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Tema V
CÓMO AYUDAR A ADQUIRIR
PROCEDIMIENTOS
J. Ricardo García
Emilio Sánchez
Psicología de la Educación
Curso 2022-2023
INTRODUCCIÓN
“Aunque los significados están en la mente, tienen sus orígenes y su significado en la cultura
en la que se crean. Es este carácter situado de los significados lo que asegura su
negociabilidad y, en último término, su comunicabilidad” (Bruner, 1997; p. 21).
En otras palabras, para los teóricos socioculturales, nuestros procesos mentales –no
sólo nuestros contenidos mentales- son una construcción social. En este punto,
expondremos primeramente esta tesis de partida y, a continuación, otras dos que la
desarrollan: el conocimiento está distribuido y la cultura crea la mente al mediar entre la
persona y su entorno.
socioculturales significativamente distintos puedan darse (Bruner, 1998; Del Río, 1993;
Kozulin, 1996; Wertsch, 1993). En definitiva: el desarrollo no está impulsado sólo desde
dentro, también desde fuera; no estamos libres ni de nuestro genoma ni de nuestra cultura
(Bruner, 1998). No se trata con ello de negar la existencia de los universales cognitivos,
“sino de volver la vista a las situaciones socio-históricas en las que aquellos se actualizan y
desarrollan” (Lacasa, 1994, p. 25).
1Un caso similar es el de los mundurukú del río Curucu, para quienes el número 3 se dice “ebapug”,
que literalmente significa “tus dos antebrazos más uno”; el número 4 se dice “ebadipdip” (“tus dos
brazos enteros”) o el número 5 “pug pogbi” (“un puñado”) (Sanpedro, julio de 2007, artículo publicado
en El País).
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cada vez que dan un paso. Son torpes andando erguidos, pero, al tener una cadera más
ancha, el canal del parto también lo es y sus retoños pueden nacer “a término”. En nuestra
especie, la cadera se ha reducido y, como consecuencia, podemos caminar erguidos sin
balancearnos: el centro de gravedad de nuestro cuerpo queda cerca de sus puntos de
apoyo (las piernas). Ahora bien, el canal del parto también se ha estrechado, con lo que
todo ser humano debe nacer antes de estar completamente preparado. Por eso somos tan
torpes, frágiles y desvalidos al nacer, si se nos compara con nuestros parientes homínidos.
Y por eso, sin el ambiente sociocultural que nos recibe, pereceríamos (Delval, 2001).
Hasta aquí, nada nuevo dentro de la tradición cognitiva clásica. La novedad que
ahora podemos introducir es que la red que una persona posee en un momento
determinado está conectada a su vez con otros nodos que residen en un plano
interpsicológico. Por ejemplo, una proposición determinada (“el conocimiento está
distribuido”) puede estar conectada positivamente con un instrumento o herramienta cultural
(un ordenador), un determinado contexto (el aula en el que escuchamos una conferencia) y
una persona (el conferenciante y su equipo de trabajo) que a su vez posee su propia red de
nodos inter e intrapsicológica. Cada vez que uno de estos nodos se activa (esté frente al
ordenador, me encuentre con esa persona o vuelva a entrar en la sala de conferencias) se
incrementa la probabilidad de activación de la proposición con la que ésta estaba conectada
(“el conocimiento está distribuido”) y, por propagación de la activación, de todo el paquete
de nodos unido a ella. Pero también puede ocurrir lo contrario: que ciertos nodos de la red
sociocultural se relacionen negativamente con ciertos nodos intrapiscológicos y se inhiban
mutuamente.
PLANO INTRAPSICOLÓGICO
+ +
- -
C1
H1
+ -
+ -
PLANO INTERPSICOLÓGICO OP 1
+
H2
+ -
OP 2
C2
Figura 1. Representación visual de la tesis sociocultural según la cual el conocimiento de una persona
en particular está distribuido entre otras personas (OP), las herramientas que utiliza (H) y los
contextos en los que actúa (C)
Ahora que contamos con este marco pueden entenderse mejor las principales
manifestaciones de conocimiento distribuido o situado a las que asistimos cada día.
podríamos poner en duda si habríamos sido capaces de pensar y decir lo mismo sin nuestra
relación con los demás. En una conversación, por ejemplo, en la que reconstruimos
nuestros recuerdos de infancia con un amigo de entonces, nada nos garantiza que uno de
los recuerdos que hemos aportado hubiera surgido haciendo solos un esfuerzo de
introspección y memoria. Bartlett (1932), uno de los primeros investigadores de la memoria,
era bien consciente de que la memoria es un proceso constructivo y, como tal, un acto social
(citado por Kintsch, 1998). Igualmente, Greeno (1994) ha destacado que las personas
piensan y resuelven problemas más típicamente en equipo que solas (véase también
Bielaczyc & Collins, 2000) e, incluso cuando pensamos individualmente, nuestros procesos
de pensamiento son ajustados por nuestro ambiente cultural y tradición.
