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TEMA 3.

LENGUAJE Y PENSAMIENTO

1. INTRODUCCIÓN
2. EL LENGUAJE
2.1. Fundamentos biológicos del lenguaje
2.2. Teorías sobre el origen del lenguaje
2.3. El lenguaje humano y el lenguaje animal
2.4. Las propiedades del lenguaje de Hockett
2.5. La adquisición del lenguaje
3. LENGUAJE Y PENSAMIENTO
3.1. La función simbólica del lenguaje
4. CONCLUSIÓN
5. BIBLIOGRAFÍA

1. INTRODUCCIÓN

Hablar, escuchar, leer y escribir son aspectos básicos de la vida cotidiana. Sin
embargo, hasta las formas más simples del uso del lenguaje se basan en complejos procesos
mentales. Los principios que rigen el uso adecuado de cada componente de la lengua son
implícitos en gran medida. No obstante, no se comprenden todavía adecuadamente las
operaciones mentales que posibilitan el uso del lenguaje.
Lingüistas y psicólogos han aplicado los desarrollos de la teoría gramatical a los
modelos de uso y aprendizaje del lenguaje. Los psicólogos se han interesado además por
los aspectos del uso del lenguaje no abordados por la lingüística: papel del contexto o la
experiencia en el procesamiento del lenguaje, fundamentos biológicos del lenguaje,
especificidad en el ser humano, bases biológicas que subyacen al desarrollo infantil del
lenguaje y a su aprendizaje, y uso y relación que se establece entre pensamiento y lenguaje
a nivel neuronal y conductual.

2. EL LENGUAJE

El lenguaje, en un sentido general, se entiende como un conjunto sistemático de


signos que permite un cierto tipo de comunicación. Para Edward Sapir, el lenguaje es un
método exclusivamente humano y no instintivo de comunicar ideas, emociones y deseos por
medio de un sistema de símbolos producidos de manera deliberada. Así, el hombre utiliza el

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lenguaje como medio de expresión de sentimientos, de regulación de la acción (todas las


acciones humanas quedan bajo control verbal. De hecho, es habitual que los niños menores
de siete años se den instrucciones a sí mismos. A partir de esa edad, este hablarse a sí
mismos es sustituido por el pensar silencioso), de comunicación y de representación a través
del pensamiento simbólico.

2.1. Fundamentos biológicos del lenguaje

Lenneberg, influido por la hipótesis generativista de que el lenguaje representa una


capacidad innata del ser humano, se esforzó en demostrar que el fundamento del mismo es
biológico y no psicológico, y que su desarrollo es posible gracias a ciertas propiedades
biológicas específicas del género humano.
Desde el punto de vista anatómico, el ser humano posee un aparato fonador que no
parece compartir ningún otro animal de las especies cercanas. Sin embargo, más
importantes parecen los condicionamientos neurológicos. Con todo, en ninguna parte del
cerebro se puede localizar el habla, sino que se interrelacionan células nerviosas de todo el
cerebro al mismo tiempo. Además, hay peculiaridades fisiológicas que hacen posible el
lenguaje, como, por ejemplo, la gran duración de la espiración en el habla que, sin embargo,
no provoca apenas fatiga. En cualquier caso, parece que ha habido aquí un fenómeno de
adaptación al habla.
Como conclusión, Lenneberg acaba afirmando la especificidad del lenguaje humano:
las explicaciones anatómicas, neurológicas o fisiológicas justificarían, en su opinión, el
proceso de adaptación que el ser humano tuvo que seguir para llegar a hablar, pero no darían
cuenta del fenómeno lingüístico en sí. Por eso comparte la opinión generativista de que dicha
capacidad parece más bien una propiedad innata de la especie humana que diferencia
decisivamente al hombre de los animales.
El lenguaje se remonta a los niveles genéticos, pero no cabe hablar de los genes del
lenguaje, sino de una serie compleja de factores que posibilitan el surgimiento del lenguaje.
En lo que se refiere a la posibilidad de reconstruir el origen del lenguaje. Lenneberg afirma
que es una tarea imposible, al menos con los datos que contamos en la actualidad.
-Lenguaje y cerebro
Para los neurolingüistas, hay tres cuestiones principales:
1. Localización del habla y del lenguaje en el cerebro. Desde hace más de un siglo se
enfrenten dos posturas sobre la localización del lenguaje en el cerebro: la de los que
especulan que el lenguaje depende del funcionamiento de zonas cerebrales
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específicas y la de los que argumentan que el habla y el lenguaje son consecuencia


