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HISTORIA DE LA LITERATURA ITALIANA ~ NOTA PRELIMINAR ismo—cosa que suele hacer en todos sus libros—explica al ipio de la Historia de la Literatura Italiana (/937) el propo- sito que le ha movido a escribirla. En el aito 1935, el autor fué nombrado, por méritos especiales, cate- drético de Literatura de la Universidad de Bolonia, Hasta entonces se habia resistido a ensefhar—en 1922 habia rechazado la cdtedra de Li- la Universidad Catdlica de Milén—, pero esta vez se tra- la misma cdtedra que habia ocupado su Carducci, y bargo, dice él mismo, fué castigado. Poco después de haber aceptado, sin ni siquiera haber tomado posesién de la cétedra, condiciones de su vista, siempre malas, se agravaron, y un ojo, el menos miope, se le oscurecié del todo. Gracias a una oportuna inter- ién quirtirgica logré salvar en parte la vision, pero la cdtedra de Literatura no pudo ocuparla ya. Desdichadamente, Papini sélo ha publicado el primer volumen de su Historia de la Literatura italiana, aunque es aquel que comprende las grandes figuras del Renacimiento y del prerrenacimiento. El autor hace gala en esta obra de su gran erudicién y fino espiritu critico, y nos hace pensar qué pulposa historia de ta literatura italiana hubiera podido escribir, y no sélo de la literatura, sino de la cultura, si las excesivas solicitaciones de temas grandes e inéditos que le atosigan se lo hubieran permitido. NOVEDAD DE LA OBRA 1 A vez que se Vuelve a escribir una historia ya cien veces na~ . cl autor comete una doble culpa: condena las inteligencias al fastidio de volver a off cosas ofdas ¢ intenta robar porciones de tiempo a los ya demasiado acuciados lectores, } El torturador y el ladrén deben, desde un principio, justificarse. 908 GIOVANNI PAPINI. OBRAS..-TOMO IIL El atenuante mejor, en tales casos, es la promesa de ofrecer algo nuevo. Confio que también me valga a mi, Tres son las mayores novedades de esta obra: la primera ataie al autor; la segunda, al contenido; la tiltima, al fin. Todas las historias de la literatura italiana han sido compuestas, hasta hoy. por compiladores honestos © apresurados, por eruditos pa- Ife cientes © enfadosos, por fildlogos sagaces 0 caprichosos, por manua- oe listas humildes 0 pretenciosos y, a veces, por torpes experimentadores ss in corpore nobili de estéticas que han acabado mal. at? Por escritores propios y verdaderos, poetas y artistas, nunca. soot El mismo De Sanctis—que, a pesar de todo, se levanta mas arri a de la cintura del sepulcro abierto por sus, exhumadores—era un tne. mds audaz_y_célido que los acostumbrados, pero. “pe es decir, un | -discurridor; un y Gabriele d’Annunzio.demostré que le faltaba el primer y esencial don delos artistas de la palabra, es decir, el estilo, en una dura pero no reformable sentencia (2). En Foscolo, en Leopardi, en Manzoni y en otros grandes modernos se encuentran, dispersos, ensayos y opiniones sobre nuestros escri Tes antiguos que permiten entrever qué sabrosa y bien coloreada his- toria literaria hubiéramos podido tener si uno de ellos hubiese querido ser el Vasari de los mas excelentes poetas y prosistas italianos. Pero ni Carducci—que, sin embargo, tenfa la suma y rara fortuna de reunir una dptima preparacién filoséfica con la directa experiencia del. arte—quiso, 0 pudo, desarrollar una historia completa de nuestra | literatura. Algunos.criticaran, por temeraria, mi resolucién de acometer lo qu Sai cententicetces macho, rcescre¢scie croatanto.,por conocimais aie como por ingenio. ahi t De ese pecado de soberbia manifiesta—menos grande e innoble-que aquellos