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1 - Prof. Jose A.

Licuime
TP N°4
EJE N° 2: Función Financiera del Estado.

1-ACTIVIDAD FINANCIERA DEL ESTADO

PARA LEER Y REFLEXIONAR:

ARTÍCULO PERIODÍSTICO (PARA REFLEXIONAR)

La actividad financiera del Estado y el rol de los impuestos


OPINIONES
29 Noviembre 2019
A priori, parecería que desde hace décadas el Estado es glotón, con un problema de obesidad
patente, y además ineficiente en el cumplimiento de sus objetivos financieros.
Rumores sobre un posible impuestazo patrimonial, otros sobre una posible suba de la alícuota
del impuesto a las ganancias, traen muchas preocupaciones para contribuyentes y empresarios,
y nos llevan a reflexionar sobre la actividad financiera del Estado, y el rol de los impuestos como
recurso.
La actividad financiera del Estado es económica, pero por sobre todo política. La forma en que
se manejan las finanzas públicas siempre ha respondido a la política de turno y a la concepción
ideológica de sus autoridades.
Actualmente se concibe al Estado como la sociedad política organizada y dotada de poder
coercitivo para alcanzar los fines que el mismo se propone, tal como lo define la escuela de
Griziotti. Los fines estatales son políticos.
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Contrariamente a lo que se podría pensar, es el gobierno de turno el que define las necesidades
públicas y en base a ello dispone recursos para satisfacerlas, no es el pueblo el que define las
necesidades públicas. Las necesidades públicas son tales porque el Estado las asume como
propias.
Actualmente el Estado es protagonista de la actividad financiera, tiene una función de productor
de servicios públicos y redistribuidor de la riqueza.
El rol del Estado actualmente tiene un marcado corte “intervencionista”, lo cual se refleja con la
impronta financiera, es decir, con “finanzas intervencionistas”. El objetivo se presenta como
“fortalecer la actividad pública a nivel económico y social”, destacando al Estado en un plano de
“superioridad”.
El intervencionismo se ve apoyado por grupos que se organizan y potencian con la bandera de
una “distribución justa de la riqueza”.
Existen distintos instrumentos de política fiscal: el sistema tributario, el presupuesto, el gasto
público y el crédito público.
Con el gasto público se pretende reemplazar el consumo particular relegado, apuntando a un
incremento de la demanda, para que con un efecto multiplicador se logre un incremento
adicional de la renta nacional.
La política presupuestaria intervencionista no persigue la idea de un presupuesto equilibrado,
sino que concibe al Estado como un verdadero motor de política fiscal.
El intervencionismo deja de lado la idea de “neutralidad en la imposición” -que acuñaron los
clásicos- para buscar fines extra-fiscales, una finalidad económico-social. El Estado, por medio
de los impuestos, está llamado a recaudar fondos de las clases adineradas para distribuirlos en
forma de beneficios y servicios públicos a los más necesitados.
Más allá de la concepción ideológica del poder de turno, lo que no podemos dejar de analizar es
la ecuación básica de todo presupuesto, según la cual: ingresos – gastos = equilibrio (0),
superávit (+) o déficit (-).
Ante una necesidad presupuestaria, la historia financiera de nuestro país demuestra que la
política fiscal ha sido la de equilibrar la ecuación mediante recursos tributarios: subir los
impuestos. También así queda expuesto con las intenciones del nuevo gobierno con respecto al
súper impuesto al patrimonio, por ejemplo.
Cualquier ciudadano de a pie conoce, y vive día a día, es que si no cierra la ecuación
presupuestaria, también corresponde revisar y reducir los gastos.
Sea cual fuere la concepción ideológica de un gobierno, no pueden ignorarse las premisas
básicas de eficacia y eficiencia. La eficacia es lograr el efecto deseado, la eficiencia es cumplir
adecuadamente una función.
En términos financieros, ¿el Estado es eficaz? ¿Es eficiente? Para ello no sólo hay que ver si se
generan los ingresos pretendidos (si se recauda bien), sino también en qué se gasta.
A priori, parecería que desde hace décadas el Estado es glotón, con un problema de obesidad
patente, y además ineficiente en el cumplimiento de sus objetivos financieros.
Algunas preguntas que podemos hacernos: ¿Ha crecido el empleo público? ¿Qué relación
existe entre el crecimiento del gasto y la mejora en las respuestas a los ciudadanos,
cumplimiento de objetivos, servicios, etc.?
¿Cuántas sesiones ha tenido el Poder Legislativo? ¿Qué cantidad de proyectos presentó cada
legislador? ¿Cuántos asesores tiene cada legislador, qué han hecho en concreto? ¿Cuánto le
cuesta cada legislador al país? ¿Cuántas horas han trabajado?
Por otro lado, debemos evaluar también las obras públicas. Desde la necesidad o prioridad de
las obras, el costo de las mismas, la concreción en tiempo y forma, etc.
Para gran parte de los ciudadanos el costo impositivo que vendría a cubrir la provisión de
servicios públicos está duplicado: se pagan impuestos, pero además se eroga en servicios
privados que no son cubiertos por el Estado. Es decir, se pagan colegios privados, seguridad
privada en la cuadra o en el consorcio, salud privada, un seguro de retiro. Todo ello por
ineficiencia del Estado en la provisión de ciertos servicios públicos, tanto en efectiva prestación
como en calidad.
En resumidas cuentas, la actividad financiera del Estado no puede quedar en cobrar impuestos,
en aumentar impuestos. Hay que revisar los gastos, se debe gastar bien! Mínimamente, se
deben aplicar dos requisitos que se exigen en una economía hogareña: eficacia y eficiencia.
(*) Contador Público – Lisicki, Litvin & Asoc.
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SERVICIOS PÚBLICOS (PARA REFLEXIONAR)

LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS se han configurado como actores que tienen una presencia muy
densa en nuestras vidas. Es de anotar que casi todas las cosas que nos rodean siguen unas pautas
previamente reguladas por la administración pública, y además esta interacciona con nosotros de
manera directa por medio de los servicios que nos presta. Es imposible concebir una sociedad
moderna sin la existencia de un sector público fuerte que sea capaz de regular los distintos
comportamientos sociales y responda a cada una de las demandas de la sociedad y a las necesidades
públicas.
Las necesidades públicas están de manera directa vinculadas al progreso y al bienestar social y por lo
tanto son las metas por las cuales debe velar toda administración pública en la medida de sus
posibilidades, asegurando a los ciudadanos la prestación de servicios de calidad. Dichas necesidades
públicas pueden resumirse en educación, salubridad, asistencia social, transporte, comunicaciones,
etc.
“Una parte importante de la doctrina ha reservado el término de “servicio público, en sentido técnico
jurídico, para hacer referencia a las actuaciones administrativas que consisten en prestaciones
asistenciales que satisfacen necesidades colectivas y cuya titularidad generalmente es asumida por
una administración pública”.
Por la lógica del estado bienestar, idealmente el servicio público debe ser proporcionado por el sector
público, pero hay que tener en cuenta que en la mayoría de administraciones, para la prestación de
algunos servicios públicos, se encuentran auxiliadas por los particulares, un ejemplo de este caso
puede ser el transporte urbano o interurbano de pasajeros que puede ser prestado por una empresa
comercial, pero es la administración quien ejerce el control en la calidad del servicio e impone el valor
del mismo, en nuestra ciudad SAETA
Actualmente existe un cuestionamiento del sector público, y en particular del papel de las
administraciones públicas como instrumentos para la prestación de servicios a la ciudadanía y se habla
de la eficacia del sector privado sobre el sector público, ya que se ha creado la idea de que este último
malgasta más los recursos económicos y no reporta el máximo nivel de satisfacción para todos los
ciudadanos; la administración pública puede definirse en términos generales hoy como mala gestión y
fuente de despilfarro, pese a ello, no se considera que la privatización de los servicios sea la solución
para acabar con las deficiencias en el desempeño de la administración pública, pues en definitiva el
sistema privado es más caro para los contribuyentes que el sistema público y si se privatiza este último,
muchos ciudadanos no podrán acceder a él con lo que se rompería con los principios del Estado
Bienestar. En realidad la solución no está en privatizar masivamente los servicios públicos sino en
realizar una mejor gestión de estos por parte de las administraciones.

Esta pérdida de credibilidad del sector público obliga a las administraciones públicas a redireccionar su
papel, actuando en función de los principios de economía, eficiencia y eficacia. De esta manera las
administraciones de la mayoría de países del mundo deben añadir procesos de regeneración y de
cambio y para ello se ha creado una nueva filosofía de actuación: la nueva gestión pública.
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La nueva gestión pública persigue una meta clara: la creación de una administración eficiente y eficaz,
que pueda satisfacer las necesidades reales de los ciudadanos con el menor coste posible,
promoviendo el desarrollo de servicios de mayor calidad.

Los servicios públicos deben mejorar su eficacia, el fin que persigue, del producto que ofrece,
fortaleciendo el compromiso de los funcionarios con los valores públicos que se enmarcan en un Estado
Social y Democrático de Derecho.
Por otro lado incorporando principios y técnicas de lo privado dentro del marco de las posibilidades
legales, de modo que la gestión pública aparezca como el resultado de la ley, pero de igual manera
como consecuencia de alguno de los principios y técnicas de la gestión privada entre los que hay que
destacar los más modernos y expertos sistemas gerenciales.
Se puede mejorar entonces el servicio público prestado por las administraciones públicas realizando
una adopción de las técnicas usadas por las empresas privadas en el ámbito público.

De este modo, aparecen conceptos y estrategias tales como el control de gastos, presupuestos por
programas, técnicas de dirección, funciones de planificación, dirección por objetivos, etc. Nos
encontramos, en definitiva, en una nueva forma de concebir la mejora y modernización de la
Administración pública, mediante un proceso abierto de perfeccionamiento en un doble frente.
Además, para conseguir que una administración pública obtenga óptimos resultados en la prestación de
los servicios se necesita también adoptar una serie de cambios en otros ámbitos tales como:

Cultural: Es imprescindible entender cuál es el objetivo de la Administración y de todos los que trabajan
en ella. El verdadero objetivo de la Administración es servir a los ciudadanos y el ciudadano debe estar
en el centro de la gestión. Conseguir esto en la Administración Pública significa una revolución cultural
en la forma de hacer las cosas y en las actitudes de los trabajadores de lo público.
Procesos: Los procesos en la Administración Pública no han sido diseñados para servir a los
ciudadanos y por lo tanto deben ingeniarse todos los procesos para conseguir que así sea. Si los
procedimientos no son cómodos para el ciudadano o no le ayudan en nada, hay que eliminarlos o
cambiarlos.
Organización: Las organizaciones públicas están diseñadas bajo modelos jerárquicos que nada tienen
que ver con la eficiencia. Es imprescindible reorganizar las administraciones, las plantillas y la definición
de los puestos de trabajo para poder actuar bajo un modelo en red, orientado a proyectos y a la
consecución de resultados.
Formas de relación: Del mostrador a la mesa redonda, del correo certificado a la comunicación on-line,
de la obligación a la presencia física a las facilidades de relación, etc.
De esta manera todas las administraciones públicas que pongan en marcha cambios importantes en su
funcionamiento y adopten medidas y técnicas estratégicas provenientes del ámbito privado, lograrán la
prestación efectiva de los servicios públicos.

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