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TEMA 23: EL TEXTO COMO UNIDAD COMUNICATIVA.

SU ADECUACIÓN AL
CONTEXTO. EL DISCURSO.

1. INTRODUCCIÓN
2. CONCEPTO DE TEXTO
3. LAS DIMENSIONES DEL TEXTO
4. LAS PROPIEDADES DEL TEXTO
5. EL TEXTO COMO ESTRUCTURA COMUNICATIVA
6. LOS TIPOS DE TEXTO
7. EL DISCURSO
8. CONCLUSIÓN
9. BIBLIOGRAFÍA

1. INTRODUCCIÓN

La propia definición académica de texto nos remite a la idea de trama o tejido, a un


conjunto de enunciados coherentemente organizados. Esta intuición inicial se completa
en la teoría con la descripción de aquellos elementos que hacen posible que ese tejido se
manifieste. Es lo que haremos en líneas que siguen: analizaremos el concepto de texto y
sus características y, por último, daremos cuenta del concepto de discurso, el cual, según
veremos, deberá ser abordado desde múltiples perspectivas.

2. CONCEPTOS DE TEXTO

Un primer acercamiento al concepto de texto se acerca mucho a la idea intuitiva de


cualquier hablante al respecto. Entendemos por texto cualquier realización lingüística
concreta que, independientemente de su extensión, ha sido proferida por un individuo (a
veces, por varios) en una situación determinada. Así pues, el término texto designaría
cualquier pasaje escrito o hablado, de cualquier extensión, que constituya una entidad
unitaria. El texto es, pues, una manifestación concreta del hablar o del escribir, perceptible
por los sentidos por su materialidad oral o gráfica, y que está compuesta por unidades
comunicativas mínimas designadas mediante términos como actos de habla y enunciados.
La definición proporcionada arriba tendría un carácter generalizador, pero otras
definiciones hacen hincapié en aspectos concretos. Por ejemplo, Bernárdez (1982) se
centra en el aspecto comunicativo, afirmando que texto es la unidad lingüística

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comunicativa fundamental, producto de la actividad verbal humana, que posee siempre


carácter social; está caracterizado por su cierre semántico y comunicativo, así como por
su coherencia profunda y superficial, debido a la intención (comunicativa) del hablante de
crear un texto íntegro, y a su estructuración mediante dos conjuntos de reglas: las propias
del nivel textual y las del sistema de la lengua.
Calsamiglia y Tusón (1999), en cambio, destacan el aspecto pragmático del texto y lo
equiparan al discurso. Desde el punto de vista discursivo, hablar o escribir no es otra cosa
que construir piezas textuales orientadas a unos fines y que se dan en interdependencia
con el contexto. Se refieren estos autores a cómo las formas lingüísticas se ponen en
funcionamiento para construir formas de comunicación y de representación del mundo.
Casado (1993), por su parte, destaca el componente lingüístico y estructural del texto.
Entiende el texto como producto de un acto lingüístico, o de una serie de actos lingüísticos
conexos, de una persona determinada en una situación concreta.
En palabras de Núñez y Del Teso (1996), también de intención generalizadora, el texto
es la manifestación lingüística socialmente normal en los procesos de comunicación; esto
es, el texto es la unidad mínima de información, de comunicación y de interacción social,
y todo ello conjunta y simultáneamente, pues la información se almacena para ser
transmitida a un organismo receptor que, necesariamente, debe reaccionar a ella, ya sea
incorporándola a su caudal de conocimientos, ya sea transformando su actitud y carácter.
Así pues, todo texto es, a la vez, mensaje y acto de habla; o, a la inversa, los mensajes y
los actos de habla se ejecutan por medio de textos.