a b b
Figura 2. Razonamiento práctico para calcular el área de un triángulo (incluso conociendo la fórmula
convencional)
La teoría de las “olas superpuestas” (Siegler, 1996, citado por Siegler, 2002), aunque
surgida desde planteamientos teóricos distintos, podría reinterpretarse según este punto de
vista. Esta teoría está basada en tres asunciones: (a) los niños usan habitualmente toda una
variedad de formas de pensar para resolver un mismo problema, (b) las diversas estrategias
y formas de pensar coexisten durante periodos prolongados de tiempo, no sólo durante
breves momentos de transición y (c) la experiencia produce cambios en la presencia de una
estrategia o modo de pensar al tiempo que introduce modos más avanzados de realizar las
tareas. En la Figura 3 puede verse una ilustración esquemática de estos principios.
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Figura 3. Descripción esquemática del modelo de “olas superpuestas” (a partir de Siegler, 2002).
“Dejamos atrás la infancia sin saber qué es la juventud, nos casamos sin saber qué es estar
casados y ni siquiera cuando llegamos a la vejez sabemos hacia dónde nos encaminamos;
los viejos son niños ajenos a su vejez. En este sentido, el mundo del hombre es un planeta de
inexperiencia” (Kundera, 1988, p. 132-133)
“Todas las sociedades humanas se enfrentan a tareas cognitivas que sobrepasan las
capacidades de cualquier miembro aislado. Hasta la cultura más simple contiene más
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información de la que podría aprender cualquier individuo en toda su vida, por lo que las
tareas de aprender, recordar y transmitir los conocimientos culturales están inevitablemente
distribuidas” (Hutchins, 1995, p. 262, citado por Daniels, 2003, p. 105).
Cabría decir, visto desde otro punto de vista, que cada uno de nosotros se limita a
alcanzar en cada dominio el nivel de maestría que le exige su participación en las redes
sociales de las que forma parte hasta ser un miembro aceptado de las mismas. Así que uno
acaba sabiendo lo suficiente (y nada más que lo suficiente) de informática como para no
desentonar y poder beneficiarse del tipo de ayuda que le pueden dar los demás sin sentir
que estamos abusando de ellos. Esto quiere decir que ese genio en estadística de la oficina
muy probablemente sólo sabe la estadística necesaria para resolver los problemas que sus
colegas suelen encontrar en su trabajo y para poder pedir ayuda a otros más capaces de
manera eficiente, si llegara el caso. Por la misma razón, en un matrimonio prolongado cada
parte corre el riesgo de saberlo todo de la declaración de hacienda y muy poco de
automóviles, o viceversa.
reincorporarse a las redes de las que forma parte para beneficiarse del apoyo cognitivo y
emocional que proporcionan.
La tercera de las tesis socioculturales que es preciso revisar para entender mejor los
procesos de apropiación e interiorización nos ayudará a concretar en qué medida la
interacción entre la cultura y la mente cambia a esta última. Y esto no significa que exista un
proceso unidireccional mediante el cual la cultura esculpa nuestras capacidades. Más bien,
debemos pensar en un proceso de negociación mutuo (Bruner, 1997). Bruner lo explica
usando la metáfora de una obra de teatro ya empezada a la que se incorpora un nuevo actor
que no conoce el papel:
“Cuando nos incorporamos a la vida humana es como si entráramos en escena en una obra
en plena representación, una obra cuya trama un tanto abierta determina qué papeles
podemos representar y hacia qué desenlaces nos podemos orientar. Otras personas del
escenario ya se han hecho una idea del argumento de la obra, suficiente para posibilitar la
negociación con un recién llegado” (Bruner, 1990).
Siguiendo esta metáfora, es esperable que la obra siga su curso, pero que no lo
haga exactamente igual a como transcurriría sin ese nuevo personaje. Es decir, hay una
influencia bidireccional, aunque en esa transacción quien más cambios experimente sea el
individuo: él es el que asumirá un papel sin el cual no podría interpretar la trama de la acción
e interactuar con ella.
Nótese que este modo de entender la relación de la persona con su entorno (como
una relación mediada por los “papeles” que éste nos ofrece) es distinta del paradigma
conductista (según el cual nuestras respuestas dependen de las contingencias que las
siguen) y del paradigma cognitivo (donde la mediación entre el entorno y las respuestas de
la persona es ejercida por contenidos mentales como las expectativas, conocimientos,
protocolos de razonamiento…).
