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Formas anormales de conclusión de un proceso

Según la lectura el final del proceso de una sentencia sobre el fondo pronuncia la
contradicción entre las partes, sentencia susceptible de alcanzar fuerza de cosa
juzgada formal y material, caben ciertos fenómenos, aludidos en parágrafos
precedentes, que dan origen a otros modos de terminación del proceso, ya porque no
hay sentencia (desistimiento, transacción y caducidad), ya que porque no hay, antes
de la sentencia, contradicción relevante entre las partes (renuncia, allanamiento), y
bien sea que la resolución final del proceso no contenga pronunciamiento relativo a su
objeto (caducidad, desistimiento) o que no produzca cosa juzgada material
(desistimiento). La anormalidad de estos especiales fenómenos y de sus
consecuentes desenlaces especiales del proceso no significa disconformidad con las
normas jurídicas relativas a la terminación del proceso.

Renuncia del actor

Con el fundamento y los límites de la ordinaria renunciabilidad de los derechos se


admite pacíficamente por los autores y por la jurisprudencia, la renuncia del actor o
demandante a obtener la tutela jurisdiccional que pretendía, con el efecto de una
sentencia absolutoria sobre el fondo provista de fuerza de cosa juzgada material.
Ninguna norma procesal positiva se ocupa, en nuestro Derecho, de la renuncia del
demandante. Lo que se acaba de decir y lo sucesivo es construcción doctrinal,
avalada por la jurisprudencia del Tribunal Supremo en la medida en que a este órgano
jurisdiccional se le han presentado casos que requerían sus pronunciamientos. La
renuncia del demandante puede producirse en sus actos de alegaciones posteriores a
la demanda (la réplica, la contestación a la reconvención, las conclusiones, etc.), pero,
a nuestro juicio, no existe ningún motivo para negar la posibilidad de una renuncia
mediante un acto "ad hoc", generalmente escrito, en cualquier momento del proceso
(salvo, quizás, tras la citación de las partes para sentencia). La renuncia puede ser
total o parcial, con una consiguiente absolución total o parcial (objetiva y/o
subjetivamente). La renuncia parcial está ligada natural y lógicamente a la pluralidad
de objetos procesales, esto es, a la acumulación de acciones.

El carácter parcial de la renuncia no plantea problemas si las acciones acumuladas no


tienen en común otro elemento que el subjetivo. Demandando X a Y en reclamación
de tres sumas de dinero pretendidamente debidas en virtud de tres distintos negocios
jurídicos, no hay óbice para una renuncia a obtener la condena relativa a una o dos de
dichas sumas. Podría pensarse, en cambio, que a renuncia parcial está subordinada a
la inexistencia de conexión entre las acciones acumuladas.
La renuncia parcial verdadera a una acción declarativa de un parentesco, manteniendo
la acción de condena a la satisfacción de alimentos basada en dicho parentesco. Es
admisible y eficaz, en cambio, que habiendo A demandado a B, C y D en virtud de
acciones nacidas del mismo título o causa de pedir renuncie válida y eficazmente a la
condena de B y D.

Es dudoso que la renuncia parcial en sentido propio suponga un imposible vencimiento


total por parte del demandante y, en consecuencia, impida la especial condena en
costas al demandado. La respuesta a la precedente cuestión parece que reclama una
recapitulación acerca de lo que el actor o demandante puede tener o se le puede
atribuir y a lo que, en consecuencia, se diría, a primera vista, que podría renunciar.
Muy sucintamente, recordamos que el actor puede tener o a él se puede atribuir:

1°) Un derecho subjetivo privado, e ha sido lesionado, insatisfecho o desconocido.

2°) Un derecho subjetivo público a obtener una tutela jurisdiccional concreta, que
llamamos acción.

3°) La pretensión, que es un acto con una importante eficacia jurídica. La pretensión y
afirmación de la acción son inseparables. Sin embargo, son elementos diferentes que
deben distinguirse: la pretensión es un acto y la acción, un derecho.

La renuncia intraprocesal al derecho que fundamenta la acción y la pretensión


envuelve necesariamente una renuncia al derecho a obtener la tutela jurisdiccional
concreta que se ha solicitado. No es pensable que un actor manifieste que renuncia a
su derecho de crédito en el que se basa, no únicamente, pero si del modo
fundamental, la acción de condena y se empecine en obtener una sentencia que
condene al demandado a entregar el capital y los intereses.

