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Autism
En niños con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) se evidencia tempranamente una
disociación entre ambas, siendo la IJA la que mayormente impacta en aspectos sociales y
afectivos, mientras que la RJA podría observarse afectada en niños con compromiso del
lenguaje. Sin embargo, los déficits no son únicos ni específicos de los TEA. Los precursores de la
atención conjunta deber estar presentes antes de los 8 meses.
Resumen científico
El desarrollo deteriorado de la atención conjunta es una característica fundamental del
autismo. Por lo tanto, comprender la naturaleza de la atención conjunta es fundamental para
la investigación de este trastorno. La atención conjunta puede definirse mejor en términos
de un sistema de procesamiento de información que comienza a desarrollarse entre los 4 y
6 meses de edad. Este sistema integra el procesamiento paralelo de: información
interna sobre la atención visual propia e información externa sobre la atención visual
de otras personas. Este tipo de codificación conjunta de información sobre la atención
propia y de otro tipo requiere la activación de una red distribuida de atención cortical anterior
y posterior. La regulación genética, junto con la actividad conductual autoorganizada, guía el
desarrollo de la conectividad funcional en esta red. Con la práctica en la infancia, el
procesamiento conjunto de la atención de uno mismo se convierte automáticamente en una
función ejecutiva. Se puede argumentar que esta atención conjunta ejecutiva es
fundamental para el aprendizaje humano, así como para el desarrollo del pensamiento
simbólico, la cognición social y la competencia social a lo largo de la vida. Una ventaja de
este modelo de procesamiento paralelo y distribuido de atención conjunta (PDPM) es
que conecta directamente la teoría de la patología social con una variedad de fenómenos en
el autismo asociados con la conectividad neural, modelos constructivistas y conexionistas
de desarrollo cognitivo, intervención temprana, dependiente de la actividad, expresión
génica y control motor ocular atípico.
Para interpretar las deficiencias de IJA y RJA en el autismo, es útil reconocer que se
disocian en el desarrollo. Tanto RJA como IJA pueden ser útiles en la identificación y
diagnóstico de autismo desde los 18 a los 24 meses de edad hasta la infancia. Sin
embargo, incluso a una edad temprana, existe una variabilidad considerable en la facilidad
de adaptación con RJA expresada en niños con autismo, donde se define como RJA
suficiente para fomentar el aprendizaje del lenguaje en la intervención temprana (Bono,
Daley y Sigman, 2004). Con los avances en el desarrollo cognitivo después de los años
preescolares, el deterioro de RJA probado en las interacciones sociales se vuelve menos
evidente. Esto no significa que los problemas en el seguimiento de la mirada no sean
evidentes en algunas personas con autismo (por ejemplo, Wallace, Coleman, Pascalis y
Bailey, 2006). Más bien, hay evidencia inconsistente de un deterioro robusto y adaptativo en
la capacidad de procesar la dirección de la mirada o responder a la atención conjunta en
todas las personas con autismo (Charwarska, Klin y Volkmar, 2003; Kylliainen y Heitanen,
2004; Nation & Penny, 2008). Por otro lado, se observan déficits de IJA en niños con
autismo desde preescolar hasta la adolescencia, e IJA es un mejor discriminador de
diagnóstico de autismo que RJA o seguimiento de la mirada. Además, si bien tanto RJA
como IJA parecen estar relacionadas con el desarrollo del lenguaje, hasta donde sabemos,
se ha observado que solo IJA está asociado de manera consistente con la presentación de
síntomas sociales y afectivos en el autismo.