La cultura pone a disposición de los individuos todos los artefactos diseñados para
superar los distintos problemas a los que nuestra especie ha tenido que enfrentarse (desde
el modo de comunicar unos lugares con otros hasta la manera de calcular la trayectoria de
un móvil). Esos artefactos son entendidos, en consecuencia, como herramientas o
instrumentos que sirven para hacer cosas (esto es, para llevar a cabo determinados
procedimientos) y para interpretar la realidad (Bruner, 1998; Wells, 2004). Pero, obviamente,
se trata de instrumentos diversos y con grandes diferencias entre sí. En consecuencia,
siguiendo la distinción de Vygotski (1995), podrían diferenciarse, al menos, dos tipos:
instrumentos materiales (o técnicos) e instrumentos psicológicos (mediaciones).
Los instrumentos materiales tienen naturaleza física, tangible: como una azada, un
martillo o un compresor. Debido a esto, modifican las actividades en las que los incluimos y
los resultados que obtenemos, pero no nuestra mente. Así, una azada nos permite hacer
surcos más profundos y con menos esfuerzo, un martillo clavar con más precisión, o un
compresor taladrar muros de hormigón. Pero no hay nada en estos instrumentos que
cambie nuestra forma de pensar, razonar o recordar.
Un ejemplo que recibió una especial atención por parte de Vygotski fue el de las
relaciones entre el pensamiento y el lenguaje. Aplicando las distinciones anteriores, el
pensamiento es una función mental superior (así aparece explícitamente en la clasificación
de Flavell, 1993). Por su parte, el lenguaje –y aquí utilizamos el término lenguaje para
referirnos a un sistema lingüístico particular, ya sea el lenguaje de signos, el castellano o el
ruso- es un instrumento psicológico proporcionado por la cultura que nos arropa. Ambos
fenómenos son, en términos de Vygotski, dos ríos que confluyen en torno a los dos años: a
esa edad, el pensamiento del niño se vuelve lingüístico y su lenguaje racional:
2Los instrumentos psicológicos se consideran mediaciones instrumentales. Pero existe otro tipo de
mediación, la mediación social, que es la proporcionada por otras personas (a través del lenguaje o
de gestos) que interactúa con nosotros durante la realización de una tarea.
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“Este instante crucial, en que el habla comienza a servir al intelecto y los pensamientos
comienzan a ser dichos, se reconoce por dos síntomas objetivos inconfundibles: (1) la
repentina y activa curiosidad del niño por las palabras, su pregunta sobre cada cosa nueva,
<<¿Qué es esto?>>, y (2) el consiguiente aumento, rápido y brusco, de su vocabulario”
(Vygotski, 1995, p. 106).
A partir de esa edad nuestro pensamiento se hace mucho más analítico y ordenado.
Por eso, no podemos encontrar pensamiento simbólico en una mente individual, sólo en una
mente que forma parte de cierta cultura: pensamos como pensamos sólo porque las
generaciones que nos han precedido han inventado las formas de pensar que nosotros
ahora usamos (Kintsch, 1998).
Un segundo ejemplo, también clásico, del modo en el que las herramientas culturales
(mediaciones) amplifican nuestras funciones mentales, es el de las interacciones entre el
pensamiento y la escritura. En el desarrollo de las civilizaciones, la invención de los
sistemas de escritura permitió el tránsito desde el pensamiento mágico al pensamiento
científico (Olson, 1977), por lo que “no es de extrañar que fueran los griegos quienes
inventaran un alfabeto completo, que incluía vocales, además de los sonidos consonánticos
que poseían ya los alfabetos semíticos” (García-Madruga, 2006, p. 26). Cabe esperar que,
de manera parecida, la adquisición de la escritura genere algún tipo de transformación en el
pensamiento de los individuos. Pero ¿qué tipo de transformación?
Según los trabajos realizados por Luria en Uzbekistán en los años 30 del siglo
pasado –que no pudieron ser publicados hasta 1974 porque en la antigua Unión Soviética
se consideró que tenían tintes “burgueses”- , la alfabetización está relacionada con el
pensamiento formal (Kozulin, 1995): es decir, una mente no alfabetizada sólo posee
pensamiento concreto. Por ejemplo, cuando Luria planteaba a personas no alfabetizadas
que resolvieran tareas de clasificación, eran incapaces de generar categorías abstractas
para incluir los elementos presentados. Si se les daba una sierra, un hacha, una pala y un
tronco, tendían a agrupar la sierra, el hacha y el tronco porque tiene que ver con la tarea de
partir leña; en lugar de agrupar las herramientas por un lado y el tronco por otro. Y su
comportamiento estaba igual de apegado a lo experiencial cuando debían seguir un
razonamiento lógico y ofrecer una respuesta a partir de unas premisas:
a) En el lejano Norte, donde la nieve permanece todo el año, todos los osos son
blancos.
b) El sitio X está en el lejano Norte.
c) Los osos de allí, ¿son marrones o blancos?
