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TEMA 7. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES DEL SIGLO XIX.

7.1. LA EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN Y DE LAS CIUDADES. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA


SOCIEDAD DE CLASES.

Demografía: La evolución de la población

Durante el siglo XIX la población en España incrementó pasando de 11 millones a 18,6 al acabar el S.XIX. El
crecimiento no es comparable al de otros países europeos en plena expansión económica como
demográfica. El crecimiento demográfico fue desigual con mayor crecimiento en Cataluña, Valencia,
Murcia, País Vasco. El Estado y la Iglesia abogan por familias numerosas, pero el aumento demográfico se
debió a: medidas como la recogida de basuras o la introducción de vacunas; la reorganización de aduanas
y el ferrocarril permitieron un mejor aprovechamiento de las cosechas locales; y la expansión de cultivos
más productivos como el maíz y la patata.

El aumento demográfico no se vio acompañado por un desarrollo económico. Se produjeron flujos


migratorios importantes hacia el exterior, a partir de 1853 cuando el gobierno permitió esa migración. Las
migraciones afectaron sobre todo a Galicia, Asturias, Cantabria, Canarias y Cataluña, hacia Argentina,
Cuba, México y Brasil. Entre 1853 y 1882 emigraron a América unos 325 000 gallegos. Pero el flujo
migratorio se ampliaría desde fines de siglo hasta la década de los 30, con un gran retroceso durante la
Primera Guerra Mundial (más de un millón de españoles marcaron a ``hacer las Américas´´)

El desarrollo urbano

Muchos emigraron a las ciudades huyendo de la miseria del campo. Por ello, el crecimiento fue constante
en ciudades como Madrid, Barcelona, Málaga, Valencia. Se aceleró a partir de 1860. En 1836 menos del
10% de la población vivía en capitales, porcentaje que alcanzaría el 16% a fines de siglo. Madrid debía su
ascenso a ser el centro político del país, y Barcelona crecía por su desarrollo industrial.

El aumento del tamaño de las ciudades obligó a ampliar las murallas. La transformación urbana provocó la
apertura de avenidas y calles amplias, la construcción de estaciones de ferrocarril, el alumbrado público
de gas y la construcción de alcantarillado.

La concentración de población también dio lugar a un nuevo estilo de construcción, con edificios más
altos. El nuevo tejido urbano incorporado a la ciudad se caracterizó por las calles perfectamente alineadas
que dibujaban grandes manzanas, en las que se levantaban edificios dispuestos en torno a un gran patio.
Destinados a acoger la vivienda burguesa, los ensanches eran zonas de una calidad medioambiental muy
alta, por ello terminaron favoreciendo la segregación social.

Destacan los planes de ensanche de Madrid (Plan de José María de Castro), Barcelona (Plan de Ildefonso
Cerdá de 1860) de Valencia y de San Sebastián (Plan de Ensanche de Cortázar, en 1864). La ciudad quedó
dividida en barrios con fuerte presencia obrera y peores servicios y barrios residenciales para las élites.
Los barrios obreros carecieron de planificación, sin interés gubernamental por dotar de servicios. La
población más artesana que obrera se agrupaba en casa corredor o corralas (vivienda y lugar de trabajo). El
aumento de la población supuso una degradación de las condiciones de vida con la compartimentalización
del espacio de viviendas, pero también de las calles cada vez más estrechas e insalubres.

De la sociedad estamental a la sociedad de clases

La revolución liberal acabó con la sociedad estamental, sustituida por una sociedad de clases: Los
individuos eran iguales ante la ley, aunque desiguales en su renta y por la propiedad o no de medios de
producción. Durante el siglo XIX se crea una oligarquía terrateniente, por la alianza entre la nobleza y la
alta burguesía que ha adquirido tierras con las desamortizaciones. Es un grupo social conservador. Las
burguesías periféricas, en especial la catalana, se acercan a la burguesía industrial europea, y en ellas se
desarrollarán el nacionalismo catalán y vasco. En los grupos urbanos dominan los funcionarios, artesanos,
y criados y servicio domestico.

Los obreros son muy escasos por el débil desarrollo industrial. Los campesinos eran la mayoría de la
población y su situación empeoró con el fin del Antiguo régimen. En Cataluña y Valencia había más
pequeños propietarios de tierra, en La Mancha, Andalucía y Extremadura predominaba el latifundio; y en
Galicia, Cantabria y Castilla-León, el minufundio pobre. El proletariado se desarrolló en zonas con industria
(Cataluña, textil y Asturias y País Vasco minería y siderurgia). Hubo cierto auge del movimiento obrero con
apertura institucional asociada al Sexenio Revolucionario (1868-1874).

La legislación laboral no llegó hasta la Restauración, los primeros obreros desde 1840 organizaron
sociedades para atender sus propias necesidades en caso de accidentes, viudas y huérfanos. Los obreros
alcanzarán conciencia de clase y empezarán a organizarse mediante dos ideologías: Anarquismo con
Giusseppe Fanelli, que propugna la supresión del Estado, el trabajo colectivo de la tierra y las fábricas. Es
un movimiento radical y revolucionario. Y el marxismo con Paul Lafargue. Pablo Iglesias funda el PSOE en
1879 y en 1888 surgirá la UGT. El socialismo español será moderado y reformista. Ambas presentes en la
Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o Primera Internacional (1864).
7.2. LAS DESAMORTIZACIONES. LA ESPAÑA RURAL DEL SIGLO XIX. INDUSTRIALIZACIÓN, COMERCIO Y
COMUNICACIONES.

