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El autismo y la mente social

La neurociencia socio-cognitiva ofrece información sobre el desarrollo temprano del cerebro y


sus conexiones con el trastorno del espectro autista.
Desde que comenzó la era moderna de la investigación sobre el autismo en la década de 1980,
la cognición social y el desarrollo social del cerebro han sido de interés central para los
investigadores. Este año se cumple el 20º aniversario de la primera reunión anual de la Sociedad
Internacional para la Investigación del Autismo (INSAR), y es evidente en la reunión de este año
que el crecimiento de la neurociencia socio-cognitiva en las últimas dos décadas ha enriquecido
significativamente la ciencia del autismo. Para los que no estén familiarizados con el término, la
neurociencia socio-cognitiva es el estudio de los sistemas cerebrales que intervienen en las
causas y los efectos de los comportamientos sociales y la interacción social. Algunos de ellos son
los sistemas cerebrales implicados en el pensamiento o las intenciones de otras personas, la
empatía, la motivación social y el impacto de la atención social en el pensamiento y las emociones
de un individuo.
Al mismo tiempo, la investigación con y para los autistas también ha enriquecido la neurociencia
socio-cognitiva y la comprensión de cómo se desarrollan nuestras mentes sociales. El trastorno
del espectro autista (TEA) es una parte compleja y heterogénea de la condición humana, o
neurodiversidad. Se asocia con una amplia gama de resultados en la vida, desde el "trastorno" o
los profundos retos que suponen alrededor del 30 por ciento de los individuos afectados con una
discapacidad intelectual y del lenguaje mínima, hasta las "diferencias" entre las personas que
tienen capacidades y logros muy por encima de la media.
Sin embargo, independientemente de sus resultados, las personas del espectro autista recorren
un camino diferente de neurodesarrollo socio-cognitivo que parece comenzar en la infancia. Por
ejemplo, muchos experimentan cierto nivel de dificultad con la mentalización socio-cognitiva,
también conocida como "teoría de la mente", la representación mental de los pensamientos,
perspectivas, creencias, intenciones o emociones de otras personas, que nos permite entender
o predecir sus comportamientos.
La neurociencia socio-cognitiva nos dice que los sistemas cerebrales de la corteza frontal medial,
la corteza temporal y la corteza parietal, así como los centros de recompensa del cerebro,
permiten la mentalización. En consecuencia, las diferencias en el desarrollo y/o la transmisión de
información a través de esta red cerebral socio-cognitiva distribuida pueden contribuir a las
diferencias en la mentalización entre los autistas. Estas diferencias pueden dar lugar a una serie
de resultados, desde problemas en la capacidad de mentalizar hasta alteraciones en el uso
espontáneo de la mentalización, o la motivación y el esfuerzo implicados en la mentalización
durante las interacciones sociales.
Estas observaciones son informativas, pero no abordan cuestiones fundamentales sobre cómo
se desarrollan los sistemas cerebrales socio-cognitivos o por qué su desarrollo puede ser
diferente en las personas autistas. Estas cuestiones son esenciales en la ciencia del autismo
porque comprender el curso temprano del neurodesarrollo socio-cognitivo puede ofrecer la
mejor oportunidad para mitigar los efectos profundamente negativos que las diferencias socio-
cognitivas pueden tener en algunos autistas. Esta motivación para entender el desarrollo
temprano de nuestro cerebro social puede informar sobre la comprensión más amplia de la
neurociencia social-cognitiva y la naturaleza humana. Resulta que una de las claves para entender
el desarrollo de nuestros cerebros sociales puede venir de las observaciones de la atención social
en la infancia.
Entre los seis y los doce meses de edad, algunos niños que acaban recibiendo un diagnóstico de
autismo ya muestran diferencias en el desarrollo de la atención social. Miran con menos
frecuencia la cara y los ojos de las personas que otros bebés y es menos probable que coordinen
su atención con otra persona para adoptar un punto de vista o referencia común, o "atención
conjunta". Los bebés con un desarrollo neurotípico siguen la dirección de la mirada o el gesto de
otras personas o dirigen la mirada de otras personas para establecer una atención conjunta y
compartir información a través de una perspectiva perceptiva común.
Desarrollar la capacidad de coordinar la atención socialmente es importante en sí mismo. Por
ejemplo, la advertencia de todo profesor a sus alumnos de "¡presta atención!" es en realidad una
petición de "presta atención a lo que yo [el profesor] estoy atendiendo". La atención conjunta es
vital para la competencia social en todas las edades. Los adolescentes y los adultos que no
pueden seguir, iniciar o unirse a los rápidos cambios de la atención conjunta en las interacciones
sociales pueden ver mermada su capacidad de relación y de relacionarse.
Igualmente importante, la atención conjunta es también un bloque de construcción temprano
de la mentalización social-cognitiva. Cada vez que los bebés coordinan la atención socialmente
con otras personas, practican la toma de perspectiva perceptiva. Lo hacen cientos, si no miles,
de veces durante el desarrollo temprano; esto pone a punto aspectos del desarrollo socio-
cerebral que posteriormente apoyan la capacidad de adoptar perspectivas mentales. La toma de
perspectiva mental es sinónimo de mentalización y de nuestra capacidad para entender los
pensamientos, creencias e intenciones de otras personas. De hecho, varios estudios demuestran
que los sistemas cerebrales implicados en la atención conjunta y en la mentalización social-
cognitiva se solapan de forma significativa.
En consecuencia, se cree que las diferencias en la atención social temprana contribuyen a las
diferencias en el neurodesarrollo de la mentalización socio-cognitiva en algunas o muchas
personas con autismo. La investigación también sugiere que las diferencias en los sistemas que
regulan la motivación para la atención social podrían desempeñar un papel en este aspecto del
desarrollo del autismo, aunque la naturaleza de esta motivación no es entendida. Una posibilidad
es que la disminución de la motivación para atender a las caras pueda conducir a una diferencia
crítica temprana en la atención social.
Otra posibilidad es que las diferencias en el "efecto de contacto visual" afecten al desarrollo de
la atención social. El efecto del contacto visual es un fenómeno en el que la conciencia de ser el
objeto de la atención de los demás desencadena una respuesta de excitación que aumenta la
prominencia del estímulo y el procesamiento de la información durante la coordinación de la
atención social. Cuando somos conscientes de que otras personas nos miran, se producen
cambios en nuestros procesos mentales que pueden beneficiar el aprendizaje social. En la
actualidad, varios estudios sugieren que las personas con autismo pueden ser menos receptivas
o menos conscientes de ser el objeto de la atención de los demás.
De ahí que la ciencia del autismo plantee la hipótesis de que el primer paso hacia el desarrollo
neurocognitivo social humano puede implicar meses de práctica con la coordinación de la
atención social con los cuidadores durante la infancia. Además, nuestra respuesta al contacto
visual de otras personas puede proporcionar una postura de motivación temprana que prioriza
el desarrollo de la atención social infantil y el desarrollo de nuestros cerebros sociales. En
particular, estudios recientes indican que la imitación del comportamiento de los niños pequeños
con autismo, que probablemente afecta a la conciencia del niño de que otra persona le está
mirando, puede mejorar la atención conjunta y el desarrollo del lenguaje.
Por supuesto, la lección más fundamental que podemos extraer de todas estas observaciones
sobre el desarrollo de nuestra mente social es que todos somos más parecidos que diferentes,
independientemente de nuestras vías de neurodesarrollo, y que los autistas tienen mucho que
enseñarnos sobre la naturaleza del ser humano.

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