Lo interesante del trabajo de Luria es que la forma de afrontar estas tareas cambió
hasta adoptar un estilo de pensamiento formal después de que, a pesar de ser adultos, se
les enseñara a leer y escribir. Y esta transformación, si tomamos los argumentos de Olson,
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Una vez expuesto lo anterior, resultará mucho más comprensible que, desde esta
perspectiva, aprender sea equivalente a interiorizar y/o apropiarse de los instrumentos que
la cultura proporciona. Esta forma de entender el aprendizaje estaba ya presente en la
formulación de la ley general del desarrollo de Vygotski (1995), por lo que partiremos de ella
para aclarar el significado y la diferencia entre estos dos procesos.
De acuerdo con la ley general del desarrollo, podría decirse que toda función mental
superior, al necesitar la participación de los instrumentos psicológicos para su pleno
desarrollo, atraviesa un doble proceso de formación: primero en un plano interpsicológico,
social, y sólo después en un plano intrapsicológico (que primero será externo o visible y
luego interno). En otras palabras, la función aparece primero en la relación con los demás; y
sólo después en la relación con uno mismo. Es a este proceso al que Vygotski denomina
interiorización y, nuevamente, en consonancia con uno de sus principales intereses, uno de
sus ejemplos recurrentes es el modo en el que aprendemos a utilizar el lenguaje para
regularnos. De acuerdo con sus observaciones, los niños pequeños no utilizan el lenguaje
cuando están solos para guiar su conducta; sólo lo hacen si están con un adulto que les
pregunta y les invita a narrar qué están haciendo mientras, por ejemplo, juegan y realizan un
puzzle. Un poco más tarde, esos niños comienzan a darse instrucciones en voz alta, aún
estando solos: “ahora cojo la rueda y la coloco aquí”, “esto no está bien así”, “pongo esta
otra pieza al lado”. Poco a poco, ese lenguaje para uno mismo en voz alta va atenuándose,
simplificándose y volviéndose más personal, hasta que desaparece del todo y se convierte
en pensamiento. Pero, para Vygotski, incluso en este momento –cuando el niño sólo se
habla mentalmente a sí mismo- puede identificarse el carácter social de la función
reguladora, pues nuestro pensamiento tiende a reproducir, aunque de manera atenuada, la
estructura de un diálogo con otros.
Tabla 1. Resumen de los resultados del experimento de Leontiev en la tarea de “colores prohibidos”
De todas las relecturas que de la propuesta de Vygotski se han hecho, nos interesa
claramente la distinción entre interiorización y apropiación (Del Río, 2001; Wertsch, 1988).
La interiorización conduce a la maestría, al control independiente de un determinado
instrumento cultural. Por el contrario, la apropiación consiste en dar sentido a esos
instrumentos y saber utilizarlos apropiadamente, pero sólo cuando se cuenta con algún tipo
de apoyo externo: sólo con la ayuda de alguien, cuando se hace uso de alguna herramienta
o cuando se está en determinados contextos. Es lógico que Vygotski prestara más atención
al proceso de interiorización: era heredero del pensamiento moderno, mucho más optimista
con respecto al potencial del hombre de lo que vendría a serlo el pensamiento postmoderno
que late en la idea de apropiación.
3Asumimos aquí que, dado que los investigadores no explicaban para qué debían usarse las tarjetas
y los participantes no estaban obligados a usarlas, en el caso de hacerlo estarían auto
suministrándose una mediación y, en consecuencia, ésta se situaría en el plano intrapsicológico. Si,
por el contrario, la mediación fuera proporcionada por los investigadores, se situaría en un plano
interpsicológico.
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Los dos procesos que resultan al aplicar este esquema podrían ser interpretados
como dos niveles de adquisición: uno más eficaz, más útil, mejor (la interiorización) y otro
menos eficaz, útil o peor (la apropiación). Sin embargo, aunque en algunos casos sí pueden
representar los pasos de una historia de aprendizaje (primero nos apropiamos de un
artefacto y luego lo interiorizamos), la apropiación puede ser el resultado último de esa
historia sin que esto, para los nuevos teóricos socioculturales, quiera decir que el proceso ha
quedado truncado. En consecuencia, para una persona concreta, sería posible establecer
un catálogo de los instrumentos culturales adquiridos distinguiendo entre aquéllos que ha
interiorizado y aquéllos de los que se ha apropiado, como ilustra la Figura 4.
Figura 4. Situaciones posibles que cabría distinguir en el catálogo de aprendizajes de una persona
concreta (a partir de Del Río, 2001).
