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La investigación realizada en los últimos años en diferentes áreas ha mostrado que las
personas tenemos conocimientos intuitivos relativamente estables y profundamente
arraigados en muy diferentes dominios. Así, tanto los estudios evolutivos como
instruccionales o socioculturales han identificado este tipo de representaciones sobre la
naturaleza, el mundo social, las matemáticas o el propio mundo psicológico, del que me
ocupé en la conferencia impartida en el el I Congreso Iberoamericano de Educación
Científica, impartida en La Serena en julio de 1998 (Pozo et al., 1999) Los objetivos y
marcos teóricos de estas investigaciones han sido muy diversos, pero todas ellas acreditan
la existencia de representaciones intuitivas o espontáneas, en muchos casos no conscientes,
fuertemente arraigadas en el sistema cognitivo y/o la cultura, relativamente generalizadas
incluso entre personas pertenecientes a contextos culturales diferentes, y, sobre todo,
fuertemente resistentes al cambio incluso cuando se someten a un fuerte esfuerzo
instruccional. De hecho, los estudios sobre el cambio conceptual muestran que, en general,
las estrategias instruccionales son poco eficaces para modificar en lo esencial esas
concepciones intuitivas profundamente arraigadas (por ej., Schnotz, Vosniadou and
Carretero, 1999). Estas dificultades para lograr ese cambio conceptual son relevantes no
sólo para mejorar el diseño de la instrucción, sino también para un mejor conocimiento de
los procesos y sistemas cognitivos que están en el origen de esos conocimientos intuitivos
tan difíciles de cambiar. ¿Son todos ellos igualmente resistentes al cambio? ¿Cuál es el
origen y naturaleza de esos conocimientos intuitivos? Y en suma, ¿puede la educación
científica modificar realmente esos conocimientos previos?
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Uno de los dominios en los que más se han investigado esos conocimientos es el de la
ciencia intuitiva. Las personas formamos representaciones relativamente estables,
consistentes y resistentes al cambio sobre el funcionamiento de la naturaleza y los cambios
que en ella tienen lugar. Según defendemos algunos, esas representaciones constituirían
verdaderas teorías de carácter implícito, que tendrían su origen en las restricciones que
tanto el funcionamiento del sistema cognitivo como la propia cultura imponen a la
representación del mundo. Asumir que nuestras representaciones intuitivas del mundo
natural se organizan como teorías implícitas (Pozo, 2001; Pozo y Gómez Crespo, 1998)
supone aceptar que esas representaciones tienen su origen en procesos cognitivos
implícitos, es decir no conscientes, y por tanto difícilmente controlables y modificables,
que subyacen a buena parte de nuestras interacciones cognitivas con el mundo, pero
también que esas representaciones se organizan en forma de teorías, lo que, según Gopnik y
Meltzoff (1997) implica que se trata de representaciones abstractas, coherentes,
causalmente eficaces y basadas en un compromiso ontológico.
Las ideas implícitas tienen un alto grado de éxito para la vida cotidiana, sirven para hacer
muchas cosas. Pongo un ejemplo que puede esclarecer: para educar a los hijos no hace falta
estudiar psicología, todas las personas que tienen que interactuar con niños desarrollan una
psicología intuitiva o la adquieren por la cultura, aunque esa psicología intuitiva del
aprendizaje, como sucede con las concepciones de los alumnos sobre la química y la física,
no se corresponda precisamente con las teorías científicas al respecto (Pozo et al., 1999).
Evidentemente hay momentos en que sí va a hacer falta la psicología y es cuando esa
relación va mal, cuando falla la educación, cuando hay problemas serios. Esto sería lo
mismo que decir que alguien tiene que estudiar física o química para poder predecir los
acontecimientos del mundo natural que lo rodea.
