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1. LOS AUSTRIAS DEL SIGLO XVII. Los tres monarcas del siglo XVII: Felipe III, Felipe IV y
Carlos II -con el que acaba la dinastía Austria o Habsburgo en España- han sido denominados
Austrias menores ya que no tienen la talla política de sus predecesores -Austrias mayores- y van a
perder la hegemonía europea lograda por ellos. El siglo XVII coincide con una época de crisis
económica, demográfica y política, que contrasta con el esplendor cultural, en literatura y Arte, del
Siglo de Oro.
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FELIPE IV (1621-1665)
PRINCIPALES PROYECTOS DE REFORMA DEL CONDE DUQUE DE OLIVARES
En 1621 murió Felipe III y le sucedió su hijo Felipe IV, monarca culto y con mayor interés por las
tareas de gobierno y los problemas del reino que su padre. Su principal valido fue Gaspar de Guzmán,
el Conde-duque de Olivares.
El Conde-duque de Olivares era una persona muy ambiciosa en cuanto a la posición
internacional de la Monarquía Hispánica, quería mantener la hegemonía española en Europa, con lo
que se volvió a una política exterior más agresiva. Su consecuencia más inmediata fue la
reanudación de la guerra con Holanda al finalizar la Tregua de los Doce Años (1621), conflicto que
acabó integrándose en la Guerra de los Treinta Años.
En política interior destacan los intentos de reforma, para fortalecer la monarquía y evitar la
decadencia. Olivares presentó al rey, en 1624, “el Gran Memorial” secreto, en el que relataba la difícil
situación que atravesaba la Monarquía Hispánica y exponía los remedios para superarla. Los
principales proyectos de reforma, muy influidos por los arbitristas, fueron tres:
1. El más importante fue la Unión de Armas o pretensión de crear un ejército permanente de 140.000
hombres reclutado y sostenido por todos los reinos de la monarquía en proporción a su población y
riqueza. Se pretendía con ello distribuir el coste humano y económico de las guerras entre todos los
territorios de la monarquía, descargando a Castilla de un peso que llevaba prácticamente en solitario.
El proyecto fracasó por la oposición de las Cortes de la Corona de Aragón (fundamentalmente de
Cataluña), por considerarlo un atentado contra su autonomía y el temor a caer en una dependencia de
Castilla. Al final, las Cortes de Aragón y de Valencia se negaron a aportar hombres, pero concedieron
sendas sumas de dinero; las Cortes de Cataluña, no aportaron ni hombres ni dinero.
2. Para dar solución a los problemas financieros ideó la fundación de una red nacional de erarios -bancos
públicos- que liberarían a la Corona de la dependencia de la banca extranjera. Los erarios pagarían un
interés a quienes depositaran su dinero en ellos y concedieran préstamos a la Corona. El proyecto
fracasó porque para constituir los erarios se necesitaba un capital fundacional que debía ser aportado,
obligatoriamente y en proporción a su riqueza, por los súbditos más ricos, y las Cortes, especialmente
los sectores privilegiados, se opusieron, aceptando a cambio un aumento del impuesto sobre los
productos de primera necesidad (los impuestos eran pagados por el estamento popular y no por los
privilegiados).
Olivares también tomó medidas contra la corrupción de la administración y el nepotismo que había
existido durante el gobierno del duque de Lerma, pero Olivares va a crear su propia clientela.
El valido impulsó medidas económicas como el proteccionismo comercial.
Estos proyectos reformistas se inscribían en un plan más amplio que pretendía la unificación de la
monarquía bajo unas mismas leyes e instituciones, siguiendo el modelo de las de Castilla. El plan
entrañaba una concepción autoritaria del poder y pretendía crear una estructura centralizada de
Estado, más fácil de gobernar. Pero su aplicación era casi imposible, tanto por el contexto de guerra
exterior y las dificultades económicas de la monarquía, como por la oposición de los distintos reinos,
celosos de sus derechos forales. Estos territorios periféricos (sobre todo la Corona de Aragón y
Portugal), que podían salir perjudicados boicotearon los proyectos del valido. Además, la situación de
guerra casi permanente exigía soluciones urgentes e inmediatas, y obligaba a aplazar unas reformas
que requerían tiempo y paz para su realización. En 1640 estallaron las revueltas en Cataluña y
Aragón que provocaron la destitución de Olivares en 1643. (Para la EBAU en este estándar se debe
hacer una mención de estas dos revueltas)
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choques muy violentos entre ambas concepciones y estos enfrentamientos alcanzaron su punto
culminante en la crisis de 1640, a raíz de la política centralista y unitaria del conde-duque y las
reformas para repartir los costes del ejército con la Unión de Armas.