Las desamortizaciones. La España rural del siglo XIX

Las desamortizaciones suponen la abolición de régimen señorial de Antiguo Régimen. Las tierras pasan a
ser propiedad privada que se pueden comprar y vender, porque muchas estaban inmovilizadas. Ya no
existirían vasallos, sino campesinos libres y se suprime el diezmo. Con las desamortizaciones las tierras
amortizadas de los Concejos y la Iglesia pasan al Estado para subastarse y obtener dinero para la hacienda.
Se consideraba que no estaban bien explotadas y al venderlas las explotarían de una manera más eficiente
contribuyendo así a la economía del país.

Hubo dos grandes desamortizaciones: Mendizábal (progresista) en 1863 desamortiza las de la Iglesia para
obtener fondos para pagar la guerra contra los carlistas y desarrollar la economía. Se extenderá hasta
1845. Madoz (1855, en el Bienio Progresista), desamortiza tierras de la Iglesia, pero sobre todo tierras
comunales de los municipios. La intención es sanear la hacienda y buscar financiación para el ferrocarril.

Las desamortizaciones no cumplieron los objetivos: No crearon una clase media de propietarios, las
compraron los ricos; no modernizaron la explotación de nuevas tierras ya que eran los mismos dueños y el
desarrollo económico no tuvo lugar, la producción fabril no despegó; la hacienda ganó dinero a corto plazo
vendiendo a bajo precio esperando crear una clase de propietarios y perdió dinero a largo plazo.

Las tierras comunales eran de vital importancia para la subsistencia del campesinado que no vio beneficio
en el nuevo régimen liberal. Su situación empeoró con el fin del Antiguo Régimen y las desamortizaciones;
la tierra se concentró en los grandes propietarios y se perdieron tierras comunales vitales para la
supervivencia de los campesinos pobres. Muchos emigraron a las ciudades. Cataluña y Valencia había más
pequeños propietarios de tierra, en La Mancha, Andalucía y Extremadura predominaba el latifundio; y en
Galicia, Cantabria y Castilla-León, el minufundio pobre.

Industrialización, comercio y comunicaciones

La débil industrialización se debió a: Falta de desarrollo agrario que supuso una escasa demanda; El
capital no se invirtió en la industria o en el desarrollo del campo, sino en la acumulación de tierras; la
escasez y dispersión de fuentes de energía, materias primas y puertos. El excesivo proteccionismo impidió
mejoras en la producción agraria y el desarrollo del textil catalán. El liberalismo económico chocó con la
oligarquía terrateniente. La máxima apertura librecambista se dio con Figuerola en el Sexenio.

Los focos del desarrollo industrial: Textil catalán y la siderurgia: Entre 1830 y 1860, el sector textil catalán
se mecaniza y usa mujeres y niños. Recibía algodón de Cuba y estaba protegido con fuertes aranceles. Para
la siderurgia, la legislación aprobada en 1868 permitió la transferencia de la propiedad en lo que se ha
llamado ``la plena desamortización del subsuelo´´. Pero también fue fundamental la introducción de
nuevas técnicas que permitirían la explotación a mayor profundidad y el desarrollo del ferrocarril.

Afectó también la separación entre fuentes de energía, materias primas y puertos para la exportación e
importación. Hubo altos hornos en Marbella, Sagunto o Málaga (La Concepción), y se consolidó en el País
Vasco (Altos Hornos de Vizcaya, 1902) porque se exportaba todo el mineral de hierro en bruto; y en
Asturias (Gijón y Avilés) por el carbón local.

En el comercio: el gobierno del Trienio Liberal prohibió importar cereales mientras hubiera excedentes en
el país, medida aplaudida por los industriales y los terratenientes que si Castilla vendía su grano ganaría
dinero con el que pagar sus productos textiles, y el comercio interior impulsaría la economía del país. Los
industriales catalanes, los cerealistas castellanos y el sector asturiano y vasco del carbón y la siderurgia
presionaron a los gobiernos para proteger sus productos.

En la banca moderna: En 1856, en el Bienio Progresista (1854-1866) se aprueba la Ley de Sociedades


Bancarias y Crediticias que regulaba bancos y sociedades: Se crea el Banco de España y se impulsa el
desarrollo económico. La inversión se centró en la especulación en la bolsa y en el ferrocarril. El crash
financiero de 1866 afectó también a España. El ministro Figuerola en 1868 crea la peseta y refuerza el
papel del Banco de España. Los grandes Bancos se fundan a principios del siglo XX.

La mejora de las comunicaciones tuvo que esperar a nuevos avances. La extensión del telégrafo y el
teléfono, la red eléctrica. Pero el desarrollo del ferrocarril revolucionó el transporte en la Península. Hasta
1855 el desarrollo era escaso, existían algunas líneas pioneras: Barcelona-Mataró (1848); Madrid-Aranjuez
(1851); Gijón-Langreo (1852). Se aprueba la Ley General de Ferrocarriles (1855).

Se permitió la inversión y uso de materiales del extranjero; el capital fue francés y los materiales ingleses,
belgas y franceses. Se permitieron compañías por acciones. Los primeros años de expansión económica
dieron paso a la crisis en 1864. El ferrocarril no era tan rentable, porque gran parte de la inversión tenía
carácter especulativo. A esta crisis se añadió la de la bolsa de Europa (1865-1866). El ferrocarril comenzó a
recuperarse hacia 1870.

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