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ESTRÉS

El estrés (del latín stringere ‘apretar’ a través de su derivado en inglés stress ‘fatiga
de material’) es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego
diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como
amenazante o de demanda incrementada. Fisiológica o biológica es la respuesta de
un organismo a un factor de estrés tales como una condición ambiental o un
estímulo. El estrés es el modo de un cuerpo de reaccionar a un desafío. De acuerdo
con el evento estresante, la manera del cuerpo a responder al estrés es mediante
el sistema nervioso simpático de activación que da lugar a la respuesta de lucha o
huida. Debido a que el cuerpo no puede mantener este estado durante largos
períodos de tiempo, el sistema parasimpático tiene tendencia a hacer regresar al
cuerpo a condiciones fisiológicas más normales (homeostasis). En los humanos, el
estrés normalmente describe una condición negativa (distrés) o por el contrario una
condición positiva (eustrés), que puede tener un efecto mental, físico e incluso de
bienestar o malestar en un ser humano, o incluso en otra especie de animal.
El estrés puede definirse como un conjunto de reacciones fisiológicas que se
presentan cuando una persona sufre un estado de tensión nerviosa, producto de
diversas situaciones en el ámbito laboral o personal: exceso de trabajo, ansiedad,
situaciones traumáticas que se hayan vivido, etc. El estrés es la respuesta física o
mental a una causa externa, como tener muchas tareas o padecer una enfermedad.
Un estresor o factor estresante puede ser algo que ocurre una sola vez o a corto
plazo, o puede suceder repetidamente durante mucho tiempo. El estrés es un
sentimiento de tensión física o emocional. Puede provenir de cualquier situación o
pensamiento que lo haga sentir a uno frustrado, furioso o nervioso. El estrés es la
reacción de su cuerpo a un desafío o demanda. En pequeños episodios el estrés
puede ser positivo, como cuando le ayuda a evitar el peligro o cumplir con una fecha
límite. Pero cuando el estrés dura mucho tiempo, puede dañar su salud. Se puede
definir el estrés como una enfermedad producto de una inadaptación a una
sociedad competitiva, cambiante y provocado por el éxito o el fracaso, la salud o
la enfermedad, la alegría o la tristeza, es decir, todo acontecimiento de la vida
personal o social al que el organismo da una respuesta inadecuada. Es una
sensación de incapacidad para asumir los retos que presenta la vida cotidiana, es
decir que el entorno rebasa las posibilidades de respuesta de la persona, lo que
causa una serie de reacciones de tipo fisiológico, cognitivo y psicomotor en la
misma. Se relaciona con la angustia, la depresión, las inadaptaciones sociales,
la somatización. El estrés "malo" es causa y consecuencia de múltiples problemas
de salud y presenta síntomas diferentes en cada persona, de ahí que existan tantas
maneras de resolverlo o "afrontarlo" según los especialistas. En las situaciones
de estrés, es más importante la idea que se tiene de los problemas, que los
problemas en sí mismos, lo cual a veces trae apreciaciones erróneas de la realidad,
aumentando la sensación de angustia e impotencia. El estrés "bueno", ese que
proviene de los pequeños retos cotidianos, y que nos ayuda a ser mejores de alguna
manera, también debe ser dosificado, pues al procurarnos continuos retos, podemos
caer en el exceso y derivar en el otro tipo de estrés. El estrés es un estado de
tensión física y emocional originado como reacción a una estímulo o presión, ya sea
positivo o negativo. Se trata de un estado de defensa que, en pequeñas dosis,
ayuda al organismo a reaccionar y adaptarse a los acontecimientos. Un nivel de
estrés normal se considera sano e incluso positivo ya que ayuda a estimular a las
personas para actuar ante los estímulos de la vida diaria. Sin embargo, cuando
el estrés es excesivo o no se controla adecuadamente puede producir problemas
de desgaste mental, como irritabilidad y ansiedad, o trastornos psicosomáticos. Un
trastorno psicosomático es una enfermedad fisiológica originada por causas
emocionales, generalmente por el estrés. Algunos de los trastornos psicosomáticos
más frecuentes provocados por el estrés son dolores de cabeza, insomnio, tensión
muscular, problemas digestivos y cardíacos, mareos, etc. El estrés es la forma en la
que reacciona nuestro cuerpo a cualquier tipo de presión o amenaza. Al sentir el
peligro, ya sea real o imaginario, nuestro cuerpo reacciona en un proceso rápido y
automático conocido como la reacción de “lucha o huida”. Esta es la manera en la
que nuestro cuerpo nos protege. Cuando hay un correcto equilibrio, nos ayuda a
mantener la concentración, nos sentimos con energía y estamos alerta. En
situaciones de emergencia, el estrés puede salvar nuestra vida, nos permite
defendernos, por ejemplo, si manejamos nuestro auto, podemos frenar para evitar
accidentes o si hay un sismo, nos podemos poner en un lugar seguro.

EL ESTRÉS PUEDE AFECTAR A PERSONAS DE CUALQUIER EDAD, GÉNERO Y


CIRCUNSTANCIAS PERSONALES. Si bien es cierto que, el estrés nos puede
ayudar, también nos puede perjudicar y causar gran daño a nuestra salud, ya que se
altera nuestro estado de ánimo, nuestra productividad, nuestras relaciones y nuestra
calidad de vida. El estrés incluye “distrés”, con consecuencias negativas para el
sujeto sometido a estrés, y 'eustrés', con consecuencias positivas para el sujeto
estresado. Es decir, hablamos de eustrés cuando la respuesta del sujeto al estrés
favorece la adaptación al factor estresante. Por el contrario, si la respuesta del sujeto
al estrés no favorece o dificulta la adaptación al factor estresante, hablamos de
distrés. Por poner un ejemplo: cuando un depredador nos acecha, si el resultado es
que corremos estamos teniendo una respuesta de eustrés (con el resultado positivo
de que logramos huir). Si por el contrario nos quedamos inmóviles, presas del terror,
estamos teniendo una respuesta de distrés (con el resultado negativo de que somos
devorados). En ambos casos ha habido estrés. Se debe tener en cuenta, además,
que cuando la respuesta al estrés se prolonga demasiado tiempo y alcanza la fase
de agotamiento, estaremos ante un caso de distrés. El estrés puede contribuir,
directa o indirectamente, a la aparición de trastornos generales o específicos del
cuerpo y de la mente. En primer lugar, esta situación hace que el cerebro se ponga
en guardia. La reacción del cerebro es preparar el cuerpo para la acción defensiva.
El sistema nervioso se centra en el estímulo potencialmente lesivo y las hormonas
liberadas, activan los sentidos, aceleran el pulso y la respiración, que se torna
superficial y se tensan los músculos. Esta respuesta (a veces denominada reacción
de lucha o huida) es importante, porque nos ayuda a defendernos contra situaciones
amenazantes. La respuesta se programa biológicamente. Todo el mundo reacciona
más o menos de la misma forma, tanto si la situación se produce en la casa como en
el trabajo. Los episodios cortos o infrecuentes de estrés representan poco riesgo.
Pero cuando las situaciones estresantes se suceden sin resolución (es decir, en
casos de distrés), el cuerpo permanece en un estado constante de alerta, lo cual
aumenta la tasa de desgaste fisiológico y carga alostática lo cual conlleva a la fatiga
o directamente al daño físico, y la capacidad del cuerpo para recuperarse y
defenderse se puede ver seriamente comprometida. Como resultado, aumenta el
riesgo de lesión o enfermedad.

RELACIÓN DEL ESTRÉS CON OTRAS ENFERMEDADES: Es desconocido el


papel exacto del estrés en la causa de enfermedades. No obstante, está claro que el
estrés puede tener consecuencias como debilitar temporalmente su sistema
inmunitario. Si su cuerpo está sometido a demasiado estrés, puede sentirse
agotado. Con el tiempo, los productos químicos que se liberan en momentos de
estrés, y los cambios que producen en su cuerpo, pueden dañar seriamente su
salud. A la larga, esto puede significar que usted tiene mayor riesgo de un ataque
cardíaco o un accidente cerebrovascular. El estrés crónico (de largo plazo) también
puede contribuir a la ansiedad y la depresión. Usted también puede estar más
expuesto a factores de riesgo para enfermedades cuando se siente estresado. Por
ejemplo, los fumadores pueden fumar más si están estresados, y las personas que
beben alcohol para aliviar el estrés pueden acabar dependiendo de él.

Estrés Postraumático: El estrés postraumático puede afectar a cualquiera que haya


