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Tras dejar al ciego, Lázaro andaba por la calle como un mendigo, y encontró a un clérigo que
necesitaba ayudante para dar misa y se quedó con el.
Éste era muy avaro, trataba muy mal a lázaro y apenas le daba de comer.
En toda la casa del clérigo, no hay apenas comida, lo único que hay es una ristra de cebollas,
escondida en una habitación, bajo llave. El clérigo le daba una de estas cebolla a Lázaro, cada
cuatro días. El clérigo a diario come carne, y los sábados, manda a Lázaro a comprar una
cabeza de carnero, que costaba tres maravedís. El clérigo se comía los ojos, la lengua, los sesos
y el resto de carne y solo le dejaba los huesos roídos al pequeño.
Lázaro, pasa tanta hambre que hay varias ocasiones en las que dice que esta al borde de la
muerte:
- Vi que iba claramente a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaban.
- No fui capaz de cogerle una blanca durante todo el tiempo que viví con el, o mejor, morí.
- Porque estaba seguro de que bajaría otro peldaño más hacia la tumba, y entonces adiós
Lázaro.
En la casa, hay un arca, cerrada con llave, en la que el clérigo guarda pedazos de pan.
Debido a la hambruna que pasa Lázaro, un día, le hizo un agujero al arca por un lateral y le hizo varios rasguños al
arca y al pan, para que pareciera que había sido obra de ratones, y de esta manera, consiguió comer algo de pan,
pero cuando el clérigo se dio cuenta, y se creyó que posiblemente fueran ratones, coloco ratoneras en el arca, cosa
que fue de agrado para el muchacho, ya que también se comía el queso que había en ellas. Cuando el clérigo se dio
cuenta de que no había cebo y no había ningún ratón, empezó a sospechar. Al día siguiente, el clérigo se fue de
casa a hacer unos recados y llamó a la puerta un calderero, que preguntó si había algo que arreglar, y Lázaro le
pidió hacer una copia de la llave del arca, la cuál escondió entre la paja donde dormía. Siempre que el clérigo
marchaba, Lázaro podía abrir el arca y comer un pedazo de pan, sin que se notase mucho que faltaba. El clérigo
ahora sospechaba de que quien se comía los panes era una serpiente. Una noche, Lázaro, con miedo de que su amo
encontrara la llave, se la metió en la boca cuando se fue a dormir, y por la noche, la llave hacía un silbido cuando
el respiraba. Al oír el ruido, el clérigo se puso en busca de la serpiente con un gran palo. Le dio tal garrotazo a
Lázaro, que estuvo en cama durante 15 días.
Cuando Lázaro por fin estuvo bien, el clérigo le dijo:
- Lázaro, desde hoy eres libre. Ya no estás a mi servicio. Así que búscate a otro amo y vete con dios. Yo no quiero
en mi compañía a un criado tan diligente como tu. Tienes que haber sido mozo de ciego, sino, no me lo explico.
Lázaro, poco a poco, llegó a Toledo y se le cerró la herida.