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Podemos empezar este documento relatando mi primer contacto con las matemáticas.
Al ser mis pares ambos maestros estuve desde muy temprana edad con las
matemáticas la lectura y la escritura, según relatos de mi madre desde los 3 años
aproximadamente empecé a contar correctamente y a los 4 años empecé a escribir.
En los siguientes, noté mi afinidad a esta área y mi dificultad con la ortografía y la
caligrafía. En la mayoría de la primaria apenas si tengo recuerdos de mis clases de
matemática, a excepción de los últimos años en los que mi padre fue mi maestro. Su
método siempre fue activo y en rara vez se sentaba en su silla, en las clases de
matemáticas utilizaba varios libros, de los cuales extraía en su mayoría problemas. Lo
que quiero acotar de esta parte es que estos problemas no fueron dados solo como
ejercitación, sino que servían también para introducir el tema y extraer definiciones de
varios de ellos. También nos contaba historias de los grandes descubridores de estos
conocimientos, de grandes señores que pesaban mucho y se reunían para discutir con
sus pares, historias plagadas de misticismo y grandes problemas, dándole un aspecto
muy interesante a esta materia.
En la educación secundaria mis recuerdos son más vividos de algunos años al menos.
Del que menos recuerdo es 1°, supongo que por mi edad ya que mi profesor fue el
mismo que en 4 y 5 año, los cuales recuerdo muy bien. De primer año como de todos
los años si recuerdo que mi profesor era muy tradicional, llegaba al aula y dictaba una
definición, seguida de ella venían una serie de actividades que copiaba en el pizarrón
y se sentaba a esperar que los alumnos vayan a corregir sus actividades, o a realizarle
alguna consulta. No dialogaba mucho y era bastante tranquilo, a pesar de que dictaba
bastante rápido y era difícil seguirle el paso, más aún cuando quería tener una letra
legible. Reflexionando acerca de este recuerdo creo que mis memorias de 1° son
vagas debido a que hubo un gran cambio en las clases de matemáticas, pasaron de
ser muy interesantes, llenas de problemas y cuentos a ser más tradicionales, con
clases de definiciones y ejercicios.
En segundo año nuestra profesora era más amigable con las nuevas teorías y tendía a
una clase un poco más constructivista, nos traía algún desafío a menudo, problemas,
investigaciones, trabajos prácticos para aprobar la materia, los cuales se desarrollaban
en clase para que cada uno realice el suyo. Además de todo esto no tenía problema
de enseñarte como hacer algún ejercicio o resolver algún problema durante la
evaluación, con un ejemplo claro, pero ella siempre respondía que la evaluación era
un momento de aprendizaje y que algunos aprenden mucho mejor en esa situación
por ser límite. También recuerdo que ella reexplicaba muchas veces, aunque no usaba
la repregunta, siempre tenía una respuesta. Y pese a que nos llevaba los desafíos,
estos no servían de mucho ya que la continuidad se perdía luego de poder resolverlo,
entre todos, la mayoría de las veces, tampoco se resolvía alguno similar, se seguía
con ejercicios totalmente matemáticos y no recuerdo vincular el conocimiento
matemático con el problema, tal vez los usaba como motivaciones y no como
oportunidad para “matematizar”.
En este tercer año también me gustaría mencionar que tuvimos mucha aplicación de
las matemáticas ya aprendidas en años anteriores en diversas materias
correspondidas a la especialidad de la escuela, estas aplicaciones comprendían temas
de SIMELA, proporcionalidad, geometría y aritmética.
En 5° año además del solo estudiar estaba la “competencia” por la bandera, en la cual
mi madre quería que ingresara, siempre le importó mucho esa distinción que para mí
no era tan significante, menos aún con la filosofía de estudio que llevaba, es decir el
estudiar para comprender y por el simple gusto al conocimiento, filosofía que aún
mantengo. Esta presión de arriba y el hecho de que nuestra profesora sea una
suplente a la cual no comprendíamos y se pasaba la clase dictándonos, hizo de este
un año no muy memorable para mí. Con ella iniciamos el año, su método es el más
pasivo que recuerde, clases dictadas sobre cónicas que no comprendíamos, y
sospecho que ella tampoco, ya que no daba clases explicativas y las explicaciones
eran escasas. La evaluación también fue extraña para todos, era totalmente teórica,
pero no difícil, en este punto estaba más acostumbrado a memorizar temas, no había
que relacionar ni pensar mucho. Después de unos meses volvió el profesor titular que
era el mismo que en 4°, con su forma de dictar clases intacta. Aun así, llegue a
disfrutar de los temas como los límites, las integrales y las derivadas, pese a que me
hubiera gustado ver algún que otro problema relacionado a estos temas y saber que
tienen un uso práctico por más que no se lo demos en la vida cotidiana. En ese año
también le conté a mi profesor la idea de seguir su misma profesión ante lo cual él se
mostró decepcionado, ya que, para él, debería seguir ingeniería o algo similar por ser
esta carrera parecida en dificultad al profesorado. A pesar de esto mis padres estaban
muy contentos de ello y no le di mucha importancia a su consejo.