Esta literatura enfatiza que los déficits de atención conjunta no son absolutos ni uniformes
en el autismo. Además, si bien su naturaleza receptiva puede hacer que RJA y el
seguimiento de la mirada sean más directamente modificables a los paradigmas de
investigación experimental, es igualmente importante, aunque quizás más desafiante,
estudiar y teorizar sobre el papel de IJA en el autismo (Mundy, 1995; 2003). La última
observación es por los resultados de la investigación de intervención, que sugiere que el
autismo implica una alteración de la generación espontánea de comportamientos sociales,
tanto o más que una alteración de la percepción y la respuesta a los comportamientos
sociales de los demás (Koegel et al. , 2003). Recientemente se ha presentado una
interpretación similar basada en una investigación con los hermanos menores de niños con
autismo (Zweiganbaum et al., 2005). De hecho, la importancia de los déficits en iniciar,
especialmente IJA, se destaca en la nosología actual donde 'la falta de búsqueda
espontánea de compartir el disfrute, los intereses o los logros con otras personas, (por
ejemplo, por la falta de mostrar, traer o señalar objetos de interés para otras personas) 'se
describe como uno de los cuatro síntomas sociales primarios del autismo (APA, 1994).
Además, el instrumento de observación de diagnóstico "estándar de oro", el Programa de
observación de diagnóstico de autismo (ADOS), reconoce que las medidas de IJA y RJA
son útiles en los algoritmos de diagnóstico del Módulo 1 para los niños más pequeños, el
Módulo 2 para niños mayores solo incluye medidas de IJA en sus criterios de diagnóstico
(Lord et al., 2000).
La evidencia de una disociación entre IJA y RJA también es evidente en los estudios del
desarrollo infantil típico. El desarrollo del uso frecuente o constante de IJA y RJA se
caracteriza por diferentes patrones de crecimiento en la infancia, y estos dominios muestran
correlaciones débiles o no significativas. También se ha observado que IJA en lugar de RJA
tiene correlaciones más consistentes con el coeficiente intelectual infantil, la actividad
cerebral frontal, el comportamiento basado en recompensas, la inhibición de objetivos y los
comportamientos de autocontrol y cuidado. La implicación aquí es que reconocer la
naturaleza de las diferencias, así como los puntos en común entre IJA y RJA, puede ser al
menos igualmente importante para las conceptualizaciones de las deficiencias en la
atención conjunta del autismo.
Hay al menos tres problemas con esta perspectiva. Primero, las diferencias individuales
estables en el seguimiento de la mirada RJA y la mirada alterna IJA están bien establecidas
en 8 a 9 meses en el desarrollo típico (Mundy et al., 2007; Venezia et al., 2004). Además, el
inicio del control cortical del seguimiento de la mirada probablemente comienza en los
primeros 3 meses de vida y la mirada alterna entre 4 y 6 meses (Mundy y Vaughan van
Hecke, 2008; Striano y Reid, 2006). Si estas observaciones son válidas, los “precursores”
de la atención conjunta deberían estar presentes antes de los 8 meses de edad. En
segundo lugar, hay poca evidencia de que la asociación de la atención conjunta con la
etiología o los resultados del autismo esté mediada por antecedentes más básicos o
procesos sucesores. Dawson et al. (2004) observaron que ni las medidas de orientación
social ni las medidas de empatía podrían explicar las relaciones entre IJA y el desarrollo del
lenguaje en una gran muestra de niños con autismo. La alteración de la atención conjunta
en el autismo tampoco puede explicarse en términos de regulación del afecto o relación
social medida con medidas de apego (Capps, Sigman y Mundy, 1994; Naber et al., 2008).
Además, numerosos análisis de regresión indican que la atención conjunta explica las
porciones significativas de la variación en el lenguaje, el juego simbólico y el desarrollo de
síntomas de niños con autismo más allá de la variación asociada con funciones ejecutivas,
imitación, procesamiento de otras intenciones o medidas globales de desarrollo mental.