3. LAS DIMENSIONES DEL TEXTO

Desde el momento en que los estudios de Lingüística empiezan a considerar el texto


como algo más que una suma de oraciones, esto es, cuando empiezan a considerarlo una
unidad básicamente comunicativa, la multitud de definiciones que se presentan coinciden
en general en poner de relieve tres dimensiones esenciales del texto: la comunicativa, la
pragmática y la estructural.
Suele decirse, en primer lugar, que el texto es la unidad comunicativa fundamental o,
dicho de otro modo, que es la unidad comunicativa máxima (nótese que Núñez y del Teso
(1996) consideran el texto como unidad “mínima” de comunicación). Cuando
caracterizamos la comunicación como una forma de comportamiento, estamos

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reconociendo su carácter intencional (no automático ni reflejo). Y junto con ello se dice
que el texto tiene carácter social: en rigor, el texto es el producto de una actividad social,
y a la vez la crea y la fomenta.
Ahora bien, si el discurso es el producto de la comunicación intencional entre un
hablante y un oyente en una circunstancia, su definición solo puede formularse
recurriendo a categorías pragmáticas. Todo texto necesariamente cuenta con, además de
las palabras, alguien que lo dice, alguien que lo recibe y lo interpreta, un medio de
comunicación, un contexto y una finalidad o función. Es, en síntesis, un hecho pragmático.
Por último, las definiciones de texto también destacan que los actos de habla
presentan una dimensión estructural. Esto significa que los textos están organizados al
menos en dos sentidos: en tanto que hay unidades idiomáticas que lo ordenan, y en tanto
que existen estructuras comunes a distintos textos de un mismo género.

4. LAS PROPIEDADES DEL TEXTO

Maria Josep Cuenca (2010) afirma que no toda secuencia de elementos lingüísticos
forma necesariamente un texto. Hay una serie de principios que es necesario tener en
cuenta para que los discursos que emitimos permitan que la comunicación tenga éxito.
Esos principios de construcción son también, por lo tanto, propiedades de los textos y,
para esta autora, son tres: adecuación, coherencia y cohesión.
La adecuación es la propiedad que da cuenta de la relación del texto, como cadena
lingüística o suma de enunciados interrelacionados, y su contexto (sus condiciones
extralingüísticas de producción e interpretación); es decir, permite entender cómo las
oraciones o enunciados que constituyen el texto se interpretan en relación a una serie de
elementos extralingüísticos, que definen su enunciación.
La coherencia es la propiedad que permite analizar el significado global del texto: de
qué habla, qué información da y cómo se ha organizado esta información.
La cohesión incluye los mecanismos formales, fundamentalmente gramaticales y
léxicos, que se utilizan para explicitar las relaciones existentes entre las diferentes partes
del texto, sobre todo entre oraciones y párrafos.

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5. EL TEXTO COMO ESTRUCTURA COMUNICATIVA

La adecuación es, como se ha dicho, la característica de los textos que están bien
construidos desde el punto de vista comunicativo. Es el resultado de una serie de
elecciones que el hablante o autor ha de llevar a cabo teniendo en cuenta las
características concretas de los diferentes factores o elementos que intervienen en esa
comunicación: quién es el emisor, cuál es su intención, comunicativa, quién es el receptor,
qué relación hay entre ambos, cuál es el canal que se va a utilizar, qué aspectos de la
situación o el contexto condicionan la comunicación, etc.
Atendiendo a todo ello, el emisor toma una serie de decisiones sobre las
características del texto que va a crear. Entre otras, utilizando como ejemplo el acto
comunicativo que llamamos “examen”, están las siguientes:
-La función del lenguaje que va a predominar en el texto (referencial, apelativa, poética,
etc.). La elección de una u otra depende fundamentalmente de cuál sea la intención
comunicativa del emisor. En un examen, lo que pretende el alumno es mostrar sus
conocimientos de una asignatura, por lo que lo adecuado sería producir un texto donde
predominara la función referencial. Sería inadecuada la aparición de enunciados con
función expresiva o apelativa. Asimismo, el emisor debería seleccionar los recursos
lingüísticos mediante los cuales se realiza cada función. En el caso de un examen,
predominan las oraciones de modalidad enunciativa con verbo en indicativo, léxico
denotativo claro y preciso, ausencia de elementos que impliquen subjetividad.
-Elección del canal comunicativo adecuado. Como es obvio, está condicionado por la
propia situación comunicativa: el alumno habrá de emplear la comunicación escrita. Lo
mismo sucede con el código: la situación comunicativa impone que se utilice el código
verbal español y quedará excluida la utilización de códigos no verbales.
-La variedad idiomática depende también de la situación comunicativa. El examen es una
actividad académica y, como tal, la relación que se establece entre el emisor y el receptor
(alumno y profesor) tiene un carácter más formal, serio y distanciado que en una
conversación entre amigos. Por eso resultará inadecuado el uso de una lengua vulgar,
expresiones coloquiales y palabras de la jerga juvenil.
-Variedad del discurso (narración, descripción, exposición, argumentación). El emisor ha
de seleccionar una determinada forma de construir su texto según la intención y la
situación comunicativa. No parece adecuado para un examen producir un texto de

