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10.2. Evolución política y económica en las dos zonas.

La dimensión
internacional del conflicto.

1. Evolución política y económica en las dos zonas

1.1. Bando republicano

Tras el desconcierto inicial por el alzamiento del 18 de julio, Azaña encargó formar gobierno a
José Giral. Una de sus primeras medidas fue armar a los obreros y campesinos que formaron
milicias para enfrentarse a los sublevados. La sublevación militar supuso la desarticulación del
Estado republicano, y el gobierno perdió el control de la situación. Se crearon Juntas y
Comités revolucionarios de partidos y sindicatos. Existía una división entre los que querían la
continuación de la República (el gobierno), y los grupos anarquistas (CNT, FAI) y algunos
comunistas trotskistas (POUM) que paralelamente a la guerra llevaron a cabo una revolución
social (confiscación de industrias, ocupación de tierras, colectivizaciones). El avance de los
sublevados se vio favorecido por la escasa preparación militar de las milicias, la falta de un
mando militar único y los desórdenes sociales, por lo que Azaña encargó un nuevo gobierno a
Largo Caballero (socialista) en septiembre de 1936. Este gobierno formado por republicanos,
socialistas y por primera vez comunistas, y posteriormente también anarquistas, tenía como
objetivos crear un Ejército Popular de mando unificado (general Rojo), militarizando las
milicias populares, y restablecer el poder del Estado disolviendo los Comités revolucionarios.
Ante el avance de las tropas franquistas el gobierno abandona Madrid para instalarse en
Valencia, quedando Madrid a cargo de una Junta de Defensa (general Miaja). Pero habrá
fuertes divergencias internas sobre cómo plantear la guerra. Este conflicto cristalizó en los
sucesos de Barcelona, un enfrentamiento armado en mayo de 1937 entre comunistas y
anarquistas en el intento de acabar con las Milicias Antifascistas (de la CNT y la FAI). Estos
sucesos y los fracasos militares, precipitaron la caída de Largo Caballero. El nuevo gobierno de
Juan Negrín supone un cambio en la estrategia política, dando prioridad a la guerra. Negrín se
apoyó principalmente en los comunistas. En octubre de 1937 el gobierno traslada su sede a
Barcelona. Negrín, pese a las derrotas, defendió una política de resistencia hasta el final (a la
espera de que estallase la guerra en Europa) por otra parte, amplios sectores republicanos se
inclinaban a favor de negociar la paz. El fracaso de la Batalla del Ebro deriva en un intento de
negociación (los Trece puntos de Negrín), rechazado por Franco. Azaña dimitió tras la caída de
Barcelona y en marzo del 1939 el general Casado se sublevó contra el gobierno intentando
negociar la paz con Franco. Se produjo un enfrentamiento en Madrid entre el bando socialista-
anarquista y comunistas-republicanos del gobierno, acelerando el fin de la República.

Económicamente, la República en el inicio del conflicto controlaba todas las zonas industriales
y las principales ciudades. La pérdida de control político en manos de las organizaciones
obreras tuvo su correspondencia en el terreno económico: las colectivizaciones de empresas
privadas bajo la dirección de comités obreros fueron habituales en Cataluña y el Levante. El
gobierno republicano aceleró la reforma agraria. Para la financiación de los costes de la guerra
se recurrió a la emisión de deuda pública (hasta verano del 38) y el depósito en Moscú de las
reservas de oro.

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1.2. El bando sublevado

Hasta octubre de 1936 no se planteó la organización de un sistema político y administrativo.


Su única directriz era la resistencia al comunismo y la lucha contra la anarquía. Se creó la Junta
de Defensa Nacional, (julio del 36) con sede en Burgos y presidida por el general Cabanellas.
La Junta de Burgos "asumía todos los poderes del Estado", prohibió sindicatos y partidos
políticos, estableció una rígida censura de prensa, y destituyó a todos los cargos públicos
republicanos. Sin embargo, el verdadero poder lo ejercía cada general en su sector: Franco en
África, Queipo de Llano en el sur de la península, y Mola en el norte. Pero tras la resistencia de
Madrid y la evidencia de que la guerra seria larga, llevó a la creación de un mando único. La
elección de Franco para asumir la jefatura tras la muerte de Sanjurjo se debió sobre todo al
prestigio que le proporcionaron las victorias conseguidas durante la guerra. Por ello, la Junta
de Defensa en octubre de 1936 nombra a Franco jefe del Estado y generalísimo de los
ejércitos, asumiendo el control militar y político. La Junta de Defensa se transforma en Junta
Técnica del Estado, con funciones secundarias y como simple órgano asesor. Para evitar
disputas entre los partidos políticos afines al alzamiento, en abril de 1937 Franco promulgó el
Decreto de Unificación, por el cual se fusionaban todas las organizaciones políticas en una
sola: Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET
de las JONS). El Estado comenzaba a configurarse como centralista y autoritario, apoyado en
instituciones con gran peso político y social: el ejército y la Iglesia Católica. Franco culminó la
configuración política del nuevo régimen con la Ley de Administración Central del Estado, que
confirmó la concentración del poder político y militar en sí mismo. El primer gobierno se
constituye en enero de 1938: Franco era jefe del Estado y presidente del gobierno. Era un
régimen marcadamente personalista, que se definía como “nacionalsindicalista” de inspiración
fascista y católica.

