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TEMA 7
PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS
AGRARIOS

INTRODUCCIÓN: EL PROBLEMA AGRARIO EN ESPAÑA

1. Definición y antecedentes
1.1. Definición
1.2. Antecedentes en el siglo XVIII: la época de Carlos III
1.3. La desamortización de Godoy
1.4. La desamortización de las Cortes de Cádiz
1.5. La desamortización del Trienio Liberal
2. La desamortización de Mendizábal
2.1. La desamortización eclesiástica
2.2. La desamortización señorial
3. La desamortización de Madoz
4. Consecuencias del proceso desamortizador.
4.1. Consecuencias hacendísticas
4.2. Consecuencias en la agricultura
4.3. Consecuencias políticas
4.4. Consecuencias sociales
4.5. Consecuencias culturales, urbanísticas y religiosas

CONCLUSIÓN
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INTRODUCCIÓN: EL PROBLEMA AGRARIO EN ESPAÑA

El largo proceso de la revolución liberal había empezado en España en 1808. El


establecimiento del liberalismo político vino acompañado de otros cambios socio-económicos
que acabarán con los restos del Antiguo Régimen y establecerán una sociedad de clases
capitalista. En ese camino, la Desamortización fue una de las medidas más decisivas porque
afectó a muchísimas fincas rústicas (un 39% del total del campo español), a miles de
propiedades urbanas, y a numerosos edificios monumentales, con todo su patrimonio histórico-
artístico. Todo ello cambiará de dueño, pasando de manos de la Iglesia o de los municipios a
manos de aristócratas y burgueses, que invierten grandes capitales, privando así a la incipiente
industria de los recursos financieros indispensables.

Durante el siglo XIX, la agricultura seguía siendo la actividad económica más importante en
España, debido al volumen de población activa empleada (2/3 del total). Sin embargo esta
actividad seguía presentando una serie de problemas heredados de siglos anteriores:

• Una permanente situación de atraso, con escasas innovaciones tecnológicas y bajos


rendimientos. Esto se debía entre otros factores a la deficiente calidad de muchas
tierras, la escasez de agua, la falta de infraestructuras, la ausencia de una
mentalidad capitalista y el bajo consumo del mercado nacional.
• La mayor parte de las tierras estaban en manos de la nobleza, el clero y los
ayuntamientos, que vivían de las rentas que les proporcionaban estas. La nobleza
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poseía un inmenso patrimonio territorial gracias al mayorazgo (tierras vinculadas ).
Por su lado, la Iglesia era propietaria de grandes extensiones de tierra como
consecuencia de las donaciones que había ido recibiendo a lo largo del tiempo (tierras
amortizadas o de manos muertas). Por último, los municipios poseían tierras
comunales que a menudo permanecían improductivas o estaban mal cultivadas
(tierras amortizadas o de manos muertas).
• Sin embargo, el problema más grave era la desigual distribución de la tierra: en el
norte y este peninsular abundaban los minifundios, mientras que el centro y el sur
existía un fuerte predominio de los latifundios.

Todos estos condicionantes hacían que la situación de la tierra fuese, en nuestro país, un
enorme lastre para la economía nacional, puesto que no se pagaban impuestos por estas
tierras; estas se explotaban con técnicas de cultivo tradicionales, poco productivas en general,
y su concentración en pocas manos suponía un encarecimiento de la tierra “libre”, que era
escasa en España.

La situación de las tierras en España empieza a ser criticada durante las reformas ilustradas
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del siglo XVIII, en un intento de modernizar la agricultura del país . En el siglo XIX, los
políticos liberales defenderán la eliminación de las formas propias del A.R. (señoríos,
mayorazgos), para poder vender las tierras. Se entiende que el cambio de propiedad de las
tierras es necesario para aumentar la producción y productividad agrícolas, lo que se
traduciría en un aumento en la recaudación de impuestos y una mejora del nivel de ingresos de
la población, dando así un gran empuje a la economía española.