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carácter narrativo; si lo que se pretende es mostrar los conocimientos propios, el texto


deberá ser expositivo o, en su caso, argumentativo.
-Relacionada con la forma de discurso está también la elección del género concreto que
el emisor vaya a utilizar. En el caso del examen ya está bastante tipificado y depende del
profesor (respuesta a una serie de preguntas, desarrollo de un tema, comentario de texto,
etc.). El alumno deberá ceñirse, otra vez, al género que impone la situación comunicativa
y seleccionar los mecanismos y recursos textuales adecuados a ello.

6. LOS TIPOS DE TEXTO

El concepto de texto alude a una realidad homogénea, bien delimitada y fácilmente


reconocible, aunque variopinta y de difícil definición. Los textos forman un conjunto abierto
de fenómenos que comparten ciertas cualidades relevantes desde el punto de vista
lingüístico y pragmático, pero con un amplio margen de variación que invita a intentar
clasificaciones y establecer tipologías según diversos criterios.
Los enunciados lingüísticos se refieren a la realidad de dos maneras: tratando de
reproducir su configuración específica en un momento dado o en su transcurso
(información concreta, enunciados miméticos), o bien captando las propiedades comunes
de fenómenos semejantes para representarlos conjuntamente en esos aspectos comunes
(información abstracta). Unos enunciados se refieren a objetos y acontecimientos, los
otros a ideas.
El contenido de los enunciados concretos está constituido por acontecimientos,
acciones, objetos y cosas semejantes que transcurren en el tiempo y/o se sitúan en un
espacio extenso y variado, y que afectan o son causados por unos personajes particulares,
esto es, personajes que viven los acontecimientos y realizan las acciones como sujetos
perfectamente individualizados y no como representantes genéricos de su especie.
Los enunciados de contenido abstracto se refieren a conceptos, pensamientos,
nociones generales, las relaciones que pueden contraer y la consiguiente derivación de
nuevos conceptos, pensamientos, etc. Por tanto, no presentan hechos extensos en el
tiempo; no tienen un antes y un después más que en un sentido fórico, referido a la propia
sucesión de enunciados. Tampoco presentan un espacio en el que estén situadas las
cosas y transcurren los hechos de que se habla. Los sujetos intencionales mencionados

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no constituyen personajes individuales, sino personajes o colectividades tomadas en un


sentido genérico.
Junto a la distinción entre información concreta e información abstracta, otra distinción
subyace en la organización de los textos y en ciertas variantes tipológicas; es la que se
refiere al modo de agrupar la información: secuencialmente o acumulativamente.
Organizar un texto de manera secuencial significa hacerlo concatenando los enunciados
de acuerdo con las relaciones lógicas o cronológicas que mantienen los estados de cosas
que representan. Organizarlo de manera acumulativa significa yuxtaponer los enunciados
sin prestar atención a los vínculos entre los contenidos que representan. La aplicación de
estos dos criterios permite sintetizar las formas de presentación de la información de los
textos. Trabajan por acumulación la descripción y la exposición. La diferencia entre ambas
estaría en el hecho de que la primera lo hace con información concreta, mientras la
segunda con información abstracta. Por otra parte, trabajan secuencialmente la narración
y la argumentación; la primera con información concreta y la segunda, abstracta.

