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Radicado: 05001 60 00206 2012 40918

Procesado: Santiago Buitrago Suárez


Delito: Lesiones personales culposas

REPÚBLICA DE COLOMBIA

RAMA JUDICIAL

Radicado: 05001 60 00206 2012 40918


Procesado: Santiago Buitrago Suárez
Delito: Lesiones personales culposas agravadas
Lesionada: Sandra Marcela Molina Gil
Decisión: Revoca y absuelve
Magistrado ponente: Pío Nicolás Jaramillo Marín
Acta No. 059

TRIBUNAL SUPERIOR DE MEDELLÍN

Sala Novena de Decisión Penal

Medellín, veintiocho de mayo de dos mil


diecinueve.

Procede la Sala a resolver el recurso de apelación


interpuesto por el apoderado de la Defensa, contra la sentencia
condenatoria de primera instancia, proferida el 9 de abril de la
presente anualidad, por el Juzgado Veintiuno Penal Municipal de
Medellín, en contra del ciudadano Santiago Buitrago Suárez, por
el delito de Lesiones personales culposas cometidas en la
persona de Sandra Marcela Molina Gil.

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HECHOS Y ACTUACIÓN PROCESAL:

Los hechos génesis del presente proceso,


sucedieron, según lo acreditado en el juicio oral y lo narrado en
escrito de acusación, en los siguientes términos:

El día 6 de junio de 2012, en la carrera 83 con calle


32 de la ciudad de Medellín, siendo aproximadamente las 09:00
horas, la señora Sandra Marcela Molina Gil, luego de haber
verificado en ambos lados de la vía que no transitaba vehículo
alguno, inició su marcha para cruzar la carrera cuando fue
impactada por un vehículo tipo motocicleta de placas GEB37C,
conducida por el señor Santiago Buitrago Suárez. Del accidente
se derivaron lesiones en su integridad que dictaminaron una
incapacidad médico legal de 45 días, con tres secuelas de
carácter permanente, consistentes en deformidad física que
afecta el cuerpo, perturbación funcional del órgano de la visión
binocular y perturbación funcional del órgano de la audición.

El 16 de junio de 2016 la Fiscalía General de la


Nación formuló imputación al señor Santiago Buitrago Suárez,
por el delito de Lesiones personales culposas, en los términos de
los artículos 111, 112 inciso 2°, 113 inciso 3°, 114 inciso 2º, 117 y
120 del Código Penal, cargo al cual el imputado no se allanó, por
lo que el ente acusador radicó escrito de acusación.

El conocimiento de la actuación fue asignado al


Juzgado Veintiuno Penal Municipal de Medellín, Oficina judicial
que una vez finalizado el juicio oral, dictó la sentencia de fecha y
sentido ya reseñados, en la cual impuso una sanción principal de
10 meses de prisión, multa de 6.93 salarios mínimos legales
mensuales vigentes, unas penas accesorias de privación del

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derecho a conducir vehículos automotores y motocicletas por un


término de 16 meses, e inhabilitación para el ejercicio de
derechos y funciones públicas por el mismo término de la pena de
prisión, reconociendo en su favor el beneficio de la suspensión
condicional de la ejecución de la pena bajo un periodo de prueba
de 2 años y previa caución prendaria por un valor de 1
S.M.L.M.V1.

Decisión frente a la que el Apoderado de la Defensa


interpuso y sustentó oralmente el recurso de alzada2.

DECISIÓN IMPUGNADA:

Sostuvo la Juez A quo en el fallo de instancia, que a


partir del dictamen de Medicina Legal se puede establecer la
existencia de las lesiones padecidas en la integridad física de la
señora Sandra Marcela Molina Gil, sin que haya duda que
derivaron del impacto por la colisión con la motocicleta de placas
GEB37C conducida por el hoy acusado, encontrando demostrado
el nexo de causalidad en lo manifestado por la víctima y ratificado
por el Agente de tránsito, para determinar la responsabilidad
penal en el delito imputado al procesado.

No encuentra duda respecto de las lesiones sufridas


por la víctima que le produjeron una incapacidad médico legal de
45 días, con secuelas de carácter permanente, consistentes en
deformidad física que afecta el cuerpo y perturbación funcional de
los órganos de la visión binocular y de la audición.

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Folio 142 a 152.
2
Folio 143.

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De las versiones dadas tanto por la víctima como


por el Agente de tránsito que atendió el accidente, encontró
prueba con indudable fuerza persuasiva, al estar concatenados,
consistentes, coherentes y verosímiles, para declarar la
responsabilidad penal del acusado en los hechos. Estableció,
entonces, que el señor Buitrago Suárez se encontraba tripulando
la motocicleta de placas GEB37C, y que la señora Sandra
Marcela al intentar cruzar la carrera 83, luego de tomar las
precauciones del caso (al observar a ambos lados de la vía y no
ver ningún vehículo) fue embestida por el velocípedo al no
respetar la señal de pare existente.

Desestima lo pretendido por la Defensa de restarle


credibilidad a la víctima por cuanto incurrió en unas posibles
contradicciones entre lo indicado en la querella y lo declarado en
el desarrollo del juicio oral, lo anterior dado que dichas objeciones
no tocan el núcleo fáctico de su dicho, por lo que no resulta
trascendente frente a la credibilidad de los hechos.

Aduce que el comportamiento asumido por el


procesado no lo releva de darle una explicación a la justicia en
aras de ejercer su derecho de defensa, pues el acusado ha
desatendido el llamado para ejercer su defensa material.
Contrario a la víctima, quien acudió al juicio y dio su versión de los
hechos, los que coinciden con lo manifestado por el Agente de
tránsito, concluyendo que si el señor Santiago Buitrago Suárez
hubiere tenido la diligencia de estar atento al conducir la
motocicleta, respetado la señal de pare que se encontraba sobre
la carrera, además de haber adoptado las precauciones
necesarias, hubiese advertido la presencia de la peatón y se
habría podido evitar la colisión.

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Señala que de la información legalmente obtenida


se extrae la responsabilidad en cabeza del procesado, pues su
proceder se ajusta a lo dispuesto en el artículo 23 del Código
Penal, dado que le era exigible el deber de cuidado y que por su
actuar imprudente se produjo el resultado dañoso, sin que se
haya demostrado que concurra alguna causal de justificación3.