del funcionamiento del cerebro como un todo. Los primeros, Paul Broca y Carl
Wernicke (teoría localizacionista), descubrieron que las lesiones en ciertos puntos del
hemisferio izquierdo provocaban problemas en la producción y la comprensión del
habla.
2. Funcionamiento del sistema nervioso en la codificación y descodificación del lenguaje.
Existe un tipo de fibras nerviosas fundamentales para comprender la función del
lenguaje. Se trata del cuerpo calloso, que conecta los hemisferios cerebrales entre sí
y permite que puedan verbalizarse las sensaciones llegadas al hemisferio derecho.
Los conductos fibrosos subcorticales, así como las áreas de sustancia gris
profundamente ancladas dentro del cerebro participan también en el habla y en el
lenguaje. Algunos autores especulan que el tálamo puede facilitar una interacción
entre los mecanismos del lenguaje y los de la memoria. La comprensión de la
codificación-descodificación del lenguaje pasa así por tener en cuenta que los
mecanismos neuronales sensoriales, motores y asociativos están conectados entre
sí.
3. Diferencias neuroanatómicas de los componentes del lenguaje -fonología, sintaxis,
semántica-. Las lesiones en áreas diferentes del hemisferio izquierdo conducen a
síndromes de afasia cualitativamente distintos, lo cual significa que dentro del
hemisferio izquierdo no hay representación uniforme ni igual de las funciones
lingüísticas. Entre los síndromes de afasia ampliamente aceptados se encuentran la
afasia de Broca, cuyo síntoma principal es la carencia de palabras funcionales como
artículos y preposiciones, morfemas de tiempo, etc. y el deterioro del sistema
fonológico; y la afasia de Wernicke que se caracteriza por la dificultad para recuperar
palabras y el reiterado recurso a términos de significado general como cosa, uno. Este
síndrome afecta sobre todo a los componentes semánticos y sintácticos.

2.2. Teorías sobre el origen del lenguaje

En el mundo existen entre cinco y diez mil lenguas y un número incontable de dialectos
locales. Todos estos idiomas tienen elementos básicos similares: todos se componen de un
conjunto de sonidos y símbolos con diferentes significados. Estos elementos se disponen de
manera diferente de acuerdo con unas reglas características. Además, en el proceso de
adquisición del lenguaje se observa una notable regularidad.

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Durante siglos, los estudiosos han presentado numerosas especulaciones sobre los
orígenes del lenguaje. Las teorías más comunes son:
a) Teorías teológicas o metafísicas, según las que el lenguaje tiene un origen divino.
b) Teorías biológicas, que se centran en los sonidos, a los que ve como representantes
de la expresión de diversos estados de ánimos, sin embargo, no parece que la gran
complejidad del lenguaje pueda derivarse de la función expresiva.
c) Teoría antropológica, basada en el desarrollo, a partir de los gestos, del lenguaje
articulado. Otras especulaciones señalan que los primitivos humanos estaban
rodeados por sonidos producidos en el mundo natural y podían haber intentado
imitarlos.

2.3. El lenguaje humano y el lenguaje animal

Los conductistas americanos defienden la teoría en la que se dice que el modelo de


comunicación propio de animales y del ser humano tiene muchas afinidades, pues ambos
responden a la dualidad de estímulo y respuesta.
Sin embargo, hay dos factores decisivos que determinan el paso de la conducta animal
a la actividad consciente humana. El primero sería la existencia histórico-social del hombre
que, mediante las relaciones sociales y de trabajo cambia radicalmente las categorías
fundamentales del comportamiento. El segundo es la aparición del lenguaje, ligada a la
anterior. En el proceso del trabajo socialmente dividido, apareció en los homínidos la
necesidad imprescindible de una comunicación estrecha.
El nacimiento del lenguaje supuso la aparición de todo un sistema de códigos que
designaba objetos y acciones. La adquisición de ese sistema de códigos tuvo una
importancia decisiva para el desarrollo posterior de la actividad consciente del hombre,
convirtiéndose en un instrumento decisivo del conocimiento humano.
Sin embargo, el “lenguaje” de los animales carece de estas características. El
“lenguaje” natural de los animales se limita a expresar solamente un estado o una vivencia
del animal.

