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1. El sistema financiero
Existen dos tipos principales de intermediarios financieros: los bancarios y los no bancarios.
Los ciudadanos interactúan con el sistema financiero para satisfacer varias necesidades:
Ahorro e inversión: Buscan lugares seguros para sus ahorros y obtener rendimientos, así como
garantizar una jubilación cómoda.
Cobertura de riesgos: Contratan seguros para proteger sus vehículos, hogares, y otras
propiedades.
Medios de pago: Utilizan instrumentos como tarjetas, transferencias y cheques para realizar
compras sin necesidad de usar efectivo.
Nuestra relación con los bancos se centra en cuentas bancarias, ya sea corriente o de ahorro.
Al abrir una cuenta, depositamos dinero, y el banco lo mantiene disponible para nosotros.
Cada cuenta tiene un IBAN. El titular es la única persona autorizada para realizar retiros. Las
cuentas pueden ser individuales o colectivas, estas últimas pueden ser indistintas o conjuntas.
Las entidades financieras nos informan regularmente sobre nuestras transacciones a través de
extractos de cuenta, que muestran movimientos y saldo disponible. Es fundamental verificar
esta información guardando recibos de cajeros automáticos, tiques de compras y recibos de
ingresos y pagos. Esto evita sorpresas desagradables, como descubrir un saldo negativo debido
a gastos no registrados, lo que puede resultar en deudas con el banco y el pago de intereses y
comisiones adicionales. Es importante estar al tanto de la política del banco sobre el pago de
recibos domiciliados sin saldo suficiente en la cuenta para evitar problemas como cortes de
servicios.
Las tarjetas, emitidas por entidades financieras, nos permiten acceder al dinero de nuestra
cuenta bancaria sin necesidad de llevar efectivo. Son ampliamente utilizadas para compras,
pagos, retiros de efectivo y consultas de saldo. Requieren la firma de un contrato con el banco
para su obtención.
Las tarjetas de débito nos permiten acceder directamente al dinero de nuestra cuenta, con los
cargos de compras o retiros retirados inmediatamente. Es necesario tener fondos suficientes
para realizar las operaciones; de lo contrario, la transacción puede ser rechazada o
considerada un descubierto.
Las tarjetas de crédito, por otro lado, permiten realizar compras hasta un límite acordado en el
contrato, sin necesidad de tener fondos disponibles. Las facturas se pagan en plazos previstos
en el contrato, pudiendo elegir entre:
Pago por la totalidad: Se paga la suma total de los gastos del mes al principio del mes
siguiente, sin intereses.
Pago aplazado: Se permite pagar una cuota fija o un porcentaje sobre la deuda cada
mes, con intereses. Este sistema aplaza el pago del crédito concedido, similar a un
préstamo.
4. Las decisiones de ahorro
4.1 ¿de que depende la capacidad de ahorrar?
Ahorrar implica posponer el gasto actual para metas futuras importantes. Esta capacidad de
diferir gratificaciones es clave para alcanzar objetivos, superando incluso al coeficiente
intelectual. Las personas que pueden hacerlo son más propensas al éxito en diversas áreas,
mientras que aquellas que buscan gratificación inmediata tienden a ser más impulsivas y
menos propensas a evaluar las consecuencias a largo plazo.
Para hacer crecer nuestros ahorros, podemos considerar diversas opciones más allá de las
cuentas bancarias diseñadas para la gestión diaria del dinero. Una alternativa de bajo riesgo
son los depósitos a plazo fijo, donde entregamos una suma de dinero a una entidad bancaria a
cambio de un interés durante un período determinado. Cuanto más largo sea el plazo, mayor
será el interés ofrecido. Sin embargo, el dinero no está tan disponible como en las cuentas
bancarias, y retirarlo antes del vencimiento puede acarrear penalizaciones.
Invertir implica asumir más riesgos que simplemente ahorrar. Si bien esperamos obtener una
rentabilidad mayor, también existe la posibilidad de pérdida. Al considerar una inversión,
debemos evaluar la rentabilidad esperada, el riesgo de pérdida y la liquidez del producto
financiero. La rentabilidad está relacionada con el riesgo: a mayor rentabilidad, mayor riesgo y
menor liquidez. Por el contrario, inversiones menos arriesgadas suelen ofrecer menor
rentabilidad y mayor liquidez. Es importante entender y equilibrar estas variables al tomar
decisiones de inversión.
Los índices bursátiles como el IBEX 35, el Dow Jones o el Nasdaq reflejan la evolución de los
precios de las acciones que cotizan en la bolsa. Por ejemplo, el IBEX 35 representa la evolución
diaria de las acciones de las 35 empresas más importantes de España. Estos índices indican si
ha habido más compras que ventas de acciones (la bolsa sube) o viceversa (la bolsa baja). Son
sensibles a noticias que puedan afectar al futuro de las empresas, como cambios en los tipos
de interés o crisis económicas. Por tanto, la bolsa se considera un "barómetro de la salud" de
la economía, ya que puede anticipar lo que va a ocurrir económicamente. Por ejemplo,
durante la crisis de la zona euro en 2011 y 2012, el IBEX 35 reflejó la situación económica al
caer significativamente.
La prima de riesgo es la diferencia entre los tipos de interés de los bonos de un país en crisis y
los de un país solvente, como Alemania. Se calcula comparando los rendimientos de los bonos
a 10 años de ambos países. Por ejemplo, si el bono alemán paga un 0,25 % y el bono español
un 1,25 %, la prima de riesgo sería de 1 punto porcentual o 100 puntos básicos. Mientras
tanto, los índices bursátiles como el IBEX 35 reflejan las expectativas de los inversores sobre el
futuro económico del país. Cuando el IBEX 35 cae, indica desconfianza en la economía,
mientras que una prima de riesgo alta refleja miedo al impago de la deuda.