LA APELACION:

La decisión anterior fue recurrida en apelación por la


Defensa, quien inició su intervención manifestando que el límite
del juicio oral está dado por la acusación que se haya efectuado
en el caso (la que es un acto complejo entre el escrito y la
audiencia respectiva).

Expone que en la audiencia de lectura de fallo por el


Juzgado se le entregan dos paquetes con un total de 15 folios, de
donde logra observar que la Juez hace una lectura de una parte
de lo que allí se consagra, y que de lo obviado se precisan
aspectos que en ningún momento fueron abordados en el juicio
oral por los testigos (relativos a que el conductor de la moto venía
distraído mirando un aceite que se derramaba, según le contó un
señor, además de la existencia de una señal de pare y de un
reductor de velocidad).

Resalta la fecha de radicación del escrito de


acusación, 8 de septiembre de 2016, de la audiencia de
acusación, 27 de enero de 2016 (sic), y del formato único de
noticia criminal, 26 de junio de 2012, en el que la víctima en
ningún momento pone de presente la existencia de dichas
circunstancias, siendo un invento traído por la Fiscal Delegada,
3
Folio 144 a 152.

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pues no existe una ampliación de querella, ni una entrevista


donde se hayan hecho tales manifestaciones, por lo que
únicamente cuenta con lo manifestado por la víctima en la
querella.

Seguidamente, trae a colación lo dicho por el Agente


de tránsito y la víctima del delito. Critica las preguntas
complementarias realizadas por la Judicatura, por abusar de esa
facultad, entendiendo que las efectuadas debían ser realizadas
por la Fiscalía quien tenía la carga de la prueba.

Aborda lo relacionado con la teoría del caso de la


Fiscalía, según el orden dado en la sentencia de instancia,
reiterando su crítica respecto de la existencia de un resalto en la
vía, dado que ello no fue objeto de pronunciamiento por la víctima
en la querella, sino únicamente en su declaración en el juicio oral,
echando de menos una ampliación de querella o una entrevista
donde se hablara de su existencia, cuestionándose acerca de la
forma en la que se tuvo conocimiento de dicho aspecto.

En cuanto a las estipulaciones probatorias, alega


que ellas no prueban nada, sólo son un soporte de lo acordado. Al
referirse la Fiscal al informe y el croquis de tránsito como
evidencia demostrativa, indica que en el caso no se presentaron,
además que el informe no fue introducido al juicio oral. En cuanto
al Agente de tránsito, se duele porque la Fiscal no precisó que
éste señaló que en el informe se indicó la trayectoria del vehículo
según la versión del conductor “posiblemente”, máxime si se tiene
en cuenta que el mismo declarante en el juicio no recordó haber
conversado con esta persona, menos aún si la afectada haya sido
auxiliada. En cuanto a lo manifestado por la víctima respecto de la
presencia de su esposo en el sitio del accidente, no encuentra

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razón para no haber presentado a esta persona en el juicio como


testigo de los hechos, así como se queja que la querellante en el
primer momento no haya indicado que fue auxiliada por unos
estudiantes.

Culminado el análisis de la teoría del caso efectuada


por la Fiscalía, aborda, en el orden de la sentencia, una crítica a la
teoría del caso de la Defensa, donde se habla de la impugnación
de credibilidad que realizó a la víctima, por cuanto manifestó que
salía a trabajar y en la querella informó que iba para donde su
madre; lo mismo en cuanto a la omisión en la primigenia
declaración respecto de la existencia de la señal de pare y del
reductor de velocidad en la vía, a la ausencia de manifestación de
los estudiantes que la socorrieron, señalando que muy hábilmente
en sede del juicio oral al momento de contrainterrogatorio es que
responde agregando alguna de estas situaciones que no se le
habían preguntado en el interrogatorio y que no había
mencionado en la querella, es decir, que se desconocían en la
carpeta.

Luego aborda lo referido en los alegatos de


conclusión indicando que la Fiscal no cumplió con su deber de
lealtad, ya que hubo manifestaciones que no se dijeron por los
dos testigos, que llevaron a la judicatura a un error. En principio
resalta la omisión de la víctima desde la querella frente a la
existencia de la señal de “pare”, sin que siquiera se le haya
realizado entrevista posterior o similar; volviendo a criticar, que la
víctima en la denuncia manifestó que se dirigía para donde su
progenitora y luego en el juicio dijo que iba a laborar, tal como
quedó sentado al momento de impugnarle credibilidad; igualmente
hizo mención al fallo contravencional de tránsito, reseñando el
recurrente que ello nada tiene que ver con la responsabilidad

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penal, y además no se allegó al plenario. En cuanto a lo


expresado por el Agente de tránsito, éste no manifestó la
existencia de la señal de “pare” en la vía, no se ingresó el croquis
del accidente de tránsito, ni tampoco el testigo manifestó la ruta
por la que se desplazaba la motocicleta, entonces se equivoca la
Fiscal Delegada al indicar que éste testigo se refirió a la
exigibilidad de la detención en la marcha de la motocicleta.

Culminada la crítica a la primera parte de la


sentencia, manifiesta el censor que se abordará el “segundo
paquete”, esto es, analizar lo atinente a las consideraciones en las
que se basa el fallo de instancia, indicando que para lograr el
conocimiento necesario para emitir una sentencia de condena se
necesita que el Juez valore de manera individual y mancomunada
todos los elementos de juicios allegados válidamente al proceso.
Así, no hace reparo alguno a la existencia de las lesiones de la
víctima.

En cuanto a la valoración de la víctima, recuerda


que fue mendaz al afirmar que salía a laborar cuando en realidad
iba para la casa de su madre, y que no supo decir de dónde salió
la motocicleta, concluyendo que la ofendida no tomó las
precauciones necesarias para el cruce de la calle. Frente al
Guarda de tránsito, reitera que éste manifestó no acordarse de lo
ocurrido en aquella oportunidad.

Crítica que la Juez de instancia haya trasladado la


carga de la prueba al procesado, al señalar que como no se
presentó al proceso a solicitar pruebas y defenderse de la
acusación, a pesar de tener conocimiento de la actuación,
entonces no tiene explicaciones que darle a la justicia, así afirma

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el recurrente que se le está vulnerando su garantía a guardar


silencio y no ser usado en su contra.

