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LA REFORMA AGRARIA LIBERAL EN LA ESPAÑA DEL S.

XIX

La reforma agraria ya era una prioridad para el gobierno liberal de las Cortes de Cádiz, pero la vuelta
al trono de Fernando VII, abortará el proceso de reforma económica. Así, habrá que esperar al el reinado de
Isabel II para que las modificaciones en materia agrícola se materialicen. El nuevo reformismo económico en
general, y agrario en particular, será desarrollado durante los gobiernos de carácter liberal y progresista.

En el siglo XIX la tierra está aún en manos de la nobleza y del clero, lo que supone un terrible foco
de inmovilismo económico y político. Estos sectores privilegiados de la población, organizan el campo de
manera anticuada a través de cultivos extensivos muy poco productivos que se sostienen gracias a una mano
de obra asalariada y muy poco cualificada (las grandes masas de jornaleros y arrendatarios que viven en el
umbral de la pobreza). Un sistema de tales características alimenta los rasgos feudales propios del Antiguo
Régimen y da poder a las clases privilegiadas. Por eso, para los liberales, uno de los principales objetivos de
la reforma agraria será reducir el poder de la Iglesia y la aristocracia latifundista, y además, llenar las arcas
del Estado, creando una nueva clase de propietarios que serían aquéllos que habrían adquirido las tierras
expropiadas en subasta pública, tras la desamortización. Esa supuesta nueva clase de propietarios, sería
además fiel partidaria del recién creado Estado Liberal que le habría proporcionado las tierras.

Los gobiernos progresistas de la época isabelina, plantean la reforma agraria a través de tres
mecanismos:

1. La desvinculación de los mayorazgos: se autoriza a los propietarios a vender, comprar o


alquilar las antiguas tierras de mayorazgo, así, los terratenientes se desprenden de aquellas
tierras que menos les interesan o que les resultan más gravosas económicamente. La
contrapartida es que muchas veces, los campesinos que las trabajaban se quedaban sin su
medio de vida habitual, ya que el nuevo propietario no estaba obligado a mantenerlos en su
puesto de trabajo.

2. Disolución del Régimen Señorial : Definitivamente se le prohibe a la nobleza impartir


justicia, nombrar cargos públicos y cobrar impuestos (supresión oficial del feudalismo).

3. Desamortizaciones: se producirán dos, durante sendos gobiernos progresistas, la de 1837,


organizada por Mendizábal y la de 1855, a cargo de Pascual Madoz. En la primera, durante
la regencia de Mª Cristina, el gobierno progresista que encabezaba Juan Álvarez de
Mendizábal, saca a pública subasta los bienes que le habían sido confiscados al clero sin
compensación económica alguna. El reparto en lotes se encarga a comisiones locales y
provinciales que realizan el reparto de tal forma que solo los grandes capitales pueden
adquirir las grandes parcelas de terreno en las que se habían dividido las tierras expropiadas.
Tras las transacciones económicas la situación del campesinado, que no pudo acceder a esas
tierras, siguió siendo nefasta; además, la reforma tuvo un alcance muy limitado, ya que la
reina regente acabó por destituir al propio Mendizábal, asustada por lo que ella creía que
eran medidas demasiado progresistas..
Más adelante, el 1855, durante el Bienio Progresista (1854-1856), se desarrolla la segunda
desamortización a cargo de P. Madoz. Salen a la venta el doble de tierras que con
Mendizábal, pero además ahora se nacionalizarán y venderán bienes de uso y propiedad
común: serán los bienes de propìos de los ayuntamientos y las tierras comunales. Esto
agravó notablemente la mala situación económica de los municipios, que solían obtener
beneficios del alquiler de esas tierras municipales que ahora pierden. Por otro lado, terrenos
de explotación comunal (bosques, pastos, etc.) también fueron subastados, en perjuicio de
los campesinos más pobres, que obtenían de ellos un complemento a su precaria situación
económica (caza, pesca, recolección,etc.).