pecados de falsa y fingida humildad que cometen cada dia Jos fariseos de la cultura—no quiero excusarme: la obra misma traerd consigo la absolucién o la pena. fe f 2g fg De todas maneras, cualquiera que sea la suerte que le espere, esta vt mia es la primera historia de la literatura italiana escrita por uno de \* los duefios de la casa —aunque sea el tiltimo de los condéminos—y XY 1) "De San (prejuicios. enter porque son lo» ny abrazan)* Q) "no ve duefio a cle que se compone el ele- mento Wterario, es decir, del verbo... FI cxcritor ext dominado y arrastrado por sus frases, que no sabe 4 disponiciin de sus deseor”, etg., ete. G. d’Anouns vio en el Ragionamento que precede a Ww Beata Riva de A, Conti, Milin, Treves, 1900, pays. RAVEXLIV, Opere, XVI. APOLOGIAS, -HIST." DE LA LITER.“ ITALIANA 905 no, como las otras, por porteros fastidiosos, por inspectores de fuera © casa, por subarrendatarios abusivos o por escribientes de paso. No es que haya que tirar todas las demas: no pretendo, en abso- juto, que ésta pueda, para todos los tipos de lector, ocupar el lugar de » aiquéllas. Quien busque las vidas de todo autor medié 6 minimo, los _ festimenes de las obras famosas, las bibliograffas completas de las mo- ilegibles y de los articulos inencontrables, las penis ag de ee cédices acéfalos y, sobre todo, las soluciones, con fi “problemas” casi siempre imaginarios, tendra que recurrir ecesidades a alguna de las historias escritas por los diligen- is © por los sibilones de la estética. Afirmo, sin embargo, que es justo que exista una historia compues- ta por uno que forma parte, bien o mal, de esa historia, y espero que pueda pose y ayudar a alguien. rdadslo que pensaban Sarpi y Vico, es decir, que sdlo se las Cosas que sabemos hacer, no se juz- “dé um escritor de poder, mejor que los fn aquellos “que hicieron’su mismo arte. Unacon- nialidad fraterna entre:€l historiador y: los héroes de su historia hace ja obra mas segura, mds célida Yomds bella. Lo” ‘ideal—nunca alcan- zado—seria que la historia de un arte consiguiera ser también una Segunda novedad: en este libro estan reunidos y dibujados sola- mente los escritores de primeta y segunda magnitud, en conjunto poco mas de sesenta. La turbastestante, que constituyen la clase media y baja delyy jue se vaya a refugiar en aquellos asilos que son las de la“ciencia, de Ia filologia, de la efudicién, de la historiograffa y de la varia cultura. Muchas de las historias italianas, incluso las cortas, preparadas para las escuclas se parecen, en cierta manera, al asilo de Rémulo. Basta que un amasador de volimenes haya ganado, en cualquier siglo, un pequefio premio en la loterfa de la celebridad para verse albergado ~ ent 5 hipogéos de las letras patrias, aunque ya nadie, fuera por obligacién y de los estadiantes por obediencia, se de Pero la hiétoriw de.un arte todavia vivo de una nacién viva no debe parecerse a un museo arqueoldgico en donde estén expuestos los caddveres embalsamados en vand dé tantos que fueron famosds, Esa pila de mediocres afortunados, que almacenan los capitulos de casi todas las historias literarias, est compuesta, en su mayoria, de secuaces © discfpulos de los grandes, de repetidores 0 remendadores, cuando 906 GIOVANNI PAPINI.—OBRAS.