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Trevor- Roper – La crisis general del siglo XVII

A mediados del siglo XVII se vivieron en Europa revoluciones aparentemente aisladas, que sin
embargo tenían rasgos comunes. ¿Cuál fue el carácter de la crisis de dicho siglo? Hay que decir
que no llegaron por sorpresa ni por accidentes repentinos. Es cierto que la universalidad de la
revolución da una idea de “contagio”, aunque no debemos guiarnos demasiado por eso, ya que no
hay “contagio” si el cuerpo social esta sano. Lo primero que viene en mente es la guerra de los
treinta años, que creó las condiciones para las revueltas, pero esto no es una explicación
suficiente, ya que las guerras europeas del periodo 1618-1659 no eran un fenómeno nuevo: en las
décadas anteriores también había habido guerras; además, mientras que la revolución más
importante se dio en un país que no fue afectado por los conflictos (Inglaterra), a la vez que el país
que más la sufrió (Alemania) no vivió ninguna revolución significativa.

En el siglo XVI hubo revoluciones, en gran medida generadas por la Reforma y la Contrarreforma,
pero ellas no fueron producidas por las guerras. A pesar del conflicto religioso, podemos ver que el
siglo XVI no presenta grandes rupturas, y no hay demasiadas diferencias entre lo que era el mundo
en 1520 y lo que era en 1580. La sociedad monárquica y aristocrática confirmo su liderazgo en un
siglo que consiguió absorber las tensiones. El siglo XVII fue muy distinto. No es un siglo continuo y
es fácil advertir la ruptura: es muy distinto el mundo en 1620 al de 1680. Desde fines del siglo XV
hasta mediados del XVII se vive en el clima del Renacimiento, a partir de ese momento se observa
el clima de la Ilustración. La generalidad de las revoluciones del periodo pone de manifiesto que
las monarquías no eran tan fuertes como un siglo atrás, siendo la guerra un fenómeno que puso
en evidencia esa debilidad, aunque no haya sido su causa.

En su momento, se vio a estos conflictos como el fruto del enfrentamiento de los dos elementos
que formaban parte de la “monarquía mixta”: la Corona y los Estamentos, siendo ni más ni menos
que una lucha por el poder. Aunque si bien esta idea pude ser cierta, ello no responde el porqué
del conflicto. Los historiadores marxistas ven el ciclo revolucionario como un enfrentamiento
entre una clase burguesa ascendente y un sistema político-económico y social que le impide
desenvolverse planamente. Se ayudan, para defender tal idea, en el hecho que donde se dio la
“gran revolución”, es justamente donde el capitalismo se transformo en dominante. Pero según
Trevor-Roper, ni M. Dobb ni Hobsbawn logran transformar sus hipótesis en tesis suficientemente
probadas. Algo que le critica a los marxistas es la recurrente idea de ver a las transformaciones
ligadas siempre con conflictos sociales, como si los cambios no pudieran darse pacíficamente.

Lo que se puso en discusión con las revoluciones fue la Europa del Renacimiento, que mantenía su
expansión hacia el 1600 sin romper la envoltura de la monarquía medieval y aristocrática del
príncipe cristiano. El siglo XVI marca el ascenso y la consolidación de estos príncipes, que dejan en
un segunda plano la primacía de las ciudades que se habían destacado en el siglo pasado. Con su
ascenso, también llegaron las cortes, que no tenían el espíritu calculador y racional de los
mercaderes de las ciudades, sino que se dedicaban a una vida de gasto y lujo. Esto no significa que
las ciudades hubiesen quedado en el olvido, sino que las que destacaban eran sedes de la corte o
bien tenían tratos comerciales preferenciales debido a la iniciativa de los príncipes.

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Ahora, ante tanto derroche de las cortes ¿Cómo es que en el siglo XVI no se produjeron las
revoluciones del siglo siguiente? No debemos olvidarnos que el XVI fue un siglo de expansión
económica, a costa de los nuevos descubrimientos extra europeos, y que los príncipes se vieron
apoyados por toda una estructura de aliados que los sostuvo (los príncipes no podían crear un
poder por si solos). El estado del Renacimiento estaba formado por un príncipe y por una gran
burocracia, que era su aliada, y que además, compartió su estilo de vida derrochon, aunque a
menor escala. La carrera burocrática era un fin en sí mismo, ya que los funcionarios, para
consolidar su poder e influencia, aumentaban la red de personas que dependían de ellos, mientras
que las universidades se dedicaban a crear los cuadros burocráticos.

Ahora ¿Cómo se financiaba esta burocracia? Los aportes económicos de los príncipes eran una
porción menor, ya que los funcionarios eran recompensados con beneficios “no económicos” que
consistían en impuestos o tasas que podían cobrar a los súbditos reales, que en definitiva eran
quienes sostenían al sistema burocrático. En cierto momento, era difícil discriminar aquello que un
funcionario estaba autorizado legítimamente a cobrar, de la corrupción lisa y llana. Los monarcas
no tenían otra alternativa que recompensar a sus funcionarios, ya que no disponían de “efectivo”
suficiente: no pagaba el rey, pagaba el súbdito. Pero con el correr del tiempo, la maquinaria
burocrática alcanzo un tamaño excesivo, ya no era la necesidad la que creaba funcionarios, ahora
los funcionarios creaban la necesidad, transformándose en parasitaria. Esto no se noto mientras el
boom económico se mantuvo, pero cuando la economía mostro flaquezas, a fines del 1500, las
cosas cambiaron. Las guerras no hicieron más que poner en evidencia los excesos burocráticos.