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Vinculación y amortización: son tipos de propiedad del terreno propios del Antiguo Régimen; la propiedad vinculada
es aquella que permitía a su titular explotarla pero no era libre para venderla; y la amortizada es toda aquella propiedad
que no puede venderse por pertenecer a determinado colectivo, como la Iglesia, los Ayuntamientos, etc.
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Los ilustrados critican la amortización de bienes raíces, muchos de ellos en situación de abandono y por lo tanto
improductivos, sin generar riqueza ni trabajo; es decir no son de utilidad para la sociedad. Por ello se les denomina
despectivamente manos muertas. Entre todos será la Iglesia objeto de especial crítica por ser ella quien más incurre
en esta circunstancia. La amortización (la acumulación sin posibilidad de venta o división) es presentada por los
ilustrados como la principal causa del estancamiento agrario tanto en lo técnico (herramientas y utillaje en general),
como en los sistemas de cultivos (pervivencia del barbecho y de la rotación bienal), lo que se traduce en un bajo
rendimiento productivo.
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1. DEFINICIÓN Y ANTECEDENTES

1.1. Definición
Llamamos Desamortización al conjunto de medidas legales tomadas por el poder político con
el objeto de liberar las propiedades amortizadas o vinculadas devolviéndolas al mercado. En
toda desamortización hay tres pasos:
• Publicación de leyes que permiten la desamortización, en el caso de los bienes
municipales y eclesiásticos, o la desvinculación de los bienes nobiliarios.
• Nacionalización de dichos bienes (excepto en el caso de los bienes nobiliarios).
• Venta de los mismos a propietarios privados en subasta pública.

Este proceso, aunque con interrupciones, se desarrolló sobre todo desde 1836 a 1860.
Posteriormente seguiría en vigor, pero la mayor parte de los bienes ya se habían vendido. De
este modo, un gran porcentaje del campo español, así como innumerables fincas urbanas
y edificios monumentales, incluyendo su patrimonio artístico, fueron privatizados.

Pero esta no fue la única medida para liberalizar la tierra, sino que vino acompañada desde el
primer momento por la supresión de señoríos y mayorazgos, medidas que significaban la
liberalización de los bienes nobiliarios, cuyos propietarios veían desaparecer todas las trabas
jurídicas del A.R., que les impedían la plena propiedad de sus bienes.

La Desamortización no fue un acto aislado, sino que constituyó todo un proceso que abarca
gran parte del siglo XIX, aunque tuvo un antecedente durante el reinado de Carlos III. Estas
son sus etapas: Godoy en 1798; Cortes de Cádiz (1811-1813); Trienio liberal (1820-1823);
Mendizábal (1836-1851) y Madoz (1855-1856).

1.2. Antecedentes en el siglo XVIII: la época de Carlos III


Las reformas agrarias, aunque consideradas hoy como medidas propias del pensamiento
liberal, ya habían empezado a plantearse en el S. XVIII. Varios proyectos ilustrados incluían
medidas de modernización que liberaban la tierra de manos de los grupos privilegiados y
creaban nuevas clases sociales propietarias. El más famoso fue el "Informe sobre la Ley
agraria" de Jovellanos. Como muchas otras propuestas reformistas, cayó en saco roto, pero
dejó en el aire la necesidad de afrontar una reforma en el campo. A partir de entonces, todos
los proyectos se plantearán un nuevo objetivo: la venta de tierras inmovilizadas se puede
convertir en un mecanismo para obtener recursos para el Estado.

1.3. La desamortización de Godoy


Será Godoy, ministro de Carlos IV, el primero que retome la idea desamortizadora en 1798
con el objetivo de pagar los gastos de la guerra contra Inglaterra, vendiendo propiedades
de la Iglesia: se vendieron tierras de los jesuitas, orden expulsada de España; las de las
órdenes militares, y edificios auxiliares de las órdenes. La desamortización se prolongó hasta
1808, pasando a manos privadas una sexta parte de las propiedades de la Iglesia. Sirvió
para aliviar las cuentas del Estado, pero no fue la solución definitiva a ningún problema ni
económico ni financiero. Las nuevas campañas militares incrementaron la Deuda, y la falta de
financiación de las obras benéficas, que antes eran atendidas por las rentas de esas tierras,
ahora vendidas a particulares, redujo considerablemente la asistencia a enfermos y
marginados.

1.4. La desamortización de las Cortes de Cádiz

Las Cortes de Cádiz iniciaron un proceso desamortizador que será largo y no concluirá hasta
1841, teniendo dos vertientes diferenciadas: desvinculación y desamortización. Con respecto a
la desamortización, en el decreto de 1813 se recogían las propiedades que iban a ser
incautadas por el Estado para venderlas en pública subasta. Se trataba de los bienes
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confiscados o por confiscar a los "traidores", como Manuel Godoy y sus partidarios, y a los
"afrancesados"; los de las órdenes militares, y los de los conventos y monasterios suprimidos o
destruidos durante la guerra, entre otros.