—TOMO III " no de copistas o plagiarios. En el mejor de los casos eran hombrecillos que hincharon pecho y estémago para hacer: buen papel en los cua- drivios.de nuestra republica, y, con frecuencia—tan grande es el po- der.de los charlatanes entre el vulgo de los contentadizos—, obtuvie- ron su pequciia hornacina: en las galerijas del renombre. Se trata de medios bustos polvorientos, pero de aspecto venerando, de medallo- nes desconchados, pero que todavia muestran las sombras de un perfil orgulloso, Ante estas figuras de estuco o de yeso, los historiadores devotos no tienen la valentia de pasar de largo, y las tratan como personas vivas, y relatan por milésima vez titulos de obras que nadie lee, y repiten, con pocas, variaciones,,aquel.juicio que se arrastra_d manuals enmanual, sin advertir g n , pit rit 5x5, sh Entre los eae ura Lee - b bres-de alto valor, admirados por mi node 16 que merece su genio. Pero este genio se manifesté maravillosamente bastante mas en otras artes y disciplinas que en el de escribir. Compusieron libros y volti- menes, pero no fueron artistas, sino por casualidad o nunca. Son, por ejemplo, sumos filésofos, como Giovan Battista Vico; gi recogedores y comentadores de antigtiedades, como Muratori; histo- riadores copiosos y afortunados, como Ammirato y Botta; escultores © pintores excelentes, como Ghiberti y Salvator Rosa; cientfficos de buena calidad, como Mascheroni y Ascoli. Todos éstos, y otros mu- chos que se podrian afiadir, comparecen en las historias literarias no se sabe con qué derecho.o raz6n, ya que fueron. considerados. como escritores. poco mas que. soportables y, de todas maneras, muy aleja- dos de Ja perfeecién en aquel arte que aqu{ tnicamente cuenta, es decir, el arte de la palabra, Pocos son los que por privilegio nativo del genio pueden aparecer.con igual derecho en mas de una historia, y nadie se asombrard de encontrar también en esta mia un redentor de gigantes como Miguel Angel, un diseccionador de hombres como Machiavelli, un revelador de cielos como Galileo. * Para clegir a los legitimos protagonistas, he tenido.en-cuenta, ante intrinseca, sobrevivir durante siglos, y no, solamente como titulo o curiosidad, sino como alimento y alegria de lectores no obligados; si un libro ha sido acogido con favor, incluso mds alld de los confines de Ja patria, y ha sido traducido, comentado y discutido en toda na- cién civilizada, podemos estar seguros de que se trata de una obra todavia viva, digna de ser amada y comprendida por inteligencias Hay escritores que inician y..compendian a la vez toda una es- cuela, una manera, una_reforma.omoda literaria, y por eso merecen APOLOGIA: HIST.“ DE LA LITER* ITALIANA 907 ser atentamente mencionados, aunque no sean siempre grandisimos. Pero de nada sirve dar entrada libre, por inercia borreguil, al montén ~~ que cada uno de ellos arrastra en las historias literarias. En su mayoria, son discfpulos que no han sabido superar al maestro, formas subalter- nas y sticubos: para el conocimiento del arte no resulta de ningun provecho malgastar frases y paginas con ellos. Cuando he hablado Guido Cavalcanti, {de qué sirve rebuscar las débiles rimas de jianni Alfani ode Guido Orlandi? Cuando he estudiado a Cecco Angi entretenerse con Cenne della Chitarra 0 com Rus- i ippo?"Y después de haber contemplado la titdnica figura qué descender a atrapar, en las marismas del olvido, a aquellos pequeiios dantescos que fueron Fazio degli Uberti y Fede- rigo Frezzi? Y después de haber profundizado el alma y la potencia lirica de Petrarca, jes necesario hacer ¢l recuento de aquel inmenso ejército de petrarquistas que suspird, lloriqueé y divag6 durante tres ” larg del Canzoniere? le, de esta manera, mi libro no es una historia sdevensayos. Falta el “tejido de conexién” que debe enlazar los érganos'vitales y que, en el gran cuerpo de la feratura, estd formado también ‘por los menores, por los mediocres, por los pequefios, por aquellos minimose- infimos que estén