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1. EL SUSTANTIVO
Desde una perspectiva morfológica, el nombre o sustantivo se caracteriza por admitir género
y número, así como por participar en varios procesos de derivación y composición. Desde el
punto de vista sintáctico, el sustantivo forma grupos nominales, a los que corresponden diversas
funciones sintácticas (sujeto, complemento directo, término de preposición, etc.). Los
sustantivos denotan entidades, materiales o inmateriales, de toda naturaleza y condición:
personas, animales, cosas reales o imaginarias, grupos, materias, acciones, cualidades, sucesos.
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TEMA 14: EL SINTAGMA NOMINAL
Los sustantivos individuales denotan personas, animales o cosas que concebimos como
entidades únicas (profesor, oveja, barco); los nombres colectivos pueden designar, construidos
en singular, conjuntos de personas o cosas similares (profesorado, rebaño, flota).
Tradicionalmente se han clasificado también los sustantivos en abstractos y concretos. Los
primeros designan cuanto no es material, es decir, acciones, procesos y cualidades que
atribuimos a los seres pensándolos como entidades independientes de ellos (belleza,
maniqueísmo, reproducción, suciedad). Los segundos hacen referencia, por el contrario, a esos
mismos seres a los que se atribuyen tales acciones o propiedades. Las caracterizaciones clásicas
que se hacen de esta clasificación no se suelen apoyar en propiedades lingüísticas, lo que las
convierte en escurridizas.
A las distinciones tradicionales mencionadas suelen añadirse hoy otras. Los sustantivos
llamados argumentales son los que tienen argumentos, es decir, los que se construyen con
modificadores o complementos que designan participantes pedidos en razón de su propio
significado. Tiene argumentos, por ejemplo, el sustantivo amigo (en tanto su significado no se
concibe si no hay dos participantes entre los que se establece la relación de amistad), pero no
mesa. Se llaman sustantivos eventivos (también nombres de evento o de suceso) los que, como
accidente, batalla, cacería, reunión, pueden ser sujetos del predicado tener lugar (La batalla de
Waterloo tuvo lugar en Bélgica) o términos de la preposición durante (durante la cacería), y se
ubican temporal o espacialmente con el verbo ser: La reunión es a las cinco en mi despacho. Los
nombres cuantificativos o cuantitativos forman grupos nominales que ejercen la función de los
cuantificadores: una brizna de hierba, un grano de algodón; un litro de leche, dos kilos de pan; un
grupo de muchachos, un racimo de uvas. Los sustantivos clase, especie, tipo, variedad y otros
semejantes, llamados clasificativos o nombres de clase, poseen puntos en común con los
anteriores.
1.2. El género
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el césped húmedo y la pared blanca.Los sustantivos no tienen género neutro en español. Solo lo
tienen los demostrativos (esto, eso, aquello), los cuantificadores (tanto, cuanto, mucho, poco), el
artículo lo y los pronombres personales ello y lo.
Los sustantivos en los que el género permite diferenciar el sexo de los seres designados
muestran varias posibilidades. Muchos añaden un sufijo a la raíz, como duque / duquesa o
poeta / poetisa. Algunos, llamados heterónimos, utilizan radicales diferentes, como toro / vaca;
yerno / nuera; caballo / yegua. Los sustantivos comunes en cuanto al género no experimentan
cambios en su forma, pero su género queda reflejado en los determinantes o los adjetivos que
los acompañan: el artista / la artista; el profesional / la profesional; el testigo / la testigo.
Los sustantivos ambiguos en cuanto al género pueden usarse indistintamente como
masculinos o femeninos para designar la misma entidad, generalmente inanimada: el mar / la
mar o el vodka / la vodka. Son, por último, nombres epicenos los que se refieren a seres vivos de
uno u otro sexo mediante un único género gramatical, sea este masculino —el rinoceronte, el
ombú, el personaje— o femenino —la lechuza, la palmera, la víctima—.