Un tercer problema es que las hipótesis de procesos precursores y sucesores rara vez
explican la disociación de IJA y RJA (Mundy et al., 2007). Las hipótesis sociocognitivas
sugieren que RJA e IJA deberían estar muy relacionadas porque ambas son precursoras de
una capacidad común de "mentalización" implicada en la percepción de las intenciones de
los demás. Del mismo modo, la atención ejecutiva y las hipótesis de orientación social no
explican explícitamente por qué algunos niños con autismo muestran la capacidad de
desviar la atención de los ojos y las caras para seguir la mirada en las tareas de RJA, pero
estos mismos niños rara vez desvían la atención de un objeto interesante para mirada
espontánea (IJA) alterna con un partenaire social en las interacciones. La teoría de la
imitación y la neurona espejo enfatiza aparentemente el papel de los déficits en el
procesamiento y la respuesta al comportamiento de otras personas en el desarrollo del
autismo (por ejemplo, Williams, 2008). Sin embargo, esta perspectiva teórica tampoco habla
de la disociación del desarrollo de RJA e IJA en el autismo o el desarrollo típico. Además,
uno podría esperar que la imitación y la actividad de las neuronas espejo estén muy
relacionadas con la forma receptiva de la atención conjunta, aunque algunos, si no muchos,
niños con autismo muestran mejores habilidades con RJA que con IJA (por ejemplo, Mundy
et al.1994). Por qué sería este el caso? ¿Podrían los déficits iniciales como el deterioro de
IJA y los déficits de respuesta como el deterioro de RJA reflejar factores de desarrollo
relacionados pero únicos en el autismo? Para comenzar a abordar esta cuestión, es
importante reconocer los roles vitales pero quizás divergentes de ambas formas de atención
conjunta en el aprendizaje social humano (Bruner, 1975, 1995).
IJA sirve para denotar algo de interés inmediato para el niño. Esto ayuda a los padres a
seguir la atención de sus hijos para proporcionar nueva información en contexto cuando el
interés y la atención del niño es óptima para el aprendizaje (Tomasello y Farrar, 1986). Por
lo tanto, la atención conjunta puede concebirse como un sistema de autoorganización que
facilita el procesamiento de información en apoyo del aprendizaje social (Mundy, 2003).
Esta "función de aprendizaje" es fundamental para la naturaleza de la atención conjunta y
continúa operando a lo largo de nuestras vidas.
Entonces, si la atención conjunta es básica para el aprendizaje temprano, pero IJA y RJA se
disocian en el desarrollo, la disociación de estos dos dominios de comportamiento tiene
significado para el papel de la atención conjunta en el aprendizaje temprano. Creemos que
sí. Para comenzar a apoyar esta conjetura, a continuación necesitamos revisar la teoría y la
investigación que sugieren que las dos formas de atención conjunta, IJA y RJA, se
desarrollan e involucran funciones de redes neuronales distintas (Mundy y Newell, 2007).
En esta revisión, comenzamos a sentar las bases para la hipótesis de que la atención
conjunta es una forma de procesamiento cortical paralelo y distribuido, y que la práctica con
atención conjunta al inicio del desarrollo sirve para atraer una atención social ejecutiva y
distribuida que contribuya a los fundamentos para el desarrollo social y los procesos
cognitivos y simbólicos.
La investigación ha indicado que la IJA está asociada con la actividad cortical frontal
mientras que la RJA y los comportamientos relacionados están más estrechamente
vinculados a procesos corticales parietales y temporales. Una interpretación de estos datos
es que la atención conjunta implica funciones de las redes de atención cortical anterior y
posterior que han sido descritas por Michael Posner y otros (por ejemplo, Posner y
Rothbart, 2007).
Las funciones de la red posterior son comunes a muchos primates, pero la red anterior no
está bien representada en primates que no sean humanos. RJA parece estar más
estrechamente asociado con el sistema posterior que regula la atención relativamente
involuntaria, comienza a desarrollarse en los primeros 3 meses de vida y prioriza la
orientación a estímulos biológicamente significativos. Está respaldado por redes neuronales
de las cortezas parietal (precuneous) y temporal superior (Figura 4). Estas redes neuronales
son activas en la percepción de las orientaciones de los ojos y la cabeza de los demás, así
como en la percepción de las relaciones espaciales entre uno mismo, el otro y el medio
ambiente. El sistema posterior está especialmente involucrado en el control de la
orientación ensayo por ensayo, y en el desarrollo de representaciones cognitivas sobre el
mundo construidas a partir de información adquirida a través de sentidos externos
(Dosenbach et al., 2007; Fuster, 2006; Cavana y Trimble, 2006).