Por otro lado, el decreto de abolición de los señoríos significó el fin de las relaciones de
dominio que los señores habían tenido sobre los campesinos sometidos a ellos, y la conversión
en propiedad particular y libre de las tierras que conformaban los señoríos. Por último, también
se planteó en Cádiz la supresión del mayorazgo, pero no llegó a aprobarse por falta de
apoyos. De esta forma hasta el Trienio Liberal (1820) no se recogió esta abolición en una ley.
No obstante, las resistencias de la nobleza retrasarían su aplicación efectiva hasta 1841.

1.5. La desamortización del Trienio Liberal

Durante el Trienio Liberal (1820-1823) se planteó la desamortización de los bienes de órdenes


monacales, tras aprobar el Gobierno la supresión de las mismas. Con la venta de propiedades
eclesiásticas los liberales pretendían rebajar la deuda pública, pero no hubo tiempo para
desarrollarla. Las consecuencias económicas de este proceso fueron pequeñas, pero sí fue
importante la pérdida de patrimonio artístico de los monasterios suprimidos.

No obstante, el definitivo impulso desamortizador llegará con el triunfo de la opción liberal en la


persona de Isabel II. Durante la Regencia de Mª Cristina se inicia la tarea de convertir en libre
la propiedad del Antiguo Régimen con las desamortizaciones de Mendizábal (1836-1851) y
la de Madoz (1855-1856) que analizaremos a continuación.

2. LA DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZÁBAL: 1836-1851

Este fue el proceso de desamortización más importante llevado a cabo en el siglo XIX. Fue
dirigido por Juan Álvarez Mendizábal, político y financiero español, que fue primer ministro y
ministro de Hacienda durante la regencia de Mª Cristina. En 1835 Mendizábal fue llamado por
la regente para presidir el gobierno, cuando España se encontraba inmersa en la primera
guerra carlista. Los objetivos que perseguía Mendizábal con esta desamortización fueron:

• Reclutar cien mil hombres para acabar con la guerra carlista, requisito necesario para
asegurar el triunfo del liberalismo y por ende del trono de Isabel II.
• Remediar la grave situación de la Hacienda española y disminuir la deuda pública, para
fortalecer la credibilidad del Estado ante futuras peticiones de crédito a instituciones
extranjeras.
• Crear una nueva clase de propietarios (burgueses y campesinos ricos) que se
convirtieran en los más firmes sostenedores del régimen liberal, al deberle a este su
riqueza, ya que si triunfaban los carlistas tendrían que devolver los bienes a la Iglesia, en
gran medida simpatizante de la causa carlista.
• En menor medida también se intentó crear una clase media de campesinos que
incrementara los rendimientos y la productividad agrícola, y posibilitar también el acceso
a la propiedad de campesinos sin tierra.

La importancia de su proceso desamortizador viene dada por tres motivos principales: su


volumen, dada la cantidad de tierra afectada; la rapidez con que se llevó a cabo; y por último
su trascendencia, pues a partir de entonces ya no se volvió al sistema anterior de propiedad
de la tierra.

La puesta en práctica de la desamortización de Mendizábal trajo la ruptura de las relaciones


diplomáticas con Roma y removió y dividió la opinión pública de tal forma, que ha quedado en
la historia contemporánea como "la desamortización" por antonomasia.
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2.1. La desamortización eclesiástica


La principal medida de Mendizábal fue la desamortización sobre los bienes eclesiásticos,
que afectó especialmente al clero regular. Una serie de decretos determinaron las medidas a
seguir:
• Supresión dentro de España de todas las órdenes religiosas, excepto las dedicadas
a la pública beneficencia y a las misiones de Filipinas.
• Confiscación por parte del Estado de los bienes de estas órdenes: tierras, casas,
monasterios y conventos, con todos sus enseres –incluidas las obras de arte y los
libros- que pasan a convertirse en “bienes nacionales”.
• Conversión de estos bienes en propiedad particular, mediante el sistema de
pública subasta. Para llevar a cabo esta, primero se dividía la tierra en lotes, que
luego eran subastados. Los compradores podían pagarlos en metálico o en títulos de la
Deuda. Dado el distinto tamaño de los lotes, en teoría eran asequibles para grupos
sociales de bajos ingresos, pero en la práctica los propietarios y los inversores
burgueses acapararon las compras (tenían liquidez, sabían pujar y podían controlar
las subastas).