aqui —-excluidos. “Husién también esto. Quien sufriera la sierra de hacer histo- ria integral se verfa reducido al absurdo de compilar listas intermina- bles de semiignotos y olvidados, y ni siquiera de esta manera conse- guirfa reproducir la auténtica fisonomia de un siglo. La plural com- plejidad de la vida no se puede reconstruir en las paginas de un volu- men, por amplio que “sea. E| historiador; como el artista, no puede dejar de elegir. Admitida Ja necesidad de la eleccion, resulta razonable clegir solamente a aque~ llos escritores que han sellado, por ellos mismos, épocas, es decir, que >, han determinado el curso de la verdadera historia literaria. Esta obra, pues, tiene pleno derecho a ser llamada’ historia, mas que aquellas que, abiertas a todo, parecen dormitorios publicos. Y no solamente es historia por la razén mencionada, sino también por la unidad-interior, debida al método, y por aquellos capitulos de resu- men que esbozan jas lincas principales del desarrollo de nuestra li- teratura ¢ iluminan los fondos sobre los cuales viven los protago- nistas. La historia politica esta hechay dicen, por las masas, pero en los momentos épicos y decisivos*es obra de grandes solitarios que per- sonifican y encarnan suefios, deseos, necesidades de un pueblo entero. También la historia literaria tiene sus héroes y soberanos: los pre- 908 GIOVANNI PAPINL. “OBRAS:~TOMO) HI, / TOMO IIE a cursores, sucesores, cortesanos y papagayos deben content: algunas lineas en las bibliografias y en las enciclopedias, ee historia de un arte significa modelar las estatuas de los genios creado- res, innovadores, dominadores: el resto es. burguesia,.omisible y bazo~ fia_incomestible. be ot oe a La tercera novedad ataiie, como he dicho, al fin, y, por eso, también a los caminos y vehiculos escogidos para conseguirlo. Desde que se escriben historias de la literatura italiana, hemos asistido al uso y abuso de aquellos dos métodos que se denominan método histérico y método ‘estético, Durante todo el siglo xvi do- minaron los archiveros; a principios del siglo xix entraron en escena los filosofistas; alrededor del 1870 reconquistaron preponderancia y soberbia los puros historicistas; a principios del siglo xx han readqui- rido poder y espacio los puros estetas. Es decir, ha habido épocas de predominio de los ratones de bi- blioteca,y €pocas para el advenimiento de los murciélagos»dewla filosofia. Cuyos murciélagos, en verdad mds numerosos que los rato- nes, sostienen que sdlo a ellos toca el privilegio y primado, porque, aun cuando por el cuerpo son también ratones, es decir, roedores de cartas eruditas, tienen, ademas, alas que los elevan—por desgracia, solamente cuando el aire est4 oscuro—a los torreones de la filosofia Replican los polvorientos ratones, con los bigotes temblorosos de rabia, entre un-incunable mutilado y un cédice membranoso, que los traidores murciélagos desprecian, con especiosos pretextos, los tra- bajos biogréficos y bibliogréficos, mientras que ellos, aunque sean Tatas, topos o ratones, podrian, si quisieran, alifiar novelerias esté- ticas que harian palidecer de envidia a los mas revoloteantes quirép- teros. Un poco de razén tienen los dos: los ratones son demasiado ma- terialistas, pero, a veces, dan prucbas de buen gusto y juicio; los murciélagos son demasiado abstractos, pero alguno no desdefia ni ignora la minuciosa busqueda histérica, Los ejemplares extremos son rarisimos: en las historias de los eruditos sucle haber algiin resplan- en las de los estetizantes aparece, de vez do, alguna noticia o sintesis historica, En el fondo, en el fondo, son primos hermanos, descendientes de su comun profesor Aristételes; unos quicren aplicar a la historia lite- raria los métodos de la ciencia; los otros suefhan con entender y juzgar el arte por medio de la filosofia, que seria como querer com- en APOLOGIAS.