Pero las tensiones de la década de 1590 se apaciguan con la paz que sigue a la muerte de Felipe II
e Isabel. El sistema burocrático puede respirar tranquilo otra vez. Pero en la década de 1620, la
situación cambio al volver la guerra, mientras la economía vivía una depresión. En ese ambiente
prosperaron las actitudes de odio hacia la corte, los príncipes y la corrupción burocrática. En
definitiva era el rechazo al Renacimiento que venía de la mano del puritanismo. Richelieu fue una
de los que encabezaron esta cruzada contra el derroche renacentista. En la década de 1620 el
puritanismo encabezo su ataque contra las cortes renacentistas, que en países como Inglaterra
habían hecho recaer sus gastos en la “gentry”, mientras que en Francia los costos habían recaído
en gran medida en los campesinos. Los rebeldes podían ser distintos en cada uno de los países,
pero sus motivaciones eran parecidas. Lo que reclamaban era la disminución de los gastos, la
abolición de la venta de cargos y la herencia de los mismos, etc.

Para que las Cortes del Renacimiento pudieran sobrevivir tenían que, por un lado, reducirse las
burocracias parasitarias, por el otro, la burocracia útil debía estar acorde con la capacidad y los
intereses económicos del país. O sea, que debía haber cambios políticos y económicos.

El sistema económico que algunos sectores proponían no era “capitalista”, sino mas bien
mercantilista (parecido al de las ciudades medievales); había que dejar el derroche de las cortes
renacentistas para aplicar políticas racionales. No solo había que acabar con los “parásitos” de la
economía, sino que había que destinar los recursos hacia fines económicos positivos que eran del
interés de la sociedad.

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En España ni se recortaron los gastos ni se oriento la economía hacia un mercantilismo productivo.
Recién en el siguiente siglo, España realizaría los cambios necesarios; mientras tanto entraría en
una acentuada decadencia. En los Países Bajos se daría una situación diferente, ya que desde un
principio rechazaron la Corte renacentista, aunque no puede decirse que la revuelta del siglo XVI
haya sido una sublevación directa de la sociedad contra las Cortes, pero tras el conflicto, la Corte
quedo herida de muerte. Es por eso que los conflictos durante el siglo XVII fueron solucionados sin
una crisis como las que se vivieron en los otros países europeos: en los Países Bajos, el conflicto
Corte-Sociedad fue resuelto antes. Además, en Holanda se produjeron cambios económicos, que
no llegaron a ser ni burgueses ni capitalistas, sino que se tomo como referencia las practicas
mercantiles de antaño de las ciudades italianas.

En el caso francés, la monarquía sobrevivió a pesar de la revolución “menor” que fue la Fronda. La
corte que acompaño a los reyes franceses no era económicamente parasitaria, sino que estaba
detrás del comercio y la industria, no menos que la “burguesa” Inglaterra. Hacia 1670, la
monarquía del antiguo régimen era compatible con el desarrollo industrial y comercial. Francia se
beneficio de las guerras del siglo XVI, desembarazándose de mucho de su antiguo parasitismo. A
partir de allí, realizo algunos cambios administrativos. Ya en 1630, Richelieu pudo plantear una
política mercantilista.

En Inglaterra, la Corona no tenía el mismo poder que en Francia o España, y los impuestos recaían
sobre la “gentry”, que era poderosa en los condados y el parlamento. En el siglo XVI el Estado
ingles no había sufrido ningún accidente, como se dieron en Holanda o Francia, por lo que la Corte
permaneció intacta, incluso ante algunos intentos reformadores, que se dieron a principios del
siglo XVII, a instancias de Salisbury, y más tarde, de Cranfield. Cuando los puritanos llegaron al
poder se encontraron con una corte completamente “irreformada”, al igual que España.

Los intentos de cambio que partieron en la década de 1640 desde el parlamento no tenían la
intención de lograr un cambio en el sistema económico, solo querían eliminar los vicios de la
administración, continuando con la política mercantilista de la Corona. La idea era hacer con
Inglaterra lo mismo que estaba haciendo Colbert en Francia. La Corona no era un impedimento en
si mismo para lograr las reformas, pero se “estanco” defendiendo un viejo sistema, que no era
otra cosa que la ultima Corte renacentista de Europa. Cuando llego la guerra y la revolución, la
más obstinada de las monarquías se mostro también como la más frágil. Así y todo, no fue
derribada por la burguesía; los que derrocaron al rey se volcaron hacia una política mercantilista.
Fue el “país” el que se rebelo contra el aparato opresivo de la burocracia parasitaria que había
crecido en torno a la Corona.