En conclusión, la tierra continuó en manos de la clase alta, que ahora incluía también a la burguesía.
Los campesinos fueron los más perjudicados, aumentando considerablemente el número de jornaleros frente
a los antiguos arrendatarios, sobre todo en Andalucía y en Extremadura; mientras tanto, en el norte del país,
los nuevos propietarios burgueses endurecen las condiciones contractuales en el campo, gracias al libre
comercio que la nueva economía liberal permite y potencia. Pero paradojicamente, estos nuevos propietarios
siguieron sin invertir en tecnologías más modernas y adaptadas a los nuevos mecanismos de mercado, y por
el contrario, adoptaron el modo de vida que quisieron derrumbar: se convirtieron en una nueva “aristocracia”
rentista, que vivía en la ciudad gracias a lo que producía el campo. Todo ello supuso serio atraso tecnológico
y económico para el país.

TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN LA ESPAÑA DE


MEDIADOS DEL SIGLO XIX

ECONOMÍA

A lo largo del siglo XIX, un largo y lento proceso de transformaciones económicas, provoca que
España vaya abandonando progresivamente las estructuras organizativas propias del Antiguo Régimen, para
introducirse de lleno en la economía de mercado. Tal proceso se localizará fundamentalmente en la periferia
del país.
En una primera etapa, que podemos situar cronológicamente hasta 1840, domina un claro
estancamiento económico. En estos años, se mantiene básicamente una economía tradicional basada en la
agricultura, aunque en la década de los años '30 aparecen los primeros intentos modernizadores: libertad de
comercio y empresa, abolición de los gremios y de los señoríos, desamortizaciones, etc. No obstante, los
graves conflictos bélicos que se desarrollan en estos años ( Guerras Napoleónicas, Independencia Americana,
I Guerra Carlista), impiden los avances económicos.

A partir de 1844, bajo el reinado de Isabel II, comenzarán a producirse cambios que afectarán a las
estructuras sociales y económicas del país. Aún así, España sigue siendo una nación eminentemente agrícola,
y solo Cataluña consigue despegar gracias al sector textil, pero incluso allí, se vieron gravemente afectados
por la crisis financiera de 1866. Muchos factores influirán en la dificultades para el desarrollo económico de
España, entre ellos, destacan, la mala gestión de la reforma agraria, la inexistencia de un mercado interior
fuerte, la ausencia de capital inversor y el notable analfabetismo de la clase trabajadora, que afectaba al 95%
del total de población activa.

En lo que se refiere a la agricultura, el tímido desarrollo pronto se ve frenado por la crisis agraria
que nos impide competir con los granos de EEUU y Rusia. Por esa razón, los agricultores y propietarios
piden medidas proteccionistas para salvar la situación, como impedir la entrada de mercancías extranjeras al
país. Esto solo sirvió para provocar el desabastecimiento de los mercados locales. Además, el incipiente
sector vinícola entró en una seria crisis como consecuencia de la epidemia de filoxera en 1890 y tan solo
ocho años después, la pérdida de las últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), dejó al país sin sus
tradicionales mercados de exportación, lo que constituyó un serio revés para nuestra economía.

La industria textil catalana experimentó un gran impulso a partir de 1830. Aparecerán las primeras
máquinas de vapor y comenzará la adquisición de maquinaria británica (las conocidas selfactinas). En la
costa catalana la industria se organizará a través de los primeros vapores que llevaban asociadas sus
respectivas colonias de obreros: el textil vivirá sus años dorados entre 1850 y 1866. Pero a partir de la Guerra
de Secesión estadounidense (1862-1865), el hambre de algodón dejó desabastecidos los talleres catalanes,
situación que se vio agravada por la incidencia de la crisis financiera de 1866 y por la ya mencionada pérdida
de las últimas colonias en 1898.