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conocimiento cotidiano se basa en reglas asociativas simples, intuitivas, de pensamiento
causal; es un conocimiento que va a tener un fuerte uso y una fuerte relación con la vida
cotidiana y además viene perpetuado, mantenido por la cultura, por las formas de hablar en
nuestra sociedad (Pozo y Gómez Crespo, 1998, analizan este conocimiento intuitivo sobre
los fenómenos científicos).
Entonces ¿qué hacer? En la literatura en los años 90, en relación con las nuevas
orientaciones en la cultura, en la epistemología, en la psicología, ha surgido una alternativa
distinta: la idea de que lo que tenemos que hacer es fomentar la independencia, la
separación entre los contextos. Tenemos que partir de que en realidad existen diversas
formas de representarse el mundo, que sirven para fines distintos, y por lo tanto
acostumbrar a los alumnos a usarlas en contextos distintos. Esto tiene mucho que ver, en mi
opinión, con la fragmentación de la cultura posmoderna que nos ha hecho perder todas
nuestras certidumbres y hoy en día aparecen puntos de vista distintos sobre cualquier
planteamiento. Hay una fuerza creciente de las posiciones relativistas, de la idea de que no
existe un saber absoluto que sirva para todo, lo que sirve en un contexto puede no servir en
otro.
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aquella vieja posición realista, positivista, de la que partía el conocimiento científico.
Aparece primero en la Filosofía de la Ciencia, muy claramente, en términos de un
pensamiento posmoderno, relativista, que nos hace dudar de todos los saberes. Se ha
pasado, en un efecto péndulo, desde una posición en la que había un único saber verdadero
a otra posición en la que nada es verdadero.
En psicología cognitiva estos enfoques han cobrado mucha fuerza a partir de la crisis de los
modelos proposicionales clásicos y la creciente importancia del contexto y la distribución
del conocimiento entre unidades de información, tanto dentro del sujeto como entre
personas (Pozo, 2001). Esto se ve sobre todo en el auge del constructivismo social y las
psicologías discursivas, en términos de cognición situada, que acentúa la idea de que toda
representación, todo modelo, responde a un contexto, se aprende en un contexto y para un
contexto y que las posibilidades de transferir el conocimiento de uno a otro contexto son
bastante más limitadas de lo que suponíamos.
El alumno no tiene una sola representación sino que tiene múltiples representaciones, ¿cuál
activa y por qué? Esto está también muy enfatizado por lo que podríamos llamar la
psicología discursiva, una corriente que cobra mucho sentido en las posiciones
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neovygotskianas que van a insistir en que la ciencia es una forma de hablar sobre el mundo
y eso implica que existen muchas otras formas de hablar. Como decía Borges, no es posible
que un discurso -que no es sino una sucesión de palabras- se parezca nunca al mundo; así
que cualquier sucesión de palabras puede tener su valor relativo al contexto en que ha sido
generado. Desde esta perspectiva el conocimiento científico es una forma más de conocer y
hay otras formas de conocer, enseñémosle al alumno que hay una forma más de conocer,
que hay un menú de posibilidades y que lo usen cuando crean que es conveniente. Pero
aquí llegamos un punto que tiene que ver con un viejo problema que es la fragmentación
del currículo. En realidad este relativismo los alumnos ya lo vienen viviendo desde hace
mucho. Yo suelo poner un ejemplo muy gráfico que me contaron, una niña que preguntaba
a su profesor de química: “Oye, yo tengo una duda porque el año pasado en biología a mí
me dijeron que estaba hecha de células y este año en química me han dicho que estoy hecha
de átomos, ¿cuál de las dos cosas es verdad?”. El otro día un físico me contaba que su hija
le preguntaba si el átomo de química era el mismo que el de física. Yo creo que estas
preguntas se las hacen muy pocos alumnos, otros ni se preocupan por ello porque han
asumido tan bien el relativismo que saben que el átomo de física es el átomo de física y
olvídate del de química, es otra asignatura, eso ya pasó, está en otro lado.
