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Solución Examen Final 24/01/2024

SOLUCIÓN EXAMEN FINAL


A lo largo de la asignatura hemos ido encadenando retos para que, poco a poco, pudierais
tejer lo que hemos llamado una “mirada psicosocial”. En el examen final, el reto es aplicar
directamente esta mirada a un tema o un caso concreto. Como rama dentro de la ciencia
psicológica, la psicología social se interesa especialmente por fenómenos que involucran a
las personas y su “vida psíquica”, aunque pongamos el énfasis en unos aspectos u otros
según la perspectiva que adoptemos (PSP, PSS o PSC).

Tal como hemos visto especialmente en el primer Reto (¿Qué es una emoción?), este
“mundo interior” incluye también las emociones que, por muy íntimas que nos puedan
parecer a priori, ahora sabemos que tienen una dimensión social significativa. De hecho, el
tema elegido para desarrollar los conceptos de la asignatura podríamos considerar que es
una emoción (ansiedad) pero su propio nombre ya nos muestra que es un tipo de
“ansiedad” muy especial y vinculado al ambiente “ecológico” y “social”. Por lo tanto, es un
buen lugar donde plasmar las diferentes perspectivas psicosociales, tal como os pedíamos
en la primera pregunta, y es que los fenómenos sociales se entienden de una manera u
otra según desde la perspectiva teórica que los miren.

La psicología social psicológica fundamenta su enfoque en establecer una dicotomía entre


individuo y sociedad. Es decir, existe una realidad social independiente al individuo que
influye en su comportamiento, sentimientos, etc. De esta manera, se puede asumir que el
artículo se acoge a esta perspectiva en cuanto asume que la ecoansiedad es una emoción,
como la angustia, fruto de un aumento de la información disponible a nivel social sobre la
excesiva degradación del medio ambiente a causa de la acción humana. Esta información,
como realidad objetiva, incide en lo que viven y sienten los individuos, los cuales
reaccionan con emociones como la preocupación excesiva sobre esta temática y, en último
término, la ecoansiedad. En este sentido, la aparición de ansiedad es una consecuencia
individual de la gestión de la información a nivel social sobre la importancia de trabajar por
el medio ambiente. Esta perspectiva se puede ejemplificar cuando en el texto se habla del
impacto de la información en toda la población o, alternativamente, cuando se describe a
las personas que la padecen como víctimas desamparadas.

Por otro lado, la ecoansiedad puede entenderse de manera radicalmente diferente si se


concibe desde la psicología social construccionista. Desde esta perspectiva, la
ecoansiedad no existe como una realidad objetiva independiente, sino que es una
condición ineludible para su existencia que la sostengan los discursos e interacciones
sociales que la movilizan. No existe en este sentido dentro de la cabeza de los individuos,
sino que lo hace más allá de ella: a partir del lenguaje que narra y explica la ecoansiedad y
qué efectos tiene esta narración. En este sentido, la PSC adopta una perspectiva histórica
y pretende situar los diferentes fenómenos sociales a partir de estudiar el contexto que
posibilitó su origen, qué formas de conocimiento sustentan la aparición del término, por
ejemplo, como reacción afectiva en clave estrictamente psicológica. Finalmente, esta
perspectiva no se interesa tanto por la gestión individual del entorno social sino que se

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pregunta por qué se asocia el concepto de ansiedad con la ecología, produciendo


discursos que sostengan esta asociación entre trastorno individual y degradación del
medio ambiente - en lugar, por ejemplo, de concebirlo como un problema socioeconómico
enmarcado en un sistema de producción capitalista.