pasado por una experiencia extremadamente difícil o violenta, tal como
presenciar un desastre o muerte, estar involucrado en un grave accidente de
automóvil, o ser sobreviviente de un incendio. Las personas que sufren de estrés
postraumático pueden experimentar cualquiera de los síntomas enumerados.
También pueden sentir una mezcla de emociones tales como miedo, vergüenza,
depresión, culpabilidad o ira, y recuerdos o imágenes recurrentes que pueden
obsesionarles o conducir a pesadillas. Estos sentimientos pueden durar semanas,
meses o incluso años después del suceso traumático que los provocó. Hay
disponible tratamiento de especialistas, posiblemente con medicinas y terapias
psicológicas.¿ES MALO EL ESTRÉS? El estrés no siempre es malo, en dosis
pequeñas, puede ayudarnos a trabajar bajo presión y nos puede llegar a motivar a
hacer las cosas lo mejor posible. Pero cuando se está en constante estrés, nuestra
mente y cuerpo pagan el precio. Si usted se siente frecuentemente cansado y
abrumado, es el momento de tomar medidas para que nuestro sistema nervioso
encuentre el equilibrio. ¿QUÉ SUCEDE CUANDO NUESTRO CUERPO SE
ESTRESA? La famosa respuesta de lucha o huida. Cuando nos sentimos
amenazados, nuestro sistema nervioso responde liberando hormonas que nos
ayudan a enfrentar el estrés, como la adrenalina y el cortisol, que despiertan el
cuerpo para la acción de emergencia. Sentimos que nuestro corazón late más
rápido, nuestros músculos se tensan, nuestra presión arterial aumenta, se nos
acelera la respiración y nuestros sentidos se agudizan. Estos cambios físicos
aumentan nuestra fuerza y resistencia, nuestro tiempo de reacción es muy rápido, es
decir, estamos preparados para luchar o huir del peligro que se nos presente. LOS
EFECTOS DEL ESTRÉS: Cuando nos encontramos muy estresados, nuestro
sistema nervioso no es muy bueno en distinguir entre las amenazas físicas y
emocionales. Si tendemos a estresarnos con frecuencia, lo cual es muy común en la
actualidad, nuestro cuerpo estará en un estado de estrés la mayor parte del tiempo.
Y eso puede llevarnos a tener graves problemas de salud. El estrés crónico altera
casi todos nuestros sistemas en el cuerpo. El estrés crónico suele suprimir nuestro
sistema inmunológico, causar malestar digestivo y reproductivo, aumentar el riesgo
de ataque cardíaco y accidentes cerebrovasculares, así como también acelerar el
proceso de envejecimiento. Nos hace más vulnerables a la ansiedad, la depresión y
otros problemas de salud mental. SÍNTOMAS DE ESTRÉS: El estrés se puede
manifestar de diferentes formas, en función del tipo de estrés que se sufra o de la
fase en que se encuentra cada persona. De este modo se intensifican a medida que
se agrava y pasa de ser agudo a agudo episódico o crónico, o cuando sobrepasa la
fase de alarma y se instala en la de resistencia o agotamiento.
En cualquier caso, los síntomas pueden ser de diferentes tipos: 1) Físicos: los
síntomas de este tipo son muchos y muy variados, dependiendo de cada persona y
del tipo de estrés que esta sufra: *Sudoración excesiva, especialmente en las
manos, Pies manos fríos, Tensión muscular, generalmente en la espalda y el cuello
(contracturas), Alteración de la respiración, Hormigueo en el estómago, Calambres
intestinales, Diarrea o estreñimiento, Náuseas, Palpitaciones, Aumento de la
frecuencia cardiaca, Incremento de la tensión arterial, Dolores de cabeza de tipo
migrañoso, Opresión en el pecho, Dificultad para tragar, Sequedad de boca,
Aparición de llagas en la mucosa oral, Exacerbación de eccemas, Temblor, Manos y
pies fríos, Disfunción sexual, Ausencia o aumento del apetito, Cansancio. 2)
Emocionales: Inquietud, Estado de nerviosismo, Miedo o pánico, Angustia, Ganas
de llorar, Cambios de humor, Irritabilidad, Preocupación desproporcionada,
Ansiedad, Depresión, Deseos de gritar, Agresividad.
3) Conductuales: No parar de moverse, Risa nerviosa, Llanto, Bruxismo, Actitud
brusca en el trato con otras personas, Irritabilidad, Aparición de tics nerviosos,
Trastornos en la actividad sexual, como ausencia del deseo sexual, Alteraciones del
sueño (insomnio o dormir en exceso), Necesidad de comer compulsivamente o
pérdida del apetito, Tics nerviosos, Problemas sexuales, Comer en exceso o dejar
de hacerlo, Beber o fumar más de lo que se hace habitualmente. 4) Cognitivos:
Dificultad para concentrarse, Alteraciones de la memoria, No ser capaz de tomar
decisiones, Pensamientos repetitivos, Ideas catastróficas, Lentitud en el desarrollo
del pensamiento lógico, Sensación de verse superado por la situación, Sensación de
fracaso, Necesidad de que suceda algo que acabe de un plumazo con la situación.
Otro problema frecuente es que cuando una persona adquiere conciencia de que
está sufriendo una situación de estrés, los síntomas pueden agudizarse al sentirse
incapaz de controlarlo. Lo importante es saber que el estrés puede tratarse,
especialmente cuando se trata de un estrés agudo esporádico o de un estrés
crónico, por lo que es conveniente buscar la ayuda de un especialista. CÓMO
CONTROLAR EL ESTRÉS:Hay otras acciones que usted puede llevar a cabo para
ayudar a prevenir o manejar mejor el estrés. * Administre su tiempo con más eficacia
y dé prioridad a los trabajos más importantes. * Adopte un estilo de vida más
saludable, rico en frutas y verduras, y asegúrese de dormir lo suficiente. * Conozca
sus limitaciones; no se comprometa demasiado. * Descubra lo que hace que se
sienta estresado y trate de cambiar sus pensamientos y comportamiento para
reducir el estrés; hablar con un amigo o miembro de la familia puede ayudar para
esto. * Trate de evitar las situaciones que lo enojen o molesten. * Acepte las cosas
que no puedo cambiar y concéntrese en las cosas que puede controlar.
* Dese tiempo para las actividades que le gustan y para las cosas que te ayudan a
relajarte; es más propenso a descuidar este aspecto de su vida si se encuentra
estresado. * Encuentre tiempo para reunirse con amigos y divertirse; planifique hacer
algo que disfrute. * Desarrolle una manera de pensar positiva; mire los problemas de
manera diferente o coméntelos con alguien. * No beba demasiado alcohol o cafeína,
ni consuma drogas ilegales para hacer frente a los problemas; a largo plazo, estas
cosas le harán sentirse peor. * También puede aprender técnicas para manejar el
estrés con libros y audios de autoayuda, o asistiendo a un curso de manejo del
estrés. Para algunas personas los métodos de meditación como el yoga y el tai chi
resultan efectivos para reducir el estrés y la ansiedad. El yoga puede ayudarle a
controlar la respiración y a relajarse mentalmente.
CAUSAS DEL ESTRÉS:Las situaciones que causan estrés son conocidas como
factores de estrés. Generalmente pensamos que el estrés solo es ocasionado por
situaciones negativas, como un ritmo de trabajo duro o una relación difícil. Pero
también, situaciones positivas nos pueden ocasionar estrés, como una boda, la
llegada de un bebé o planear un viaje. Es importante aclarar que no todo el estrés es
causado por factores externos. El estrés también puede ser interno o autogenerado,
como por ejemplo cuando nos preocupamos excesivamente de algo que puede o no
suceder, o tenemos pensamientos irracionales y pesimistas acerca de nuestra vida.
Por último, pero no menos importante, es mencionar que una de las causas del
estrés depende de la percepción de cada uno de nosotros. Lo que es estresante
para ti puede no perturbar a otra persona; incluso el otro puede disfrutarlo. Por
ejemplo, manejar un automóvil, para mí es algo estresante, pero para otras personas
puede ser algo relajante, quizás les permite más tiempo para pensar y disfrutar de la
música mientras conducen. Todo tipo de situaciones pueden causar estrés. Estos
pueden incluir: 1 Causas externas: Grandes cambios, Trabajo o la escuela,
Dificultades en las relaciones, Problemas financieros, Estar demasiado ocupado, La
familia. 2 Causas internas: Pesimismo, Incapacidad para aceptar la incertidumbre,
pensamiento rígido, la falta de flexibilidad, El diálogo interno negativo, Las
expectativas poco realistas / perfeccionismo, Actitud Todo o nada, las exigencias del
trabajo, cambios en los patrones de trabajo o inseguridad en el mismo, exámenes,
preocupaciones económicas, las relaciones con los socios, hijos u otros miembros
de la familia, divorcio, desempleo, mudanza, pérdida de un ser querido El estrés
también puede ser causado por una acumulación de pequeñas cosas a través del
tiempo, por ejemplo, no sentirse valorado en su trabajo o tener un hijo cuyo
comportamiento sea difícil de tratar. A veces no hay una causa clara del estrés.
Trate de reconocer la diferencia entre el estrés temporal, que suele desaparecer una
vez que el problema en cuestión se resuelve, y el estrés a largo plazo que puede ser
perjudicial para usted, su salud y los que le rodean.
PROBLEMAS DE SALUD QUE NOS PUEDE CAUSAR EL ESTAR ESTRESADO(A):
Depresión y ansiedad, El dolor muscular de cualquier tipo, Problemas para dormir,
Enfermedades autoinmunes, como ejemplo: Enfermedad celíaca, Lupus, Diabetes,
entre otros, Problemas digestivos, Enfermedades de la piel, Enfermedad del
corazón, Problemas de peso, Dificultades reproductivas, Problemas de memoria.
DIAGNÓSTICO DEL ESTRÉS: No existe una prueba específica para diagnosticar el
estrés. Si usted piensa que está estresado o si se siente muy ansioso, hable con su
médico. Su médico generalmente reconocerá los síntomas del estrés y le dará
asesoramiento para afrontarlo. Su médico también puede referirlo a un orientador si
lo necesita. Podría sentirse reacio a pedir ayuda si se encuentra estresado o se
siente bajo presión, pero no tenga miedo de hablar con su médico, amigos o
familiares. Es importante reconocer los síntomas de estrés para aprender a
manejarlo y empezar a sentirse mejor.
TRATAMIENTO DEL ESTRÉS: Para poder hacer frente al estrés, es importante
reconocer los síntomas y darse cuenta de que le está causando problemas. Hay
varias maneras de reducir el impacto que el estrés puede tener en usted. Si no
funcionan, su médico puede recomendarle otras opciones, como terapia cognitivo
conductual (TCC) o medicamentos. MEDICAMENTOS PARA EL ESTRÉS: A veces,
según la intensidad del estrés, su médico podría recetarle antidepresivos. Si bien los
antidepresivos se usan principalmente para tratar la depresión, muchos de ellos
pueden recetarse para otras afecciones, tales como distintas formas de ansiedad
TERAPIAS COMPLEMENTARIAS: Si usted padece estrés con facilidad, o con
frecuencia siente ansiedad, es importante aprender a reducir estos factores.
Posiblemente le resulte útil aprender técnicas de relajación, como ejercicios de
respiración y meditación para ayudarle a relajarse y a controlar las situaciones
estresantes. Los masajes y la aromaterapia pueden promover la sensación de
bienestar y proporcionar un entorno relajante que puede ayudarle a relajarse. Existe
poca evidencia científica que demuestre que la aromaterapia sea o no un
tratamiento eficaz para el estrés, aunque existen pruebas anecdóticas que respaldan
su uso. La aromaterapia puede no ser adecuada para todas las personas. Podría
encontrar utilidad los remedios herbolarios, pero es importante recordar que
"recursos naturales" no quiere decir "inofensivos". Los remedios naturistas contienen
ingredientes activos, y pueden tener interacción con otros medicamentos o producir
efectos secundarios. No empiece a tomar ningún remedio a base de hierbas sin
primero consultar a su médico o farmacéutico. La disponibilidad y el uso de los
distintos tratamientos pueden variar de un país a otro. Consulte a su médico acerca
de sus opciones de tratamiento. ¡Muévete!: Comenzar a subir nuestro nivel de
actividad física es algo fácil que podemos empezar a hacer para ayudarnos a
nosotros mismos y sentirnos mejor. El ejercicio regular puede levantar nuestro
estado de ánimo y servir como una distracción de las preocupaciones, el cual
permite romper el ciclo de pensamientos negativos que alimentan el estrés. Los
ejercicios rítmicos como caminar, correr, nadar y bailar son particularmente eficaces,
sobre todo si se hacen con atención plena (centrar nuestra atención en las
sensaciones físicas que experimentamos mientras nos movemos). Aprende a
relajarte: No se puede eliminar por completo el estrés de nuestras vidas, pero se
puede controlar. Las técnicas de relajación como el yoga, la meditación y la
respiración profunda activan una respuesta de relajación del cuerpo, provocando un
estado de sosiego contrario al estrés. Cuando se practica regularmente, estas
actividades conducen a una reducción en los niveles de estrés, un impulso en los
sentimientos de alegría y serenidad. También propician el aumento de la capacidad
de mantener la calma y controlar la presión.
Come saludable: Los alimentos que comemos pueden mejorar o empeorar nuestro
estado de ánimo y afectar la capacidad de hacer frente a los factores estresantes de
la vida. Tener una mala dieta entre carbohidratos refinados y alimentos azucarados
puede empeorar los síntomas de estrés. Comer una dieta rica en frutas y verduras
frescas, proteínas de alta calidad y grasas saludables (aceite de oliva, nueces,
semillas, palta, etc.) especialmente los ácidos grasos omega-3 (como el pescado),
puede ayudar a mejorar nuestro estado de ánimo. Conectar con los demás o buscar
una red de apoyo: El simple hecho de hablar cara a cara con otra persona, nos
puede ayudar a liberar las hormonas que alivian el estrés cuando nos sentimos
incómodos o inseguros. Aunque sea un breve intercambio de palabras amables o
una mirada amistosa de otro ser humano puede ayudar a calmar y suavizar nuestro
sistema nervioso. Así que, pasar tiempo con personas que te hacen sentir bien nos
ayudará a afrontar el estrés. Si no tenemos alguna o ninguna relación cercana, o
esas relaciones son la fuente de estrés, podemos buscar ayuda por parte de algún
profesional de la salud mental, la terapia cognitiva conductual es una excelente
opción para tratar temas de estrés. Pero si lo tuyo es un estrés crónico, también
sería conveniente la visita a algún psiquiatra para ayudar con medicamentos.
Recuerda que es importante llevar terapia psicológica y ayuda médica psiquiátrica a
la par, somos seres biopsicosociales, así que debemos tratarnos de manera
multidisciplinar.