Presumimos que el inicio de la atención conjunta está respaldado principalmente por la red
de atención anterior en desarrollo posterior que participa en el procesamiento cognitivo, la
representación y la regulación de la acción dirigida por objetivos autoiniciados. Esta red
incluye los componentes de la cingulado anterior, corteza frontal superior medial que incluye
los campos oculares frontales, la corteza prefrontal anterior y la corteza frontal orbitaria (por
ejemplo, Dosenbach et al., 2007; Fuster, 2006), así como los sistemas de los ganglios
(caudado) orbitales frontal y basal especialmente asociados con modulación de recompensa
de las funciones de los campos del ojo frontal (Dawson et al. 2004; Long y Hikosaka, 2006).
El desarrollo del control intencional de la atención visual comienza aproximadamente a los 3
o 4 meses de edad, cuando una vía desde los campos del ojo frontal (BA 8/9) que libera el
colículo superior de la inhibición comienza a participar activamente en el control prospectivo
de sacadas y atención visual. La función de esta vía puede ser la base de la capacidad de
los bebés de cuatro meses de suprimir las sacadas visuales automáticas para responder a
un segundo estímulo más atractivo (Johnson, 1995) y la capacidad de los seis meses de
responder a un objetivo periférico. Suponemos que las funciones de esta vía también
permiten la alternancia intencional de la mirada entre eventos interesantes y los
interlocutores sociales (Mundy, 2003).
Además del procesamiento paralelo y distribuido, el PDPM se distingue de otros modelos
por su perspectiva constructivista sobre el desarrollo. En lugar de enfocarse en el desarrollo
del conocimiento sobre los demás, el PDPM otorga la misma importancia al desarrollo de
los bebés en el procesamiento y control de su propio comportamiento visual intencional al
modelar la atención conjunta y el desarrollo cognitivo social (Mundy et al., 1993). La
suposición aquí es que la cantidad y la fidelidad de la información que reciben los recién
nacidos y los bebés pequeños acerca de las acciones intencionadas (por ejemplo, la mirada
activa) a través de la propiocepción cumple o excede la cantidad y calidad de la información
que reciben sobre las acciones previstas de otros a través del procesamiento de
información exteroceptiva. Por lo tanto, los bebés tienen la oportunidad de aprender tanto o
más sobre la intencionalidad de sus propias acciones como de observar las acciones de los
demás. Por lo tanto, el PDPM sugiere que la atención conjunta es una forma incorporada de
cognición (Feldman y Narayanan, 2004). Es un proceso constructivista del desarrollo
mediante el cual el procesamiento de la información del propio cuerpo (por ejemplo,
dirección facial y ocular) en relación con el entorno proporciona información sobre la
intencionalidad que contribuye a la atribución de significado de los comportamientos de los
demás. Nos hemos referido a esto como el supuesto de procesamiento "de adentro hacia
afuera" de la PDPM (Mundy & Vaughan, 2008).
El tenor general de estos supuestos no es nada nuevo. Bates et al. (1979) sugirieron que un
sentido de auto-agencia era esencial para la atención conjunta. En términos más generales,
Piaget (1952) argumentó que los bebés no aprenden a través de la percepción pasiva de los
objetos [u otros] en el mundo. Más bien, los bebés toman medidas sobre los objetos y
aprenden de sus propias acciones [causales]. Luego modifican sus acciones, observan
cambios en las relaciones causales y aprenden cosas nuevas sobre el mundo físico. Por lo
tanto, Piaget vio el procesamiento de acciones autoiniciadas en los objetos como un
combustible singularmente importante para los motores del desarrollo cognitivo. Este punto
de vista constructivista es ahora un pilar de los principios biológicos conexionistas
contemporáneos del desarrollo neurocognitivo típico y atípico. Además, tal como Piaget
imaginó que los bebés aprenden sobre el mundo físico de sus acciones autogeneradas en
los objetos, es razonable pensar que los bebés aprenden sobre el mundo social de sus
acciones autogeneradas con las personas. Un tipo de acción autogenerada que puede ser
clave en el desarrollo a este respecto es la visión activa.