7. EL DISCURSO

Hasta aquí hemos entendido por texto cualquier realización lingüística concreta que,
independientemente de su extensión, ha sido proferida por un individuo (a veces, por
varios) en una situación determinada. El texto es, pues, una manifestación concreta del
hablar o del escribir, perceptible por los sentidos por su materialidad oral o gráfica, y que
está compuesta por unidades comunicativas mínimas, designadas estas últimas mediante
términos como actos de habla y enunciados. Texto no es el único marbete que se ha
utilizado para denominar a la realidad lingüística que se acaba de esbozar. También se
emplea, a veces como sinónimo de texto, el término discurso. Sin embargo, para algunos
autores texto y discurso designan conceptos complementarios: texto es el producto de la
actividad verbal, mientras que discurso se refiere al proceso de construcción del texto en
una situación comunicativa concreta.
Hay dos aspectos, relacionados con la naturaleza humana, que nos ayudan a nuestro
cometido de entender qué es el discurso: las personas somos seres sociales y lingüísticos.
Para entendernos necesitamos tener en cuenta que nacemos y nos hacemos en sociedad,
de la que tomamos conocimientos, pensamientos, formas de estructurar lo que nos rodea.
El lenguaje estructura el pensamiento, permite la comunicación, otorga significado a lo

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que ocurre. Al unir el lenguaje con la vida en sociedad, obtenemos los discursos. Estos
constituyen unidades con significado completo. Son más que una colección de frases.
Incluye una ideología y una cultura. Los discursos son compendios que transmiten
significados y proponen comportamientos sobre asuntos que pueden ser muy específicos
o muy generales. No designan, por lo tanto, un acto individual por el cual un hablante
particular o un grupo de hablantes introducen variaciones -fónicas, léxicas, sintácticas,
etc.- en el uso de una lengua.
Según Filinich (1998), el término discurso ocupa un lugar intermedio entre los de
lengua y habla de Saussure. Entre el concepto general y abstracto de lengua -que designa
el conjunto de relaciones internas constitutivas del sistema lingüístico- y el de habla -que
apunta a la realización individual y concreta, al uso particular de la lengua por parte de los
hablantes- se interpone el concepto de discurso para designar ese momento de tránsito
por el cual el texto se contextualiza. El discurso sería, en estos términos, el texto
contextualizado, siendo la enunciación el contexto productor del discurso. En esta
perspectiva, el discurso es el todo (la contextualización y el texto) mientras que la
enunciación o contexto, y el enunciado o texto, son sus componentes.
Considerando el discurso como ese lugar de intermediación entre la lengua y el habla,
es posible hablar de un nivel de análisis específico, el discurso, que posee sus propias
regularidades, sus estrategias, sus reglas. El nivel discursivo reúne así dos tipos de
rasgos: unos, pertenecientes al sistema lingüístico, y otros, provenientes de los distintos
tipos discursivos que el habla va configurando.
Entre los primeros, distinguimos, por una parte, las formas de que el sujeto dispone
para expresar el yo-aquí-ahora de su alocución; y por otra, las formas llenas del conjunto
de modalizadores (creer, deber, poder, quizás, es necesario, etc.) que manifiestan una
actitud ante lo dicho y tienen una función reflexiva sobre el resto del enunciado.
Los segundos rasgos señalados comprenden el conjunto de principios, tipos,
estructuras, en constante transformación, que las diversas prácticas discursivas van
generando. Así, hay principios, tipos y estructuras que caracterizan y definen, en un
momento determinado, aquello que una cultura reconoce, por ejemplo, como “discurso
literario”, “discurso histórico”, etc.
El concepto de discurso designa, entonces, un nivel de análisis de los textos que
permite contemplarlos como un espacio de puesta en funcionamiento de la lengua
sostenido tanto por los rasgos generales del sistema como por los rasgos específicos