2.4. Las propiedades del lenguaje de Hockett

En la búsqueda de elementos esenciales al lenguaje humano, Charles Hockett ha


propuesto quince propiedades de la comunicación que son esenciales en el lenguaje
humano, si bien algunos los comparte con otros seres vivos e incluso con otros sistemas de
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comunicación. A partir de la séptima propiedad aborda los rasgos semióticos de la


comunicación:
1. Canal de comunicación: vía vocal-auditiva. Las señales son emisiones vocales
producidas por algún mecanismo fisiológico como el aparato respiratorio, y son
recibidas generalmente por vía auditiva
2. Composición material de la señal: transmisión irradiada y recepción dirigida. La señal
es una onda sonora que se expande en todas direcciones. La recepción depende del
órgano receptor y de su estructura. La recepción se basa en la localización del emisor
a través de la onda
3. Carácter inmediato de la señal: evanescencia. Las señales sonoras se desvanecen
rápidamente, a diferencia de lo que sucede con señales de origen químico (orina en
los animales).
4. Propiedades de los organismos que se comunican: intercambiabilidad. Los
participantes de la comunicación no sólo transmiten, sino que también pueden recibir
mensajes.
5. Monitorización de la señal: retroalimentación total. El emisor oye todo lo que emite,
este rasgo es fundamental para llevar a buen término la comunicación.
6. Efectos de las señales: especialización. El sistema de comunicación es
biológicamente irrelevante. El lenguaje humano está especializado en este sentido.
Entre animales las señales comunicativas pueden cumplir otras funciones:
apaciguamiento, sumisión…
7. Semanticidad: cuando los signos están asociados con los objetos. Las danzas de las
abejas serían “semánticas” en ese sentido, o en último término nuestras
“onomatopeyas”.
8. Arbitrariedad: no hay relación motivada entre los signos que conforman un sistema de
comunicación y los objetos referidos. El lenguaje humano es el mejor ejemplo de ello.
9. Discretidad: cuando las señales de un sistema de comunicación son claramente
separables en elementos distintivos.
10. Desplazamiento: cuando los signos pueden referirse a cosas lejanas en el tiempo y
en el espacio.
11. Dualidad: un sistema de comunicación que se organice de acuerdo a dos niveles. Uno
de ellos dotado de significado. Toda la lengua humana posee esta facultad.
12. Productividad: el sistema permite acuñar nuevos mensajes y recibirlos. El sistema
humano permite un número indefinidamente grande, en realidad, infinito. Ello es
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posible porque las reglas de la gramática se aplican de manera “recursiva”. Se debe


tal concepto a N. Chomsky.
13. Transmisión cultural: rasgo plenamente humano. La lengua lleva implícita una manera
de “entender” el mundo. (Lawick-Goodall creen que ciertos simios pueden trasmitir
patrones culturales concretos)
14. Prevaricación: es la posibilidad de emitir mensajes falsos. En este caso cabe decir
que ningún sistema no humano posee esta característica
15. Reflexividad: cuando un sistema de comunicación permite referirse a él mismo. Es la
función metalingüística de R. Jakobson.

2.5. La adquisición del lenguaje

Desde antiguo existe una preocupación respecto al proceso de adquisición del


lenguaje. Skinner proponía un modelo empirista, basado en el asociacionismo, por el cual la
conducta lingüística se entendía como un conjunto de respuestas a diferentes estímulos. A
ello, Noam Chomsky contrapuso una teoría que se apoyaba en los conceptos de creatividad,
competencia, realización, universales del lenguaje, etc. y proclamaba el innatismo como
explicación al proceso de adquisición del lenguaje. Ambos autores mantuvieron a finales de
los años 50 una importante polémica.
La psicolingüística de los años 60 adoptó la posición de Chomsky y las investigaciones
se centraron en descubrir las reglas subyacentes a las primeras gramáticas infantiles y su
paso a la gramática del adulto. Estos trabajos aportaron numerosos datos empíricos y
ayudaron a comprender las primeras combinaciones infantiles. Inicialmente, la explicación
fue sintáctica.
Sin embargo, a finales de los años 60, Roger Brown propuso que el primer lenguaje
codifica relaciones semánticas antes que sintácticas. Es decir, las combinaciones iniciales
de dos términos debían entenderse expresando relaciones del tipo “agente-acción”, “acción-
objeto”, “agente-objeto”, etc. Evidentemente, incorporar la semántica comportaba considerar
los prerrequisitos cognitivos implicados en la adquisición del lenguaje.
El auge de la psicología cognitiva en los años 70, al igual que la recuperación de Jean
Piaget por parte de la psicología de los Estados Unidos, ayudó al desarrollo de esta
perspectiva. En primer lugar, se constató que las relaciones semánticas descritas por Brown
coincidían con las consecuciones cognitivas alcanzadas por el niño a lo largo del período
sensoriomotor.