Desde los años '40, se realizan intentos por mejorara la red de comunicaciones española. Se
emprende el trazado de nuevas carreteras y se proyecta la construcción de vías férreas, que ya estaban
funcionando en Europa. Con todo, hasta 1855, y debido a la falta de inversión, solo consiguen instalarse
tramos cortos, como el que unía Barcelona con Mataró. En los años '50 y 60, avanza el ferrocarril, pero el
plan de trazado radial, caótico e insuficiente, deja incomunicadas entre sí las principales regiones industriales
españolas, que se encontraban en la periferia (Cataluña y País Vasco). Además, la baja rentabilidad de las
líneas, provocó la famosa crisis de 1866: cuando tras retirarse la subvención económica estatal, muchas
compañías ferroviarias quebraron al no poder asumir los costes necesarios para mantener las líneas abiertas
(la escasez de viajeros no permitía proyectar viajes rentables). Esta crisis, que comenzó como un problema
financiero que afectaba a las compañías ferroviarias, terminó por afectar a todos los sectores económicos del
país, que ya estaban ligados por la incipiente economía de mercado.

Por último, la industria siderúrgica, apareció inicialmente en Málaga con los primeros altos hornos;
poco después, estos se concentrarán también en Vizcaya y en Asturias, que se convertirán en las principales
regiones industriales del país. Por otro lado, la minería se explotó principalmente con capital extranjero,
sobre todo francés y británico. Destacarán las minas de Rio Tinto en Huelva y de Peñarroya en Córdoba.

SOCIEDAD
Por otro lado, en el siglo XIX asistiremos a la definitiva desaparición de la sociedad estamental y
al nacimiento de la nueva división en clases sociales, que si bien insistía en la igualdad jurídica de todos los
ciudadanos, no consiguió superar las enormes contradicciones internas que producía un sistema que
marginaba a la mayor parte de la población por razones económicas. Aún así, en España, esta nueva sociedad
burguesa, no logró eliminar la influencia ideológica de la Iglesia, ni evitar el importantísimo poder del
ejército en la vida pública, que solía manifestar sus posiciones ideológicas a través del pronunciamiento y el
golpe de Estado. La nueva sociedad se dividía según la siguiente estructura:

– Nobleza: mantiene su poder gracias a la adquisición de tierras desamortizadas. Continúa inmersa


en el sistema rentista.

– Burguesía: existió una alta burguesía de terratenientes beneficiarios de la política de


desamortización que se convirtió, junto con al nobleza, en la oligarquía dirigente del país. Pero
también existió una burguesía industrial con un comportamiento más dinámico y emprendedor
(Cataluña y País Vasco) que comenzaba a presentar los clásicos valores capitalistas (trabajo,
ahorro...); en general eran conservadores y proteccionistas, y desarrollaron nuevas formas de
ocio y relaciones sociales (deporte, ópera, casinos...)

– Clases medias: forman un grupo heterogéneo, no presentaban una clara conciencia de clase, y se
veían muy afectados por el restrictivo sufragio censitario que limitaba su voto. Está formada por
la pequeña burguesía urbana y los medianos propietario rurales. Son poco emprendedores y su
objetivo principal era la adquisición de bienes inmuebles.

– Clases populares: en el campo destacan los jornaleros y antiguos arrendatarios (proletariado


rural), muy afectados por la desamortización (sobre todo en Andalucía y Extremadura). Esta
situación explicará el posterior arraigo del anarquismo en estas regiones (desde 1870). En las
ciudades destaca el proletariado industrial, que en lugares como Barcelona llegó a ocupar a un
tercio de los trabajadores. También fue mayoritario en Asturias, Bilbao o Málaga. Las mujeres se
dedicaban principalmente al servicio doméstico. Vivían con salarios miserables y jornadas
laborales de 12 y 14 horas. Empezará a nacer en ellos una conciencia de clase inspirada en el
movimiento obrero.

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