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El siglo XVIII fue un siglo de crecimiento y de desarrollo económico en Europa. Sin embargo, los
cambios económicos no fueron seguidos de transformaciones en el sistema político absolutista ni en la
sociedad estamental del Antiguo Régimen.
El despotismo ilustrado
Los reyes europeos del siglo XVIII, con la excepción de los monarcas constitucionales ingleses,
siguieron siendo absolutistas. Sin embargo, las transformaciones económicas y sociales y las nuevas
ideas de la Ilustración (ver t42) obligaron a la mayoría de los monarcas a introducir reformas.
Los déspotas ilustrados:
Reforzaron su autoridad frente a la Iglesia.
Fortalecieron el poder militar.
Estimularon el desarrollo económico.
Promovieron la cultura y la educación.
Sin embargo, no quisieron reducir su poder absoluto ni acabar con los privilegios de la nobleza, lo que
provocó el descontento de la burguesía.
Entre los déspotas ilustrados destacaron Federico II de Prusia (ver t41), Carlos III de España (ver
t38), José I de Portugal, María Teresa y José II de Austria (ver t41), Luis XV de Francia (ver t40)
y Catalina II de Rusia (ver t41).
Causas
Los historiadores generalmente ven las causas subyacentes de la Revolución Francesa como
impulsadas por el fracaso del Antiguo Régimen para responder a la creciente desigualdad
social y económica. El rápido crecimiento de la población y las restricciones causadas por la
incapacidad de financiar adecuadamente la deuda pública, dieron lugar a una depresión
económica, desempleo y altos precios de los alimentos.4 Combinado con un sistema fiscal
regresivo y la resistencia a la reforma de la élite gobernante, el resultado fue una crisis
que Luis XVI no pudo manejar.56
Bajo Luis XIV, la corte de Versalles se había convertido en el centro de la cultura, la moda y el
poder político. Las mejoras en la educación y la alfabetización a lo largo del siglo XVIII
significaron audiencias más grandes para los periódicos y revistas, con logias masónicas,
cafeterías y clubes de lectura que proporcionaron áreas donde la gente podía debatir y discutir
ideas. El surgimiento de esta llamada "esfera pública" llevó a París a reemplazar
a Versalles como centro cultural e intelectual, dejando a la Corte aislada y con menos
capacidad de influir en la opinión.7 8
Además de estos cambios sociales, la población francesa creció de 18 millones en 1700 a 26
millones en 1789, convirtiéndose en el estado más poblado de Europa; París tenía más de
600.000 habitantes, de los cuales aproximadamente un tercio estaban desempleados o no
tenían trabajo regular. Los métodos agrícolas ineficientes significaban que los agricultores
nacionales no podían mantener estos números, mientras que las redes de transporte
primitivas dificultaban el mantenimiento de los suministros incluso cuando había suficientes.
Como resultado, los precios de los alimentos aumentaron en un 65 % entre 1770 y 1790, pero
los salarios reales aumentaron solo en un 22 %.9 La escasez de alimentos fue particularmente
perjudicial para el régimen, ya que muchos atribuyeron los aumentos de precios a la
incapacidad del gobierno para evitar la especulación. En la primavera de 1789, una mala
cosecha seguida de un invierno severo había creado un campesinado rural sin nada que
vender y un proletariado urbano cuyo poder adquisitivo se había derrumbado.
El otro gran lastre para la economía fue la deuda estatal. Las visiones tradicionales de la
Revolución Francesa a menudo atribuyen la crisis financiera de la década de 1780 a los
grandes gastos de la guerra anglo-francesa de 1778-1783, pero los estudios económicos
modernos muestran que esto es incorrecto. En 1788, la relación entre la deuda y la renta
nacional bruta en Francia era del 55,6 %, en comparación con el 181,8 % en Gran Bretaña.
