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Este ensayo es una reflexión general en primera medida que sale del estudio de diferentes
autores quienes a mi consideración proponen aportes, ideas en sus teorías pedagógicas que
se hacen importantes para comprender la educación que debe darse en el siglo XXI, una
educación que se hace necesaria en la escuela desde lo contemporáneo. De acuerdo a ello
este escrito intenta dar respuesta a la pregunta inicial que se formuló en el título de este
texto. Cabe aclarar, que “considerar la escuela como un lugar estático del conocimiento”, es
considerar que en ella no habría ningún cambio, sin embargo, con el pasar de los años todo
ha ido evolucionando y cambiando desde lo social, lo cultural, lo político, ético y religioso, en
el que se ha considerado nuevas formas de estar con el otro y de ser, proponiendo nuevas
formas para convivir que implican asuntos sobre educación relacionados con la escuela.
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Morin , E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Colombia : Universidad Pontificia Bolivariana
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Crear una educación que permita reconocer las partes en el todo y el todo en las partes,
reconocer la diversidad cultural, las diferencias, pero no separarlas sino uniéndolas en un
todo. Algo muy importante para reconocer todas esas diferencias como un todo sin
separarlas es comprender esas mismas diferencias, aprender a vivir y convivir en sociedad
implica comprender al otro de una manera desinteresada, sin esperar nada a cambio,
comprender y conocer esas diferentes formas de actuar, comunicarse y de donde se viene
hasta el hecho de comprenderse a sí mismo permitirá a esas futuras generaciones poder
interactuar con todos y no solo con una parte.
Pero no debemos olvidar que, también, siempre nos encontramos con esa seguridad ideologizada
según la cual el estudiante existe para aprender y el profesor para enseñar. Esa “sombra” es tan fuerte,
tan densa, que el profesor difícilmente entiende que, al enseñar, él también aprende; primero, porque
enseña, quiero decir, (es) el mismo proceso de enseñar el que le enseña a enseñar. Segundo, aprende
con aquel a quien le enseña, no sólo porque se prepara para enseñar, sino también porque revisa su
saber a raíz de la búsqueda del saber del estudiante. He insistido, tanto en trabajos anteriores como en
otros más recientes, en que los profesores deben tomar las inquietudes de los estudiantes, sus dudas,
su curiosidad y su relativa ignorancia como desafíos. En el fondo, la reflexión sobre todo eso es
iluminadora y enriquecedora para ambos.2
Se debe dejar de lado esa concepción de hace muchos años en el que el docente es solo
aquel que se dedica a transmitir conocimientos e información y crear en el aula de clases
momentos de diálogos, de compartir en el que no solo el maestro enseña, sino que también
aprende en ese proceso de enseñar y en donde el estudiante no solo aprende, sino que le
enseña al maestro qué enseñar y cómo enseñar, se permita esa reflexión de su quehacer
como maestro en el que se dé importancia a las inquietudes, dudas y curiosidades del
estudiante, no apagar esa energía y esa lucecita de cada niño, de cada joven de querer
descubrir su mundo al igual de aprender a cómo hacerlo.
En conclusión, la educación para el siglo XXI debe ser principalmente una transmisión de
humanidad, cultivar la humanidad en el que se forme, pero también se eduque ciudadanos
capaces de saber, de hacer, y de ser en sociedad en sus distintos ámbitos cognitivos, social,
cultural, político y religioso que les permitan vivir y convivir en sociedad, en la escuela se
deben abrir espacios de dialogo, de interacción entre maestros y estudiantes, el maestro
como ese guía, autoridad el cual ayuda a crecer a los estudiantes a partir de sus inquietudes,
dudas y curiosidades a partir de un trabajo colaborativo y participativo en ese proceso de
enseñanza y aprendizaje basados en valores y conocimientos que los ayuden en esa
transformación que necesita la sociedad en estos tiempos.
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Freire, P. (2014). Hacia una pedagogía de la pregunta. Argentina: Biblioteca Clásica de Siglo Veintiuno.
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