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¿A qué le decimos grave en psicoanálisis?”, por Benjamín Domb.

26 de Abril de 2016 ­ 20:30 hs.

A partir de Lacan, hay una parte de la estructura, del aparato psíquico, que Lacan titula
como lo real. Lo real se define como lo que no cesa de no escribirse, es decir, lo real es
aquello que es imposible de saber. Eso nos habita y quien reniega de eso, es un viejo. Yo
doy una definición de lo que es un joven: un joven va más allá de la edad cronológica.
Joven es quien tiene inquietudes, se interroga y no se las da de que sabe todas. Lo real
implica que hay algo que no sabemos ni nunca llegaremos a saber.

El tema de la gravedad en el psicoanálisis, un poco me descolocó, porque no es un término


propio del psicoanálisis. Pero tampoco es un término que vamos a negar, porque hay
pacientes, analizantes y enfermos graves. ¿Y por qué no es un tema de psicoanálisis
propiamente dicho? Porque Freud y Lacan no hablaron de gravedad, aunque uno puede
decir que está inferido. Freud no habló de gravedad porque en la época que Freud empieza
su pràctica y su descubrimiento del psicoanálisis, hay una división muy marcada y Freud se
dedica a las famosas histéricas. Lacan se pregunta dònde están las histèricas como Lucy,
Ana O., de esas que hacían conversiones, se desmayaban, hacían paràlisis histéricas, cosa
que hoy se ve muy poco… Lo que era del orden de la psicosis, estaba relegado a Charcot y
a otros médicos. Entonces, al principio el psicoanálisis se ocupó de las histéricas y los
obsesivos. Más tarde, con la enseñanza de Lacan, Lacan introduce algo fuerte, que es que
el psicoanálisis y los psicoanalistas no deben retroceder frente a la psicosis. O sea que la
psicosis se incorporó como campo al trabajo del analista.

Hay algo que está más allá de esta estructura simbólica e imaginaria, que es lo que Lacan
llama lo real. Lo real, tiene también que ver con la gravedad. Lo real está más allá del
nombre del padre, del deseo materno, y tiene que ver con que hay hombre y mujer y hay
sexualidad, aunque no hay relación sexual. Lo real, de alguna manera tiene que ver con que
hay un agujero, algo que es inabordable, pero que existe y convive con nosotros. Decir que
no hay relación sexual quiere decir, simplemente, que el goce de una mujer es diferente al
del hombre. En ese punto, no hay relación. En los seres hablantes, la palabra se interpone,
por eso no hay relación sexual. La cuestión fálica se interpone en la relación sexual.

PSICOSIS.

Yo pensaba en gravedad en la sala de guardia, donde hay de alguna manera muchos


psicoanalistas. Podríamos decir que se le dice enfermos graves a los psicóticos. No todos
los psicóticos tienen una urgencia. Así como Freud viene de la neurología, Lacan viene de
la psiquiatría. Lacan, durante casi toda su vida de médico, no dejó de presentar enfermos. Y
los llamaba “enfermos”, no los llamaba analizantes. Las presentaciones de enfermos eran
presentaciones de enfermos psiquiátricos. El paciente psicótico es un paciente que enseña
mucho. Enseña la estructura; Lacan dice que el psicótico tiene un inconsciente a cielo
abierto. El neurótico tiene un inconsciente incorporado a la estructura, un inconsciente que
hay que leerlo, que no se dice directamente. El psicótico en cambio tiene un inconsciente a
cielo abierto, es decir, todo lo que uno encuentra en la neurosis como reprimido, está en la
psicosis mostrado. Entonces, el psicótico muestra lo que es el Otro, el delirio, la voz, la
mirada como objeto a.

Las alucinaciones del psicótico pueden ser auditivas o visuales. Las auditivas son más
características de las psicosis, mientra que las visuales las puede tener un histérico, algún
neurótico. Incluso algún obsesivo puede tener alucinaciones visuales. La alucinación
auditiva implica que alguien les está hablando. Ellos se dan cuenta de que esto los coloca
dentro de cierta estructura y tienen alguna reticencia en confesarlo. Pero ahí aparece la voz,
el televisor le habla, las paredes le hablan, etc. Son pacientes graves a los cuales les falta la
palabra. Tengan en cuenta que algo grave es donde la palabra no interviene, que también
puede ocurrir en las neurosis.

Lacan habla de los seres humanos como habitantes del lenguaje. Y no alcanza con
solamente habitarlo, también hay que hablarlo. La característica de los psicóticos es que “no
hablan”: si bien son seres hablantes, ellos no se identifican con el lenguaje. Hoy me decía
un analizante, que un pariente suyo de 30 años, habla pero no dice nunca yo. El yo no
figura en su discurso. El psicótico puede hablar algunas cosas, aunque sea pobre lo que
puede decir. habitan el lenguaje, aunque no tengan palabra.