Asumimos la idea de que hay saberes múltiples, los hay de hecho en la sociedad, hay
saberes distintos, científicos, académicos, artísticos, religiosos, populares, todos esos
saberes coexisten en el alumno y unos no van a sustituir a otros. Pero no caigamos en la
idea de que lo único que tenemos que hacer en la educación es incrementar el menú de
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opciones y dejar que el alumno por su propia vía y como pueda elija cuál de las ventanitas
de ese menú abre, sino que tenemos que ayudarle a integrar unas formas de saber en otras.
Hay un concepto que me resulta muy útil, un concepto que acuña Karmiloff-Smith (1992)
en un contexto distinto y yo lo transfiero, si se quiere lo “desitúo”, que es el concepto de
redescripción representacional, la idea de que en buena medida el cambio conceptual y el
progreso en el conocimiento es el proceso de ser capaz de redescribir una representación,
un conocimiento, en términos de un sistema representacional más potente, más complejo,
que es capaz de asimilar buena parte de los elementos representacionales que tenía el
modelo anterior y añadir nuevas relaciones, nueva comprensión. Esta idea de la
redescripción representacional no debe hacernos creer que integrar implica que el
conocimiento superior hace innecesario el anterior, porque el anterior sigue siendo
representacionalmente eficaz, lo que sucede es que en ciertos contextos, en ciertas
situaciones, cuando es necesario redescribirlo -podríamos decir explicarlo- La idea de
Karmiloff-Smith (1992) es la descripción de una representación en términos de otro
modelo, todo modelo o sistema requiere una nueva redescripción, una nueva explicación.
No se trata de que el alumno abandone esas ideas porque le van a seguir siendo útiles en su
procesamiento cotidiano de la información porque siguen siendo económicas, rápidas, no
tienen costo. Es más, los pocos estudios que se han hecho con científicos demuestran que
ellos no abandonan su sentido común, siguen siendo físicos intuitivos muchas horas del día
porque en realidad la física intuitiva les resuelve problemas o predice perfectamente lo que
va a suceder sin necesidad de complicar mucho más la interpretación, de redescribirlo en
términos de un sistema mucho más costoso de poner en marcha, que requiere más recursos
cognitivos y que requiere condiciones especiales para su aplicación.
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capaz de describir cuáles son los supuestos, los principio que hay detrás, cómo la ciencia
parte de principios distintos.
En un trabajo realizado con Miguel Ángel Gómez Crespo (Pozo y Gómez Crespo, 1998)
hemos partido del supuesto de que las teorías científicas y las teorías implícitas tienen una
serie de supuestos epistemológicos, ontológicos, y conceptuales diferentes (ver tabla 1).
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vemos las nociones implícitas de los docentes que, con un fundamento simplista, dicen que
el nivel va bajando cada vez más, es que no están viendo al sistema educativo como un
sistema, por ejemplo al decir que los alumnos no aprenden porque no están motivados, o
porque no estudiaron bien la ciencia en el nivel anterior, pero las explicaciones son mucho
más complejas, es un sistema.