En el ámbito de lo económico, los sublevados contaban con la mayor parte de las tierras de
cultivo por lo que no tenían problemas importantes de abastecimiento. Sus carencias
industriales explican el interés mostrado desde el principio por ocupar la franja norte de la
península (recursos mineros y siderúrgicos). El control de la producción fue estricto y en
cuanto a su financiación, fueron muy importantes las aportaciones de Italia y Alemania.

2. Dimensión internacional del conflicto

2.1. Las ayudas a los sublevados

La intervención extranjera tuvo una importancia capital en el desarrollo del conflicto dentro
de España. De hecho, es muy dudoso que el ejército sublevado hubiera podido hacerse con la
victoria final sin la decisiva ayuda de Alemania e Italia. Las potencias fascistas europeas
(Alemania, Italia y Portugal), decidieron dar apoyo sistemático a los rebeldes. La Alemania nazi
de Hitler ofreció la ayuda más determinante: la Legión Cóndor (fuerza combinada de aviones,
tanques y cañones antiaéreos) responsable del bombardeo de Guernica. Además de soldados,
oficiales e, incluso ayuda económica (pagada durante la Segunda Guerra Mundial con el envío
de materias primas). De la Italia fascista de Mussolini destacó la ayuda prestada por su
armada y un gran número de hombres (120.000 soldados del Corpo di Truppe Voluntarie). En
cuanto el Estado Novo portugués (dictadura de Salazar) ayudó de diferentes formas, tanto
diplomáticamente como con el envío de voluntarios, además de ser el territorio portugués

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usado como camino de paso para envíos de material de guerra desde el sur a la zona norte. En
conjunto y solo en número de soldados se calcula que la ayuda extranjera a los sublevados
ascendió a más de 100.000 combatientes, además de los 70.000 marroquíes de las Tropas de
Regulares Indígenas.

El papel de Estados Unidos fue relativo, le preocupaba más de la guerra española una
amenaza del avance comunista que una amenaza del avance fascista. En todo caso optó por
una política de no intervención y prohibió la venta de armas a España, sin embargo, fueron
fundamentales para el bando franquista los abastecimientos de grandes empresas
estadounidenses como la Ford, la General Motors o la TEXACO que concedió un crédito al
régimen de Franco.

Mención aparte merece el papel de la alta jerarquía de la Iglesia, apoyo fundamental en el


terreno de la propaganda, recalcando el papel defensor de los sublevados de la religión
católica frente al laicismo de la República (Papa Pío XI).

2.2. Las ayudas a la República

La República como régimen democrático y legítimo de la nación, debería haber recibido la


ayuda de las democracias occidentales, que a su vez vivían bajo la amenaza del expansionismo
belicista de las potencias fascistas. Pero sus temores de que la Guerra Civil española
desencadenase un conflicto mundial, llevó a estas naciones a adoptar una política de
neutralidad que trataron de imponer a nivel internacional. En julio de 1936 se reunieron en
Londres Leon Blum (socialista francés) y Neville Chamberlain (conservador británico) para
plantear el peligro para la paz europea de una cooperación entre las Repúblicas de Francia y
España. Ante estas circunstancias Inglaterra y Francia lideran la creación del Comité de No
Intervención cuyo objetivo era evitar que el conflicto español se internacionalizase. El primer
paso fue la prohibición de venta o tránsito de armas a los combatientes. A lo largo del mes de
agosto se adhieren al Comité un total de 27 países (incluidas Alemania, Italia, Portugal, y la
URSS). La política de no intervención fue un fracaso y dejó al gobierno de la república en clara
desventaja, puesto que los países del Eje continuaron ayudando militarmente a los
sublevados, en cambio las potencias democráticas negaron la asistencia necesaria al gobierno
de la República, que al final solo contó con la ayuda de la Unión Soviética.

La ayuda de la URSS fue con diferencia la más importante y decisiva. Se inició en octubre de
1936 y se mantuvo durante toda la guerra, con aportaciones de hombres y material. El pago de
estas ayudas se hizo mediante el depósito en el GOSBANK soviético de las reservas de oro del
Banco de España (reclamación que luego hará el régimen franquista). También el gobierno de
México proporcionó armas, alimentos y apoyo diplomático (en la posguerra alojará al gobierno
de la República en el exilio). Igualemente debe destacarse el apoyo de las Brigadas
Internacionales, voluntarios antifascistas que combatieron en España hasta su retirada en
noviembre de 1938 (papel de la URSS a través de la Internacional Comunista). Se calcula que
serían unos 35.000 combatientes de más de 50 nacionalidades, en su mayoría militantes de
partidos comunistas. Contando a los brigadistas y los hombres enviados por la Unión Soviética
la ayuda en combatientes recibida por la República no sería mayor a los 40.000 hombres.

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Por último, mencionar el papel de la Sociedad de Naciones. Creada tras la Primera Guerra
Mundial para velar por la resolución pacífica de los conflictos internacionales, su inoperancia
se manifestó muy pronto al no conseguir evitar la intervención italiana y alemana en España.

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