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OPCIÓN A. TEMA 3.

PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS

En la evolución económica de nuestro país, a lo largo del siglo XIX, se pueden


distinguir dos etapas: una de mayor estancamiento (1800 – 1860), con descensos de
precios, guerras y pérdida de las colonias americanas; y otra (1860 – 1901) caracterizada
por un ritmo de crecimiento más rápido.

1.- Los cambios agrarios.

A diferencia de lo ocurrido en otros países europeos, donde el despegue agrario del


siglo XIX fue antecedente inmediato de la industrialización, la agricultura española se
mantuvo lejos de alcanzar altos rendimientos. Lo cierto es que el sector agrícola no
conoció las transformaciones experimentadas en otros países de su entorno y que
permitirían hablar de revolución agrícola.

Las razones que explican este retraso son diversas, y muchas de ellas están
relacionadas entre sí:

 Estructurales. Por su composición, el suelo cultivable era de baja calidad; además


la escasez hídrica, configuraba una variable a tener en cuenta para explicar la mala
situación del campo español.

 Sociales. Faltaba la motivación suficiente para introducir transformaciones técnicas;


del mismo modo la desigual distribución de la estructura de la propiedad era un
claro impedimento, sobre todo porque grandes propiedades eran poco productivas.

 Económicas. España carecía de un mercado nacional estructurado. No había


demanda ni una red de infraestructuras como para desarrollar un tipo de
agricultura más dinámica y productiva.

Para poder contribuir a la industrialización era imprescindible la transformación de la


actividad agraria a través de la reforma del régimen de propiedad (reforma agraria) y la
introducción de innovaciones técnicas, de cultivos y de gestión.

2.- La desamortización: reforma de la propiedad

La desamortización es el acto jurídico por el que los bienes amortizados (en manos
muertas) dejan de serlo y pasan a ser bienes libres de propiedad particular ordinaria. En el
Antiguo Régimen una buena parte de los bienes y patrimonios estaban amortizados, es
decir, no podían ser enajenados, ni vendidos, ni repartidos en herencia.

Estas propiedades amortizadas llamadas de “manos muertas” se caracterizaban por:

 No era libre: el titular no podía venderla y tenía que transmitirla integra a sus
descendientes.

 No era plena: existían ordenanzas que imponían limitaciones a la utilización de la


tierra como la prohibición de roturar tierras o de cercar fincas debido a los

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privilegios de La Mesta, etc. Además el sistema de campos abiertos permitía el
aprovechamiento comunal de caza, leña, pesca y recolección de frutos silvestres.

 No era individual: los propietarios no eran personas físicas sino jurídicas: la


institución eclesiástica, el título de nobleza, el mayorazgo, el municipio o el común
de los vecinos.

Si los liberales defendían que nadie conoce sus intereses como uno mismo y que la
única ley económica era la oferta y la demanda era lógico que acabaran con el sistema de
manos muertas. Pero hay que dejar claro que la desamortización no implica
transferencia de propiedad sino el paso a un sistema de propiedad que permite esa
transferencia. Así por ejemplo, Mendizábal hizo una desamortización acompañada de una
expropiación forzosa.

Los procesos desamortizadores, desarrollados en el siglo XVIII (Carlos IV) y XIX,


significaron un cambio decisivo en el campo español. A través de ellos el Estado convirtió
el patrimonio amortizado en bienes nacionales, lo que afectó a gran cantidad de bienes
rústicos y urbanos.

Las desamortizaciones tuvieron una intencionalidad recaudatoria para sanear la


Hacienda y erradicar la Deuda Pública. Igualmente se intentó desarrollar el capitalismo en
el medio rural y crear una clase de propietarios para afianzar el régimen liberal.

Los dos principales procesos desamortizadores del siglo XIX se conocen por los
apellidos de sus impulsores, Mendizábal y Madoz:

 La desamortización impulsada por Juan Álvarez de Mendizábal en 1836 se


centró en las propiedades de la Iglesia. Por medio de una serie de disposiciones
legales, fueron disueltas las comunidades religiosas, excepto las dedicadas a la
enseñanza y a la beneficencia. El Estado confiscó sus bienes y los sacó a subasta
pública. La necesidad de obtener dinero para financiar la guerra carlista propició la
venta acelerada de los bienes, que se vendieron por debajo de su precio real y,
generalmente, a grandes propietarios. La desamortización de Mendizábal
constituyó un fenómeno irreversible y marcó un gran distanciamiento entre el
progresismo español y la Iglesia.

