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Índice
Bibliografía:
Bassols, Margarida y Torrent, Anna M, Modelos textuales. Teoría y práctica. Ed. Octaedro Barcelona,
2003.
Calsamiglia Blancafort, Helena y Tusón Valls, Amparo: Las cosas del decir. Manual de análisis del
discurso, Ariel Lingüística, Barcelona, 1999.
Álvarez Angulo, Teodoro, Textos expositivos-explicativos y Argumentativos. Ed. Octaedro, 2001.
Bustos Gisbert, José.M; La construcción de textos en español, ediciones Universidad de
Salamanca, 1996.
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Tema 30. El texto argumentativo. Estructuras y técnicas.
Mª del Pilar Cerro de la Paz.
Antes de comenzar propiamente con dicha exposición, es importante señalar en cuantos apartados
he organizado mi tema…
En cuanto a la bibliografía utilizada…
Una de las principales cuestiones que, en primer lugar, nos debemos plantear, antes de
abordar este tema es ¿Qué entendemos por argumentación? o ¿Cuándo podemos decir que estamos
argumentando? Muchos han sido los autores que han definido esta secuencia textual, pero todos
coinciden en que argumentar consiste en pretender, mediante el discurso, que el receptor tenga una
conducta determinada. Es decir, a través de la argumentación, se intenta convencer o persuadir de
algo a una audiencia, ya esté formada por una única persona o por una colectividad. Un claro
ejemplo de este último lo vemos en los discursos publicitarios o políticos, que son, en su mayoría,
de naturaleza argumentativa, como veremos a continuación.
Así, este tipo de secuencia textual aparece en mucha de las actividades discursivas
características de la vida social pública o privada.
Y es que el discurso argumentativo comprende una amplia variedad de géneros como las
discusiones o deliberaciones (emitir juicios, pedir explicaciones, dar consejos y recomendaciones,
etc.); los debates y las tertulias, muy presentes no solamente en el plano intelectual y cotidiano, sino
también en los medios de comunicación; los artículos editoriales o de crítica, el mundo de los
tribunales, etc. A esto hay que añadirle también la importancia de estas secuencias en el aula, ya
sea, oralmente, mediante explicaciones del profesor, debates entre los alumnos o de forma escrita, a
través de la utilización de manuales escolares, aunque éstos últimos tiendan más a la explicación.
Hay, sin embargo, determinados textos, que tienen carácter argumentativo, en los que la
controversia parece menos posible, este es el caso de las demostraciones lógicas y científicas, que
parten de hechos y de verdades bien establecidos, apoyándose en métodos de deducción seguros y
llegando a conclusión firmes.
En cuanto al estudio de la argumentación, la primera clasificación de los discursos
argumentativos la encontramos en la Retórica clásica que con el objetivo de captar la atención del
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Estos dos factores se ven con mayor claridad en obras como La Celestina de Fernando de
Rojas, cuando por ejemplo, Pármeno aconseja a Calisto que se aleje de esa vieja porque sino caerá
en sus oscuras magias y en sus artes tan enmarañadas: “Aléjate de esa vieja pues saldrás mal
amparado.” Así, el aspecto pragmático se reflejaría mediante los interlocutores, que en este caso
serían amo y criado; el objetivo, es decir, intentar convencer a Calisto para que no se relacione con
Celestina, además del espacio donde se desarrolla la acción, que en este caso sería la habitación del
joven y el tiempo que en el que suceden los hechos, es decir, en el siglo XV. En cambio, el
segundo apartado se centra más en la propia argumentación del relato, o sea, en las artimañas que
utiliza Celestina para engatusar al joven con sus artes.
De esta manera, siguiendo la línea de José Bustos Gisbert en su libro La construcción de
textos en español, podemos concluir este apartado con las principales partes de las que consta el
texto argumentativo:
Tesis inicial: Tiene como finalidad principal presentar el concepto con el que se quiere variar el
conjunto de ideas tenido como cierto por parte del lector en relación con un tema. Así, se intenta
captar la atención del destinatario mediante una serie de recursos como: apelar a un precedente
universal, recurrir a la autoridad, a la compasión e incluso intentar despertar las emociones del
auditorio.
