grupo encontraría que las ideas
o normas que un individuo no puede poner en relación con otras ideas o no las
posee, otros individuos las poseen o las han sistematizado. En las
representaciones colectivas e intersubjetivas del grupo, se descubriría
“estructura” y “sistema”, “patrones de acción intencional” y, a niveles más
profundos, “marcos categóricos”. Estas estructuras individuales y grupales,
llevadas en la cabeza y en el sistema nervioso de la gente, poseen una función de
gobierno, una función “cibernética” en la interminable sucesión de hechos
sociales, imponiéndoles el grado de orden que ellos poseen y, ciertamente,
dividiendo las unidades procesuales en fases. “La estructura es el orden en un
sistema”, ha dicho Marvin Harris. La estructura de fase de los dramas sociales no
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lo que sucede en la fase tres (la fase potencialmente reparadora del drama social),
y preguntarse si la maquinaria de compensación es capaz de manipular las crisis
como para restaurar, más o menos, el status quo ante, o por lo menos, restaurar
la paz entre los contendientes. Luego pregúntese: si así es, ¿por qué,
precisamente? Y si no, ¿por qué no? Es en la fase de desagravio que las técnicas
pragmáticas y la acción simbólica alcanzan, ambas, su más plena expresión.
Porque la sociedad, el grupo, la comunidad, la asociación o cualquier unidad
social, es aquí máximamente “autoconsciente”, y puede alcanzar la claridad de
juicio de alguien que está arrinconado, luchando por su vida. La reparación tiene
también sus rasgos liminales, sus formas de no ser “ni lo uno ni lo otro” (betwixt
and between) y, como tal, suministra una réplica distanciada y una crítica de los
eventos que componen (y que conducen a) la “crisis”. Esa réplica puede hacerse
en la lengua tradicional de los procesos judiciales, o en la lengua metafórica y
simbólica de un proceso ritual, dependiendo de la naturaleza y severidad de la
crisis. Cuando la reparación fracasa, habitualmente ocurre una regresión a la
crisis. En este punto puede que se utilice la fuerza directa, bajo las variadas
formas de la guerra, la revolución, los actos intermitentes de violencia, la
represión o la rebelión. Donde la comunidad perturbada es pequeña y
relativamente débil vis-à-vis la autoridad central, sin embargo, la regresión a la
crisis tiende a convertirse en una cuestión de faccionalismo endémico, latente, sin
confrontaciones abiertas y agudas entre partes consistentemente distintas.
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DRAMAS SOCIALES Y METÁFORAS RITUALES
del campo se habrán alterado: el número de sus partes será diferente, al igual que
su magnitud. Y lo que es más importante, habrá cambiado la naturaleza y la
intensidad de las relaciones entre las partes, y la estructura del campo total. Se
encontrarán oposiciones que devinieron alianzas, y viceversa. Las relaciones
asimétricas se habrán vuelto igualitarias, el status elevado se habrá vuelto bajo, y
viceversa. El nuevo poder se canalizará a través de una nueva autoridad, y la vieja
autoridad será defenestrada. Partes antes integradas se habrán segmentado;
partes antes separadas, se fusionarán. La cercanía devendrá distancia, y
viceversa. Algunas partes no pertenecerán más al campo, otras habrán ingresado
a él. Las relaciones institucionales devendrán informales, las regularidades
sociales se harán irregulares. Nuevas reglas y normas se habrán generado en los
intentos por reprimir el conflicto; viejas reglas habrán caído en desgracia y serán
abolidas. Las bases de sustentación política serán alteradas. Algunos
componentes del campo tendrán más apoyo, otros menos, otros recibirán
sustento nuevo, otros ninguno. La distribución de los factores de legitimación
habrá cambiado, como así las técnicas utilizadas por los líderes para ganar
anuencia. Estos cambios pueden observarse, comprobarse, registrarse, y en
algunos casos también se pueden medir sus índices y expresarlos en términos
cuantitativos.
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Más bien quisiera hacer algo diferente, tan diferente como la “anti-
estructura” es con respecto a la “estructura”, aunque el procesualismo vería que
los dos términos están intrínsecamente relacionados y que quizá —en el sentido
último, no dualista— no son contradictorios. Una ecuación matemática necesita
sus signos menos igual que sus signos mas, sus negativos y sus positivos, el cero
lo mismo que otros números: la equivalencia de dos expresiones se afirma
mediante una fórmula que contiene negaciones. Puede decirse que el
estructuralismo positivo sólo puede devenir procesualismo si acepta el concepto
de anti-estructura social como un operador teorético. No hay nada realmente
místico en todo esto. Znaniecki decía con referencia a lo que él llamaba “sistemas
culturales” que:
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Con estas distinciones en mente veamos lo que tiene que decir Suzuki
Daisetz Teitaro (probablemente el más grande erudito en estudios Zen que escribe
en inglés) sobre el contraste entre prajñã y vijñãna. Suzuki (1967) escribe:
Prajñã siempre busca la unidad en la mayor escala posible, de modo que no pueda
haber una unidad ulterior en ningún sentido; cualquier expresión o afirmación que haga se
halla entonces naturalmente más allá del orden de vijñãna. Vijñãna se sujeta al análisis
intelectual, tratando de encontrar algo comprensible de acuerdo con su propia medida. Pero
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vijñãna no puede hacerlo, por la sencilla razón de que prajñã comienza donde vijñãna no
puede penetrar. Vijñãna, al ser el principio de la diferenciación, no puede ver a prajñã en su
unicidad; es por su misma naturaleza que prajñã es absolutamente desconcertante para
vijñãna.
Cuando escribí The Ritual Process yo no había leído a Suzuki, aunque había
visto citas de sus libros; pero en ese libro, sobre la base de experiencias y
observaciones de campo, de lecturas acerca de experiencias de otros y de los
frutos de la discusión con otras personas, me surgieron numerosas observaciones
sobre la communitas que se asemejan a las de Suzuki a propósito del prajñã. Por
ejemplo: “la communitas es la sociedad experimentada o vista como un comitatus,
comunidad o incluso comunión de individuos iguales, de tipo no estructurado, o
rudimentariamente estructurado y relativamente indiferenciado” (p. 96). Además:
“la communitas es una relación entre individuos concretos, históricos,
idiosincrásicos, una confrontación directa, inmediata y total de identidades
humanas” (pp. 131-132). En otros pasajes yo vinculo la communitas con la
espontaneidad y la libertad, y la estructura con la obligación, lo jurídico, la ley, la
constricción, etc.
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sin imaginación, sin inventividad, sin la habilidad para concebir hipótesis y propuestas, no
podrían ejecutarse más que las operaciones “mecánicas”, es decir, las manipulaciones de
aparatos y la aplicación de algoritmos de computación, el arte de calcular mediante alguna
especie de notación. La invención de hipótesis, el desarrollo de técnicas y el diseño de
experimentos son casos claros de operaciones imaginativas [puramente “liminales”],
opuestas a las operaciones “mecánicas”. No son operaciones puramente lógicas. La lógica
sola es incapaz de conducir a una persona hacia nuevas ideas, como la gramática sola es
incapaz de inspirar poemas, o la teoría de la armonía sola es incapaz de inspirar sonatas. La
lógica, la gramática y la teoría musical nos permiten detectar errores formales y buenas
ideas, así como desarrollar buenas ideas; pero ellas, por así decirlo, no suministran la
“substancia”, la idea feliz, el nuevo punto de vista” (1962: 80).
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1 Pero no Nagarjuna; éste ve la lógica y la intuición como dos expresiones esencialmente iguales de
la única postura adecuada frente a prajñã, el silencio.
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