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PROYECTOS DE FORTALECIMIENTO

CURRICULAR

DESARROLLO
NEUROMOTOR
Cuanto más autogobernadas sean las actividades motrices y cuanto
más se puedan producir automáticamente, mayores posibilidades
de desarrollo existirán en el plano de la vida intelectual.
Cabe destacar que en el desarrollo neuromotor pueden
establecerse dos grandes categorías:
Motricidad gruesa: se refiere al control sobre acciones musculares
más globales, como gatear, levantarse y andar.
Motricidad fina: implica a los músculos más pequeños del cuerpo
utilizados para alcanzar, manipular, hacer movimientos de tenazas,
aplaudir, virar, abrir, torcer, garabatear, etc.
Pero... ¿cuáles son los beneficios?
Desarrollar la conciencia de las potencialidades del cuerpo.
Ayudar a las niñas y niños a adquirir un mejor autocontrol.
Establecer conexiones neuronales.
Prolongar el lapso de atención de las niñas.
Conseguir una mayor eficiencia y seguridad en el movimiento.
Adquirir autonomía personal y aprendizaje escolar.
Promover el desarrollo de destrezas básicas para el
aprendizaje en general.
Identificar trastornos a fin de intervenir a tiempo.

Importancia del desarrollo psicomotor


La meta del desarrollo psicomotor es el control del propio cuerpo
hasta ser capaz de sacar de él todas las posibilidades de acción y
expresión que a cada uno le sean posibles. Ese desarrollo implica un
componente externo o próximo (la acción), pero también un
componente interno o simbólico (la representación del cuerpo y
sus posibilidades).
El progresivo dominio del control corporal es un proceso que se
ajusta a las siguientes leyes
Fundamentales:
Ley céfalo‐caudal del desarrollo: se controlan antes las partes
del cuerpo que están más próximas a la cabeza,
extendiéndose luego el control hacia abajo. Por ejemplo, el
niño sostiene la cabeza antes de sostener el tronco y poder
mantenerse sentado.
Ley próximo‐distal: se controlan antes las partes que están
más cerca del eje corporal que aquellas que están más
alejadas del mismo. Por ejemplo la articulación del hombro se
controla antes que la del codo.

La ley del progresivo afinamiento y coordinación de las


acciones y del movimiento, se refiere al hecho de que se pasa
de acciones protagonizadas sobre todo por músculos grandes
(por ejemplo los de los brazos y piernas) a otras en las que los
músculos pequeños (como los de las manos) van teniendo
cada vez más protagonismo. Además, las acciones se van
haciendo cada vez más integradas y coordinadas entre sí, de
manera, por ejemplo, que los niños más mayores de la
escuela infantil pueden a la vez correr y lanzar o recibir una
pelota, o pueden implicarse en actividades rítmicas en las que
el movimiento de las piernas se coordina con dar palmadas de
forma relativamente sofisticada (cada tres pasos, pisotón
fuerte y palmada).