Considera que la Judicatura incurrió en un falso


juicio de identidad, porque adicionó en la sentencia el hecho que
el Guarda de tránsito haya manifestado que había una señal de
“pare” en el lugar del accidente, cuando ello no fue objeto de
interrogatorio. Igualmente, como el guarda no mencionó
situaciones adicionales, solamente hay que tener en cuenta la
declaración de la víctima, que debe ser evaluado desde los 3
puntos que consagra el artículo 403 del Código de Procedimiento
Penal, concluyendo que la ofendida tiene un interés económico en
las resultas del proceso, porque después de la condena puede
iniciar el incidente de reparación integral. Ahora bien, como un
tercero imparcial, existe la declaración del Agente de tránsito, que
no hizo mención alguna a la existencia de la señal de “pare”,
tampoco se trajo al juicio en declaración al esposo de la víctima,
por lo que no existe un tercero imparcial que dé una declaración
sin interés en el proceso.

Expone que en principio hubo omisiones frente a


aspectos transcendentales en el relato, pues así lo demostró la
Defensa en el contrainterrogatorio, dado que la víctima en su
declaración inicial omitió manifestar que la habían socorrido unos
estudiantes, que su esposo había ido, que había una señal de
pare, y un reductor de velocidad en el piso, además, de
contradicciones, cuando la víctima indicó que iba para donde su
madre y en el juicio señaló que salía a laborar, lo que convierte
éste testimonio en mendaz porque le conviene el resultado del
proceso.

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Establece el artículo 381 del Código de


Procedimiento Penal que para condenar se requiere encontrarse
demostrado más allá de toda duda razonable la responsabilidad
penal del acusado y, en el presente asunto, lo que hay son dudas
y se debe respetar el artículo 7 ibídem como principio rector de la
actuación procesal. Refiere que las reglas de las máximas de la
lógica dan cuenta que uno no da dos pasos y lo atropella un carro,
luego de mirar para ambos lados y no observar que se aproxime
algún vehículo, en una vía recta, situación ésta que constituye un
error de hecho por falso raciocinio. Además, se presenta un error
por falso juicio de identidad al aumentarle el testimonio al Guarda
de tránsito, al dar como probado que dijo que había una señal de
“pare”; de lo que aumentó la víctima en el juicio oral, pues ni en la
querella ni en entrevista adicional manifestó nada respecto de lo
omitido, y que luego de 7 años se presenta a decir más cosas,
pues la lógica indica que uno recuerda más al momento del hecho
que con el paso del tiempo, y se desconoce que la víctima le
conviene el resultado del proceso.

Concluye que en el presente asunto permea la


duda, tal como lo ha indicado, y por tal motivo solicita sea
revocada la sentencia de instancia4.

Los demás sujetos procesales, en su condición de


no recurrentes se abstuvieron de manifestarse respecto de las
pretensiones de la Defensa.

CONSIDERACIONES:

Prevalida de la competencia de todo orden para


conocer del presente asunto, desata la Sala la alzada mediante
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Audio del 10 de abril de 2019, acta de audiencias obrante a folio 143.

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las siguientes consideraciones lógico-jurídicas, dejando sentado


que en atención al lineamiento que determina el conocimiento de
la segunda instancia, el acto se limitará a los aspectos que fueron
objeto de impugnación, y a aquellos que le sean inescindibles. A
este asunto se le ha dado prelación, dada la inminencia de su
prescripción, como se advierte en la constancia remisoria del
Juzgado.

En tal sentido, ha de tenerse en cuenta que de


acuerdo con los planteamientos traídos a colación en desarrollo
de la audiencia de sustentación oral del recurso de alzada por
parte del Apoderado de la Defensa, su pedimento central es que
se absuelva al acusado de los cargos endilgados, dado que en el
asunto objeto de estudio permean dudas que no permiten llegar al
grado de certeza para la emisión de una condena, y que deben
ser reconocidas en favor de su defendido.

En tal sentido, corresponde a la Sala examinar si fue


acertada la valoración probatoria efectuada por la Juez de
instancia para fundamentar la sentencia de condena que profirió
en contra del señor Santiago Buitrago Suárez, como autor del
delito de Lesiones personales culposas atribuido en la acusación,
o si por el contrario, asiste la razón al recurrente, cuando afirma
que en desarrollo de tal valoración probatoria la A quo incurrió en
unos yerros al momento de apreciar manifestaciones que no
fueron efectuadas por el Agente de tránsito que atendió el
accidente, o que el testimonio de la víctima no cuenta con plena
credibilidad que sustente la condena, dadas las discrepancias y
omisiones entre lo señalado en la querella y lo dicho en desarrollo
del juicio oral, o que se trasladó la carga probatoria al acusado
vulnerando con ello su derecho a guardar silencio y no ser usado

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en su contra, razón por la cual permea la duda en favor de su


prohijado y por ello pide se absuelva de los cargos enrostrados.

Advierte la Colegiatura desde ya, que para el caso


no se cuenta con la prueba suficiente para llegar al grado de
conocimiento para emitir juicio de reproche contra el acusado por
la acción desplegada aquel 6 de junio de 2012, en los términos
del artículo 381 del Código de Procedimiento Penal, tal como
pasará a verse, razón por la cual la sentencia será revocada.

Para el efecto, debe partir la Sala de la premisa de


que el fallo de condena ha de fundarse en prueba legal y
oportunamente allegada al proceso, y más allá de toda duda
razonable para inferir la existencia del delito y la responsabilidad
penal del procesado, exigencias que en efecto reclaman los
artículos 7 inciso final5, 3726 y 3817, todos del Código de
Procedimiento Penal.

No ofrece discusión alguna en el presente caso: i) la


plena identidad del acusado, esto es, que se trata del señor
Santiago Buitrago Suárez, identificado con la cédula de
ciudadanía Nro. 1.152.195.490 de Medellín8; ii) los cuatro
reconocimientos médico legales practicados a la señora Sandra
Marcela Molina Gil, siendo el último el efectuado el 30 de julio de
2013, en el que estableció una incapacidad definitiva de 45 días,
con tres secuelas de carácter permanente, consistentes en
deformidad física que afecta el cuerpo, perturbación funcional del
órgano de la visión binocular y del órgano de la audición 9; y, iii)
5
“Para proferir sentencia condenatoria deberá existir convencimiento de la responsabilidad penal del acusado, más
allá de toda duda”.
6
“Las pruebas tienen por fin llevar al conocimiento del juez, más allá de duda razonable, los hechos y
circunstancias materia del juicio y los de la responsabilidad penal del acusado, como autor o partícipe”.
7
“Para condenar se requiere el conocimiento más allá de toda duda, acerca del delito y de la responsabilidad penal
del acusado fundado en las pruebas debatidas en el juicio”.
8
Folios 84 a 89.
9
Folios 90 a 96.

