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Del antropocentrismo al biocentrismo en la CPE

Rolando Coteja Mollo

18/01/2023 Opinión

La constitucionalización o incorporación de la materia ambiental en la Constitución


Política del Estado es considerada como un derecho de las personas, que es descrito
expresamente en el artículo 33, sobre el derecho a un ambiente sano, saludable y libre
de contaminación (se pone en evidencia que la principal preocupación es el ser
humano). Los derechos fundamentales son ampliados desde la esfera de los derechos
civiles y políticos, a los derechos ambientales, cuya titularidad no corresponde a los
individuos, sino a la colectividad, de ahí que se hace referencia a los derechos
ambientales como derechos difusos.
El derecho al medio ambiente no se puede desligar del derecho a la vida y a la salud de
las personas, de hecho, los factores perturbadores del medio ambiente causan daños
irreparables a los seres humanos, y si ello es así, habría que decir que el medio ambiente
es un derecho fundamental para la existencia de la humanidad.
El objetivo de los derechos medioambientales es, en consecuencia, la protección de la
salud y la vida de las personas, razón por la cual estos derechos constituyen un
“enriquecimiento” de los derechos fundamentales.
La definición del medio ambiente como un derecho de las personas implica que el
Estado debe asumir la función de prevenir y eliminar la contaminación ambiental, debe
dotar de contenido a los derechos constitucionales medioambientales mediante la
legislación secundaria. En este caso, el cumplimiento de estos derechos se produce en
función del accionar estatal, el Estado debe desarrollar políticas públicas orientadas a
garantizar un ambiente sano y libre de contaminación.
Este derecho comienza a evolucionar desde las iniciales preocupaciones sobre la
protección de una especie –con un criterio antropocéntrico, local, particular– hasta la
defensa de objetos mucho más abstractos y globalizadores, como el clima, la
biodiversidad, el patrimonio genético o la capa de ozono.
Los derechos de la naturaleza distan mucho de ser unánimes. Todo lo contrario: ha
encontrado defensores acérrimos, pero también duros contrincantes. Desde hace pocos
años, viene creciendo una conciencia acerca de la interdependencia entre todos los seres
vivos, entre éstos y la tierra, conciencia que clama por el reconocimiento de derechos,
no solo humanos sino también a la naturaleza.
Los derechos de la naturaleza plantean una perspectiva más radical que los derechos
ambientales. En cuanto a las limitaciones para el aprovechamiento de los recursos
naturales, otorgan a la naturaleza un valor inmanente, independiente de las evaluaciones
subjetivas.
El centro de la discusión reside en si efectivamente la naturaleza puede constituirse en
un sujeto de derechos. Existen dos puntos de vista opuestos: la perspectiva
antropocéntrica que, en virtud de la tradición jurídica occidental, niega la posibilidad de
reconocer a la naturaleza como sujeto de derechos, y el enfoque biocéntrico, el cual
abandona el antropocentrismo para instituir los derechos de la naturaleza.
El reconocimiento constitucional de derechos a la naturaleza tiene como principal
consecuencia su elevación a sujeto de derechos. Ello se traduce en el abandono del
enfoque antropocéntrico, en que se funda el derecho ambiental, para abrazar una
perspectiva biocéntrica, donde el objetivo es proteger la vida misma, más que una
especie en particular.
Al reconocer los derechos de la naturaleza como derechos autónomos a los del ser
humano. Además, la obligatoriedad de restauración integral de la naturaleza, supone una
orientación biocéntrica que no se agota en proteger el bienestar de los seres humanos,
como en el caso del derecho ambiental.
El ser sujeto de derecho, desde la antigua Roma, habilitó al ser humano para apropiar,
dominar e instrumentalizar la naturaleza. De esa forma, el ser humano fue extraído de la
naturaleza y puesto en un nivel superior a los demás seres vivos.
En cambio, la perspectiva que alienta los derechos de la naturaleza se aparta del
ambientalismo, que continúa sosteniendo que el ser humano es el único titular de
derechos, y se aproxima al paradigma biocéntrico de la ecología profunda que reconoce
a la naturaleza derechos. En este marco, la naturaleza es concebida como una persona
jurídica especial, puesto que no se trata de una ficción creada por el sistema jurídico,
sino que tiene una existencia concreta y de ella depende la vida en el planeta.
La constitucionalización de los derechos de la naturaleza, bajo la forma de derechos de
la madre tierra, no es una ruptura de los derechos de las personas a un ambiente sano y
libre de contaminación, sino un complemento. En términos académicos se trata de una
articulación entre el derecho ambiental y los derechos de la naturaleza.

El autor es politólogo – abogado y docente universitario.


rolincoteja@gmail.com

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