—HIST.* DE LA LITER. ITALIANA 909 prender la itura @onela guia de la geometria, o la musica con las teorfas de la acustica, ~~ ~ Ai mime ‘satisfacen- poco; tanto unos como otros; y los segundos, bastante) menos" que-los. primeros, Los roedores son pedantes, pero uitiles;)“los compiladores son brillantes, pero infructuosos, y, a veces, © peligrosos.) a» Gi meec ‘orsu) culpayla critica literaria se ha convertido en una impre-* bre la carne viva de la*poesfa, o en un despeda- les microscépicos que pierden de vista el libro: igina, pierden la pagina para regalarse con la frase, ‘para entretenerse con la palabra, pierden la palabra para extenuarse con la silaba. es, Entre el despiojamiento de los comepolvos y la divagacién de los problemanidticos, no elijo. Yo, por mi parte, me he propuesto seguir un Gamino totalmente di: 10, uN camino que pareceré a muchos muchos pareceré novisimo y, de todos modos, a mi literaria, como cualquier otra obra de escri- honesto, tiene que ser “alimento vital” para aquellos jue la lean, Puede llamarse Comida a las fechas, vicisitudes y varian- tes, pero no vital, ya que sacia la curiosidad, pero no el alma. Y exhi- mmmbirse en juegos teéricos a las puertas y bajo las'ventanas de los pala- cios»del arte puede entretener a los cerebros, pero no” proporeivnar sustanciosa restauracién al espfritu. oraliee Por “alimento vital” no entiendo el ejercicio de la memoria verbal © de la imaginacién filoséfica, sino el inicio a la experiencia de la vida, el despertar de los afectos y el adiestramiento en el arte, Una historia de la literatura tiene que ser, si no os escandalizdis de la pa- Jabra, educativay»es@decir; moral, cfvica y pragmitica. - Moral: porque elacercarse a los escritores que fueron grandes, y, por Io tanto, hombres verdaderos y fuera de lo comin; no debe sol mente ayudar a un mejor conocimiento de la humana*naturaleza, sino, sobre todo, ensefar el amor a la grandeza, Ia rectitud en la’ vida, la tenacidad en las dificultades, la heroica resistencia "en la desventura y en Ja miseria, y, nis que nada, el dese ‘iempre, de eielos mas celestiales, No todos los poetas son modelos de moralidad, pero sirven lo-mismoy porcontraposicién y con- traste, para demostear el peligro -y lawergliénza de aquellos pecados que consiguen, inéliso, sdisminuif“o" manchar la grandeza’ de los grande: 2 stdaltalacousniige'> Civica: porque los poetasy-aligual que todo artista, interpretan, mejor que los ciudadanos-¢orrientes, el alma profunda de la patria; representun y revelan mejor las bellezas de la patria; transmiten y oe a 910 GIOVANNI _PAPINI. OBRAS.— simbolizan mejor las glorias de Ja patria, y, por lo tanto, peaeran eb amor por nuestro pucblo y nuestra tierra, Pragmitica: porque la autopsia de las obras mds perfoela y fa- mosas, no sélo debe servir como pretexto a las demostraciones de abstrusos e intrusos filosofemas, sino también guiar a los aprendices y a los mismos escritores a una mds segura posesién de Ia lengua y “a una mas genial conquista del arte de escribir. La historia de la literatura, tal como yo la deseo, no deberfa tanto amueblar las mentes como cambiar, enriquecer y elevar las almas. Tres grandes frutos espero de ella: educar en Jas mas altas virtudes, hacer amar més a Italia, adiestrar en la practica efectiva del arte. Estos son los deseos y los suefios de] escritor del presente