Aunque los costos de los préstamos en Francia eran más elevados, el porcentaje de los
ingresos fiscales dedicados al pago de intereses era aproximadamente el mismo en ambos
países.10
Sin embargo, estos impuestos los pagaban predominantemente los pobres de las zonas
urbanas y rurales, y los parlamentos regionales que controlaban la política financiera
bloquearon los intentos de repartir la carga de manera más equitativa. El impasse resultante
frente a la angustia económica generalizada llevó a la convocatoria de los Estados Generales,
que se radicalizaron por la lucha por el control de las finanzas públicas. Sin embargo, ni el
nivel de la deuda estatal francesa en 1788, ni su historia previa, pueden considerarse una
explicación del estallido de la revolución en 1789.11
Aunque Luis no fue indiferente a la crisis, cuando se enfrentó a la oposición, tendió a
retroceder. La Corte se convirtió en el blanco de la ira popular, especialmente la reina María
Antonieta, que fue vista como una espía austríaca derrochadora, y acusada de la destitución
de ministros "progresistas" como Jacques Necker. Para sus oponentes, las ideas de la
Ilustración sobre la igualdad y la democracia proporcionaron un marco intelectual para abordar
estos problemas, mientras que la Revolución estadounidense fue vista como una confirmación
de su aplicación práctica.12
Toma de la Bastilla
El 11 de julio de 1789, el rey Luis XVI, actuando bajo la influencia de los nobles conservadores
al igual que la de su hermano, el conde D'Artois, despidió al ministro Necker y ordenó la
reconstrucción del Ministerio de Finanzas. Gran parte del pueblo de París interpretó esta
medida como un autogolpe de la realeza, y se lanzó a la calle en abierta rebelión. Algunos de
los militares se mantuvieron neutrales, pero otros se unieron al pueblo.
El 14 de julio, el pueblo de París respaldó en las calles a sus representantes y, ante el temor
de que las tropas reales los detuvieran, asaltaron la fortaleza de la Bastilla, símbolo del
absolutismo monárquico, pero también punto estratégico del plan de represión de Luis XVI,
pues sus cañones apuntaban a los barrios obreros. Tras cuatro horas de combate, los
insurgentes tomaron la prisión, matando a su gobernador, el marqués Bernard de Launay. Si
bien solo cuatro presos fueron liberados, la Bastilla se convirtió en un potente símbolo de todo
lo que resultaba despreciable en el Antiguo Régimen. Retornando al ayuntamiento, la multitud
acusó al alcalde Jacques de Flesselles de traición, quien recibió un balazo que lo mató. Su
cabeza fue cortada y exhibida en la ciudad clavada en una pica, naciendo desde entonces la
costumbre de pasear en una pica las cabezas de los decapitados, lo que se volvió muy común
durante la Revolución.
Camino a la constitución
La Asamblea Nacional Constituyente no era sólo un órgano legislativo, sino la encargada de
redactar una nueva constitución. Algunos, como Necker, favorecían la creación de una
asamblea bicameral en donde el Senado sería escogido por la Corona entre los miembros
propuestos por el pueblo. Los nobles, por su parte, favorecían un Senado compuesto por
miembros de la nobleza elegidos por los propios nobles. Prevaleció, sin embargo, la tesis
liberal de que la Asamblea tendría una sola Cámara, quedando el rey sólo con el poder de
veto, pudiendo posponer la ejecución de una ley, pero no su total eliminación.
El movimiento de los monárquicos para bloquear este sistema fue desmontado por el pueblo
de París, compuesto fundamentalmente por mujeres (llamadas despectivamente «las
Furias»), que marcharon el 5 de octubre de 1789 sobre Versalles. Tras varios incidentes,
el rey y su familia se vieron obligados a abandonar Versalles y se trasladaron al palacio de las
Tullerías en París.
La guillotina, que fue el instrumento de ejecución de entre 35 000 a 40 000 personas durante la época
del terror.
El mismo día en el que se reunía la Convención (20 de septiembre de 1792), todas las tropas
francesas (formadas por tenderos, artesanos y campesinos de toda Francia) derrotaron por
primera vez a un ejército prusiano en Valmy, lo cual señalaba el inicio de las llamadas guerras
revolucionarias francesas.