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Por otro lado, la incorporación de las tesis piagetianas a la explicación de la


adquisición del lenguaje supuso también el descubrimiento de otro autor, L.S. Vygotski.
Vygotski, a diferencia de las orientaciones descritas hasta el momento, adopta una
posición funcional. Para él, el lenguaje es un instrumento en manos de la especie humana
para regular y controlar sus intercambios sociales. En definitiva, el lenguaje es comunicación.
Este planteamiento destaca las raíces sociales del lenguaje como instrumento para
establecer intercambios comunicativos y, por tanto, privilegia las relaciones sociales que se
establecen entre el niño y sus cuidadores desde los primeros meses de vida. En
consecuencia, los prerrequisitos de la adquisición del lenguaje no son exclusivamente
cognitivos, sino también comunicativos. Así, los filósofos del lenguaje reforzaron esta
orientación al acentuar la importancia del uso del lenguaje y destacar el papel de la
pragmática en relación a la propia estructura del lenguaje.
En las investigaciones de los años 70, algunos autores se decantaron por relacionar
las distintas consecuciones cognitivas, tal como había descrito Piaget, con los
procedimientos que el niño utilizaba para cumplir sus intenciones comunicativas. Otros
autores asumieron que el niño posee una serie de capacidades para incorporarse desde muy
temprano a rutinas de intercambio social, de forma que ya a los tres meses presenta
conductas diferentes cuando interacciona con los seres humanos de cuando lo hace con los
objetos.
Bruner considera que entre la explicación imposible de Skinner y la milagrosa de
Chomsky cabe una tercera. Aquella que, sin considerar al niño como un “libro en blanco”
ante el lenguaje, postula que, independientemente del grado de innatismo de una conducta
determinada, su ejercicio implica el aprendizaje de su uso. Bruner presenta una serie de
capacidades mentales originarias, como son la disponibilidad para relacionar unos medios
con un fin, la sensibilidad para llevar a cabo intercambios transaccionales, la sistematicidad
para organizar la experiencia y la abstracción para formar reglas. El proceso mediante el que
se semiotizan estas disposiciones iniciales, para Bruner, siguiendo a Vygotski, es posibilitado
por la sociedad: los adultos y los compañeros más avezados dirigen la actividad del niño,
convirtiéndose en los agentes del desarrollo. Por ello, Bruner considera la existencia de un
Sistema de Soporte de la Adquisición del Lenguaje, entendido como un conjunto de
conductas por parte del adulto y del niño que permiten el andamiaje de la interacción entre
ambos, ayudando al niño a dominar los usos del lenguaje.
Los primeros vocablos del lenguaje infantil sustituyen a procedimientos antiguos,
menos económicos y menos culturales, como son, por ejemplo, los gestos, para ejercer las
7
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funciones que aquellos cumplían. Pero, a la vez, la propia incorporación del lenguaje amplía
el horizonte funcional del niño, posibilitándole la realización de nuevas funciones
comunicativas. En este proceso el niño descubre las regularidades implícitas en la sintaxis.
La incorporación de la pragmática a las investigaciones sobre la adquisición del lenguaje
permite llenar junto con la semántica, el espacio comprendido entre el asociacionismo
elementalista y el innatismo milagroso. Igualmente, resalta la importancia de las
interacciones adulto-niño desde los primeros momentos de la vida y los procedimientos no
verbales que el niño emplea para mantenerlas. En este sentido, aprender a hablar es
aprender a usar el lenguaje.

3. LENGUAJE Y PENSAMIENTO

La relación entre el lenguaje y el pensamiento es un hecho que ha llamado siempre la


atención de los estudiosos. Para Whorf, la estructura de una lengua determina nuestro modo
de pensar, nuestro modo de concebir la realidad. Es decir, la comunicación no solo sirve para
la interacción con los demás, sino que cumple también funciones de representación de la
realidad: el lenguaje sirve para pensar. A este respecto existen varias tendencias que pueden
agruparse en dos bloques:
-Quienes afirman la independencia de ambas clases de actividades o procesos, sin negar su
estrecha relación.
-Quienes lo conciben de un modo unitario, de manera que pensamiento y lenguaje
constituyen dos caras de una misma realidad.
De hecho, la mayor parte de nuestro conocimiento de la realidad se realiza a través
de lo que hemos hablado, leído o escuchado acerca de ella.
Para Piaget, la cognición no depende del lenguaje para su desarrollo. El desarrollo
cognitivo está relacionado con el desarrollo de una serie de esquemas sensoriomotores
encargados de organizar la experiencia. Tras esta organización, se produce la
transformación del pensamiento representativo que se reflejará más tarde en actos verbales.
Resumiendo, según Piaget, con la adquisición del lenguaje el niño aprende a indicar partes
o aspectos perceptibles de la realidad. En la infancia, el niño aprende a discriminar y abstraer
las cualidades del significado, es decir, a distinguir una cosa de otra y aislar mentalmente las
cualidades de un objeto. También aprende a generalizar su descubrimiento respecto de
cualquier rasgo común. A lo largo de la vida, los conceptos se aumentan y los adultos