sinceramente,deseados y sofiados, aunque no haya cones realizarlosen ogni ser roe Sarat” erat. I LA PRIMERA TRIADA La literatura italiana empieza con tres enamorados; Un fraile mistico: Jacopo Benedetti da Todi. Un caballero epictireo: Guido Cavalcanti, de Florencia. Un burgués cinico: Francesco Angioleri, de Siena. El primero amé a una Vanna, luego enloquecié de amor por Dios. El segundo amé a una Vanna y a otras mujeres, y mientras tanto iba buscando si existia Dios. E] tercero amé a Becchina, al oro, al vino y al dado, y una sola vez desed ser Dios, pero para destruir el mundo. Estos tres enamorados supieron también odiar: Jacopone deseé la muerte de Bonifacio VII1; Guido intenté6 matar a Corso Donati y a los suyos; Cecco sofié con matar a su padre y a su madre. Los tres fueron odiados y castigados por Ia justicia humana. Benedetti fué excomulgado y sepultado en una cércel duranée cinco afios; Ca- valcanti murié de unas fiebres contrafdas durante el destierro; Angio- lieri fué varias veces expulsado y encarcelado. Sélo estos tres, antes de Dante, tienen una personalidad propia que nos persuade a destacarlos de Ja turba literaria del siglo xin. La mayor felicidad de su ingenio, debida, en gran parte, a la mayor violencia y profundidad de las pasiones, sublimes o innobles, que los movieron a escribir, hace de cada uno de ellos simbolo o cabeza de toda una estirpe, APOLOGIAS. -HIST.“ DE LA LITER.“ ITALIANA on » Jacopone representa toda la lirica religiosa que, desde el Cantico dél.Solede San Francisco, llega hasta el siglo xv, después de haber dado® lugar a 10sAutos Religiosos, © Guido. compendia. los refinamientos de los rimadores provenzali- y el eros doctrinal de los boloneses, pero,/sobre todo, perso- ‘antes de Dante y junto a Dante, el dolce stil nuovo, y antici- su clegiaca suavidad, la gran lirica amorosa del siglo xiv. la figura mas justamente famosa de aquella poesfa sati- esc sta y popular, que nunca “languidecié en los 'siglos ,hasta”que, en el xvi, reavivada y transformada por otro talento mds fuerte, se afirmé como poesia barnesca. Los tres son, en suma, poetas representativos, aunque no siempre iniciadores: Jacopone, de la lirica religiosa; Guido, de la lirica amo- rosa; Cecco, de la lirica jocosa. reciso no dejarse deslumbrar por la exuberante abundancia titulos que se encuentra encasillada, a la buena de jwales,Aqui se hace la historia de la literatura como Mengua italiana, y no de la varia cultura’ del si- glo xm. También en aquel siglo los italianos que escribian eran mu-+ ‘chos, en mds de una lengua} yvsobrematerias sacras y profanas, histéricas y fabulosas; pero, para’los fines: pa maxtej basta con tener tes a aquellos tres. viveza narrativa en la Cronaca, de’ Fra’Salimbene da Parma; pintoresco candor, en la Legenda Aurea, de Jacopo da Voragine; esplendor de profurida simplicidad, en el /tinerarium, de Bonaventura da Bagnoregio, pero escribieron en latin. Sordello el Mantuano o Lanfranco Cigala no fueron de los ulti- mos trovadores; \peto poetizaron en provenzal. RUstiGiano “da Pisa supo narrar con ingenua sobriedad los viajes de Marco Poloy-Brunetto Latini supo exponer habilmente el saber de su tiempo en su 7Trésor, pero los dos escribieron en francés. Ni tampoco podemos admitir, con pleno derecho, en el primitivo arte literario italiano; ‘a Gerardo Patecchio, Pietro Barstgape, Uguc- cione da Lodi, Giacomini da Verona, Bonvesin della Riva, y otros queversificaron pédestremente, en burdos ahaa visiones biblicas uptedicables, ta derecho. tendrian, “si biciéranios ‘caso a algunos, los poetas sicillanoside da corte sucva. bie a0 a Pero, si biehwse mira, son literatos: aficionados que tadujeron, a un dulico vulgar, ja poesia provenzal, con algun elemento de la casi nunca nada propio, ni el ca lor de un sentimi ni una fantasia prefada de imagen auevas, Pueden encontrarse, en Giacomino Pugliese o en Rinaldo 912 GIOVANNI PAPINI.