A) CATALUÑA
En Cataluña el conde duque de Olivares expuso su proyecto de reforma de la Unión de
Armas, en las Cortes de Barcelona de 1626 y 1632 (Felipe IV no había ido a jurar la Constitución
catalana hasta 1626 cuando su reinado se había iniciado en 1621, lo que ya ofendió a la nobleza local),
ante la negativa catalana al proyecto, Olivares decidió llevar la guerra contra Francia (guerra de los
Treinta Años) a la frontera catalana, situando allí un frente de batalla, con la esperanza de que
Cataluña, sintiéndose amenazada por los franceses, acabaría integrándose en los proyectos de la
monarquía. Sin embargo, el resultado no fue el esperado: los continuos abusos de las tropas reales en
el territorio catalán, despertaron la ira de los campesinos locales hasta provocar una sublevación
general del Principado de Cataluña en 1640. La revuelta inicial se conoce como la “Guerra de los
Segadores”, pues fue un grupo de éstos, al entrar en la ciudad de Barcelona y asesinar al virrey, lo que
provocó el inicio del conflicto -Corpus de sangre, 7 de junio de 1640-. Olivares optó por la represión
militar para arrancar de raíz el problema. Pero la nobleza catalana se pondrá al frente de la rebelión
tomando un carácter político y anticentralista desembocando en la separación de parte de Cataluña
(Tarragona no se separó y Lérida fue recobrada en 1644) incorporándose a Francia, nombrando conde
de Barcelona al rey francés Luis XIII. La caída de Olivares y el aumento de las cargas exigidas por
Francia a los catalanes para alimentar a sus tropas, abrieron la posibilidad de un acuerdo entre
Cataluña y la Corte de Madrid. El mismo Felipe IV marchó al frente de su ejército con una promesa de
reconciliación basada en el respeto a la tradición foral. Así, en 1652, Barcelona se rindió e incorporó
a la monarquía hispánica, con la condición de que se respetaran sus antiguos fueros.
B) PORTUGAL
Amplios sectores de la sociedad portuguesa consideraban que la incorporación de su reino a la
monarquía hispánica en tiempos de Felipe II les había acarreado más inconvenientes que ventajas. La
oposición a las reformas administrativas y fiscales de Olivares provocó violentas revueltas desde 1628.
Además, las clases altas pensaban que no se protegían suficientemente los intereses coloniales
portugueses.
La rebelión portuguesa tuvo desde el principio un marcado carácter nobiliario, anticastellano
e independentista. La exigencia del rey de que tropas portuguesas intervinieran en el conflicto de
Cataluña terminó provocando el estallido de una revuelta en diciembre de 1640, en la que los
portugueses proclamaron rey al duque de Braganza como Juan IV. Como el ejército español combatía
en muchos frentes, no hubo hombres suficientes para dominar la situación y Portugal se separó
definitivamente. La nueva monarquía portuguesa se consolidó con la ayuda de Francia e Inglaterra, y
España tuvo que reconocer finalmente su independencia en 1668, ya bajo el reinado de Carlos II.
Aunque no con carácter tan grave y fácilmente controladas, la política reformista de Olivares
provocó revueltas en otros territorios:
NÁPOLES Y SICILIA. En 1647 hubo una revuelta –no independentista- contraria a la
Unión de Armas y a la subida de impuestos -su lema era “Viva el rey y abajo los impuestos y el mal
gobierno”-.
ANDALUCÍA Y ARAGÓN. En estos dos territorios aparecieron personajes
ambiciosos que trataron de declarar la independencia para ser sus reyes: el Duque de Medina Sidonia y
el Duque de Híjar.
Todas estas rebeliones muestran la crisis general y la debilidad en que se hallaba sumida
la monarquía española en el siglo XVII.