1. Acciones basadas en derechos reales. Por los ejemplos ya utilizados cabría


admitir al tratarse de derechos cuya efectividad judicial no se agota
normalmente en una acción- que la renuncia a la acción en absoluto implica la
del derecho real subyacente.
2. Acciones basadas en derechos de crédito. Al producirse en estos casos el
fenómeno inverso al anterior cada derecho de crédito se agota, en principio, en
una acción declarativa podría considerarse, a primera vista, que la renuncia a
este tipo de acciones conlleva la renuncia al derecho correspondiente. Pero
semejante conclusión es precipitada. Porque, ¿acaso no se han definido las
obligaciones naturales como aquellas que carecen de mecanismos
jurisdiccionales para lograr el equivalente a su cumplimiento, o lo que es igual,
aquellas que no están acompañadas por una acción? Si se renuncia a obtener
la tutela jurisdiccional consistente en que se condene a pagar una determinada
cantidad en concepto de principal e intereses, a consecuencia de un contrato
de préstamo, no se renuncia al derecho subjetivo de crédito.
3. Acciones consecutivas, basadas en los llamados derechos potestativos al
cambio jurídico. Según opinión común, lo que define a las acciones
constitutivas consiste en que el efecto jurídico de la declaración de su
existencia (es decir, de la sentencia estimatoria de la demanda) es la
producción del efecto jurídico pretendido, que no puede lograrse fuera el
proceso.

En cualquier caso, aunque se adopte otra posición doctrinal que sostenga la existencia
de un verdadero derecho subjetivo privado, la consecuencia, en cuanto a la renuncia
procesal, es la misma: no cabe separar efectos propios de la renuncia a la acción y
otros propios de la renuncia al derecho.

De manera que, como mínimo, habría que distinguir dos tipos de renovación de la
pretensión. La simple que implica abandono del concreto proceso iniciado y la que
llamaríamos definitiva que implica renuncia a todo proceso para alcanza la satisfacción
de la pretensión que sería, sin ningún género de dudas, la que ahora nos interesa: una
renovación irrevocable, por así decirlo, de la pretensión. Lo que sucede, a nuestro
juicio, es que tal revocación de la pretensión necesariamente ha de implicar una
renuncia a la acción si se quiere que tenga la eficacia que hemos expuesto y que de
hecho tiene, puesto que sería ya excesivo conceptualismo predicar una distinción
entre la renuncia al derecho de acción y la renuncia absoluta al ejercicio de ese
derecho. En cambio, la revocación definitiva de la pretensión no tendría por qué
implicar renuncia al derecho subjetivo privado que tal vez fundamentase.

Allanamiento

El allanamiento, que se predica del demandado con total unanimidad, es, en cierto
modo, el reverso de la renuncia del actor. Mediante el allanamiento, el demandado
declara su voluntad de que, respecto de él mismo, al actor se le otorgue la tutela
solicitada. El allanamiento constituye una "declaración de voluntad del demandado por
la que éste muestra su conformidad con la pretensión del actor". El allanamiento
determina, por sí mismo, una sentencia condenatoria del allanado. Y hemos repetido
que el allanamiento afecta al allanado y sólo a él, porque en caso de litisconsorcio
pasivo, el allanamiento de un único demandado no puede perjudicar a los demás y,
por ende, únicamente surtirá efectos respecto del que manifieste su voluntad de
allanarse si la condena subjetivamente parcial para nada prejuzga desfavorablemente
la decisión sobre las pretensiones relativas a los restantes litisconsortes pasivos.
Como acto de disposición que es, el allanamiento precisa de poder especial y es
válido y eficaz si afecta a materia jurídica sustantiva de carácter disponible (no se trata
sólo de disponer del ejercicio del derecho procesal de defensa) y no contraría el
interés o el orden público ni resulta perjudicial para tercero ("tercero" en sentido no
estrictamente procesal). El allanamiento no se debe confundir con el reconocimiento o
admisión de hechos por parte del demandado respecto de lo alegado por el actor en la
demanda (y, eventualmente, en la réplica). El reconocimiento o la admisión de hechos
no determinan necesariamente una condena del demandado que reconoce o admite:
fijados los hechos admitidos como ciertos, aún es posible que su subsunción en las
normas jurídicas no conduzca a la sentencia condenatoria. El único efecto de la
admisión de hechos es fijarlos como ciertos y exentos de prueba.