De acuerdo con la propuesta de Vygotski, todo aquello que el alumno puede hacer
con la ayuda del adulto constituirá, en ese momento dado, su zona de desarrollo próximo,
mientras que lo que el alumno ya sabe hacer forma parte de su nivel evolutivo real. Pero
nótese que otra forma de decir lo mismo es ésta: si el alumno puede realizar con ayuda
alguno de los componentes es porque se ha apropiado ya de ellos mientras que, si puede
ocuparse de ellos por su cuenta es porque los ha interiorizado. La zona de desarrollo
próximo delimita, por tanto, los componentes objeto de apropiación, mientras que el nivel
evolutivo real lo que ha sido objeto de interiorización. Más allá de la zona de desarrollo
próximo (el lugar representado por la columna de la derecha de la Figura 5) están
componentes que ni siquiera han sido objeto de apropiación, pero se espera que lo sean en
el futuro.
aprendizaje), aunque, previamente, indicaremos cuáles pueden ser los principios generales
de la enseñanza de procedimientos desde un punto de vista sociocultural.
Cinco son, al menos, las lecciones que podemos extraer del planteamiento
sociocultural para la enseñanza de procedimientos.
4) No exceder la ZDP
4Alhablar de fines relevantes desde un punto de vista social, puede pensarse en proyectos más
modestos que el del ejemplo: organizar una excursión, ganar un premio para el colegio, representar
una obra teatral… (pueden verse ejemplos en Rogoff, Goodman & Barlett, 2001).
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puede ser asumido por el aprendiz con ayuda, pueda llegar a asumirse sin apoyo en breve,
es probablemente excesivo.
3.2. El modelado
Esta metodología ha sido propuesta para enseñar contenidos muy diferentes, como
habilidades sociales (Goldstein, Sprafkin, Gershaw, & Klein, 1989) o estrategias de
comprensión (Duffy et al., 1987; Roehler & Duffy, 1984). Además, ha contado con una gran
aceptación entre los docentes (Pressley, 1999), lo que ha permitido estudiar cómo la usan y
qué mejoras introducen (Brown, Pressley, VanMeter, & Schuder, 1996).
La enseñanza por modelado sigue una secuencia prototípica que puede ser
resumida en estos tres pasos (véase, para más detalle, la Tabla 2):
1) En primer lugar, se propone un modo de actuación que debe ser observado por el
aprendiz para contar con un “mapa” que le oriente posteriormente en su actuación.
Sin poner en duda la eficacia de la secuencia anterior, cabe subrayar que muchos
procedimientos no son enteramente “visibles” pues están constituidos por acciones mentales
no observables (razonamientos, decisiones, autorregulaciones). Por esta razón, una variante
del modelado clásico es la enseñanza explícita, destinada a la enseñanza de
procedimientos que incluyen componentes cognitivos. Esta variante incorpora dos
elementos nuevos al modelado: la explicación y el “pensamiento en voz alta”. Mediante la
explicación, que da inicio al procedimiento de enseñanza, se aclara aquello que va a ser
5Condensar es integrar en una sola acción diversas acciones; mientras que automatizar consiste en
transformar en conocimiento implícito lo que en su momento fue conocimiento explícito consciente.
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Regulación
De arriba a abajo. A ver el primero. De arriba a abajo: la chimenea, sí, el del curso de
acción
tejado, sí. ¡No! Este no. Le falta la ventana.
¡Ya tengo uno! Muy bien. (Autorrefuerzo)
A ver, el segundo. Ventanas… chimenea… Éste sí es igual.
¡Magnífico!
Voy a asegurarme mirando también el último. Bien.
De arriba, abajo; Tejado, sí; puerta, sí; ventana, sí.
Éste lo tiene todo también.
No puede ser. Sólo hay uno. Auto-Evaluación
Debo haberme equivocado en éste o en el anterior. No importa.
Los reviso de nuevo. ¡Ah, sí! ¡Es él! El anterior no tenía chimenea. Muy
bien…
6Consta también de actividades de lectura guiada que encajan mejor en lo que podría definirse como
una aproximación implícita a la enseñanza de la comprensión.
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extracto del modo en el que se propone enseñar a operar con algunos elementos anafóricos
del texto, como son los pronombres. La minilección se completaría con altas dosis de
práctica supervisada.
“Hay palabras que sustituyen a otras palabras. Se escriben para no repetir la misma palabra varias
veces. Algunas son muy cortas, como ella, suyo, los, y otras parecidas. Lee estos ejemplos:
Todo lo que está hecho de madera procede de los troncos de los árboles. Con ella se hacen casas,
vallas, muebles y papel.
¿A quién se refiere ella? A madera. Por eso decimos que ella es la palabra suplente de madera.