Dentro de las psicosis, hay casos agudos y crónicos. La gravedad está más ligada al
enfermo agudo, porque puede hacer un pasaje al acto.
En los psicóticos hay algo que Freud y luego Lacan definen como ​verwerfung del Nombre
del Padre. ​Verwerfung es una palabra alemana que se traduce como “forclusión” y la
gravedad tiene que ver con esta operatoria del Nombre del Padre. Es un término central
para ver si hay o no gravedad, si hay o no N del P.

Ustedes saben que el ser humano nace en una condición de desamparo más absoluto. Si el
niño no es auxiliado por un otro y si no es deseado por un Otro, como es el caso del
marasmo, muere. Nadie sobrevive sino es auxiliado por un otro. Spitz demostró que si el
Otro no lo desea y simplemente una enfermera lo auxilia con las necesidades básicas, el
sujeto va a perecer. Entonces, nacemos en esa situación de desamparo y necesitamos de
un otro que nos desea. A veces el Otro no nos desea de entrada, como en los embarazos
no deseados, porque a veces hay reproducción sin sexualidad (reproducción y sexualidad
no es lo mismo). La sexualidad tiene que ver con haber atravesado la castración. La
castración es algo fundamental para el ser hablante. O sea, primero está el deseo materno,
el deseo que aloja.
Si el deseo está en un tiempo posterior y no de entrada, deja una marca. Incluso, Lacan
dice que aquellos que no fueron demasiado deseados, pueden pasarse la vida buscando
ser deseados, sin llegar a la psicosis. Este deseo tiene que ver con el deseo de la madre,
muy ligado a su propio Edipo. Ustedes saben que el Edipo, tradicionalmente, es la amenaza
de castración. En la nena, como no hay nada que castrar, aparece el deseo de un hijo: el
hijo en el lugar del falo. Pero este es un tiempo, del que se dedicó la escuela inglesa. Hay
algo que tiene que ver con el Edipo, que es la intervención del nombre del Padre. El nombre
del padre hace que el niño logre separarse de la madre. El niño deja de ser un objeto y pasa
a ser un sujeto. Si esto no se logra, el niño va a quedar dentro del cuadro de la psicosis. La
psicosis es la forclusión del nombre del padre. Para que haya un padre, tiene que haber una
madre que señale ese lugar. No importa quién sea el padre, si es normal, anormal, si bebe,
si trabaja o no… Importa que esa mujer, que es la madre, lo señale como padre. Por
supuesto, no da lo mismo cualquier padre, pero el nombre del padre es fundamental e
insisto que en estas épocas hay quienes reniegan de la importancia del N. del P. Hay,
dentro de la corriente lacaniana, quienes reniegan de la importancia que tiene el Edipo, la
castración y la constitución neurótica. La constitución psicótica es “no hay padre”. Eso no
quiere decir que no esté la figura, sino que no hay quien separe al niño de la madre. En una
época Freud decía que el padre ejercía la castración a partir de la amenaza de castración.
Les recuerdo a ustedes que la amenaza de castración tenía que ser acompañada con la
visión del genital femenino. La instancia fálica estaba, en Juanito, adjudicada a todo ser:
hablante, no hablante, animal, inanimado… Todos tenían pito. Es la premisa universal del
falo. El padre es aquel que separa al niño de la madre.
Lacan tiene una definición de padre: un padre es aquel que hace, de su mujer, objeto a
causa de su deseo. Es aquel que desea a la madre, es decir, que además de madre sea su
mujer, la mujer del padre. En una familia, están los hijos y los padres… A su vez, casa
padre es hombre y mujer. Por eso se arman líos en la familia, porque a veces el hombre y la
mujer no se llevan tan bien como el padre y la madre.

Los nombres del padre, dice Lacan, son transmitidos por la madre. La madre señala que es
el padre el que lo va a retar al niño.

El nombre del padre es pivote de la estructura: pivotea la estructura, uno lo tiene inscripto o
no lo tiene. Y un padre, como decíamos, es aquel que hace de su mujer objeto a causa de
su deseo. Es aquel que le dice, perdonen la cuestión de calle, que deje a los nenes y se
vaya con él a la cama. Separa al niño de la madre. La madre tiene un límite, no se puede ir
a dormir con el hijo, aunque a veces pasa. La madre tiene que ir a dormir con ese padre.
Por supuesto, para que pase esto es necesario que la madre reconozca a ese hombre
como su hombre, el padre de sus hijos, y también como el hombre que la hace mujer. Este
es un ideal que no siempre ocurre.