TIPOS DE ESTRÉS: 1 Estrés Positivo: El estrés no siempre es negativo, y por


estrés positivo se puede entender aquellas reacciones fisiológicas ligadas al estrés
pero que nos hacen estar motivados y con más energía. En muchas ocasiones un
punto controlado de estrés es muy bueno para que demos el máximo de nosotros
mismos. 2 Estrés Negativo: El estrés negativo es aquel que asociamos
generalmente con el concepto de “estrés”. También conocido como distrés, el estrés
negativo es aquel que no va asociado a sensaciones positivas de motivación y
energía, sino a la sensación de que algo va a salir mal. Es el estrés ganando la
partida e inhibiendo nuestras facultades. Nos hace anticiparnos a una amenaza
creyendo que el desenlace va a ser negativo para nosotros, por lo que la ansiedad
empieza a tomar el control, nos desequilibra, neutraliza nuestras habilidades, nos
genera emociones negativas de tristeza y de ira y, en definitiva, reduce las
posibilidades de que salgamos con éxito de esa situación. 3 Estrés Agudo: El
estrés agudo es aquel que 9 de cada 10 personas experimentan, mínimo, una vez al
año. Se trata de, como su propio nombre indica, una situación puntual en la que, por
distintas causas, experimentamos un episodio momentáneo de estrés. Se trata de
un estrés a corto plazo que, además, desaparece rápidamente. Pudiendo ser
positivo o negativo, el estrés agudo puede surgir en los momentos antes de una
entrevista de trabajo o de un examen importante, antes de salir a jugar un partido de
fútbol, cuando estamos peleando con nuestra pareja, cuando creemos que nos
están siguiendo por la calle, etc. Los desencadenantes son muy variados, pero no
hay un trastorno de fondo, pues este estrés agudo es una reacción normal del
organismo.
4 Estrés Crónico: La forma más grave de estrés. El estrés crónico es aquel que no
se caracteriza por la aparición recurrente de episodios de estrés agudo, sino que la
persona vive inmersa en un continuo estado de estrés del que no puede salir.
Cuando el estado de estrés continúa por semanas o meses, hablamos de estrés
crónico. Ahora bien, sus desencadenantes suelen ser situaciones extremas: guerras,
secuestros, encarcelamientos, pobreza extrema. Es una forma de estrés que,
estando ligada a la máxima desesperanza, es la más destructiva de todas, dejando
unas secuelas físicas y emocionales cuyos efectos se alargan durante toda la vida.
De hecho, está claramente asociado a la depresión, al aumento del riesgo de
suicidio, a la inseguridad extrema, a las enfermedades digestivas, cutáneas y
cardíacas e incluso al cáncer. 5 Estrés Físico: Tendemos a pensar en la vertiente
más psicológica del estrés. Y aunque realmente sea esa la que se adhiere más a la
definición, el estrés puede ser también meramente físico. El estrés físico es el
conjunto de alteraciones fisiológicas que se producen a nivel orgánico por la
influencia de estímulos mecánicos o químicos. Estamos hablando, pues, de las
lesiones y de sus síntomas. Los traumatismos, el frío, las fracturas óseas, la fatiga,
los desequilibrios hormonales, las infecciones, las cirugías, la deshidratación, el
abuso de sustancias, la falta de oxígeno, la contaminación ambiental. Son muchos
los desencadenantes que pueden dejar a nuestro cuerpo en estado de estrés físico
sin que haya ese componente de ansiedad. 6 Estrés Psicológico: El estrés
psicológico es el más conocido y es el que está ligado a reacciones emocionales y
cognitivas vinculadas al estrés. Son todas aquellas reacciones desagradables que
experimentamos a nivel psicológico cuando percibimos una amenaza y que, como
hemos visto, pueden ser positivas (si nos ayudan) o negativas (si nos inhiben). El
miedo, la frustración, la tristeza, la rabia, la culpa, el exceso de información, el
ajetreado ritmo de vida, la envidia, la autocrítica, la ansiedad, los ataques de pánico,
las exigencias de la sociedad. Son muchos los desencadenantes que pueden dar
lugar a este estrés psicológico. 7 Estrés Psicosocial: El estrés psicosocial es una
forma de estrés psicológico que surge de problemas más o menos graves en lo que
a nuestras relaciones personales se refiere. Sus desencadenantes no se encuentran
en nosotros mismos, sino en las relaciones que tenemos y, por lo tanto, puede ser
más difícil de manejar que el meramente psicológico. Estar sin trabajo, haber
perdido a un ser querido, estar pasando por una ruptura amorosa o un divorcio,
sentirse solo, tener problemas familiares o con amigos. Son muchos los
desencadenantes que pueden dar pie a este estrés vinculado a nuestra vertiente
más social. 8 Estrés Psicoespiritual: El estrés psicoespiritual es aquel que se
experimenta en momentos de crisis existencial, de dudar de los valores de uno
mismo, de no encontrar un camino en la vida, de tener dificultades para encontrar la
felicidad y, en definitiva, circunstancias asociadas al concepto más espiritual de
nuestra psicología.
ESTRÉS EN EL MUNDO ACTUAL: Con el acontecimiento actual del corona-virus,
en todas partes del mundo aumentó el estrés social. Tanto en el tema económico,
como en la responsabilidad que debemos tener para mantenernos seguros a
nosotros y a nuestros seres queridos. Estas circunstancias pueden generar
respuestas muy negativas de estrés. Y si bien el ser humano tiene mecanismos para
hacerle frente, el impacto del estrés dependerá de la percepción individual. Ante una
misma situación de estrés cada persona puede reaccionar de maneras muy
diferentes en función de múltiples factores (personalidad, apoyos sociales,
experiencias, etc.). Si nos sometemos a un estrés muy intenso o repetitivo podría
causar consecuencias graves tanto mentales como físicamente. Debido a este
nuevo estilo de vida donde el estrés y la ansiedad prevalecen en todo momento y en
los últimos años, se ha producido un aumento de patologías mentales y se estima
que el 14% de la población padecerá trastornos asociados con el estrés. Además, se
han incorporado las tecnologías, con lo cual han aparecido más problemas
relacionados con ello como adicciones a los móviles, internet o al juego online, etc.
Lo que nos hacen más vulnerables ante estas enfermedades mentales. Estas
situaciones tan estresantes pueden llegar a causar el Síndrome de Burnout que es el
síndrome que consiste en un estado de agotamiento físico, mental y emocional
causado por el cansancio psíquico y estrés que surge de la relación de otras
personas en un dificultoso clima laboral. Actualmente han surgido los programas de
"Mindfunless" que se han convertido en un recurso esencial para evitar que los
trabajadores entren en modo burnout, anglicismo que en español vendría a significar
el momento en el que un trabajador “está completamente quemado”. En nuestro
idioma "Mindfunless" se traduce como "Concentración de la atención y la conciencia"
es una forma de meditación que en el plano laboral ofrece beneficios demostrados
para la salud de los empleados y tiene un impacto directo en la productividad y los
beneficios de casi cualquier empresa. Ante la necesidad de profesionales que den
solución a este problema, el Instituto Español de Resiliencia (Centro de referencia
global para la investigación y promoción de la Resiliencia en España y
Latinoamérica) y la Fundación Humanae, apoyándose en la metodología de
aprendizaje de CCC, han creado un completo curso formativo para la capacitación
de Instructores de Mindfulness y Resiliencia. Con el Objetivo de formar profesionales
capaces de: *Detectar el estrés y sus consecuencias nocivas, *Mejorar la capacidad
de rendimientos personal y profesional, *Practicar las técnicas de Mindfunless que
mejoran la atención y la concentración para lograr una vida más consciente y
equilibrada, *Estabilizar emocionalmente a las personas para que transformen el
estrés en productividad, *Practicar hábitos de vida saludable que aporten energía y
bienestar psicofísico. ESTRÉS LABORAL: Es la sensación de presión, angustia y
tensión ante una situación del entorno. Se siente preocupación ante las
consecuencias de no poder cumplir un objetivo o demanda, y puede darse en
diversos ámbitos, como es el trabajo. El estrés laboral se da en el entorno de
trabajo, normalmente cuando se trabaja bajo presión o el ambiente laboral es tenso.
¿Qué síntomas presenta? Los principales síntomas del estrés laboral coinciden con
la sintomatología de otros tipos de estrés y provoca síntomas psicológicos y físicos.
Los síntomas de estrés laboral influyen en el rendimiento del trabajador, pues le
provocará falta de concentración y agotamiento. Los síntomas cognitivos del estrés
laboral son: Preocupación, Inseguridad, Miedo o temor, Percepción negativa de uno
mismo y de las decisiones tomadas, Miedo a la pérdida del control y a equivocarse,
Dificultad para estudiar, pensar y concentrarse y Puede provocar ansiedad y
depresión.
ESTRÉS EMOCIONAL: El estrés es una respuesta adaptativa de nuestro organismo
para poder reaccionar ante determinados retos y situaciones. Nos permite también
huir de situaciones peligrosas, estar alerta ante una emergencia inmediata… Pero el