Sin embargo la desamortización de los bienes de la Iglesia puesta en marcha por Mendizábal
tenía también un carácter marcadamente anticlerical, debido al apoyo que una gran parte del
clero estaba dando a la causa carlista. En realidad lo que se hizo con las propiedades
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eclesiásticas no fue una desamortización, sino una expropiación forzosa.

Posteriormente, el proceso desamortizador continuó durante la regencia de Espartero y el


reinado de Isabel II. Con Espartero se incluyeron en la desamortización los bienes del clero
secular. Durante la Década Moderada (1844-1854) estas leyes fueron suprimidas o
atenuadas, especialmente con el Concordato de 1851, hasta que en 1855 los decretos de
Madoz inauguran de nuevo una larga etapa desamortizadora.

Con respecto a los resultados, cabe destacar que el total de las transferencias de la
propiedad realizadas en estos años fue muy grande, aunque variando mucho de unas zonas a
otras; se ha calculado que pudo afectar a un 12% ó 15% de la propiedad. Se estima que fueron
desamortizadas el 62% de las propiedades de la Iglesia. De cualquier modo este traspaso de
propiedad fue infinitamente superior en importancia al que tuvo lugar durante los tiempos de la
reforma agraria de la Segunda República, un siglo después.

2.2. La desamortización señorial


En 1837 se aprueba definitivamente la Ley de abolición de señoríos y junto a ella la
supresión de los mayorazgos. La señorial sí fue una verdadera y simple desvinculación,
pues las tierras hasta entonces vinculadas pasaban a perder esa condición, sin que ello
supusiera una transferencia de la propiedad, sino la posibilidad de esa transferencia. Los
nobles no perdieron nada con ello: al contrario, ganaban al poder disponer de sus posesiones
libremente.

Los resultados de la desamortización señorial siguen siendo confusos y poco estudiados.


Algunas casas nobiliarias, como las de Osuna y Medinaceli, enajenaron prácticamente su
patrimonio a lo largo del siglo XIX. En cambio otras, como la de Alba, no sólo lo mantuvieron,
sino que lo acrecentaron con nuevas compras en la desamortización.

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Desde el principio, entre las filas del propio liberalismo español surgieron algunas voces discrepantes con el modo en
que se preveía llevar a cabo la Desamortización. La más autorizada correspondió al Diputado Flores Estrada, que
criticó tanto los objetivos, ya que no se perseguía una Reforma Agraria; como los medios de realizarla, ya que excluía a
los campesinos y jornaleros, que, de otro modo, podrían haberse beneficiado de bienes incautados y nacionalizados si
el Estado hubiera mantenido la propiedad, y se los hubiese arrendado a largo plazo, en lotes medios que habrían
permitido vivir a una familia de trabajadores agrícolas. De este modo, aunque el Estado no ingresara a corto plazo
grandes sumas, se asegurarían unas rentas constantes a largo plazo, sin perder la propiedad de las tierras y dándole la
oportunidad a millones de campesinos de trabajar para sí mismos, asegurándose el sustento y contribuyendo al
incremento de la riqueza nacional, a la vez que se elevaría su condición humana y su dignidad personal. Sin embargo
el afán claramente recaudatorio del decreto desestimó estas observaciones.
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3. LA DESAMORTIZACIÓN DE MADOZ: 1855-1856

Esta desamortización se llevó a cabo durante el bienio progresista (1854-1856). Pascual


Madoz fue un político liberal progresista amigo de Mendizábal. En 1855 se aprobó su Ley de
Desamortización General, que ponía en venta todos los bienes de propiedad colectiva: los
eclesiásticos que no habían sido vendidos en la etapa anterior, y los de los pueblos o civiles
(de propios y los comunales):

• Los bienes comunales pertenecían a todos los vecinos de un municipio, y por lo general
se trataba de terrenos de baja calidad que servían para pasto, forraje, suministro de
leña...
• Los bienes de propios pertenecían a la corporación municipal o Ayuntamiento, que solía
arrendarlos a particulares, convirtiéndose así en una importante fuente de ingresos.