Uno de los primeros y más vitales tipos de acciones informativas que los bebés realizan
implica el autocontrol de su comportamiento visual o visión activa. La ciencia de la visión se
ha alejado del estudio de "ver" o la percepción visual pasiva, al estudio de "mirar" o
despliegue intencional, visión activa y atención (Findlay y Gilchrist, 2003). Como se señaló
anteriormente, la visión activa en la infancia comienza a desarrollarse a los 3-4 meses. Es
clave para la selección de información dirigida a la meta y puede provocar respuestas de
comportamiento social contingentes de otras personas, como sonrisas de los padres,
vocalizaciones o cambios de mirada. También es uno de los primeros tipos de acciones
volitivas que los bebés usan para controlar la estimulación a fin de autorregular la excitación
y el afecto (Posner y Rothbart, 2007).
Sin embargo, también se da el caso de que las características del ojo humano permiten que
otras personas puedan observar fácilmente los saccades de los bebés y, en consecuencia,
actuar como generadores de retroalimentación social contingente. Cuando los bebés
cambian la atención a un objeto, sus padres pueden recogerlo y mostrarles el objeto.
Cuando los bebés cambian la atención a los ojos de sus padres, también pueden recibir una
respuesta parental física o vocal. Por lo tanto, así como las características de los ojos
facilitan que los bebés perciban la atención de los demás, el valor de la señal de los ojos
hace que el control activo de la visión sea un nexo probable de información sobre la propia
agencia intencional en desarrollo de los bebés. Un corolario aquí es que un sentido de
auto-agencia visual puede desempeñar un papel en la atención conjunta y el desarrollo
cognitivo social.
La noción de que la visión activa tiene primacía en el desarrollo social se relaciona con la
observación tradicional de que el comportamiento visual es al menos tan importante para el
desarrollo social humano como el contacto físico (Rheingold, 1966; Robson 1967). Sin
embargo, la literatura contemporánea sobre el desarrollo sociocognitivo enfatiza solo la
importancia de la información que los bebés obtienen del procesamiento de la atención
visual de otros (por ejemplo, Johnson et al., 2005). Descuida la importancia potencial del
proceso de información de los bebés sobre su propia visión activa y las respuestas
socialmente contingentes.
Este aspecto de la PDPM ofrece una explicación de por qué la activación de los campos
oculares frontales (un área cortical involucrada en el control sacádico volitivo) es un
correlato significativo consistente de la cognición social en los estudios de imágenes
(Mundy, 2003). Esto se debe a que el control volitivo de la visión activa, a través de los
campos oculares frontales, puede ser central para desarrollar un sentido integrado de las
relaciones entre la auto-atención y la otra atención, que es fundamental para la atención
conjunta y la cognición social. Esta hipótesis lleva a la predicción comprobable de que los
campos del ojo frontal deberían ser menos en el procesamiento sociocognitivo en personas
con ceguera congénita que en personas videntes (Mundy y Newell, 2007). De ser cierta,
esta hipótesis también puede ayudar a explicar algunas de las similitudes de desarrollo
observadas en niños con autismo y bebés ciegos (Bigelow, 2003; Hobson, Lee y Brown,
1999). Esto no quiere decir que la ceguera congénita conduzca al autismo. No es asi. Es
solo que algunos de los retrasos tempranos transitorios en el comportamiento del desarrollo
expresados por los niños con ceguera congénita tienen cierta similitud con las
manifestaciones conductuales tempranas más crónicas del autismo.
