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¿Qué es el estrés?
Todas las personas han experimentado estrés en algún momento de sus vidas.
Algunas situación sobrepasan los recursos con los que cuenta el individuo para
resolverlas, lo que desencadena un proceso de estrés. Sin embargo, éste en sí mismo
no es negativo ni peligroso para la salud, por el contrario, consiste en un proceso
beneficioso que mejora la actuación frente a los acontecimientos difíciles.
El estrés es el conjunto de reacciones fisiológicas, cognitivas y conductuales
que preparan al organismo para responder de manera rápida y eficiente a las
demandas del entorno. Evolutivamente, es una respuesta defensiva que impulsa al
individuo hacia la lucha o la huida.
El proceso de estrés comienza cuando el cerebro interpreta una situación
como potencialmente peligrosa o amenazante y activa distintas áreas, como la
amígdala. Ésta, a su vez, estimula la hipófisis generando una descarga hormonal, se
produce la secreción de adrenalina y noradrenalina, sustancias que aumentan la
frecuencia cardíaca y la presión arterial, y de cortisol, que genera un estado de
alerta y vigilancia, facilitando que la atención se focalice en la amenaza e inhibiendo
momentáneamente el sistema inmunológico, teniendo en cuenta que en momentos
de estrés, es más importante defenderse de los peligros externos que de los internos.
Además, el aumento del ritmo cardíaco y la constricción o dilatación de
ciertos vasos sanguíneos hacen que el oxígeno y la glucosa se desplacen hacia el
cerebro y los músculos, preparándolos para correr o defenderse. También se activan
los procesos cognitivos, disminuye la percepción del dolor y se detienen las
actividades fisiológicas que no resultan necesarias en el momento, como el
crecimiento y la digestión.
A corto plazo, estas reacciones pueden resultar útiles y beneficiosas porque
ayudan a superar la situación que ocasiona el estrés. Es la manera que tiene el
cuerpo para protegerse a sí mismo y mantenerse alerta frente a los cambios en el
ambiente que puedan constituir un peligro, anticipando las necesidades y los recursos
para afrontarlos.
Sin embargo, en la sociedad actual, con sus múltiples avances, estas
reacciones pueden resultar desadaptativas, debido a que los problemas a los que
deben enfrentar las personas no siempre pueden o deben resolverse con
comportamientos de lucha o evitación. Generalmente, cuando las personas imaginan
una situación estresante, lo asocian con algo negativo, como la muerte de un ser
querido, una enfermedad o la pérdida de un trabajo; pero también hay
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acontecimientos positivos que pueden generar estrés, como una mudanza, un
ascenso en el trabajo que implica más responsabilidades, organizar un casamiento o
el nacimiento de un hijo.
Es muy frecuente que las personas utilicen los términos ansiedad y estrés
como sinónimos, ya que ambos se expresan como una reacción emocional intensa
acompañada de una alta activación fisiológica, no obstante, estos conceptos
presentan algunas diferencias. En este sentido, el estrés es un proceso más amplio de
adaptación al medio, mientras que la ansiedad es una emoción de alerta frente a una
amenaza. Es decir, la ansiedad es una de las emociones que se pueden presentar
durante el proceso de estrés, pero no es la única.
Los individuos que padecen ansiedad se preocupan durante largos períodos del
día acerca de eventos futuros que son poco probables, éstos ocupan toda su atención
y les impide concentrarse en otra cosa, generando un gran malestar. Por el contrario,
las personas que sufren estrés pueden encontrarse preocupadas por eventos futuros
pero el estrés en sí mismo es el resultado de una sobreactivación de la capacidad
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física, no solo a nivel cognitivo o de los pensamientos. Es decir, en este último caso,
la persona termina estresada porque constantemente está forzando a su organismo
para cumplir con demandas excesivas y que sobrepasan sus recursos.
¿Cómo afecta
el estrés a la salud?
Las reacciones
de estrés del organismo
no son perjudiciales
para la salud en sí
mismas, más bien se
trata de una respuesta
que permite contar con
recursos excepcionales
para enfrentar
demandas ambientales
muy exigentes. Sin
embargo, cuando esta
respuesta aparece de
forma muy intensa,
frecuente y duradera puede acarrear consecuencias negativas debido a que el cuerpo
se mantiene alerta incluso en ausencia de un peligro. El estrés se vuelve crónico
porque el proceso no se detiene, sometiendo al cuerpo a un sobreesfuerzo
prolongado, que se acompaña de una serie de reacciones emocionales desagradables,
como ansiedad, enojo o tristeza.
Teniendo en cuenta las consecuencias físicas del estrés crónico, se pueden
presentar dolores de cabeza, resfriados frecuentes, alergias, dolores en el cuello o la
espalda, indigestión, problemas gastrointestinales o cáncer. La hipertensión y la
taquicardia crónica son dos de las principales consecuencias a largo plazo que,
sumadas a hábitos perjudiciales como el sedentarismo, tabaquismo o una mala
alimentación, pueden provocar infartos de miocardio o accidentes cerebro
vasculares. Además, el estrés a largo plazo puede afectar al sistema inmunológico,
dejando expuesta a la persona frente a diversos virus o bacterias, y ocasionando
dolores musculares, erupciones en la piel, irritación de la garganta, ganglios
inflamados, sensación de cansancio y decaimiento.
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A nivel conductual, las emociones desagradables pueden impulsar a la persona
a buscar alivio en comportamientos poco saludables como el consumo de sustancias
psicoactivas o alcohol, la ingesta excesiva de alimentos y cambios en los hábitos de
sueño o descanso.
Por último, considerando los aspectos psicológicos, el estrés puede
desencadenar crisis nerviosas recurrentes, sentimientos de depresión, ansiedad,
nerviosismo, tensión, agitación, falta de energía, problemas de concentración y
memoria, que en muchas ocasiones puede interferir en las actividades laborales y de
la vida diaria o generar infelicidad en los vínculos afectivos cercanos.
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una amenaza para la persona, o a la emoción, cuando el individuo no modifica la
situación por considerar que esto no es posible, sino que pone en marcha conductas
evitativas y busca un alejamiento o manejo a nivel no real, como un intento de
regular la emoción. Esta última estrategia puede ser un mecanismo sano de
adaptación cuando parte de la aceptación de la realidad, al asumir que hay
situaciones irresolubles o irreversibles, permitiendo desarrollar la capacidad de
tolerancia a la frustración.
En función de lo expuesto anteriormente, algunas personas pueden considerar
el estrés como una experiencia positiva en sus vidas, placentera y estimulante, que
los anima a enfrentar los desafíos que se presenten con la confianza de contar con
las capacidades para superarlos con éxito.
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➢ Recurrir a terapia psicológica si considera que el estrés es excesivo, provoca
un intenso malestar, implica consecuencias negativas para su salud física y
emocional o interfiere en sus vínculos interpersonales.