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Tabla 1. Principios que subyacen a los diversos tipos de representaciones en el ámbito
del conocimiento científico (tomado de Pozo y Gómez Crespo, 1998)
PRINCIPIOS EPISTEMOLÓGICOS
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PRINCIPIOS ONTOLÓGICOS
# #
Interpretación del Los fenómenos se Los fenómenos se
mundo en términos de interpretan como una interpretan a partir del
estados de la materia sucesión de hechos conjunto de relaciones
desconectados entre sí relacionados entre sí complejas que forman
mediante ciertos parte de un sistema
procesos
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PRINCIPIOS CONCEPTUALES
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de procesos lineales a interpretarlos en términos de sistemas, tenemos que ayudarles a pasar
de interpretarlos en términos de una causalidad lineal en la que un fenómeno genera otro, a
interpretarlos en términos de una interacción entre factores, de tal manera que la causalidad
no es en una sola dirección, sino que para entender un fenómeno tenemos que situarnos
siempre en el sistema que es el que le da sentido y ver cómo diversas variables se influyen
entre sí, y acostumbrarles a utilizar este tipo de estructuras conceptuales, a buscar ese tipo
de interacciones, de relaciones, y no quedarse con la primera relación causal simplista que
encuentren, y finalmente hay que acostumbrarles también a trabajar no tanto con la idea del
cambio como con la idea de equilibrio, es decir, es claro que nuestro conocimiento
cotidiano se dispara cuando hay un cambio y no se dispara cuando hay situaciones de
equilibrio, es decir en la vida cotidiana nadie se pregunta por qué no se rompen los cristales
de esta habitación y sí se pregunta por qué se ha roto. Sin embargo para la ciencia es tan
relevante una pregunta como la otra, en cambio para el conocimiento cotidiano que las
cosas sean como son no es un problema, tenemos que ayudarles a convertir en problema lo
que para ellos no es un problema, que para ellos es el estado natural del mundo, que su
sistema cognitivo viene viendo desde siempre y por lo tanto no hay que explicarlo, no hay
que redescribirlo, tenemos que ayudarles a redescribir eso en términos de un sistema en
donde lo que vemos es una parte de las posibles interacciones y de las posibles realidades.
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Hay una idea, que desafortunadamente se ha hecho muy familiar, que es trabajar los
conocimientos previos como algo anterior a la unidad didáctica, es decir activamos las
ideas y luego explica el profesor; yo creo que la idea es más bien trabajar continuamente
con el ir y venir entre el discurso del alumno y otros discursos, otros modelos que hay que
presentarle, hay que ayudarle a comprender las diferencias y hay que ayudarle a contrastar,
a argumentar, así que esta explicitación va a implicar ir a niveles representacionales cada
vez más profundos, a medida que el alumno toma conciencia de sus representaciones,
porque no solamente toma conciencia de sus predicciones sino también de ciertos supuestos
que hay debajo y también de ciertas ideas que hay detrás de esos supuestos.
Quiero dejar muy claro que no estoy argumentando que la educación científica tenga que
enseñar los principios que acabo de mencionar como contenidos sino más bien que se dirija
hacia esa meta. Los contenidos tienen que ser contenidos más o menos clásicos de las
ciencias pero esos contenidos tienen que referirse a situaciones concretas, no a principios
sino a situaciones que luego las interpretamos y vamos viendo cómo entendemos mejor esa
situación desde ciertos principios que desde otros y no se trata de enseñar esos principios
como tales, como un contenido, pero a medida que el alumno vaya explicitando va a
profundizar en niveles representacionales cada vez más complejos.
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menos importancia en la producción y cada vez van a cobrar más importancia los bienes
simbólicos, la capacidad no ya de intervenir directamente sobre la realidad sino de diseñar
instrumentos simbólicos que puedan modificar la realidad, podríamos decir que en cierto
sentido el mundo hacia el que vamos y en el que estamos es un paraíso vygotskiano.
Vygotski nos decía que había dos formas de mediar con el mundo: las herramientas, que
cambian directamente el mundo, y los sistemas de signos y de mediación simbólica, que
cambian a la gente que interpreta el mundo.
Vivimos en una sociedad cargada de símbolos, los símbolos son riqueza material, riqueza
cultural, y deprivar a un alumno de esa riqueza cultural es deprivarle de una buena parte de
sus posibilidades de desarrollo personal. Imaginemos cómo sería nuestra representación del
tiempo o del espacio si no dispusiéramos de los sistemas de representación y de medición
del tiempo y del espacio que ha generado nuestra cultura. ¿Cuánto tiempo llevo yo
hablando? Podríamos hacer una encuesta, habrá gente que le parezca que mucho, que poco,
que más o menos. El reloj, nuestra representación del tiempo, está mediada por los sistemas
y convenciones que tenemos para representar y que hemos interiorizado, no podemos
entender en nuestra sociedad cómo nos representamos el tiempo y el espacio si no
entendemos el sistema que utilizamos para medir y ese sistema es una producción cultural,
es un modelo, una representación, hay otras, mejores o peores y depende de qué fines tenga
es mejor otra, ésta o aquella. A mí me sorprendió mucho cuando estuve en Moscú hace ya
muchos años que cuando ibas a una tienda a comprar algo las personas que estaban en la
caja primero hacían la cuenta con la calculadora y después la comprobaban con el ábaco, es
decir se fiaban más del ábaco que de la calculadora, en su cultura aquél era un instrumento
mediador mucho más establecido y les permitía representarse mejor las operaciones que
una calculadora. Yo creo que la ciencia genera también sistemas representacionales de este
tipo.