El sistema coactivo de atención conjunta comienza a sinergizar a medida que las funciones
ejecutivas frontales permiten cada vez más la asignación de atención a múltiples fuentes de
información durante la infancia. Una definición de las funciones ejecutivas es que implican la
transmisión de señales para inhibir selectivamente las respuestas de comportamiento
comparativamente automáticas a favor de una ideación y acción más volitiva, planificada y
dirigida a objetivos en contextos de resolución de problemas (Miller y Cohen, 2001). Estas
señales de sesgo actúan como reguladores que afectan la atención a la ejecución de la
respuesta relevante de la tarea, así como la recuperación de la memoria, la evaluación
emocional, etc. El efecto agregado de estas señales de sesgo es guiar el flujo de actividad
neuronal a lo largo de las rutas que establecen las correlaciones adecuadas entre las
entradas, estados internos y resultados necesarios para realizar una tarea determinada de
manera más eficiente (Miller y Cohen, 2001). De acuerdo con esta definición, se puede
pensar que el desarrollo de la atención conjunta refleja la aparición de señales de sesgo
frontal que establecen los mapeos adecuados en: 1) procesamiento cortical
{temporal-precuneous} externo-posterior de entradas sobre los comportamientos de
atención de otras personas y, 2) procesamiento cortical frontal rostral-medial de adentro
hacia afuera {BA 8–9, cingulado anterior} de estados internos y salidas relacionadas con la
visión activa, con el fin de 3) participar en los tipos de referencia visual coordinada que
apoyan aspectos significativos de la sociedad social humana aprendizaje. Este mapeo da
como resultado el desarrollo integrado de un sistema distribuido de atención de la
articulación cortical anterior y posterior.
El PDPM es consistente con estas ideas y sugiere específicamente que el mapeo hebbiano
en cognición social comienza con el procesamiento frontal integrado rostral medial de la
información sobre la atención visual autoproducida y el procesamiento posterior de la
atención visual de los demás. Además, el PDPM operacionaliza específicamente el estudio
del desarrollo de este sistema de mapeo dinámico en términos de medidas
psicométricamente sólidas del desarrollo temprano de la atención conjunta (Mundy et al.,
2007). De hecho, las evaluaciones IJA pueden ser relativamente poderosas en la
investigación sobre el desarrollo socio-cognitivo y el autismo, porque miden la variación en
el desarrollo de un sistema dinámico completo, en lugar de cualquiera de sus partes por sí
solo.
Para examinar esta interpretación, Meltzoff y Brooks (2008) realizaron una intervención
experimental. Proporcionaron a los niños de 12 meses la experiencia de vendar los ojos que
ocluían su propio comportamiento visual. Después de obtener esa experiencia, los niños de
12 meses no siguieron el giro de la cabeza de los evaluadores con los ojos vendados, pero
sí siguieron el giro de la cabeza y la mirada de los evaluadores sin los ojos vendados.
Meltzoff y Brooks también proporcionaron a los jóvenes de 18 meses experiencia con las
vendas que parecían opacas pero transparentes cuando se usaban. Después de esta
condición, los jóvenes de 18 meses volvieron a seguir la mirada de los interlocutores
sociales con los ojos vendados. Estos datos sugieren fuertemente que los bebés
demostraron un aprendizaje de adentro hacia afuera y construyeron una conciencia
sociocognitiva sobre el significado de la mirada de los demás basándose en su propia
experiencia de los efectos de las vendas en la visión activa.
Los supuestos de la PDPM proporcionan heurísticas que unen la teoría sobre el desarrollo
de la atención conjunta con el fenómeno asociado con la naturaleza del autismo. Una de
ellas es que el PDPM vincula la teoría y la investigación sobre los primeros impedimentos
del comportamiento social con los modelos de conectividad neuronal de la etiología del
autismo.
Durante los últimos 10 años, numerosos grupos de investigación han propuesto que los
problemas en la conectividad funcional entre las regiones del cerebro contribuyen al
desarrollo del autismo. Sin embargo, en lugar de ser específico para el autismo, se ha
considerado que la conectividad deteriorada es central para muchas formas de retraso
mental y trastornos del desarrollo (Dierssen y Ramakers, 2006). Entonces, ¿cómo conducen
los impedimentos de conectividad del neurodesarrollo a los impedimentos específicos de los
síntomas sociales del autismo, y cómo son diferentes de los impedimentos de conectividad
que caracterizan otros trastornos del desarrollo?