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que en la audiencia de conciliación llevada a cabo el 8 de agosto


de 2013, entre querellante y querellado no se llegó a acuerdo
económico alguno10. Tales aspectos fueron aceptados sin
discusión alguna por todos los sujetos procesales, incluida la
Defensa técnica, sin que entonces se torne necesario efectuar
disquisición alguna tendiente a concluir que en efecto ello quedó
debidamente acreditado en el juicio oral.

Teniendo entonces como norte el problema jurídico


planteado, y a propósito de algunos cuestionamientos formulados
en la impugnación, conviene citar previamente algunos apartes
del precedente jurisprudencial afín al tema, como introducción del
análisis probatorio que se apresta a realizar.

La Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de


Justicia, en su vasta Jurisprudencia, frente a la comisión de
delitos culposos en accidente de tránsito, ha manifestado:

“En efecto, para la doctrina tradicional, en materia de


imputación al tipo subjetivo y como modalidad de la conducta punible,
la culpa se caracteriza como la infracción al deber objetivo de cuidado
necesario para la vida de relación social (artículo 23 del Código
Penal), lo que supone el desconocimiento por parte del sujeto agente
de un mandato de actuación conforme a una norma de cuidado,
orientada a la evitación de situaciones de peligro para los bienes
jurídicos.

Ese deber de cuidado es consecuencia de la existencia de


normas o reglas técnicas, establecidas dentro de los distintos ámbitos
de tráfico jurídico, cuyo origen diverso se encuentra sentado en
disposiciones administrativas de reglamentación de determinado
ámbito de actividad social, en normas expedidas por los agentes
sociales intervinientes en el tráfico jurídico correspondiente o en
normas derivadas del consenso social acerca de la necesidad de
regulación y neutralización de los riesgos en particulares sectores de
actividad.

10
Folios 97 a 99.

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En los últimos tiempos, dentro de la teoría de la imputación


objetiva, se ha venido proponiendo la sustitución del elemento de la
infracción del deber objetivo de cuidado por la idea de creación de un
riesgo jurídicamente desaprobado, en un intento por superar la
atribución del resultado por la mera comprobación de su relación
causal con la acción y la omisión, por lo que el juicio de valor se
concreta sobre dos momentos diferentes: la creación de un riesgo
desaprobado por el ordenamiento jurídico y la realización de dicho
riesgo en el resultado. Por lo tanto, resulta importante subrayar que
dicho riesgo no existe, en una perspectiva ex ante, cuando es
permitido por el ordenamiento jurídico.

En relación con las fuentes de determinación del carácter


prohibido del riesgo en el derecho de la circulación, es relevante
reseñar que el mismo puede emanar de las normas jurídicas
abstractas de tráfico, cuya infracción fundamenta en general la
creación del peligro no permitido o incremento del riesgo permitido 11.
Aspecto que en realidad guarda similitudes con el concepto del
hombre medio perteneciente al mismo sector de tráfico jurídico del
actor, según el criterio rector que le otorga la teoría tradicional a ese
aspecto en particular.

De cualquier forma, en la resolución del asunto que en concreto


ahora ocupa a la Corte, la asunción de uno u otro criterio dogmático
llevará a los mismos resultados, por lo que tratándose del tráfico
terrestre basta con asumir las siguientes pautas como directrices para
establecer los deberes de cuidado que competían al conductor del
automóvil colisionado:

1. El autor debe realizar la conducta como lo haría una


persona razonable y prudente puesta en el lugar del agente, de
manera que si no obra con arreglo a esas exigencias infringirá el
deber objetivo de cuidado. Elemento con el que se aspira a que con la
observancia de las exigencias de cuidado disminuya al máximo los
riesgos para los bienes jurídicos con el ejercicio de las actividades
peligrosas, que es conocido como el riesgo permitido.

2. [Acatar] las normas de orden legal o reglamentaria atinentes


al tráfico terrestre, marítimo, aéreo y fluvial, y a los reglamentos del
trabajo, dirigidas a disciplinar la buena marcha de las fuentes de
riesgos.

3. El principio de confianza, que surge como consecuencia de la


anterior normatividad, y consiste en que quien se comporta en el
tráfico de acuerdo con las normas puede y debe confiar en que
todos los participantes en el mismo tráfico también lo hagan, a no ser
que de manera fundada se pueda suponer lo contrario.
11
CLAUS ROXIN, Derecho penal, Parte general, Tomo I, Fundamentos, Madrid, Civitas, 1997, p. 1001.

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Apotegma que se extiende a los ámbitos del trabajo en donde


opera la división de funciones, y a las esferas de la vida cotidiana, en
las que el actuar de los sujetos depende del comportamiento asumido
por los demás.

4. El criterio del hombre medio, en razón del cual el funcionario


judicial puede valorar la conducta comparándola con la que hubiese
observado un hombre prudente y diligente situado en la posición del
autor. Si el proceder del sujeto agente permanece dentro de esos
parámetros no habrá violación al deber de cuidado, pero si los
rebasa procederá la imprudencia siempre que converjan los
demás presupuestos típicos12. (Negrita fuera de texto original).13

En fin, el escenario de estudio del obrar culposo es


imputable a lo que constituye el examen de la perspectiva de ex
ante y ex post que no es otra cosa que verificar si el agente se
comportó conforme se lo imponían las circunstancias del caso. En
otras palabras, si actuó tal como las prácticas usuales
desarrolladas para la circulación de vehículos lo indicaban.

De acuerdo con la anterior cita Jurisprudencial, no


puede entonces el fallador efectuar un juicio de reproche
únicamente con la simple verificación del nexo de causalidad
entre la conducta desplegada por el acusado y las lesiones
soportadas por la víctima, pues de hacerlo, olvidaría lo
preceptuado en el artículo 9 del Código Penal cuando precisa que
“la causalidad por sí sola no basta para la imputación jurídica del
resultado”, como quiera que en el delito imprudente comprobada
la necesaria causalidad natural, la imputación del resultado
requiere verificar si la acción del autor ha creado o incrementado
un peligro jurídicamente desaprobado para la producción del
resultado y si el resultado producido por dicha acción es la
realización del mismo peligro –jurídicamente desaprobado- creado

12
Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, Sentencia del 24 de octubre de 2007, radicado 27325.
13
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, Sentencia SP4815-2018, radicado 48.801, del 7 de
noviembre de 2018.