estrés no siempre cumple con esa función positiva de protección. Hay determinados
momentos en que podemos sentir una sobrecarga de estrés, una fatiga emocional
que tiene consecuencias tanto en el plano físico como en el plano mental. El estrés
emocional puede aparecer por algún acontecimiento negativo concreto que haya
superado a la persona, por la acumulación de pequeños problemas o bien
simplemente porque el afectado tiene una personalidad que lo predispone a ello.
Suele tratarse de personas muy exigentes consigo mismas, con baja autoestima y
una necesidad alta de controlar todo lo que acontece en su entorno, por lo que están
en alerta de forma permanente. Es importante detectar el estrés emocional, pues
puede tener efectos más graves Estos son sus síntomas: imposibilidad de afrontar
las situaciones cotidianas, cambios de humor repentinos, falta de motivación (incluso
para actividades que antes resultaban placenteras), confusión y forma apresurada
de realizar las actividades, problemas de sueño, alteraciones con la comida
(habitualmente, comer de forma desordenada e insana), somatizaciones como
dolores de estómago, de cabeza, reacciones en la piel…, Ansiedad, ataques de
pánico o depresión pueden también acompañar al estrés emocional. Nuestro ritmo
de vida, ciertos acontecimientos pasados o actuales de gran carga emocional o una
situación negativa prolongada pueden tener consecuencias en nuestro bienestar y
generar estrés emocional. Ante dichas circunstancias o estímulos estresores
entramos en un estado de fatiga psicológica que si se prolonga puede aumentar
nuestras probabilidades de sufrir afectaciones físicas y mentales, como patologías
cardíacas o depresión. El estrés emocional es una respuesta necesaria y adaptativa
ante ciertas situaciones, nos prepara para un desafío. Nuestra reacción se ajusta al
nivel de amenaza o peligro y es integral, es decir, se da a nivel fisiológico, emocional
y conductual… La gravedad y el malestar dependerán del nivel de estrés emocional
y de cómo lo combatimos. Dentro de los tipos de estrés emocional encontramos el
estrés agudo, este tipo de estrés emocional es el más común y responde a aquellos
momentos puntuales de cambio o alta adrenalina, con efectos a corto plazo… Así
como una mudanza, un divorcio, un accidente de coche, saltar en paracaídas, una
demanda importante laboral o de estudios… A esta situación se le puede poner fin y
de la cual podemos descansar.
Otro tipo de estrés emocional es el estrés agudo episódico, situaciones de estrés
agudo que se repiten con frecuencia. Sensación de caos y crisis constante, estilo de
vida atropellado, frenético. Pueden darse ante las situaciones anteriores y
cuestiones del día a día. El estrés agudo episódico se presenta en personas con
muchas exigencias autoimpuestas y que tienen una rutina repleta de
responsabilidades que las sobrepasan. Y por último encontramos el estrés crónico,
problemas no resueltos que se mantienen constantes a lo largo del tiempo. Algunas
situaciones que prolongadas provocan estrés emocional crónico son la pobreza,
familias disfuncionales, matrimonio infeliz, trabajo o una carrera profesional o vida
que odias. El estrés agudo es esa respuesta que podemos encontrar emocionante,
motivadora, de la cual podemos sacar un aprendizaje profundo, darle un sentido y
crecer como personas… pero cuando nos acercamos al estrés emocional agudo
episódico o crónico las cosas pueden complicarse, ya que no podemos descansar
del factor estresante y es cuando nos desequilibramos. Cada cuerpo pide ayuda de
forma única. Una experiencia negativa prolongada puede influenciar de forma muy
potente nuestra personalidad, creencias, y modo de ver el mundo. Además, él estrés
emocional constante tiene el peligro de ser normalizado, e incluso seamos
dependientes de ellos, dificultando mucho que nos cuidemos y pongamos solución.
Cada persona es un mundo, y nuestro cuerpo nos puede pedir que paremos
mediante diferentes técnicas. Para saber cómo combatir el estrés emocional,
tenemos que ver qué tipo de señales y alarmas nos envía nuestro cuerpo para
avisarnos que estamos sufriendolo. Las alarmas físicas del estrés emocional, el
organismo manda señales de alarma somatizando, es decir, transformaremos el
malestar psicológico en físico: nos podemos sentir más cansadas de lo normal. Ante
el estrés emocional también son frecuentes los siguientes síntomas: dolores de
cabeza (especialmente matinales), alteraciones gastrointestinales, defensas bajas,
mareos, presión o molestia en el pecho, dificultad respiratoria…Los síntomas
emocionales del estrés pueden ser no encontrar placer en actividades que hasta
entonces eran emocionantes y nos aportaban felicidad, un estado anímico bajo de
base, irritación frecuente y no tener ganas de hacer nada. Además, puede reducir la
motivación y el deseo sexual, así como hacerte sentir un miedo constante y llenar tu
mente de pensamientos terribles e irreales. Tanto si el estrés emocional ha derivado
de un problema concreto como de una personalidad que tiende a la ansiedad,
conviene actuar para controlarlo. Algunas pautas que ayudan son: no sobrecargarse,
si sufres estrés emocional, debes empezar a cuidarte eligiendo aquellas actividades
y tareas que sean realmente imprescindibles. No pretendas controlarlo todo, hay que
delegar. También está pedir ayuda, muchas personas sometidas a estrés emocional
no cuentan con la ayuda que necesitan por su comportamiento, se muestran
irritables o enfadadas permanentemente y esto aleja a los demás en lugar de
atraerlos para recibir el apoyo que se precisan. Relájate ante lo cotidiano, aprende a
no tener el control de todo lo que sucede, entiende que habrá situaciones que salgan
mejor o peor, no intentes resolverlo todo y no pretendas que todo sea perfecto. Así
mismo, la meditación y la relajación son perfectas para rebajar el nivel de tensión
emocional, y por último llevar un estilo de vida saludable, es muy importante dormir
las horas suficientes, alimentarse bien y seguir una rutina diaria de ejercicio físico
moderado, como andar.
ESTRÉS FAMILIAR: Todos nosotros, los seres humanos, nos hemos adaptado al
medio aprovechando la ventaja que supone formar grupos sociales. La familia es
uno de los más importantes a la hora de formarnos como personas. Cuando un bebé
nace, lo hace totalmente indefenso, por lo que necesita todos los cuidados que una
familia pueda proporcionarle. Cuando se produce una adversidad familiar como por
ejemplo la pérdida de uno de los progenitores, la salud de los niños, tanto física
como mental, se resiente. De hecho, cuando se han estudiado los antecedentes de
personas con problemas de adaptación, como puede ser el caso de los “sin techo”,
se ha visto que la mayoría habían sufrido una pérdida importante durante su
infancia, la pérdida de su madre a una edad temprana. Por ello, podemos decir que
el estrés familiar, entendido éste como el cúmulo de adversidades que se han
sufrido en este grupo, unido a la falta de apoyo social, guarda una estrecha relación
con los problemas emocionales. La familia en su desarrollo va transitando por
diferentes etapas y cada una de ellas tiene sus especificidades, sus tareas y sus
momentos de desequilibrio o reajuste interno, denominados crisis normativas. En el
tránsito por este ciclo vital, la familia oscila entre períodos de estabilidad y períodos
de cambios, caracterizados estos últimos por contradicciones internas que son
necesarias e imprescindibles para propiciar su desarrollo. Estas contradicciones
surgen a partir de eventos familiares que constituyen hechos de alta significación
para el individuo y la familia, y que provocan cambios en el ritmo cotidiano de la vida
familiar que originan momentos de estrés, al tener la familia que enfrentarlos
reestructurando sus procederes habituales.
Es importante tener en cuenta la presencia de estos momentos en la vida de una
familia en el estudio de cualquier grupo familiar, dentro de los que se aprecian los
eventos conocidos como normativos o transitorios, que son los relacionados con los
acontecimientos normales y esperados del desarrollo familiar, que se erigen como
críticos puntos de transición a lo largo de todo el ciclo vital; y los no transitorios o
para normativos, que son los provocados por los acontecimientos que no guardan
relación directa con las etapas del ciclo vital, también llamados accidentales. Para
mantener un adecuado estado de salud ante estos eventos es necesario que la
familia movilice sus recursos, y que sea capaz, ante una nueva situación, de tomar
las decisiones relacionadas con el enfrentamiento adecuado a la situación, lo cual
puede ser una fuente generadora de estrés familiar. Según Louro B, un
acontecimiento de la vida es un hecho que traduce particular significado para cada
familia, y en ese sentido origina procesos críticos caracterizados por modificaciones
en la estructura y el funcionamiento familiar, implica ajustes en los roles y genera
nuevos mecanismos de afrontamiento para incorporar la nueva situación.