Una posibilidad es que el retraso mental pueda estar asociado con problemas de
conectividad dentro de las redes cerebrales proximales, pero que el autismo puede
caracterizarse por problemas de conectividad distal. De hecho, varios estudios sugieren que
los problemas de conectividad distal entre las redes frontal y temporal-parietal pueden ser
especialmente importantes en el autismo. La PDPM ofrece una explicación del desarrollo
moderadamente explícita de cómo el deterioro de las vías frontales-parietales distales
puede tener un efecto temprano y robusto específico para una alteración de la atención
conjunta y un síntoma social del autismo, como la falta de compartir experiencias
espontáneamente con otras personas. El enfoque del PDPM en las relaciones
fundamentales entre el procesamiento conjunto de la información de atención, el
aprendizaje y el desarrollo simbólico también proporciona un medio para comprender por
qué las variaciones en la intensidad de la perturbación de la conectividad anteroposterior
podrían contribuir a la variabilidad fenotípica en el autismo, como ocurrencia de retraso
mental y / o deficiencias específicas del lenguaje en algunos niños.
También puede ser que el autismo se asocie con procesos de conectividad postnatal que
dependen más de la actividad que en el caso mental. Morrow et al., Observaron que la
expresión n de tres genes asociados con las dos deleciones grandes específicas de familias
de niños con autismo (c3orf58, NHE9 y PCDH10) están reguladas por la actividad neuronal.
A partir de esta observación, Morrow et al. (2008) plantean la hipótesis de que los defectos
en la expresión de genes dependientes de la actividad pueden ser una causa de déficit
cognitivos en el autismo. Señalan que estos genes probablemente tienen un curso temporal
definido de vulnerabilidad a la expresión atípica dependiendo del momento y la calidad de la
actividad postnatal del niño pequeño y de los procesos dependientes de la experiencia.
La PDPM propone que los problemas con el inicio de la actividad, específicamente el inicio
de la actividad de atención conjunta, pueden ser especialmente clave para comprender las
alteraciones dependientes de la actividad de la expresión génica asociada con el autismo.
Algunas evidencias consistentes con esta proposición se derivan de la observación de que
la actividad de los niños con autismo puede afectar y modificar los intentos de los
cuidadores para andamiar el desarrollo de la atención conjunta en sus hijos. De hecho, si la
PDPM es correcta, puede ser importante construir una comprensión de las influencias
genéticas en el rango típico de expresión de las diferencias individuales en IJA en el
desarrollo infantil. Poca o ninguna información existe actualmente sobre este tema. Sin
embargo, observaciones recientes han revelado un sorprendente grado de variabilidad y
estabilidad longitudinal entre los lactantes con medidas IJA de 9 a 18 meses de edad. Esto
sugiere que estas medidas infantiles pueden tener suficientes características psicométricas
para que sea posible incorporar métodos genéticos conductuales o metabólicos en el
estudio de las fuentes de variación en el desarrollo temprano de la atención conjunta
(Mundy et al. 2007).
El trabajo de varios grupos de investigación indica que los mecanismos básicos de control
visual pueden desempeñar un papel en el autismo. Brenner et al., (2007) han señalado que
uno de los temas esenciales para esta línea de investigación es comprender con precisión,
"cómo un sistema ocular-motor que está sobreespecializado para ciertas tareas y poco
especializado para otros en las primeras etapas de la vida podría afectar el desarrollo
posterior en dominios [sociales] como la atención conjunta ”(p. 1302). El PDPM ofrece una
guía al respecto. Primero, alienta a la comunidad investigadora a reconocer la posibilidad de
que la atención conjunta no sea un desarrollo "posterior", sino uno que comience como
parte del desarrollo del control volitivo de la atención visual al cuarto mes de vida. Además,
el PDPM proporciona un camino para comprender cómo las preferencias visuales
tempranas alteradas significativamente podrían tener un efecto en cascada en el desarrollo
de la atención conjunta intencional y el autismo (Mundy, 1995). Considere dos estudios
recientes al respecto.