El género se manifiesta en ocasiones en algunas marcas formales explícitas, como las
terminaciones de los sustantivos en casos como hij-o, jef-a, juez-a, leon-a, abad-esa, sacerdot-
isa, gall-ina. Tales marcas han sido interpretadas como morfemas de género, es decir, segmentos
a los que corresponde la información morfológica relativa al sexo. Con otros sustantivos, en
cambio, la terminación carece de contenido, por lo que resulta problemático identificarla como
morfema. Tampoco parece acertado asociar la vocal -o a los sustantivos masculinos (tiempo,
huerto) y -a a los femeninos (casa, huerta), puesto que existen sustantivos masculinos
terminados en -a (día), femeninos terminados en -o (mano), y de uno u otro género terminados
en –e (héroe, serie), en -i (alhelí, hurí), en -u (ímpetu, tribu) o en consonante (árbol, canción).
Estas terminaciones de los sustantivos de género inherente no son, pues, depositarias de
información genérica. Actualmente se analizan como marcas segmentales, desinenciales o de
palabra, por su incidencia en ciertos procesos fonológicos y morfológicos, como la formación de
derivados. Así, por ejemplo, se suprimen en cas-a, libr-o, mont-e o Merced-es para formar cas-
ona, libr-ote, mont-ec-ito o Merced-itas.
1.3. El número
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El número es una propiedad gramatical característica de los sustantivos, los pronombres, los
adjetivos, los determinantes (en el sentido amplio, que abarca los cuantificadores) y los verbos.
Se presenta en dos formas: singular (árbol, quien, grande, este, come) y plural (árboles, quienes,
grandes, estos, comen). En el caso de los sustantivos, el número es informativo, puesto que
permite expresar si se designan uno o más seres; en el resto de los elementos con flexión de
número, es una manifestación de la concordancia. Así, todas las palabras que aparecen en la
oración Aquellos intentos resultaron vanos poseen rasgos de plural, pero solo el sustantivo
intentos indica efectivamente que se trata de más de un intento. Refleja este rasgo el verbo
(resultaron), así como el atributo (vanos) y el determinante (aquellos).
En cuanto a las peculiaridades del significado del número, deben señalarse los casos de
indiferenciación entre singular y plural, manifestados unas veces con el significante propio del
primero, y otras con el del segundo. Ocurre así con los sustantivos llamados singularia tantum,
que aparecen normalmente solo con la forma del singular: la tez, el caos, la salud, la sed; o con
los sustantivos llamados pluralia tantum, que solo suelen usarse en plural: los víveres, los
comestibles, los enseres, las nupcias, los honorarios. Igualmente sucede con los plurales
referentes a objetos compuestos de dos partes simétricas, como las gafas, las tijeras, las
tenazas, las esposas, si bien a veces se utilicen con el mismo sentido los correspondientes
singulares.
Mientras que el singular no presenta marca específica alguna, el plural aparece marcado
generalmente por los morfemas -s o -es. Los nombres terminados en vocal átona y en -á, -é, -ó
tónicas hacen el plural en -s: casas, calles, yanquis, libros, tribus, sofás, cafés, platós. Añaden
también -s las voces agudas terminadas en diptongo, como bonsáis. Las terminadas en -í, -ú
tónicas tienden a admitir las dos variantes de plural. Se dice, pues, al(h)elíes o al(h)elís, bisturíes
o bisturís, esquíes o esquís, jabalíes o jabalís, maniquíes o maniquís, rubíes o rubís; bambúes o
bambús, gurúes o gurús, tabúes o tabús. Existe también fluctuación en el plural de algunos
monosílabos acabados en vocal, cuya mayor parte lo forma en -s: fes, pies (no pieses), pros, tés.
Los plurales recomendados para los nombres de las vocales son aes, es, íes, oes, úes. El de cu
(nombre de la consonante q) es cus, aunque en algunos países americanos se prefiere cúes; el de
ka (nombre de la letra k) es kas, no kaes, y el de i griega ( y), íes griegas. Para yo, no y sí se
recomiendan yoes, noes y síes respectivamente, aun cuando se han registrado otras variantes.
Los nombres acabados en las consonantes -l, -n, -r, -d, -z, -j hacen el plural en -es: cónsules,
mieles, leones, caracteres (con cambio de acento), tutores, paredes, peces (con paso de la z a c
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delante de e), relojes. Se comportan de manera especial los sustantivos esdrújulos acabados en
consonante, que o bien desplazan el acento, como especímenes, regímenes, o bien permanecen
invariables, según se observa en algunos términos filológicos de origen griego: el asíndeton / los
asíndeton; el polisíndeton / los polisíndeton. No sigue esta regla hipérbaton, cuyo plural es
hipérbatos (más recomendable que hipérbatons o hiperbatones).