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por la acción. En caso de faltar alguno de estos dos


condicionantes complementarios de la causalidad natural, se
eliminaría la tipicidad de la conducta y, por consiguiente, su
relevancia para el derecho penal.

No se desconoce que la conducción de automotores


es una actividad riesgosa, pero ella por sí misma no es causa de
la culpa, pues la misma se encuentra autorizada, siempre y
cuando no se incremente innecesariamente el margen de riesgo,
pues de no ser así se paralizaría el mundo moderno. Ese margen
de riesgo lo limita el deber objetivo de cuidado que, de acuerdo
con los reglamentos sobre la materia, le incumbe guardar al actor
del tráfico automotor. Se determina un límite entre el riesgo
permitido y el riesgo prohibido.

Como bien lo tienen establecido la doctrina y la


jurisprudencia, el delito culposo requiere el concurso de la acción
y el resultado imprudente, por lo que sólo incurre en el delito
imprudente quien realiza la acción prohibida que produce el
resultado, pues el derecho penal por un criterio de selectividad y
de comprensión de que únicamente hay injusto cuando hay daño,
no sanciona a título de delito meras conductas imprudentes que
no dañan derechos.

En esta oportunidad, de acuerdo con la precaria


prueba practicada en desarrollo del juicio oral, junto con las
estipulaciones probatorias efectuadas por las partes, se tiene que
el día 6 de junio de 2012, a las 9:00 horas, en el cruce de la
carrera 83 con calle 32 de esta ciudad, se presentó una colisión
entre un vehículo tipo motocicleta de placas GEB37C, conducido
por el señor Santiago Buitrago Suárez, y la señora Sandra
Marcela Molina Gil en calidad de peatón, momentos en que esta

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pretendía cruzar la carrera 83, luego que de las verificaciones


efectuadas por ella no haya establecido el lugar exacto donde se
encontraba el velocípedo antes del impacto y menos que
transitaba por la vía.

Así, en la deponencia ofrecida por la víctima, el día


29 de marzo de 2019, señaló que caminaba por el sector de la
carrera 83 con calle 32, y al momento de llegar al cruce de la
carrera 83, observó a ambos lados de la vía, y al verificar la no
presencia de vehículo alguno, empezó a “dar paso pues para
pasar la calle, cuando de un momento a otro me atropelló la
moto”, luego cayó al piso, fue auxiliada por unos estudiantes
universitarios, perdiendo completamente conocimiento y
trasladada en ambulancia a la Clínica Comfenalco de Antioquia.
Luego de culminado su relato sobre los hechos, la Fiscal
Delegada le interroga respecto de la existencia de señales de
tránsito en el sector, manifestando que había un “pare” que debía
realizarlo el motociclista, además que en ese punto era permitido
el paso peatonal.

El Apoderado de la Defensa contrainterrogó a la


testigo, y luego de realizado el trámite de impugnación de
credibilidad, se dio lectura a lo manifestado por ella en la querella
del 26 de junio de 2012, en dicha oportunidad manifestó que su
destino era la casa de su madre (contrario a lo referido en la
audiencia que era ir a laborar), asimismo se le puso de presente
que en ningún momento dijo algo sobre la existencia de la señal
de “pare” del sector ni de la ayuda prestada por los estudiantes
universitarios, al describir la vía en la que ocurrió el accidente, fue
enfática en referir que se trataba de una vía recta en doble
sentido, y antes de la señal de “pare” existe un “policía acostado”,
sin que en momento alguno haya observado transitar la

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Delito: Lesiones personales culposas

motocicleta. Además, responde que recuerda mucho mejor los


hechos el día en que está rindiendo la declaración en el juicio, que
cuando interpuso la querella.

La A quo le realiza a la señora Molina Gil unas


preguntas “complementarias”, allí señala que pretendía realizar el
cruce de la carrera 83 por la esquina, sin que en el lugar haya un
semáforo, por lo que al ser cuestionada por la existencia de la
señal de “pare” indicó que estaba ubicado en la misma esquina de
la carrera 83, reiterando que no logró observar la presencia de la
motocicleta en la vía.

Este relato, duramente criticado por el recurrente, no


da cuenta sobre la ubicación de la motocicleta al momento de la
ocurrencia del accidente de tránsito, pues es enfática la testigo en
precisar, ante los requerimientos de las diferentes partes del
proceso, que en ningún momento observó la presencia de la
motocicleta en la vía.

Ahora bien, para la Sala conforme el principio de


libertad probatoria, artículo 373 del Código de Procedimiento
Penal, las partes pueden probar cualquier hecho o circunstancia a
través de cualquier medio establecido en la legislación procesal,
que no viole los derechos humanos, sin que exista una tarifa
probatoria positiva frente a la demostración de la ocurrencia de los
hechos, por lo cual está abolida en la práctica probatoria el
principio de “testis unus testis nullus” o “testigo único, testigo
nulo”, por lo que puede entrar a emitirse condena con la
existencia de un sólo testigo. No obstante, sí existe una tarifa
probatoria negativa en la codificación, y es que para poder proferir
sentencia de condena se requiere un conocimiento más allá de
toda duda acerca del delito y de la responsabilidad penal del

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Procesado: Santiago Buitrago Suárez
Delito: Lesiones personales culposas

acusado, pues de no alcanzarse dicho estándar la decisión


deberá ser absolutoria. Así, en caso de contar con la existencia de
un testimonio único y directo de los hechos, como prueba única,
se requiere que supere el tamiz evaluativo del fallador para que
proceda la emisión de una sentencia de condena, pues de lo
contrario opera la presunción de inocencia.

De tal suerte, que si bien está permitido el


testimonio de la víctima como integrante de los medios
probatorios en el proceso penal, para su valoración la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia ha señalado
unos criterios que deben ser aplicados por el fallador, así:

“De esa manera, como también lo ha señalado la Delegada, tanto la


doctrina como la jurisprudencia han señalado ciertas pautas para
llegar al grado de conocimiento de certeza, en torno a la existencia del
hecho y la responsabilidad del infractor. Tales son:

a) Que no exista incredibilidad derivada de un resentimiento por las


relaciones agresor-agredido que lleve a inferir en la existencia de un
posible rencor o enemistad que ponga en entredicho la aptitud
probatoria de este último.

b) Que la versión de la víctima tenga confirmación en las


circunstancias que rodearon el acontecer fáctico, esto es, la
constatación de la real existencia del hecho; y

c) La persistencia en la incriminación, que debe ser sin ambigüedades


y contradicciones. (CSJ SP, 7 Sep. 2005, Rad. 18455)14

Conforme a ello, y con miras a establecer que la


versión dada por la víctima tenga una confirmación en las
circunstancias que rodearon el acontecer fáctico, en el estrado
judicial se escuchó en declaración al testigo Jhon William
Arboleda Castañeda, quien fue el Agente de tránsito que se

14
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, Auto AP6454-2014, radicación 44.885 del 22 de octubre de
2014.