-OBRAS.—TOMO III dAquino, y también en Enzo Re, versos de fresca y melancdlica gra pero son luciérnagas en el rastrojo y no fuego perenne. El conjunto rezuma cansancio y huele a cosa aprendida. La unica poesia siciliana de aquella época en la que se percibe un aliento de vida verdadera, sensual y popular, es la famosa disputa de Cielo dal Camo, pero es flor silvestre y solitaria que descuella en medio de aquella Poesia convencional y cortesana. Tampoco se tiene mayor suerte subiendo hacia Ia Toscana. Guit- tone d’Arezzo es un torpe magister, pedante y poetizante, al que nunca sonrié un rayo de inspiracién, y que tanto aburre en verso como en prosa. Se le puede dejar sin remordimientos junto a Folcacchiero dei Folcachieri y Meo Abbracciavacea. ...--~ . Guido Guinizelli merece mayor respeto, aunque’ ceder con justicia el sitio a otro Guido, Aun tomando: de-los “proven- zales la teorfa del amor cortés, supo exponerla con noble seriedad no privada de gracia, pero su musa, mas que mujer de sangre calida y de miembros suaves, fué una yerma filoséfica que, por una parte, mos- traba la alta frente de Platén, y, por la otra, el cefio de Alberto Magno. Tampoco se pueden contar entre los poetas auténticos aquellos Palidos estilnovistas florentinos, como Lapo Gianni y Gianni Alfani, que recocieron, en versos mas 0 menos graciosos, los temas de la escuela. Junto a Cavalcanti y Alighieri, fueron sombras amigas, ecos en sordina y nada mas. Y tampoco hubo, en aquel siglo, una verdadera prosa artisticay original. Hay compilaciones y versiones hechas en latin, en francés y en provenzal; emplastos, restimenes y vulgarizaciones para) uso’ de aquellos que no conocfan Ja antigua lengua o las de Francia. Ya sean novelas caballerescas, o frases e historietas de filésofos, o florilegios de mé4ximas y de formulas, o apilamientos de sermones y de milagros, se trata siempre de refritos y pardfrasis hechas con fines -pricticos, sin sello de novedad ni viva luz de arte, La obra mas famosa de aquel tiempo, el Novellino, no es mas que un prontuario de restimenes hecho para uso de hombres de la corte o de los pardsitos que querian hacer buen papel en Jas reuniones, Documentos utilisimes para la historia de la lengua, de las costumbres y de la vida intelectual de aquellos tiempos, pero no de la verdadera y propia literatura, Para leer una prosa pura, que narre hechos verdaderos con fuerza apasionada y personal, habré que esperar la Crdnica, de Compagni. De esta muchedumbre de artesanos 0 aficionados a las letras hu- manas s6lo se salvan los tres poetas enamorados que cantaron el amor divino, el amor gentil y el amor carnal, Y, en cierta manera, esta trfada del siglo xi prefigura la mucho mis célebre trinda del si- ~! a ———————- APOLOGIAS. HIST.“ DE LA LITER.* ITALIANA 915 glo-XxtVv, aunque esté formada por tres artistas muy inferiores en altura de alma, de arte y de doctrina. En el mistico Jacopone, que después de la muerte de su Vanna quiere ensefiar a los hombres el camino que conduce a Dios, hay ya una sombra de aquel que, después de la muer- ee piensa en aquel itinerario de salvacién que es la ia. En Ja dulzura un poco triste de Guido, se escucha ya alguna nota de aquella polifonfa de profunda tristeza que se derramard del cora- z6n de Francesco Petrarca. Y en la franca sensualidad de Cecco, acompaiiada