El nombre del padre es una instancia que define si vamos a hablar de una neurosis o una
psicosis. No es lo mismo castración que represión. La represión es el límite que tiene la
palabra, lo que no puede ser nombrado por la palabra. En cambio, la castración es
separación del niño de la madre, tiene constitución subjetiva. En ese punto, hombres y
mujeres atravesamos el complejo de castración. El varoncito, en sentido que pasa de que
pasa del narcisismo del cuerpo, al narcisismo del pene. A los varones les importa que le
amen el pene, mientras que para las mujeres es el cuerpo. Lo que dice Freud, confundiendo
mujer con madre, es que una mujer quiere tener un hijo.

Lacan nunca dejó de lado el complejo de castración. El complejo de castración separa lo


que es psicosis de lo que es neurosis. Si uno atraviesa el complejo de castración, será un
neurótico. Su neurosis puede ser variable, pero hay algo que es fundamental: no hay
nombre del padre sin fallas. El nombre del padre siempre es fallido. No es un nombre del
padre que castre absolutamente. Separa al niño de la madre y permite que el niño sea un
neurótico y fija su constitución subjetiva, pero nunca es una castración absolutamente
lograda. Cuanto más lograda mejor, pero siempre es fallida. ​Esa falla se suple con los
síntomas. Los síntomas neuróticos son suplencias del nombre del padre. Ahí donde
falla el nombre del padre, se lo suple​ con síntomas.

El psicótico se hace ver: hace grandes demostraciones, se muestra. Los psicoanalistas


también necesitamos hacernos notar. Si queremos trabajar, nos tenemos que hacer notar.
Lacan decía que con la oferta, crea la demanda, porque la demanda aparece a partir del
deseo y a partir del deseo del analista. El deseo nos hace hablar, entonces hablamos al
público, nos mostramos y creamos la demanda de análisis.

CLÍNICA DE BORDES.
Si el NDP está más fallado, los síntomas son más graves. Entonces pueden aparecer, como
suplencias, no solo síntomas sino también fenómenos psicosomáticos, adicciones,
anorexias. Cuanto más fallado está, sin entrar en la psicosis, encontramos estos cuadros
graves. Ahí donde el NDP falló, aunque hubo una inscripción, se producen patologías
graves. La patología grave es un intento de suplir la falla del NDP. Muchas veces
encontramos jóvenes y adultos con graves falencias en lo que es su estructura.

Dentro de lo que sería la gravedad, pero no la psicosis sino dentro de las neurosis, existe
algo que se dio en llamar clínica de bordes. Algunos pacientes no son claramente
neuróticos, pero tampoco son psicóticos. Su constitución es parecida a las neurosis
actuales, a las neurosis narcisistas, pero hoy podemos plantear esta gravedad con
pacientes con crisis de angustia. Angustia es, en cierta medida, un cuadro muy amplio.

Hoy en día, no estamos en la época de Freud, de las famosas histéricas. Pero tampoco
estamos en la época de Lacan de retroceder ante la psicosis, porque se sostiene que el
psicoanalista debe escuchar al psicótico. Por supuesto, hay que poder diferenciar una
neurosis de una psicosis, no es lo mismo la transferencia que se puede establecer en una
neurosis, que la transferencia que se va a establecer en un cuadro psicótico. Es distinta la
operatoria, porque uno no acuesta en el diván a un psicótico. Ni tampoco acuesta en el
diván a un ​neurótico grave​. Una neurosis grave puede ser una ​anorexia extrema o una
bulimia​, que a veces requiere de internación. Son graves y el analista debe funcionar ahí,
para transformar eso que es “comer nada”, o comer hasta reventar y reventar, el analista
debe prestarle oído y hacer hablar a ese paciente grave.

PASAJE AL ACTO. (clínica de bordes)

El pasaje al acto también tiene que ver con los enfermos neuróticos graves. El pasaje al
acto, que no es acting­out (que también es grave), tiene que ver justamente con sujetos que
pasan al acto, como el suicidio, que es el pasaje al acto mejor logrado. A veces nos
encontramos con enfermos neuróticos que se suicidan. A veces vienen a consultarnos y
muchas veces son llevados a un hospital luego de un intento fallido. Cuando viene un
paciente y dice “me voy a suicidar” al consultorio, yo le digo “¿Y para qué viene, si se va a
suicidar para qué me necesita? Si el paciente consulta que se va a suicidar, es porque
necesita otra cosa, que uno lo disipe de esa idea. Porque si se quiere suicidar, no lo va a
decir. En un caso, una paciente ya hasta tenía pensado cómo iba a suicidarse. Yo le dije
que si ella venía acá, era para que yo la ayudara a vivir, no a suicidarse. Si lo dice, es
porque quiere que lo salven, o que uno haga algo.