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Delito: Lesiones personales culposas

encargó de realizar las actuaciones contravencionales en el sitio,


el día y la hora de su ocurrencia.

Este testigo, quien no recuerda haber atendido el


caso, luego de habérsele refrescado memoria por la Fiscal
Delegada al ponérsele de presente el informe policial de accidente
de tránsito, manifestó reconocer la copia en regular estado
aportada al estar elaborada con su nombre, número de placa,
puño y letra, además de rubricado por él. Señaló que se trata del
informe Nro. A-111-7546, levantado el 6 de junio de 2012 a las
9:20 horas, en la carrera 83 con calle 32, frente a la vivienda con
nomenclatura 32-07, igualmente indica que la ocurrencia del
insuceso fue a las 9:00 horas, viéndose involucrados como
conductor de una motocicleta de placas GEB37C, marca AKT, el
señor Santiago Buitrago Suárez, y, una peatón lesionada, la
señora Sandra Marcela Molina Gil, que de acuerdo con el informe
la trayectoria del velocípedo era por la carrera 83 en sentido norte
– sur, resaltando que no estuvo presente al momento del choque,
por lo que esta trayectoria fue señalada posteriormente según la
versión del conductor de la moto “posiblemente”. Al ser indagado
por conversaciones sostenidas con el conductor del vehículo, por
el auxilio prestado a la lesionada, o lo encontrado en el lugar del
accidente, fue enfático en afirmar que no recuerda.

Por lo anterior, el testimonio rendido por la víctima


no cuenta con una corroboración que permita encontrar una real
existencia de la infracción al deber objetivo de cuidado por parte
del motociclista, aunado a que, se reitera, hubo una insuficiente
práctica probatoria por parte de la Delegada de la Fiscalía, pues
de estos testimonios no es posible para la Sala establecer con
certeza la trayectoria del vehículo, su velocidad, o su maniobrar,
de ahí que cualquier estimación que se pueda realizar al respecto

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Procesado: Santiago Buitrago Suárez
Delito: Lesiones personales culposas

no deja de ser pura especulación, teniendo eco la proclama del


recurrente al sostener que no es posible que la víctima haya
verificado la inexistencia de vehículos en la vía y luego de dar dos
pasos sea atropellada por un motociclista, lo que da cuenta que
eventualmente fue la ofendida quien no tomó las precauciones
necesarias al realizar el cruce de la vía.

Ello por cuanto para la Sala tampoco resulta válido


que una persona que apenas inicie su marcha para cruzar una
calle sea embestida por una motocicleta, máxime que al parecer
se hizo una verificación por parte de la víctima de las condiciones
de la vía para realizar su maniobra, y no se haya percatado de la
existencia de otros vehículos en la vía, que huelga resaltar, es
recta y no tenía, según los dichos de la víctima, obstáculos que le
impidieran visualizar algún vehículo.

El sólo testimonio de la señora Sandra Marcela


Molina Gil no cuenta con una riqueza circunstancial que permita
vislumbrar las condiciones en las que ocurrió el accidente de
tránsito, pues si bien señaló que el cruce peatonal lo realizaba por
la esquina sobre la carrera 83 frente a la calle 32, donde hay una
señal de “pare”, que es empleada por la legislación de tránsito
terrestre para “notificar al conductor que debe detener
completamente el vehículo y sólo reanudar la marcha cuando
pueda hacerlo en condiciones que eviten totalmente la posibilidad
de accidente”15, su existencia no fue corroborada por el Agente de
tránsito que efectuó el procedimiento contravencional, es más, tal
como lo afirma el apelante, en su declaración no hizo mención
siquiera a su existencia.

15
Definición traída por el Manual de Señalización Vial adoptado por el Ministerio de Transporte mediante
Resolución Nro. 1885 de 2015, pág. 40.

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Delito: Lesiones personales culposas

Con ésta somera declaración no se logra


desprender en el lugar del accidente de tránsito, dónde está
ubicada la señal de “pare”, si antes o después del lugar del
choque, o si era una señal horizontal o vertical (elevada o de
piso); en qué lugar de la vía estaba transitando la motocicleta, si
por la derecha o la izquierda; dónde fue el impacto entre el
vehículo y la transeúnte en la vía, cerca o no del andén o en la
mitad de la vía; si la señal de detención estaba en la esquina por
donde pasaba la peatón o por donde transitaba la motocicleta.

Aspectos que se hacen relevantes con miras a


determinar cuál fue la infracción al deber objetivo de cuidado que
debe ser sometida a un posible reproche penal por parte de la
Judicatura al señor Santiago Buitrago Suárez, pues dichas
circunstancias sirven para dar cuenta de la exigibilidad para la
detención del velocípedo, ya que no se puede establecer que si
al momento de llegar al sitio donde se encontraba la peatón el
motociclista debía estar completamente detenido o por el contrario
ese lugar se encontraba posterior al sitio donde iba a efectuar el
cruce de la vía por lo que aún continuaba en su trayecto, para
luego determinar cuál era la prelación que debía dársele a la
peatón, o como lo ha manifestado la víctima, si apenas iniciaba a
dar paso, para establecer si la motocicleta se encontraba
transitando dentro del metro cerca a la acerca u orilla, que
establece el artículo 94 del Código Nacional de Tránsito, y dé
cuenta de una posible intempestiva irrupción de la víctima dentro
de ese espectro de tránsito del velocípedo, incluso, ni se advierte
en cuál de las cuatro esquinas que comprenden la intersección
fue donde ocurrió el accidente. Nada de lo anterior se puede
comprobar en el juicio; en otras palabras, la insuficiencia
probatoria no permite establecer desde un análisis ex ante o ex

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Delito: Lesiones personales culposas

post en qué momento se infringió el deber objetivo de cuidado por


parte del acusado.