El movimiento del niño va integrando y controlando


voluntariamente mayor número de grupos musculares, con lo que
se va haciendo progresivamente más preciso y permite incorporar
repertorios psicomotores muy especializados y complejos, que
abren nuevas perspectivas a la percepción (por ejemplo, mediante
la coordinación ojo‐manual) y a la acción sobre el entorno
mediante pequeños gestos que tienen una gran importancia (por
ejemplo el movimiento de pinza).
Elementos del desarrollo psicomotor
A continuación vamos a analizar el desarrollo psicomotor de 0 a 6
años de edad distinguiendo entre aspectos prácticos y simbólicos.
Los primeros están constituidos por los hábitos básicos del control
postural, la motricidad fina y la lateralidad, mientras que entre los
aspectos simbólicos se incluyen el esquema corporal, la
estructuración espacial y la estructuración temporal
Aspectos prácticos
Gracias a los procesos madurativos que se ajustan a la ley céfalo‐
caudal y próximo‐distal y gracias también a los estímulos que el
niño va recibiendo por parte de quienes le rodean, se va
produciendo un control postural que, aunque con variaciones entre
unos niños y otros, se ajusta en general a los siguientes hitos:
Control de la cabeza: la sustentación de la cabeza en línea de
prolongación con el tronco se da en torno a los tres‐cuatro
meses.
La posición sentada: hacia los siete meses el niño se mantiene
sentado sin ayuda.
Locomoción antes de andar: los movimientos y
desplazamientos de gateo se dan sobre los ocho meses.
Sostenerse de pie y caminar: alrededor de los doce meses se
sostiene de pie sin apoyo y camina solo en algún momento en
torno a los doce‐catorce meses.
En los años correspondientes al primer ciclo de Educación Infantil el
niño accede a las capacidades de sostenerse de pie, caminar solo,
correr y saltar.
En los años correspondientes al segundo ciclo Educación Infantil,
los movimientos de las piernas ganan en precisión y finura: el niño
va a ir siendo capaz de correr mejor, más armónico y
uniformemente que a los dos años, va a ser capaz de ir controlando
mejor actividades como frenar la carrera o acelerarla, va a ir
dominando conductas como subir y bajar escaleras (al principio con
apoyo, luego progresivamente sin él).
Sin embargo, debemos tener cuidado de no pensar en las
habilidades motoras como logros aislados y sin relación que siguen
un horario de maduración fijo. Actualmente sabemos que cada
nueva habilidad motora no es solo un producto de cambio, sino
también una contribución para los logros futuros. (BERK, 2001, p
189). El desarrollo de los niños viene en parte condicionado por sus
ritmos individuales de maduración y desarrollo, pero depende en
gran medida de la estimulación que reciban. En todo caso, lo más
importante no es la edad concreta en que ocurren las cosas, sino
que, cada uno a su ritmo, niños y niñas no dejen de progresar en la
secuencia de adquisiciones y destrezas.
Por lo que a los brazos se refiere, también en ellos continúa
perfeccionándose la motricidad, ganando el niño una soltura
creciente en conductas como coger, llevarse cosas a la boca
manteniendo un cierto equilibrio (alimentarse), lanzar, golpear, etc.
Pero además hay un importante avance en la motricidad fina, que
se manifiesta en el hecho de que los niños van poco a poco
accediendo a destrezas que permiten primero actividades como
trazar líneas verticales, pintar con los dedos y dibujar figuras
circulares (en torno a los tres años), luego acciones como dibujar
una persona (con resultado muy expresivos, aunque sin gran finura)
y recortar con tijeras.
(3‐4‐ años), más tarde empezar a trazar letras rudimentarias y a
manejar con más soltura en sus dibujos las combinaciones de
curvas y rectas (4‐5‐ años) y luego ser capaces de realizar trazos ya
más típicos de la escritura convencional, (5‐6 años) (lo que no
significa que el adiestramiento en la escritura no se pueda iniciar
hasta esa edad ni que tenga que introducirse necesariamente a los
5‐6 años. En este sentido, conviene destacar la tendencia actual a
defender un aprendizaje temprano del lenguaje escrito desde un
enfoque constructivista. No existen razones de tipo psicológico, ni
relacionadas con el desarrollo, para posponer el aprendizaje de la
lectura hasta los seis años, siempre que se cumplan una serie de
requisitos. Estos requisitos son un cierto dominio del lenguaje oral
en el que no aparezcan problemas ni retrasos graves, que el
alumno esté motivado o se pueda llegar a conseguir que lo esté y
que comprenda la función simbólica de la escritura). Muy
relacionado con el tema del aprendizaje de la escritura, pero de un