Quiero terminar señalando cuatro problemas que en un trabajo -elaborado junto con María
José Rodrigo para un número monográfico de la revista Infancia y Aprendizaje dedicado al
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Por problemas técnicos en la trascripción de la conferencia, este apartado está en buena medida basado en
Pozo y Rodrigo (2001), de ahí que en algunas partes su formato esté claramente más cerca del texto escrito.
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cambio conceptual como cambio representacional (Pozo y Rodrigo, 2001)- hemos señalado
que este modelo abre nuevas perspectivas pero crea nuevos problemas tanto a la
conceptualización del fenómeno como a la educación.
Un primer problema es que para que este modelo de cambio representacional tenga sentido
es necesario asumir un planteamiento de perspectivismo conceptual, es necesario asumir
que ante cualquier situación problema es posible y además es conveniente generar más de
una representación y que el aprendizaje de la ciencia es un proceso no de adquirir la
representación correcta según los científicos sino de contrastar, argumentar, entre
representaciones. La idea de multiplicar las representaciones para luego poderlas integrar es
una idea fundamental.
Aquí introduzco una idea importante y es la idea de que esta multiplicación, esta pluralidad
de representaciones debe de producirse tanto entre personas como dentro de la misma
persona, es decir, se trata por un lado de hacer que una misma persona tenga múltiples
representaciones pero sepa traducir una a otra, sepa dialogar entre ellas, sepa qué significa
estar en un nivel o en otro, sepa la relación entre el átomo y la célula y muchas cosas más
pero al mismo tiempo también significa procurar enriquecer el aula con múltiples
representaciones. En ese sentido el famoso problema de la atención a la diversidad, es decir
la diversidad como un problema, pasa en este modelo a ser una riqueza.
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Eso nos lleva al segundo problema que es llegar a una posición relativista, a una posición
de todo vale, asumir esa posición pone en serias dudas las metas de la educación científica,
porque los alumnos ya tienen saberes, tenemos que creer que la educación científica aporta
algo más, no es un saber más, es un saber que permite redescribir otros, cosa que no sucede
con los otros, es decir todos esos saberes no están en un mismo nivel jerárquico, hay
saberes que te permiten reinterpretar otros, es decir que yo puedo redescribir los conceptos
de los alumnos desde los conceptos científicos pero probablemente no al revés, hay que
añadir algo, hay que ir más allá para que el alumno pueda entender, o si no el alumno va a
interpretar que lo que le estamos diciendo es lo mismo que él cree y eso le va a llevar a
hacer unas mezclas entre conocimiento académico y escolar muy características.
Yo creo que la posición de redescripción representacional debe estar tan alejada de una
posición realista como de una posición relativista, debería asumir una posición
constructivista pero deberíamos definir qué es eso y en mi opinión este problema está muy
mal resuelto en la investigación y en la reflexión. El latiguillo de que somos
constructivistas parece resolver el problema de qué relación creemos que hay entre el
conocimiento y la realidad, pero es una falsa solución, ya que si todos somos
constructivistas y todo el aprendizaje es una construcción, no hemos dicho nada que ayude
a entender las diversas formas de aprender y de entender el aprendizaje (Pozo, 1996).