Premisas: Se trata de recordar los conceptos tenidos como ciertos hasta ese momento en relación
con el tema enunciado en la tesis inicial. Es decir, el hablante las presenta como algo adquirido y
compartido por todos los que están implicados en la argumentación. A esta información, Teodoro
Álvarez Angulo en su libro Textos expositivos-explicativos y Argumentativos añade los elementos
que pueden aparecer en cualquier premisa tales como: hechos, verdades, lugares, presunciones o
valores abstractos (la justicia, la verdad o Dios son más útiles cuando pretendemos argumentar
criticando porque no se refieren a nadie en concreto) entre otros.
Argumentación: El objetivo de esta sección es la refutación y superación de las premisas; es
decir, en este apartado se presentan las pruebas o argumentos pertinentes para defender dicha tesis,
tanto aquellos que están dirigidos a confirmarla, como los que se utilizan para contradecir la tesis
opuesta.
Conclusión: Supone el planteamiento de un nuevo concepto, derivado de la argumentación y que
significa la superación de las premisas.
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4.Tipos de argumentos
Una vez expuestas las estructuras y características que esta secuencia debe presentar, vamos a
mostrar los diferentes tipos de argumentos que nos podemos encontrar:
Argumentos basados en la causa: Este tipo de argumentación aporta una respuesta a una
pregunta, así, explica un determinado fenómeno relacionándolo con una causa. Lingüísticamente se
presenta mediante fórmulas como “es causa”, “efecto”, “consecuencia”, “se debe a”, “se produce a
causa de”.
Por ejemplo: “ El mayor número de enfermedades cardiovasculares se debe a una mala
alimentación”. “ Compra el cupón de la ONCE porque hoy puede ser un gran día”
Argumentos basados en la definición: la definición está estrechamente relacionada con la
argumentación, ya que, elimina las ambigüedades, y por ello, establece la univocidad, condición
primera de todo discurso que tienda a la verdad. Un claro ejemplo se muestra mucho en el ámbito
publicitario con formas como: 1880: El turrón más caro del mundo; Telepizza: El secreto está en la
masa.
Argumentos basados en la analogía: Ésta desempeña una función argumentativa, pues se basa en
precedentes. Así, la argumentación consiste en relacionar el caso concreto de estudio con un
modelo. De ahí, que juegue un papel importante la intuición. Retomemos el diálogo entre Fernando
y Urbano, ya que, éste irritado compara la forma de ser de su oponente con la de su propio hijo:
FERNANDO.- [...] Mi hijo es una víctima, como lo fui yo.
URBANO: Es a él a quien tienes que sujetar y encarrilar... Porque es como tú eras: un tenorio y un vago.
Argumentos basados en la autoridad: Consiste en apoyar la verdad de la conclusión sobre la
persona del enunciador. Este tipo de secuencias se presentan normalmente de la siguiente manera:
Alguien ha dicho algo sobre algún hecho ocurrido; a ese alguien se le reconoce competencia y
saber, por tanto, lo que esa persona dice es verdad. Por ejemplo: “Está ciertamente probado por la
consejería de sanidad que fumar perjudica la propia salud y la de los que rodean al fumador. La Organización
Mundial de la Salud habla de 1,2 millones de muertes, sólo en Europa, provocadas por el consumo de tabaco.”
Ahora bien, no debemos olvidar que aunque en estos textos se tiene en cuenta la verdad de los
enunciados que intervienen en la argumentación, el objetivo que se persigue principalmente es
persuadir, convencer; esto explica que en numerosas ocasiones nos encontremos con paralogismos
o argumentaciones falaces que se trata de inferencias que no son válidas pero su forma nos
recuerda a las de las auténticas argumentaciones; es decir, podemos definir falacia como todos
aquellos argumentos aparentemente introducidos en el discurso que buscan engañar o inducir a un
error al auditorio o parte contraria. Se distinguen los siguientes tipos de falacias:
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Falacia ad hominem: Es el argumento dirigido contra la persona. Consiste en rebatir una opinión
censurando a la persona que la defiende en lugar de aportar razones contra tal opinión. Veamos el
siguiente ejemplo en el que un padre discute con su hija por la hora de llegada a casa:
Padre: Marta, esta noche a las 12 en casa.
Hija: Pero papá, si hoy es sábado, todos mis amigos llegan más tarde, además me acompaña Carmen, así no
vengo sola.
Padre: Me da igual a la hora que lleguen tus amigos, tú a las 12 estás en casa y no hay más que hablar.