Si pasamos a la tercera orientación de la psicología social (PSS, según la taxonomía que


hemos presentado en la asignatura) y, al mismo tiempo, avanzamos a la segunda
pregunta, podemos pensar en la Teoría de la Categorización Social, desarrollada por Henri
Tajfel, para ampliar la mirada de los procesos psicológicos a los identitarios. Esta teoría es
fundamental en la psicología social para entender cómo las identidades sociales se forman
y cómo influyen en el comportamiento y la percepción. Tajfel propuso que nuestra
identidad se construye en gran parte a través de la pertenencia a diferentes grupos
sociales, como la nacionalidad, la religión o el género, entre otros. En el caso que nos
ocupa, una primera identidad social con connotaciones positivas sería la de aquellos
grupos de individuos “normales o no patológicos”, que sufren un grado bajo de
ecoansiedad y que ‘saben gestionarla con sentido común’. En contraposición, encontramos
una identidad social más negativa asociada al conjunto de personas que sufren un grado
elevado de ecoansiedad porque, dada su condición de vulnerabilidad social, no disponen
de suficientes habilidades personales para gestionar la excesiva información sobre la
degradación del medio ambiente y cambio climático.

Según Tajfel, los individuos tienen una necesidad de autoestima positiva, que se puede
conseguir a través de su identidad grupal. La teoría sugiere que las personas clasifican de
manera natural a otros y a sí mismas en diferentes grupos, un proceso conocido como
"categorización social". Esta categorización lleva a una distinción entre "nosotros" (el grupo
interno) y "ellos" (el grupo externo), estableciendo así una identidad social. En este sentido,
el artículo define un grupo de ‘nosotros’ (aquellos que han sabido gestionar la ecoansiedad
de forma positiva y que son activistas conscientes contra el cambio climático) y un ‘ellos’
(aquellos que no han sabido gestionar la ecoansiedad y lo viven como un trastorno que les
paraliza en esta lucha normativa contra el cambio climático).

Una vez las personas se identifican con un grupo, tienden a adoptar una visión favorable
de su propio grupo, fenómeno conocido como "favoritismo endogrupal". Este proceso se
puede entender en el intento del artículo de señalar de manera clara esta distinción entre
baja ecoansiedad y activismo social versus alta ecoansiedad y bajo activismo social. Por
tanto, muestran una distinción clara entre normalidad y patología, señalando que a este
segundo tipo le falta capacidad de lucha, de la cual el momento actual no puede prescindir.

Para terminar con esta posible respuesta a la segunda pregunta haciendo referencia al
grupo concreto de la “juventud occidental”, podemos recurrir a la noción de
interseccionalidad para enfatizar cómo esta carencia se considera aún más grave si
tenemos en cuenta el eje generacional (juventud vs. progenitores) que acentúan sus
visiones recíprocamente estereotipadas. Por un lado, se asume que la juventud occidental
debe incorporar este componente activista, especialmente en comparación con
generaciones anteriores, a quienes los jóvenes acusan a menudo de inmovilismo o incluso

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negligencia y falta de una mínima preocupación por la ecología (ecoansiedad como motor
de cambio).

Finalmente, relacionado con lo anterior pero desde una mirada más propia de la PSC,
podemos observar cómo en las sociedades occidentales contemporáneas convergen
algunas tendencias y/o valores en los que cobra sentido el concepto y la vivencia de la
ecoansiedad. Por un lado, la “psicologización” de la vida, la concepción del individuo como
gestor de sí mismo (incluyendo su afectividad), el valor de verdad otorgado a una ciencia
que ha popularizado y “instalado” en el “sentir” común la cuestión del cambio climático y la
preocupación por este como delimitador de las subjetividades “normales y anormales” (o,
como se dice en el artículo: “no sentir un poco de ecoansiedad es lo raro”).

La noción de discurso es central para esta perspectiva construccionista de la psicología


social y por eso os pedíamos que la recuperaseis en la tercera pregunta. Este concepto, en
este contexto teórico, hace referencia a cómo los individuos utilizan el lenguaje para
construir la realidad social y las identidades individuales y grupales. El discurso se refiere
al uso de textos, hablados y escritos, empleados para construir, mantener y negociar
identidades sociales y relaciones. El lenguaje entonces no sirve solo para comunicar
información, sino que también actúa como vehículo para construir la realidad social. El
discurso es entonces una práctica social que tiene un papel central en la creación y
mantenimiento de las percepciones del mundo, así como la conformación de actitudes y
comportamientos.