Los nombres terminados en -s, -x que son agudos o monosílabos hacen también el plural en -
es (autobuses, compases, reveses, toses, boxes, faxes), pero permanecen invariables los
restantes: las dosis, las síntesis, las tesis, los lunes, los tórax, los clímax, los bíceps, los fórceps. Se
añaden algunos acabados en -as que, aunque construidos sobre una forma plural, se emplean sin
variación para singular y plural: boceras ‘jactancioso(s)’, gilipollas ‘tonto(s)’, manitas
‘habilidoso(s)’, cercanías ‘tren(es) de cercanías’. Siguen la regla general y toman -es para el plural
los nombres terminados en -y: ayes, bueyes, convoyes, leyes, reyes, con la excepción de algunos
sustantivos no totalmente castellanizados: jerséis (o yerseis).
Los sustantivos acabados en otras consonantes añaden -s para formar el plural: acimut /
acimuts o azimut / azimuts; cenit / cenits o zenit / zenits; mamut / mamuts; tic / tics; tictac /
tictacs; zigurat / zigurats. La mayor parte son préstamos recientes de otras lenguas.
2. EL ADJETIVO
El adjetivo es una clase de palabras que modifica al sustantivo aportándole muy variados
significados. En un gran número de casos, el adjetivo denota propiedades o cualidades, como en
los ejemplos siguientes: las calles estrechas, las personas discretas, Eres desconcertante. Con
frecuencia, sin embargo, los conceptos de ‘propiedad’ y ‘cualidad’ se entienden en un sentido
más amplio, como puede observarse en determinados productos, su actual novia, una mera
coincidencia, el presunto autor del plagio, la política pesquera. En estos ejemplos, los adjetivos
subrayados aluden a la manera particular en que son mencionadas las entidades, al número que
forma el conjunto de estas, a la actitud del hablante hacia ellas o a su relación con cierto ámbito,
entre otras nociones.
El término adjetivo se suele usar en un sentido laxo y en otro restrictivo. El primer sentido,
más frecuente en los estudios tradicionales, privilegia los dos criterios formales que caracterizan
a esta clase de palabras: la concordancia con el sustantivo y su función como modificador de
este. Tal sentido abarcador del adjetivo da cabida a todos los elementos subrayados en la
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relación siguiente: esa calle estrecha, algunos árboles frondosos, muchos músicos entusiastas.
Entre las voces subrayadas se distinguen tradicionalmente dos clases: la de los adjetivos
calificativos, que designan cualidades (estrecha, frondosos, entusiastas) y la de los adjetivos
determinativos, que introducen el grupo nominal y delimitan su denotación especificando a
cuántas y cuáles de las entidades designadas por el nombre hace referencia el hablante (esa,
alguno, muchos). El sentido restrictivo del término adjetivo excluye los determinativos, que
pasan a formar las clases de los determinantes y de los cuantificadores.
Constituyen los adjetivos determinativos elementos gramaticales que forman clases
cerradas, mientras que los adjetivos calificativos son elementos léxicos (en el sentido de que
poseen contenidos que corresponde dilucidar a los diccionarios, más que a las gramáticas) y
forman clases abiertas. También son unidades léxicas otros adjetivos que no son calificativos —
aunque tampoco determinativos—, como constitucional y químico, que pertenecen a la clase de
los llamados relacionales, o como presunto y supuesto, que poseen características modales y no
se integran en una serie abierta.
La clase tradicional de los adjetivos determinativos abarca los demostrativos (este, esas,
aquellos), los posesivos (mi, tus, nuestros), los indefinidos (algunos, ciertas, ninguno) y los
numerales (uno, cuatro, setecientas), así como algunas palabras exclamativas (como qué en ¡Qué
calor!), interrogativas (¿Qué color?) y relativas (cuyo).