Falacia ad baculum: Se basan en el poder que tiene un objeto, una institución, una persona, una
firma comercial, etc., todo esto para sustituir a las razones. Veamos los siguientes ejemplos:
1. “Los incrédulos en el fondo saben que Dios existe. Si siguen rechazándolo y se rehúsan a aceptarlo, ya les
llegará el castigo merecido cuando mueran y vayan al infierno por toda la eternidad.”
2. "... de cualquier modo, conozco tu dirección y número de teléfono. ¿Te conté que tengo licencia para portar
armas?"
Falacia ad populum: Cuando en un argumento se omiten las razones pertinentes que pueden
llevar a la aceptación o al rechazo de una postura, y se utilizan, por el contrario, hechos o
circunstancias imaginarios o reales con la única finalidad de excitar los sentimientos y emociones
del auditorio, nos encontramos con un argumento falaz que se denomina ad populum. Este término
significa que el argumento se dirige a un conjunto de personas –“al pueblo”- con la intención de
provocar en ellos aquellos sentimientos que les hagan adoptar el mismo punto de vista del hablante.
Por ejemplo:“Tenemos que prohibir la venta y el consumo de cocaína. Porque si no, ¿Cómo terminarán nuestros
hijos al ver el país en el que viven, lleno de violencia y contrabando?”
Falacia ad ignorantiam: defiende que una cosa no es verdad porque se ignora o porque no se ha
probado su veracidad; es decir, se pretende defender la supuesta verdad de una afirmación por el
hecho de que no se puede demostrar lo contrario: “Nadie puede probar que no haya una influencia de los
astros en nuestra vida; por lo tanto, las predicciones de la astrología son verdaderas”
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Falacia to quoque: Argumentos en los que no se presentan razones oportunas para replicar a una
acusación, sino que en su lugar se devuelve la ofensa al acusador. Es un caso particular de la falacia
ad hominem. Por ejemplo, dos vecinas discuten acerca de una tercera de la siguiente manera:
Vecina 1: ¡Que sí! Que yo misma la vi como estaba mirando detrás de las cortinas. Es una cotilla, además siempre
está criticando: que si esta es así, que si la otra anda con malas compañías, ¡Qué vergüenza!
Vecina 2: Anda... Cállate... ¡Qué mira quién fue a hablar!
5. Estructuras gramaticales
La estructura gramatical básica de la argumentación es:
No +SER (presente) + SN; Por ejemplo: La solución del problema no es sencilla.
La negación es una reacción a una afirmación real o virtual del interlocutor. El pensamiento
negativo no interviene sino interesa al hablante, es decir, a quien argumenta. Por lo tanto, con esta
estructura tan sencilla ya estamos contraargumentando una opinión que sabemos o suponemos que
defiende nuestro interlocutor: La solución al problema es sencilla.
En cuanto a los tiempos verbales predominan los verbos relacionados con la causalidad y la
consecuencia: causar, originar, generar, activar; o bien, con las operaciones argumentativas
fundamentales: resultar, suponer, concluir... También debemos destacar la presencia de los verbos
dicendi: decir, afirmar, declarar, implicar, admitir, etc. Ahora bien, las formas verbales varían según
la naturaleza y los hechos o de las pruebas aportadas.
Por otra parte, cuando queremos reforzar la presencia de un elemento usamos el artículo
definido, que consigue una unificación del punto de vista (“Somos el partido político más unificado del
país”); y cuando nos interesa transformar lo subjetivo en normal recurrimos a la construcción con el
pronombre reflexivo “se”, ya que disminuye la responsabilidad del hablante y objetiva del
enunciado. (“Por lo tanto, se ha desestimado tu propuesta” en lugar de “Hemos rechazado tu propuesta”).
Las modalidades (modalidad de la frase) que predominan más en esta secuencia discursiva
son la asertiva y la interrogativa. Esta última es una forma hábil de destrozar razonamientos, ya que
hacer una pregunta es una manera sutil de rechazar otra pregunta: ¿Acompañarás a Carmen? ; ¿Lo harás
tú?. En cambio, en la argumentación, debemos rehuir cualquier modalidad imperativa o de
mandato, porque los imperativos no son en absoluto persuasivos.
Por último, en lo que respecta al léxico, se aleja del lenguaje habitual, ya que la elección de
los términos tiene por sí misma valor de argumentación.
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cambio, ahora bien...) YO pienso, digo, creo, afirmo... B y lo sostengo con Y argumentos.
