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Industrialización,
comercio y comunicaciones.
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amortizar la deuda pública y a subvencionar la construcción de obras públicas, especialmente
ferrocarriles.
Las consecuencias de las desamortizaciones tuvieron distinto impacto en las diferentes clases
sociales: El clero fue el principal perjudicado. Sus efectivos humanos se vieron reducidos y la
Iglesia se vio privada de gran parte de sus propiedades e ingresos. Perdieron riqueza,
privilegios y prestigio social. Los municipios también se vieron perjudicados al perder un
patrimonio que arrendaban y les proporcionaba ingresos con los que podía atender a
determinados servicios públicos (pago de maestros, médicos beneficencia, obras públicas...).
Los campesinos no pudieron acceder a la propiedad dadas las duras condiciones de compra.
Asimismo, la eliminación de la propiedad comunal agravó la situación económica campesina
convirtiendo a numerosos pequeños agricultores en jornaleros, por lo que se consolidó el
latifundismo en muchas regiones. La nobleza por el contrario no salió perjudicada de las
reformas liberales que en ocasiones les permitieron aumentar sus patrimonios territoriales. La
burguesía más enriquecida pudo acceder a la compra de tierras. Para el Estado se atenuó el
problema de la deuda de la hacienda pública y aumentó la producción agraria porque se
pusieron más tierras en explotación, aunque hubo pocos cambios en las técnicas de cultivo.
2. Industrialización
En general, cabría apuntar que la economía española en el siglo XIX dista bastante del contexto
internacional más desarrollado. La Revolución Industrial en España fue mucho menos
importante que en el resto de países europeos como Gran Bretaña, Francia o Alemania. La
incorporación de España a la Revolución Industrial, fue tardía, incompleta y desequilibrada.
Se pueden identificar una serie de causas que explican el fracaso de la Revolución Industrial en
España: Inestabilidad política; carencia de materias primas y de fuentes de energía; la
burguesía y la nobleza apenas invierten en industria; debilidad del mercado interior español
por la baja capacidad adquisitiva de la población; y estancamiento de la agricultura que no
proporciona mano de obra a la industria. Por lo tanto, durante el siglo XIX la industrialización
en España se centró solamente en el sector textil de Barcelona y en el metalúrgico de Bilbao y
Oviedo-Gijón.
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El resultado de todo esto fue un desarrollo industrial limitado y con grandes deficiencias:
Predominio de capital extranjero, inexistencia de un mercado nacional y baja competitividad
de las industrias españolas.
3. Comercio
Frente a la absoluta primacía industrial de Gran Bretaña en el siglo XIX, todas las naciones
europeas trataron de proteger sus nacientes industrias de la fuerte competencia inglesa. Para
ello, el medio más extendido fue el de imponer aranceles a la importación de productos
extranjeros, lo que se conoce como proteccionismo. Frente a los partidarios del
proteccionismo se encontraban los defensores del librecambismo, para quienes el Estado
debía intervenir lo menos posible en la economía y dejar que las fuerzas del mercado actuaran
libremente. La política arancelaria española partió del proteccionismo y pasó por diversas
etapas: acusado proteccionismo inicial y reducción paulatina del proteccionismo: Arancel
Figuerola de 1869 que no prohibió la importación de ningún producto y rebajó los aranceles.
Con la Restauración se volvió a un fuerte proteccionismo hasta los años 60 del siglo XX.
4. Comunicaciones
Sin embargo, la auténtica revolución de los transportes terrestres fue el ferrocarril. Las
ventajas del ferrocarril eran que permitía una gran capacidad de carga, velocidad y seguridad
muy superior a los transportes terrestres tradicionales. Las primeras líneas fueron las de
Barcelona-Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1851). La Ley de Ferrocarriles de 1855 regulaba
la construcción de ferrocarriles en España. Esta ley eximió de aranceles a los materiales
importados y favoreció la entrada de capitales extranjeros. La construcción del ferrocarril
alcanzó su máximo desarrollo entre 1855 y 1866, y tuvo dos problemas importantes: la red en
torno a Madrid respondió a una política centralista y no a motivos económicos (las zonas
industriales estaban en la periferia); por otra parte el ancho de la vía en España fue mayor que
el europeo (1,67 frente a 1,44) porque se creía que las máquinas deberían ser más potentes
para salvar la difícil orografía española. La construcción del ferrocarril se hizo con capital
público y privado. Además, la industria española no se benefició porque gran parte del
material se compró a empresas belgas, francesas e inglesas.