Normalmente la palabra suplente está cerca de la palabra a la que sustituye. (Se presentan otros
ejemplos y se continúa la explicación) Las palabras ella, suyo y los (entre otras) frecuentemente se
utilizan para sustituir a otras palabras que han salido antes en la lectura a fin de no repetirlas.
Podemos decir que son palabras suplentes. Para comprender bien, hay que saber cuándo esas
palabras sustituyen a otras y encontrar a quién sustituyen. De esa forma podemos ir relacionando
unas ideas con otras.
Ahora lee las siguientes frases. En cada una hay una palabra suplente, unas veces está en negrita,
pero otras no. Localiza la palabra suplente y escribe a qué palabra sustituye”.
La Tierra es una gran bola de roca. Debajo de su suelo hay miles de kilómetros de roca. ________
sustituye a ________
Tabla 4. Fragmento de una de las minilecciones del programa de Vidal-Abarca (2000, pp. 188, 189)
Una primera limitación del modelado es que puede desnaturalizar los procedimientos
enseñados ofreciendo, en consecuencia, una versión no del todo fiel del modo de hacer las
cosas. Por supuesto, la amplitud de esta distorsión dependerá del tipo de procedimiento que
se esté enseñando, pero en todos puede darse en algún grado. Si se están enseñando los
algoritmos de la división o la multiplicación, la distorsión se limitará a la realización más lenta
del procedimiento, pero nada más. Si, por el contrario, se están modelando habilidades
sociales o estrategias de comprensión, la desnaturalización puede ser mayor. Por ejemplo,
es común que, a la hora de modelar un comportamiento asertivo, el instructor o profesor
diga algo parecido a esto:
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“Entiendo que si no has lavado la vajilla, como habíamos quedado, será porque tienes mucho
que estudiar. Es normal a estas alturas del curso. Pero a mí me gustaría poder llegar por la
noche y cenar sin tener antes que lavar todo cuando no me corresponde”.
Ciertamente, éste es un modo muy asertivo de transmitir una queja, pero no parece
muy creíble que alguien, en un momento de indignación, pueda hablar así, con lo que su
potencial utilidad se desvanece.
En segundo lugar, el modelado ha sido utilizado, como vemos, incluso para enseñar
procedimientos de carácter mental, como las estrategias de comprensión y las
metaestrategias de planificación, supervisión y evaluación. Pero -como esperamos que
quedara claro en el Tema II- es difícil ser consciente de todas las representaciones que se
activan en el momento de ejecutar una acción, por lo que no podremos modelar más que
una parte de nuestra conducta mental. En consecuencia, para el aprendiz habrá aspectos
de los procedimientos trabajados, quizá importantes, que quedarán velados. Por ejemplo,
aunque pusiéramos mucho empeño, es difícil modelar la cantidad de decisiones que
tomamos al escribir: muchas de ellas son tan rápidas e imperceptibles para nuestra
conciencia que es probable que queden ocultas si tratáramos de enseñar a escribir un
ensayo con esta metodología.
Estas tres limitaciones nos llevan a recomendar el uso del modelado para la
enseñanza de procedimientos simples, como las técnicas, dado que éstas suelen constar de
pocos pasos -por lo que observar cómo se hacen no satura la memoria de trabajo-, no hay
que tomar decisiones -por lo que no hay aspectos susceptibles de resultar invisibles- y
admiten pocas variaciones -por lo que el riesgo de desnaturalizarlas al enseñarlas es menor.
3.3. El andamiaje
Figura 7. Secuencia hipotética para enseñar a resolver problemas matemáticos de acuerdo con los
principios del andamiaje. En letra negrita se han anotado los componentes que, en los momentos 2 y
3 han sido objeto de apropiación (y han pasado a formar parte de la ZDP: zona de desarrollo próximo)
o de interiorización (y los realiza el alumno autónomamente). Nótese que los elementos que están en
ZDP no pueden ser demasiados para no saturar la memoria de trabajo del aprendiz, lo que dificultaría
la interiorización.
Como es evidente, para materializar los principios del andamiaje en cada situación
de enseñanza, es crucial contar con un repertorio amplio de ayudas que ofrezca al alumno
toda una gama de posibilidades de participación en cada uno de los componentes de la
actividad. De ese modo, no sólo estaremos garantizando su intervención en el proceso, sino
también construyendo un camino fácil de recorrer entre las dos posiciones extremas: hacerlo
nosotros o dejar que lo haga él.
7 Véase, por ejemplo, Chi, Siler, Jeong, Yamauchi y Hausmann (2001), Graesser, Person y Magliano
(1995) o Montanero y García (2005).