de rasgos ya burlescos, ya cinicos, se anuncian algunos de los caracteres del arte boccacciesco, tal como triunfa en el Decamerone. Deseo del paraiso, codicia de la mujer, anhelo de la hembra: asi empieza y prosigue nuestra literatura. i JACOPONE DA TODI be 1 LA PERSONA Jacopo de’Benedetti nacié de noble familia y se casé con una hija de los condes de Coldimezzo, Siempre hubo en él, incluso después: de la conversién, algo del aristécrata. Algtin moderno le ha represen- tado como un “juglar de Dios” en medio del pueblo; en cambio, vivid casi siempre solo, sin preocuparse de Ia plebe de los fieles; se alié con la faccién gentilicia de los Colonna, y su deseo mis fuerte fué elevarse sobre la humanidad comin para convyertirse en un dtomo radiante del Rey Supremo, Entré, y muy tarde, en la orden de Fran- cisco, pero pertenecié a la minoria idente y rebelde; no quiso ser no respeté a ningin papa, ni siquiera a Celestino: verda- ger fein io’ del tinico Emperador del ciclo, orgulloso capaneo de espiritualidad, Poco © nada sabemos de las primeras épocas de su vida. Pero en sus cdnticos hay convincentes indicios de que quiso bastante mas a su madre que a su padre, Cada vez que contempla a una madre con su nifio—tanto si es la Virgen como otra—, su rudeza se suaviza, el sonido de sus palabras se hace mds dulce de lo usual, y. se nota que 914 GIOVANNI PAPINI. -OBRAS. -TOMO Til su alma. se ablanda y se conmueve. Segiin él, no hay comparacién entre el afecto del padre y el de la madre: Ben vegio che ama figlio—lo patre per natura © matre con dolzura—tusto suo cuor Ii dona (1). Y mientras describe con tanta piedad la efusién del amor mater- no. confiesa, en una laude que tiene rasgos autobiogrdficos, que cuan- do era joven tuvo pensamientos parricidas. Como en la escuela le parecia sufrir demasiado: torrent ct setbiegedns apiesD Pero no se salv6 de las escuelas y tuvo que doctorarse en leyes, seguramente en Bolonia. Durante muchos afios fué procurador en su patria, e incluso cuando hubo dejado la profesién para dedicarse a la vida eremitica y contemplativa subsistis en él, como demuestran muchos de sus cantos, el habito mental del jurista. Parece, con»fre- cuencia, un abogado que quiere ganar su causa ante el tribunal de Dios. Intenta convencer a los demds, describiendo procesos imaginarios y alegéricos, de la necesidad del arrepentimiento, pero, sobre todo, quiere asegurarse, con apasionadas instancias y alegatos, el perdén del sumo Juez. Con tal de conseguir la libertad eterna estd dispuesto a sufrir todas las abyecciones de esta sucia prisién que es la tierra. Se reconoce culpable, pero quiere, a toda costa, ser absuelto, Podemos estar seguros de que entre los pecados de su juventud y de su madurez—ya que sé casé6 hacia los cuarenta afios—se conté el amor por las mujeres, el amor carnal, Con demasiada frecuen: recuerda, con terror, la “hedionda lujuria", y le dan demasiado mic- -do. incluso después del cambio de vida, las mujeres, sus adornos y ncantos. No me odiarias tanto, podria decirle la mujer, si no me hubieras amado demasiado. De viejo decia que ver una bella mujer le hacia el mismo efecto que ver una cabeza de asno, pero este mismo insistente recuerdo de las tentaciones prueba que la belleza femenina le habia turbado profundamente en otros tiempos, y acaso tambiéu durante los primeros ahos de penitencia. (4) Bien veo que ama el hijo—al padre por naturaleza—y a Ia madre con Aetawre—le_ de todo, wi 60 LXV, 75-76. Q)- Pensaba—que Ire muriera,—para que yo 0 scuadeila, XXIV. 35-56 juviera mas—con esta

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