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TEMA 7
PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS
AGRARIOS
1. Definición y antecedentes
1.1. Definición
1.2. Antecedentes en el siglo XVIII: la época de Carlos III
1.3. La desamortización de Godoy
1.4. La desamortización de las Cortes de Cádiz
1.5. La desamortización del Trienio Liberal
2. La desamortización de Mendizábal
2.1. La desamortización eclesiástica
2.2. La desamortización señorial
3. La desamortización de Madoz
4. Consecuencias del proceso desamortizador.
4.1. Consecuencias hacendísticas
4.2. Consecuencias en la agricultura
4.3. Consecuencias políticas
4.4. Consecuencias sociales
4.5. Consecuencias culturales, urbanísticas y religiosas
CONCLUSIÓN
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Durante el siglo XIX, la agricultura seguía siendo la actividad económica más importante en
España, debido al volumen de población activa empleada (2/3 del total). Sin embargo esta
actividad seguía presentando una serie de problemas heredados de siglos anteriores:
Todos estos condicionantes hacían que la situación de la tierra fuese, en nuestro país, un
enorme lastre para la economía nacional, puesto que no se pagaban impuestos por estas
tierras; estas se explotaban con técnicas de cultivo tradicionales, poco productivas en general,
y su concentración en pocas manos suponía un encarecimiento de la tierra “libre”, que era
escasa en España.
La situación de las tierras en España empieza a ser criticada durante las reformas ilustradas
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del siglo XVIII, en un intento de modernizar la agricultura del país . En el siglo XIX, los
políticos liberales defenderán la eliminación de las formas propias del A.R. (señoríos,
mayorazgos), para poder vender las tierras. Se entiende que el cambio de propiedad de las
tierras es necesario para aumentar la producción y productividad agrícolas, lo que se
traduciría en un aumento en la recaudación de impuestos y una mejora del nivel de ingresos de
la población, dando así un gran empuje a la economía española.
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Vinculación y amortización: son tipos de propiedad del terreno propios del Antiguo Régimen; la propiedad vinculada
es aquella que permitía a su titular explotarla pero no era libre para venderla; y la amortizada es toda aquella propiedad
que no puede venderse por pertenecer a determinado colectivo, como la Iglesia, los Ayuntamientos, etc.
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Los ilustrados critican la amortización de bienes raíces, muchos de ellos en situación de abandono y por lo tanto
improductivos, sin generar riqueza ni trabajo; es decir no son de utilidad para la sociedad. Por ello se les denomina
despectivamente manos muertas. Entre todos será la Iglesia objeto de especial crítica por ser ella quien más incurre
en esta circunstancia. La amortización (la acumulación sin posibilidad de venta o división) es presentada por los
ilustrados como la principal causa del estancamiento agrario tanto en lo técnico (herramientas y utillaje en general),
como en los sistemas de cultivos (pervivencia del barbecho y de la rotación bienal), lo que se traduce en un bajo
rendimiento productivo.
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1. DEFINICIÓN Y ANTECEDENTES
1.1. Definición
Llamamos Desamortización al conjunto de medidas legales tomadas por el poder político con
el objeto de liberar las propiedades amortizadas o vinculadas devolviéndolas al mercado. En
toda desamortización hay tres pasos:
• Publicación de leyes que permiten la desamortización, en el caso de los bienes
municipales y eclesiásticos, o la desvinculación de los bienes nobiliarios.
• Nacionalización de dichos bienes (excepto en el caso de los bienes nobiliarios).
• Venta de los mismos a propietarios privados en subasta pública.
Este proceso, aunque con interrupciones, se desarrolló sobre todo desde 1836 a 1860.
Posteriormente seguiría en vigor, pero la mayor parte de los bienes ya se habían vendido. De
este modo, un gran porcentaje del campo español, así como innumerables fincas urbanas
y edificios monumentales, incluyendo su patrimonio artístico, fueron privatizados.
Pero esta no fue la única medida para liberalizar la tierra, sino que vino acompañada desde el
primer momento por la supresión de señoríos y mayorazgos, medidas que significaban la
liberalización de los bienes nobiliarios, cuyos propietarios veían desaparecer todas las trabas
jurídicas del A.R., que les impedían la plena propiedad de sus bienes.
La Desamortización no fue un acto aislado, sino que constituyó todo un proceso que abarca
gran parte del siglo XIX, aunque tuvo un antecedente durante el reinado de Carlos III. Estas
son sus etapas: Godoy en 1798; Cortes de Cádiz (1811-1813); Trienio liberal (1820-1823);
Mendizábal (1836-1851) y Madoz (1855-1856).
Las Cortes de Cádiz iniciaron un proceso desamortizador que será largo y no concluirá hasta
1841, teniendo dos vertientes diferenciadas: desvinculación y desamortización. Con respecto a
la desamortización, en el decreto de 1813 se recogían las propiedades que iban a ser
incautadas por el Estado para venderlas en pública subasta. Se trataba de los bienes
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confiscados o por confiscar a los "traidores", como Manuel Godoy y sus partidarios, y a los
"afrancesados"; los de las órdenes militares, y los de los conventos y monasterios suprimidos o
destruidos durante la guerra, entre otros.
Por otro lado, el decreto de abolición de los señoríos significó el fin de las relaciones de
dominio que los señores habían tenido sobre los campesinos sometidos a ellos, y la conversión
en propiedad particular y libre de las tierras que conformaban los señoríos. Por último, también
se planteó en Cádiz la supresión del mayorazgo, pero no llegó a aprobarse por falta de
apoyos. De esta forma hasta el Trienio Liberal (1820) no se recogió esta abolición en una ley.
No obstante, las resistencias de la nobleza retrasarían su aplicación efectiva hasta 1841.