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profundizan en ellos. Piaget concluye que el lenguaje es insuficiente para dar origen a las
operaciones mentales, pues solo traduce lo que ya ha sido comprendido.
Frente a Piaget, la escuela mentalista rusa considera que todos los procesos mentales
son el resultado de formas concretas de interacción entre el organismo y su medio ambiente.
Así, para esta escuela (Vygostki), el desarrollo del pensamiento se consigue por el uso del
lenguaje, ya que este estructura y controla el comportamiento. Y no solo el comportamiento
propio, sino también el ajeno. Es decir, el uso del lenguaje produce una modificación de los
estados mentales de los otros, ya que todo mensaje lingüístico es esencialmente persuasivo.
El lenguaje nunca es neutro y desempeña una función reguladora de los estados mentales
del otro, por eso es la principal herramienta educativa. Además de estas funciones de
intercambio e interrelación, que repercute en la conducta de los demás, podemos decir que
el lenguaje nos permite regular nuestros estados mentales. En este sentido, Bühler añade la
función expresiva del lenguaje, pues este opera como síntoma de la propia identidad.

3.1. La función simbólica del lenguaje

De todas las funciones propias del lenguaje, la que más nos interesa es la
cognoscitiva, basada en la representacional o simbólica.
Para Sapir, la esencia del lenguaje consiste en el hecho de tomar sonidos
convencionales, articulados de manera voluntaria, como representantes de los diversos
elementos de la experiencia. En efecto, el lenguaje es un sistema de símbolos y, por tanto,
de unidades que permiten representarnos la realidad. Además, esta función simbólica está
al servicio, no solo de las intenciones cognitivas, sino también, de nuestras relaciones
interpersonales y de la regulación de nuestra conducta, pues los símbolos no son solo
mediadores de nuestra experiencia, sino que la modifican por completo, desbordan los
límites de la percepción y la llenan de significados culturales.
Cuando un niño empieza a realizar sus propios símbolos, significa que está
comenzando a integrarse en el universo simbólico humano y adquiriendo un instrumento
valiosísimo para acceder a la cultura.
Algunos psicólogos evolutivos como Piaget o Bates definen la función simbólica como
la capacidad de evocar significados ausentes mediante el empleo de significantes que están
claramente diferenciados de tales significados. Estos significantes vana adoptar una función
fundamental, la de autorrepresentación, al servicio de nuestra necesidad de comunicarnos
con nosotros mismos y no solo con los demás. Por esta vía los símbolos se convierten en

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instrumentos de la conciencia reflexiva del ser humano. Vygostki señalaba que “la conciencia
es contacto social con uno mismo”, y ese contacto se realiza a través del lenguaje.

4. CONCLUSIÓN

Finalmente, no podemos concluir sin hacer una breve referencia a la importancia que
ha tenido, en el desarrollo de la Lingüística, la influencia de la informática en el estudio del
proceso de formación del lenguaje a nivel cerebral. De hecho, se pueden destacar varios
rasgos que confieren al ordenador ese aspecto casi metafórico en la frontera entre el ser
humano y la máquina.
El ordenador es capaz de realizar cálculos de probabilidades, del mismo modo que
nuestro cerebro escoge entre opciones comunicativas concretas. El ordenador posee
memoria, del mismo modo que el cerebro humano almacena información. Asimismo, el
ordenador posee un procesador, del mismo modo que el cerebro genera enunciados en
función de la información codificada. Sin duda, los programas informáticos imitan al hombre
a niveles elementales en el área del lenguaje.

5. BIBLIOGRAFÍA

ALONSO-CORTÉS, A. (2015): Lingüística, Madrid, Cátedra.


BUSTOS, E. (1997): Introducción histórica a la filosofía del lenguaje, Madrid, UNED.
CERNY, J. (2006): Historia de la Lingüística, Cáceres, Universidad de Extremadura.
MALMBERG, B. (1982): Introducción a la lingüística, Madrid, Cátedra.
NÚÑEZ, R. y DEL TESO, E. (1996): Semántica y pragmática del texto común, Madrid,
Cátedra.
ROBINS, R.H. (2000): Breve historia de la Lingüística, Madrid, Cátedra.

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