alcance más amplio, está el problema de la lateralidad.
En general, se puede afirmar que somos diestros o zurdos porque
nacemos con un cerebro que nos hace ser de una manera o de otra.
Un niño será diestro si utiliza el hemisferio izquierdo del cerebro
para dirigir todos los movimientos del lado derecho de su cuerpo
(ojo, mano, pierna) y zurdo si es el hemisferio derecho el que rige
los del lado izquierdo.
Modificar la preferencia lateral del niño es, por ello, hacerle una
violencia que no afecta a un simple hábito o manía, sino que entra
en contradicción con la organización de su cerebro. A un niño que
muestra claramente rasgos zurdos no hay que obligarle a utilizar su
mano derecha para tareas cotidianas, sino enseñarle a
desenvolverse como zurdo. Forzar la lateralidad de una persona
("zurdo contrariado") conlleva muchos problemas: desde
trastornos en la escritura, como la dislexia, hasta dificultades en el
equilibrio, la lectura, torpeza manual e inseguridad en los
movimientos. Por lo general, este hecho hace que los niños
escriban y coman con la mano derecha realizando el resto de
actividades con la mano, ojo y pie izquierdos.
En el caso de algunos niños, la preferencia lateral aparece
claramente diferenciada ya en la primera infancia. Otros niños, sin
embargo, continúan con un cierto nivel de indefinición. En general,
la lateralización se produce entre los tres y los seis años.
Como norma general en relación con la lateralidad, si el niño no
presenta ningún problema, lo mejor es no intervenir. Cuando hay
que hacerlo, esa intervención debe ser cuidadora, estar guiada por
el conocimiento de las características del niño y no situarse, a ser
posible, ni antes de los cuatro años ni después de los cinco años y
medio. Hasta aquí hemos insistido sobre todo en los aspectos
prácticos de la motricidad. Conviene que prestemos ahora atención
a los aspectos más simbólicos, pero entendiendo que no podemos
hablar de la presentación del cuerpo sin referirnos a las actividades
que con él se realizan y al contexto espacial y temporal en que esas
actividades ocurren.
Podemos definir el esquema corporal como la imagen mental que
tenemos de nuestro propio cuerpo en situaciones tanto estáticas
como dinámicas, imagen que nos permite desenvolvernos
adecuadamente en el entorno.
Esa compleja representación se va construyendo lentamente como
consecuencia de las experiencias que realizamos con el cuerpo y de
las vivencias que de él tenemos. Gracias a dicha representación
conocemos nuestro cuerpo y somos capaces de ajustar en cada
momento nuestra acción motriz a nuestros propósitos. Nos
estamos aprovechando continuamente de tener una
representación bien articulada de nuestro cuerpo y sus relaciones
con el entorno. Si no fuera así, la realización de nuestra actividad se
vería continuamente entorpecida y estaríamos envueltos
constantemente en penosos ensayos y errores motrices.
¿Cómo se llega a poseer una representación del esquema corporal
y de las relaciones cuerpo‐medio tan afinado y complejo? A través
de un proceso de ensayos y errores, de ajuste progresivo de la
acción del cuerpo a los estímulos del medio a los propósitos de la
acción. A través de un proceso en el que la imagen corporal inicial,
embrionaria y poco precisa, se va ajustando y afinando en función
de las experiencias por las que va pasando. Esto significa que el
esquema corporal no es un asunto de todo o nada, sino una
construcción progresiva en la que nuevos elementos se van
añadiendo como consecuencia de la maduración y de los
aprendizajes que se van realizando.
Estos elementos con que se construye el esquema corporal son de
distinta naturaleza:
 Perceptivos
 Experimentación personal
 Experiencia social
 Desarrollo del lenguaje
 Representación simbólica
 Motores:
 Independencia y coordinación motriz
 Tono
 Control respiratorio
 Equilibrio
 Estructuración espacio‐temporal
La estructuración del espacio se relaciona con la conciencia de las
coordenadas en las que se mueve nuestro cuerpo y en las que
transcurre nuestra acción. Desde los planos espaciales más
elementales (arriba‐abajo, delante‐detrás) hasta los más complejos
(derecha‐izquierda), el niño se tiene que ir representando su
cuerpo en el contexto del escenario espacial en que transcurre su
vida, siendo capaz de organizar su acción en función de parámetros
como cerca‐lejos, dentro‐fuera, grande‐pequeño, ancho‐estrecho.
Cuando es capaz de utilizar estas nociones en la acción, está en
condiciones de iniciar su aprendizaje como nociones espaciales, lo
que significa que el espacio se domina antes a nivel de acción que
de representación. Como siempre ocurre en psicomotricidad, todas