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desarrollo de los distintos pasos del procedimiento. Pueden adoptar la forma de preguntas y
mensajes como: “Piensa cuál puede ser el paso siguiente”, “¿Va todo bien?”, “Quizá ahora
hay que poner algo más de atención”, “Bien, bien estupendo” …
Este repertorio de ayudas permite calibrar la intervención del instructor en cada paso
o componente del procedimiento que se esté ejecutando. De ese modo, caben tantos tipos
de ayudas –y tantos procesos de transferencia- como componentes tiene un procedimiento.
Pero, una vez establecido el punto de partida (el reparto inicial), la lógica es siempre la
misma: dejar que el alumno asuma más componentes y con ayudas cada vez menos
potentes (menos intrusivas). Es lo que se refleja en la Figura 8.
Componentes del
procedimiento
Técnicas Estrategias Metaestrategias
Tipo de ayudas
- Autonomía del alumno + Autonomía del alumno
(Lo hace el instructor)
Invasivas
El doble sentido del proceso de
transferencia
Guía verbal
Regulatorias
Figura 8. Ilustración del doble sentido que sigue el proceso de transferencia: (1) dejar que el alumno
asuma cada vez más componentes y más relevantes, y (2) ofrecer ayudas cada vez menos
intrusivas.
La primera gran ventaja del andamiaje es que permite enseñar procedimientos que
pueden llegar a ser muy complejos sin descomponerlos o fragmentarlos. De este modo, el
aprendiz puede tener una idea clara de lo que está aprendiendo y cuál es su sentido, al
tiempo que puede sentirse partícipe de contribuir a la realización exitosa de la actividad. Ya
vimos que en el modelado es difícil que esto ocurra pues, dadas las características de esta
metodología, para enseñar procedimientos complejos era necesario descomponerlos en
piezas.
En la figura, el rectángulo central representa los distintos repartos que pueden darse
desde el momento en el que el profesor comienza la instrucción (a la izquierda) hasta el
momento en el que el alumno puede aplicar el procedimiento (a la derecha). De acuerdo con
el rectángulo central, el alumno va ganando paulatinamente control en su práctica (mitad
superior del rectángulo) a medida que el profesor abandona su responsabilidad (mitad
inferior). Pero la diagonal muestra –como de hecho ocurre en el modelado- que cuando
comienza la enseñanza, el alumno no asume ningún papel. Si intentáramos representar la
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evolución del andamiaje, la diagonal no sería perfecta porque, incluso el primer día, el
alumno ya estará haciendo algo. Y esta circunstancia nos parece muy relevante.
En cuarto lugar, puesto que el alumno está desde el primer momento “dentro” de la
tarea, se le da la oportunidad de captar aquellos aspectos de la actividad que, por ser
implícitos, resultarían inaprensibles si sólo se le permitiera observar o actuar por su cuenta –
pero no con otro-. ¿Cómo aprender en qué consiste echar una pizca de sal si no es
cocinando con otro? (ejemplo tomado de Pardo, 2005) o ¿cómo entender en qué consiste
lograr que una obra musical suene empastada o cómo impostar la voz al cantar si no es
interpretando y cantando con otros? El andamiaje permite alcanzar comprensiones
conjuntas de estas nociones que, para el desempeño experto de un procedimiento son
relevantes pero que son tan difíciles de explicitar.
Por último, el andamiaje reproduce una secuencia que suele ser habitual cuando
aprendemos por nuestra cuenta: primero actuamos y luego –y no siempre- tomamos
conciencia de lo que hacemos. Así aprendemos, por ejemplo, lo que sabemos sobre el
lenguaje: primero hablamos, nos comunicamos con éxito, alcanzamos nuestros propósitos a
través de él… y luego empezamos a tomar conciencia de cómo lo usamos. En el andamiaje
ocurre lo mismo: el alumno primero hace cosas (lee textos con su maestro, o resuelve
problemas, o hace pirámides de población…) y sólo después, en el caso de que sea
necesario para una mejor transferencia, se toma conciencia de las regularidades contenidas
en esa acción. Por ejemplo, después de mucho tiempo leyendo cuentos juntos, si se ve
necesario para que el alumno pueda ser más autónomo, se podría decir algo parecido a
esto:
“Si te das cuenta, siempre que leemos encontramos que hay un personaje que se mete en
líos, que tiene algún problema. ¿Y luego qué leemos?... Cómo se libra de ellos. Muy bien.
Pues vamos a ver si aquí encontramos eso: ¿qué problemas tiene el personaje y como los
soluciona?” (a partir de Sánchez, 1998).