El primero de los discursos que se puede identificar es un discurso psicologista, que


conceptualiza la ecoansiedad como un proceso cognitivo que ocurre y sucede en las
estructuras internas y mentales del individuo. A través de numerosas prácticas, este
discurso delinea un esquema de procesamiento mental de la información existente en el
ambiente sobre los problemas medioambientales, donde el cerebro del individuo, a través
de procesos cognitivos, descodifica esta información de una determinada manera,
generando emociones, pensamientos y actitudes en relación al cambio climático. Cuando
las habilidades mentales de cada individuo en el procesamiento de esta información no son
lo suficientemente eficientes, se genera entonces la ecoansiedad. En el texto encontramos
algunas de estas prácticas discursivas, como por ejemplo la frase ‘impactando en gran
parte de la población’. Este discurso sustenta la excesiva preocupación por el medio
ambiente como una patología clínica, la ansiedad, la cual establece una distinción clara
entre aquellas personas que viven la problemática del medio ambiente de una forma
‘normal’ de aquellas que lo viven de una forma ‘anormal’.

Relacionado con esta distinción entre lo normal y lo patológico, se aprecia el segundo de


los discursos. Se trata del discurso centrado en la 'guerra' como forma de generar cambio
social para mitigar las consecuencias del cambio climático. Este discurso se sustenta en la
idea de confrontación, estableciendo claramente la idea de partidarios y contrarios en una
meta común y justa. Este discurso belicista define al grupo de los partidarios como
conformado por aquellas personas que son capaces de gestionar la información de forma
eficiente sin llegar al colapso individual. De alguna manera, este discurso otorga a la

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ecoansiedad un papel de catalizador que hace que las personas puedan contribuir a la
lucha activa contra el cambio climático. Por contra, bajo esta mirada, se ubica al otro bando
(los enemigos del medio ambiente) a las personas que no son capaces de gestionar de
forma adecuada los estímulos sociales sobre el cambio climático, ya sea porque los
ignoran (inmunes a una mínima ecoansiedad-catalizadora) o también aquellas personas
que desarrollan una patología donde la ecoansiedad les supera y por tanto no son capaces
de luchar activamente contra el cambio climático. Se convierten en este sentido, poco
funcionales para la lucha, disminuyendo por tanto las fuerzas de los partidarios y
alineándose por tanto con ‘el enemigo: gobiernos, organismos internacionales, grandes
corporaciones y ‘negacionistas’.

Para analizar la última frase del artículo (que indica que la ecoansiedad será un fenómeno
creciente) no debemos abandonar del todo esta distinción entre partidarios y detractores
de la preocupación y la acción por el medio ambiente que genera y sustenta el discurso
belicista en torno a la ecoansiedad. De alguna manera, las personas que sufren
ecoansiedad se consideran ahora como minoría, pero pueden convertirse en mayoría a
medio o largo plazo y por tanto será clave para la lucha medioambiental si esta se ignora,
se medicaliza a nivel individual o se trabaja colectivamente hacia las causas
socioeconómicas de esta angustia. Así pues, la frase ‘lo raro es no sentir un poco de
ecoansiedad’ reafirma esta tendencia hacia la normalización pero no hacia el conformismo.
Es decir, apunta hacia la posibilidad necesidad de normalizar que las personas sufran
ecoansiedad de forma leve pero también que sepan gestionar de forma eficiente la
información social sobre el cambio climático. Desde el punto de vista de la minoría que
ahora sufre ecoansiedad y se moviliza, la generalización de esta vivencia debería asegurar
una cierta hegemonía de la percepción que es necesario luchar con acciones concretas
por la mejora del medio ambiente. De alguna manera, la normalización de la ecoansiedad y
el mantenimiento de su concepción más patológica como minoritaria, se articularía bien
con la voluntad de no desfallecer en la lucha contra el cambio climático. Por contra, cuando
la intención se centra en gestionar y controlar a nivel individual la excesiva preocupación
por el cambio climático y mantenerlos bien delimitados dentro de la esfera más patológica,
esta vivencia se convertiría menos en una forma de lucha colectiva por el medio ambiente
y más en una preocupación exclusivamente de la psicología más clínica.

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