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Desde 1618 la paz europea estaba amenazada por un conflicto entre protestantes y católicos,
limitado en principio al Imperio Germánico: los príncipes protestantes alemanes se habían rebelado
ante las aspiraciones políticas y religiosas del emperador Fernando II, católico intransigente, de la
dinastía Habsburgo.
Este conflicto local acabó siendo europeo y las cuestiones religiosas se convirtieron en un mero
pretexto, ya que lo que realmente estaba en juego era el mantenimiento o la modificación del orden
internacional, hasta entonces basado en la hegemonía en Europa de la Casa Habsburgo a través de sus
dos ramas emparentadas: la hispana y la austríaca.
Todas las contiendas militares europeas se fueron integrando en esta guerra general; entre ellas,
la guerra hispano-holandesa a partir de 1621, tras el fin de la Tregua de los Doce Años. Cada nación en
litigio se alineó en uno de los dos grandes bandos en lucha:
a. Los Habsburgo -austríacos y españoles- que pretendían mantener su hegemonía en
Europa.
b. Las potencias rivales: Suecia, Bohemia, Dinamarca, Inglaterra, Provincias Unidas,
Sajonia…, lideradas finalmente por Francia (que entra en la guerra en 1635), y que a pesar
de ser una monarquía católica no tuvo escrúpulos en aliarse con los protestantes alemanes y
holandeses.
En esta guerra la monarquía Hispánica se enfrentó sobre todo con Holanda y Francia. En los
primeros años los españoles tuvieron importantes éxitos como Breda en 1625 frente a Holanda, pero
poco a poco fueron haciéndose más habituales las derrotas como la de Rocroi contra Francia (1643).
La guerra de los Treinta Años terminó con la Paz de Westfalia de 1648, que supuso un fracaso
para los Habsburgo (austríacos y españoles); esta Paz supone la creación de un nuevo orden político
en Europa, pasando de una concepción dominada por el Emperador, el Papa y la monarquía hispánica
a otra dirigida por Francia y la dinastía Borbón, empieza el dominio de los Estados-nación,
afirmándose la monarquía absoluta, con el rey como encarnación del Estado. España pierde la
hegemonía europea y tiene que reconocer la independencia de las Provincias Unidas (Holanda)
finalizando la Guerra de los Ochenta Años. Holanda se va a convertir en potencia marítima junto
con Inglaterra. También se afirma la posición de la religión protestante en Europa, estableciéndose la
libertad e igualdad religiosa, terminando las guerras de religión. Nacen las iglesias nacionales
protestantes y el sur de Europa se mantiene católico.
Tras 1648, España continuó la guerra con Francia hasta el Tratado de los Pirineos de 1659, de
la que Francia salió todavía más fortalecida, perdiendo España el Rosellón y parte de la Cerdaña, se
fija la frontera de los dos Estados en la cadena montañosa de los Pirineos (ya no ha variado). También
se le entregaron algunas zonas del sur de Bélgica.
En conclusión, el reinado de Felipe IV se desenvolvió en un escenario de guerra permanente,
que dejó arruinada a la monarquía, y al país en un estado de agotamiento económico y de postración.
Con Carlos II, la decadencia ya fue imparable, su reinado coincidió en el tiempo con el rey
más poderoso de la época, Luis XIV de Francia. Éste provocó continuas guerras con España, en las
que consolidó su hegemonía, España tuvo que cederle el Franco Condado (Paz de Nimega, 1678).
CRISIS DEMOGRÁFICA. España pasó de tener ocho millones de habitantes a inicios del siglo XVII
a siete millones a finales. Factores de este descenso son:
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Las grandes epidemias, fundamentalmente de peste. Hubo tres grandes oleadas, a principios, a
mediados y a finales de siglo. Además, las malas cosechas (“Pequeña edad de hielo”), la desnutrición y
las malas condiciones higiénicas contribuyeron a que la mortandad fuera aún mayor.
Descenso en las tasas de natalidad: las guerras ocasionaron la muerte de muchos varones jóvenes en
edad de procrear, lo que, a la larga, genera una disminución de la natalidad. Además, la crisis
económica retrasaba la edad de los matrimonios. Esto unido al incremento del número de eclesiásticos
no favoreció el aumento de la población.