Para el autor, la crisis del siglo XVII no fue un conflicto en cuanto a los sistemas de producción,
sino que fue un conflicto en la relación del Estado con la sociedad. Hacia el siglo XVII, las cortes
habían crecido tanto que cuando la prosperidad económica estuvo en peligro, el aparato
burocrático se tambaleo, y la crisis fue más patente en aquellos lugares donde no hubo ni siquiera
cambios parciales.

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Simposio sobre la crisis general de Trevor-Roper

Roland Mousnier: refiriéndose al caso francés, no está de acuerdo con la idea que las revueltas
deban ser vistas como un enfrentamiento entre el país y las Cortes y el aparato burocrático, ya que
amplios sectores de la sociedad querían participar de esa burocracia. La disconformidad pasaba en
gran medida por el alto precio que había que pagar por los cargos. La burocracia estaba mal, pero
todos querían participar de ella. También destaca que muchos funcionarios estimularon a los
campesinos para que no paguen las “tailles” o impuestos, ya que si lo hacían, no serian capaces de
pagar los derechos feudales y las rentas. De esta forma la baja nobleza y el campesinado
terminaron del mismo lado. Por otra parte, los poseedores de cargos se quejaban de que
contribuían demasiado a los gastos del Estado. A veces desde el gobierno se creaban cargos que
los privilegiados compraban solo para evitar que otros lo hagan.

Tampoco parece estar suficientemente probado que la Corte haya sido una carga insostenible; ya
que si bien había una Corte despilfarradora, los funcionarios menores no compartían ese estilo de
vida tan suntuoso, y además vivían de otras actividades. Mas que un enfrentamiento entre el país
y el gobierno, las revueltas en Francia parecieron un enfrentamiento entre un orden feudal que
quería mantener cierto poder y el elemento absolutista.

En lo económico, no se puede afirmar que el mercantilismo haya influido en la política interna, ya


que su objetivo era la competencia con las demás potencias. No se pude decir tampoco que la
Fronda haya marcado una línea divisoria en Francia, lo único que sucedió es que el rey logro la
supremacía, pero no se vislumbraron cambios sociales importantes que estuvieran relacionados
con los cambios políticos. Trevor- Roper (T-R) no le da la importancia que debería ni a la guerra de
los 30 años ni a la gran recesión económica del siglo.

J. H. Elliot: refiriéndose al caso español, parecería, según T-R que la Corte y el aparato burocrático
español se hizo extremadamente pesado durante el reinado de Felipe III y que Olivares quiso
reformarlo, pero que ante su fracaso aumento la tensión entre la Corte y el país. También
parecería que en Castilla no se produjeron revueltas importantes porque no disponía de una
“estructura” institucional como para sublevarse, como si existía en Cataluña y Portugal. Pero si
vamos a los números, no parece que los gastos de la Corte hayan sido tan desmesurados
comparados con lo que costaba el ejército y la marina. Además, con respecto a las revueltas en
Cataluña y Portugal, parece que estaban más aliviados impositivamente que los habitantes de
Castilla. Era menor la burocracia que sufrían los catalanes que la que sufrían los castellanos.

Lo que sí tuvo incidencia fue el costo del ejército, una vez que finalizo la tregua con Holanda, en
1621. Las necesidades de la guerra empujaron a Olivares a encarar reformas que iban más allá de
unos remiendos a la Corte o una reducción burocrática. El principal objetivo, según Elliot, de las
revueltas regionales en España, era librarse de la amenaza hacia su autonomía y hacia su
economía que conllevaban las exigencias de Olivares debido a la guerra. Los gastos que implicaban
una movilización militar habían aumentado mucho en las últimas décadas. Para afrontar todo

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esto, no solo había que aplicar políticas “puritanas”, sino extender el poder del rey para tener
recursos extras.

En su respuesta, T-R menciona a la religión Católica como una fuerza que en cierta medida fue un
punto de apoyo para las monarquías mediterráneas, mientras que en Inglaterra, al no existir una
estructura monolítica como la Iglesia Romana, la Corte en vez de ser apoyada por las órdenes
religiosas, las tuvo que enfrentar. En cuanto a la guerra, T-R la observa como una fuente de
conflictos, pero considera que no debe separarse a la guerra de la sociedad que la sostiene. En
todo caso, la guerra actuó como disparador de situaciones en las que ya existía una crisis
estructural generalizada. La guerra extendió en el sistema burocrático y dejo en suspenso
reformas necesarias, pero cuando el sistema colapso, no fue por la guerra, sino por el tamaño que
había alcanzado, es decir, por su propio peso.

En cuanto a la relación Corte-país, no pueden entenderse por separado, porque si lo estuvieran,


no habría nacido de esta relación una crisis social, que son producidas por choques opuestos
dentro de un mismo cuerpo social. Corte y país eran dos partes integrantes de un todo. También
es cierto que la época de la crisis coincide con un momento de cambios en la ciencia y en la
sociedad, pero ninguno de estos cambios puede relacionarse directamente con ninguno de los
actores políticos de las revoluciones.

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