El procedimiento utilizado para las ventas fue similar al de Mendizábal, aunque con dos
diferencias claras:

• El destino del dinero ya no fue el saneamiento de la Hacienda, cuya situación había


mejorado en los últimos años, sino la construcción del ferrocarril, que daría a España
su definitivo impulso industrializador.
• El propietario del dinero no sería el Estado, sino los Ayuntamientos, aunque esos
fondos estaban controlados por el Estado, pues los ingresos por las ventas serían
depositados en la Hacienda Pública. Esta los administraría en nombre de los
ayuntamientos, comprometiéndose a sufragar parte de los gastos municipales. No
obstante, dadas las dificultades financieras, el Estado enviaría menos recursos de los
que los municipios obtenían de la explotación de sus tierras, por lo que muchos
ayuntamientos tendrán dificultades para atender los servicios municipales.

La burguesía con dinero fue de nuevo la gran beneficiaria, aunque la participación de los
pequeños propietarios de los pueblos fue mucho más elevada que en la desamortización de
Mendizábal. Esta desamortización fue la que alcanzó un mayor volumen de ventas (el volumen
de dinero acumulado superó al conseguido durante la desamortización de Mendizábal).

Con el fin del bienio progresista (1856) se suspende la aplicación de esta ley, aunque se reanuda
de nuevo dos años más tarde, en 1858, bajo la presidencia de O’Donnell. A pesar de los
cambios de gobierno las ventas ya no cesaron hasta finales de siglo, pues todos los partidos
políticos reconocerán ya la necesidad de continuar con este proceso para alcanzar un mayor
desarrollo económico del país.

4. CONSECUENCIAS DEL PROCESO DESAMORTIZADOR

4.1. Consecuencias hacendísticas


En un primer momento las repercusiones en la Hacienda española de las ventas de
propiedades desamortizadas no fueron muy importantes. No se pudo redimir la Deuda Pública,
ni se procedió a la leva de esos cien mil hombres para acabar con la guerra carlista. Sin
embargo, durante todo el reinado de Isabel II, el dinero fue afluyendo lentamente a las
arcas del Estado. Por su parte, los Ayuntamientos se quedaron con parte de los ingresos
(no todos fueron a parar a la Administración central) para acometer obras públicas esenciales
para muchas ciudades y pueblos. Por último, la Hacienda nacional aumentó paulatinamente
sus ingresos fiscales ordinarios a través de la carga impositiva de los bienes
desamortizados, por los que anteriormente sus propietarios tributaban en poca o en ninguna
medida.
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4.2. Consecuencias en la agricultura: cambios agrarios


La desamortización no supuso una reforma agraria, ni permitió un mejor reparto de la
propiedad en España. Los nuevos propietarios optaron por continuar con mano de obra
barata y no mecanizar las explotaciones, por lo que no se produjo una modernización del
sector agrícola. En la práctica apenas varió la situación desequilibrada de predominio del
latifundismo en el centro y sur, y el minifundio en extensas áreas del norte y noroeste. Es
posible que sí aumentara el número de latifundistas, y no cabe duda de que algunos de los
latifundistas que ya lo eran incrementaron sus propiedades. Pero también tuvo consecuencias
positivas. Tierras que en el A.R. nunca se habían roturado fueron puestas en cultivo,
produciéndose un incremento de la superficie cultivada en España, y un consiguiente
aumento de la producción agrícola. Sin embargo, este hecho se produjo con lentitud.

El mayor crecimiento de cultivos se dio en los cereales, que hacia 1860 ocupaban en torno al
80% del suelo explotado, y siguieron siendo la base alimenticia de la mayoría de la población.
También se amplió el cultivo de la vid, que comenzó a orientarse hacia la exportación, así
como el de la patata y el maíz. Por el contrario, las desamortizaciones significaron la
reducción de la cabaña ganadera, en parte porque muchas tierras que habían servido para
pastos pasaron a cultivarse, reducción que afectó principalmente a la ganadería lanar.

Con todo ello se fue perfilando una creciente especialización regional de la producción,
caracterizada por el predominio de cereales en el centro peninsular (Castilla, León,
Extremadura…); regadíos y frutales, como la naranja, en el área mediterránea; y progreso de
los nuevos cultivos (maíz, patata) en el norte.