La expulsión de los moriscos, unos 300.000, durante el gobierno del duque de Lerma, entre 1609
y1614. Perjudicó sobre todo a Aragón y Valencia. Se les acusó de mantener la religión islámica, sus
costumbres, y de colaborar con los piratas berberiscos. Aunque hubo algunos intentos de resistencia
armada, la mayor parte de ellos, campesinos y artesanos, tuvieron que marcharse al Norte de África.
Incremento de la emigración a América.
CRISIS ECONÓMICA:
Desde principios del siglo XVII la economía, en especial en la Corona de Castilla, se hundió en una
profunda decadencia que afectó a todos los sectores económicos:
1. Problemas agrarios: La actividad agraria quedó muy afectada por el descenso de población (sobre
todo la expulsión de los moriscos), que provocó despoblamientos y abandonos de tierras cultivadas.
Los nobles vieron disminuir sus rentas debido al descenso de la producción y el aumento de los
salarios ante el descenso demográfico.
2. Actividad artesanal y comercial: La actividad artesanal quedó paralizada debido a los efectos de la
revolución de los precios (por la llegada masiva de plata americana) y al descenso demográfico. La
competencia de los productos extranjeros, más baratos que los productos nacionales, afectó a la
rentabilidad de estos sectores. Estos extranjeros actuaban a través de agentes españoles para burlar el
impedimento legal que el monopolio castellano imponía en América. De esta manera, se produce el
acaparamiento del comercio con América por extranjeros. Además, el mercado interior seguía siendo
pequeño y difícil. Las aduanas interiores y el aumento de los impuestos sobre las mercancías no
incitaban a la inversión. El capital buscaba inversiones más seguras como la deuda del Estado. Por otro
lado, el agotamiento de la minería americana provocó un notable descenso de estos minerales; que
seguían utilizándose para compensar el déficit comercial y para financiar las continuas guerras de la
Monarquía.
3. La Hacienda pública: El esfuerzo bélico realizado durante los siglos XVI y XVII para el
mantenimiento del Imperio, provocó un fuerte endeudamiento de la Hacienda, ese gasto militar se
financió con el oro y plata americano. La disminución en el volumen de metales preciosos al inicio del
s. XVII empeoró aun más la situación. Ello originó hasta seis suspensiones de pagos de la Corona a sus
acreedores por falta de medios. A ellas seguía siempre una negociación con los banqueros afectados,
que solía consistir en sumar a la deuda principal los intereses no pagados, con lo que el endeudamiento
de la monarquía era cada vez mayor. Para resolver esta situación se recurrió a la búsqueda de nuevas
fuentes de ingresos que afectaron sobre todo a Castilla:
A. Las alteraciones monetarias, como la acuñación de las monedas de vellón de cobre puro sin
contenido en plata. Así se reducía su contenido metálico, pero se aumentaba su valor legal. La
Hacienda se beneficiaba de la diferencia entre el valor legal de la moneda y el valor (muy inferior) de
su contenido metálico. Esto produjo una inflación galopante que desorganizó toda la economía del
país. También se usó el resellado.
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C. La venta de cargos públicos, en especial los municipales; o la venta de títulos nobiliarios, que si
eran adquiridos por burgueses, en el momento de convertirse en nobles, dejaban de pagar impuestos.
Todos estos recursos solo sirvieron para poder afrontar las necesidades inmediatas de la Corona, sobre
todo los gastos militares y el pago de los crecientes intereses a sus acreedores, pero no fueron
suficientes para atajar el progresivo endeudamiento de la Hacienda Real.
La situación empezó a mejorar a finales de siglo, en 1680 se hizo una devaluación de la moneda de
vellón, positiva para frenar la inflación y estabilizar la moneda.
La crisis económica del s. XVII va a iniciar el traslado del centro de gravedad económico desde el
centro -Castilla quedó agotada- a la periferia.
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cartujos) y de bodegones, Murillo sevillano que domina la pintura de género (Niños comiendo fruta) y
los temas marianos (Inmaculadas) y fue muy apreciado en el exterior o Ribera, valenciano que
trabajará fundamentalmente en Nápoles, y que domina el claroscuro barroco (El martirio de San
Bartolomé).