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propios de cada tipo discursivo, tales como características de género, reglas de


organización textual, usos estilísticos, formas particulares de intertextualidad, etc.
Si bien no hay resultados definitivos sobre la constitución de una tipología de los
discursos, es posible hablar, aunque sea en términos empíricos y vagos, de discurso
científico, literario, político, o bien de discurso narrativo, argumentativo, descriptivo, como
así también de discurso cinematográfico, plástico o arquitectónico. Es evidente que tales
denominaciones son puramente empíricas, pues se apoyan en criterios heterogéneos y
no constituyen tipos delimitados. Así, aquello que puede permitir distinguir el discurso
científico del literario no es lo mismo que puede diferenciar a ambos del discurso político,
cuya distinción podría basarse, por ejemplo, en un criterio de finalidad.
Con todo, al margen de estas dificultades, realzar la dimensión discursiva de los textos
ha permitido comenzar a considerar aspectos soslayados por la tradición lingüística.
Considerar la dimensión discursiva de los textos implica, primero, reconocer el papel
constitutivo de la lengua con respecto a los roles sociales: hay un léxico, una sintaxis, un
tono, que el hablante en posición de enunciador debe adoptar para que su discurso sea
eficaz, produzca los efectos buscados, se inserte en una red establecida de discursos,
sea valorado y tomado en cuenta.
El amplio alcance del concepto de discurso da lugar a distintas perspectivas teóricas
en los estudios dedicados al tema. La diversidad de enfoques queda plasmada en la
denominación misma que se atribuyen los estudios sobre el discurso. Así, una perspectiva
pragmática, interesada por relacionar los aspectos discursivos con la situación empírica
de la comunicación -con elementos extralingüísticos- inscribirá su tarea ya sea en el
llamado análisis del discurso (Halliday), ya en la lógica conversacional (Grice) o en el
análisis conversacional (Goffman).
En cambio, una perspectiva teórica tendiente a considerar el fenómeno discursivo en
términos generales como una práctica cultural que configura el ámbito de lo social,
comprenderá el campo del discurso como un conjunto de estrategias y reglas que
organizan las posibilidades enunciativas que cada contexto histórico y social delimita.
Por otra parte, un enfoque semiótico se preocupará por construir una teoría de la
enunciación que dé cuenta del proceso de puesta en discurso como un trabajo semiótico
efectuado en un espacio intermedio -la dimensión discursiva- constituido por toda
organización sintagmática, cualquiera sea su sustancia expresiva -verbal o no verbal-

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determinado tanto por rasgos del sistema de significación empleado, como por rasgos
específicos del tipo discursivo.
Hoy en día, el análisis del discurso se encuentra en plena fase de expansión. No existe
un paradigma dominante. Se trata de un campo de estudio que sigue cobrando forma con
rapidez y que se aplica a todo tipo de contextos. Si bien coexiste una perspectiva muy
lingüística, que pretende un análisis aséptico de los discursos, es muy habitual que los
analistas se conciban como agentes de cambio, es decir, como personas que tienen la
responsabilidad de denunciar los efectos de los discursos, de hacer explícitos sus
componentes, de dar a conocer cómo nuestra construcción de la realidad está fuertemente
mediatizada por los discursos que recibimos y habitualmente mantenemos y repetimos.

8. CONCLUSIÓN

En las líneas anteriores hemos intentado dar cuenta del concepto de texto, su
estructura, tipología y propiedades. Con estos elementos hemos desarrollado
teóricamente el concepto de discurso, que incluye el texto pero al que se agrega, además,
el componente contextual y, por lo tanto social. La complejidad del discurso hace que su
análisis deba ser realizado desde múltiples perspectivas. No solo es necesario un análisis
de tipo lingüístico para entenderlo, sino también pragmático, pues el discurso ocurre en la
sociedad como medio de expresión, pero también de actuación.

9. BIBLIOGRAFÍA

BERNÁRDEZ, E. (1982): Introducción a la Lingüística del Texto, Madrid, Espasa Calpe.


CALSAMIGLIA, H. y A. TUSÓN (1999): Las cosas del decir. Manual de análisis del
discurso, Barcelona, Ariel.
CASADO, M. (1993): Introducción a la gramática del texto del español, Madrid, Arco.
CUENCA, M. J. (2010): Gramática del texto, Madrid, Arco.
NÚÑEZ, R. y E. DEL TESO (1996): Semántica y Pragmática del texto común, Madrid,
Cátedra.
FILINICH, M.I. (1998): Enunciación, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires.

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