Como refiere Roca P, la presencia de estos momentos normativos en la vida de una


familia es considerada como una variable evolutiva necesaria a tener en cuenta en el
estudio de cualquier grupo familiar. Si además sabemos que ocurren también
eventos no normados o accidentales, consideramos muy importante conocer el
impacto de estos acontecimientos o eventos, y reconocer que esta repercusión o
impacto puede darse de muy diversas maneras en la salud familiar. El impacto de
los eventos en la familia, puede ser tanto favorecedor, como obstaculizador en la
salud familiar. La familia alcanzará la salud en la medida en que sea capaz de
enfrentar de manera eficiente y adecuada los acontecimientos de la vida. Queremos
insistir en que no consideramos el estrés que estos eventos puedan provocar como
algo intrínsecamente desadaptativo y perjudicial. El estrés, al que muchas veces nos
referimos como la tensión o desequilibrio ante las crisis familiares, puede propiciar
que el individuo o la familia desarrolle recursos adaptativos que nunca habían
supuesto tener, lo cual le permite ganar en firmeza, y utilizar estos aprendizajes en
posteriores crisis, haciendo que se crezcan o desarrollen como consecuencia de
este. De ahí que consideremos que el estrés no es bueno o malo, sino conocer bien,
en qué cantidad, en qué momentos de la vida y bajo qué circunstancias sociales y
familiares resulta perjudicial o beneficioso. Aunque ciertas presiones y demandas
ambientales producen estrés en un número considerable de familias, siempre se
ponen de manifiesto las diferencias individuales, familiares y sociales, en cuanto a
intensidad y tipo de respuesta. Las personas, las familias y los grupos difieren en su
sensibilidad y vulnerabilidad a ciertos tipos de acontecimientos, así como en sus
interpretaciones y reacción ante los mismos. ESTRÉS ACADÉMICO: Orlandini
(1999), siguiendo la tradición que concibe el estrés como una tensión excesiva,
señala que ''desde los grados preescolares hasta la educación universitaria de
postgrado, cuando una persona está en período de aprendizaje experimenta tensión.
A ésta se le denomina estrés académico, y ocurre tanto en el estudio individual
como en el aula escolar'', (citado en Barraza, 2004, p. 143). En esta misma línea,
Caldera, Pulido y Martínez (2007) definen el estrés académico como aquél que se
genera por las demandas que impone el ámbito educativo. En consecuencia, tanto
alumnos como docentes, pueden verse afectados por este problema. Sin embargo,
nos vamos a focalizar en el estrés académico de los estudiantes universitarios. Por
otra parte, hay un enfoque psicosocial del estrés académico, que enfatiza los
factores psicosociales que pueden originarlo, y que lo concibe como el malestar que
el estudiante presenta debido a factores físicos, emocionales, ya sea de carácter
interrelacional o interrelacional, o ambientales que pueden ejercer una presión
significativa en la competencia individual para afrontar el contexto escolar en
rendimiento académico, habilidad metacognitiva para resolver problemas, pérdida de
un ser querido, presentación de exámenes, relación con los compañeros y
educadores, búsqueda de reconocimiento e identidad, habilidad para relacionar el
componente teórico con la realidad específica abordada (Martínez y Díaz, 2007, p.
14). Finalmente, se enuncia la definición de estrés académico, que desde el modelo
sistémico cognoscitivista, hace Barraza (2006), uno de los autores latinoamericanos
que más ha aportado datos investigativos y conceptuales sobre el tópico que nos
ocupa: El estrés académico es un proceso sistémico, de carácter adaptativo y
esencialmente psicológico, que se presenta primeramente cuando el alumno se ve
sometido, en contextos escolares, a una serie de demandas que, bajo la valoración
del propio alumno son considerados estresores (input); luego cuando estos
estresores provocan un desequilibrio sistémico (situación estresante) que se
manifiesta en una serie de síntomas (indicadores del desequilibrio); y por ultimo
cuando este desequilibrio obliga al alumno a realizar acciones de afrontamiento
(output) para restaurar el equilibrio sistémico (p. 10). El estrés académico es la
reacción normal que tenemos frente a las diversas exigencias y demandas a las que
nos enfrentamos en la Universidad, tales como pruebas, exámenes, trabajos,
presentaciones, etc. Esta reacción nos activa y nos moviliza para responder con
eficacia y conseguir nuestras metas y objetivos. Sin embargo, en ocasiones,
podemos tener demasiadas exigencias al mismo tiempo, lo que puede agudizar la
respuesta y disminuir nuestro rendimiento.

LAS EXIGENCIAS QUE PUEDEN DAR ORIGEN AL ESTRÉS SON DE DOS


TIPOS: Exigencias Internas: es decir, las que nos realizamos a nosotros mismos
cuando somos muy autoexigentes, tenemos altas expectativas de logro,
necesitamos mantener el control y nos esforzamos en ellos, entre otros. Las
Exigencias Externas: es decir, las que nos va presentando nuestro entorno, dentro
de las cuales destacan tener que entregar trabajos y rendir pruebas y exámenes en
un tiempo acotado; realizar trabajos en grupo; exponer frente al curso (disertaciones);
no entender contenidos abordados en la clase; tiempo limitado para las obligaciones
académicas, entre otros. Además de lo académico, debemos considerar una serie de
situaciones vitales que nos estresan y que repercuten también en nuestro estado
emocional y físico. Una vez que has identificado las situaciones que te generan
estrés, es importante reconocer cómo reacciones frente a ellas; qué efectos generan
en tu organismo y en tus emociones. Aunque inicialmente el estrés es normal y
provechoso, ya que nos ayuda a activarnos para poder responder a las demandas y
exigencias del medio, con el tiempo nuestro cuerpo y nuestra mente se van
agotando y comienzan a disminuir en su rendimiento. Para prevenir esta baja en el
rendimiento debemos regular la cantidad de tiempo que nos mantenemos
funcionando bajo altos niveles de exigencia, fase a la que se denomina resistencia,
que se ve seguida de la fase de agotamiento. Si, a pesar del agotamiento, no nos
detenemos a descansar y hacer una pausa para recuperar energías, nuestro
organismo podría entrar en una fase de cronificación de las manifestaciones de la
fase de agotamiento del estrés. Estas manifestaciones pueden darse en diversos
ámbitos -físicas, psicológicas y en la conducta- y es importante reconocerlas para
irlas identificando en la medida en que van apareciendo y así poder tomar medidas
preventivas. Las manifestaciones físicas, corresponden a los síntomas que se
generan en nuestro cuerpo frente a los estresores habituales, algunos de ellos son:
somnolencia, mayor necesidad de dormir, cansancio y fatiga, Dolores de cabeza o
jaquecas, dolor de estómago y/o colon irritable, bruxismo (tensión de mandíbulas),
dolor de espalda, taquicardia o palpitaciones fuertes, aumento o disminución del
apetito, resfríos frecuentes (baja en el sistema inmune), dificultades para dormir
(insomnio o pesadillas), etc.

Las manifestaciones psicológicas y emocionales, son las reacciones


emocionales y cognitivas que tenemos frente a situaciones de estrés, entre las que
destacan: Inquietud e hiperactividad, Tristeza y/o desgano, Ansiedad constante,
Dificultades para concentrarse, Dificultades para pensar (quedarse en blanco),
Problemas de memoria, olvidos frecuentes, Irritabilidad frecuente, Temor a no poder
cumplir con las obligaciones, Baja motivación para actividades académicas, Angustia
y/o ganas de llorar frecuente, etc. Manifestaciones conductuales, consisten en los
cambios que experimentamos en nuestra conducta producto de la vivencia de
situaciones de estrés, que son fácilmente observados por otros, entre los que
podemos encontrar: frecuente tendencia a discutir con los demás, necesidad de
estar solo (aislarse), uso de fármacos para estar despierto (automedicados), preferir
otras actividades por sobre el estudio, uso de fármacos para dormir
(automedicados), dificultad para sentarse a estudiar (“sacar la vuelta”), aumento del
consumo de café y/o tabaco, dejar de asistir a clases, frecuente participación en
carretes poco saludables, tendencia a dejar de hacer, por desgano o apatía, lo que
se acostumbra normalmente, etc. Una vez que identificamos las situaciones que nos
generan estrés y que sabemos cómo reaccionamos frente a ello, necesitamos
distinguir qué estamos haciendo para prevenir que esto ocurra o mitigar los efectos.
Algunas de las estrategias que ayudan tanto a prevenir la cronificación del estrés
como a afrontar las manifestaciones en la fase de agotamiento son: planificar
actividades priorizando entre ellas, decidir entre diversas técnicas de estudio,
alimentarse saludablemente en horarios estables, practicar deporte o actividades
recreativas, dedicar tiempo a pasatiempos y hobbies, mantener ciclos de sueño
estables, buscar ayuda y compartir con otros, practicar relajación y respiración
profunda, mantener el sentido del humor, esforzarse en mantener la calma y
tranquilidad, etc. PARTE DEL CUERPO ES MÁS AFECTADA POR EL ESTRÉS: El
impacto del estrés en la salud puede ser significativo tanto en el aspecto físico como
en el emocional. Es importante tener en cuenta los siguientes efectos derivados del
estrés: resfriados, gripe, virus y otras enfermedades, depresión y ansiedad, fatiga,
dolor de cabeza, problemas o ataques cardíacos, insomnio o sueño interrumpido,
Irritabilidad y enojo, comer en exceso, problemas estomacales y gastrointestinales,
uso de sustancias, problemas de concentración, etc. Con el tiempo, los efectos del
estrés pueden acumularse en el cerebro y en el cuerpo. Esta clase de estrés a largo
plazo, o crónico, puede debilitar el sistema inmunológico y ponerte en riesgo de
sufrir distintas enfermedades, desde simples resfriados hasta enfermedades más
graves. Cuando sientes estrés, tu cuerpo crea una hormona llamada cortisol, que
ingresa en el flujo sanguíneo. Por breves períodos, el cortisol puede ayudar a regular
muchas de las funciones naturales del cuerpo, incluso el sueño, el peso, la presión
arterial y el nivel de azúcar en la sangre. Sin embargo, cuando tienes estrés a largo
plazo, los niveles de cortisol permanecen elevados.

