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El articulo 139 alude al ejercicio de la función jurisdiccional por parte única del
Poder Judicial, sin embargo, existe excepciones como el Tribunal Constitucional, el
Jurado Nacional de Elecciones y la jurisdicción militar, entre otros. En otras
palabras, en un Estado constitucional de derecho, ni el Poder Ejecutivo ni el Poder
Legislativo pueden arrogarse la función jurisdiccional, pues, como se ha
mencionado, esta actividad le corresponde exclusivamente al Poder Judicial, al
Tribunal Constitucional, al Jurado Nacional de Elecciones y a la jurisdicción militar,
entre otros.
La independencia de los órganos jurisdiccionales nos menciona que ningún tipo de autoridad
puede avocarse a causas pendientes ante el órgano jurisdiccional, asimismo esta basado en la
división de poderes y el contrapeso de esta independencia es el principio de la responsabilidad
de los jueces. “La independencia judicial tiene que ser entendida como independencia frente a
los otros poderes del estado y a los centros de decisión de la propia organización judicial, pero
no como separación de la sociedad civil ni como cuerpo separado de toda forma de control
democrático y popular” (Bergalli, 1984, p. 1001).
INDEPENDENCIA EXTERNA:
INDEPENDENCIA INTERNA:
En este proceso cada uno cuenta con una o más funciones determinadas previamente como lo
que puede y debe o como lo que no puede y no debe hacerse. La imparcialidad de los órganos
jurisdiccionales se halla entorno de las tareas imposibilitadas del juez en cuestiones ajenas a su
función.
Doctrinariamente se entiende a la imparcialidad como la posición del juez que equidista entre
dos litigantes. Basándonos en la doctrina resaltamos que un juez imparcial es aquel que actúa
conforme a ley sin tener un fin determinado sea propio o ajeno (acá juega la independencia) y
para esto tiene vedada la realización de actividades propias de las partes (acá juega la
imparcialidad).
Alvarado Velloso que explica que la imparcialidad tiene, en realidad, tres despliegues: la
impartialidad (el juez no ha de ser parte), la imparcialidad (el juez debe carecer de todo
interés subjetivo en la solución del litigio) y la independencia (el juez debe poder actuar sin
subordinación jerárquica respecto de las dos partes); y la de Aguiló que opina que la
imparcialidad podría definirse como la independencia frente a las partes y el objeto del
proceso (Alavarado: 1989, p. 261).