Entre el sustantivo y el adjetivo se establece una relación de predicación. Esta se manifiesta
sintácticamente como modificación (la actriz rubia) o como atribución (La actriz era rubia).
Los adjetivos son modificadores de los sustantivos comunes (guayabas maduras, el pobre
caballero, piadosas visiones alegóricas, un simple empleado), de los infinitivos sustantivados (su
andar cansino) y de algunos pronombres, como los indefinidos: Nada bueno sacarás de ello; No
hay mucho interesante que contar o en Al mirarse en el espejo, sorprendió algo nuevo en su
mirada, algo débil, inseguro. Son rechazados por los pronombres personales (*nosotros altos, *tú
guapo, *ella profesional) y por los nombres propios, que se asimilan a ellos, aunque estos
últimos aceptan los llamados epítetos. Tampoco son admitidos por los pronombres
interrogativos, con la excepción de algunos adjetivos comparativos (¿Quién mejor para este
trabajo?).
El adjetivo modificador no es requerido, en principio, por el núcleo nominal sobre el que
incide. Por esta razón puede ser omitido generalmente sin alterar la gramaticalidad de la
construcción. Sin embargo, no siempre puede suprimirse. No es posible hacerlo, por ejemplo, en
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los grupos nominales en los que un artículo indefinido introduce un sustantivo no contable: Tenía
una sed insaciable; Se despertó con un hambre atroz, salvo si la entonación es suspensiva (Tenía
una sed…).
Los adjetivos ejercen la función de atributo cuando la relación predicativa que caracteriza su
modo de significar se establece a través de un verbo copulativo (La maestra estaba cansada; Eso
me parece obvio; Es incómodo esperar) o no copulativo: El gato dormía tranquilo sobre sus
piernas; Las vi cansadas; Consideramos imprescindible revisar el dictamen. En el segundo caso, el
atributo suele denominarse complemento predicativo. También contienen atributos algunas
oraciones no copulativas, como las absolutas: Una vez sola en su habitación, abrió la carta, y las
atributivas bimembres sin verbo, como Bienaventurados los limpios de corazón.
La flexión del adjetivo se limita a reproducir los rasgos de género y número del sustantivo.
Así, el plural del adjetivo altas en paredes altas constituye una marca de concordancia, mientras
que el de altas y altos en altas médicas o altos en el camino tiene contenido semántico, puesto
que se trata de sustantivos. En estos últimos casos el plural es, por tanto, informativo. Aun así, el
plural condiciona en el primer caso la interpretación de ciertos adjetivos de acuerdo con el tipo
de sustantivo (contable o no contable) del que se predican. Se oponen de esta manera
abundante pelo (‘nutrido, copioso’) y abundantes lágrimas (‘muchas, numerosas’); un constante
temor (‘un estado persistente’) y sus constantes rezongos (‘eventos reiterados’).
Los adjetivos calificativos, cualquiera que sea su función, son susceptibles de incrementarse
con unidades varias de sentido cuantitativo. Estas variaciones reciben el nombre de grados del
adjetivo: Es un pastel dulce. / Es un pastel muy dulce. / Es el pastel más dulce de todos.
Un adjetivo está en grado positivo cuando expresa una cualidad sin dar idea de intensidad:
Vicente es ágil y Pedro está fuerte.
Un adjetivo está en grado comparativo cuando expresa una cualidad indicando una
variación o comparación en cuanto a la intensidad que relaciona dos términos entre sí: Vicente es
menos ágil que Carlos. Si la cualidad de un término es inferior a la del otro, utilizamos un grado
comparativo de inferioridad, mediante las palabras menos... que: Pedro es menos alto que Juan.
Si la cualidad de un término es igual a la del otro, utilizamos el grado comparativo de igualdad,
mediante las palabras igual... que, tan... como: Pedro es tan alto como Juan. Si la cualidad de un
término es superior a la del otro, utilizamos el grado comparativo de superioridad, mediante las
palabras más... que: Pedro es más alto que Juan.
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Un adjetivo está en grado superlativo cuando expresa una cualidad del nombre en su grado
máximo: Juan es muy simpático. Juan es simpatiquísimo. Cuando expresamos una cualidad en su
grado más elevado estamos utilizando el grado superlativo absoluto: Pedro es rapidísimo. Pedro
es muy rápido. Si utilizamos el grado superlativo de un adjetivo haciendo referencia a otros
nombres, es decir, comparándolo con otros, estamos usando el grado superlativo relativo: Pedro
es el más rápido del equipo.
