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La segunda cuestión se relaciona con la determinación de “necesidad
pública” “servicio público”; y la tercera cuestión alude a “los efectos del
gasto público”
¿Quién y cómo determina cual es el límite del gasto público?. Si nos guiamos
por un pensamiento doctrinario, encontramos quienes parten de la idea de
que el Estado solo debe asumir los gastos para aquellas necesidades
esenciales que manifiestamente no puedan ser satisfechas por el esfuerzo de
los particulares, tales como defensa exterior y seguridad interior; servicio de
justicia, educación elemental. (adviértase que estas prestaciones no tienen
destinatarios sectoriales, sino que son comunes a toda la población). Suele
ser la nota que identifica a quienes tienen la opinión más restrictiva respecto
del gasto. En segundo término, y también dentro de una óptica restrictiva,
encontramos a quienes admiten que el Estado definirá en función de un
criterio político-social cuales deben ser las necesidades que debe atender,
pero respetando que su gasto no debe ser superior a los recursos con los que
cuenta, (por lo menos no por períodos prolongados), dado que vulnerando
este principio, pone en riesgo la estabilidad y el crecimiento de la economía.
En el otro extremo encontramos las doctrinas populistas, o mal llamadas
Keynesianas, que pregonan la discrecionalidad del gasto del Estado, en tanto
su objetivo sea disminuir las deficiencias que algunos sectores sociales
padecen (presuntamente por las inequidades del sistema económico);
asumiendo los eventuales déficit fiscales como un mal necesario. Decimos
mal llamadas Keynesianas porque la discrecionalidad en el límite del gasto es
postulado esencial para el populismo mientras que Keynes lo proponía como
alivio temporal para resolver las cíclicas crisis del sistema productivo. Esta
opinión no encuentra sustento en la economía, sino en una evaluación de la
cuestión social”, asumiendo que restringir el gasto del Estado no es posible
en la medida que acrecienta el conflicto social.-
Estos pensamientos doctrinarios pueden fácilmente ser atacados tanto desde
un punto de vista teórico como empírico. En el primer caso, la ausencia del
Estado respecto de las necesidades sociales, inclina la economía en favor de
una acumulación especulativa y una gran concentración de la riqueza lo que
profundiza la desigualdad social. Desde otro ángulo, observamos que las
necesidades esenciales previstas por la constitución originaria del siglo XIX,
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no pudo considerar las necesidades sociales de la comunidad en nuestro
tiempo, por lo que el trabajo, la salud, la vivienda, la educación, no pueden
quedar excluidas de la preocupación del Estado, aun cuando éste no tenga
claramente definido el origen de los recursos que empleará para asistir a
quienes reclaman estos servicios.-
Tampoco es sostenible la hipótesis del gasto fiscal ignorando la restricción
que impone la escasez de recursos para atender esas erogaciones. Los
abundantes ejemplos de nuestra historia reciente evidencian que cualquiera
sea la expresión política que adopte esta posición, conduce a situaciones
inflacionarias y a recesiones económicas que solo profundizan los problemas
que se pretenden resolver. –
La tesis intermedia nos propone una racionalidad que parte de equilibrar
recursos y gastos lo que desplaza a un segundo plano las cuestiones sociales
que son en definitiva las que en mayor medida presionan para desequilibrar
el erario público.
Por cierto no es que pueda encontrarse fácilmente una tesis superadora,
pero la experiencia histórica en los diversos países demuestra que el mejor
modelo es el que se basa en una política económica por parte del Estado, que
tenga por objeto la búsqueda del pleno empleo, la estabilidad en los precios,
y un proyectado crecimiento económico. Es decir, el Estado, debe asumir el
gasto siempre que en paralelo proyecte un objetivo futuro que permita
excluir ese gasto de las necesidades públicas, o acrecentar recursos futuros
que le permitan seguir afrontando el mismo.
Por cierto no podemos pensar que esto sea sencillo, pero entiendo que sería
un avance, que los gobiernos se vieran obligados a exhibir no solo la bondad
de asistir el gasto social, sino el resultado económico de dicho gasto en el
devenir temporal.
Si observamos el régimen normativo que rige el esquema recurso-gasto,
previsto en la ley de presupuesto, nos encontramos con un principio básico:
“El Estado no puede disponer erogaciones que no estuvieran previstas en la
ley de presupuesto;” sin embargo, el Estado no está obligado a presentar un
plan económico que permita esperar que dicho gasto sea sustentable en el
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tiempo, o produzca un efecto que disminuya o elimine la necesidad social
que lo provoca.
Veamos ahora en qué consisten las “necesidades esenciales” o los “servicios
públicos” que el estado debe asumir en función del contrato social que los
individuos suscriben eligiendo periódicamente representantes “…con el
objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior,
proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios
de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad…”
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Esto se vincula estrechamente con el tercer aspecto que hemos planteado,
referido a “Los efectos del Gasto público” que se disocia de la intención
original que lo promueve, dado que normalmente no se requiere un estudio
de sus efectos sobre el conjunto de la sociedad ni en el mediano o largo
plazo. –
El gasto público y el régimen federal
En nuestro país estructurado bajo un régimen federal, la potestad del gasto
público se distribuye institucionalmente entre la nación, provincias y
municipalidades. Este modelo requeriría una clara división de funciones y
áreas de incumbencia para cada nivel de gobierno, lo que nunca ocurrió ni
respecto del Gasto ni en la obtención de recursos. Son numerosas las
necesidades y servicios públicos que se prestan de modo superpuesto lo que
en muchos casos incrementa el gasto y disminuye la eficacia del mismo.
También acontece que el modo en que los gobiernos de afrontan
necesidades públicas en muchos casos atenta contra el desarrollo y
bienestar de la comunidad en su conjunto y disminuye los recursos del
estado para cumplir su cometido. P.ej. solucionar la desocupación con
empleo público.-
Dado que las fronteras de facultades y potestades de los distintos niveles de
gobierno no están claramente determinadas por la ley fundamental, el
derecho positivo intenta establecer límites mediante leyes como las de
presupuesto, o la denominada ley de responsabilidad fiscal, o la ley de
coparticipación, o convenios interprovinciales multilaterales; reduciendo
estas normas en cierta medida lo relacionado con los recursos, pero sin que
el destino del gasto público se vea favorecido por la eficiencia, ni certeza de
que las necesidades públicas sean resueltas con eficacia.
A este respecto, es interesante repasar la ley 25917 que establece el
REGIMEN FEDERAL DE RESPONSABILIDAD FISCAL cuyo art. 1°
establece: “Créase el Régimen Federal de Responsabilidad Fiscal con el
objeto de establecer reglas generales de comportamiento fiscal y dotar de una
mayor transparencia a la gestión pública, el que estará sujeto a lo establecido
en la presente ley.
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Se intenta asegurar el cumplimiento de la ley estableciendo : El consejo
evaluará el cumplimiento del régimen establecido en la presente ley y aplicará
las sanciones derivadas de su incumplimiento.