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Por otra parte, para estructurar sus proposiciones, además de utilizar los conectores, los textos
argumentativos manejan una serie de recursos muy interesantes:
Las comillas y las citas: para citar palabras que refuercen nuestra intervención; ara dar un tono
especial a determinadas máximas o para recordar la máxima de algún pensador.
La interrogación retórica: para atraer el interés del receptor o para implicarlo directamente.
Los guiones o rayas: para pasar del tono objetivo al subjetivo o para poder marcar niveles de
pertinencia entre las informaciones, ya que las de los guiones quedan en segundo término.
Recursos retóricos: Entre los que destacamos:
- Las alusiones a hechos pasados y a elementos culturales de conocimiento compartido, ya que
aumentan notablemente el prestigio del locutor.
- La utilización de las metáforas, perífrasis, las expresiones oratorias- que definen las palabras no
para ofrecernos su significado sino para poner de relieve algunos aspectos de la realidad que podrán
pasarnos desapercibidos; por ejemplo: La sociedad democrática española es, precisamente eso, una sociedad en
donde reina la libertad de expresión.
- Las anticipaciones y correcciones, sustituyendo un término por otro: Era muy listo ¡Qué digo listo!,
era el mejor.
- Las consideraciones del tipo: “Si se le puede llamar así” que marcan un cierto distanciamiento.
- Las repeticiones, siendo predominantes las anáforas y las epiforas: “Lo he herido, sí, lo he herido”,
además de otras muchas tales como las amplificaciones, antítesis, apóstrofe, sinonimia...
Como ya hemos mencionado otro de los recursos imprescindibles es la deixis, concretamente
la personal que enlaza el mensaje con las personas que intervienen en el proceso comunicativo, y
además, relaciona a esas mismas personas entre sí a través del lenguaje-mensaje y con el resto de
los elementos que intervienen en su comunicación. Las formas lingüísticas que expresan por
excelencia esta categoría son los pronombres personales como “yo”, “mío”o “nosotros” y las
flexiones verbales.
Si la deixis selecciona a algunos elementos del entorno contextual, la progresión temática,
último mecanismo de cohesión, permite que la información avance. El progreso de la información
se basa en un modelo lineal y se manifiesta por el lugar que las unidades informativas ocupan en la
oración. La progresión informativa de estos tipos de textos tiende a ser de tipo lineal, con el fin de
destacar la lógica interna que los domina. No obstante, cuando se trata de argumentos referidos a
más de un concepto es habitual que se parta de una progresión de tema constante o hipertema.
Retomemos pues el anuncio publicitario expuesto líneas arriba para analizar su progresión
temática:
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“Si no pruebas una Guinness el día de San Patricio, nunca sabrás lo que es la cerveza negra. Si no sabes lo que
es la cerveza negra, no podrás contárselo a nadie. Si no tienes nada que contar, te quedarás sin amigos. Si te quedas
sin amigos, te dejará la novia. Si te deja la novia, tendrás que ir a vivir con tus tíos. Si vives con tus tíos, tendrás que
casarte con tu prima Lucy. Mejor... pide una Guinness”.
8. Rasgos pragmáticos
Desde el punto de vista pragmático, la argumentación es un conjunto de estrategias
discursivas dirigidas a la demostración de una opinión. Ya hemos comentado que quizás alguna
de las partes del discurso sea implícita, con lo cual exigimos un trabajo adicional pragmático por
parte del receptor; así, éste deberá trabajar con inferencias o conocimiento implícito como las
implicaturas, conocimiento del mundo, presuposiciones...
Si quien pregunta no sabe qué pasó el mes pasado, no puede llegar a la conclusión que le hace inferir su
interlocutor.
Ahora bien, hablar y en concreto argumentar no sirve únicamente para ponernos en contacto
con los demás y en este caso para intentar que el receptor actúe de una determinada manera, sino
también para realizar actos. Una perspectivas fundamentales de la pragmática que con más éxito se
ha ocupado en estudiar los problemas de la manifestación de las intenciones es la que se conoce
como la teoría de los actos de habla, introducida por el filósofo Jon Austin. El acto de habla
“argumentar” tiene una fuerza ilocutiva clara: presentar el propio discurso como algo coherente y
justificable; y una fuerza perlocutiva autonómica: convencer al receptor de lo que decimos. Ahora
bien, debemos preguntarnos cuáles son los elementos que caracterizan a este acto ilocutivo y que
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