Esto puede generar inflamación y un recuento más bajo de glóbulos blancos, dos
problemas que pueden debilitar el sistema inmunológico. Algunas formas de estrés a
corto plazo pueden ser beneficiosas. Por ejemplo, quizás haya un proyecto en el
trabajo que has pospuesto durante semanas y que ahora debes entregar. La presión
que sientes de repente para entregar ese proyecto es estrés. Este tipo de estrés es
de corta duración. Puede aumentar tus niveles de energía, concentración y
adrenalina para que puedas entregar a tiempo. Algunas personas que trabajan bien
bajo presión comprenden cómo aprovechar al máximo este tipo de estrés a corto
plazo. Considera el estrés temporal y repentino de un accidente automovilístico que
acabas de evitar: te late fuerte el corazón y te tiemblan las manos. El aumento de
adrenalina te permitió pensar y actuar en una fracción de segundo. Esta respuesta
instintiva de luchar o escapar te ayudó a salvarte de una situación que podría haber
sido dañina. Entonces, no todos los tipos de estrés son malos, pero es importante
comprender la diferencia.

Hay muchas partes del cuerpo que se ven afectadas por el estrés. De este modo, tal
y como nos explican desde un estudio realizado en la Universidad de Kansas y
publicado en el Journal Experimental and Clinical Sciences, el estrés puede ser
desde el desencadenante hasta la agravante de muchas enfermedades previas.
Esto es así porque altera los siguientes sistemas hormonales y centros orgánicos: la
hormona adrenocorticótropa, el sistema nervioso central, el sistema gastrointestinal
y el área tegmental ventral de nuestro cerebro. De este modo, las alteraciones
producto del estrés se inician sobre todo a nivel hormonal. Y provocan cambios
biológicos en diferentes áreas de nuestro organismo hasta desencadenar
enfermedades de mayor o menor consideración. Es más, no podemos olvidar
que esas alteraciones también afectan al sistema nervioso central, hasta
mediar en nuestro comportamiento y pensamientos. Es un hecho de gran
alcance que debe animarnos siempre a contar con ayuda profesional en estos
casos. Dentro de las partes del cuerpo se ven afectadas por el estrés piel, el acné,
las manchas, la inflamación e incluso la psoriasis podría deberse a cambios
hormonales causados por el estrés. Así, tal y como nos revela un estudio llevado
a cabo por el doctor Ying Chen, de la Universidad de Boston, la relación cerebro-
emociones-piel es directa y significativa. Es decir, nuestras emociones se reflejan
a menudo en la piel en forma de enfermedades. Los músculos también se ven
afectados por el estrés, los huesos y los músculos son áreas del cuerpo bastante
afectadas por los grados crónicos de esta condición. Al causar una respuesta del
sistema músculo-esquelético, genera una fuerte tensión que se traduce en
dolor y dificultades para moverse con normalidad. El corazón, existe una relación
directa y evidente entre los constantes episodios de estrés y el mayor riesgo de
problemas cardiovasculares como el colesterol y triglicéridos altos, la presión
arterial y los problemas de circulación. Así, desde la Universidad de California, se
realizó un interesante estudio donde demostraron está clara correlación entre
el estrés psicológico y las enfermedades del corazón. No obstante, eso sí,
hablamos de estados crónicos donde esa ansiedad y ese estrés se mantienen
durante meses. Además, todo indica que el ritmo cardíaco se acelera de manera
considerable, aumentando la velocidad para transportar la sangre hacia el cerebro
y otras partes del cuerpo. “Con cierta frecuencia encontramos en nuestras consultas
a pacientes hipertensos que señalan que su hipertensión es emotiva, pues
reconocen que generalmente los incrementos en su presión arterial se asocian a
situaciones estresantes aun cuando se encuentran bajo tratamiento con fármacos
hipotensores.” Señala el estudio de estrés como factor de riesgo de la hipertensión.
El sistema inmunitario, las personas que padecen un grado crónico de este trastorno
emocional presentan una disminución significativa en su respuesta inmunitaria, lo
que a su vez aumenta la predisposición a padecer infecciones. Así lo afirma
esta investigación realizada por la Universidad de Kentucky (Estados Unidos).
Esto se debe a la intervención que tiene sobre las actividades que gastan el mayor
número de energías para combatir los microorganismos que pueden atacar el
cuerpo. Entre esas partes del cuerpo que se ven afectadas por el estrés, está
sin duda el sistema digestivo. Así, en esos estados antes señalados donde el
estrés es recurrente podría conllevar a síntomas físicos en el estómago, intestinos,
etc.

Algunos ejemplos son: la diarrea, el estreñimiento, la inflamación, los gases, el


dolor abdominal, la acidez y el reflujo, el síndrome del intestino irritable, la
úlcera péptica o enfermedad inflamatoria del intestino. Todas estas afecciones
podrían ser el resultado del incremento de la hormona conocida como “cortisol”.
También está el peso corporal, el estrés es una condición que presenta una
relación directa con el incremento de peso, así como en problemas crónicos
como la obesidad. Todo indica que las personas que padecen de estrés recurrente
tienden a ingerir más calorías como respuesta ante los otros síntomas emocionales
que deriva. Sin embargo, en menores casos podría ocurrir todo lo contrario, ya
que algunas veces las hormonas del estrés generan hiperactividad de la
glándula tiroides, que estimula la eliminación de calorías con mayor rapidez.

El cerebro, entre las partes del cuerpo que se ven afectadas por el estrés, una de las
más afectadas por los episodios recurrentes de esta enfermedad es el cerebro. El
cortisol, la hormona principal del estrés, impacta de manera negativa la
corteza frontal del cerebro, responsable de ayudar a tomar decisiones y conservar
la memoria. El hígado también es afectado, según este estudio del Hospital de
Craiova (Rumanía) las personas que están lidiando con algún tipo de enfermedad
hepática podrían sufrir una recaída por culpa del estrés. Este es sin duda un
hecho de relevancia que debemos considerar a la hora de pedir ayuda profesional y
especializada. Las sustancias químicas que se activan cuando llega a un grado
crónico afectan las células denominadas linfocitos citolíticos, responsables de
favorecer la destrucción de los hepatocitos, lo que reagudiza las patologías propias
del hígado. Entre otros como los riñones, los niveles de glucosa y el sistema
reproductivo. El estrés no debe ser subestimado, como podemos ver, son muchas
las partes del cuerpo que se ven afectadas por el estrés. No dudemos por tanto en
solicitar ayuda psicológica para tratar la raíz del problema. Estos estados
requieren un enfoque multidisciplinar donde contar con expertos que puedan
guiarnos a la hora de mejorar nuestra salud y calidad de vida.

ANSIEDAD

La ansiedad (del latín anxietas, ‘angustia, aflicción’) es un mecanismo de defensa