Sin embargo, la situación económica seguía empeorando, lo cual dio origen a revueltas de las
clases más pobres. Los llamados sans-culottes expresaban su descontento por el hecho de
que la Revolución francesa no solo no estaba satisfaciendo los intereses de las clases bajas,
sino que incluso algunas medidas liberales causaban un enorme perjuicio a estas (libertad de
precios, libertad de contratación, Ley Le Chapelier, etcétera). Al mismo tiempo se comenzaron
a gestar luchas antirrevolucionarias en diversas regiones de Francia. En la Vandea, un
levantamiento popular fue especialmente significativo: campesinos y aldeanos se alzaron por
el rey y las tradiciones católicas, provocando la llamada guerra de Vandea, reprimida tan
eficaz y cruentamente por las autoridades revolucionarias parisinas que se ha llegado a
calificar de genocidio. Por otra parte, la guerra exterior amenazaba con destruir la Revolución
y la república. Todo ello motivó la trama de un golpe de Estado por parte de los jacobinos,
quienes buscaron el favor popular en contra de los girondinos. La alianza de los jacobinos con
los sans-culottes se convirtió de hecho en el centro del gobierno.
Los jacobinos llevarían en su política algunas de las reivindicaciones de los sans-culottes y las
clases bajas, pero no todas sus reivindicaciones serían aceptadas, y jamás se cuestionó
la propiedad privada. Los jacobinos no pusieron nunca en duda el orden liberal, pero sí
llevaron a cabo una democratización del mismo, pese a la represión que desataron contra los
opositores políticos (tanto conservadores como radicales).
Se redactó en 1793 una nueva Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y
una nueva constitución de tipo democrático que reconocía el sufragio universal. El Comité de
Salvación Pública cayó bajo el mando de Maximilien Robespierre y los jacobinos desataron lo
que se denominó el Reinado del Terror (1793-1794). No menos de 10 000 personas
fueron guillotinadas ante acusaciones de actividades contrarrevolucionarias. La menor
sospecha de dichas actividades podía hacer recaer sobre una persona acusaciones que
eventualmente la llevarían a la guillotina. El cálculo total de víctimas varía, pero se cree que
pudieron ser hasta 40 000 los que fueron víctimas del Terror.
En 1794, Robespierre[cita requerida] procedió a ejecutar a ultrarradicales y a jacobinos
moderados.202122 Su popularidad, sin embargo, comenzó a erosionarse. El 27 de julio de 1794,
ocurrió otra revuelta popular[cita requerida] contra Robespierre, apoyada por los moderados que
veían peligroso el trayecto de la Revolución, cada vez más exaltada. El pueblo, por otro lado,
se rebela contra la condición burguesa de Robespierre que, revolucionario antes, ahora
persigue a Verlet, Leclerc y Roux.[cita requerida] Los miembros de la Convención lograron
convencer al Pantano, y derrocar y ejecutar a Robespierre junto con otros líderes del Comité
de Salvación Pública.
El Directorio (1795-1799)
La Convención aprobó una nueva constitución el 17 de agosto de 1795, ratificada el 26 de
septiembre en un plebiscito. La nueva Constitución, llamada Constitución del Año III, confería
el poder ejecutivo a un Directorio, formado por cinco miembros llamados directores. El poder
legislativo sería ejercido por una asamblea bicameral, compuesta por el Consejo de Ancianos
(250 miembros) y el Consejo de los Quinientos. Esta Constitución suprimió el sufragio
universal masculino y restableció el sufragio censitario.
El Consulado (1799-1804)
La Constitución del Año VIII, redactada por Pierre Daunou y promulgada el 25 de
diciembre de 1799, estableció un régimen autoritario que concentraba el poder en manos de
Napoleón Bonaparte, para supuestamente salvar la república de una posible restauración
monárquica. Contrariamente a las constituciones anteriores, no incluía ninguna declaración
sobre los derechos fundamentales de los ciudadanos. El poder ejecutivo recaía en tres
cónsules: el primer cónsul, designado por la misma Constitución, era Napoleón Bonaparte, y
los otros dos solo tenían un poder consultivo. En 1802, Napoleón impuso la aprobación de
un senadoconsulto, que lo convirtió en cónsul vitalicio, con derecho a designar su sucesor.
El cargo de cónsules lo ostentaron Napoleón Bonaparte, Sieyès y Ducos temporalmente hasta
el 12 de diciembre de 1799. Posteriormente, Sieyés y Ducos fueron reemplazados por Jean
Jacques Régis de Cambacérès y Charles-François Lebrun, quienes siguieron en el cargo
hasta el 18 de mayo de 1804 (28 de floreal del año XII), cuando un
nuevo senadoconsulto proclamó el Primer Imperio y la extinción de la Primera República,
cerrando con esto el capítulo histórico de la Revolución francesa.