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La dimensión
internacional del conflicto.
Tras el desconcierto inicial por el alzamiento del 18 de julio, Azaña encargó formar gobierno a
José Giral. Una de sus primeras medidas fue armar a los obreros y campesinos que formaron
milicias para enfrentarse a los sublevados. La sublevación militar supuso la desarticulación del
Estado republicano, y el gobierno perdió el control de la situación. Se crearon Juntas y
Comités revolucionarios de partidos y sindicatos. Existía una división entre los que querían la
continuación de la República (el gobierno), y los grupos anarquistas (CNT, FAI) y algunos
comunistas trotskistas (POUM) que paralelamente a la guerra llevaron a cabo una revolución
social (confiscación de industrias, ocupación de tierras, colectivizaciones). El avance de los
sublevados se vio favorecido por la escasa preparación militar de las milicias, la falta de un
mando militar único y los desórdenes sociales, por lo que Azaña encargó un nuevo gobierno a
Largo Caballero (socialista) en septiembre de 1936. Este gobierno formado por republicanos,
socialistas y por primera vez comunistas, y posteriormente también anarquistas, tenía como
objetivos crear un Ejército Popular de mando unificado (general Rojo), militarizando las
milicias populares, y restablecer el poder del Estado disolviendo los Comités revolucionarios.
Ante el avance de las tropas franquistas el gobierno abandona Madrid para instalarse en
Valencia, quedando Madrid a cargo de una Junta de Defensa (general Miaja). Pero habrá
fuertes divergencias internas sobre cómo plantear la guerra. Este conflicto cristalizó en los
sucesos de Barcelona, un enfrentamiento armado en mayo de 1937 entre comunistas y
anarquistas en el intento de acabar con las Milicias Antifascistas (de la CNT y la FAI). Estos
sucesos y los fracasos militares, precipitaron la caída de Largo Caballero. El nuevo gobierno de
Juan Negrín supone un cambio en la estrategia política, dando prioridad a la guerra. Negrín se
apoyó principalmente en los comunistas. En octubre de 1937 el gobierno traslada su sede a
Barcelona. Negrín, pese a las derrotas, defendió una política de resistencia hasta el final (a la
espera de que estallase la guerra en Europa) por otra parte, amplios sectores republicanos se
inclinaban a favor de negociar la paz. El fracaso de la Batalla del Ebro deriva en un intento de
negociación (los Trece puntos de Negrín), rechazado por Franco. Azaña dimitió tras la caída de
Barcelona y en marzo del 1939 el general Casado se sublevó contra el gobierno intentando
negociar la paz con Franco. Se produjo un enfrentamiento en Madrid entre el bando socialista-
anarquista y comunistas-republicanos del gobierno, acelerando el fin de la República.
Económicamente, la República en el inicio del conflicto controlaba todas las zonas industriales
y las principales ciudades. La pérdida de control político en manos de las organizaciones
obreras tuvo su correspondencia en el terreno económico: las colectivizaciones de empresas
privadas bajo la dirección de comités obreros fueron habituales en Cataluña y el Levante. El
gobierno republicano aceleró la reforma agraria. Para la financiación de los costes de la guerra
se recurrió a la emisión de deuda pública (hasta verano del 38) y el depósito en Moscú de las
reservas de oro.
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1.2. El bando sublevado
En el ámbito de lo económico, los sublevados contaban con la mayor parte de las tierras de
cultivo por lo que no tenían problemas importantes de abastecimiento. Sus carencias
industriales explican el interés mostrado desde el principio por ocupar la franja norte de la
península (recursos mineros y siderúrgicos). El control de la producción fue estricto y en
cuanto a su financiación, fueron muy importantes las aportaciones de Italia y Alemania.
La intervención extranjera tuvo una importancia capital en el desarrollo del conflicto dentro
de España. De hecho, es muy dudoso que el ejército sublevado hubiera podido hacerse con la
victoria final sin la decisiva ayuda de Alemania e Italia. Las potencias fascistas europeas
(Alemania, Italia y Portugal), decidieron dar apoyo sistemático a los rebeldes. La Alemania nazi
de Hitler ofreció la ayuda más determinante: la Legión Cóndor (fuerza combinada de aviones,
tanques y cañones antiaéreos) responsable del bombardeo de Guernica. Además de soldados,
oficiales e, incluso ayuda económica (pagada durante la Segunda Guerra Mundial con el envío
de materias primas). De la Italia fascista de Mussolini destacó la ayuda prestada por su
armada y un gran número de hombres (120.000 soldados del Corpo di Truppe Voluntarie). En
cuanto el Estado Novo portugués (dictadura de Salazar) ayudó de diferentes formas, tanto
diplomáticamente como con el envío de voluntarios, además de ser el territorio portugués
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usado como camino de paso para envíos de material de guerra desde el sur a la zona norte. En
conjunto y solo en número de soldados se calcula que la ayuda extranjera a los sublevados
ascendió a más de 100.000 combatientes, además de los 70.000 marroquíes de las Tropas de
Regulares Indígenas.
El papel de Estados Unidos fue relativo, le preocupaba más de la guerra española una
amenaza del avance comunista que una amenaza del avance fascista. En todo caso optó por
una política de no intervención y prohibió la venta de armas a España, sin embargo, fueron
fundamentales para el bando franquista los abastecimientos de grandes empresas
estadounidenses como la Ford, la General Motors o la TEXACO que concedió un crédito al
régimen de Franco.
La ayuda de la URSS fue con diferencia la más importante y decisiva. Se inició en octubre de
1936 y se mantuvo durante toda la guerra, con aportaciones de hombres y material. El pago de
estas ayudas se hizo mediante el depósito en el GOSBANK soviético de las reservas de oro del
Banco de España (reclamación que luego hará el régimen franquista). También el gobierno de
México proporcionó armas, alimentos y apoyo diplomático (en la posguerra alojará al gobierno
de la República en el exilio). Igualemente debe destacarse el apoyo de las Brigadas
Internacionales, voluntarios antifascistas que combatieron en España hasta su retirada en
noviembre de 1938 (papel de la URSS a través de la Internacional Comunista). Se calcula que
serían unos 35.000 combatientes de más de 50 nacionalidades, en su mayoría militantes de
partidos comunistas. Contando a los brigadistas y los hombres enviados por la Unión Soviética
la ayuda en combatientes recibida por la República no sería mayor a los 40.000 hombres.
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Por último, mencionar el papel de la Sociedad de Naciones. Creada tras la Primera Guerra
Mundial para velar por la resolución pacífica de los conflictos internacionales, su inoperancia
se manifestó muy pronto al no conseguir evitar la intervención italiana y alemana en España.