Lo que sí puede afirmar la Sala, es que según el


artículo 57 de la Ley 769 de 2002 (Código Nacional de Tránsito
Terrestre), frente a la circulación de peatones: “… se hará por
fuera de las zonas destinadas al tránsito de vehículos. Cuando un
peatón requiera cruzar una vía vehicular, lo hará respetando las
señales de tránsito y cerciorándose de que no existe peligro para
hacerlo”. Sumado a lo anterior, el parágrafo 2º del artículo 58
ibídem, determina cuáles son los lugares en los cuales los
peatones pueden cruzar una vía vehicular: “Dentro del perímetro
urbano, el cruce debe hacerse sólo por las zonas autorizadas,
como los puentes peatonales, los pasos peatonales y las
bocacalles”. El término bocacalle, si bien en principio puede ser
confuso, la misma legislación en su artículo 2, indica que ésta
corresponde a “Embocadura de una calle en una intersección”,
significado semejante al que presenta el Diccionario de la Real
Academia Española: “1. f. Entrada o embocadura de una calle. 2.
f. Calle secundaria que afluye a otra”16.

De tal suerte, que el paso peatonal que pretendía


realizar la señora Sandra Marcela Molina Gil lo estaba realizando
por la bocacalle que hay sobre la carrera 83 en la intersección de
la calle 32, según lo establece la norma, pero, como se indicó en
precedencia, ésta sola situación no da por hecho que el señor
Santiago Buitrago Suárez al momento de maniobrar la
motocicleta haya infringido el deber objetivo de cuidado.

Por lo anterior, es que la conclusión de la Sala, de


acuerdo con la valoración probatoria antes descrita, conduce a
16
https://dle.rae.es/?w=bocacalle.

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Delito: Lesiones personales culposas

afirmar, contrario a lo concluido por la A quo, que no se cuenta


con fundamentos probatorios serios que permitan desvirtuar la
presunción de inocencia con la cual se encuentra amparado el
acusado17, puesto que nada está indicando que su actuar fuera
imprudente, pues, se reitera, no se tiene certeza del
desplazamiento efectuado por el vehículo que conducía, su
velocidad, la ubicación de la señal de “pare” en la vía, el lugar de
impacto, o una eventual irrupción de la víctima en la calzada,
situaciones éstas que indiquen que el acusado haya quebrantado
el deber objetivo de cuidado que le incumbía observar para ese
momento, rompiéndose de este modo la relación de causalidad.

Infortunada también resulta la afirmación efectuada


por la A quo en la sentencia de instancia cuando sostiene que:

“Por otro lado, el comportamiento del procesado no revela a


una persona que tenga una explicación que darle a la justicia en aras
a su derecho de defensa, si bien se han entregado las citas en su
lugar de residencia y en veces ha respondido la llamada del notificador
del Centro de Servicios, y sabe de la existencia del proceso en tanto
acudió a la audiencia de formulación, ha desatendido el llamado de la
justicia para que ejerza el derecho a la defensa; el procesado
abandonó la defensa material que le concierne, porque si bien el
artículo 7 del Código de Procedimiento Penal dice que en ningún caso
podrá invertirse la carga de la prueba, ello no implica que el procesado
a través de su defensor no pueda presentar pruebas a su favor como
lo indica el artículo 8 del C.P.P. Y es que incluso el artículo 140 de la
misma obra consagra como deber de las partes asistir a las
audiencias.”18

Dado que así quiera morigerar la discusión


advirtiendo que no puede invertirse la carga de la prueba, le
reprocha al acusado que no se haya hecho presente en desarrollo
de la causa penal, al punto que a párrafo siguiente da plena
credibilidad a lo referido por la víctima por el sólo hecho de haber
17
Art. 7 Ley 906 de 2004.
18
Folio 150 anverso, folio 10 de la sentencia de primera instancia.

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acudido a dar su versión de los hechos, situación que


evidentemente va en contravía de la presunción de inocencia que
cobija al procesado, que como derecho fundamental19 y principio
rector del proceso penal20, lleva implícito que éste pueda guardar
silencio durante la actuación y que no sea usado en su contra, lo
cual desconoce la A quo en su fallo, pues es el derecho del señor
Santiago Buitrago Suárez a no declarar en el juicio oral, siendo
obligación de la Delegada de la Fiscalía, al hacer uso del ius
puniendi, quien debe ejercer la acción penal y por medio de la
prueba que presente en sede del juicio oral lleve al
convencimiento más allá de toda duda al Juez a cerca del delito y
de la responsabilidad penal del acusado, esto es, logre derruir la
presunción de inocencia que lo cobija, y es obligación del fallador
respetarle tal derecho a guardar silencio, situación que no se ha
acatado en este caso.

Concatenado lo anterior con lo expuesto en párrafos


anteriores, es que al señor Santiago Buitrago Suárez se le tiene
que respetar la presunción de inocencia dado que, además de la
insuficiencia probatoria que lleve a lograr el grado de
conocimiento para la emisión de una sentencia de condena, no se
le puede reprochar el hecho de asumir una actitud pasiva frente al
proceso que se le adelantaba, máxime que ello también puede ser
una estrategia defensiva perfectamente válida dentro de la
actuación.

Por último, y no menos importante, censura el


recurrente que la acusación es el límite del desarrollo del juicio
oral, y en tal sentido la acusación se basó en elementos que no
fueron abordados por la querellante en su denuncia tales como el

19
Artículo 29 de la Constitución Política.
20
Artículo 7 y 8 literal c del Código de Procedimiento Penal.

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Delito: Lesiones personales culposas

hecho que el acusado se desplazaba observando una mancha de


aceite que caía de su velocípedo como se lo contó un señor, de la
existencia de una señal de “pare” y que el motociclista pasó por
un lado de un reductor de velocidad existente en la vía, los que
luego de escuchada en testimonio la señora Sandra Marcela
Molina Gil, confirmó que efectivamente ello no se encuentra
referido en la querella.

Sin embargo, para la Sala la crítica a la formulación


de acusación debe ir en el sentido de la falta de concreción de los
hechos jurídicamente relevantes, porque si bien al momento de
presentarse el escrito de acusación y su posterior audiencia, para
la Juez no le era dable conocer éstos detalles puntuales de los
que se duele el recurrente, aunado al principio de lealtad procesal,
debía confiar en que lo manifestado por la funcionaria era lo que
realmente estaba consagrado en la denuncia, y de otro lado, la
entonces Defensora Pública que asistía al acusado en la
diligencia, pese a advertir que desde antes de la audiencia
conocía los elementos materiales probatorios y evidencia física
porque ya se le había hecho traslado, no elevó reproche alguno
frente a la misma acusación. Reproche que es exigible dado que
los mismos no fueron debidamente determinados por la Fiscal
conforme al delito por el cual fue acusado el señor Buitrago
Suárez.