En segundo lugar, el PDPM propone que la atención conjunta sirva de base para el
desarrollo cognitivo social. El desarrollo sociocognitivo se define en términos de avances en
el procesamiento comparativo de información sobre uno mismo y el otro, en lugar de
singularmente en términos de cambios en el conocimiento sobre la intencionalidad.
Siguiendo la teoría cognitiva conexionista una suposición de la PDPM es que cada vez que
se adquiere información semántica durante el aprendizaje social, también se codifica en
paralelo con la activación de una red neuronal frontal-temporal-parietal de atención conjunta
que mapea las relaciones entre las representaciones de información sobre la atención
autodirigida y la información sobre la atención de otras personas. Por lo tanto, cada vez que
procesamos información en el aprendizaje social, la codificamos como un patrón de
activación en una red semántica distribuida junto con un patrón de activación de la red de
atención de la articulación cortical anterior-posterior. Recuerde que el procesamiento y el
aprendizaje de información más profunda se produce mejor en el contexto de la activación
simultánea de múltiples redes neuronales durante la codificación (Otten et al., 2001). Si es
así, la atención conjunta puede conducir a un procesamiento más profundo porque agrega
la activación de la red de atención social distribuida (una forma de codificación episódica) a
la activación de la red asociada más directamente con la información semántica. Esta
conjetura proporciona una interpretación de la observación de que la atención conjunta
facilita la profundidad del procesamiento en niños de 9 meses (Striano et al., 2006a, b).
También sugiere que parte de la discapacidad de aprendizaje del autismo ocurre porque los
niños con este trastorno no obtienen todos los beneficios de codificar información semántica
junto con la memoria episódica codificada dentro del procesamiento integrado de uno
mismo y otra atención. Esto, a su vez, puede ayudar a explicar la atenuación de los efectos
de memoria auto-referenciados en el autismo.
En tercer lugar, una propuesta relacionada de la PDPM es que a medida que la atención
conjunta abierta se convierte en un proceso cada vez más internalizado (representativo),
apoya la coordinación social de la atención mental encubierta a las representaciones
cognitivas. La coordinación de la atención encubierta entre las personas hacia una
representación mental específica (o ejemplo categórico) es un elemento esencial del
pensamiento simbólico. El PDPM supone que se requieren meses de práctica de la
coordinación social de la atención abierta (es decir, atención conjunta) en los primeros años
de vida antes de que podamos internalizar y transformar esta función en la coordinación
social de la atención mental encubierta a representaciones comunes representadas por
símbolos. Por lo tanto, los procesos de pensamiento simbólico incorporan, de hecho pueden
requerir la activación del sistema de atención conjunta de uno mismo. La atención conjunta,
por otro lado, no implica necesariamente un proceso simbólico. De acuerdo con esta
observación, la atención conjunta es un predictor único del desarrollo del juego de
simulación en niños con autismo en relación con medidas de imitación o funciones
ejecutivas. Además, la intervención de juego simbólico puede tener un mayor impacto en el
desarrollo de la atención conjunta que la intervención de atención conjunta en el desarrollo
del juego simbólico en niños pequeños con autismo.
Finalmente, los supuestos constructivistas del PDPM enfatizan que los factores de
motivación son parte de un quinto camino crucial de asociación entre la atención conjunta y
el aprendizaje social. Iniciar la atención conjunta requiere "elegir" entre objetivos de
comportamiento, como mirar fijamente un evento o mirar alternativamente al evento y a otra
persona. Se cree que la elección entre los objetivos de comportamiento implica el
procesamiento cortical frontal y medial de la recompensa relativa asociada con diferentes
objetivos. Por lo tanto, el deterioro de IJA en el autismo puede estar relacionado con déficits
en los procesos de comportamiento biológico asociados con la sensibilidad y la motivación
de la recompensa. Alternativamente, las características menos volitivas del sistema de
atención posterior sugieren que los procesos de motivación pueden ser menos propensos a
contribuir a RJA o mirar problemas de seguimiento en el desarrollo del autismo (Mundy,
1995).