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La creación del teatro en el exilio tiene un gran condicionante: el escritor español pertenecía
a una cultura perfectamente delimitada y no coincidente con la del público del lugar que lo
acogía.
Rafael Alberti
Una vez en el exilio, Alberti somete toda su literatura a una exigente autocrítica y fruto de
ella son sus mejores obras dramáticas, entre las que destaca Noche de guerra en el Museo del
Prado (1956). Alberti supera con esta obra el realismo del teatro social que practicaba antes y
durante la guerra, y aborda un drama más lírico y plástico.
Max Aub
Su teatro tiene los siguientes rasgos:
- La finalidad es proponer un análisis y realizar una denuncia de la situación política, social e
ideológica en la que se encuentra inmerso el hombre contemporáneo.
- En cuanto a su temática, plantea la necesidad de la lucha contra lo que supone sufrimiento
humano, la búsqueda de la libertad y de la fraternidad, la defensa de un mundo justo y humano.
- Ha encontrado un lenguaje dramático de gran eficacia y originalidad: un nuevo realismo épico y
documental, que convierte cada escenario en un fresco histórico.
El teatro escrito por Max Aub en el exilio contiene diez obras de larga extensión y veintitrés
piezas en un acto. De las de larga extensión destacan La vida conyugal (1942), Cara y Cruz (1944).
Pedro Salinas
Su teatro es un drama intermedio entre el teatro de protesta, desmitificador, y el teatro
comercial evasivo. Aunque para algunos críticos es un teatro "inclasificable", el propio Salinas
divide su creación en dos grupos: las piezas rosas y las piezas satíricas. Las primeras (La isla del
tesoro, El chantajista, El parecido, La bella durmiente) tienen por tema central el amor. Las
segundas, cargadas de ironía y poesía, son una defensa contra todo intento de alienación y
explotación (Ella y sus fuentes, Sobre seguro, Caín o una obra científica). También dentro de su
teatro en un acto se incluyen las Tres piezas españolas: La estratosfera, La fuente del Arcángel y
Los santos.
Alejandro Casona
El teatro de postguerra de Casona es un claro ejemplo de cómo el exilio influyó en las obras
de nuestros dramaturgos. Al variar el público receptor, se evitaron en su teatro las referencias
concretas de piezas anteriores para ocuparse de problemas atemporales y generales. Sus
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creaciones, insertas en un teatro poético, presentan una curiosa dialéctica entre realidad y
fantasía. Se han señalado varias aportaciones valiosas en su obra: tratamiento poético de la
realidad dramática, lenguaje muy cuidado, e incorporación de temas y cuestiones habitualmente
ausentes de los escenarios. Pero, por otra parte, se le ha reprochado elaborar un teatro
escapista. De toda su producción, los críticos coinciden en señalar La dama del alba (1944) como
la más perfecta creación de Casona.
Dos tendencias constituyen las únicas posibilidades teatrales hasta finales de los 40: una
comedia burguesa heredera directa del teatro de Benavente y la alta comedia, y un exitoso
teatro de humor marcado por el magisterio de Jardiel Poncela.
Este será el teatro que triunfará en los escenarios españoles durante más de tres décadas.
Las causas del éxito no fueron tanto literarias como sociológicas. Se trata de un teatro halagador
de los gustos del público, un teatro "mayoritario" circunscrito a los ambientes y personajes de la
burguesía alta o media, que es la que asiste a los teatros. El modelo dramático, que busca la
"pieza bien hecha", sigue siendo el proporcionado por la tradición que viene de la "alta comedia"
y cristaliza en Benavente. Las características del teatro neobenaventino son:
- La exaltación de determinadas instituciones y principios, como la familia.
- La implícita o explícita afirmación de la división de la sociedad en clases.
- La abierta confesionalidad católica.
- Frecuentes alusiones y referencias a la Guerra Civil, con desprecio al vencido.
- Buen nivel literario.
- Representación en escena de la clase burguesa y sus problemas reales.
- Mantenimiento de la división clásica en tres actos.
Hay que destacar entre los cultivadores de esta modalidad dramática a los siguientes autores:
José María Pemán (1898-1981), Joaquín Calvo Sotelo (1905-1993), Juan Ignacio Luca de Tena
(1897-1975), Agustín de Foxá (1903-1959), José Antonio Giménez Arnau (1903-1985), Claudio de
la Torre (1895-1973), Edgar Neville (1899-1967), José López Rubio (1903-1996).
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Las mismas condiciones sociológicas a las que hemos aludido favorecerían también la
creación de un teatro evasivo que, olvidando las cuestiones trascendentes, sirviera
exclusivamente a la diversión que los espectadores buscaban en los espectáculos. Este tipo de
teatro podría dividirse en tres grupos: la comedia disparatada, la comedia realista y la neo-
astracanada.