Existen otros significantes de origen comparativo o superlativo latino que han perdido en
español su sentido primitivo. Estos comparativos de origen culto como mejor, peor, mayor,
menor, interior, exterior, superior, anterior, etc. se comportan en principio como cualquier
adjetivo.
Los sintagmas nominales se construyen en torno a un sustantivo. Pueden ser muy simples,
como los constituidos por un solo nombre (Me gusta mayo; Entra aire; Llamó Marta) o mucho
más complejos, como el subrayado en Se introdujo entre los surcos de la lenta y pesada
muchedumbre que bajaba por la calle en aquel momento, atraída por la tragedia. La complejidad
de los grupos nominales se debe a los diversos elementos que pueden incidir sobre el sustantivo:
artículos y otros determinantes (Te llamó el jefe; No me gusta este autor; Algunas fechas no eran
correctas), adjetivos y participios (Entra aire frío; Espero noticias recientes; Retiró los billetes
reservados), sustantivos o grupos nominales (el doctor García), complementos preposicionales
de muy diverso tipo (lazos de colores, ladrones sin escrúpulos, viaje al Polo Norte, la idea de que
vengas), así como oraciones de relativo (cosas que faltan; el gato, que seguía allí).
El sintagma nominal realiza diferentes funciones en el interior de otro sintagma y en la
oración. La función fundamental del SN es la de Sujeto. Se define como el constituyente de la
oración que concuerda en número y persona con el núcleo del predicado. El jardín de mi casa
está precioso.
Puede funcionar como adyacente del núcleo de un sintagma nominal, previa transposición
de categoría y, por lo tanto, precedido de preposición: la mesa de madera, el temor a una
recaída. Dentro de un sintagma nominal, puede ser adyacente en aposición sin necesidad de
preposición: su padre, médico de familia. También puede ser adyacente del núcleo de un
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Los adjetivos forman grupos sintácticos denominados sintagmas adjetivales. Los elementos
que inciden sobre el adjetivo para formarlos se suelen dividir en dos clases: modificadores y
complementos. Los primeros son generalmente cuantificadores de grado y otros adverbios que
se les asimilan. Tales elementos intensificadores determinan la medida o el alcance que se
atribuye a la propiedad denotada por el adjetivo. Ocupan casi siempre la posición inicial del
grupo adjetival: muy ingenuo, poco confiable, demasiado astuto, sumamente ingenuo,
asombrosamente sagaz. Menos frecuentes son los modificadores pospuestos: simpático de
veras, travieso en extremo, asombroso al máximo, divertido hasta decir basta. Los modificadores
del adjetivo pueden ser construcciones comparativas de estructura sintáctica compleja, como en
casi tan difícil como ciertas operaciones algebraicas, en algunas de las cuales el cuantificador
puede quedar implícito: duro como una roca.
Los complementos del adjetivo son grupos preposicionales. Pueden ser argumentales
(oriundo de Cali, próximo a la estación, capaz de decirlo) o adjuntos (muy feliz durante unos
meses, lleno hasta la mitad, torcido por la punta). Ambos pueden aparecer conjuntamente en el
mismo grupo adjetival, como en la persona más próxima a mí en el vagón, poco digno de ser
imitado por su extrema grosería, absolutamente fiel a sus principios hasta su muerte.
La función de un sintagma adjetival dentro de un SN es la de Adyacente del núcleo: Ponte la
camisa nueva. Si está dentro del un sintagma verbal, el SADJ desempeña las siguientes funciones:
- Atributo: Paco está enfermo.
- Complemento Predicativo: Vivo muy feliz contigo.
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BIBLIOGRAFÍA
FERNÁNDEZ LEBORANS, MARÍA JESÚS (2003): Los sintagmas del español. I. El sintagma nominal.
Madrid: Arco Libros.
GÓMEZ MANZANO, P. Y OTROS (2006): Ejercicios de gramática y expresión (con nociones
teóricas), Madrid, UNED.
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