Llegados a este punto es cuando ya empiezo el camino a ser profesor, el cual estoy a
punto de culminar. Recuerdo que en primer año me entusiasmaba mucho todo lo que
aprendía, me encantaban los contenidos y aún más la geometría, pero estaba
nervioso ante la idea de dar un taller en Práctica I, más aún cuando llegó el día y
llovía. Parecía que no tendríamos chicos suficientes para que este taller saliera como
lo planeábamos. A pesar de todo ello salió bien, con menos alumnos, pero funciono
para saber que, si me gusta enseñar matemáticas y no solo el estudiarlas, que fueron
para mí 2 conceptos muy mezclados al momento de elegir la carrera.
El 3° año fue muy diferente y especial, como creo que lo es para todos lo que cursan
Práctica III, tuvimos nuestras primeras rotativas y para mí, las primeras observaciones.
Recuerdo que me sentía inmensamente nervioso la primera vez que me paré frente al
pizarrón, pero un buen planeamiento hizo posible que se llevara a cabo de manera
perfecta esta clase. No tan así la segunda donde la innovación no tuvo el resultado
esperado, y faltó el poner a prueba ciertas consignas antes de presentárselas a los
alumnos. Pese a ello supere ese tropiezo y aprobé la siguiente en donde me di cuenta
que al ponerme nervioso hablo mucho y digo poco, o sea que mis palabras son vacías
en una gran parte, y que debo racionar mejor esto para no perder la atención de los
alumnos que se cansan con largos discursos. También en este mismo año, tuvimos la
segunda parte de la didáctica orientada a nuestra materia, en la cual aprendimos a
plasmar en ciertos documentos todo lo que habíamos aprendido de las teorías sobre
como enseñar, como el alumno aprende y como armar una clase. Junto con las
prácticas son las materias que considero más importantes de ese año viendo cual será
el rol que desempeñare desde ahora por los siguientes 30 años o más.
Quiero terminar esta reflexión recordando también como influyo el cursillo de ingreso a
la E.P.E.T. N° 6 que se dio durante noviembre del año anterior y febrero de este
mismo. En la primera etapa recuerdo que no me agradaba mucho la idea del cursillo,
debido a que teníamos un cuadernillo que preestablecía ciertas actividades en ciertas
clases, se podría haber modificado, pero en su momento no le di la importancia que
merecía, priorice las rotativas. Esta falta de libertad me hacía sentir incomodo, a pesar
de ello las clases se llevaron de la mejor manera y no hubo inconvenientes con el
control de grupo ni con el horario. En la segunda etapa tuvimos más libertad en lo
antes mencionado y creo que fue muy positivo, ya que el grupo era mucho mayor y
aún con 39 alumnos lográbamos que todos atendieran y las clases se den en tiempo y
forma, si cabe destacar que era complicado el mantener la atención de los alumnos los
últimos 40 minutos, por ser clases de 4 hs cátedras. Al finalizar el cursillo me alegró
mucho que en la evaluación sumativa se notó la atención que los alumnos tuvieron
durante esa semana, ya que el 79% de ellos la aprobó, y muchos con excelente nota.
Esto me hizo sentir más confiado y verme como un profesor que si bien recién está
dando sus primeros pasos, aún dentro de la carrera, podría llegar a ser un buen
profesional, uno que imprima amor por el estudio en sus futuros alumnos al menos en
unos cuantos y que a diferencia de los que tuve, den clases entretenidas donde el
alumno espera al día de matemática o al menos no odie el día por tener matemáticas y
sea un día más de su vida académica con una materia más y no una odiada o
rechazada.