estas nociones aparecen y se dominan primero en la acción y sólo
posteriormente se transmutan en representación. No llegan a ser
representación si antes no han sido (reiteradamente y en distintos
contextos y situaciones) acción significativa.
La estructuración del tiempo es similar. El niño sitúa sus acciones y
rutinas en unos ciclos de sueño‐vigilia, de antes‐después, mañana‐
tarde‐noche, ayer‐hoy‐mañana, días de la semana‐ días de fin de
semana, y es capaz de hacerlo en su actividad mucho antes que de
representarse simbólicamente estas nociones. Por otro lado, las
nociones temporales son aún más difíciles de dominar que las
espaciales.
Estos dos componentes (estructuración espacio‐temporal) junto
con otros aspectos como control tónico y respiratorio, control
postural y del equilibrado) se van diferenciando y a la vez
integrando en una totalidad crecientemente compleja y bien
articulada: el esquema corporal gracias al doble impulso de la
maduración y el aprendizaje. Desde el cuerpo como unidad,
integrador del resto de actividades psicomotrices, al cuerpo como
objeto del propio conocimiento, el niño de Educación Infantil debe
recorrer un camino que no se completará hasta años más tarde,
pero las bases se establecen en este período y el entorno educativo
puede tener un papel decisivo.
3. DESARROLLO MOTOR EN LA ETAPA DE LA EDUCACIÓN
PRIMARIA
Consideraciones generales
En el desarrollo anterior a la adquisición de la lógica concreta, el
pensamiento perceptivo va unido (depende) de la acción motriz. La
clara vinculación entre acción corporal y acción mental, la
repercusión de las sensaciones externo y propioceptivas resultantes
de la acción sobre los objetos en la construcción del espacio, del
tiempo, del esquema corporal, de la identidad, del conocimiento de
los objetos, sucesos y situaciones, hace que hablemos de esta
dimensión de la personalidad como de dimensión psicomotriz.
En los momentos en que el pensamiento acompaña, e incluso
precede, a la acción nos es posible ya diferenciar y tratar los
cambios físicos y ligados al movimiento de manera más específica y
analítica. Así pues, en el nivel Primaria, tramo en el cual se accede y
consolida el desarrollo operatorio lógico‐concreto estudiaremos
una dimensión del desarrollo caracterizada como motriz.
En las edades de 6 a 12 años se producen cambios en aspectos
ligados al movimiento (agilidad, flexibilidad, precisión, equilibrio,
fuerza muscular, resistencia y velocidad) que harán a los niños
aptos para el desarrollo de actividades motrices específicas.
Análisis por grupos de edad Seis a ocho años. 1er Ciclo Este período
se encuentra en la fase que Vahyer denomina "período de
transición". En él, el desarrollo corporal del niño pasa del estadio
global y sincrético al de la diferenciación y análisis.
Las características fundamentales serán:
 Forma su propia imagen corporal a través de la
interacción yo‐mundo de los objetos‐mundo de los
demás.
 Desarrolla las posibilidades de control postural y
respiratorio.
 Consigue una independencia de los segmentos
corporales.
 Llega a una afirmación de la lateralidad.
- Organiza y estructura el espacio (el cuerpo se convierte en el
punto de apoyo de la organización de sus relaciones espaciales con
los objetos y las personas). Gracias a esta estructuración del
espacio domina las nociones de orientación, situación y tamaño
que se encuentran en la base de todos los aprendizajes escolares.
- Organiza y estructura el tiempo, integrando experiencias
personales (las nociones de duración, sucesión y simultaneidad se
relacionan con su propia actividad).
- Adquiere una independencia brazo‐mano y una coordinación y
precisión óculo‐manual fundamental para los aprendizajes de
lectoescritura.
Ocho a diez años. 2º Ciclo
‐ Morfológicamente se produce una evolución proporcionada entre
distintos segmentos
Corporales tanto en longitud como en grosor. El desarrollo en estos
períodos podría situarse entre los 10 y 15 cm. para la talla y entre
los 9 y 11 Kg. para el peso.
‐ Alrededor de los 9 años se alcanza la maduración nerviosa. Los
movimientos se hacen más armónicos, precisos y seguros
(progresos en el control motor grueso y fino).
‐ El desarrollo cardiovascular se encuentra en plena evolución, ello
debe ser tenido muy en cuenta para el cuidado de los ejercicios
físicos de intensidad que pueden provocar taquicardias.
‐ El chico de estas edades alcanza un grado de equilibrio que le
permite estructurar el espacio y el tiempo y llegar a unos grados de
rendimiento que le harán factible los lanzamientos con precisión,
los saltos eficaces, el control motor grueso y la resistencia en
esfuerzos de larga duración.

