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La (in)tolerancia política

Rolando Coteja Mollo


En el escenario político actual, marcado por la polarización y la confrontación ideológica, los
radicalismos y la intolerancia han emergido como fuerzas corrosivas que amenazan la
estabilidad democrática y el diálogo constructivo.
Es importante señalar que los radicalismos políticos pueden manifestarse en diversas formas,
tanto en el extremo izquierdo como en el extremo derecho del espectro ideológico. Desde el
fundamentalismo religioso hasta el nacionalismo excluyente, los radicalismos se caracterizan
por una visión dogmática y absolutista del mundo, que excluye cualquier forma de disidencia
o pluralismo.
Los radicalismos políticos se alimentan de la intolerancia hacia las opiniones y creencias
diferentes. En lugar de promover un diálogo abierto y respetuoso entre diferentes puntos de
vista, los radicales tienden a demonizar y deshumanizar a sus oponentes, fomentando así la
polarización y el conflicto en la sociedad.
Además, los radicalismos políticos suelen estar asociados con la violencia y la exclusión.
Cuando las diferencias políticas se convierten en divisiones insalvables, es más probable que
se recurra a la violencia física o verbal para imponer una visión particular del mundo. Esto
puede conducir a la represión de la libertad de expresión, la persecución de minorías y la
erosión de las instituciones democráticas.
Por otro lado, la intolerancia política también puede manifestarse en formas más sutiles, como
la negativa a escuchar otras perspectivas o la deslegitimación de aquellos que no comparten
nuestras creencias. Es igualmente peligrosa, ya que socava los fundamentos de la democracia
y el pluralismo, que se basan en el respeto mutuo y la aceptación de la diversidad.
Identificar países con un mínimo de radicalismo y una cultura de tolerancia puede ser
desafiante debido a la variabilidad en la percepción de estos aspectos según diferentes criterios
y contextos. Sin embargo, algunos países que suelen destacarse como ejemplos de tolerancia y
baja incidencia de radicalismo incluyen a Canadá, Nueva Zelanda, Noruega, Suecia e Islandia.
Canadá, por ejemplo, ha cultivado una larga tradición de multiculturalismo y respeto por la
diversidad, fomentando un ambiente de convivencia pacífica y respetuosa a través de políticas
inclusivas de inmigración y un enfoque en la igualdad de derechos y oportunidades.
Nueva Zelanda ha sido elogiada por su respuesta ejemplar a los ataques terroristas de
Christchurch en 2019, demostrando solidaridad nacional y un rechazo generalizado a la
intolerancia y la xenofobia. Noruega, con su fuerte tradición de derechos humanos y bienestar
social, promueve la diversidad y la inclusión, valorando la igualdad de oportunidades y el
respeto por los derechos individuales para mantener niveles relativamente bajos de
radicalismo y extremismo. Suecia, a pesar de los desafíos relacionados con la inmigración,
destaca por su enfoque en la igualdad de género, la diversidad cultural y la inclusión social,
gracias a políticas progresistas en áreas clave como la educación y la salud. Por último,
Islandia, con su población pequeña y homogénea, se distingue por su actitud tolerante y alto
grado de confianza social, promoviendo la igualdad de derechos y oportunidades para todos,
lo que contribuye a crear un ambiente de respeto y cooperación.
Estos países sirven como ejemplos inspiradores en términos de tolerancia y baja incidencia de
radicalismo, aunque es importante recordar que ninguno es perfecto y que todos enfrentan
desafíos en materia de convivencia y respeto por la diversidad.
En Bolivia, la situación respecto a la tolerancia y el radicalismo es compleja y variable. Si bien
el país ha promovido políticas de inclusión y diversidad, también ha experimentado tensiones
sociales y políticas que han exacerbado divisiones y confrontaciones. En los últimos años, se
han registrado episodios de polarización y conflictos, especialmente en torno a temas étnicos,
políticos y sociales. Se enfrenta desafíos relacionados con la discriminación, la xenofobia y la
exclusión, que pueden alimentar el radicalismo y la intolerancia en ciertos sectores. Sin
embargo, también existen esfuerzos de diversos sectores de la sociedad civil y políticos para
promover el diálogo inclusivo y el respeto por la diversidad, buscando construir una sociedad
más justa, democrática y pluralista.
En conclusión, los radicalismos y la intolerancia en política representan una amenaza para la
convivencia democrática y el progreso social. Es fundamental promover un enfoque más
moderado y dialogante en la política, que reconozca la complejidad del mundo y valore la
diversidad de opiniones como un activo enriquecedor para la sociedad.
El autor es politólogo-abogado y docente universitario.
rcoteja100@gmail.com

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