8 No obstante, estos logros han sido posteriormente atenuados: así, en algunos estudios se ha
observado que su eficacia es mayor cuando las estrategias introducidas en el diálogo son
Psicología de la Educación Tema V
Pero debe quedar claro que la enseñanza recíproca es una metodología igualmente
válida para la enseñanza de otros muchos procedimientos. Se trata simplemente de respetar
lo dicho: que el alumno-profesor debe guiar la acción, no explicar el procedimiento. Y lo
mismo debe hacer el profesor real si tuviera que intervenir en algún momento.
Las serpientes no pueden picar con sus lenguas porque éstas son completamente inofensivas. Ellas son
usadas para sentir cosas y para agudizar el sentido del olfato de la serpiente. Aunque las serpientes
pueden oler de la forma usual, la lengua les ayuda a captar delgadas partículas de materia que flotan en
el aire.
CONVERSACIÓN
Tabla 5. Fragmento de una sesión de “enseñanza recíproca” (a partir de Palincsar y Brown, 1984, p.
161)
Dos claras ventajas de esta metodología son que el alumno participa activamente en
el desarrollo de los procedimientos y que resulta socialmente muy reforzante. Para un
alumno, asumir ante sus compañeros la responsabilidad de ser su profesor será altamente
motivador y satisfactorio. Además de esto, la enseñanza recíproca puede ser un buen
detonante para el desarrollo de las metaestrategias, como se desprende de la ley de
Vygotski. En efecto, cabe esperar que sea más fácil regular a otros (en un plano
interpsicológico) que regularse uno mismo (en un plano intrapsicológico). Siendo así, al
controlar la conducta de los demás estaremos dándonos la oportunidad de iniciar ese
camino que va de lo social a lo personal. Y es que, alterando el proverbio bíblico, puede que
“ver la viga en nuestro ojo sea más fácil después de haber visto la mota de polvo en el ojo
ajeno”.
9 Ejemplo planteado a partir de Brown y Campione (1994, citado por Bielaczyc & Collins, 2000).
Psicología de la Educación Tema V
Como puede apreciarse, esta lógica de trabajo encaja muy bien en propuestas como
la de Wells (2004), según la cual los instrumentos se interiorizan cuando son medios
insertos en actividades relevantes. Al mismo tiempo, no cabe duda de que las comunidades
de aprendizaje pueden ser muy atractivas para los alumnos, estimulan su desarrollo
metacognitivo (como en la enseñanza recíproca, regular a otros hará más fácil regularse a
uno mismo) y son coherentes con la noción de desarrollo próximo: un igual podrá ajustar su
ayuda al nivel de sus compañero intuitivamente mejor de lo que quizá pueda hacerlo un
adulto (véanse en Bielaczyc & Collins, 2000, otras ventajas de las comunidades de
aprendizaje). Ahora bien, las comunidades de aprendizaje tienen en nuestra opinión dos
objeciones nada despreciables, sobre todo si tenemos en cuenta que estamos sopesando
su utilidad para la enseñanza de procedimientos.
La segunda objeción tiene que ver con la viabilidad de la propuesta y está también
fundamentada en algunos datos propios (nuevamente: Sánchez, García, & Rosales, 2010).
Hemos analizado con detalle numerosas lecturas colectivas, esto es, situaciones en las que
se lee en clase y se dedica algún momento a interpretar y comentar la lectura. Una de las
dimensiones analizadas ha sido precisamente la organización global de estas actividades,
distinguiendo –de menor a mayor complejidad- entre clases simples (cuando no hay ningún
plan previo que guíe la lectura), guiadas por planes (cuando al menos se anticipan los temas
que se van a tratar), clases organizadas como proyectos para el texto (donde se llama la
atención sobre algo que se desconoce y el texto se propone como una solución al respecto)
y dobles proyectos (cuando la misma unidad en la que el texto está incluido se propone
como una solución a un problema más amplio). Los resultados obtenidos son los mostrados
en la Figura 11: cuanto mayor es la complejidad organizativa menos número de casos
hemos encontrado.
Psicología de la Educación Tema V
Figura 11. Resultados del análisis de la organización global de 30 lecturas colectivas de Primaria
(tomado de Sánchez, García, & Rosales, 2010).
En relación con la curva anterior, queremos llamar la atención sobre el hecho de que
ninguna de las lecturas poseía una organización de doble proyecto, una estructura
organizativa que creemos incluso más simple que la subyacente a las comunidades de
aprendizaje. Por supuesto, que algo sea poco o nada frecuente no quiere decir que no
debiera existir. Pero también es justo pensar que los profesores pueden ver inviables este
tipo de metodologías o, incluso, considerar que sus alumnos pueden aprender lo que ellos
desean sin necesidad de tantos esfuerzos. Si ya es difícil enseñar determinados
procedimientos, crear una comunidad de aprendizaje para luego enseñar procedimientos
será doblemente difícil.
4. CONCLUSIONES
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