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Ejercicio
Analiza profundamente durante los próximos minutos
cuáles son tus virtudes y cuáles tus defectos, en cuanto a
excelencia concierne.
¿Estás dando lo máximo de ti como pareja, madre/padre,
hija/o, vecino, amigo, jefe/empleado? ¿En qué aspectos
podrías mejorar y qué cambios traería esto aparejado en
tu vida? Muchas veces, cambios internos de apariencia
insignificante producen un caudal de cambios externos
que nos dejarán boquiabiertos.
Ejercicio 2:
Esto mismo puedes tratar tú, haciendo lo siguiente:
imagina una situación que te saque de quicio (por
ejemplo, a tu pareja llegando tarde a una cita, a tu hijo
haciendo algo que no deseas).
Piensa unos instantes: ¿cómo te sentirías si tu pareja llega
a tus brazos aliviado, contándote que la tardanza es
consecuencia de un asalto al que fue sometido mientras
iba camino a ti?, ¿cómo le llamarías la atención a alguien
que está haciendo lo mismo que te molesta de tu hijo, si
ese alguien fuera una persona a la que tú admiras y por la
que tienes un profundo respeto.
Ya sé que se trata de ejemplos extremos, y que
seguramente tu pareja llega tarde porque es un
impuntual empedernido. La idea es que tú cambies para
generar el cambio en los demás. Tú vas a cambiar la
forma en que percibes los defectos del otro para así
ayudarlos a que hagan lo mejor para ellos. Tú, en tu
mente, viendo, escuchando y sintiendo a tu ser querido en
una situación extrema (de risa o miedo) lo tratarás mucho
mejor, y sabrás explicarle tu punto con una mayor
efectividad. Es realmente sorprendente como un ejercicio
tan simple como cambiar el humor interno con el que uno
se toma las cosas produce cambios tan radicales en el
entorno.
APRENDIENDO A PENSAR EN LUGAR DE REACCIONAR:
“El enojo siempre tiene una razón, pero rara vez se
produce por una buena razón.” Benjamin Franklin
ME VUELVES LOCO
Siempre que tengamos a mano a alguien a quien culpar
por nuestro estado de ánimo y nuestras acciones,
encontraremos en ellos el chivo expiatorio perfecto de
nuestra furia y nuestras (re)acciones poco felices. Es
esencial que te hagas cargo de ti y responsable de tus
actos. Si te adueñas de lo que pasa interiormente y
aceptas la responsabilidad de esos sentimientos, podrás
responder de otra forma, y así lograr lo que buscas en los
demás. Míralo de esta forma: si te enoja que tu hijo no
levante los platos, lo que quieres es que él entienda los
motivos por los que debe hacerlo y cumpla con esta tarea.
Si ya sabes que enojándote no sólo no logras tu finalidad
sino que además, generas un clima de indisposición a
nivel familiar (y a nivel interno de tu cuerpo), entonces
prueba otro camino. En primer lugar, vas a hacerte
RESPONSABLE de tus actos. El solo deseo de control de
pensamientos, sentimientos, palabras y emociones trae
aparejada una gran libertad. Nos volvemos libres porque
somos capaces de, RACIONALMENTE, elegir nuestras
reacciones (que ahora son, en realidad, ACCIONES).
Ejercicio Final:
En este último ejercicio veremos cómo controlar la furia.
Notarás que es una “mutación” del ejercicio que hicimos
la clase anterior para programar nuestras reacciones en
situaciones de emergencia, imprevistas o embarazosas.
En primer lugar, relájate respirando tres veces en forma
profunda, y exhalando por la nariz suavemente.
Abre los ojos unos instantes y repite unas dos o tres veces
más este ejercicio. Le estás enseñando a tu cerebro cómo
tiene que actuar cuando suceda esta situación. La
próxima vez quizás no sea sencillo, pero con práctica,
podrás manejar tu ira con mucha facilidad.