Este fue el proceso de desamortización más importante llevado a cabo en el siglo XIX. Fue
dirigido por Juan Álvarez Mendizábal, político y financiero español, que fue primer ministro y
ministro de Hacienda durante la regencia de Mª Cristina. En 1835 Mendizábal fue llamado por
la regente para presidir el gobierno, cuando España se encontraba inmersa en la primera
guerra carlista. Los objetivos que perseguía Mendizábal con esta desamortización fueron:
• Reclutar cien mil hombres para acabar con la guerra carlista, requisito necesario para
asegurar el triunfo del liberalismo y por ende del trono de Isabel II.
• Remediar la grave situación de la Hacienda española y disminuir la deuda pública, para
fortalecer la credibilidad del Estado ante futuras peticiones de crédito a instituciones
extranjeras.
• Crear una nueva clase de propietarios (burgueses y campesinos ricos) que se
convirtieran en los más firmes sostenedores del régimen liberal, al deberle a este su
riqueza, ya que si triunfaban los carlistas tendrían que devolver los bienes a la Iglesia, en
gran medida simpatizante de la causa carlista.
• En menor medida también se intentó crear una clase media de campesinos que
incrementara los rendimientos y la productividad agrícola, y posibilitar también el acceso
a la propiedad de campesinos sin tierra.
Sin embargo la desamortización de los bienes de la Iglesia puesta en marcha por Mendizábal
tenía también un carácter marcadamente anticlerical, debido al apoyo que una gran parte del
clero estaba dando a la causa carlista. En realidad lo que se hizo con las propiedades
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eclesiásticas no fue una desamortización, sino una expropiación forzosa.
Con respecto a los resultados, cabe destacar que el total de las transferencias de la
propiedad realizadas en estos años fue muy grande, aunque variando mucho de unas zonas a
otras; se ha calculado que pudo afectar a un 12% ó 15% de la propiedad. Se estima que fueron
desamortizadas el 62% de las propiedades de la Iglesia. De cualquier modo este traspaso de
propiedad fue infinitamente superior en importancia al que tuvo lugar durante los tiempos de la
reforma agraria de la Segunda República, un siglo después.
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Desde el principio, entre las filas del propio liberalismo español surgieron algunas voces discrepantes con el modo en
que se preveía llevar a cabo la Desamortización. La más autorizada correspondió al Diputado Flores Estrada, que
criticó tanto los objetivos, ya que no se perseguía una Reforma Agraria; como los medios de realizarla, ya que excluía a
los campesinos y jornaleros, que, de otro modo, podrían haberse beneficiado de bienes incautados y nacionalizados si
el Estado hubiera mantenido la propiedad, y se los hubiese arrendado a largo plazo, en lotes medios que habrían
permitido vivir a una familia de trabajadores agrícolas. De este modo, aunque el Estado no ingresara a corto plazo
grandes sumas, se asegurarían unas rentas constantes a largo plazo, sin perder la propiedad de las tierras y dándole la
oportunidad a millones de campesinos de trabajar para sí mismos, asegurándose el sustento y contribuyendo al
incremento de la riqueza nacional, a la vez que se elevaría su condición humana y su dignidad personal. Sin embargo
el afán claramente recaudatorio del decreto desestimó estas observaciones.
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• Los bienes comunales pertenecían a todos los vecinos de un municipio, y por lo general
se trataba de terrenos de baja calidad que servían para pasto, forraje, suministro de
leña...
• Los bienes de propios pertenecían a la corporación municipal o Ayuntamiento, que solía
arrendarlos a particulares, convirtiéndose así en una importante fuente de ingresos.
El procedimiento utilizado para las ventas fue similar al de Mendizábal, aunque con dos
diferencias claras:
La burguesía con dinero fue de nuevo la gran beneficiaria, aunque la participación de los
pequeños propietarios de los pueblos fue mucho más elevada que en la desamortización de
Mendizábal. Esta desamortización fue la que alcanzó un mayor volumen de ventas (el volumen
de dinero acumulado superó al conseguido durante la desamortización de Mendizábal).
Con el fin del bienio progresista (1856) se suspende la aplicación de esta ley, aunque se reanuda
de nuevo dos años más tarde, en 1858, bajo la presidencia de O’Donnell. A pesar de los
cambios de gobierno las ventas ya no cesaron hasta finales de siglo, pues todos los partidos
políticos reconocerán ya la necesidad de continuar con este proceso para alcanzar un mayor
desarrollo económico del país.
El mayor crecimiento de cultivos se dio en los cereales, que hacia 1860 ocupaban en torno al
80% del suelo explotado, y siguieron siendo la base alimenticia de la mayoría de la población.
También se amplió el cultivo de la vid, que comenzó a orientarse hacia la exportación, así
como el de la patata y el maíz. Por el contrario, las desamortizaciones significaron la
reducción de la cabaña ganadera, en parte porque muchas tierras que habían servido para
pastos pasaron a cultivarse, reducción que afectó principalmente a la ganadería lanar.
Con todo ello se fue perfilando una creciente especialización regional de la producción,
caracterizada por el predominio de cereales en el centro peninsular (Castilla, León,
Extremadura…); regadíos y frutales, como la naranja, en el área mediterránea; y progreso de
los nuevos cultivos (maíz, patata) en el norte.
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La enfiteusis era un canon o renta anual, que solía transmitirse a los herederos.
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Los foros eran típicos de Galicia, y eran cesiones de tierra a largo plazo, que normalmente se extendían durante tres
generaciones.
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liberalismo se ganase nuevos enemigos entre las gentes más católicas, que consideraban que
la desamortización constituía un feroz ataque contra la Iglesia.
CONCLUSIÓN