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El documento discute cómo la neurociencia socio-cognitiva ha proporcionado información sobre el desarrollo temprano del cerebro y su relación con el autismo. Explica que las diferencias en la atención social temprana, como la atención conjunta entre los 6 y 12 meses, contribuyen a las diferencias en el desarrollo de la mentalización en personas con autismo. También sugiere que las diferencias en la motivación para la atención social y en la respuesta al contacto visual pueden afectar al desarrollo de la atención social en la inf
El documento discute cómo la neurociencia socio-cognitiva ha proporcionado información sobre el desarrollo temprano del cerebro y su relación con el autismo. Explica que las diferencias en la atención social temprana, como la atención conjunta entre los 6 y 12 meses, contribuyen a las diferencias en el desarrollo de la mentalización en personas con autismo. También sugiere que las diferencias en la motivación para la atención social y en la respuesta al contacto visual pueden afectar al desarrollo de la atención social en la inf
El documento discute cómo la neurociencia socio-cognitiva ha proporcionado información sobre el desarrollo temprano del cerebro y su relación con el autismo. Explica que las diferencias en la atención social temprana, como la atención conjunta entre los 6 y 12 meses, contribuyen a las diferencias en el desarrollo de la mentalización en personas con autismo. También sugiere que las diferencias en la motivación para la atención social y en la respuesta al contacto visual pueden afectar al desarrollo de la atención social en la inf
La neurociencia socio-cognitiva ofrece información sobre el desarrollo temprano del cerebro y
sus conexiones con el trastorno del espectro autista. Desde que comenzó la era moderna de la investigación sobre el autismo en la década de 1980, la cognición social y el desarrollo social del cerebro han sido de interés central para los investigadores. Este año se cumple el 20º aniversario de la primera reunión anual de la Sociedad Internacional para la Investigación del Autismo (INSAR), y es evidente en la reunión de este año que el crecimiento de la neurociencia socio-cognitiva en las últimas dos décadas ha enriquecido significativamente la ciencia del autismo. Para los que no estén familiarizados con el término, la neurociencia socio-cognitiva es el estudio de los sistemas cerebrales que intervienen en las causas y los efectos de los comportamientos sociales y la interacción social. Algunos de ellos son los sistemas cerebrales implicados en el pensamiento o las intenciones de otras personas, la empatía, la motivación social y el impacto de la atención social en el pensamiento y las emociones de un individuo. Al mismo tiempo, la investigación con y para los autistas también ha enriquecido la neurociencia socio-cognitiva y la comprensión de cómo se desarrollan nuestras mentes sociales. El trastorno del espectro autista (TEA) es una parte compleja y heterogénea de la condición humana, o neurodiversidad. Se asocia con una amplia gama de resultados en la vida, desde el "trastorno" o los profundos retos que suponen alrededor del 30 por ciento de los individuos afectados con una discapacidad intelectual y del lenguaje mínima, hasta las "diferencias" entre las personas que tienen capacidades y logros muy por encima de la media. Sin embargo, independientemente de sus resultados, las personas del espectro autista recorren un camino diferente de neurodesarrollo socio-cognitivo que parece comenzar en la infancia. Por ejemplo, muchos experimentan cierto nivel de dificultad con la mentalización socio-cognitiva, también conocida como "teoría de la mente", la representación mental de los pensamientos, perspectivas, creencias, intenciones o emociones de otras personas, que nos permite entender o predecir sus comportamientos. La neurociencia socio-cognitiva nos dice que los sistemas cerebrales de la corteza frontal medial, la corteza temporal y la corteza parietal, así como los centros de recompensa del cerebro, permiten la mentalización. En consecuencia, las diferencias en el desarrollo y/o la transmisión de información a través de esta red cerebral socio-cognitiva distribuida pueden contribuir a las diferencias en la mentalización entre los autistas. Estas diferencias pueden dar lugar a una serie de resultados, desde problemas en la capacidad de mentalizar hasta alteraciones en el uso espontáneo de la mentalización, o la motivación y el esfuerzo implicados en la mentalización durante las interacciones sociales. Estas observaciones son informativas, pero no abordan cuestiones fundamentales sobre cómo se desarrollan los sistemas cerebrales socio-cognitivos o por qué su desarrollo puede ser diferente en las personas autistas. Estas cuestiones son esenciales en la ciencia del autismo porque comprender