natural del organismo frente a estímulos externos o internos que son percibidos por
el individuo como amenazantes o peligrosos, y se acompaña de
un sentimiento desagradable o de síntomas somáticos de tensión. Se trata de una
señal de alerta que advierte sobre un peligro inminente y permite a la persona que
adopte las medidas necesarias para enfrentarse a una amenaza. La ansiedad es un
estado emocional que surge cuando una persona se siente en peligro, sea real o
imaginaria la amenaza. Es una respuesta normal o adaptativa, que prepara al
cuerpo para reaccionar ante una situación de emergencia. Es una inclinación de
temor o miedo sobre lo que está por venir. El día principal de clases, ir a una reunión
de empleo, o dar un discurso puede hacer que la gran mayoría se sienta asustada y
ansiosa. Por lo tanto, tiene una función muy importante relacionada con
la supervivencia, junto con el miedo, la ira, la tristeza o la felicidad. Para preservar su
integridad física ante amenazas, el ser humano ha tenido que poner en marcha
respuestas eficaces y adaptativas durante millones de años: la reacción de lucha o
huida.8Ante una situación de alerta, el organismo pone a funcionar el sistema
adrenérgico. Por ejemplo, cuando el organismo considera necesario alimentarse,
este sistema entra en funcionamiento y libera señales de alerta a todo el sistema
nervioso central. Cuando se detecta una fuente de alimento para la cual se requiere
actividad física, se disparan los mecanismos que liberan adrenalina, y se fuerza a
todo el organismo a aportar energías de reserva para la consecución de una fuente
energética muy superior a la que se está invirtiendo para conseguirla y que
normalizará los valores que han disparado esa "alerta amarilla". En esos momentos
el organismo, gracias a la adrenalina, pasa a un estado de "alerta roja". El sistema
dopaminérgico también se activa cuando el organismo considera que va a perder un
bien preciado. En esta situación, el organismo entra en alerta amarilla ante la
posibilidad de la existencia de una amenaza, que no es lo mismo que cuando la
amenaza pasa a ser real, pues en ese caso lo que se libera es adrenalina. Desde
este punto de vista, la ansiedad se considera una señal positiva, de salud, que
ayuda en la vida cotidiana, siempre que sea una reacción frente a determinadas
situaciones que tengan su cadena de sucesos de forma correlativa: alerta amarilla,
alerta roja y consecución del objetivo. Si la cadena se rompe en algún momento y
esas situaciones se presentan con ansiedad, entonces el organismo corre el riesgo
de intoxicarse por dopaminas o por otras catecolaminas. Esas situaciones ayudan al
organismo a resolver peligros o problemas puntuales de la vida cotidiana. El estrés
generado por la ansiedad se caracteriza por deberse a una situación repentina que
carece de estímulos, a diferencia del estrés derivado de un examen el cuál es un
estrés normal, el problema surge cuando el estrés provocado por la ansiedad se
activa en situaciones no amenazantes para la persona.
A parte de tomar las medidas necesarias para prepararse ante una amenaza la
ansiedad también conlleva un componente psíquico que provoca distintos estados
en el cuerpo humano, ya sea angustia, taquicardia, fatiga. La ansiedad adaptativa o
no patológica es una sensación o un estado emocional normal ante determinadas
situaciones y constituye una respuesta habitual a diferentes situaciones
cotidianas estresantes. Por lo tanto, cierto grado de ansiedad es incluso deseable
para el manejo normal de las exigencias o demandas del medio ambiente.
Únicamente cuando sobrepasa cierta intensidad —desequilibrio de los sistemas
de respuesta normal de ansiedad— o se supera la capacidad adaptativa entre el
individuo y el medio ambiente, es cuando la ansiedad se convierte en patológica, la
cual se puede definir como una respuesta desproporcionada en intensidad y
duración que pone en marcha los mecanismos fisiológicos de alerta y defensa,
provocando un malestar significativo, con síntomas físicos, psicológicos y
conductuales, la mayoría de las veces muy inespecíficos. Una amplia gama de
enfermedades médicas puede producir síntomas de ansiedad. Para aclarar si estos
son la consecuencia fisiológica directa de una enfermedad médica, se evalúan los
datos de la historia clínica, la exploración física, las pruebas de laboratorio y los
estudios complementarios, necesarios en función de los síntomas del paciente.
Presentar altos niveles de neuroticismo aumenta el riesgo de desarrollar síntomas
de ansiedad.
ANSIEDAD PATOLÓGICA: En las sociedades avanzadas modernas, esta
característica innata del ser humano se ha desarrollado de forma patológica y
conforma, en algunos casos, cuadros sintomáticos que constituyen los
denominados trastornos de ansiedad , que tiene consecuencias negativas y muy
desagradables para quienes lo padecen. Entre los trastornos de ansiedad se
encuentran las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico,
la agorafobia, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno de ansiedad
generalizada, el trastorno de ansiedad social, etc. El miedo escénico es una forma
de ansiedad social, que se manifiesta frente a grupos y ante la inminencia de tener
que expresarse en público o por efecto de imaginar dicha acción. En el caso
del trastorno de ansiedad generalizada, la ansiedad patológica se vive como una
sensación difusa de angustia o miedo y deseo de huir, sin que quien lo sufre pueda
identificar claramente el peligro o la causa de este sentimiento. Esta ansiedad
patológica es resultado de los problemas de diversos tipos a los que se enfrenta la
persona en su vida cotidiana, y sobre todo de sus ideas interiorizadas acerca de sus
problemas. No se conocen totalmente las causas de los trastornos de ansiedad,
pero se sabe que la interacción de múltiples determinantes favorece su aparición. Se
conoce la implicación tanto de factores biológicos como ambientales y psico-
sociales. Además, es muy común la comorbilidad con otros trastornos mentales,
como los trastornos del estado de ánimo. Entre los factores biológicos, se han
encontrado alteraciones en los sistemas
neurobiológicos gabaérgicos y serotoninérgicos; anomalías estructurales en
el sistema límbico (córtex paralímbico), que es una de las regiones más afectadas
del cerebro; ciertas alteraciones físicas; una mayor frecuencia de uso o retirada de
medicinas, alcohol, drogas o sedantes y otras sustancias; y cierta
predisposición genética. Entre los factores ambientales, se ha encontrado la
influencia de ciertos estresores ambientales, una mayor hipersensibilidad y una
respuesta aprendida. Los factores psicosociales de riesgo son las situaciones
de estrés, las experiencias que amenazan la vida, el ambiente familiar y las
preocupaciones excesivas por asuntos cotidianos. Determinadas características de
la personalidad pueden ser factores predisponentes
DIFERENCIA ENTRE ANSIEDAD NORMAL Y PATOLÓGICA: La ansiedad
normal es adaptativa y permite a la persona responder al estímulo de forma
adecuada, por lo que es necesaria para la supervivencia. Se presenta ante
estímulos reales o potenciales (no imaginarios o inexistentes). La reacción es
proporcional cualitativa y cuantitativamente, en tiempo, duración e intensidad. La
ansiedad se considera patológica cuando el estímulo supera la capacidad de
adaptación de respuesta del organismo y aparece una respuesta no adaptativa,
intensa y desproporcionada, que interfiere con el funcionamiento cotidiano y
disminuye el rendimiento. Se acompaña de una sensación desagradable y
desmotivadora, síntomas físicos y psicológicos, y persiste más allá de los motivos
que la han desencadenado.
La ansiedad patológica presenta las siguientes características: se manifiesta
intensamente, se prolonga y mantiene en el tiempo más de lo debido, aparece de
forma espontánea sin un estímulo desencadenante (de manera endógena), surge
ante estímulos que no debieran generar la respuesta de ansiedad y se presenta una
respuesta inadecuada respecto al estímulo que lo suscita. El límite entre la ansiedad
normal y la ansiedad patológica no es fácil de definir y puede variar entre los
individuos en función de los rasgos de personalidad o, sobre todo, en función de lo
que se ha descrito como un "estilo cognitivo propenso a la ansiedad". Los criterios
diagnósticos del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales,
ediciones cuarta y quinta (DSM-IV y DSM-5, respectivamente), señalan que la
ansiedad debe considerarse patológica cuando "La ansiedad, la preocupación o los
síntomas físicos provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social,
laboral o de otras áreas importantes de la actividad." Es útil distinguir entre la
ansiedad "estado", que es episódica y transitoria, y la ansiedad "rasgo", que es
persistente y puede reflejar una personalidad "propensa a la ansiedad". Si una
persona reacciona en alguna ocasión con altos niveles de ansiedad ante una
situación, ante la que otras no experimentan tanta ansiedad, se puede considerar
simplemente una reacción de alta intensidad, o aguda en un nivel no demasiado
alto, que es puntual y no extrema. Esto no suele suponer ningún trastorno. El
problema surge cuando esta forma de reacción aguda es excesivamente intensa,
como en los ataques de pánico o en las crisis de ansiedad (en los que la persona no
puede controlar su ansiedad y alcanza niveles extremos), o bien cuando dicha
reacción aguda se establece como un hábito, es decir, si una reacción de ansiedad
de alta intensidad se convierte en crónica, o se vuelve muy frecuente. Una reacción
aguda de ansiedad no siempre es patológica, sino que puede ser muy adaptativa.
Por ejemplo, cuando la situación que la provoca requiere una fuerte reacción de
alarma que prepare para la acción (si se exige una gran concentración en una tarea
para la que se necesitan muchos recursos de la atención); o si requiere una gran
activación a nivel fisiológico (porque se necesita tensar más los músculos, bombear
mayor cantidad de sangre, más oxígeno, etc.). Dicha reacción de ansiedad ayuda a
responder mejor ante esta situación.
SÍNTOMAS: Cuando la ansiedad se convierte en patológica provoca malestar
significativo, con síntomas que afectan tanto al plano físico como al conductual y
psicológico, entre los que cabe destacar: Físicos: *vegetativos: sudoración,
sequedad de boca, mareo, inestabilidad; *neuromusculares: temblores, tensión
muscular, cefaleas, parestesias; *cardiovasculares: palpitaciones, taquicardias, dolor
precordial; *respiratorio: disnea;
*digestivos: náuseas, vómitos, dispepsia, diarrea, estreñimiento, aerofagia, meteoris
mo; *genitourinarios: micción frecuente, problemas de la esfera sexual.
Psicológicos y conductuales: *aprensión, preocupación; *Sensación de agobio;
*miedo a perder el control, a volverse loco o sensación de muerte inminente;
*dificultad de concentración, sensación de pérdida de memoria; *inquietud,
irritabilidad, desasosiego; *conductas de evitación de determinadas situaciones;
*inhibición o bloqueo psicomotor; *obsesiones o compulsiones.