Diez a doce años. 3er Ciclo


En algunos alumnos se manifestará una consolidación del equilibrio
motor alcanzado y otros comenzarán los procesos característicos
de la pubertad que se materializan en cambios morfológicos
consecuencia de la actividad hormonal:
crecimiento,
aumento de musculatura
redondea miento de la figura
primeros signos de vello
Todo esto hace que nos encontremos en la entrada de un cierto
desequilibrio. Las transformaciones repercuten de forma negativa
en el control motor grueso: la forma de desplazarse, la inseguridad
en lanzamientos, saltos, giros, etc. Estos problemas exigen períodos
de ajuste. Los cambios que el cuerpo experimenta van a requerir la
formación de una nueva imagen corporal. Por otro lado, en estos
momentos se interesan enormemente por la forma que adopta esa
imagen debido a los intereses sexuales que comienzan a abrirse (el
papel de la educación física, las ciencias de la naturaleza y la tutoría
planteadas desde unas bases de conceptualización, adquisición de
procedimientos y actitudes será trascendental).
Síntesis de las adquisiciones y el desarrollo
Desde el punto de vista del crecimiento, talla y tipo destaca,
durante la etapa de educación
Primaria:
 Un crecimiento más lento que en etapas anteriores y
posteriores.
 Aumento de 2 ¼ kilos y unos 6 centímetros al año. A los diez
años pesan unos 32 kilos y miden unos 137 centímetros.
 Durante estos años, los niños en general parecen más
estilizados, porque se hacen más altos y cambian sus
proporciones corporales.
 Los músculos se hacen más fuertes.
 Aumenta la capacidad pulmonar, o que les permite correr
más rápido y hacer ejercicio durante más tiempo que antes.
A lo largo del nivel que transcurre entre los seis y doce años, en el
dominio motor se llegará a:
Conseguir posturas equilibradas y estables:
 Andar sobre puntas y talones hacia adelante y hacia
atrás.
 Saltar con los pies juntos
 Desplazarse sobre bancos
 Recoger y lanzar pelotas
 Situarse correctamente en el espacio

Tomar conciencia del carácter global de su cuerpo y conocer y


discriminar los segmentos corporales:
* Descubrir los movimientos de las manos, brazo, vientre,...
* Conocer las posibilidades de los órganos sensoriales
* Llegar a una concienciación de los grados de tensión muscular y
descentración.
Organizar y estructurar el espacio.
 Situarse correctamente con relación a personas y objetos.
 Saltar en altura y profundidad.
 Rodar, botar, lanzar objetos con una y otra manos a
diferentes distancias y en distintas posiciones.
Organizar y estructurar el tiempo:
 Desplazarse a distintas distancias andando y corriendo
 Correr más de prisa y más despacio que un balón
 Saltar al mismo tiempo que otros
 Seguir ritmos con palmas y pies.
Efectos psicológicos del crecimiento y del desarrollo físico.
Señalan que "los niños tienen reacciones predecibles para su propio
desarrollo físico. Muchas de estas reacciones son más el resultado
de la socialización o la cultura que de procesos biológicos". Analizan
las actividades físicos deportivos que realiza uno y otro sexo y
demuestran que, "ser más alto, más fuerte y más grande" es, para
los chicos, un valor.
En cambio, en estas edades "las chicas más desarrolladas se
encuentran incómodas".
Los citados autores también destacan reacciones características
ante tipos corporales específicos.
Subrayando que, "nuestra personalidad puede ser, en parte,
resultado de cómo otros nos miran", muestran que, en este tramo
proliferan los "motes" que demuestran que los endomorfos no
reciben el apoyo y la aceptación positiva por parte del grupo de
iguales. Este problema se agravará, aún más, en la adolescencia.

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