La Corte Suprema de Justicia, en Sala de Casación


Penal, ha advertido que para el caso de los delitos culposos los
hechos jurídicamente relevantes deben señalar que el resultado
dañoso ocasionado debe contar con una delimitación de la
infracción al deber objetivo de cuidado, o, establecer cuál fue el
incremento del riesgo permitido que produjo el resultado. Así lo ha
indicado la Alta Corporación:

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Delito: Lesiones personales culposas

“De esta forma, para descender a los delitos culposos, el tipo


de responsabilidad penal ya marca un límite acerca de lo que debe
contener la descripción de los hechos jurídicamente relevantes, pues,
entendido que la conducta es consecuencia de la violación al deber
objetivo de cuidado, en cuanto ente abstracto que gobierna la
atribución, surge obligado delimitar cómo operó dicha violación,
ya suficientemente sabido que el incremento del riesgo jurídicamente
permitido se materializa de diversas maneras.

Entonces, advertido el acusador de que el resultado dañoso


debe derivar de esa específica acción u omisión que incrementa el
riesgo jurídicamente permitido, el hecho jurídicamente relevante
debe consignarla, no solo porque forma parte estructural del
delito, sino en atención a que del mismo es, precisamente, que
debe defenderse el imputado o acusado.

En otros términos, para explicar con un ejemplo, a la persona,


respecto de las consecuencias de un accidente de tránsito, no se le
acusa apenas de haber lesionado a otro, ni mucho menos de conducir
un vehículo, pues, cabe precisar, esta es en sí misma una actividad
peligrosa tolerada, sino de haber incrementado el riesgo permitido a
través de una específica acción u omisión, generando ello el hecho
dañoso.

Y, si ese incremento del riesgo deriva del incumplimiento


de una norma o reglamento, lo menos que cabe esperar, en
términos de estructura del debido proceso y derecho de defensa,
es describir el contenido material de la norma vulnerada –esto es,
cuál fue la acción u omisión que condujo al resultado-, pues, solo
así se verifica en concreto el comportamiento que se estima
delictuoso.”21(Se ha destacado)

Por lo que al ser evaluado el escrito de acusación,


se establece que únicamente se consignó que al señor Santiago
Buitrago Suárez se le acusa en calidad de autor de la conducta
punible de lesiones personales culposas, sin que haya
determinado con precisión si el resultado era producto de la
infracción al deber objetivo de cuidado y el acusado debió haberlo
previsto por ser previsible, o habiéndolo previsto, confió en
evitarlo; para ello debía señalar si el incremento del riesgo
derivaba del incumplimiento de las normas que regulan el tránsito

21
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, Sentencia SP4792-2018, radicado 52.507, del 7 de
noviembre de 2018.

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terrestre, indicando cuál era esa norma, para que a partir de allí
se ejerciera el derecho de defensa.

En tal sentido, se reitera que la acusación se basó


en unos elementos que, tal como quedó demostrado en el juicio
oral con el contrainterrogatorio efectuado por el Apoderado de la
Defensa, no fueron manifestados por la querellante el 26 de junio
de 2012, e hizo mención únicamente de la existencia de la señal
de “pare” cuando fue cuestionada específicamente en ese punto,
sin que ahondara sobre el mismo, como se indicó antes, pues
recuérdese que al referir su versión de los hechos ni siquiera lo
abordó, e igualmente tampoco habló de la existencia de un
reductor de velocidad (policía acostado), por lo que al parecer los
hechos en los que basó su acusación la Fiscal no correspondían
efectivamente con lo consignado en la querella y lo dicho por el
Agente de tránsito, que son las únicas fuentes de conocimiento
reveladas por la Fiscalía, y sobre todo que, no dan cuenta de una
concreción de la forma en la que el señor Santiago Buitrago
Suárez infringió el deber objetivo de cuidado.

Es por ello que se espera de la Fiscalía más cuidado


al momento de presentar el escrito de acusación, ya que además
de lo anterior incurrió en otras falencias tales como el nombre de
la ofendida, el reconocimiento médico legal relacionado en el
anexo de pruebas, errores en la fecha y el sitio del accidente, que
contribuyen aun más a una incorrecta determinación de los
hechos jurídicamente relevantes, y en especial para los delitos
culposos, la falta de precisión de la infracción al deber objetivo de
cuidado que transgredió el acusado.

En definitiva, las pruebas testimoniales y


documentales allegadas al juicio no son suficientes para proferir

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sentencia de carácter condenatorio, pues con el acervo probatorio


no quedó demostrado que el señor Santiago Buitrago Suárez en
desarrollo de su actividad como conductor de la motocicleta de
placas GEB37C, el día 6 de junio de 2012, haya actuado con
culpa, infringiendo el deber objetivo de cuidado que debía
respetar, por lo que no se logró desvirtuar la presunción de
inocencia que obra en su favor.

Por tanto, será objeto de revocatoria el fallo de


condena proferido por el Juzgado 21 Penal del Municipal de
Medellín, absolviéndose de todo cargo en su defecto, al
procesado Santiago Buitrago Suárez, en favor de quien debe
operar el principio ecuménico del in dubio pro reo, acogiéndose
con ello los argumentos del recurrente.

En mérito de lo expuesto, EL TRIBUNAL


SUPERIOR DE MEDELLÍN, Sala Novena de Decisión Penal,
administrando justicia en nombre de la República y por autoridad
de la Ley,

FALLA:

PRIMERO: REVOCAR la sentencia de fecha, origen


y naturaleza indicados mediante la cual se condenó al señor
Santiago Buitrago Suárez, por el delito de Lesiones personales
culposas, y en su defecto, se ABSUELVE al mismo de todo cargo.
Ello, acorde con lo expuesto en precedencia.

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Delito: Lesiones personales culposas

SEGUNDO: Esta providencia queda notificada en


estrados y contra ella procede el recurso de Casación.

DÉJESE COPIA Y CÚMPLASE.

PÍO NICOLÁS JARAMILLO MARÍN


Magistrado

MARITZA DEL SOCORRO ORTIZ CASTRO


Magistrada

JORGE ENRIQUE ORTIZ GÓMEZ


Magistrado.

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