El suicidio no es el único pasaje al acto. Todo pasaje al acto tiene que ver con una ruptura
de la escena e identificación del sujeto en la posición de objeto. Podemos pensar la
separación de una pareja como un pasaje al acto. A veces separarse es una salvación, hay
que pensarlo como una ruptura de la escena. La introducción a un análisis es un pasaje al
acto.

Un pasaje al acto puede ser un sujeto neurótico que tenga fantasías homosexuales y que
pase al acto, concretando el acto homosexual. Pasan de la estructura heterosexual y pasan
al acto en la estructura homosexual. No quiero decir con esto que algo sea más normal que
lo otro, sino que simplemente son ejemplos de rupturas de escena.

ACTING OUT.
Hay cuadros que tienen que ver con el acting­out, que no es lo mismo que el pasaje al acto.
Se trata de una mostración. Hay sujetos que tienen una estructura acting­out. Se la pasan
todo el tiempo haciendo acting, mostrando. Estas mostraciones son muy comunes en los
adolescentes: desaparecen, no avisan, vienen borrachos, etc. Son mostraciones para llamar
al Otro: el padre, la madre… Aplazar en todas las materias también es un acting, para
volver locos a los padres.
Cuando viene un paciente y me dice que se quiere suicidar, por ahí es un acting out y no un
pasaje al acto. Muestra algo.

ATAQUE DE PÁNICO. (clínica de bordes).


Hay muchísimo ataque de pánico, que es gente que cree que se está a punto de morir.
Víctor Iunger diferenciaba el ataque de pánico de la crisis de angustia. No voy a entrar a
hacer la diferenciación esta. En el ataque de angustia uno no cree que se va a morir.

MELANCOLIZACIONES.
Estos cuadros pueden ser neuróticos o psicóticos.

FENÓMENOS PSICOSOMÁTICOS.
Cuanto más débil es la inscripción del NDP, encontramos fenómenos psicosomáticos que
intentan anudar la estructura.

ADICCIONES. (clínica de bordes).


Quiero hacer hincapié en que hay muchas muertes relacionadas con este tema. Hay un
momento en el que comienza la rebeldía adolescente o puberal. hay un momento donde la
palabra del padre tiene poco peso, no tiene un peso esencial ni decisivo. Por supuesto, hay
que ver el caso por caso, porque cada sujeto neurótico o psicótico es un sujeto singular, con
su historia.

Freud hablaba del segundo despertar sexual. Lo que para lacan aparece, en el segundo
despertar sexual, es el acceso a la sexualidad adulta que es más allá del nombre del padre.
La sexualidad adulta, esta que aparece tempranamente, muestra con claridad la falla en el
nombre del padre, porque no hay ningún padre que sepa qué es una mujer. Y si hay alguno
que lo sabe, es un perverso, que dice que lo sabe.

Al principio yo introduje el concepto de real y en ese concepto, una mujer se define por ser
ella misma un enigma. Un enigma para ella y para el hombre. En determinado momento,
empieza a producirse los encuentros sexuales y los padres empiezan a perder su lugar. O
sea, el varón empieza a perderle el miedo a las mujeres y las mujeres empiezan a querer
comerse a los hombres, que es lo que se escucha en la chicas de hoy. Lo que pasa en la
juventud, es que tienen que enfrentarse a ese real, a lo real de la sexualidad. Esta es una
debilidad para los jóvenes, porque ellos tienen que enfrentarse con ese real y no tienen
herramientas, porque no las hay. Se puede tener una estructura más sólida, pero hay quien
tiene miedo a encontrarse con su sexualidad.

Antes dijimos que los jóvenes, en el buen sentido, eran los que tenían inquietudes. Pero los
jóvenes, vemos, hacen las previas: toman y se preparan para enfrentarse con el sexo
opuesto. esa es su debilidad. Se ponen en pedo, toman drogas. La droga entra en ese
momento de la vida porque los padres pierden esa posición que tienen como autoridad y
queda un vacío. Deben enfrentarse con la sexualidad de cualquier índole y nunca es fácil,
porque es un real. Para enfrentarse con ese real, los chicos hacen la previa para darse
ánimos. En el lugar del NDP, algunos pueden encontrar la música electrónica, el deporte, la
militancia, lo que sea. Siempre hay algo que viene a ocupar el líder. Lacan decía a los
estudiantes del ‘68: “​Ustedes buscan un amo para reemplazar al padre, alguien a quien
seguir”. Siempre buscamos a alguien que nos guíe la vida y todo esto se produce en
fenómenos de masas, donde lo que prima es lo que en psicoanálisis se llama la
identificación imaginaria, donde Freud daba el ejemplo del liceo de señoritas, donde todas
las chicas se identificaban con aquella que había recibido la carta del novio que la dejaba y
lloraban. Los hinchas de un equipo de fútbol también lo hacen, identificándose al líder que
es ese equipo de fútbol, o un jugador. Esto está en el artículo de 1920 de Freud y está
vigente.