el curso temprano del neurodesarrollo socio-cognitivo puede ofrecer la mejor oportunidad para mitigar los efectos profundamente negativos que las diferencias socio- cognitivas pueden tener en algunos autistas. Esta motivación para entender el desarrollo temprano de nuestro cerebro social puede informar sobre la comprensión más amplia de la neurociencia social-cognitiva y la naturaleza humana. Resulta que una de las claves para entender el desarrollo de nuestros cerebros sociales puede venir de las observaciones de la atención social en la infancia. Entre los seis y los doce meses de edad, algunos niños que acaban recibiendo un diagnóstico de autismo ya muestran diferencias en el desarrollo de la atención social. Miran con menos frecuencia la cara y los ojos de las personas que otros bebés y es menos probable que coordinen su atención con otra persona para adoptar un punto de vista o referencia común, o "atención conjunta". Los bebés con un desarrollo neurotípico siguen la dirección de la mirada o el gesto de otras personas o dirigen la mirada de otras personas para establecer una atención conjunta y compartir información a través de una perspectiva perceptiva común. Desarrollar la capacidad de coordinar la atención socialmente es importante en sí mismo. Por ejemplo, la advertencia de todo profesor a sus alumnos de "¡presta atención!" es en realidad una petición de "presta atención a lo que yo [el profesor] estoy atendiendo". La atención conjunta es vital para la competencia social en todas las edades. Los adolescentes y los adultos que no pueden seguir, iniciar o unirse a los rápidos cambios de la atención conjunta en las interacciones sociales pueden ver mermada su capacidad de relación y de relacionarse. Igualmente importante, la atención conjunta es también un bloque de construcción temprano de la mentalización social-cognitiva. Cada vez que los bebés coordinan la atención socialmente con otras personas, practican la toma de perspectiva perceptiva. Lo hacen cientos, si no miles, de veces durante el desarrollo temprano; esto pone a punto aspectos del desarrollo socio- cerebral que posteriormente apoyan la capacidad de adoptar perspectivas mentales. La toma de perspectiva mental es sinónimo de mentalización y de nuestra capacidad para entender los pensamientos, creencias e intenciones de otras personas. De hecho, varios estudios demuestran que los sistemas cerebrales implicados en la atención conjunta y en la mentalización social- cognitiva se solapan de forma significativa. En consecuencia, se cree que las diferencias en la atención social temprana contribuyen a las diferencias en el neurodesarrollo de la mentalización socio-cognitiva en algunas o muchas personas con autismo. La investigación también sugiere que las diferencias en los sistemas que regulan la motivación para la atención social podrían desempeñar un papel en este aspecto del desarrollo del autismo, aunque la naturaleza de esta motivación no es entendida. Una posibilidad es que la disminución de la motivación para atender a las caras pueda conducir a una diferencia crítica temprana en la atención social. Otra posibilidad es que las diferencias en el "efecto de contacto visual" afecten al desarrollo de la atención social. El efecto del contacto visual es un fenómeno en el que la conciencia de ser el objeto de la atención de los demás desencadena una respuesta de excitación que aumenta la prominencia del estímulo y el procesamiento de la información durante la coordinación de la atención social. Cuando somos conscientes de que otras personas nos miran, se producen cambios en nuestros procesos mentales que pueden beneficiar el aprendizaje social. En la actualidad, varios estudios sugieren que las personas con autismo pueden ser menos receptivas o menos conscientes de ser el objeto de la atención de los demás. De ahí que la ciencia del autismo plantee la hipótesis de que el primer paso hacia el desarrollo neurocognitivo social humano puede implicar meses de práctica con la coordinación de la atención social con los cuidadores durante la infancia. Además, nuestra respuesta al contacto visual de otras personas puede proporcionar una postura de motivación temprana que prioriza el desarrollo de la atención social infantil y el desarrollo de nuestros cerebros sociales. En particular, estudios recientes indican que la imitación del comportamiento de los niños pequeños con autismo, que probablemente afecta a la conciencia del niño de que otra persona le está mirando, puede mejorar la atención conjunta y el desarrollo del lenguaje. Por supuesto, la lección más fundamental que podemos extraer de todas estas observaciones sobre el desarrollo de nuestra mente social es que todos somos más parecidos que diferentes, independientemente de nuestras vías de neurodesarrollo, y que los autistas tienen mucho que enseñarnos sobre la naturaleza del ser humano.