Otro problema muy importante, el tercero según la enumeración anterior, es que la gestión
cognitiva de esas múltiples representaciones debe conducir a una consistencia y coherencia
crecientes (Correa y Rodirgo, 2001; Gómez Crespo y Pozo, 2001; Pozo, Gómez Crespo y
Sanz, 1999). A medida que las representaciones progresan en otras dimensiones aumenta
también su consistencia, entendida como su uso sistemático por una misma persona en
escenarios o contextos diferentes. Las representaciones más explícitas o más científicas son
más consistentes que las representaciones implícitas. A su vez, en escenarios
interpersonales, en los que el contraste de argumentos se hace necesario, las
representaciones avanzarían en coherencia argumental que requeriría ser capaz de
discriminar e integrar perspectivas heterogéneas en una argumentación. Ambas formas de
potenciar la eficacia cognitiva de las representaciones –consistencia y coherencia- podrían
responder a niveles de redescripción representacional distintos. La consistencia
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representacional, por usar la terminología de Perkins y Salomon (1989), respondería a una
vía baja en la gestión de la heterogeneidad representacional, ya que aseguraría que aquellas
representaciones más abstractas, o redescritas en lenguajes más explícitos, son más eficaces
en un mayor número de contextos. En cambio la coherencia argumental sería una vía alta
para la gestión de esa heterogeneidad, ya que más allá del ajuste representacional,
promueve la diferenciación e integración explícita entre representaciones. Aunque los
trabajos aquí presentados estudian por separado la consistencia y la coherencia de las
representaciones, su análisis conjunto sugiere el interés de investigar las relaciones entre
ambos procesos en el marco del cambio representacional.
Un último aspecto del cambio representacional es que, en la medida en que ese cambio
requiere una explicitación o redescripción creciente de unas representaciones en otras, tal
cambio sólo será posible si se dispone de nuevos códigos o lenguajes que permitan esas
nuevas representaciones (ver Pozo, 2001, para un argumento extenso de esta idea). El paso
del conocimiento implícito al explícito no implica sólo superar las restricciones
representacionales impuestas por las teorías implícitas, como muchos modelos de cambio
conceptual han parecido asumir. Requiere también disponer de lenguajes y códigos eficaces
para esas nuevas representaciones, que dejarían de ser meros vehículos para transmitir o
transportar los conocimientos, para constituirse en nuevos formatos representacionales.
Como muestra Mortimer (2001) el cambio representacional, el paso de un “perfil
conceptual” a otro, es también un cambio en las “formas de hablar”, en los “géneros de
habla” y en las estructuras del discurso. Los alumnos sólo podrán representarse en esos
formatos los fenómenos científicos o sociales, sólo podrán representarse el mundo en sus
diferentes perfiles (según Mortimer, 2001) o perspectivas (Correa y Rodrigo, 2001) si
logran apropiarse de las formas de hablar y representarse el mundo adoptadas desde cada
uno de esos perfiles o perspectivas. Como han señalado recientemente Martí y Pozo (2000),
las representaciones mentales que las personas generamos para afrontar muchos escenarios
no pueden ser ajenas a los sistemas externos de representación (lingüísticos, gráficos,
matemáticos, etc.) con los que la cultura y la sociedad en que vivimos se representa esos
escenarios y “habla” sobre ellos. Otro problema abierto en el estudio del cambio
representacional es la investigación sobre cómo esos sistemas externos de representación –
generados muchas veces en el marco de la construcción de saberes disciplinares
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específicos, pero luego difundidos y consensuados en otros escenarios sociales cotidianos-
se transforman en representaciones mentales, ayudando a su vez a transformar la forma en
que las personas se representan el mundo. O como he dicho en otro lugar (Pozo, 2001)
como la mente y la cultura, en este caso, la mente y la ciencia se construyen mutuamente,
imponiéndose restricciones sin las cuales ni la mente ni la ciencia serían lo que son , y
menos aún lo que queremos que sean.
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