Si tenemos suerte, los analistas recibimos consultas de los adolescentes, y si ellos pueden
hablar, tienen alguna chance de no quedar atrapados en el fenómeno de masas. El
fenómeno de masas es la identificación de unos con otros, es la patota, y eso nos lleva a
que si uno toma, el otro toma. Si uno se droga, el otro se droga. El que se droga, necesita
que el otro se drogue también. Esto es aprovechado por gente que envenena a otros. esta
debilidad de la juventud, este real del que padecemos aunque a veces puede ser un
disfrute. El goce es inherente al ser humano, porque como la represión siempre es fallida,
siempre hay lugar a un goce. La cuestión es que el goce no nos mate. A veces hay gente
que se aprovecha de esto y entonces, ¿Quién tendría que jugar el rol del NDP? El estado,
el gobierno. Ellos deben proteger esta debilidad coyuntural de los sujetos. Los sujetos, de
alguna manera, están en posición de víctima. El problema que tienen es qué hacer con su
sexualidad, qué hacer con su real. Entonces toman alcohol, se drogan y pierden su
subjetividad. La debilidad del ser humano es estructural.

La droga no empezó ayer, incluso Freud se daba con cocaína. El NDP prohíbe el goce, pero
si lo prohibís absolutamente, no va, incentiva la transgresión y el síntoma. La palabra del
psicoanálisis ante la droga entre los jóvenes, es que ellos no saben qué hacer con su real ni
tampoco están en edad de hacerle caso al papá. Entonces, hay una ley que debería regular
ciertas situaciones. Uno también puede madurar y elegir otros goces que no lleven a la
muerte.
Pregunta:​ ¿A qué se refiere con que tener palabra es algo fundamental?
B.D.: Algunos creen que la palabra no tiene poder, pero lo tiene. La palabra tiene un poder
apaciguador. tener palabra significa que cuando uno atraviesa por el complejo de castración
y cuando uno, de alguna manera, se constituye como sujeto neurótico, tiene una palabra
que es verdad que le viene del Otro. La palabra que nos viene del Otro es porque nos
habló. Nosotros hablamos por un discurso que nos ha sido instigado por el Otro. El Otro es
lo que nos hablaron, la madre, el padre. Nuestra forma de hablar viene de la forma que nos
han hablado, la forma en que nos han deseado y hablado. La forma de uno de hablar tiene
que ver con esto, con lo que nos ha sido instigado, como dice Lacan. No solo la palabra nos
fue instigada, sino el deseo, el amor, el odio, todo lo que nos ha sido transmitido. Desde ahí
uno tiene lo que Lacan llama ​“Lalengua”, viene del balbuceo, de lo primero que nos surge el
laleo hasta que aprendemos a hablar. Para tener palabra, hay que haber atravesado la
castración. Hay que haber sido alguien que accedió a la neurosis. El psicótico le falta la
palabra, aunque tiene lenguaje. Eso que nos produjo el Otro queda fijado en lo que se
conoce como el inconsciente. Una definición clásica de Lacan del inconsciente, es que es el
discurso del Otro. El Otro que nos habló. Vamos a encontrar chicos muy chiquitos que
repiten y que hablan perfectamente y que ubican perfectamente los conceptos, aunque no
saben lo que quieren decir, justamente, porque han sido hablados.

Es fundamental que un niño sea hablado para que tenga palabra. Y tener la palabra, quiere
decir “apaciguar las pulsiones”. Aunque la pulsión implica la palabra, el goce queda acotado
por la palabra. Tener palabra, quiere decir que en vez de pegarle al otro una piña es poder
decir que le tengo bronca, o en vez de matarlo, decir “Te quiero matar”.

Pregunta:​ Hay padres que no pueden parar de hablarle a los hijos.


B.D.: Sí, pero hago una corrección, también hay que escucharlos. A veces la palabra no
sirve para nada, hay que escuchar. Los psicoanalistas escuchamos. Lo que alivia al
paciente es poder hablar y cuando hay alguien que los escucha.

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