 La desamortización de 1855 de Pascual Madoz (ministro de Espartero durante el


bienio progresista), tuvo mayor alcance. Afectó al resto de los bienes de las
comunidades religiosas y al clero secular, así como a propiedades del Estado y de
los Ayuntamientos. Aunque se paralizó con el siguiente Gobierno moderado, fue
reanudada por los unionistas, que firmaron un acuerdo con la Santa Sede en 1860
para completar la venta de los bienes expropiados pendientes.

La parte más importante de esta desamortización fue la venta de los propios y


comunes de los pueblos:

- Propios: la propiedad la tenía el Ayuntamiento. Eran tierras muy ricas en las


cercanías de las poblaciones (huertas…), molinos, puestos de mercado, etc., que
el Ayuntamiento arrendaba a algunos vecinos. Estas rentas hacían que no hubiera

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impuestos municipales, que ciertos servicios fueran gratuitos (maestro, médico, por
ejemplo) y aseguraban la independencia económica de los Ayuntamientos.

- Comunales: pertenecían a toda la comunidad y, en teoría, no podían ser


vendidos sin el consentimiento de todos los vecinos. Eran bosques donde todos
podían cazar y recoger leña, pastizales y dehesas donde todos podían llevar sus
ganados a pastar.

Los ingresos obtenidos por el Estado con esta desamortización fueron muy
superiores a los de la desamortización de Mendizábal.

El proceso desamortizador produjo importantes consecuencias:

 Permitió el incremento de las superficies cultivables, lo que se tradujo en una


mayor producción agrícola.

 No creó una clase de pequeños propietarios (que hubiesen deseado comprar


esas tierras en efectivo y a largo plazo) sino que en muchas zonas (sur peninsular)
aumentó el número y la extensión de los latifundios. Se invirtieron los capitales
existentes en la compra de esas propiedades y, no en inversiones destinadas a
desarrollar el comercio y la industria.

 No impulsó el predominio de una agricultura orientada al mercado y a la


exportación. Excepto en determinadas áreas de frutales y olivar, donde sí empezó
a desarrollarse una agricultura de estas características, la actividad agrícola más
importante siguió siendo la cerealística.

 Transformó la fisonomía de las ciudades, ya que la privatización de los bienes


conventuales y municipales posibilitó cambios urbanísticos, ensanches y la
aparición de nuevos edificios públicos.

 Modificó las relaciones laborales en el medio rural, de modo que la mayoría


de los campesinos se convirtieron en jornaleros, mano de obra eventual y sujeta a
precarias condiciones de trabajo. Estos protagonizaron los principales conflictos
sociales y laborales en los años siguientes.

3.- Las innovaciones técnicas, de gestión y de cultivos.

El modesto, pero sostenido, crecimiento de la producción agraria española se


basó, hasta finales de siglo, en el aumento de la superficie cultivada y en la producción
de cereal (sobre todo trigo, pero también cebada y maíz), olivo (roturación de nuevas
tierras), vid (las epidemias de filoxera que afectaron a Francia ayudaron a la exportación
del vino español) y leguminosas. Los pastos fueron sustituidos gradualmente por piensos
debido al retroceso sufrido por la ganadería trashumante.

También aumentó la especialización regional: maíz y patata en el norte, viñedo y


cultivos arbustivos y arbóreos en la costa mediterránea (cuyos productos se exportaban
hacia Europa) y cereal en el resto de la Península. El aceite, el vino y los cítricos eran los
productos más exportados.

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A finales del siglo (1875 – 1890) y gracias a la revolución de los transportes, tuvo
lugar una crisis provocada por la llegada al país de productos agrícolas, más baratos
que los nacionales, procedentes de EEUU, Canadá, Argentina y Australia.

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