4.3. Consecuencias políticas


Uno de los objetivos perseguidos por Mendizábal era, como hemos dicho antes, la creación de
una clase de propietarios que se convirtiesen en firmes apoyos del sistema liberal, frente a
peligros como el carlismo. Ahora bien, quienes adquirieron esos bienes muy a menudo no
pertenecían al género de liberalismo progresista que caracterizó a Mendizábal, sino al
moderado o conservador. Por ello puede decirse que la desamortización benefició más al
liberalismo moderado que al progresista, a pesar de que fueron estos últimos los que
llevaron a cabo la mayor parte del proceso.

4.4. Consecuencias sociales


Los resultados sociales pueden calificarse de negativos en su conjunto. El sistema de
subastas favorecía a los postores más ricos, y negaba a la mayor parte de la población la
posibilidad de acceder a la propiedad de la tierra. Muchos campesinos vieron empeorar su
situación. En el A.R., un gran número de propietarios (señores, monasterios, municipios)
arrendaban sus tierras a los campesinos con un espíritu “paternalista”, pues en muchos casos
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las rentas se mantenían durante largos períodos de tiempos (contratos enfitéuticos , foros ,
etc.). Tras el proceso desamortizador, el nuevo dueño, decidido a obtener el máximo partido de
su propiedad, actuó con una mentalidad totalmente distinta, expulsando a numerosos colonos,
aumentando las rentas, recurriendo a los arrendamientos a corto plazo y al trabajo de
jornaleros... En vez de una “copiosa familia de propietarios”, lo que en realidad produjo la
desamortización fue una gran abundancia de asalariados campesinos o jornaleros (más de
dos millones), cuyo trabajo dependía del ritmo estacional de las cosechas. Esto determinó que
un amplio sector del campesinado se alinease en contra del liberalismo al considerarse
perjudicados por las reformas.

Por otra parte se produjo un desmantelamiento casi completo de la propiedad de la Iglesia


y de sus fuentes de riqueza. Como compensación, el Estado se comprometió a asegurar la
sustentación del clero secular, con cargo a los presupuestos públicos. Esto hizo que el

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La enfiteusis era un canon o renta anual, que solía transmitirse a los herederos.
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Los foros eran típicos de Galicia, y eran cesiones de tierra a largo plazo, que normalmente se extendían durante tres
generaciones.
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liberalismo se ganase nuevos enemigos entre las gentes más católicas, que consideraban que
la desamortización constituía un feroz ataque contra la Iglesia.

4.5. Consecuencias culturales, urbanísticas y religiosas


No cabe la menor duda de que en todos estos aspectos el papel de la desamortización fue
decisivo. En las ciudades, los grandes edificios de los conventos se convirtieron en cuarteles o
edificios públicos o fueron derribados para construir grandes plazas. Con mucha frecuencia la
desaparición de las instituciones religiosas supuso no sólo la destrucción de importantes
edificios de otras épocas, sino también la dispersión de su patrimonio mueble, aunque la
creación de archivos y museos algún tiempo después permitió recoger una parte de esas
riquezas del pasado. Por otra parte, la desaparición de muchas escuelas conventuales y
parroquiales, que impartían enseñanza de forma gratuita, hizo que millones de españoles
quedaran sin una instrucción básica. El resultado fue una tasa de analfabetismo sin
precedentes que se mantuvo durante todo el reinado de Isabel II.

CONCLUSIÓN

En conclusión; aunque la desamortización tuvo como consecuencia final la consolidación del


régimen liberal, sus sombras fueron muy importantes. No se produjo un aumento significativo
de la producción agraria y la propiedad se concentró aún más, por lo que el escaso desarrollo
agrario impidió una profunda revolución industrial. Se recaudó menos dinero del previsto, pues
la mayor parte de las compras se hicieron en Deuda Pública y esta se devaluó pronto, debido a
la corrupción. En definitiva, la desamortización no cumplió las grandes esperanzas de
realizar una profunda reforma agraria, ni condujo a la anhelada industrialización. La
agricultura continuó siendo un lastre para la economía española, y un obstáculo para el
desarrollo del resto de los sectores. La conflictividad social y política que generó el problema
agrario está en la base del turbulento siglo XX español.

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