Desistimiento

El desistimiento es la declaración del actor en el sentido de no querer la prosecución


del proceso por él iniciado. Esta declaración de voluntad envuelve la de que se dicte
resolución final sin juzgar sobre el objeto procesal, y, por tanto, sin fuerza de cosa
juzgada material. Consecuentemente, el demandante no tendría obstáculo alguno en
reiterar después, más o menos exactamente, su demanda frente al mismo o los
mismos sujetos demandados en el proceso terminado antes por desistimiento. Resulta
razonable y justo con independencia del fundamento doctrinal que se prefiera que, con
tales efectos, el desistimiento no deba ser siempre eficaz por decisión unilateral del
actor. Aun cuando no se reconociera que desde cierto momento procesal el
demandado tiene un derecho a que se pronuncie sentencia sobre el fondo. En todo
caso, el demandado que se halle en tales condiciones está plenamente legitimado
para expresar eficazmente su oposición a un final del proceso que deja sin resolver el
fondo del asunto y puede mantener una situación de inseguridad o duda jurídica, pese
a las preocupaciones y dispendios ya empeñados Por estas poderosísimas razones,
mucho más que por haberse perfeccionado una discutible litiscontestatio o por la
virtualidad misma del estado de litispendencia, etc.,

 Hasta antes del emplazamiento, expresado el desistimiento por el actor, el Juez


debe, inaudita altera parte, sobreseer el proceso.
 Una vez emplazado el demandado, se le dará traslado del escrito o de la
declaración de desistimiento por un breve plazo de tiempo. Si presta su
conformidad o no se opone expresamente al desistimiento dentro del plazo
aludido, el Juez sobreseerá el proceso.
 La aplicación analógica del art. 42 D. 21 de noviembre de 1952 muestra que,
en caso de disconformidad entre el actor y demandado, el Juez resolverá lo
que estime oportuno, mediante auto, susceptible de recurso de apelación, que
será en ambos efectos si el auto dispusiese el sobreseimiento, de modo que el
proceso pueda seguir su curso en tanto no se resuelva la apelación (con lo
posible consecuencia de que el sobreseimiento se confirme cuando la primera
instancia del proceso ya haya finalizado o esté a punto de finalizar, resultado
que, en no pocos casos, sería absurdo).

Transacción

Es un precepto del Código Civil. el art. 1.809, la norma jurídica que define este
fenómeno productos de una anormal terminación del proceso: la transacción es un
"contrato por el cual las partes, dando, prometiendo o reteniendo cada una alguna
cosa, evitan la provocación de un pleito o ponen termino al pleito ya comenzado". La
precedente definición legal presenta con claridad dos tipos de transacción: aquélla
anterior a un posible proceso y que precisamente tiende a evitarlo y la que se produce
estando ya pendiente un pleito y que le pone fin. Pero la doctrina ha acuñado una
distinción, aún más precisa, entre transacción judicial y transacción extrajudicial, según
que el llamado "contrato" se someta al órgano jurisdiccional y por su homologación
adquiera fuerza termine el proceso o que se trate de un pacto producido fuera del
proceso y con influjo simplemente indirecto sobre éste. Únicamente de la transacción
judicial nos ocuparemos aquí.

Es extrajudicial, no sólo la transacción que se produce antes del proceso para evitarlo,
sino también la que se produzca pendiente un proceso y para ponerle fin, pero que se
negocie y concluya fuera del proceso, influyendo luego en su terminación en forma de
desistimiento, allanamiento, renuncia o dejándolo caducar.

La transacción judicial supone, ante todo, un negocio jurídico material, que, no sólo,
como se ha dicho, se documenta en un acta mediante el correspondiente acto
procesal, sino que ha de ser homologada por el tribunal (comprobación de los
requisitos y presupuestos formales y materiales).

Caducidad

La litispendencia, en el sentido de situación dependencia de un proceso civil, no debe


prolongarse indefinidamente, dados algunos de sus efectos y, en general, el clima de
inseguridad que comporta, así como los trastornos para la Administración de Justicia
que la multiplicación de esas situaciones originaría. Así pues, se ocupó de la llamada
"caducidad de la instancia", esto es, de la terminación de los procesos y del archivo de
sus respectivos autos en caso de que transcurriesen ciertos períodos de tiempo sin
que se registrase avance de las actuaciones procesales. La terminación del proceso,
mediante auto, sin otros recursos que los de reposición o súplica, no extingue la
acción (art. 419), salvo, claro es, que lo que caduque sea la segunda instancia o el
recurso de casación, casos en los que las sentencias recurridas devendrían firmes,
afectando a la acción afirmada si se hubiesen dictado sobre el fondo. Los
mencionados recursos de reposición y de súplica sólo pueden basarse en error en la
aplicación o cómputo del respectivo plazo. De hecho, por tanto, hay paralizaciones que
duran más de cuatro años (en primera instancia), más de dos (en segunda instancia) y
más de uno (en casación) y que producen caducidad. La ejecución de sentencias no
caduca. Cuando se produce la caducidad en la primera instancia, sin que ninguna de
las partes haya instado su curso habiendo podido hacerlo, se impondrán a cada una
de ellas las costas causadas a su instancia. En cambio, cuando se produce la
caducidad en apelación o casación, se impondrán las costas al apelante o recurrente.

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