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¿Quién pone freno a la corrupción?

Rolando Coteja Mollo

Pese a los (in)numerables “esfuerzos” –aunque parece un sarcasmo– que se hacen respecto a
la corrupción, la situación no ha cambiado, es decir, seguimos figurando como uno de los
países más corruptos.

En el Índice de Percepción de la Corrupción 2022, elaborado por Transparencia Internacional,


Bolivia obtuvo 31 puntos, logrando el puesto 126 entre 180, se ha subido un punto en relación
con el 2021 (aquella vez se obtuvo 30 puntos). Mientras 0 significa que el país es muy
corrupto, en tanto que una ponderación perfecta es de 100, representa que es muy limpio o
transparente.

Con las mejores puntuaciones se encuentran Dinamarca con 90 puntos, Finlandia y Nueva
Zelanda con 87. Por lo contrario, Somalia, Siria, Sudán del Sur y Venezuela, están con mala
calificación, dicho de otro modo, son los más corruptos.

Aunque Bolivia, en comparación con otros países de la región está mejor posicionado que
Venezuela (14), Haití (17) y Nicaragua (19) Honduras (23), Guatemala (24) Paraguay (28) y a
la par de México (31), no debería servir como consuelo, dado que nunca se ha podido llegar ni
a la media que son 50 puntos (se nos sigue viendo como un país corrupto).

En una encuesta de 2016 realizada por la empresa estudios y mercado se señalaba que el
principal problema de Bolivia era la corrupción, seguido por el narcotráfico, la delincuencia y
la falta de empleo, probablemente el orden haya cambiado, sin embargo, dichos problemas
subsisten, no han sido resueltos, incluso la corrupción está presente o ha hecho metástasis en
todas las instituciones (principalmente) del Estado, no ha quedado ningún resquicio. Es tan
grave la situación que, por ejemplo, cualquier trámite (aunque sea insignificante) se resuelve o
se acelera con dinero, ¿a qué extremos estamos llegando? De un tiempo a esta parte, también
se ha vuelto en algo común que para acceder a una fuente de trabajo hay que pagar, ya nadie
se escandaliza, ya nadie dice algo, es “sálvese quien pueda”, la meritocracia (no es suficiente)
es lo de menos, los títulos académicos solo son el prurito.

Se cuenta con normativas que tienen el objetivo de transparentar la gestión pública, como la
ley 1.178 (SAFCO), la ley 004 (Marcelo Quiroga Santa Cruz), incluso la propia Constitución
Política del Estado, en su artículo 21.6 enuncia el acceso a la información (es una de las
“armas” para combatir a la corrupción) o los artículos 8, 93, 180, 213, 232 y otros, que se
refieren a la transparencia, pero cuyos resultados no se materializan. Alguien diría que no se
trata solo de contar con leyes, el problema es moral, ético y hasta de empatía. “El bien es
ciertamente deseable cuando interesa a un solo individuo; pero se reviste de un carácter más
bello y más divino cuando interesa a un pueblo y a un Estado”. Aristóteles.

Si bien es cierto, se dice, que el problema es estructural, incluso cultural, sin embargo, nada se
hace, no existe voluntad de la clase política para combatirlo o, lo que es peor aún, la sociedad
civil pareciera que se ha resignado a convivir con la corrupción, pero no solo eso, también a
fomentarla y practicarla, por ende, se vive en un estado de desconfianza y cuando existe
desconfianza es imposible construir una democracia estable. Investigadores como Hardin,
Levi y Braithwaite, ratifican que todo gobierno democrático que pretenda estabilidad y
desarrollo necesita de la confianza entre ciudadanos y de éstos hacia el gobierno, ya que la
confianza coadyuva al desarrollo social, cultural, económico y político. En el caso de
Finlandia (como se describe ut infra) la confianza en las instituciones y en los servidores
públicos se genera y se mantiene gracias a la educación.

El papa Francisco en una ocasión dijo que la corrupción “es una ciénaga, es la destrucción de
la persona humana”, por ello, es inadmisible quedarse de brazos cruzados, se debe hacer algo.
Edmund Burke, escritor y político irlandés, comentó alguna vez que: «Para que el mal triunfe,
solo se necesita que los hombres buenos nada hagan».

Dónde están los practicantes del cristianismo (según la revista Datosmacro.com, en 2010 el
94,26% de los bolivianos eran cristianos) cuyas buenas acciones no se visibilizan, no
repercuten o no tienen incidencia. En Romanos 12:21 se dice: «No seas vencido por lo malo,
sino vence con el bien el mal».

Los países escandinavos como Dinamarca, Finlandia, Islandia, Suecia y Noruega, suelen estar
dentro de los “top ten”, son los más limpios o transparentes, ¿qué han hecho o que hacen?
Según Transparencia Internacional, ellos tienen un sistema de valores que fomenta el interés
colectivo, acompañado de un alto grado de desarrollo educativo que impulsa a sus ciudadanos
a actuar de manera sobre todo ética.

En un estudio realizado por el mexicano Oscar Diego Bautista, denominado: “Medidas para
prevenir y controlar la corrupción. El caso de Finlandia”, describe que el hecho que la
corrupción no sea un problema público en Finlandia es resultado del uso correcto de filosofía,
educación, ética y política. Por haber generado una cultura ética y política, son educados y
benevolentes, prestos a participar en el servicio público. No por nada Aristóteles, ya había
señalado que “Prestar un servicio público es tarea propia de los hombres buenos”. La
concepción mayoritaria que tienen los finlandeses es la de ser parte de un país ético y
transparente. Como diría el propio Bautista, “Para promover la ética, han adoptado un
enfoque multidimensional y holístico en el que participan diversos actores, dado que no hay
una solución simple para mejorar la condición ética. Se trata de mejorar el sistema estructural
de la sociedad: legislación, normas, instituciones, medios de comunicación, liderazgo político,
formación y capacitación de los servidores públicos, etc.”.

Cuando la corrupción impera en la sociedad política, la participación ciudadana (sociedad


civil) es fundamental; es necesario ponderar, relievar, amplificar las buenas acciones, o sea,
replicar lo que hacen los “buenos”.

Todos estamos obligados a combatir la corrupción, si nosotros no lo hacemos ¿quién lo va


hacer?, ¿tendrían que venir extranjeros o seres de otras galaxias? o ¿todo ya está perdido? El
costo de la corrupción es enorme y afecta no solo a los derechos humanos, incide en el
desarrollo; “Bolivia nunca se desarrollará mientras subsista o haya corrupción”, a la sazón,
nuestros hijos y nietos nos preguntarán ¿has hecho algo para combatir la corrupción?

El autor es Politólogo – Abogado y Docente Universitario.


rolincoteja@gmail.com

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