Estos síntomas pueden interactuar entre sí. Por ejemplo, los síntomas cognitivos
pueden exacerbar los síntomas fisiológicos y estos a su vez disparar los síntomas
conductuales. Cabe notar que algunos síntomas de la ansiedad suelen parecerse,
superponerse o confundirse con los de padecimientos no mentales, tales como
la arritmia cardíaca, la hipoglucemia o la enfermedad celíaca. Se recomienda a los
pacientes someterse a un examen médico completo para evaluarlos. La escala de
ansiedad de Hamilton (HARS, por sus siglas en inglés: Hamilton Anxiety Rating
Scale) se usa ampliamente en la práctica asistencial y en la investigación clínica. Se
trata de una escala hetero administrada de 14 ítems que evalúan el grado de
ansiedad del paciente, cuyo esquema abreviado es el siguiente: 1.estado de ánimo
ansioso 2. tensión 3. temores 4. insomnio 5. intelectual (cognitivo) 6. estado de
ánimo deprimido 7. síntomas somáticos generales (musculares) 8. síntomas
somáticos generales (sensoriales) 9. síntomas cardiovasculares 10. síntomas
respiratorios 11. síntomas gastrointestinales 12. síntomas genitourinarios 13.
síntomas autónomos 14. comportamiento en la entrevista (general y fisiológico) A
través de estos 14 ítems se puede obtener dos puntuaciones diferentes las cuales
corresponden con, la ansiedad psíquica (ítems 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 14) y la ansiedad
somática (ítems 7, 8, 9, 10, 11, 12 y 13). Una mayor puntuación en esta escala
representa un mayor índice de ansiedad. Se emplea a través de una entrevista
semiestructurada, durante la cual el entrevistador evalúa la gravedad de los
síntomas especificados en cada apartado, utilizando 5 opciones de respuesta
ordinal, con rangos desde 0 (ausencia del síntoma) hasta 4 (síntoma muy grave o
incapacitante). La puntuación total, que se obtiene por la suma de las puntuaciones
parciales de los 14 ítems, puede oscilar en un rango de 0 puntos (ausencia de
ansiedad) a 56 (máximo grado de ansiedad). En su versión original, esta escala ha
demostrado poseer unas buenas propiedades psicométricas y es ampliamente
utilizada en la evaluación clínica del trastorno de ansiedad.
ESCALA DE ANSIEDAD Y DEPRESIÓN DE GOLDBERG: Otro cuestionario
ampliamente utilizado es la escala de ansiedad y depresión de Goldberg (EADG),
que resulta muy sencilla de usar y de gran eficacia en la detección de trastornos de
depresión o ansiedad. Además, es muy útil para la evaluación de la severidad y
evolución de estos trastornos. Puede usarse también como una guía para la
entrevista. Asimismo, tiene un alto valor predictivo. Se trata de un cuestionario
hetero administrado con dos subescalas: una para detección de la ansiedad y la otra
para la detección de la depresión, con 9 preguntas cada una que siguen un orden de
gravedad creciente. Se debe responder a las preguntas, en función de si se ha
padecido alguno de los síntomas que se mencionan en estas escalas, en los últimos
15 días previos a la realización de esta prueba. Los últimos ítems de cada escala
aparecen en los pacientes con trastornos más severos. Las 5 últimas preguntas de
cada escala sólo se formulan si hay respuestas positivas a las 4 primeras, que son
obligatorias. La probabilidad de padecer un trastorno de ansiedad es tanto mayor
cuanto mayor es el número de respuestas positivas. Los puntos de corte para
valorar a alguien con un trastorno de ansiedad son más de 4 respuestas afirmativas
sobre 9, mientras que para el caso de la depresión solo hacen falta 2 o más
respuestas afirmativas, con respecto a los síntomas mencionados en las escalas.
PRONÓSTICO: La evolución de los problemas de ansiedad cursa con períodos de
reducción y desaparición de los síntomas durante un intervalo de tiempo variable. De
la misma forma que ocurre con cualquier otra enfermedad crónica, con un
tratamiento apropiado se puede convivir con este problema de manera adecuada,
consiguiendo llevar una vida normal. Un tratamiento efectivo ayuda a disminuir los
síntomas, mejorar la autoestima, volver a disfrutar de la vida de nuevo y prevenir
recaídas, si bien pueden aparecer altibajos durante el proceso. Los tratamientos
habituales son la psicoterapia (terapia cognitivo-conductual) y la medicación
(principalmente antidepresivos y ansiolíticos), que pueden ser usados o no de forma
conjunta, según el trastorno que presente el paciente. DIFERENCIAS ENTRE EL
ESTRÉS Y LA ANSIEDAD: El estrés y la ansiedad son fenómenos que a veces
se usan como sinónimos. Y no es de extrañar, porque están muy relacionados;
ambos dan lugar a síntomas del mismo tipo, e incluso pueden aparecer juntos. Pero
si nos paramos a pensar, existen diferentes tipos de estrés (estrés crónico, estrés
laboral, estrés agudo, etcétera) y distintos trastornos de ansiedad (TOC, trastorno de
ansiedad generalizada, ataque de pánico, etc.). Además, es importante saber cómo
distinguirlos para gestionarlos bien emocionalmente. Por eso, en este artículo
daremos un repaso a las diferencias entre estrés y ansiedad, viendo las
características distintivas de cada elemento. El estrés y la ansiedad suelen estar
relacionados y ambos pueden ser adaptativos en ocasiones. No obstante, el origen
estos fenómenos puede ser diferente. La ansiedad puede aparecer tras una
reacción de alerta, y puede asociarse con el miedo y la preocupación. Por ejemplo,
ante la amenaza de un animal o la idea anticipatoria de que algo malo va a ocurrir.
En cambio, el estrés es un fenómeno que ocurre porque la persona no posee (o
piensa que no posee) las habilidades, las capacidades o el tiempo necesario para
afrontar una situación concreta. Es decir, que se produce un desajuste entre la
demanda específica y los recursos para afrontar esta demanda. El estrés también
puede ocurrir cuando una persona se encuentra en el trabajo y tiene que llevar a
cabo unas funciones determinadas, pero no recibe suficiente información sobre su
rol por parte de la empresa, o la información que recibe de ésta es ambigua.
Entonces se produce lo que se conoce como conflicto de rol y ambigüedad de rol,
que son variables psicosociales que se relacionan con el estrés en el entorno de
trabajo.
CÓMO DIFERENCIAR ENTRE EL ESTRÉS Y LA ANSIEDAD: El estrés y la
ansiedad son parte de la misma reacción del cuerpo y tienen síntomas similares.
Esto significa que puede ser difícil diferenciarlos. El estrés tiende a ser por un corto
tiempo y es la respuesta a una amenaza reconocida. La ansiedad puede
permanecer y algunas veces parecer como si nada la desencadenara. LA
ANSIEDAD ES UN SÍNTOMA DEL ESTRÉS: Mucha de la confusión que existe entre
ambos fenómenos y lo que los hace similares es que muchas veces aparecen
juntos. De hecho, una situación estresante provoca ansiedad como uno de sus
síntomas, aunque también puede producir otros, por ejemplo, depresión o
dolores de cabeza. El estrés prolongado, además, puede provocar la aparición de
otras consecuencias como la desmotivación o la despersonalización. El estrés
prolongado quema a la persona y le causa fatiga emocional. RESPECTO A LA
INTENSIDAD OBJETIVA: Aunque el estrés puede provocar muchos problemas
para la persona que se encuentra en una situación estresante, es posible reducir el
estrés con la eliminación del estímulo que provoca esta situación. Por ejemplo,
cuando alguien se siente estresado porque no ha gestionado bien su tiempo y se le
acumula el trabajo antes de un examen. Una vez que el examen pasa, la persona
puede volver a la normalidad. Si bien un individuo con trastorno de ansiedad puede
sentir una gran ansiedad ante un estímulo, por ejemplo, en el caso de una fobia,
aunque el estímulo desaparece, la persona seguirá sufriendo la fobia incluso con
solo imaginarse la presencia del estímulo. Se podría decir que el estrés es, al menos
en la mayoría de los casos, una causa real (aunque venga mediada por las
expectativas de la persona). Sin embargo, la ansiedad patológica es una
interpretación irracional sobre un peligro o una preocupación exagerada. La
intensidad de la ansiedad no es acorde con la situación objetiva. 4. El momento
temporal: Al asociar el estrés a un estímulo desencadenante, suele
manifestarse en el momento presente. Por ejemplo, cuando una persona tiene
que entregar una tarea en la universidad y no tiene tiempo de realizarla. Ahora bien,
el estrés puede ser prolongado, por ejemplo, cuando alguien no llega a fin de mes y
tiene que pagar la hipoteca de su casa (estresor sigue ahí mes a mes, y la hipoteca
se hace cada vez más grande) por lo que el estrés se cronifica. Si la persona tiene la
suerte de pagar la hipoteca, dejará de sentirse estresado y se sentirá aliviado. Pero
la ansiedad puede aparecer una y otra vez, por preocupaciones de otros
momentos temporales.
Por ejemplo, al anticipar consecuencias que pueden no haber ocurrido (como en el
trastorno de ansiedad generalizada). La ansiedad es un sentimiento de aprehensión
o miedo y la fuente de esta inquietud no siempre es conocida o reconocida, lo que
puede aumentar la angustia que una persona siente. El estrés y la ansiedad son
parte de la respuesta natural de lucha o huida del cuerpo. Cuando alguien se siente
bajo amenaza, su cuerpo libera las hormonas del estrés. Las hormonas del estrés
hacen que el corazón lata más rápido, lo que causa que se bombee más sangre a
los órganos y extremidades. Esta respuesta permite que una persona esté lista para
luchar o escapar. También respiran más rápido y su presión sanguínea aumenta. Al
mismo tiempo, los sentidos de una persona se agudizan más y su cuerpo libera
nutrientes en la sangre para asegurarse de que todas las partes tengan la energía
que necesitan.
Este proceso ocurre de forma rápida y los expertos lo llaman estrés. La ansiedad es
la respuesta del cuerpo a ese estrés. Muchas personas reconocerán la ansiedad
como la sensación de estrés, intranquilidad o temor que alguien tiene antes de un
evento importante. Esto las mantiene alertas y conscientes. La respuesta de luchar o
huir puede activarse cuando alguien enfrenta una amenaza física o emocional, real o
percibida. Aunque puede ser útil, para algunas personas, puede interferir con la vida
diaria. ¿Qué hacer ante los problemas de este tipo? Por suerte, las alteraciones
psicológicas asociadas a la ansiedad y al estrés pueden ser abordados desde la
psicoterapia, a través de formas de intervención eficaces. En la consulta del
psicólogo se aplican estrategias de intervención terapéutica personalizadas según
las características de cada paciente y que suponen un entrenamiento en la gestión
de las emociones; se ayuda a las personas no a suprimir totalmente la ansiedad o el
estrés (eso es imposible), sino a gestionar adecuadamente estos fenómenos
naturales, sin dejar que den lugar a problemas añadidos. Este proceso suele durar
unos pocos meses, y se realiza a través de sesiones de frecuencia semanal. Por
ello, si estás sufriendo alguna forma de malestar de este tipo, ponte en contacto con
profesionales y busca la ayuda de psicólogos.
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