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Ya bien avanzada la década de los 40, y paralelamente a lo que sucede en otros géneros, se
atisban los primeros intentos de plantear una alternativa al teatro evasivo y comercial que, sin
embargo, seguirá dominando la escena española. En este sentido hay que empezar recordando
la creación en 1945 del grupo Arte Nuevo, formado por Alfonso Sastre, Medardo Fraile, Alfonso
Paso, José María Palacio, Carlos José Costas, José Franco y José Gordón. Surgió "como una forma
de decir "no" a lo que nos rodeaba", ha dicho después Sastre. Pero esta empresa fracasó.
El acontecimiento que logra por fin un cambio en el panorama teatral y el inicio del realismo es
el Premio Lope de Vega de 1949: Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo.
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Tampoco falta la función coral (tomada de la tragedia clásica) de algunos personajes que actúan
a modo de focos.
Son muchos los estudiosos que han destacado el valor de Historia de una escalera y de En la
ardiente oscuridad (1946) como base de su teatro. En estos dramas es patente la síntesis
realismo-simbolismo a la que apunta toda su dramaturgia. El estreno de Un soñador para un
pueblo (1958) da paso a un renovado enfoque dramático: el drama histórico en el que se recrea
una época pretérita para indagar realidades no solo típicas de entonces, sino de eterna
actualidad. Esta preocupación fue plasmada en la que quizá sea su obra más relevante junto a
Historia de una escalera: El tragaluz (1967). Esta pieza realista y simbólica, innovadora en la
forma, fue uno de sus mayores éxitos.
Sastre se halla en el núcleo de una serie de intentos encaminados a hacer del teatro un
medio de concienciación y agitación social. Sus ideas al respecto se encuentran plasmadas en
manifiestos. Quince años después de la polémica sobre el posibilismo con Buero, en 1975, Sastre
estima que el arte no sirve para lo que creía, que su utilidad política no es tal. Pretende investigar
la condición del hombre de su tiempo y examinar sus relaciones con la sociedad, utilizando para
ello un teatro trágico que sirva de protesta y de invitación a la reflexión. Su evolución dramática
tiene tres etapas.
• La primera (1946-1949) se refiere a sus trabajos con Arte Nuevo. Estas obras son dramas
existenciales, de frustración, porque presentan un mundo en el que no es posible la actuación
del hombre y los personajes están superados por sus circunstancias.
• La segunda etapa (1950-1962) es la de la toma de conciencia de las posibilidades que el teatro
tiene para la denuncia social. Estas obras, en las que se busca un realismo profundizado, atento a
lo individual y lo social: Oficio de tinieblas (1962).
• La tercera etapa (desde 1963) ve una evolución en el realismo de Sastre hacia un mayor
distanciamiento. A este periodo pertenecen La sangre y la ceniza (1965), El banquete (1965), La
taberna fantástica (1966), Crónicas romanas (1968) y El camarada oscuro (1972).
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El caso de este autor, nacido en 1932, merece mención aparte. Su obra dramática no guarda
relación con la de los escritores citados; no es el suyo tanto un teatro subterráneo cuanto un
teatro "en el exilio", entendiendo por tal una obra que se estrena, se publica y sobre todo se
concibe en Francia y en francés, aunque de raigambre profundamente española. La trayectoria
de su obra va desde el "teatro del absurdo" y la práctica de un nuevo "esperpento", hasta el
llamado "teatro pánico" (del dios Pan), desenfrenado y provocador. Sus obras desarrollan un
lenguaje límite, barroco, escatológico, onírico, sin que de él esté ausente aquello que nos parece
más íntimo y sustancial al arte del autor: la afirmación de valores como la libertad, la bondad y la
inocencia". Ya en la década de los 50 Arrabal había dado obras como Pic-Nic (1952), El triciclo
(1953), Fando y Lis (1955) o El cementerio de automóviles (1957), que nada tenían que ver con el
teatro en boga en ese periodo.
5. EL TEATRO EN LA DEMOCRACIA
Con el fin de la censura a finales de los 70, el teatro pudo recobrar toda la libertad que le es
imprescindible. El rasgo principal es la dispersión de tendencias, fenómeno favorecido por la
convivencia de dramaturgos de varias promociones. En cuanto a las tendencias, hay tres:
• Experimentos vanguardistas.
• Una modalidad tradicional con las últimas producciones de autores como Buero, Gala y Sastre,
etc.
• La renovación del sainete y la farsa para ocuparse de realidades del momento presente.
El teatro más reciente
La última década del siglo XX y los inicios del XXI presentan una considerable vivacidad del teatro
pese a competidores como el cine o la televisión. Las tendencias fundamentales desde 1990 son:
- Progresivo abandono del experimentalismo.
- Presencia de temas relacionados con la juventud.
- Obras de contenido social y/o histórico con más o menos dosis de humor.
- Pervivencia de la alta comedia, la revista y el musical.
- Consolidación del teatro independiente de la mano de colectivos, autores y locales.